La manía de creerse el más “vivo” que casi colapsa la Copa América, ¿hasta cuándo?

Lo que pasó en la final de la Copa América es el vivo ejemplo de lo que puede pasar en las sociedad con una mala organización y una ciudadanía que no respeta las leyes.

Momentos de caos y angustia se vivieron afuera del estadio. Gente tratando de colarse hasta por el ducto del aire acondicionado. FOTOS Cortesía y Getty

Los videos e imágenes comenzaron a llenar las redes sociales antes del pitazo inicial de la final de la Copa América entre Argentina y Colombia en el estadio Hard Rock de Miami: hinchas de ambos equipos, sin boletas, se saltaban las mallas para entrar. Este fue un nuevo capítulo del latino que cree que puede tumbar al sistema, o de que todo se le debe dar gratis, como lo vemos diariamente en decenas de colados en el sistema de transporte o en quienes se roban la electricidad o el internet del vecino.

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Lo cierto es que estas corridas, gente en el piso u otros más vivos intentando entrar por los ductos del aire acondicionado del estadio (de eso también hay videos), generaron un retraso de 80 minutos que como dijo el director técnico de Colombia, Néstor Lorenzo, afectó a todos, “eso podía repercutir en el físico y la tensión la siente más el que menos experiencia tiene en este tipo de eventos y nos pasó factura”.

Además de las implicaciones deportivas y de mala organización hay un punto que no se puede obviar tras un hecho como este: ¿hasta cuando la sociedad va a normalizar el saltarse las normas?

Lo que pasó antes de este partido es el claro ejemplo de lo que puede ocurrir en la sociedad con una mala organización y una ciudadanía que no respeta las leyes, que desatiende los principios básicos que rigen la vida en común.

¿Es cultural?

El periodista argentino Martín Cáparros lo menciona en su libro Ñamérica y aunque no se centra en un análisis exclusivo del oportunismo, sí lo aborda como un rasgo cultural arraigado en la región. Caparrós describe cómo la cultura del atajo, la búsqueda de soluciones rápidas y fáciles sin importar las consecuencias, ha permeado diversos aspectos de la vida en Latinoamérica.

Si lo trasladamos a lo que pasó en la Copa América la solución rápida de un grupo de hinchas que no pudieron (por costos), no alcanzaron (por tiempos) o no quisieron comprar boletas fue colarse, así supieran que estaban cometiendo un delito.

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Para Caparrós esta cultura del atajo tiene profundas raíces históricas y sociales, “surge en parte como una respuesta a la desigualdad, la falta de oportunidades y la desconfianza en las instituciones”, según detalla su libro.

Para Carlos Charry, PhD en Sociología y director de la maestría y doctorado en Estudios Sociales de la U. del Rosario, esa cultura del atajo genera la idea de que se puede vulnerar la norma, se pasa por el anonimato y no va a existir un castigo, “y eso es muy común en las sociedades latinoamericanas en las que los estados son débiles, así como los cuerpos de seguridad y la capacidad del Estado de llegar con justicia y con la aplicación de la ley a todas partes”.

¿Es un fenómeno futbolístico?

Un hecho similar ocurrió en la final de la Eurocopa de 2020 entre Inglaterra e Italia en el estadio de Wembley cuando cientos de hinchas se colaron y otros más, en masa, se quedaron afuera esperando los penales para entrar, literalmente a la fuerza, si Inglaterra quedaba campeón. Esto quedó registrado en el documental que acabó de estrenar Netflix, The Final: Attack on Wembley en el que el encargado del esquema de seguridad agradeció que Inglaterra perdió porque eso evitó una tragedia mayor.

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Lo futbolístico y la emocionalidad van de la mano, pero pasa en otros ámbitos en los que se ha inculcado que en la sociedad se tiene derecho a todo, pero entonces, ¿dónde están los deberes?

Por eso vemos como en Bogotá, por ejemplo, se tratan de colar en el transmilenio, que en Londres un grupo de personas ingresa en masa a saquear una tienda de Apple o que en Nueva York abundan quienes entran sin pagar al servicio del metro.

Para el psicólogo Santiago Eduardo Herrera Díaz, docente facultad de psicología Universidad CES, esto hace que no se asocie a una región concreta sino a un escenario normativo y a unas condiciones puntuales de la gente. “El saltarse la norma, sea cual sea, hace referencia al desarrollo moral individual y social”.

Herrera detalla que lo que pasó en Miami demuestra cómo se vive en una sociedad altamente competitiva que le pide al individuo que esté pendiente de cualquier posibilidad de oportunidad, “y no se puede normalizar porque fue evidente que a pesar de que no le están haciendo daño a alguien (al saltarse una malla) sí le están restringiendo el derecho al otro”.

Para Charry, el fútbol puede servir como metafora para entender los escenarios de una posible solución, como el trabajo que se hizo con los hooligans en los 90. “En el corto plazo existen medidas para lograr resultados y lo que podemos hacer en el fútbol lo podemos hacer como sociedad, hay que interiorizar la norma, pero tienen que ser esfuerzos colectivos y sostenidos a lo largo del tiempo, casi que un pacto social”, concluyó.