48 horas en Boston

Cómo sacar el máximo partido a la capital de Massachussets.
Preprate para parques que te enamorarn como el Boston Common
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Vaya por delante que 48 horas en Boston no son suficientes para disfrutar de todo su encanto. No sólo por su gastronomía, historia y arquitectura sino por su imparable crecimiento que la convierten en una de las capitales más estimulantes de la costa este de los Estados Unidos. Pero su buena comunicación con Nueva York hace más atractiva una corta escapada desde la Gran Manzana.

Transporte

Boston se encuentra a una hora larga en avión desde Nueva York pero te puedes ahorrar el engorro de los aeropuertos y salir del mismo centro de Manhattan en tren, desde Moynihan Train Hall, la nueva terminal de Penn Station, o en bus con una de las muchas compañías low cost que ofrecen el trayecto.

El tren te lleva a la capital en unas tres horas y media con billetes alrededor de los 80 dólares, si se reservan con tiempo. El bus es un poco más lento, unas cuatro horas largas, pero también la mitad de caro. Lo más práctico de ambos medios de transporte es que te plantas directo en el centro de la ciudad.

Boston Common, el parque público más antiguo de Estados Unidos.

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Alojamiento

Lo ideal para aprovechar mejor el viaje es pasar dos noches y no faltan opciones para ello. Los que quieran hacer de su estancia algo especial, The Dagny nos da una oportunidad de lujo de alojarnos en el primer rascacielos Art Deco de Boston. El edificio de oficinas original abrió en 1928 pero fue reconvertido en hotel en los 90. Su última reforma, del pasado, ha preservado la belleza de su fachada con motivos de arte Maya.

Irresistible también es la historia del Omni Parker, el hotel más veterano de los Estados Unidos. Fue fundado en 1855 y ocupa su ubicación actual desde 1927. Aquí nació el famoso pastel de crema de Boston. Otro hotel singular es Liberty Hotel, cuyo nombre es precisamente lo que le faltaba a sus primeros inquilinos, los reclusos de Charles Street Jail. La prisión quedó abandonada en los 90 y, ahora, es un lujoso hotel del precioso barrio Beacon Hill.

Primer día

Visitar Boston es hablar de historia, algo de lo que los locales se sienten muy orgullosos. De hecho, muchos de los eventos que desencadenaron la guerra de la independencia tuvieron lugar en la capital. Así que, para tener todo el contexto, es muy recomendable empezar el día en Boston Common. Abierto desde 1634, es el parque más antiguo de los Estados Unidos y punto de partida de las tropas británicas hacia las batallas de Lexington y Concord, el conflicto que fue la antesala de la revolución.

Aquí arrancan también los tours del llamado Freedom Trail pero, a los que les guste ir a su rollo, la oficina de turismo tiene panfletos para seguir el recorrido que está marcado, en el suelo, por una línea de ladrillos rojos. El recorrido debe incluir el Granary Burying Ground, un cementerio con más de 2.000 lápidas que esconden muchos más cuerpos enterrados debido a su saturación. Además de las tumbas de figuras históricas como John Hancock, Paul Revere y Sam Adams, aquí descansan también antepasados de Taylor Swift y Post Malone.

Sigue el Freedom Trail...

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El Freedom Trail también es la excusa perfecta para recorrer el downtown de Boston, un barrio histórico pero también muy comercial. Además de las tiendas y cafeterías, los lectores fanáticos tienen que merodear por la Brattle Book Shop. Esta librería es una de las especialistas en antigüedades más grande el país y, probablemente, las estanterías que tiene en la calle te suenen de algo porque salieron en una escena de la película Los que se quedan, con Paul Giamatti.

Este paseo preliminar por la historia nos lleva a la Old State House que, en el siglo XVIII, fue el centro de la vida política y comercial de Boston, y Faneuil Hall, escenario de las primeras discusiones sobre la independencia de las colonias británicas. Este punto, muy turístico, tiene el encanto de tener de vecino el Quincy Market. Desde su apertura, en 1826, este bullicioso mercado es toda una tentación para los amantes del dulce y el salado aunque los locales prefieran el cercano Boston Public Market que tiene mucho encanto y menos turismo.

Pero el día no ha hecho más que empezar así que nos dirigimos al North End que es el area residencial más veterana y territorio Paul Revere. Este artesano de la plata es considerado un héroe nacional al alertar a las colonias de la llegada de las tropas británicas, a las puertas de la primera batalla. Aquí podemos visitar la Old North Church, la iglesia más antigua de Boston y de la que puedes explorar la cripta y la torre. En esta misma zona, a sólo unas calles, se encuentra el que fue su hogar a finales del siglo XVIII.

Sin casi quererlo, nos encontramos en el pequeño barrio italiano de la ciudad cuyo arteria principal es Hanover Street. A ver qué valiente se resiste a los canoli de Mike’s Pastry o las tartaletas de crema y fruta de Modern Pastry Shop.

Un tesoro: la Vieja Casa de Estado.

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Ahora seguimos Atlantic Avenue, dirección sur, que, aunque nos obligue a estar acompañados por el tráfico, nos lleva derechos al Congress Street Bridge. Antes de cruzar el puente, todavía en el dowtown, tenemos una buena oportunidad para un almuerzo rápido, si no has sucumbido a las múltiples opciones hasta ahora. High Street Place es un food hall con una veintena de puestos de comida locales para todos los paladares. Es difícil elegir entre los bagels y bocadillos de pastrami de Mamaleh’s Delicatessen, el hotdog de Bubble Bath y el pollo frito de Haley Jane’s.

De vuelta al puente, encontramos el Boston Tea Party Ship & Museum. La réplica de un barco del siglo XVIII, atracado en la orilla del canal, recrea otro de los hechos históricos que caldearon el ambiente previo a la guerra: la protesta contra los impuestos comerciales a las colonias que acabó con el lanzamiento de 342 baúles de té al río. El puente conecta el downtown con el South Boston Waterfront, una de las areas con más crecimiento. Las grúas y maquinaria de construcción son testigo de ello.

El Seaport de Boston nos presenta un primer contacto con el arte. El Institute of Contemporary Art se encuentra justo en los muelles y su programación destaca artistas emergentes con propuestas muy originales. Indispensable también es un paseo por Harbor Way, un via peatonal que atraviesa el barrio y que nos ofrece múltiples oportunidades para picar algo y comprar. El mismo espíritu de The Superette Couryards cuyas terrazas nos invitan a disfrutar de una pequeña pausa.

Biblioteca Pública de Boston: la belleza del saber.

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Las opciones de esta zona no se acaban porque los cerveceros tienen que visitar Harpoon Brewery. Esta cervecería artesana no tiene nada que envidiar a las marcas más conocidas, como Sam Adams, y sirve su deliciosa IPA helada desde 1986. Los muelles son un excelente lugar para terminar un largo día que se puede rematar con una cena con vistas al río en Wood Hills Pier 4. Este restaurante se toma muy en serio el uso de productos frescos que se cultivan, casi en su totalidad, en su propia granja.

Segundo día

Justo al norte de Boston Common, el inicio de nuestra ruta del día anterior y detrás del imponente Massachussets State House, se halla uno de los barrios residenciales con más encanto de la ciudad. Beacon Hill todavía conserva muchas casas de ladrillo rojo, farolas de gas y las calles adoquinadas de principios del siglo XIX.

Su eje más comercial es Charles Street donde abundan buenas opciones para arrancar el día como Tatte Bakery & Café, una excelente cafetería que ha conquistado muchos barrios de la ciudad. Nuestro objetivo es dirigirnos al Charles River y seguir su litoral. Esta explanada tiene mucho éxito entre corredores y ciclistas pero también locales que quieren disfrutar de un pícnic con vistas al río.

El imponente Bunker Hill Monument.

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Al sur de esta zona, encontramos Back Bay, otro precioso barrio repleto de casas victorianas, y con una gran área comercial entre les calles Newbury y Boylston. En Copley Square, donde se levanta Trinity Church, podemos visitar la Biblioteca Pública que parece estar congelada en el tiempo desde su apertura, en 1895, especialmente la sala de estudio llamada Bates Hall. En el mismo radio encontramos el centro comercial de la Prudential Tower, el segundo edificio más alto de la ciudad con más de 220 metros.

En su cima está View Boston, un observatorio repartido en tres plantas y que ofrece una panorámica a vista de pájaro. Sin las interferencias de otros altos rascacielos, como pasa en otras ciudades, los barrios residenciales de alrededor se pueden admirar con todo detalle.

No nos faltan propuestas para almorzar en esta zona. De nuevo en Copley Square, quizá sea el momento de comer dos de los clásicos de New England: el clam chowder y el lobster roll. Podrás probar esta espesa crema de patata y almejas y el tierno bocadillo de langosta pochada en mantequilla en muchos restaurantes de Boston pero The Banks Fish House los lleva a otro nivel. Otra opción la encontrarás pasado Fernway Park, el estadio del equipo de baseball local, Red Sox. Como en muchas otras capitales norteamericanas, el Time Out Market pone la mesa a chefs locales y los concentra en un mismo y práctico espacio.

Esta tarde nos espera un plan cultural que dependerá del interés de cada uno. Por suerte, se trata de dos instituciones que están muy cerca la una de la otra. Por su originalidad y riqueza artística, el Isabella Stewart Gardner Museum es de visita obligada. Tiene tantos visitantes que es recomendable reserva entrada numerada con antelación. El edificio, del 1903, está inspirado en un palacio veneciano y tiene elementos decorativos románicos, góticos, bizantinos y renacentistas originales. En su interior, cubriendo casi cada centímetro de paredes y pasillos, descubrimos arte de todos los rincones del mundo que Isabella Stewart coleccionó a lo largo de su vida.

Un clásico para turistas y aficionados, Fenway Park.

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El otro centro cultural es el MFA, o Museum of Fine Arts, uno de los museos más imponentes de los Estados Unidos con más de 450.000 piezas, especialmente de arte egipcio y pinturas impresionistas. Nos encontramos en el barrio de la Northeastern University, con un ambiente joven y con mucho arte público. También tenemos una línea del metro que nos acerca al centro. Lo llamamos metro aunque, en realidad, sea un tranvía que se sumerge en las profundidades de la ciudad. El sistema se puso en marcha en 1834 y es todo un pionero en el país.

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Acabamos el día en Chinatown, un barrio que empezó a formarse en 1870 con la llegada de decenas de inmigrantes chinos dispuestos a trabajar en una fábrica de zapatos. Su autenticidad sigue intacta en restaurantes sencillos como Peach Farm, con su cocina cantonesa abierta hasta las tantas, y la aproximación más contemporánea de Shojo. El arco chino de estilo paifang, en Beach Street, se convierte en punto de despedida de nuestro intenso viaje a Boston que, más que un adiós, será un hasta pronto.

Skywalk Observatory, Boston como un pájaro.

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