En mi casa se decía ‘Periplo bulgáro’. Poniendo el acento en la segunda sílaba, porque a nuestra corta edad no habíamos oído hablar mucho de Bulgaria y, aunque así fuese, la conjunción con la palabra periplo, que nos era bastante ajena, nos creaba confusión y nos hacía decir mal el título del tebeo de Jan.
Del mismo modo, yo decía 'La gran super reproducción’ en lugar de La gran superproducción, que es otra obra maestra de Jan del año 1984 llena de frases para enmarcar, desde el “Lárgame un cilindrín fotero” hasta el “¿Pero qué hace exactamente una script girl?”, y mis hermanos se morían de risa con aquello.
Después leíamos el tebeo de 1990, por supuesto, la aventura del superhéroe más castizo entre los campos de rosas y las catedrales búlgaras, mientras buscaba un antídoto para un veneno de Al Trapone. Una creación de Jan que nos resultaba tan sugerente como muchas de sus otras aventuras, casi siempre relacionadas con algún viaje, que disparaban nuestra imaginación.
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El genial Jan –seudónimo de Juan López Fernández–, nacido en Toral de los Vados (León, 1939), creó al célebre personaje Juan López/Superlópez en 1973, un contable en una oficina de Barcelona que tenía una identidad secreta superheroica a la que no le sale nada a derechas.
Fue para unas historietas por encargo e inicialmente las tramas eran de índole ‘matrimonial’, aunque pronto se transformaron, cuando empezó a editar con Bruguera, algo que hizo de 1974 a 1985, convirtiéndolo en el último gran éxito de esta editorial.
No siempre estuvo solo: el guionista Efepé fue el ‘culpable’ de algunas genialidades en las dos entregas de El Supergrupo, donde el héroe se veía acompañado de otros colegas con superpoderes (y mala pata).
Tras la quiebra de Bruguera, el personaje pasó a manos de Ediciones B en 1987, convertido en parte desde 2017 del sello multinacional Penguin Random House. Curiosamente, este último ha recuperado el nombre de Bruguera como línea editorial, y es ahí donde nuestro querido aventurero termina sus hazañas.
Concebido en origen como una parodia a la española de Superman, el personaje fue cobrando vida propia y alejándose de ese tipo de humor para abordar muchas otras temáticas llenas de compromiso y crítica social, aunque siempre con gags inolvidables.
Al protagonista le fueron acompañando progresivamente y con cada vez más peso una serie de extraordinarios secundarios, entre los que destacan Luisa Lanas (una suerte de Louise Lane nada rendida a los encantos de un medianía como Superlópez, sino todo lo contrario, siempre a bolsazo limpio); el trepa pero entrañable Jaime (Jimmy Olsen); el inspector Hólmez (“Sospechoso, sospechoso, tomo nota”); el loco inventor Escariano Avieso y su jefe, Al Trapone; Chico Humitsec y Martha Hólmez; el General Sintacha y un largo etcétera de hallazgos. Entre ellos, uno imbatible: los ectoplásmicos petisos carambanales.
Hace unas semanas, la editorial anunció el lanzamiento del que será el último tebeo del personaje, Sueños frikis, una aventura de espada y brujería que trata sobre el bullying y el machismo. ¿El motivo? A sus 82 años, Jan quiere jubilar a su (nuestro) querido Superlópez, aunque en principio no se niega a que otros artistas continúen haciéndolo.
Así que, con toneladas de nostalgia, nos disponemos a despedirnos de un personaje que nos ha hecho viajar por todo el mundo (y otras galaxias, hasta el infierno incluso), no sin antes hacer una recopilación de los destinos que más hemos disfrutado en su compañía.
- BARCELONA (Los cabecicubos, 1983). Este surrealista retrato de la Transición ambientado en Barcelona es una de las piezas más míticas de Jan (y uno de mis preferidos). Pese a los atascos y la polución reflejados, las viñetas de Jan sobre la Ciudad Condal rezuman amor por esta. Y ¿quién no ha dicho alguna vez ‘un café con leche y un croissant’ apoyado en la taquilla del metro?
- HOLLYWOOD (La gran superproducción, 1985). ¿Cómo puede ser esta genialidad una obra de 1985? La leo hoy en día y me sigue pareciendo un desparrame fabuloso de plena actualidad. Hollywood sale apenas, pero la historia nos traslada al mundo del cine, las estrellas y, ahí va lo genial, todo lo que hay detrás de una gran (o terrible) película.
- AL CENTRO DE LA TIERRA (Al centro de la tierra, 1987). Inspirado en la novela de Julio Verne, este título puede ser de los que más veces hayamos leído en casa, llegamos incluso a intentar imitarlo en un cómic dibujado por nosotros. Las hamburguesas que se llevan los protagonistas para no morir de inanición durante la aventura se convirtieron en una pequeña obsesión aunque, como suele ocurrir en estos casos, no había una en la realidad que pudiera acercarse al sabor que imaginábamos…
- BULGARIA (Periplo búlgaro, 1989). La catedral de Alexander Nevski en Sofía, la mermelada de rosas (¡puaj!), las casas de Plovdid... Uno de los folletos turísticos más completos de Jan es también una oda (o antioda) a los viajes organizados.
- TONTECARLO (En el país de los juegos, el tuerto es el rey, 1988). “Quiero un baño e ir a cenar’, espetaba Luisa enfadada en la recepción de uno de los hoteles de esta nada lujosa aventura. Una escapada de casinos, buen clima y mucha corrupción, para terminar diciendo que… ‘Yo no soy tontiko’.
- CAMPRODÓN (Los cerditos de Camprodón, 1989-1990). Tras una visita a este pueblo del norte de Cataluña, el dibujante ideó una historia ambientada en este entorno, realizando previamente cientos de fotografías. Los famosos cerditos de mazapán (presentes en aquel enigma, “bajo el puente hay un ‘serdo’, y con el ‘serdo’, un virus”) se convirtieron en un icono en casa de esta periodista, hasta el punto de que se desató el jolgorio cuando uno de mis hermanos trajo hace poco a una reunión familiar los auténticos cerditos de Camprodón.
- JAPÓN (La banda del dragón despeinado, 1990). Un viaje de negocios en el país nipón terminará en un conflicto con los yakuza, y en una excusa para retratar costumbres y paisajes de Oriente.
- EL HOTEL PÁNICO (Hotel pánico, 1990). Pocas cosas más sugerentes que la idea de una noche de tormenta que desemboca en una noche improvisada en un hotel decadente en el que suceden cosas muy extrañas. En casa hemos crecido obsesionados con esa idea del viaje-aventura, y yo sigo deleitándome de tanto en cuanto con el dibujo de Jan de esa habitación de hotel-balneario ruinoso.
- GRENOBLE (Un camello subió al tranvía en Grenoble y el tranvía le está mordiendo la pierna, 1991-1992). Si os ofrecen chocolate decid que… ¡naranjas! El autor, que llegó incluso a abordar la trata de niños en El caserón fantasma (2002), incluía con frecuencia mensajes antidroga en las aventuras de Superlópez. Esta historieta fue una excusa también para soñar con ferias del cómic y con trenes, como sucedería luego con Asesinato en el Toral Exprés (2012), un homenaje a la obra de Agatha Christie.
- EL INFIERNO (El infierno, 1996). Esta es una de las obras de las que dice estar más orgulloso Jan y, desde luego, es una de las más relevantes. Su guion está lleno de humor y tensión dramática, bebe de La Divina Comedia de Dante, El Diablo Cojuelo de Luis Vélez de Guevara y el Fausto de Goethe. Un descenso a los infiernos, un viaje ¿sin retorno?
Este es nuestro ranking, pero Jan nos ha llevado de viaje también a México (El tesoro de Ciuacoatl, 1992), otro gran ejemplo de la gran labor de documentación del autor, que es completamente sordo desde los 6 años. Tanto el entorno como la vestimenta de los personajes evolucionan en cada aventura, siempre prestando extrema atención a los detalles.
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Hemos seguido a la ‘supermedianía’ también a Arlés (La Casa amarilla), Túnez (para El castillo de arena), Andorra (Las montañas voladoras)… Sin embargo, en una entrevista para RTVE de 2010 Jan confesaba ser consciente del daño que reciben los países con los turistas, cosa que le hacía replantearse sus escapadas.
Es innegable –y ha sido dicho por el propio autor– que las ventas no son las que eran. Los tiempos cambian, pero debemos gratitud eterna a la mente que concibió genialidades como El señor de los chupetes, La caja de Pandora, La semana más larga, Los Alienígenas… con las que seguiremos riendo, pensando, viajando, por siempre.