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Bach: “Castigar a todos destruiría el olimpismo”

El TAS anunciará en las próximas horas su resolución sobre las reclamaciones de los deportistas rusos

Carlos Arribas
Thomas Bach, en Río de Janeiro.
Thomas Bach, en Río de Janeiro.Fabrice Coffrin (Getty Images)

“Muerte, destrucción desolación”. Desde su venta en el Windsor Oceánico, agradable hotel en la agradable Barra de Tijuca agitada por un viento que lleva arena, Thomas Bach puede adivinar el futuro negro que con su valor ha ahorrado al mundo. “Si hubiera optado por la opción nuclear, como muchos pedían, ¿qué habría sido de las víctimas colaterales?”. Habla de Rusia, los rusos y el dopaje.

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Bach es el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) que ha conseguido con sus acciones últimas el dudoso éxito de que en vísperas de unos Juegos, su gran fiesta, su razón de ser feliz, ya controvertidos, solo se hable de crisis y de dopaje, la peor publicidad posible para un evento cada año más difícil de defender. Por eso, Bach, campeón olímpico de esgrima, ha transformado la Sesión del COI, celebrada en un ambiente, según algunos testigos, de Congreso del PCUS en la URSS de los años setenta, en un auto de fe defensiva. Si no ha sancionado a Rusia como país entero no ha sido por miedo o por cálculo, vino a decir Bach en su conferencia de prensa; si ha permitido que las federaciones internacionales estudiaran caso por caso a los aspirantes rusos para admitir en la fiesta de Río a las dos terceras partes de los inscritos, ha sido por puro valor y en defensa del ideal olímpico, de pensar antes en los inocentes castigados sin razón, lo que requiere narices, vino a añadir. “Si hubiera castigado a todos, lo más fácil, habría destruido el olimpismo”, dijo.

Dos pasillos más allá, en diferentes salones igualmente alfombrados con densidad del mismo hotel, desde las ventanas del nominalmente independiente Tribunal Arbitral del Deporte (TAS) solo se ve la bruma que enturbiaba el martes la visión de los turistas que se aventuraran a subir al Cristo Redentor o al Pan de Azúcar, y un laberinto.

El TAS, la primera y última instancia de la justicia deportiva (lo que se decide en una habitación se puede recurrir en la habitación de al lado solamente, a donde se trasladan con nuevas togas los que tomaron la primera decisión) para los acusados de dopaje en los Juegos y para los rusos a los que no se deja competir, ha establecido dos oficinas en Río que funcionan 24 horas al día: una para el dopaje, otra para aquellos deportistas que quieran hacer reclamaciones urgentes sobre su derecho a participar.

Efimova y cinco casos más ante el tribunal

Las dos oficinas que el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) mantiene abiertas en un hotel de Río trabajan contra el reloj. Tienen sobre la mesa el caso de Efimova, la mejor nadadora rusa, y otros cinco relacionados con el escándalo de dopaje: el de los también nadadores Morozov y Lobintsev; el del luchador Lebedev; el del equipo de halterofilia (ocho deportistas); el del piragüista Kraytor y el de 17 remeros. Los Juegos se inauguran el viernes.

En la segunda se acumulan los casos de rusos, 30 en dos días al menos, que buscan amparo a una resolución de Bach que, pretendiendo defender a los limpios para evitar el castigo global, ha subvertido dos de los principios básicos del Código Mundial Antidopaje, la ley universal de la que el TAS, en una tercera función ampliamente aceptada por su valor jurisprudencial, es una especie de garante Tribunal Constitucional.

En solo dos semanas de resoluciones flamígeras y juzgadas como insuficientes por los abogados del antidopaje y como estúpidas por sus acusados, el COI ha subvertido los principios fundamentales de presunción de inocencia, de no castigar dos veces por la misma falta y de no retroactividad de las normas.

Actuación tardía

La Agencia Mundial Antidopaje (AMA), la tercera pata del trípode que legitima al COI ante la sociedad exigente de transparencia y democracia, ha suspendido su tradicional conferencia de prensa preolímpica y ha acusado a Bach de miedoso y mentiroso por sugerir que la AMA, precisamente la AMA, había actuado tarde adrede para que la bomba rusa le estallara en las manos al COI justo en Río. Precisamente el TAS, que en el Informe McLaren había actuado con el suficiente tiento como para no presentar pruebas contra el Comité Olímpico Ruso (COR), dándole así una salida a Bach para no sancionar a todos los rusos.

Todo ello coloca al TAS en la triste tesitura de, o bien avalar las resoluciones del COI contra el Código Mundial, y certificar así su defunción, o de atender a las razones de los rusos, readmitirlos y generar de nuevo malestar y crisis, y, sobre todo, abandonar a su suerte a Bach, el valeroso, que también es su patrón.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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