GÓTICO
1 Las fiestas en la casa de los Tuñón siempre terminaban tarde, y dado que los huéspedes disfrutaban las fiestas de disfraces en particular, no era extraño ver chinas poblanas, con las faldas tradicionales y listones en el cabello, llegar en compañía de un arlequín o de un vaquero. Los choferes, en vez de esperar fuera de la casa de los Tuñón inútilmente, habían sistematizado las noches.
Se marchaban a comer tacos en un puesto callejero o incluso visitaban a alguna de las criadas que trabajaban en las casas de alrededor, un cortejo tan delicado como los melodramas victorianos. Algunos de los choferes se juntaban para intercambiar cigarrillos e historias. Unos pocos se echaban una siesta. Al fin y al cabo, todos sabían de sobra que nadie se marchaba hasta pasada la una de la madrugada.
Por lo tanto, la pareja que salió de la celebración a las diez de la noche interrumpió la costumbre. Y lo que era peor, el conductor se había marchado para cenar algo y no estaba por ninguna parte. El joven parecía incómodo, e intentó dilucidar qué hacer a continuación. Vestía una cabeza de caballo de papel maché, una decisión que ahora le pesaba, ya que para regresar tenían que cruzar toda la ciudad con aquel voluminoso atrezo a cuestas. Noemí le había advertido que quería ganar el concurso de disfraces, estar por delante de Laura Quezada y de su
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