DIEGO SAN JOSÉ EL CRONISTA OCULTO DE LA GUERRA CIVIL
María del Carmen San José tenía 94 años cuando habló para este reportaje a principios de 2021. Antes de fallecer a las pocas semanas, todavía recordaba con detalle la trágica mañana del 10 de abril de 1939 en que la Policía Militar se presentó en su casa de Madrid, en la calle del Conde de Peñalver: «Mi hermano y yo abrimos la puerta y nos preguntaron por mi padre, que se encontraba en la cama por una hernia que le iban a operar. Al salir mi madre, le informaron de que debían trasladarlo a la comisaría más cercana y no le dieron más explicaciones. ¡Fue una auténtica pesadilla!».
Antes de marcharse con el convaleciente Diego San José, registraron el domicilio a fondo mientras le preguntaban una y otra vez por el lugar donde tenía escondida la pistola. El escritor y periodista no entendía nada. No paraba de repetir que jamás había empuñado una, que el único delito que había cometido era «volar con una pluma». En ese momento, María del Carmen se acercó a él y le metió un trozo de pan con chocolate en el bolsillo del abrigo por si no llegaba a cenar. Al percatarse, los agentes intentaron no provocar una situación incómoda en presencia de su esposa e hijos y prometieron que estaría de vuelta en casa pocas horas después.
Solo habían pasado nueve días desde el final de la guerra y pensaban que todo había acabado, pero se equivocaban. Se iniciaba para Diego un oscuro laberinto de comisarías, interrogatorios, prisiones, auditorías, instrucciones y juicios sumarísimos que se prolongó durante años. Un calvario que le llevó a escribir, a escondidas, una de las.
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