NUNCA PARECIî una fiesta el Atakoy Arena de Estambul, un modesto pabellón de poco más de 7.000 asientos, la mayoría vacíos, en el extrarradio de la ciudad más grande de Europa, 16 millones de habitantes para los que pasó totalmente desapercibido el Europeo de atletismo en pista cubierta, que no se promocionó como luto por el terremoto de un mes antes al otro extremo del país.
Y España se contagió de ese clima sombrío. Saúl Ordóñez, al que se contaba entre los