La creencia en las almas en pena estuvo muy arraigada en Asturias hasta bien entrado el siglo XX. Así lo demuestran unas construcciones muy peculiares que aún perduran a duras penas y que son conocidas como «capillas de ánimas». Son pequeños oratorios o altares sobre los que se construyeron pequeñas capillas para proteger de la intemperie el altar y sus elementos interiores. Sobreviven a duras penas en la época actual y siempre se reparten por el entorno rural. Abundan extrañamente en el concejo de Villaviciosa y alrededores, principalmente por el monte Cubera. La existencia de las capillas de ánimas oculta un importante trasfondo: unas creencias fuertemente arraigadas, relacionadas con las almas del purgatorio.
Cada enclave donde se establece una de las mismas posee una historia distinta. Algunas se han erigido en el lugar de una defunción, otras por promesas y las más en zonas por las que antiguamente se transportaba el féretro con el difunto desde el pueblo al cementerio. Unas eran construidas por vecinos y otras por la Iglesia. Eran esencialmente un refugio cristiano y se situaban siempre en los cruces de caminos, para salvación de todos aquellos que pudieran ser sorprendidos por la Güestia. En Asturias, esta procesión de almas en pena se conoce por diversos nombres además de Güestia, como Güeste, Buona Xente o Santa Compañía.
Por el concejo de Villaviciosa, y más en especial por el entorno del monte Cubera, encontramos varias capillas de ánimas en buen estado de conservación, dado que la mayoría se han convertido en escombros cubiertos totalmente de hiedra y matojos, pasando completamente inadvertidas. Sin embargo, aldeas como Miravalles, Acevedo, Paniceres, Breceña o la más apartada de Grases brindan ejemplo de un mejor cuidado, conservación y respeto por las tradiciones. Es curioso como las antiguas obras citan el monte Cubera como un importante punto en la región astur para las reuniones de las brujas o los aquelarres.
La figura de la bruja adquiere dos versiones dispares dentro de la mitología asturiana. Por un lado, tenemos la clásica bruja, siempre humana, con grandes conocimientos de medicina popular, que puede ser bondadosa o maligna. Si es mala se la relaciona con pactos con el demonio, invocaciones y orgías alrededor de una hoguera. También puede lanzar maldiciones a habitantes o ganado – o mal de ojo–. Por otro lado, existe una figura que no es humana, sino sobrenatural. Se trataría de un ente mitad espíritu maligno y con apariencia física solo en algunas ocasiones. También, una lechuza blanca pero siempre de colosal tamaño. Dispone de un diente del tamaño de un dedo y se alimenta de sangre.
