AL CABO DE VEINTE MINUTOS, Holly conduce lentamente por Red Bank Avenue. Poco antes de Deerfield Park, pasa por delante de un Dairy Whip en cuyo estacionamiento casi vacío ungrupo de chicos se deslizan sobre sus monopatines. Pasa por delante del Centro de Trasteros John Boy, «Alquileres por mes y por año». Pasa por delante de una gasolinera Exxon abandonada, cubierta de grafitis firmados. Hay un Quik-Pik, también abandonado, con las vitrinas tapadas con tablones.
Deja atrás un solar invadido por la maleza y llega al taller mecánico donde encontraron la bicicleta de Bonnie. Es un edificio alargado con el tejado hundido y las fachadas laterales, de metal acanalado, herrumbrosas. En la superficie de cemento agrietada de la zona de aparcamiento delantera, asoman hierbajos e incluso unos cuantos girasoles. A Holly no le parece un edificio que valga la pena conservar, y menos aún comprar, pero Marvin Brown no debe de pensar lo mismo, porque delante hay un letrero en el que se lee venta pendiente.
El cartel incluye una foto de un hombre risueño de cara redonda que se identifica como George Rafferty, «Su especialista en bienes raíces de la ciudad». Holly aparca frente a las puertas enrollables y anota el nombre y el número del agente.
Lleva una caja de guantes de nitrilo en la consola. Barbara Robinson la había encargado especialmente para ella como regalo de cumpleaños, y el estampado consistía en diversos emojis: caras risueñas, caras ceñudas, caras besando y caras malhumoradas. Muy graciosos. Holly se pone un par. A continuación rodea su pequeño coche y abre el la cajuela. Encima de la caja de herramientas hay un impermeable bien plegado.
No va a necesitarlo, porque hace un día soleado y caluroso, pero sí quiere los chanclos rojos de goma. No es el covid lo que la preocupa ahí al aire libre, pero crecen arbustos a ambos lados del taller vacío, y ella es muy sensible a la hiedra venenosa. Además, podría haber serpientes. Holly detesta las serpientes. Sus escamas la horrorizan; sus ojos negros y brillantes, aún más. Ufff.
Se detiene a observar Deerfield Park, al otro lado de la calle. En su mayor parte, el parque es el sueño de un jardinero paisajista, pero aquí, donde linda con Red Bank Avenue, los árboles y arbustos se hallan en estado silvestre, y la vegetación de hecho traspasa la reja de hierro forjado e invade el espacio