atías II, rey de Hungría, ha formado un equipo de investigación. Está liderado por el político Gyorsy Thurzó al mando de un grupo de soldados. El equipo se encuentra en la entrada de los sótanos del castillo de Csejthe. Aprovechando que la condesa se encuentra en las afueras de Hungría, han decidido investigar sus mazmorras. Encienden las antorchas. Gyorsy prepara al grupo: «Debemos ser precavidos, no sabemos qué vamos a encontrar ahí abajo». Empiezan a descender. Las escaleras de piedra son estrechas. Oscuras. Las paredes contienen sangre seca. Gyorsy teme que las declaraciones que han hecho algunos testigos sobre lo que ocurre en las mazmorras sean ciertas. Un hedor putrefacto se hace más fuerte según descienden. Las mazmorras son laberínticas. Arcos de piedra dan acceso a oscuros habitáculos. El grupo de investigación aproxima las antorchas al paso por ellos. En cada celda encuentran objetos de tortura. Mesas con instrumental quirúrgico. Jaulas dotadas de pinchos en el interior. Calderos con sangre seca. Potros de tormento. El grupo descubre un gran agujero en el suelo, junto a la entrada de un pasillo. Un charco de sangre rodea el hueco. El aire es irrespirable. Gyorsy cree que es en ese punto por donde se deshacen de los cadáveres. Siguen avanzando a la luz de las antorchas. Gyorsy encuentra lo que tanto había deseado no hallar. El cuerpo sin vida de una joven. Muestra señales de haber sido torturada. «Ni su propia madre la habría reconocido» declarará Gyorsy en el juicio, en ese mismo año de 1611. Al fondo del pasillo parecen oírse lamentos. El
