Año/Cero

LOS ORÁCULOS DE LOS DIOSES

Aescasos ciento cincuenta kilómetros desde el puerto del Pireo se alzan las ruinas del que antaño estuvo considerado como el santuario más célebre de la Grecia Clásica. Por supuesto, nos estamos refiriendo al oráculo de Delfos. Cuenta la tradición que cierta mañana, un pastor vio cómo algunas de sus cabras se acercaban a las grietas que se abrían en las faldas del monte Parnaso, las cuales, por alguna extraña razón, comenzaban a comportarse de forma insólita. Acercándose un poco más, el pastor descubrió que la conducta atípica de los animales era debida a los vapores que surgían desde las entrañas de la tierra, de manera que metió la cabeza en la hendidura de la roca y cuando volvió a sacarla, poseído por algún dios, empezó a profetizar.

Como era de esperar, la noticia no tardó en correr de boca en boca, por lo que decenas de curiosos arribaban en procesión al valle de Pleisto convencidos de que, metiendo la cabeza entre la fisura de la piedra, podían contactar con las divinidades, hacerles preguntas e incluso obtener respuestas sobre su futuro. Empero, en pleno trance, muchos de ellos saltaban dentro de la grieta y desaparecían para siempre, lo que alertó a las autoridades locales. Intentando preservar tanto la sacralidad del enclave como la vida de los seres humanos, los más ancianos decidieron nombrar a una joven para que se convirtiera en la intermediaria entre los dioses y los hombres, de manera que construyeron un asiento en forma de trípode donde la muchacha podía sentarse a respirar los vapores mientras mascaba hojas de laurel, promoviendo aún más si cabe el acceso a esos estados alterados de consciencia donde su alma ascendía al Olimpo con las demandas de los mortales que previamente habían satisfecho el oportuno precio.

ACERTIJOS DE OTRO MUNDO

Tanto Gea como Poseidón, para evitar que esos míseros humanos siguieran incordiándolos con sus ruegos y preguntas, enviaron a una enorme serpiente, semejante a un dragón debido a su gran envergadura, para que vigilara que nadie se aproximara a las grietas, inhalase los vapores y osara molestar a los Olímpicos. No obstante, Apolo,– desvió un barco en el que viajaban decenas de sacerdotes cretenses, los cuales se establecieron en el lugar y comenzaron el culto al dios del sol respetando sin embargo la figura de la pitonisa –también llamada sibila o simplemente pitia– como intérprete de los mensajes divinos. Cabe destacar que en otras leyendas la sibila era hija de Apolo y de una mujer mortal, o de un hombre humano y de una ninfa del agua.

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