Numerosos escritores, como John Irving, Pablo Neruda, Paul Auster y J.K. Rowling, prefieren manuscribir sus textos. Irving lo hace para evitar la rapidez del ordenador. Neruda descubrió que escribir a mano le devolvía la intimidad con la poesía. Auster se sentía intimidado por los teclados y hallaba en la pluma un instrumento más primitivo. Rowling utiliza este método para todos sus borradores. Otros escritores destacados como Eduardo Mendoza, Miguel Delibes, Orhan Pamuk, Juan Rulfo y Carlos Fuentes también optaron por la escritura manual, cada uno con sus propias razones y estilos, demostrando que esta técnica sigue vigente entre autores de diversas generaciones y nacionalidades.
Además, en los últimos años, se ha observado un resurgimiento del uso de la escritura a mano en los colegios, motivado por investigaciones que destacan su impacto positivo en la memoria y el aprendizaje. Y es que el acto de escribir a mano establece una conexión íntima entre la mente y el papel, superando la mera mecánica de teclear en un dispositivo electrónico, lo que también parece activar algunas regiones cerebrales cruciales para el aprendizaje y la memoria de una manera inigualable.
LOS ORÍGENES
Empecemos por decirlo claro: escribir es antinatural. Sin embargo, precisamente por esa razón, es