La Navidad en las Montañas
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La Navidad en las Montañas - Ignacio Manuel Altamirano
Project Gutenberg's La Navidad en las Montanas, by Ignacio Manuel Altamirano
This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.net
Title: La Navidad en las Montanas
Author: Ignacio Manuel Altamirano
Release Date: January 25, 2004 [EBook #10825]
Language: Spanish
Character set encoding: ISO Latin-1
*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LA NAVIDAD EN LAS MONTANAS ***
Produced by Stan Goodman, DP Spanish, Miranda van de Heijning, Paz Barrios and the Online Distributed Proofreading Team.
[Bold text is marked with /# … #/]
[Illustration: IGNACIO M. ALTAMIRANO]
LA NAVIDAD EN LAS MONTAÑAS
A SPANISH AMERICAN STORY
BY
IGNACIO MANUEL ALTAMIRANO
WITH INTRODUCTION, NOTES, AND VOCABULARY
BY
EDITH A. HILL
UNIVERSITY OF REDLANDS
AND
MARY JOY LOMBARD
HIGH SCHOOL, REDLANDS, CAL.
1917
PREFACE
As the author himself says in his Dedicatoria, a picture of Mexican life is here offered, not as seen in large cities, which are much the same all the world over, but in remote rural districts, en las montañas.
The tale is idyllic, but in spite of its romantic spirit it presents a vivid picture of rural life in Mexico.
The text of this story is taken from the Fifth Edition, in the
Biblioteca de la Europa y América, Paris, 1891.
E.A.H.
M.J.L.
INTRODUCTION
The following is quoted from Modern Mexican Authors, by Frederick
Starr.[1]
"No one who knows not the Mexican Indian village can appreciate the heroism of the man, who, born of Indian parents, in such surroundings attains to eminence in the nation. It is true that the Aztec mind is keen, quick, receptive; true that the poorest Indian of that tribe delights in things of beauty; true that the proverb and pithy saying in their language show a philosophic perception. But after all this is admitted, the horizon of the Indian village is narrow; there are few motives to inspiration; life is hard and monotonous. It must indeed be a divine spark that drives an Aztec village boy to rise above his surroundings, to gain wide outlook, to achieve notable things.
"Ignacio M. Altamirano, a pure Aztec Indian, was born at Tixtla, State of Guerrero, December 12, 1834. The first fourteen years of his life were the same as those of every Indian boy in Mexico; he learned the Christian Doctrine and helped his parents in the field. Entering the village school, he excelled, and was sent at public expense in 1849 to Toluca to study at the Instituto Literario. From that time on his life was mainly literary,—devoted to learning, to instructing, and to writing. From Toluca he went to the city of Mexico, where he entered the Colegio de San Juan Letran. In 1854 he participated in the Revolution. From that date his political writings were important. Ever a Liberal of the Liberals, he figured in the stirring events of the War of the Reform, and in 1861 was in Congress. When aroused he was a speaker of power; his address against the Law of Amnesty was terrific. Partner with Juarez in the difficulties under Maximilian, he was also partner in the glory of the re-established Republic. From then, as journalist, teacher, encourager of public education, and man of letters, his life passed usefully until 1889, when he was sent as Consul-General of the Republic to Spain. His health failing there, he was transferred to the corresponding appointment at Paris. He died February 13, 1893, at San Remo. His illness was chiefly nostalgia, longing for that Mexico he loved so much and served so well.
Altamirano was honored and loved by men of letters of both political parties. His honesty, independence, strength, and marvelous gentleness bound his friends firmly to him. He loved the young, and ever encouraged those rising authors who form to-day the literary body of Mexico. He ever urged the development of a national, a characteristic literature, and pleaded for the utilization of national material.
[Footnote 1: Published by The Open Court Publishing Co.,
Chicago, 1904.]
DEDICATORIA A FRANCISCO SOSA
A Vd., mi querido amigo, a Vd. que hace justamente veinte años, en este mes de Diciembre, casi me secuestró, por espacio de tres días, a fin de que escribiera esta novela, se la dediqué, cuando se publicó por primera vez en México.
Recuerdo bien que deseando Vd. que saliese algo mío en "El Álbum de Navidad que se imprimía, merced a los esfuerzos de Vd., en el folletín de
La Iberia" periódico que dirigía nuestro inolvidable amigo Anselmo de la Portilla, me invitó para que escribiera un cuadro de costumbres mexicanas; prometí hacerlo, y fuerte con semejante promesa, se instaló Vd. en mi estudio, y conociendo por tradición mi decantada pereza, no me dejó descansar, alejó a las visitas que pudieran haberme interrumpido; tomaba las hojas originales a medida que yo las escribía, para enviarlas a la Imprenta, y no me dejó respirar hasta que la novela se concluyó.
Esto poco más o menos decía yo a Vd. en mi dedicatoria que no tengo a la mano, y que Vd. mismo no ha podido conseguir, cuando se la he pedido últimamente para reproducirla.
He tenido, pues, que escribirla de nuevo para la quinta edición que va a hacerse en París y para la sexta que se publicará en francés.
Reciba Vd. con afecto este pequeño libro, puesto que a Vd. debo el haberlo escrito.
IGNACIO M. ALTAMIRANO
PARÍS, Diciembre 26 de 1890
LA NAVIDAD EN LAS MONTAÑAS
I
El sol se ocultaba ya; las nieblas ascendían del profundo seno de los valles; deteníanse[1] un momento entre los obscuros bosques y las negras gargantas de la cordillera, como un rebaño gigantesco; después avanzaban con rapidez hacia las cumbres; se desprendían majestuosas de las agudas copas de los abetos e iban por último a envolver la soberbia frente de las rocas, titánicos guardianes de la montaña que habían desafiado allí, durante millares de siglos, las tempestades del cielo y las agitaciones de la tierra.
Los últimos rayos del sol poniente franjaban de oro y de púrpura estos enormes turbantes formados por la niebla, parecían incendiar las nubes agrupadas en el horizonte, rielaban débiles en las aguas tranquilas del remoto lago, temblaban al retirarse de las llanuras invadidas ya por la sombra, y desaparecían después de iluminar con su última caricia la obscura cresta de aquella oleada de pórfido.
Los postreros rumores del día anunciaban por dondequiera la proximidad del silencio. A lo lejos, en los valles, en las faldas de las colinas, a las orillas de los arroyos, veíanse reposando quietas y silenciosas las vacadas; los ciervos cruzaban como sombras entre los árboles, en busca de sus ocultas guaridas; las aves habían entonado ya sus himnos de la tarde, y descansaban en sus lechos de ramas; en las rozas se encendía la alegre hoguera de pino, y el viento glacial del invierno comenzaba a agitarse entre las hojas.
[Footnote 1: The object pronoun may follow an indicative verb that is the first word in a clause.]
II
La noche se acercaba tranquila y hermosa: era el 24 de diciembre, es decir, que pronto la noche de Navidad cubriría nuestro hemisferio con su sombra sagrada y animaría a los pueblos cristianos con sus alegrías íntimas. ¿Quién que ha nacido cristiano y que ha oído renovar cada año, en su infancia, la poética leyenda del nacimiento de Jesús, no siente en semejante noche avivarse los más tiernos recuerdos de los primeros días de la vida?
Yo ¡ay de mí! al pensar que me hallaba, en este día solemne, en medio del silencio de aquellos bosques majestuosos, aun en presencia del magnífico espectáculo que se presentaba a mi vista absorbiendo mis sentidos, embargados poco ha por la admiración que causa la sublimidad de la naturaleza, no pude menos que interrumpir mi dolorosa meditación, y encerrándome en un religioso recogimiento, evoqué todas las dulces y tiernas memorias de mis años juveniles. Ellas se despertaron alegres como un enjambre de bulliciosas abejas y me transportaron a otros tiempos, a otros lugares; ora al seno de mi familia humilde y piadosa, ora al centro de populosas ciudades, donde el amor, la amistad y el placer en delicioso concierto, habían hecho siempre grata para mi corazón esa noche bendita.
Recordaba mi pueblo, mi pueblo querido, cuyos alegres habitantes celebraban a porfía con bailes, cantos y modestos banquetes la Nochebuena. Parecíame ver aquellas pobres casas adornadas con sus Nacimientos y animadas por la alegría de la familia: recordaba la pequeña iglesia iluminada, dejando ver desde el pórtico el precioso Belén,[1] curiosamente levantado en el altar mayor: parecíame oir los armoniosos repiques que resonaban en el campanario, medio derruido, convocando a los fieles a la misa de gallo, y aun escuchaba con el corazón palpitante la dulce voz de mi pobre y virtuoso padre, excitándonos a mis hermanos y a mí a arreglarnos pronto para dirigirnos a la iglesia, a fin de llegar a tiempo; y aun sentía la mano de mi buena y santa madre tomar la mía para conducirme al oficio. Después me parecía llegar, penetrar por entre el gentío que se precipitaba en la humilde nave, avanzar hasta el pie del presbiterio, y allí arrodillarme admirando la hermosura de las imágenes, el portal resplandeciente con la escarcha, el semblante risueño de los pastores, el lujo deslumbrador de los Reyes magos, y la iluminación espléndida del altar. Aspiraba con delicia el fresco