Socialistas de otros tiempos
Por Abdón Mateos
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Aunque se incluye la biografía de grandes personalidades, que desempeñaron puestos dirigentes de máxima responsabilidad en el socialismo español, como, por ejemplo, Indalecio Prieto, Rodolfo Llopis, Trifón Gómez o Ramón Lamoneda, la mayor parte de las pequeñas semblanzas se ocupan de "hombres sin nombre", desconocidos para el gran público. Junto a las vidas de militantes socialistas de la clandestinidad que tuvieron protagonismo, a menudo por ser víctimas de la represión, en los años cincuenta y sesenta, como Tomás Centeno, Antonio Amat o Víctor Pradera, esta obra se detiene sobre todo en personalidades que se vieron abocadas al exilio en México o Francia. Algunos socialistas recogidos en este libro pudieron regresar a España con el retorno de la democracia tras la muerte de Franco pero no desempeñaron ya papeles significativos en el tiempo actual.
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Socialistas de otros tiempos - Abdón Mateos
Socialistas de otro tiempo
Abdón Mateos
50090ISBN: 978-84-15930-82-2
© Abdón Mateos, 2015
© Punto de Vista Editores, 2015
http://puntodevistaeditores.com
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
ÍNDICE
BIOGRAFÍA DEL AUTOR
Introducción
Monarquía y República
Indalecio Prieto Tuero
Daniel Anguiano Magando
Ramón Lamoneda Fernández
Bruno Alonso
Juan Simeón Vidarte Franco-Romero
José Loredo Aparicio
Ángel Galarza Gago
Rafael Méndez Martínez
Antonio Ramos González
Nicéforo Caramazana Rodriguez
Exilio
Rofolfo Llopis Ferrándiz
Pascual Tomás Taengua
Trifón Gómez San José
Manuel Muiño Arroyo
Miguel Calzada San Miguel
Manuel Lucio Díaz-Marta Pinilla
Enrique López Sevilla
Julio Luelmo y Luelmo
José Ramón Arana
Gonzalo Zabala Lumbier
Enrique Puente Abuín
Julián Gorkin
Fernando Vázquez Ocaña
José Vila Cuenca
Progreso Vergara Ortega
Eusebio Rodrigo del Busto
Eulalio Ferrer Rodríguez
Julián Lara Cavero
Francisco Carmona Nenclares
Rafael Mira Molina
Rafael Luis Fernández Álvarez
Clandestinidad
Eduardo Villegas Vega
Antonio Amat Maíz
José Mata Castro
Tomás Centeno Sierra
Claudina García Pérez
Víctor Pradera Gortázar
BIOGRAFÍA DEL AUTOR
Abdón Mateos es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Fundador de la Asociación de Historiadores del Presente en 2001, de la que ha sido su presidente hasta 2014, dirige la revista semestral Historia del Presente y es investigador principal del Centro de Investigaciones Históricas de la Democracia Española (CIHDE) en la UNED. Desde 2007 es responsable de la Cátedra del Exilio en la UNED. Afiliado a la Agrupación Socialista Universitaria, es miembro del consejo editorial de El Socialista digital. Ha realizado largas estancias investigadoras en Ámsterdam, Oxford, México y Roma y publicado trece libros como único autor, entre los que cabe destacar El PSOE contra Franco (1993), La denuncia del Sindicato Vertical (1997), Historia de UGT. Exilio y clandestinidad (2008), La batalla de México. Final de la Guerra Civil y ayuda a los refugiados (2009), Historia del antifranquismo (2011) y Exilios y retornos (2015).
Introducción
La biografía viene cobrando en los últimos tiempos un renovado interés tanto por la historiografía como por parte del público lector. El enfoque más renovador es el microhistórico pues permite la reconstrucción de una época a través de la vida de una persona. No se trata, sin embargo, solamente de la reconstrucción del itinerario de las grandes personalidades sino que el objetivo de la reconstrucción puede recaer en personajes sin una aparente gran relevancia, siempre que descendamos al estudio de las condiciones de vida o del sistema de valores. La estela de la vida del anónimo molinero recuperada por Carlo Ginzburg en su libro El queso y los gusanos todavía impacta en la historiografía. Todo ello no significa que dejen de tener interés la trayectoria política e intelectual de grandes personalidades, ya que sus vidas seguirán constituyendo un ejemplo moral para la ciudadanía en nuestros días.
A lo largo de los últimos años, sin descansar en un objetivo explícito, he venido redactando pequeñas biografías de personalidades del socialismo español del siglo XX. Algunas formaron parte de proyectos de la Cátedra del Exilio, patrocinada por el Banco de Santander. Otras fueron promovidas, con ocasión de la recuperación de la obra dispersa de algunas dirigentes socialistas, por la Fundación Pablo Iglesias. En algún caso, la redacción de las semblanzas ha partido de colaboraciones en la prensa periódica digital, como Diario Progresista o El Socialista Digital. En fin, las semblanzas de Bruno Alonso o Indalecio Prieto respondieron a un genuino interés personal biográfico por los orígenes del socialismo en Cantabria, la Guerra Civil o el exilio político. Sin embargo, he dejado fuera de esta recopilación algunas, que fueron elaboradas en los años noventa del pasado siglo. La mayor parte de las pequeñas biografías o, en otros términos, ensayos biográficos se ocupa de personajes prácticamente olvidados que tuvieron mayor o menor protagonismo sobre todo durante la primera mitad del siglo XX. Excepcionalmente, tuve ocasión de recabar el testimonio personal de alguno de los biografiados. Dadas las circunstancias de su elaboración y la importancia de la personalidad, solamente tienen un desarrollo un poco más extenso las semblanzas de Indalecio Prieto, Bruno Alonso, Ramón Lamoneda y Rodolfo Llopis.
Por último quiero advertir al lector que he agrupado las semblanzas en tres grandes capítulos, Monarquía y República
, Exilio
y Clandestinidad
, atendiendo a la etapa en la que los socialistas biografiados tuvieron mayor protagonismo.
Espero que, en cualquier caso, esta serie de semblanzas de mayor o menor extensión, redactadas sin aparato crítico tenga interés para un lector no solo profesional.
Madrid, noviembre de 2015
Monarquía y República
Indalecio Prieto Tuero
Nacido en Oviedo el 30 de abril de 1883, con apenas ocho años, tras la muerte de su padre, empleado municipal, Indalecio Prieto se trasladó con su madre y su hermano Luis a Bilbao. La familia paterna, de origen hidalgo, había desasistido a los huérfanos y a la viuda, antigua empleada del padre. En 1899, a los dieciséis años, se afilió al Partido Socialista Obrero español (PSOE), participando en 1904 en la fundación de las Juventudes Socialistas.
En 1900 empezó a trabajar como taquígrafo en La Voz de Vizcaya, pasando a El Liberal de Bilbao en 1901. Su presencia como taquígrafo en un acto con asistencia de Alfonso III iba a acentuar su rechazo personal a la figura del monarca, debido al trato dado por éste a la reina madre.
Elegido diputado provincial en 1911, pasó al Ayuntamiento de Bilbao en 1915. En 1914 logró la hegemonía en el seno de la Agrupación Socialista de Bilbao frente al líder obrerista Facundo Perezagua. Desde 1918, fue elegido diputado nacional por Bilbao en todas las elecciones celebradas bajo la monarquía, en alguna ocasión sin competencia, y en las tres legislaturas de la Segunda República. Esta experiencia marcaría el acendrado parlamentarismo de Prieto, quien concebía a las Cortes como verdadero centro de la política democrática frente al antiguo régimen monárquico liberal. Al mismo tiempo, dentro de la tradición insurreccional de la cultura política radical democrática, creía que la movilización popular con la ayuda del Ejército permitiría el cambio de régimen hacia una república democrática.
Representando a la Sociedad de Oficios Varios, en su calidad de periodista, asistió a los congresos de la Unión General de Trabajadores (UGT) desde 1920 y fue representante del País Vasco, Navarra y Cantabria en su Comité Nacional. Sin embargo, no desempeñó puestos directivos en la comisión ejecutiva del sindicato salvo, ya en el exilio, la vicepresidencia entre 1949 y 1950.
Desde 1912 fue delegado a los congresos del PSOE, asistiendo a ellos durante medio siglo, hasta su muerte en 1962. Perteneció a la dirección ejecutiva del partido durante el bienio 1918-1919, entre 1921 y su dimisión en 1924 debido a su oposición a la colaboración con Primo de Rivera, desde 1932 hasta 1945 y, finalmente, como presidente del PSOE, entre marzo de 1948 y noviembre de 1950. A pesar de su dimisión, siguió formando parte del Comité Director del partido hasta su muerte.
En 1917, Prieto viajó por primera vez a Estados Unidos, en calidad de gerente de una multinacional de comunicaciones. Sin embargo, al ser reclamado por Pablo Iglesias, organizó la huelga general revolucionaria en Bilbao para establecer una república democrática, en agosto de 1917. Salió al exilio en Francia, evitando su ingreso en prisión, hasta su retorno a España tras ser elegido diputado en 1918. Se refugiaría en el extranjero de nuevo en 1930-1931 y 1934-1935, debido a su activa participación en los movimientos revolucionarios para liquidar la monarquía y eliminar los poderes fácticos del antiguo régimen.
Al proclamarse la Segunda República, formó parte del Gobierno provisional de Alcalá-Zamora y, ya bajo la presidencia de Azaña, desempeñó los ministerios de Hacienda y Obras Públicas. Dentro de una política regeneracionista y reformista, proyectó los enlaces ferroviarios de Madrid y Bilbao, promoviendo un verdadero plan de obras hidráulicas para España.
En 1933 recibió, por primera vez, el encargo de formar gobierno en coalición con los republicanos pero la división interna del PSOE y el rechazo hacia la colaboración con los radicales de Lerroux, le impidieron presidir el gobierno republicano.
A pesar de sus dudas, aceptó participar en la organización del movimiento revolucionario de octubre de 1934 para recuperar la república y eliminar los poderes fácticos. Recibió el encargo de comprar armamento y contactar con militares azañistas o simplemente republicanos. El rechazo de Largo Caballero a establecer un convenio de colaboración con los republicanos liberales para el movimiento insurreccional impidió que los contactos con los militares dieran el fruto apetecido. Sin ellos, las posibilidades de éxito de un pronunciamiento y una insurrección obrera quedaron abortados. Más adelante, ya en su definitivo exilio, consideraría un grave error la insurrección de 1934.
Exiliado en Bélgica hasta finales de 1935, regresó clandestinamente a España hasta su elección como diputado con el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936. Impulsó el plan para sustituir a Alcalá-Zamora por Azaña en la presidencia de la República. Tras la elección de nuevo presidente, Azaña le encargó formar gobierno pero el rechazo de los seguidores de Largo Caballero, que tenían mayoría en el Grupo Parlamentario Socialista, le retrajo del encargo, a pesar de disfrutar de una cómoda mayoría en los órganos directivos del PSOE.
Con la sublevación del 18 de julio, Prieto, sin ocupar directamente un puesto gubernamental, asumió la coordinación de la defensa y de la compra de armamento en el extranjero. En septiembre de 1936, con la formación del Gobierno de Largo Caballero, encabezó formalmente el Ministerio de Marina y Aire y, poco después, la comisión de compra de armamento. Sin embargo, tras la autorización del Gobierno para movilizar los recursos, su colaborador y ministro de Hacienda, Juan Negrín, decidió trasladar la mayor parte de las reservas de oro a la Unión Soviética sin un debate previo en el Consejo de Ministros.
A pesar de su pasado de lucha contra la escisión comunista de 1921 y de haber sufrido algún atentado, Prieto inicialmente aceptó como imperativo de las circunstancias una posible fusión entre el PSOE y el Partido Comunista de España (PCE). De hecho, la formación del Gobierno Negrín en mayo de 1937 fue, en buena medida, una confluencia de los partidos del Frente Popular contra el poder de los sindicatos. En el nuevo Gobierno, Prieto asumió la totalidad de la dirección política de la guerra, concentrando los ministerios militares en el nuevo de Defensa. Sin embargo, los fracasos militares, como la caída del Frente Norte a finales de octubre de 1937, le hicieron sondear planes de suspensión de hostilidades mediante la mediación internacional. Posteriormente, la tendencia de Negrín a relacionarse directamente con el jefe del Estado Mayor, Vicente Rojo, restó autoridad al ministro de Defensa. Su acendrado realismo le hizo ver que la ofensiva franquista sobre Aragón y la previsible división del territorio republicano con la llegada de Franco al Mediterráneo podría suponer una inminente derrota.
El deseo de Negrín de asumir la dirección política de la guerra, junto al nombramiento del comunista Jesús Hernández para el comisariado, tras haberle difamado, le condujo a rechazar formar parte del