Cuando el pipí se resiste
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Cuando el pipí se resiste - Dr. Stéphane Clerget
Bibliografía
Introducción
«¡Pipí!» El grito, estridente, resuena en plena noche. Rápido, hay que levantarse para acompañar al niño al baño. ¡Mientras que no haya mojado la cama! Con los ojos medio cerrados, camina a oscuras hasta su habitación. ¡Demasiado tarde! Ya ha mojado la cama. Ya dura varias semanas… ¿Hasta cuándo? No es fácil aprender a controlar el cuerpo. Además, antes de los 5 años, los accidentes ocasionales se consideran naturales. Sólo se puede hablar de enuresis cuando persisten. En torno a los 5 años, la enuresis afecta a entre el 10 y el 15% de los niños, y en la adolescencia, este trastorno desaparece, salvo en casos muy excepcionales. ¿Pero hay que esperar hasta entonces sin hacer nada? No, porque aunque aparentemente los niños enuréticos parezcan «normales», sin problemas particulares, este trastorno revela carencias en su desarrollo y constituye para ellos una innegable molestia. Sin hablar de la cama que debe cambiarse todas las mañanas, montañas de sábanas por lavar, que por fuerza generan estrés en los padres y afectan a la relación con el niño. Una situación que deriva en muchos casos de múltiples causas, a menudo relacionadas con el aprendizaje del control de esfínteres. Porque a menudo en torno a ese aprendizaje, fundamental en la educación de los pequeños, se enlazan problemas afectivos que pueden ser el origen de la enuresis. Para el niño representa un fracaso del que nace un sufrimiento que puede impedir que se desarrolle serenamente. Es la razón por la que es necesario ayudarle a combatir su incontinencia urinaria, no dejar que el problema se instale. Este libro intenta aportar las claves para entender mejor las causas de la enuresis y aportar soluciones concretas. Encontrará muchos consejos prácticos que puede practicar en casa. Si eso no basta, no dude en hablar de ello con su médico o en consultar a un psiquiatra infantil. Esta obra explica lo que se puede esperar de la medicina de hoy y por qué un apoyo psicológico se hace a menudo necesario. Y, para terminar, aborda otro problema, a menudo silenciado, pero que existe y provoca un gran sufrimiento en el niño y su familia: la encopresis, trastorno que afecta a los que tienen incontinencia fecal. Todas las dificultades pueden resultar muy pesadas de soportar, pero no tienen nada insuperable y todo el mundo puede, a su nivel, ayudar al niño.
Capítulo 1
La limpieza, una noción ambigua
Las palabras que se emplean no son siempre las correctas. A menudo se habla de enseñarles a ser limpios. ¿Acaso los bebés que llevan pañal son sucios?
¿Y si en lugar de centrarnos en su limpieza nos interesáramos más por la relación que el niño mantiene con su cuerpo y el modo de conseguir controlarlo?
Sin duda, para un adulto, que un niño lleve pañales o se haga sus necesidades encima es sinónimo de pañales que cambiar y ropa que lavar. Queremos que el niño controle los esfínteres, primero por su bienestar y su salud, pero también porque está sometido a la mirada de los demás y no queremos que piensen que nos ocupamos mal de él. La limpieza es una cuestión de higiene y también una norma social. Pero desde el punto de vista de niño, es una cosa completamente distinta. Para él, se trata más bien de una cuestión de dominio de su cuerpo. ¿Conseguirá controlar los esfínteres? Y después, ¿podrá ir al baño cuando lo desee? Todo se complica porque debe al mismo tiempo responder a la demanda de los adultos, que a veces tienen unas ideas muy atrasadas sobre el momento y el lugar donde debe «hacerse». ¿Tiene que acceder a su demanda o bien decidir él mismo lo que le conviene? La tarea de los padres consiste pues en acompañar su deseo de autonomía, enseñándole al mismo tiempo las reglas de higiene necesarias para una vida sana y en sociedad.
Al principio de su vida, el niño toma conciencia de su cuerpo a través de los cuidados que le prodigan las personas que se ocupan de él. Cada vez que lo cambian, cuando lo bañan, cuando lo miman, presta atención a las distintas partes de su cuerpo que son objeto de esos cuidados. Después, cuando crece, descubre todas las nuevas posibilidades que le ofrecen sus músculos y sus miembros: aprenderá a coger los objetos, a andar... Sus manos le resultan muy valiosas. Además, cuando está en presencia de un objeto nuevo, siempre empieza por tocarlo para conocerlo mejor. Con su cuerpo, pasa lo mismo. Necesita tocarlo para apropiarse de este. Para él, es muy natural. Y también se interesa por sus heces con total naturalidad, y se sentirá tentado de cogerlas del orinal con la mano para tocarlas. Es preciso explicarle que no debe hacerlo, pero sin reñirlo. Entre 1 o 2 años, el niño entra en el período que Freud llamó el estadio anal. Primero siente un placer fisiológico al sentir las heces pasar por su cuerpo, al expulsarlas o retenerlas. Después, a medida que crece y que domina su cuerpo, el placer llega sobre todo por el control que puede ejercer en toda esta mecánica. Con sus excrementos, descubre la noción de propiedad y el poder que tiene de mantenerlas con él o «dárselas» a las personas que le piden que lo haga en el orinal. Pero no es fácil para él renunciar al interés por esta parte de sí mismo. Acabará sin duda por adaptarse a las reglas de los adultos y por aceptar no tocarlas, pero la fuente de deseo no desaparecerá: se dirigirá hacia otros placeres autorizados, como jugar con la arena, la pasta o modelar. La creatividad del niño también se apoya en las prohibiciones.
En una sociedad en la que los detergentes lavan «más blanco que la nieve», la suciedad se ha convertido en una preocupación importante, y el bebé va a descubrirlo muy pronto. «Se ha vuelto a ensuciar, hay que cambiarlo» oyen a menudo. O también «hay que poner el pijama en la ropa sucia». Si después se arruga la nariz al cambiarlo o bien se sujeta el pañal sucio con la punta de los dedos, asociará ese asco a este tipo de suciedad. Un asco que se le intenta