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Servir a la vida
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Libro electrónico305 páginas3 horas

Servir a la vida

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Servir a la vida es un libro cuya lectura requiere pausa y reflexión, para aprovechar mejor el alcance de su mensaje. Dado que el autor mantiene su sentido de trascendencia de la persona, facilita su afirmación de que podemis cocrear con el universo, aunque trate temas que apenas se empiezan a investigar. El libro nos orienta hacia un nuevo sistema de gobernanza en el siglo XXI. Especialmente interesante es la parte dedicada al origen y expansión del grupo familiar Paiz y sus modalidades de trabajjo. Describe en forma sencilla y directa cómo su paso por la política, contrario a lo que podría esperarse, le lleva a valorar una conciencia colectiva, un ecosistema al servicio de la vida y de la naturaleza. |Raquel Zelaya|
IdiomaEspañol
EditorialF&G Editores
Fecha de lanzamiento2 oct 2017
ISBN9789929700260
Servir a la vida
Autor

Rodolfo Paiz Andrade

Recientemente he logrado descubrir que a lo largo de mi vida ha existido un patrón que se ha repetido: siempre me ha tocado comenzar nuevos emprendimientos. Cuando llegue al Incae todo lo que existía estaba en posibilidad. Uno se admiraba de ir viendo cómo lo ue era posible se ponía frente a nosotros y nos pedía un último empujón. Lo mismo ocurrió cuando regresé a trabajar a la empresa familiar. Yo me integré en el momento que la segunda generación estaba comenzando una nueva etapa de expansión. Mis primeros años en la política también se vieron rodeados de lo nuevo: éramos el primer gobierno civil después de aos de dictadura militar. Cuando salí del gobierno decidí trabajar desde la sociedad civil. La idea es encontrar una nueva solución al desafío de alcanzar un desarrollo que sea sostenible para Guatemala. La revolución tecnológica de las comunicaciones ha borrado las fronteras que antes existían a nivel global, y ha intensificado nuevos acercamientos de las comunidades entre sí. Este libro nace cuando solo hace falta una inspiración que sea mundial, que nos acerque a todaslas comunidades de la Tierra con la naturaleza, para reordenar el mundo en un nuev ecosistema de gobernanza en siglo XXI. Servir a la Vida puede ser esa inspiración

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    Servir a la vida - Rodolfo Paiz Andrade

    2015

    I.

    CÓMO DEJAR QUE LA VIDA FLUYA A TRAVÉS DE NOSOTROS

    En lugar de cumplir con un sueño y vivir evaluando el logro personal de nuestros aciertos y metas, aprendí precisamente lo contrario: que es necesario dejar de buscar y, en su lugar, estar dispuesto a encontrar cómo dejar que la vida fluya a través de nosotros.

    1.

    PLAN DE VIDA

    Cuando estaba terminando el doctorado en Administración de Empresas, uno de los cursos que tuvo una gran influencia en mí futuro tenía como tarea principal escribir un Plan de Vida.

    La idea era sumamente motivadora. Uno tendría una visión anticipada de su futuro y, gracias a esta visión, habría un norte. Habría una dirección para orientar y evaluar el cumplimiento de nuestras metas. De mi lado, hice un Plan de Vida de 27 años de duración y me propuse alcanzar estas tres metas:

    Los primeros nueve años los dedicaría al mundo académico: formaría parte del staff de catedráticos del programa de Maestría en Administración de Negocios (MBA) que la Universidad de Harvard abriría en Nicaragua, Centroamérica, con el nombre de Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (Incae).

    Durante los segundos nueve años mi propósito de vida cambiaría totalmente. Mi meta sería alcanzar éxito en los negocios, asociándome al grupo familiar que estaba iniciando el proceso de expansión de una red de supermercados en Guatemala –conocidos como Almacenes Paiz.

    En la última etapa de nueve años, haría otro cambio total. Había decidido trabajar a favor de mi país, y mis intenciones eran vincularme a la política y convertirme en un servidor público dando lo mejor de mí, antes de pensar en mí.

    Mi Plan de Vida terminaba haciendo la promesa de escribir un libro que reflexionara sobre los temas fundamentales que habían ocurrido en estos tres períodos de mi vida. Tenía una gran ilusión de escribir sobre aquellas lecciones que irían forjando mi futuro.

    Varias veces, durante el cambio de un ciclo a otro, también cumplí con esta otra promesa: compartiría mis lecciones con uno de mis colegas del doctorado –un amigo de toda la vida–. De este modo tendría una opinión ajena que podría validar lo que había logrado.

    De acuerdo con mi amigo, los tres períodos habían sido de total cumplimiento de metas. Había motivos para sentirse satisfechos; sin embargo, no fue así, fue al revés. Esa es la historia que quiero contarles ahora.

    El ciclo de mi vida empresarial se puede resumir así:

    Al principio, el tema de convergencia entre mis hermanos y padres era sacar adelante la empresa comercial familiar. Nuestra tarea consistía en perfeccionar el concepto del autoservicio a través de la multiplicación de redes de supermercados, teniendo como entorno a los mercados potenciales de los países de la región de Centroamérica y México. Así fue como nació La Fragua, S.A.

    Yo asumí, como ingeniero civil, las tareas relacionadas con la expansión de la infraestructura de las tiendas y, después, iniciamos un proceso no interrumpido de construcción de centros comerciales. Con el tiempo, edificamos grandes complejos comerciales donde se instalaron los hiper, Hiper Paiz.

    Con el rápido crecimiento del autoservicio, nuestra atención cambió, y pasó a concentrarse en el tema familiar. En especial, nos propusimos sentar las bases de una organización comercial cuya meta fuera unir a las familias de los cinco hermanos a lo largo del tiempo: de la primera a la segunda generación, de la tercera a la cuarta generación… hasta donde alcanzaran nuestras fuerzas. Para formalizar la permanencia de nuestros acuerdos familiares, y consolidar lo que comenzamos a denominar como el sistema de gobernanza de la familia, decidimos organizar una empresa familiar cuyo propósito fue establecer las normas de convivencia entre todos los que formamos parte de la familia Paiz-Andrade, con el fin de crear una identidad que fortaleciera a nuestro grupo a través del tiempo. Así fue cómo surgió La Unión, S.A.

    Hubo necesidad de crear una tercera organización entre nosotros con el fin de vincular, como se hace con un puente, a la empresa familiar con la empresa comercial. Desde esta tercera organización construimos un puente para conectar a la empresa familiar y a la comercial con las dinámicas de inversiones de las economías en las que nos íbamos estableciendo. Legalizamos esta tercera organización. La bautizamos con el nombre pc –Paiz Consultores.

    Esta fue una organización de naturaleza cerrada: exclusiva para el grupo de cinco hermanos y una amiga muy querida, María Dolores Moreno. Este tercer grupo no tenía a su cargo llevar el día a día de las empresas que iban surgiendo, porque desde un principio, y durante 25 años sin interrupción, acordamos trabajar únicamente en aquellos programas e inversiones que fueran nuevos, innovadores.

    Ya pasaron más de 27 años desde el día en que hice esas promesas. Sin embargo, el libro no había sido escrito porque varios de los descubrimientos principales, hechos especialmente al final de este plazo, iban totalmente en contra de la idea de hacerse un Plan de Vida y dedicarse a cumplirlo contra viento y marea. Pero:

    ¿Qué ocurrió? ¿Qué cambió?

    En lugar de cumplir con un sueño y vivir evaluando el logro personal de nuestros aciertos y metas, aprendí precisamente lo contrario: que es necesario dejar de buscar y, en su lugar, estar dispuesto a encontrar cómo dejar que la vida fluya a través de nosotros.

    Aprender a servir a la vida fue una lección muy difícil de comprender para mí. En lugar de ser una gran ventaja haber cumplido con mi Plan de Vida casi a la perfección, caí en un gran error: me hizo pensar que todo lo que ocurría en mi vida dependía de mí. Me volví ciego y miope porque, tanto éxito, me encerraba en mí mismo y me alejaba del mundo que me rodeaba. El Plan de Vida me servía a mí, pero me alejaba de servir a la vida.

    Recuerdo el día del cambio con suma precisión. Ocurrió momentos después de haber firmado el pacto de alianza con una de las corporaciones comerciales más grandes del mundo: Walmart. El primer convenio sería para cubrir los mercados de Centroamérica. El segundo convenio, que ocurrió después, sería para abarcar también los mercados de México.

    En lugar de ser un triunfo individual, como había sido previsto en mi Plan de Vida, porque uno tiende a creer que es el arquitecto de su propio destino, habíamos llegado a este momento cúspide gracias al enorme esfuerzo colectivo del equipo de cuatro hermanos (Carlos, Sergio, Fernando, y yo, Rodolfo) y una hermana (Isabel), que, con el apoyo de María Dolores, una noble amiga, habíamos trabajado juntos durante más de veinticinco años para alcanzar, sin habérnoslo propuesto, una meta como ésta.

    Al ubicarme en el tiempo, el día de la firma del convenio con Walmart, había terminado un largo viaje para cada uno de nosotros. Mi grupo familiar comenzaría a disolverse. Perderíamos la creatividad que había permitido, en el paso de la primera a la segunda generación, haber comenzado desde una pequeña tienda que vendía artículos de cuero a fabricantes de zapatos, y había terminado con una red de supermercados que requería más de veinte mil colaboradores para abrir sus puertas cada día. Había, pues, ante mis ojos tres maneras distintas de ver una misma realidad.

    Las lecciones no eran las mismas cuando las veía desde mi Plan de Vida, que era individual, que cuando la veía como parte de la historia de un equipo, y, más aún, cuando incorporaba a la historia colectiva las miles de oportunidades que habían ido surgiendo desde nuestro entorno.

    En mi Plan de Vida original no había lugar para explicaciones en equipo. Tampoco existía espacio para explicar la participación del entorno, ya fuera este el ambiente natural, o se tratara de la dinámica económica, social y política de los países donde teníamos una fuerte presencia.

    Mi Plan de Vida había terminado, pero yo me encontraba donde había comenzado. El poema de T.S. Elliot, East Coker Four Quartets, lo dice así: …in the end is my beginning –en el fin está mi principio.

    Lo más importante para mí, fue aceptar que no teníamos una respuesta para contestar a esta pregunta hecha desde lo profundo de nuestra conciencia:

    ¿Existe una explicación, un modelo, una teoría que fuera capaz de explicar el proceso de crecimiento y multiplicación ocurrido en nuestra empresa familiar en apenas dos generaciones?

    Como no contaba con una respuesta a esta pregunta, tomé la decisión de iniciar otro viaje. Esta vez sería al revés. Comenzaría donde el viaje anterior había terminado. La idea era ir descubriendo aquellos momentos especiales de conciencia que nos habían permitido obtener tantísimo éxito. Luego, escribirlos, con el fin de compartirlos con quienes, en esta nueva era, también están tratando de transformar su realidad teniendo en cuenta no solo a los demás, sino, también, sintiéndose partícipes y miembros del orden natural y universal donde transcurre y se expresa la vida.

    Reflexiones posteriores:

    Después de haber escrito esta historia, dejé que el tiempo pasara y me propuse agregarle una reflexión más cuando fuera posible tener el lenguaje necesario para describir de qué manera me encontré con que no había sido yo, ni mi equipo, ni mi entorno, el que había impulsado nuestras acciones y logrado tantos éxitos, sino que como empresa familiar habíamos logrado que la vida fluyera a través de nosotros.

    Me alegría fue enorme.

    Durante mucho tiempo, la manera de pensar fragmentada se instala cómodamente en nuestro modo de leer nuestras experiencias, y nos vemos obligados a inventar una manera de poner a cada mico en su cajón –como dice el refrán popular– para contar nuestras historias. Esta manera de ordenar el mundo es sumamente controversial, porque deja siempre abierta la discusión si el mérito fue personal, que lo fue, o si el mérito fue del equipo, que lo fue, o si las grandes oportunidades que aprovechamos, como individuos o como equipo, llegaron desde el entorno –que ocurrió también–. Mi gran alegría surgió cuando pude ver que, en lugar de la controversia entre lo individual, o entre lo colectivo y lo circunstancial, había algo más que superaba a lo fragmentado y a lo polémico del perspectivismo de los cajones, y nos envolvía a todos en un mismo flujo parecido a un gran diálogo no interrumpido con la

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