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Escuela de Brujas - Libro 1
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Libro electrónico136 páginas2 horas

Escuela de Brujas - Libro 1

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Libros para niñas de 9 a 12 años: ¡Imagina tener 11 años y descubrir que eres una bruja! Para Charlotte, ¡esto fue una enorme sorpresa! No tenía idea de que su madre era una bruja, y de que estaba a punto de ser enviada a la Escuela de Brujas más prestigiosa del mundo. Al principio tenía miedo, pero al hacerse de nuevas amigas, conocer a profesoras asombrosas y tener experiencias mágicas... terminó amando la escuela

Este hermoso nuevo libro de Katarina Kahler te llevará a una aventura mágica. Amarás a las amigas nuevas de Charlotte, incluso Alice es entretenida. Pero cuando Charlotte se cruza con Margaret Montgomery, suceden cosas terribles... amarás el suspenso y el drama. ¡Un libro perfecto para niñas de 9 a 12 años.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 sept 2020
ISBN9781507193235
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    Escuela de Brujas - Libro 1 - Katrina Kahler

    Capítulo Uno

    El agudo sonido de la ambulancia se volvía más ensordecedor entre más se acercaba. Pero al menos lograba cubrir el ruido que hacían las madres asustadas que revoloteaban alrededor del niño paralizado en medio de la habitación.

    Por fortuna, la madre de Charlotte había conseguido llegar antes que la ambulancia a la fiesta de cumpleaños, aunque fuera por poco. Observó la escena y supo de inmediato lo que tenía que hacer.

    Aquél fue el momento en que la vida de Charlotte cambió para siempre...

    Todo comenzó en la fiesta de cumpleaños de la vecina de Charlotte, y lo curioso es que ella ni siquiera había querido asistir.

    Había montones de globos esparcidos por la habitación, todos en algún tono de rosa. Un cartel con la frase feliz cumpleaños abarcaba la mitad de la pared más lejana, y un grupo de adultos se encontraba en un costado de la habitación, tomando té y zampando restos de emparedados en sus bocas.

    Charlotte Smyth estaba sentada de piernas cruzadas en el suelo, entre una niña que no paraba de limpiar su nariz con una de sus mangas y un niño de cabello lacio que había ganado tanto el concurso de pescar manzanas como el juego de las estatuas musicales. Charlotte se sentía tonta jugando aquellos juegos a sus once años, pero se trataba de la hija de un amigo de la familia, y no quería hacer sentir mal a la niña del cumpleaños, así que tuvo que soportarlo. Charlotte tomó el paquete envuelto en papel rosa de las manos de la niña que se limpiaba la nariz justo cuando la canción de One Direction dejó de escucharse.

    –¡Eso no es justo, HIZO TRAMPA! –Exclamó el niño del cabello lacio.

    –No lo hice –contestó Charlotte antes de rasgar el papel que envolvía al paquete, revelando otra capa de papel y una paleta debajo.

    –¡Lo tuviste en las manos por años! –Dijo mientras arrancaba la paleta de las manos de Charlotte.

    –Oye, eso es mío –Charlotte trató de recuperar la paleta, pero el niño la mantuvo lejos de su alcance.

    –Ed, devuélvesela, la música paró en Charlotte –dijo una niña sentada en el extremo opuesto del círculo a ellos.

    –Sí, devuélvesela, Ed –agregó otro niño.

    –No se preocupen, tengo otras. –Una mujer se acercó tambaleando, sacó una paleta del bolsillo de su suéter y se la entregó a Charlotte.

    El niño sonrió de manera engreída antes de que la música comenzara de nuevo, tomó el paquete que yacía en las piernas de Charlotte y se lo pasó a regañadientes al pobre niño sentado junto a él.

    El juego de pasar el paquete concluyó y Charlotte se levantó, estaba a punto de marcharse cuando el fastidioso niño dijo de manera burlona: –Tu cabello es muy rizado.

    Charlotte levantó la mirada para ver al niño que sonreía con malicia. –Es estúpido, pareces una bola gigante de pelusa.

    –Cállate –le gruñó.

    –¿Qué dijiste, pelusa? No te pude escuchar por toda esa pelusa que tienes encima.

    Charlotte clavó los ojos en el niño de la engreída sonrisa, molesta por aquellos comentarios.

    –Bueno, pues tú eres un... –Fue ahí cuando se dio cuenta de que el niño no se estaba moviendo, seguía sonriendo pero todo su cuerpo estaba quieto. Movió la mano frente a se cara, pero este no parpadeó.

    –Deja de jugar, no es gracioso. –Tocó su brazo con un dedo y vio alarmada cómo su rígido cuerpo cayó de espaldas al suelo.

    Una niña que se encontraba cerca soltó un grito y algunos de los adultos se acercaron corriendo.

    –Edward, Edward, cariño, di algo. –Una mujer lo meneó con delicadeza–. No se mueve. ¡Está tieso!

    –Ya se acabó el juego de las estatuas musicales, amigo. –Un hombre se agachó junto al niño e intentó doblar sus brazos, mas no le fue posible moverlos–. ¿Qué demonios? –Soltó a Ed y dio un paso atrás–. Está paralizado, es una estatua.

    –No te quedes parado, Keith, llama a una ambulancia –la mujer le ordenó.

    El hombre revolvió sus bolsillos buscando su celular y marcó para pedir ayuda urgente en cuanto lo encontró. En cuestión de minutos se comenzaron a oír las sirenas de las ambulancias que se aproximaban, y justo cuando se estacionaron afuera... una hermosa mujer, bien vestida y con cabello rizado como el de Charlotte, se acercó al niño y se agachó frente a él.

    –Se encuentra bien, solo necesita un poco de agua –dijo a la madre del niño.

    –No se encuentra bien, ¡ESTÁ PARALIZADO! –Sollozó.

    –Por favor, algo de beber. –La mujer del cabello rizado forzó una sonrisa.

    La madre de Ed pidió a otra mujer que trajera agua, y que lo hiciera rápido ya que su precioso hijo se estaba muriendo.

    –Hagan espacio, por favor –dijo la mujer al grupo de espectadores, y todos dieron un paso atrás a regañadientes. Se acercó a Ed y susurró unas palabras.

    Tosiendo y carraspeando, Ed se sentó, sacudió sus extremidades y parpadeó repetidas veces antes de fijar la mirada en Charlotte.

    –Ella, ¡fue ella! –Apuntó con el dedo a Charlotte.

    –Yo no hice nada.

    –Sí, lo hiciste, tú me hiciste esto. ¡Te vi hacerlo!

    La mujer regresó apresurada con un vaso de agua y lo acercó a los labios de Ed.

    –Todo está bien, cariño. –Su madre lo rodeó con los brazos.

    –Fue ella, madre, la vi hacerlo.

    –Con todo respeto, no sé cómo mi hija hubiera podido hacer que sucediera tal cosa –la mujer con el cabello rizado se levantó y caminó hacia donde se encontraba Charlotte–. Nos vamos –le susurró.

    Siguiendo a su mamá a través de la habitación, Charlotte sintió sobre ella la mirada de todos los presentes mientras murmuraban entre ellos. Se había enojado con Ed y había querido que parara de molestarla, pero no entendía cómo es que había conseguido congelarlo. Llegó a la conclusión de que seguramente aquel niño había comido algo echado a perder, ya que la gente no se paralizaba sin razón aparente.

    Su mamá no dijo nada en el camino de regreso a casa, pero a Charlotte no le importó. Mientras caminaban, se preguntó si alguna vez sería invitada a una fiesta de cumpleaños de nuevo.

    No fue sino hasta más tarde ese día que la mamá de Charlotte llamó su nombre desde la cocina y le indicó que se sentara con ella en la mesa circular.

    –Hola cariño, quería hablar contigo sobre lo que pasó en la fiesta –dijo su mamá con voz gentil.

    –No lo toqué, mamá, él me estaba molestando, pero no le hice nada.

    –Yo sé que no fue tu intención hacerle nada, pero eso no significa que no lo hiciste –suspiró antes de continuar–. Tu padre no sabe esto porque es un ordinario, un humano, pero soy una bruja.

    –¿U-una qué?

    –Cuando era niña descubrí que podía hacer cosas, cosas extraordinarias, y parece que tú también tienes poderes. –Puso su mano sobre la de Charlotte–. No es algo a lo que debas temer, de hecho es emocionante, pero tienes que ir a un lugar donde puedas ser debidamente entrenada para que lo que pasó en la fiesta no ocurra de nuevo. Como dije antes, tu papá no sabe sobre las brujas. Es un ordinario. Así que esto debe ser nuestro secreto.

    –No quise hacerle nada a ese niño, por más horrible que fuera conmigo. No

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