La Sombra De Espía: Misil V 2
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estaba el transmisor. Palabras indistintas y guturales se
esparcan. Seguro que todos los departamentos seran
revisados ist hier...Grit una voz, haban encontrado
el transmisor.
Rechin la ventana de acceso al tejado, una voz grit
ist nicht da (no est aqu). La chimenea me ocultaba
a la vista, volvieron a cerrar la ventana.
Pasaron varias horas. Mientras alternaba mis manos en
el hueco de las tejas, sangraba de los dedos y tena un
calambre en la pierna izquierda. Al transcurrir las horas, el
sol sec las tejas y como lagarto me fui arrastrando muy
lentamente, la hebilla de mi cinturn serva de retn sobre
las partes irregulares de la superfi cie.
Adosado a la chimenea, dej que pasara el tiempo
temeroso de que el edifi cio siguiera vigilado y la calle an
bloqueada. Los nazis deban pensar que el telegrafi sta
haba escapado antes de que ellos llegaran.
Charles Marcel Mengotti
Charles Marcel Mengotti es suizo. Nació en el año de 1923, el 2 de octubre ¡por equivocació!. Su pelea en el ring de la vida comenzó escribiendo artículos para una publicación francesa. Su propio interés lo llevo hacia el universo de la filosofía. Es un experto en las luchas de los arrabales y los palacios. Al paso de los años se especializó en el campo de la investigación criminal, desarrollando misisones de trabajo en Suiza, Francia, Alemania, España, Italia y México. Tiene más de cuarenta manuscritos. El resultado de cincuenta años de trabajo prefesional, como experto criminalista, está plasmado en un libro científico, técnico y de investigación convencional, "el laberinto de la investigación crimianl". Es diplomado en criminalística y criptografía. Ha escrito ensayos, artículos y reflexiones en temas de su interés como poesía, cuentos, relatos de suspenso y la novela. Algunos de sus obras están basadas en experiencias reales y encierran capítulos de su vida, en la que nombres y lugares han sido cambiados, debido a que algunos de los personajes aún viven.
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La Sombra De Espía - Charles Marcel Mengotti
Copyright © 2012 por Charles Marcel Mengotti.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2012920048
ISBN: Tapa Dura 978-1-4633-4228-9
Tapa Blanda 978-1-4633-4227-2
Libro Electrónico 978-1-4633-4229-6
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Primera edición, 2011.
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Fax: 01.812.355.1576
429376
Indice
Acerca Del Autor
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo VI
Capítulo V
Capítulo VI
Capitulo VII
Capitulo VIII
Capitulo IX
Capitulo X
Capitulo XI
Endnotes
Escribí este libro a la memoria de Pepe y Suzanne, y saludo a los hombres y
mujeres caídos en la lucha por la libertad.
ACERCA DEL AUTOR
image003.jpgCharles Marcel Mengotti es suizo. Nació en el año de 1923, el 2 de octubre ¡por equivocación!. Su pelea en el ring de la vida comenzó escribiendo artículos para una publicación francesa. Su propio interés lo llevó hacia el universo de la filosofía. Es un experto en las luchas de los arrabales y los palacios.
Al paso de los años se especializó en el campo de la investigación criminal, desarrollando misiones de trabajo en Suiza, Francia, Alemania, España, Italia y México.
El resultado de cincuenta años de trabajo profesional, como experto criminalista, está plasmado en un libro científico y técnico de investigación convencional, llamado: El laberinto de la investigación criminal
.
Es diplomado en criminalística y criptografía. Ha escrito ensayos, artículos y reflexiones en temas de su interés como son la filosofía y la psicología, sin omitir la poesía, el cuento, el relato de suspenso y la novela. Algunas de sus obras están basadas en experiencias reales y encierran capítulos de su vida como ocurre en esta novela, en la que nombres y lugares han sido cambiados, debido a que algunos de los personajes aún viven.
17686.jpgHabía empezado la guerra, llegué a Ginebra con el recuerdo de mi amiga Sonia¹ muy adentro de mis sentimientos. Ella había ido a Alemania para ayudar a salvar a los judíos. Con tristeza di mis primeros pasos en mi nueva misión, uno de mis contactos era miembro de una organización criminal y mi trabajo de infiltrado consistía en conseguir los nombres, domicilios, ramificaciones de la organización y sus nexos.² La misión más importante era investigar si Suiza estaba a punto de ser invadida para tomar la Ligne Maginot por la retaguardia.
Corrían los años de guerra y mi juventud con ellos. Me encontraba en una misión especial, nunca conocí el verdadero nombre de mis contactos, a todos se les llamaba sólo por HENRY, LUCIEN, CHARLES, etc.
Únicamente contaba conmigo mismo, pues muy lejos se encontraban los que pudiesen ayudarme en caso de peligro.
Para que mi cobertura fuese creíble, mi paso a territorio francés fue clandestino y se realizó por medio de una red de contrabandistas. En ese inicio yo no sabía todo sobre mi misión y no sospeché las complicaciones con las cuales más tarde me encontraría.
A pesar de la guerra había contrabando en las fronteras de Suiza. Fue por la frontera de Annemasse en Francia, que una noche sin luna crucé a campo traviesa; guiado por un contrabandista que me conocía de un tiempo atrás. Ese hombre y yo frecuentábamos en Ginebra La Grotte Aux Fées
, cafetería restaurante ubicada en la Rue des Paquis, restaurante hoy desaparecido. A fuerza de encontrarnos en repetidas ocasiones en ese establecimiento iniciamos una cierta amistad.
El contrabandista creía que yo era el consentido de una joven prostituta, pues un día en que el hombre me observaba, la mujer se aproximó a mí, tal vez impresionada por mi delgadez y mi cara pálida y desnutrida, creo que se apiadó de mi, ella se acercó a mi mesa en el momento en que yo tenía la mirada puesta en la taza de café, alcancé a percibir una sombra, alcé la vista, era ella, una joven prostituta. Calculé que tendría escasos dieciocho años, sus cabellos rubios descendían en caireles y terminaban sin alcanzar sus hombros; sus grandes ojos tenían el color de las violetas, una sensación de vida profunda y triste, algo misterioso emanaba de ellos, no me sonrió, tenía de la nieve la blancura inmaculada.
Me dijo: -Te invito a comer, me he fijado que cuando la gente come, tú, a la misma hora tomas café. ¿No tienes dinero?
- Justo para un café, - le dije. (Era mi papel).
La chica comentó: Tienes ojos tristes, nunca he visto en ellos ni luz ni sonrisa. El final de la frase fue un murmullo.
-¿Qué haces en la vida? - prosiguió la prostituta.
- Busco trabajo.
-Tienes aspecto de judío errante sin nación ni territorio, - exclamó la joven mujer.
-¿Quieres ser mi amigo y protector?
La miré y le dije: -puedo ser tu amigo, pero no soy tan fuerte como para protegerte de los que no te quieran pagar. Un brillo insólito bailó en los ojos de la prostituta mientras mi mirada acariciaba sus formas. Ella pidió comida para dos.
En lo que hablábamos del clima, de la guerra, de los hombres y de las mujeres, terminamos de comer. Ella pidió la cuenta, pagó y se fue, se llamaba Line; nunca la volví a ver.
El contrabandista al observar la escena guardó silencio, pero al día siguiente el hombre se acercó a mí y en voz baja me dijo: -¿Quieres ganar dinero? -mucho-, le contesté.
Al día siguiente volví a hablar con Xavier, así se llamaba el contrabandista, nos saludamos de mano.
-Es peligroso -me dijo Xavier, tienes que llevar algo
hasta Marsella.
-¿Qué es? - le pregunté.
- Son relojes
Me pareció extraño que en tiempo de guerra se pasaran relojes, cuando había otras cosas más urgentes. Por ejemplo: yo sabía que trataban de sacar de los países ocupados por los nazis, fortunas, dinero, oro y joyas para depositarlas en bancos suizos.
Observé por la ventana cómo la noche invadía los espacios y el alumbrado público ya empezaba a mal iluminar con sus focos azules, éstos habían sustituido a las bombillas blancas para evitar que la ciudad fuese vista por los pilotos de los aviones que, desde Inglaterra iban a bombardear a Alemania.
Todo estaba enmarañado, entretejido: la quinta columna alemana tenía mil caras desconocidas, estaba infiltrada en todas las clases sociales. Por otra parte, agentes secretos aliados, desde Suiza tendían sus redes de información y espionaje hasta lo más profundo de los territorios ocupados por los alemanes.
La BBC de Londres enviaba sus mensajes personales
, éstos eran frases sin sentido, por ejemplo: La gitana baila alrededor de la fuente
, tenían significado solo para personas en la Resistencia al interior de un país invadido.
Todos estábamos en guardia contra todos, temiendo una trampa fortuita o intencional. No se sabía quién era quién.
Xavier me podía hacer pasar la frontera de Annemasse clandestinamente y por mi parte tenía que llegar a Marsella para cumplir la misión que me estaba encomendada.
Por la guerra en el mar, en la tierra y en el aire, cualquiera podía morir… la gente quería dinero y tal vez por temor a no vivir mañana, vivían el hoy sin moral; las per sonas de más edad se refugiaban en las iglesias rezando, pidiendo a la divinidad que hubiera paz.
Xavier tenía prisa y quedó de avisarme cuando pasaríamos la frontera. Más tarde me informó que sería para el siguiente día.
* * *
La noche era de hielo. Caminábamos por un sendero que sólo seguían las cabras, trataba de no perder de vista a mi guía, la orden era de no hablar; él iba cinco metros delante de mí; a los lados, esbeltos pinos nos ocultaban: un poco más lejos, el bosque se tornaba más denso y oscuro, no se vería si en él había soldados patrullando con sus perros. Pasaron tres horas, el peligro de los perros adiestrados que nos hubiesen podido detectar, parecía haber pasado.
Xavier debía conocer el horario de vigilancia y las áreas que ésta cubría, se sabía que el recorrido de las patrullas era cambiado todos los días y me pregunté cómo Xavier podía anticipadamente conocer estos cambios. Llevaba yo en la espalda una mochila con pequeños estuches, que supuse contenían los relojes.
Repentinamente, como si hubiesen salido por arte de magia, vi unas casas que con sus muros blancos difusamente se perfilaban en el alba. Fue en la tercera casa donde Xavier se paró y tocó con los nudillos breves golpes (espaciados de manera convenida). La puerta se abrió sin que se viera a nadie, todo el interior estaba oscuro, seguí a Xavier a tientas, sentí un roce y pensé que alguien cerraba la puerta. Entramos a un cuarto débilmente iluminado, no había ventanas. Una mujer vieja, abrigada con una borrega y una bufanda sobre la cabeza, me miró.
- ¿Es éste?
-Sí
Por lo visto ya habían hablado de mí.
-Hay contraorden - dijo la mujer -, los relojes se quedan aquí.
Por primera vez miré la pared atrás de mí, reprimí un sobresalto, colgaba del muro la bandera francesa y un retrato del General De Gaulle acompañado con su proclama desde Londres: La France a perdu une bataille mais elle n‘as pas perdu la guerre
. (Francia ha perdido una batalla pero no ha perdido la guerra
).
¿Había yo caído en una red de la Resistencia Francesa?
La mujer y yo nos miramos.
-No te preocupes,- exclamó Xavier- A éste no le interesa más que el dinero, lo ves jovencito, pero ya es todo un padrote (chulo), tiene dos prostitutas que trabajan para él. ¿No es cierto Charles?
-Espero pronto tener tres,- repliqué con una expresión dura en la cara.
-Le gusta mucho el dinero- continuó diciendo Xavier-, va a Marsella, yo pensé que aprovechando el viaje podía llevar los relojes.
-Hay controles por todas partes- dijo la mujer- Mientras me miraba de reojo con aire de desconfianza y una expresión de desprecio.
Yo pensé que la bandera francesa y la proclama del General De Gaulle, estaban puestos ostentosamente, porque Xavier y su grupo eran pro-nazi, por ésta razón, yo contesté en alemán-: Deutschland über alles- La política no me interesa- Les dije-, para qué resistir a la fuerza de la realidad.
La mujer me volvió a mirar, pero ahora, su expresión había cambiado, sonrió levemente.
-Ven- dijo Xavier- te voy a llevar donde puedas dormir y después, cuando termine el toque de queda te explicaré como llegar a Marsella.
Salimos del cuarto, la casa no tenía calefacción, el frío me había calado. Caminamos al ras del muro unos cinco metros, Xavier abrió una puerta con una llave que sacó del bolsillo derecho de su pantalón, penetramos, y él cerró. En ese momento pensé que Xavier no era su verdadero nombre. Me sentía inquieto; la bandera francesa y el retrato del General De Gaulle, de nuevo me daba la sensación de una trampa. La Resistencia tenía que ocultarse, no exhibirse, pero, en fin siempre podía haber gente loca.
Xavier prendió una lámpara que esparció sus rayos azules. Percibí un catre, una silla y una pequeña mesa, era todo el mobiliario. Tenía mucho frío.
-Xavier, ¿tienes algo de beber? Estoy congelado.
-Espera- el hombre abrió un armario que se confundía con el color de la pared. Puso sobre la mesa dos vasos y una botella de Schnaps
(aguardiente). Medio se veían los objetos, y algo se adivinaba con la luz mortecina. La bebida me quitó el frío. A la cuarta copa, Xavier empezó a tener la lengua pastosa.
-Sabes-, me dijo-, eres como un hermano para mí, me dio una palmadita en la mejilla.
-Te voy a decir un se…secret…secreto… De Gaulle y la bandera son una trampa para tontos… los que…los que quieren ir a la Resistencia pasan por…por nosotros…y-… Xavier tuvo un hipo- y… y adiós y un…pang- …La Gestapo los tor…tortura- El hombre levantó su brazo: Für Gross Deutschland
. (Por la gran Alemania).
La cabeza de Xavier se inclinó sobre la mesa, roncaba perdido de borracho.
Mi cabeza quería estallar, el aguardiente me intoxicó; hice un esfuerzo y me puse a revisar los bolsillos de Xavier, tenía dinero, monedas, una navaja suiza, un pañuelo arrugado. Mi cuerpo se tambaleaba. Encontré en el bolsillo interior de su chaqueta, un salvoconducto con la fotografía de Xavier, emitido por la Comandancia Alemana de Paris; junto había un papel con textos escritos en español, entendí las palabras: División Azul
mis ojos no podían fijarse bien, me sentía muy mal, me acosté en el catre y me cubrí con una manta.
Con dificultad desperté en la