España, 1929: memorias de un viaje
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Lingüista, especialista en semántica, lingüística románica y lingüística general. Dirige el proyecto de elaboración del Diccionario del español de México en El Colegio de México desde 1973. Es autor de libros como Teoría del diccionario monolingüe, Ensayos de teoría semántica. Lengua natural y lenguajes científicos, Lengua histórica y normatividad e Historia mínima de la lengua española, así como de más de un centenar de artículos publicados en revistas especializadas. Entre sus reconocimientos destacan el Premio Nacional de Ciencias y Artes (2013) y el Bologna Ragazzi Award (2013). Es miembro de El Colegio Nacional desde el 5 de marzo de 2007.
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España, 1929:
memorias de un viaje
Portada: Cartel oficial de la Exposición Iberoamericana de 1929-1930, Gustavo Bacarisas
Primera edición, 2008
Primera reimpresión, 2017
D. R. © 2017. El Colegio Nacional
Luis González Obregón 23, Centro Histórico
06020, Ciudad de México
Teléfono: 57 89 43 30
isbn: 978-607-724-227-7
isbn digital: Pendiente
Hecho en México
Made in Mexico
Correos electrónicos:
www.colnal.mx
Índice
Presentación
1. Veracruz
2. La Habana
3. Vigo
4. Santiago de Compostela
5. Madrid
6. Toledo
7. Madrid
8. Sevilla
9. Granada
10. Segovia
11. En el barco
Índice onomástico
Presentación
Mi padre , Manuel Martínez Báez, nació en Morelia, Michoacán, el 26 de septiembre de 1894 y falleció en la ciudad de México el 19 de enero de 1987.
En 1929 recibió el encargo de viajar a España para asistir como delegado del Departamento de Salubridad Pública a la Exposición Iberoamericana de Sevilla, en la que México construyó un pabellón. Según el catálogo oficial de la Exposición, la mayoría de las naciones participantes recurrieron a los estilos coloniales de distintos siglos para la estructuración de sus pabellones, pero México, con gran acierto, evoca uno de los templos precolombinos, de aquellas razas refinadamente artísticas que fueron los mayas y los aztecas
.
La Exposición Iberoamericana, desarrollada en las áreas de historia, arte y comercio, fue inaugurada por el rey Alfonso XIII el 9 de mayo de 1929 como la más grande manifestación de esta naturaleza realizada hasta el día en la nación española… como un momento propicio para intensificar las relaciones amistosas de más de veinte pueblos, cuyos vínculos de raza, de idioma o de intereses dan a la Exposición unos valores espirituales de indudable trascendencia en el orden de los sentimientos nacionales de todos los países concurrentes
.
Más adelante, en el mismo catálogo se anotó: No hay precedente de que se haya erigido con motivo de una exposición universal un número tan considerable de edificaciones permanentes
.
El conjunto de las instalaciones principales de la Exposición se ubicó en la zona más pintoresca y mejor situada de Sevilla: el parque y los jardines de María Luisa y de las Delicias, a orillas del río Guadalquivir, en donde se construyeron los edificios que delimitaron las plazas de España y de América.
Desde muy joven, el sueño más anhelado de mi padre era visitar Europa y, en particular, España. Al ver realizada su ambición, decidió guardar para sí mismo las impresiones de su viaje por lo que, armado de una máquina de escribir y de una pesada cámara Graflex, registró con cierta asiduidad sus andanzas, desde el 4 de febrero de 1929, cuando se embarcó en Veracruz, hasta el 15 de agosto, al inicio del viaje de retorno a México.
Estas notas permanecieron ignoradas por muchos años en su biblioteca, hasta que las descubrí después de su fallecimiento. Nunca las mencionó, por lo que supongo que no tuvieron para él más fin que recordarle las impresiones de ese su primer viaje al extranjero.
Al revisarlas pensé que tendrían cierto interés, al menos para sus familiares cercanos y los pocos amigos que le sobreviven. El hallazgo posterior de un álbum de fotografías que contenía reproducciones de las imágenes que había captado con su Graflex en ese viaje inicial me convenció de hacer una edición de estas memorias de un viaje
.
Entre los muchos personajes que aparecen en estas memorias destacan algunos por la frecuencia con que son mencionados, por la cercanía con mi padre o por su importancia como científicos, humanistas o artistas. Presento a continuación un brevísimo bosquejo de algunos de ellos.
Américo Castro (1885-1972). Ensayista, filólogo e historiador español. Fue embajador en Alemania durante la Segunda República española. Se exilió en Estados Unidos, donde ejerció la docencia en las universidades de Princeton y San Diego. Regresó a España en 1970. Según él, la época medieval representó para España la raíz de su ser histórico. Subrayó el peso del legado semítico en la cultura española.
Tomas G. Perrín (1881-1956). Histólogo nacido en Valladolid. Trabajó con don Santiago Ramón y Cajal. Su tesis doctoral fue el primer trabajo español sobre el agente causal de la sífilis. Emigró a México, donde fue catedrático de histología de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México. Publicó en 1946 un Manual de Histología Normal y Humana. Murió en la ciudad de México. El doctor Isaac Costero se refirió a don Tomás como un inolvidable histólogo, espejo de caballeros y prototipo de amigos
.
Gabriel Fernández Ledesma (1900-1983). Pintor, grabador, escritor y promotor cultural. Nació en Aguascalientes y murió en la ciudad de México. Fue profesor en la Secretaría de Educación Pública y en la Universidad Nacional, donde creó, dirigió y editó en 1928 la revista de artes plásticas Forma, publicación en la que se mostraron obras de Siqueiros, Orozco y Tamayo, entre otros. Por medio de sus exposiciones y creaciones artísticas contribuyó a la renovación de las artes gráficas en México durante el siglo xx.
Pío del Río Hortega (1882-1945). El más importante científico seguidor de la escuela de neurohistología de Cajal. Nació en Portillo, provincia de Valladolid, y falleció en Buenos Aires. Su descubrimiento de un nuevo tipo celular del sistema nervioso, hasta entonces desconocido, le dio fama, honores internacionales… y cierto distanciamiento con Cajal. Al comienzo de la guerra de España viajó a Francia, Inglaterra y finalmente Argentina, en donde formó una importante escuela de neurohistólogos. Uno de sus discípulos, el doctor Isaac Costero, lo definió como el prototipo del investigador puro, diestrísimo técnico injertado en mente de artista
. Para los expertos, sus contribuciones merecían haber sido reconocidas con el Premio Nobel.
El consejo y la inapreciable ayuda de Antonio Bolívar, editor profesional si los hay, aunados al trabajo espléndido de María de la Mora Lasa, hicieron posible la edición de este volumen, que encierra las impresiones de un médico mexicano sensible, enamorado de España, de sus gentes y de su cultura.
Adolfo Martínez Palomo
Ciudad de México, enero de 2008
1. Veracruz
Lunes 4 de febrero
Hoy he visto bien el mar , que me pareció más bello de lo que yo había soñado; un mar de color azul indescriptible, con ricas tonalidades de verde y moteado con crestas de espuma blanca. Bellísimo, nunca me cansaría de contemplarlo. No vi animales marinos, como hubiera querido. Recogí algunas muestras de algas que llevé al hotel para tratar de prepararlas y conservarlas, y también vi una medusa, una aguamala, como aquí las llaman, con forma de globo ovoide, transparente, de colores irisados entre azul y rosa, y colgando de ese globo algo a modo de un fleco de color. Yo me hubiera quedado allí por toda la tarde, pero iba con mis amigos y tuve que volver con ellos al hotel Terminal. Mientras descansaban, fui a los muelles y vi los barcos Monterrey , Morazán y uno inglés que descargaba trigo argentino; más lejos, el Río Bravo . Volví al hotel hasta que fue hora de que Robles y Martínez de Alba partieran hacia Jalapa. Me quedé entonces con González Casanova. A poco llegó Gabriel Fernández Ledesma pero se fue pronto. Salimos entonces González Casanova y yo y fuimos andando hasta el malecón; charlamos largamente sobre lingüística y sobre otros temas que me interesaron mucho, por lo cual me fue muy grata la compañía de Pablo. Ya bien obscurecido volvimos al centro; estuvimos en la plaza viendo pasear a las muchachas y después volví al hotel.
La principal impresión de este día fue la que me dio el mar. Ella sola justifica un viaje a Veracruz, pero es inútil tratar de describirla.
Me llamó la atención que todas las personas con quienes hablé —empleados, choferes, cargadores—, todas son muy corteses, tratan a uno con amabilidad y dan una impresión de franqueza, de espíritu abierto, de acogimiento. Será tal vez porque tienen que vivir de lo que dejan los que por aquí pasan. Lo mismo da, me quedo con el hecho sin buscarle explicaciones que amengüen su mérito.
Miércoles 6 de febrero
El día de hoy ha sido uno de los que me han traído mayores emociones desde que inicié mi viaje. Por la mañana me ocupé en gestionar que llevaran mi baúl desde la estación a la Aduana y de allí al barco. Mientras el cargador lo arreglaba todo estuve escuchando la conversación que tenían varios cargadores del puerto, sobre la aviación y otros temas. Unos informaban a los demás, según lo que habían leído en El Dictamen, y los otros escuchaban esa información y hacían comentarios de su cosecha, todos ingeniosos, todos absurdamente fantásticos, pero era muy interesante oírlos discurrir en su lenguaje peculiar, suave y con algo como un dejo cariñoso, un modo de hablar que se ha de prestar admirablemente para decir piropos, para hacer elogios, y del que uno no podría esperar que también sirviera para decir insultos.
Después de haber dejado resuelto lo del baúl subí al barco por primera vez. Arreglamos lo de Migración y fui a conocer mi camarote. Mi compañero estaba muy contrariado porque había imaginado que tendríamos un camarote amplio, situado muy alto, sobre la cubierta, y resultó que el camarote es estrecho y está situado relativamente bajo, pero es exterior y eso permite que tenga buena ventilación, tan necesaria mientras haga calor como ahora. Cuando llegamos, la temperatura que había hacía pensar en una estufa, pero poco después se compuso y más tarde hasta cerré la ventila porque estaba entrando un viento demasiado fresco.
Ya en el barco pronto me reuní con Tomás Perrín, cuya compañía me ha sido siempre tan grata. Charlamos mucho, miramos largamente el mar y nos divertimos con el movimiento de los pasajeros en el barco. Pasaron las horas y dieron las seis, que era la anunciada para la salida, pero el barco no se movió. Algunos amigos llegaron, seguimos paseando por el barco y continuaron pasando las horas hasta que llegó la de cenar. Fuimos al comedor, amplio, lujoso aunque no con buen gusto y me tocó sentarme con mis compañeros Guillermo Ruiz y Gabriel Fernández Ledesma y con un andaluz que al parecer tiene alguna relación con el torero Gitanillo de Triana. Yo habría preferido tener un asiento en la otra mesa, con el doctor Perrín, González Casanova y el buen Albarrán, tan sencillo y bueno, y que me ha sido muy simpático.
La cena estuvo muy bien. Un menú sencillo, abundante, bien preparado, muy bien servido. Yo bebí dos copas de vino blanco y no tuve después molestia alguna. Siento que si yo no naufrago con el barco, al menos aquí naufragará mi resistencia al vino. El que hemos bebido hoy, discretamente seco, era muy agradable. Mientras cenábamos, la orquesta tocaba y yo sentía como si estuviera en el restaurante de un hotel de lujo, entre amigos nuevos, disfrutando de una fiesta. Estos momentos fueron para mí muy agradables. Me dejaron una impresión que me pareció semejante a la que Pierre Nozière imaginaba que sentirían los favorecidos por la suerte para asistir al banquete del día de San Carlomagno, que una vez por año se celebraba en el colegio al que él asistía. Sólo que aquí ahora la realidad no había defraudado a la ilusión.
Pasamos después al fumador, a tomar el café. Los puros, que me costaron cinco centavos cada uno en Veracruz, están sencillamente magníficos, como los mejores. Tomé una tacita de café y charlamos mucho con el doctor Perrín, el cónsul de España, González Casanova, González Rojo, etc. Nació allí la idea de hacer unos juegos florales en el barco, así como un periódico diario. Mientras, desde la cubierta, Fernández Ledesma y Ruiz Casanova tenían la misma idea y proyectaban invitarnos a secundarla.
Al fin me sentí cansado y me metí en el camarote. Era imposible dormir, tanto por el calor como, sobre todo, por los ruidos de las grúas y de la máquina. Poco después sonó la sirena y, creyendo que