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El sueño de Iván
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El sueño de Iván
Libro electrónico156 páginas3 horas

El sueño de Iván

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Por primera vez en la historia del fútbol, una selección de niños va a enfrentarse a una selección de los mejores jugadores del mundo. El motivo: recaudar fondos para los damnificados de un terremoto. El partido tendrá lugar en el estadio Azteca de  México y, evidentemente, los niños no tienen ninguna posibilidad de ganar, ¿o sí? Iván, uno de estos niños futbolistas, nos contará todo en primera persona. Bueno, y también lo que pasó después de que Paula le diera aquel beso, y cómo Morenilla, el matón de la clase, se llevó un buen remojón.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 mar 2013
ISBN9788467561487
El sueño de Iván
Autor

Roberto Santiago

Roberto Santiago nació en Madrid en 1968. Estudió Imagen y Sonido en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Complutense de Madrid y Creación Literaria en la Escuela de Letras de Madrid. Ha sido guionista de televisión, redactor para agencias publicitarias de Madrid, realizador de vídeo clips y ha publicado varias novelas. Entre otras, la colección Los Futbolísimos , un fenómeno editorial que se ha convertido en una de las colecciones de literatura infantil más vendidas en nuestro país en los últimos años, y que ha sido traducida a varios idiomas. Su primera novela, El ladrón de mentiras , fue finalista del Premio El Barco de Vapor. Y ganó el Premio Edebè de Literatura Infantil con Jon y la máquina del miedo . Recientemente ha comenzado la saga Los forasteros del tiempo . Ha escrito y dirigido, entre otras, las películas El penalti más largo del mundo (nominado al Goya al Mejor Guión), El club de los suicidas (basada en la novela de Robert Louis Stevenson), Al final del camino (rodada íntegramente en el camino de Santiago), la coproducción internacional El sueño de Iván (patrocinada por Unicef por su valores para la infancia), o la comedia de terror independiente La Cosecha (premio al mejor film en el Festival de Terror de Oregón). Su cortometraje Ruleta participó en la Sección Oficial del Festival de Cannes. Además, ha colaborado como director y guionista en varias series de televisión. En teatro ha escrito las adaptaciones de Ocho apellidos vascos y El otro lado de la cama (premio Telón al Autor Revelación). Así como los textos originales Share 38 (premio Enrique Llovet), Desnudas (accésit Premio Sgae), La felicidad de las mujeres , Topos , El lunar de Lady Chatterley o Adolescer 2055 .

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    El sueño de Iván - Roberto Santiago

    1

    Me llamo Iván, acabo de cumplir once años y voy a jugar un partido contra los mejores futbolistas del mundo.

    Pero antes tengo que atrapar una gallina.

    En estos momentos estoy corriendo por un pasillo larguísimo de un hotel. Y una camarera me está mirando como si me hubiera vuelto completamente loco. Pero no dice nada. No le da tiempo, vamos demasiado rápido y está con la boca abierta, sin saber qué hacer.

    Esto es lo que mira la camarera: una gallina que dobla la esquina y corre hacia ella a toda velocidad. Y detrás de la gallina, corriendo también por el pasillo, veintiún niños vestidos de futbolistas.

    No es muy normal encontrarse en un pasillo de hotel una gallina y un montón de niños corriendo detrás de ella.

    La gallina pasa al lado de la camarera a toda velocidad. Como un cohete. Las dos parecen muy asustadas: la gallina y la camarera.

    –Allez, allez!

    El que va primero, diciendo «Allez, allez», es Clairac. Es el mayor, tiene doce años, y además es el capitán del equipo, y es francés. Por eso dice «Allez, allez» en vez de «Vamos, vamos», que es lo que habría dicho yo.

    Detrás de Clairac van un niño japonés y otro camerunés, gritando sin parar. Y justo detrás de ellos, un angoleño, un mexicano, un francés y un alemán. Y otros muchos niños de todo el mundo.

    Y también voy yo.

    –¡Vamos, Iván, corre! –dice Hugo.

    No es que yo fuera el último por ser el más lento. Iba el último porque los otros corrían más. Yo estaba guardando fuerzas porque cazar una gallina no consiste solo en correr mucho. Aunque lo parezca.

    Mi amigo Hugo se pega un trompazo. Por correr demasiado y pensar poco. Se adelanta a los demás y se tira encima de la gallina, pero el bicho cambia de dirección en el último momento, y se mete en la puerta de un ascensor que se acaba de abrir. Y claro, Hugo se estampa contra el suelo.

    Dentro del ascensor, hay una pareja de turistas que se asustan muchísimo al ver una gallina y veintiún niños gritando y corriendo.

    Los turistas gritan más y más fuerte según nos acercamos a ellos.

    Y nosotros gritamos todavía más según corremos hacia el ascensor.

    Todo es un verdadero disparate, como dice mi padre. Cuando hay algo que no entiende, siempre dice lo mismo: «Esto es un disparate».

    Clairac y los que van delante llegan a la puerta del ascensor, pero se les cierra en las narices. Kunde, el camerunés, empieza a dar golpes en la puerta y a decir cosas en su idioma.

    Y entonces Clairac se da la vuelta, nos mira y vuelve a decir:

    –Allez, allez!

    Y sale corriendo a toda pastilla escaleras abajo. Todos los demás le seguimos, porque para eso es el capitán.

    Al cruzar la puerta, echo un último vistazo a la camarera, que sigue en el pasillo con su carrito, pegada a la pared, resoplando y con los ojos muy abiertos.

    Bajamos las escaleras. Los veintiuno. Metiendo muchísimo ruido con nuestras botas de fútbol. Corriendo, saltando, como sea.

    Cuando salimos otra vez al pasillo, miramos a todos lados. Ni rastro de la gallina.

    –Shhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.

    Clairac nos pide que nos quedemos totalmente parados, sin hacer ruido.

    Nos quedamos todos quietos. Mudos. Escuchando atentamente.

    Se oye el ruido de la calle a lo lejos.

    Algunos clientes del hotel en el hall.

    Unas maletas con ruedas en la puerta de entrada.

    Y entonces se puede oír: «¡La gallina está en el jardín!».

    Salimos otra vez disparados detrás de ella. No sé si ya he dicho que las gallinas no se dejan coger fácilmente.

    Cuando salimos a la piscina, la gallina está montando un buen espectáculo.

    Está subida encima de una mesa del restaurante. Y dos clientes japoneses no paran de gritar y de agitar sus servilletas blancas, intentando asustarla. Una señora mayor, muy elegante, le intenta dar a la gallina con su bolso.

    La gallina da un salto y corre entre las mesas. Seguramente se estaría preguntando qué le había hecho ella a aquella gente para que la tratasen así. Suponiendo que las gallinas se pregunten algo.

    Nosotros corremos como locos entre las mesas, persiguiéndola. Pero alguno de los que van delante, no sé si es Balenko o Vasily o quién, se tropieza con el camarero que lleva una bandeja y se cae de bruces. Y se monta un tapón increíble en mitad del restaurante.

    Viendo a casi todos en el suelo delante de mí, pienso: «Esta es la mía». Y entonces paso por encima de mis compañeros intentando no pisarlos porque llevo las botas de fútbol puestas. Aunque la verdad es que a más de uno le piso sin querer.

    Veo la gallina unos pocos metros delante de mí.

    Pego un salto tremendo.

    La voy a coger.

    Ya casi la tengo.

    Y justo en ese momento…

    Un chorro de agua me pega en la cara.

    Más que un chorro, es un chorrazo, porque de la fuerza que lleva me tira de culo. Un jardinero, que está regando el césped de la piscina, justo se ha dado la vuelta cuando yo estoy a punto de atrapar la gallina.

    El hombre me pregunta si estoy bien.

    Pero la verdad es que no estoy nada bien.

    La gallina se ha vuelto a escapar, cuando la tenía a punto. Y yo estoy empapado y tirado en el suelo, viendo cómo se aleja por el callejón del fondo. Mis compañeros se levantan como pueden y continúan la persecución.

    Creo que ya lo he dicho, pero lo voy a repetir por si alguien no se ha enterado.

    Mi nombre es Iván, hoy cumplo once años, y voy a jugar un partido de fútbol contra los mejores del mundo.

    Pero ahora mismo estoy en un hotel de México persiguiendo una gallina.

    2

    Voy a contar un par de cosas sobre mi colegio, y sobre cómo llegué a México.

    Que yo recuerde, siempre he ido al colegio de La Alcudia, que está en Elche, que es una ciudad que está en Alicante, que es una provincia de España, como todo el mundo sabe.

    O eso creía yo, porque hay mucha gente aquí en México que no lo sabe, y que nunca han oído hablar de Elche ni de Alicante.

    Mi colegio tiene un patio de recreo con un campo de fútbol.

    Y yo siempre he jugado al fútbol en ese campo. Desde que era muy pequeño, cuando casi no podía ni con el balón.

    Porque a mí lo que más me gusta en el mundo es el fútbol.

    Mi madre dice que ya era futbolista desde que estaba dentro de ella. Por lo visto no paraba de dar patadas y de moverme dentro de la tripa cuando escuchaba un gol en la televisión o en la radio.

    Eso dice.

    Aunque a lo mejor exagera.

    A mi madre, que se llama Julia, le gusta exagerar un poco las cosas. Una vez le dijo a una vecina:

    –Mi hijo es el mejor estudiante de todo el colegio.

    Y se quedó tan ancha.

    –El mejor.

    La verdad es que yo no era el mejor del colegio, ni siquiera el mejor de mi clase ni nada parecido.

    Pero ese trimestre yo había sacado una A+ en Lengua y Literatura, y como nunca había sacado una nota tan buena, pues mi madre estaba supercontenta, y se lo contaba a todo el mundo.

    A su manera, claro.

    Mi padre se llama Genaro y es socio abonado del Elche, y que yo sepa no ha jugado al fútbol en toda su vida.

    Pero me ha contado un millón de veces que cuando yo estaba en la cuna y me ponía a llorar, en vez de cantarme una nana me ponía el Carrusel Deportivo para que me calmara con los goles.

    No sé si es verdad, porque yo era un bebé y no me acuerdo de nada de eso.

    El caso es que me paso el día jugando al fútbol en el colegio, en el parque y, los fines de semana, en la ciudad deportiva.

    Y cuando llego a casa, sigo jugando en la Play con mi vecina Paula.

    Paula es mi mejor amiga y también le gusta el fútbol, y además dice García Corderas que es la más guapa de todo 6º B.

    Es rubia y tiene unos ojos muy grandes, y cuando te mira con esos ojos parece que te está mirando con rayos X.

    Pero lo mejor de Paula es que le gusta el fútbol tanto como a mí. Se sabe todos los nombres de todos los jugadores de todos los equipos del mundo. O casi.

    Paula y yo estamos todo el tiempo discutiendo:

    Qué equipo juega mejor.

    Quién metió el mejor gol de la última jornada.

    Cuál es la mejor liga: la premier, el calcio o la liga española.

    Podemos discutir horas y horas, y nunca nos ponemos de acuerdo.

    Paula tiene canales de pago y allí vemos muchos partidos de

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