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Memorias de un lugar que fue tuyo: y los cuentos que ahí escribí
Memorias de un lugar que fue tuyo: y los cuentos que ahí escribí
Memorias de un lugar que fue tuyo: y los cuentos que ahí escribí
Libro electrónico139 páginas1 hora

Memorias de un lugar que fue tuyo: y los cuentos que ahí escribí

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Un cantautor de Úbeda escribió que uno no debería tratar de volver al lugar donde alguna vez fue feliz, parafraseaba así el texto de una novela sobre la disyuntiva entre volver a esos lugares del pasado o dejar el recuerdo intacto. Tanto la canción como el libro evocan una nostalgia visceral, enraizada en el ayer, en las imágenes, las calles y la gente que vieron a los protagonistas nacer, convertirse en viajeros del mundo y partir, sin la certeza de un retorno.
Y en este ambiente nacen las memorias y los cuentos que escribí. El nombre del pueblo de donde tomé la inspiración será diferente al del lugar de origen de muchos de los lectores, pero si este libro logra su objetivo, quizá cada quien podrá leer entre líneas y encontrar el rostro de su padre, el camino hacia casa, la compañía del chucho de la calle, la fiesta del vecindario o incluso las frases que su madre usaba con frecuencia.
Para quienes un día corrieron a casa al salir de la escuela, sin pensar que sería la última vez; para los que se reunieron en una esquina, sin imaginarse que aquellos rostros se quedarían solo en las huellas del recuerdo; para quienes han recorrido el mundo en busca de una tierra prometida, y solo la encontraron al volver a casa... para ustedes, estimados lectores, son estas líneas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 mar 2020
ISBN9783750490192
Memorias de un lugar que fue tuyo: y los cuentos que ahí escribí
Autor

Manuel Guillermo Zuleta Marroquin

Manuel Guillermo Zuleta Marroquin nació el 5 de enero de 1983, en un hospital de Antigua Guatemala. Es hijo de Marta Marroquin y de Guillermo Zuleta, tiene tres hermanos: Lorena, Juan Carlos y Luis Fernando. En 2010 salió del país y desde entonces trabaja como catedrático de inglés y español en la Universidad Popular en educación para adultos y ha participado en varias obras teatrales. Fue gracias al teatro que conoció a la Dr. phil. Natalia González de la Llana, quien amablemente leyó algunos de los textos que aquí aparecen e hizo algunas recomendaciones para mejorar el contenido. Una parte muy importante de su contribución, sin embargo, fue el apoyo, positivismo y ánimo para llevar a cabo este proyecto. Además de los cuentos y relatos de este libro, Guillermo escribió varios textos que van desde la novela Cartas para un amor ausente, una antología de poemas, ensayos, obras de teatro y cuentos que, por sus características, no aparecen en estas hojas.

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    Memorias de un lugar que fue tuyo - Manuel Guillermo Zuleta Marroquin

    A mi familia y amigos

    (pa´que nadie se enoje)

    Indice

    Introducción

    Memorias de un lugar que fue tuyo

    Jugos para Doña Chayo

    El afilador

    Ticos, triángulos y fichas

    Luces rojas y tamales

    La historia de Juanjo

    Chuchoasqueroso

    Temporada de trompos

    La vida entre maletas y un ropero

    Un simple pueblo

    Un segundo para decir adiós

    La corta vida que cambia tu vida

    La persistencia de una promesa

    Un corazón sin distancia

    Los cuentos que ahí escribí

    Solo una

    Del color del amanecer

    A tres noches del cielo

    Noche estrellada vestida de mujer

    El baile de Otoño y Viento

    Una carta para el castillo

    Los autores

    Introducción

    Memorias de un lugar que fue tuyo

    Con estos textos intento plasmar en papel las historias que he guardado con alegría, con tristeza, con nostalgia. El libro se divide en dos secciones: la primera contiene narraciones que tienen relación con la vida como la recuerdo en mi pueblo y con experiencias que formaron parte del día a día.

    Las historias se desarrollan en ambientes con los que espero que los lectores puedan fácilmente identificarse y volver a vivir aquellas memorias que son tan similares, a pesar de la diversidad de nuestra sociedad.

    El cambio constante, especialmente acelerado en años recientes, nos convierten en una versión diferente de lo que fuimos y en ese cambio perdemos, frecuentemente, el tiempo para reunirnos con la familia, para convivir con los amigos, para conversar y recordar a las personas, lugares y momentos que de una u otra forma nos ayudaron a ser quienes somos.

    Traté de escribir de modo general y, cuando fue posible, desde la perspectiva y el lenguaje propio del niño que fui.

    Algunas ideas están abiertas a interpretación y otras son más sencillas para que el lector pueda vislumbrar entre líneas a los personajes y lugares que aparecen descritos.

    Mi deseo es que cada quien ubique el tiempo y lugar que más se asemeje a sus propias experiencias.

    Los nombres no corresponden necesariamente a la persona que inspiró cada historia y aunque algunos textos están basados en hechos reales, otros son una mezcla de lo que recuerdo, lo que escuché y lo que imaginé, mientras que otros son totalmente producto de mi imaginación. Dejo a cada quien la interpretación, continuación o el final de las historias y el significado de algunas frases y personajes que aparecen.

    Este libro busca la preservación de un poco de la memoria colectiva, de la cultura y costumbres que empiezan a ser parte exclusiva del pasado. Aparecen expresiones en lenguaje coloquial y términos regionales, por ello incluyo un glosario al final.

    Los cuentos que ahí escribí

    La segunda parte nos lleva a tierras lejanas, a las estrellas, a valles secretos, al corazón de un volcán, a las esquinas del universo. Los personajes, en su mayoría seres humanos con un tinte de fantasía, conviven en tierras místicas, perdidas en el tiempo, sin ubicación exacta, pero también en duras calles y fríos parajes.

    No figuran ogros ni dragones, pero sí existe un toque de encanto en cada uno de los protagonistas. Con el deseo de transmitir un mensaje positivo, pero sin llegar a sonar moralista, cada cuento contiene un aspecto relacionado con el mundo real. Los finales no son particularmente felices ni totalmente tristes, sino abiertos a interpretación.

    El tinte de nostalgia y melancolía que he intentado expresar refleja el sentimiento que me motivó a escribirlos y la conexión que existe, en gran parte, con la vida en mi pueblo y la cultura de mi país.

    El contenido quizás apele más a adultos y jóvenes que a niños, debido a la temática, relacionada con la vida, con el amor apasionado, la pobreza, la muerte, la soledad y la esperanza, todo ello de una manera que no necesariamente alude al mundo infantil.

    Cada uno de los cuentos tiene un vínculo directo con personas y situaciones reales, así que puede que exista un parecido entre algunos de ellos. La relación entre seres mortales e inmortales es una constante, y lo utilizo como un analogía sobre las dificultades que a veces surgen en la convivencia entre personas de diferentes culturas, niveles sociales, creencias y formas de pensar.

    Si en algún momento el lector hace una pausa, busca entre sus recuerdos y encuentra una escena similar a la que acaba de leer, este libro habrá logrado su cometido.

    Sin más preámbulo, solo me queda preguntar, estimados lectores... ustedes, ¿se acuerdan?

    Memorias de un lugar que fue tuyo

    Jugos para Doña Chayo

    Ayer murió don Pedro. Se quedó sentado a la par del camino que lleva a su terreno. Lo encontraron en el monte unos señores que regresaban al pueblo después de alimentar a las vacas y de cortar zacate. Oyeron los ladridos del Colocho, el chucho de don Pedro, y al acercarse al lugar de donde provenía el sonido, encontraron el cuerpo. Lo trajeron por la tarde y rapidito arreglaron lo de la caja y lo del velorio. Ahora es noticia en la tienda de doña Mila y en el pueblo cada quien cuenta su propia versión sobre lo que pasó.

    Las vecinas de doña Chayo, la esposa de don Pedro, llegaron a barrer y a arreglar la casa, porque la señora está viejita y ya no puede hacer mucho sin ayuda, menos ahora que está tan triste. Pusieron una moña negra en la puerta, cubrieron las paredes con nailon, hicieron unos arreglos de flores y dejaron un vaso con agua y una veladora a la par de la caja. Hay sillas y mesas de metal por toda la casa y una lona cubre la parte del patio frente al cuarto donde está el difunto. Hay mucha gente.

    Llegaron familiares, amigos y gente de esa a la que le dicen buscavelorios. Yo venía a jugar con Juanca, el nieto de los señores, pero ya sé que no vamos a poder ir al parque. Juanca y yo vamos juntos a la escuela, estamos en segundo de primaria, con la seño Debby.

    Juanca es muy bueno para jugar fut y para hacer juguetes de madera. Seguido va al monte a traer pino, roble y palo blanco para hacer trompos, ondas y figuritas de animales. Es pilas para esas cosas, pero no le gustan los números ni hacer deberes. Yo lo ayudo con las planas y él me enseña a hacer trompos o me regala alguno de los animales que ha tallado. Casi siempre anda silbando o cantando, pero hoy, cuando lo veo salir de la cocina, apenas lo reconozco. Se ve tan triste, tan desanimado, parece como si se moviera diferente, como si todo pasara más lentamente.

    No sé qué decirle, él tampoco sabe qué decir... mejor no decimos nada fuera de lo normal y nos vamos a jugar ticos a la huerta, lejos de donde está la gente.

    En la huerta las gallinas y los coches hacen bulla para que les den de comer. Un patojo les trae restos de comida y maíz, con eso se callan y entonces podemos oír las voces de los señores que empiezan a llegar. "Cómo era de arrecho, todavía se fue a ver la siembra. Pobrecito, es que ya´staba grande. Mire usté, si cabal ayer me lo encontré."

    Doña Chayo llora en el cuarto donde está la caja, lleva un pañuelo en la cabeza y un rebozo negro. Sentada, con la mirada perdida en ningún lugar, solo reacciona cuando alguien se acerca para darle el pésame o cuando las patojas que ayudan en la cocina preguntan dónde están las ollas, las paletas y esas cosas. Hicieron fuego en el patio, pusieron un apaste grande y varias señoras preparan comida. El Colocho está tirado en el patio, tiene una pita roja alrededor del cuello, para amarrarlo cuando salen de la casa y tienen que cruzar la carretera. El chucho se despierta cuando alguien pasa muy cerca y lo asusta, mira para todos lados y después de oler el ambiente se va hacia el cuarto donde está don Pedro.

    Ahí se queda, mirando a doña Chayo, mirando la veladora y chillando sin dejar de mover la cola. Una señora quiere sacarlo, pero doña Chayo le dice que no hace falta. Déjelo, está buscando a su dueño. Algo entiende el animalito. Es que lo quería mucho. Tengo que irme por un momento, me despido de Juanca y le digo que al rato regreso. Cuando llego a casa, mi mamá pregunta

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