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Libro electrónico76 páginas58 minutos

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¡Prepárense para gritar por siempre!
Howie Payne y Nick Enlow trabajan en el turno nocturno de Big Carl - Transferencias de Videos y Servicios Multimedia. Durante las noches, un extraño video comienza a aparecer regularmente en el drive. Al principio, Howie y Nick creen que es un proyecto artístico de terror que alguien del turno diurno les está enviando en secreto. Mientras el video progresa, el obsesionado dúo descubre algo mucho más oscuro y profundo.
El autor de horror, Terry M. West, los invita a conocer la Habitación Verde y a su habitante principal, El Chillón, en su nueva novela de absoluto terror. .

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento7 jun 2020
ISBN9781071546314
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    Conexión - Terry M. West

    Para mi hijo Terrence, cuyo amor por Creepypasta y Five Nights at Freddy’s inspiró esta historia.

    Put Your Arms Around Me Honey Compuesto por Albert Von Tilzer . Letra de Junie McCree. Publicado por York Music Co., New York, 1910.

    1.

    El mundo es un contenedor de basura incendiándose con furia, Howie, dijo Nick Enlow mientras entraba a la sala de edición de Big Carl Transferencias de Videos y Servicios Multimedia.

    Howard Payne miró a su compañero millenial luego de echar un vistazo al reloj en la pared. El muchacho había llegado tarde otra vez. A Howard (Howie para sus amigos) no le importaba. Si a Big Carl no le importaba una mierda, ¿por qué le importaría a él? Pero sus ojos siempre se desviaban hacia el reloj cuando el muchacho aparecía. El Howie de Pavlov. Normalmente Nick llegaba al pequeño y oscuro cuarto de Big Carl con ira acumulada. Era algo que debería molestar a Howie, pero a éste le parecía mayormente entretenido. Más allá de la ocasional cinta mal etiquetada con porno casero, no había muchas cosas entretenidas por hacer en el hoyo de edición.

    ¿Es esta una súbita epifanía? dijo Howie. Estaba cuidando un video en la bandeja beta que transmitía al drive público. Howie rezó para que no se la comiese. No estaba de ánimos para gastar cinta. Había un ligero gemido que sonaba como el cinturón del motor de carga de la bandeja funcionando. Tendría que abrirla de un golpe si el sonido empeoraba.

    Nick puso su bolso del almuerzo junto a su Mac y guardó sus llaves. Luego colocó el cable del cargador en su teléfono. Es peor de lo que imaginábamos. Estamos arruinados. Pronto no podrás caminar afuera sin un traje anti-radiación de teflón, dijo Nick, finalmente tomando su silla y prendiendo su computadora. Esos malditos millonarios están secretamente terraformando un planeta.

    Sabes, estaba escuchando una charla conservadora mientras venía. El anfitrión decía que el cambio climático es en realidad un gran fraude llevado a cabo por una camarilla socialista que quiere controlar a la humanidad, bromeó Howie. Él no creía en esas estupideses ni por un minuto, pero sabía que a Nick le quedaría dando vueltas.

    Maldita sea, Howie, le advirtió Nick. No me hagas empezar.

    Siempre ha habido pesimismo allí afuera, pequeño. Estamos rodeados. Especialmente cuando eres joven. Te terminas acostumbrando. La única diferencia entre tú y yo, es que yo no necesito una bolsa para respirar cada vez que veo las noticias.

    Nick frunció el ceño. Se pasó la mano por su enmarañado cabello oscuro, un cabello que Howie, casi calvo, envidiaba mucho. ¿Llevas puesto tu brazalete de alerta médica, verdad viejo? Puede que deba dejarte solo por treinta segundos para ir a mear. Y los tipos de tu edad pueden palmarla por simplemente estornudar muy fuerte, dijo él con una sonrisa oscura y burlona.

    Howie rió y quitó la cinta. La puso en el rebobinador. Le caía bien el chico. Ya llevaban seis meses trabajando juntos. Howie no tenía hijos, al menos no que él supiese (cosa con lo que solía bromear).

    Se había divorciado dos veces. La primera a los veinte y había durado casi un año. Su nombre era Melissa Ronald. Era bipolar pero también era una bomba, una hermosa rubia adicta a las pastillas dietéticas. Que puediese matarlo mientras dormía sólo hacía que el sexo fuese más intenso. Él la dejó luego de la tercera cicatriz que le hizo. Dolores Noble sucedió a sus treintas. Esa duró once años. Dolores era sólida y a su vez dulce. Él odiaba la idea de lastimarla, pero ella quería tener hijos y ya no quedaba mucho tiempo. Howie no quería. Llegó un ultimátum y eso fue todo. Dolores nunca tuvo hijos. Culpaba a Howie por haberle robado el tiempo a su reloj biológico. 

    Howie siempre supo que era demasiado egocéntrico para tener niños. Pero por alguna razón desconocida, Nick, ese pequeño mocoso estúpido, le inspiraba algún que otro momento paternal de vez en cuando.

    Howie primero había pensado en Nick como pensaba de la mayoría de los niños de su edad: blando, sensible, y con un supuesto derecho a todo. Pero Nick era más hábil que el resto. Podía ser pedigüeño, pero también sabía dar. Tenía sentido del humor, y eso era importante para Howie.  Si tuviera un niño, y supiese de su existencia, se imaginaba que podría haberle salido mucho peor que Nick Enlow.

    Howie recordaba al último chico que se había pedorreado en la silla que ahora era de Nick. No podría recordar el nombre de ese gasto de esperma, aunque fuese para salvar su vida. Percy. Perry. Parker. Algo por ahí, aunque Pussy hubiera sido el que mejor le quedaba. Esa maldita mierda se quejó de todo durante su corta estadía en Big Carl. Y no de manera entretenida. Era un llorón insoportable con un aro en el labio, cabello azul,

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