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Porque el ayer nunca se queda donde lo dejas
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Porque el ayer nunca se queda donde lo dejas
Libro electrónico139 páginas2 horas

Porque el ayer nunca se queda donde lo dejas

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Información de este libro electrónico

Lo que empieza como un anodino periodo vacacional en el sitio arqueológico de Palenque, se convierte en una pesadilla con la potencia de un rayo, un rayo que al tiempo que destroza cualquier esquema de vida familiar, purifica los abusos y el maltrato vividos por la protagonista de la historia, quien resulta llamarse igual que la autora de la novela.
Una trama dolorosa que se hermana con la cosmovisión maya en la concepción del alma y de la muerte del individuo. El pensamiento maya considera al individuo como una parte del mundo, donde el alma permanece y no es intangible, sino que puede asumir una forma material y comunicarse con las y los seres vivos.
"Una mirada polifónica, si esto fuera posible —pero en literatura todo lo es— a las circunstancias del hoy y del ayer, el inmediato y el más lejano, con que tienen que lidiar los personajes de la más reciente novela de Gilda. Visiones de un pasado que los confronta con los amores pero también los rencores con que tienen que lidiar, así les caiga un rayo del cielo o de la tierra para salir bien librados aunque con cicatrices". María Eugenia Merino
"Tan pronto llegó tu libro, lo leí. Estoy tan acostumbrada a la presencia y cercanía de mis seres queridos, que la sola idea de que la Gilda Salinas que conozco pudiera faltar en mi vida, me dio tanta tristeza que sentí que la fuerza del destino podría hacer añicos el esquema de mi vida. Mira, como soy tu mayor, te suplico que no me friegues". Elsa Sánchez Valera
"Termino la lectura de la novela con la última frase: "Gracias por tanto"... Goce la portada y al entrar a la lectura me fui hasta terminar, con recesos para sentir como cada palabra se iba metiendo a todo mi ser. Quisiera decirte lo que me provocaste pero es muchísimo. Hay tantas lecturas para interpretar, vivir y sentir, que es difícil expresarlo". María Eugenia Gómez Figueroa
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 oct 2020
ISBN9786079281922
Porque el ayer nunca se queda donde lo dejas

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    Vista previa del libro

    Porque el ayer nunca se queda donde lo dejas - Gilda Salinas

    © Gilda Consuelo Salinas Quiñones, (Trópico de Escorpio)

    Empresa 34 B-203, Col. San Juan

    CDMX, 03730

    www.tropicodescorpio.com.mx

    1ª Edición, marzo 2020

    ISBN: 978-607-9281-92-2

    Foto de la autora: Andrea Castillo Canizales

    Diseño de portada y formación: Montserrat Zenteno

    Cuidado de la edición: Gilda Salinas

    No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación a un sistema informático, ni su trasmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

    La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley Federal del Derecho de Autor y Arts. 424 y siguientes del Código Penal).

    Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra, diríjase al CeMPro (Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor, http://www.cempro.org.mx).

    Edición electrónica: Heurística Informática, Procesos y Comunicación Objetiva

    HECHO EN MÉXICO

    ¿Cómo hablarle a un hombre que

    no lo ve a uno? ¿Uno que ve ogros,

    sátiros o quizá el fondo del mar?

    Virginia Woolf

    Orlando

    Amo los recuerdos porque no

    aspiran a la verdad o a la perfección.

    Conchi León

    La nostalgia de los sentidos

    Todos sin excepción, incluso el más bajo,

    una vez nombrado, aumenta su

    existencia, acentúa su independencia,

    se hace suntuoso.

    Pascal Quignard

    Las solidaridades misteriosas

    Porque el ayer nunca se queda donde lo dejas

    o

    los ayeres que no se borran

    A

    Gilda Salinas la conozco hace largo tiempo. ¿Desde cuándo?… no recuerdo… Y como ella diría de ese tiempo, no sé ni dónde quedó, ni dónde lo dejamos. Lo que no he olvidado es que en alguno de sus libros confesó que seguramente está habitada por algún gen que desconoce y la ha convertido en una apasionada por escribir biografías. Las páginas de este libro no son precisamente una biografía sino un texto multifacético donde la autora y su protagonista, que son una y la misma, decidieron Escribirse imaginándose desde su propia muerte.

    Escribirse le permitió a Gilda entrar a sus zonas más oscuras, a liberarse del dolor y la angustia de las remembranzas, al desahogo que fluye en la catarsis, esa purificación por la cual nuestro cuerpo elimina elementos nocivos, nos alivia del mundo y de nosotros mismos, recordando o re-viviendo los ayeres que no se borran.

    Como las palabras de mi admirado Eduardo Galeano en El libro de los abrazos cuando nos dice: Recordar: Del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón. así Gilda volvió a pasar por su corazón momentos de infancia, las imágenes de sus padres, los sucesos alegres y aquellos de mejor no haberlos vivido, los recuerdos que renacen a través de los objetos amados que aun contienen al ser que ya no existe, a fin de cuentas, nos invita a viajar como en un limbo o La Nada, como la nombra ella, y recorrer los andamios de sus días antes de descansar por completo.

    Sin abandonar aún la sombra del cuerpo que ocupa para transitar su hogar terrestre, se acerca a la visión del mundo que la convence, ese más allá que presiente sobre cómo podría ser su final y reinicio. Por ello, la historia paralela y encuentro con un lapso de la cultura maya intercalada en estas páginas. Sucesos que reflejan una profunda investigación de sitios, tiempos y figuras de una época a las que también maquilla con un poco de ficción. Cosmogonía que habla de la muerte, de la sangre renovada, y de la necesidad de viajar al inframundo con la energía suficiente para volver a la tierra convertidos en plantas, que a su vez se transforman en otra cosa y en otra, hasta volverse de nuevo humanas y humanos. Y así como la vida y la muerte son complementos inevitables para los mayas, para nuestra escritora, la muerte no es un destino final, es un acontecer constante que se crea y destruye.

    Escribirse no es fácil por la honestidad que conlleva, y aun con todo, Gilda Salinas se zambulle en su mundo interior y tiene la valentía de compartirlo con sus lectores. Sin duda tomó distancia frente a sus experiencias, desatoró el llanto, repasó su biografía deteniéndose y organizando ideas y sentires, sucesos felices e indeseables y se liberó de las máscaras que se nos adhieren en el trayecto como costras. Al Escribirse tuvo que quitar capas, transitar por zonas secretas, escondidas, disfrazadas de olvido, y también darse cuenta de lo afortunada que es al enfrentar su lado más oscuro y reconocer sus parajes luminosos, crecer en autoconocimiento y autonomía, protestar, rebelarse, escapar de la opresión y a la vez refugiarse preguntándose, respondiéndose, volviéndose a preguntar, a través de imágenes poéticas o en boca de personajes inventados o verdaderos, lo que de la vida real no se habría atrevido a expresar. A fin de cuentas, beneficiarse del carácter reflexivo y mágico que posee la escritura y conformar su mundo con una mirada distinta.

    A las palabras dichas se las lleva el viento. Al escribirlas, quedan grabadas en el papel, en esa hoja blanca donde se expresa lo que verbalmente no somos capaces de decir. La hoja en blanco no critica, ni adjetiva, ni valora, solo recibe lo que está destinada a mostrar y espera pacientemente a que lleguen las letras, las palabras, los poemas o las historias que transformarán para siempre su existencia. Son nuestras críticas internas las que pueden hacer del acto de escribir un momento de molestia o uno de regocijo. Además, al compartirlo, nos permite un contacto doble: con el yo interno propio y el externo de quienes nos leen. Y si vamos más lejos, con el tiempo ese hecho escritural llega a ser celebrado al convertirse en literatura.

    Gilda mancha la hoja blanca y se escribe, pierde el miedo a mirarse dentro. Sus reclamos trasminan un profundo dolor, y entre muchos, el dolor de sus siete años, de las reprimendas, de los maltratos sin causa y gritos que humillan el corazón.

    Discurren sus confesiones de agresión sexual, del manoseo no permitido, de la culpa sin origen y del silencio sin remedio, ese que había que aguantar a costa del asco, la convulsión y el vómito de todo lo que se lleva dentro. Así, entre ese contradictorio sentir del amor-odio y en monólogos de insondable emoción, habla consigo misma, con su madre, con su padre, monólogos casi epistolares donde reclama hasta el último instante en el que nadie más que ella se dio cuenta de cuanto hería.

    El tono de este libro es fundamentalmente testimonial e íntimo, va de lo confesional a la denuncia. El yo tejedor de la escritora relata lo que experimenta, lo que recuerda o siente de un modo distinto y con una escritura que se resiste al olvido. Las voces narradoras son diversas: la omnisciente, la primera persona, el diálogo, hasta un yo-personaje que equivaldría a un yo lírico en poesía y que desnuda los arranques urgentes que tienen prisa por salir del sí mismo y que forman parte de nuestra historia. Y lo que envuelve al texto es el pensamiento autobiográfico, la historia vital de nuestro ser y hacer que nos ha acompañado siempre, elementos de vida grabados bajo piel con sus eternos cuestionamientos: ¿quién soy… quién fui? y cuyas respuestas observamos desde afuera leyéndonos por dentro y escribiéndonos a nosotros mismos. Esto es lo que hace Gilda Salinas al abrir los horizontes de su vida de manera diferente, donde relato y escritura son una especie de liberación y reunificación de sus fragmentos. Como diría Eduardo Galeano citándolo de nuevo: ¿Para que escribe uno si no es para juntar sus pedazos?

    Porque el ayer nunca se queda donde lo dejas es una narración valiente, un acto reparador que posee el poder de sanación. Cada momento, cada capítulo, cada página gana libertad al tomar distancia de sus propios asuntos y se adueña de la situación que en un ayer se desvanecía entre las manos.

    Tal vez la vida no es la que se vivió, sino el cómo se la recuerda al contarla…

    la vida…

    un gran sueño

    del que nos damos cuenta

    cuando termina…

    Andrea Montiel

    marzo 2020

    Palenque

    G

    ilda insistió, esta vez celebrarían su cumpleaños haciendo una ruta maya desde Villahermosa. No quería ir al Parque Museo La Venta ni al barco-restaurante para recorrer el Usumacinta y comer ostiones ahumados o empanadas de pejelagarto, que la verdad solo ahí, pero… Incluso había renunciado a visitar las cascadas de Agua Azul y verificar el estatus, después de que el temblor del 7 de septiembre de 2017 cambiara el cauce del agua y los vecinos lo recondujeran a su sitio, con lo mucho que disfruta de ese azul inenarrable, pero no, señora, esta vez solo sitios arqueológicos, iba a ser un modo distinto de fiesta, de vacación, de cambiarle al chip, dijo, y Gilda es necia.

    Volaron a la capital tabasqueña. A la mañana siguiente irían directo a Palenque para ver los nuevos descubrimientos arqueológicos en el Palacio de Pakal el Grande, visitar el museo de sitio y sobre todo la reproducción del sarcófago; ella lo había visto en el lugar original entre penumbras —y no en primera fila— cuando se bajaba por una escalera flaca, húmeda y de peralte complicado. En ese viaje repasaría lo sabido y admiraría lo nuevo en Lakamha’, verdadero nombre del sitio mal renombrado por los ibéricos. Y después, directo al estado de Campeche hasta Balamkú y de ahí Calakmul el beligerante.

    Flavia no le concedía especial importancia al viaje, pero a Gilda se le había metido el gusanito de escribir algo, quizás una novela sobre Pakal y la rivalidad entre esas dos naciones mayas: el señorío de Kan y el de B’aakal, y quizá, gracias al viaje, también pudiera elucubrar conclusiones sobre el ocaso de esa zona maya, de gran magnificencia en el periodo clásico tardío, esplendor evidente sobre todo en la arquitectura de Palenque, comparada por alguien con Manhattan.

    O a lo mejor, en lugar de ir hacia Calakmul, podían quedarse en la zona y recorrer los sitios bajos de la región del Usumacinta: Pomoná, Piedras Negras y Yaxchilán. La mujer es ambiciosa, ama la historia, no ve límites aunque los haya

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