La salvaja
Por Carmen Boullosa
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Carmen Boullosa
Carmen Boullosa (Ciudad de México, 1954), becaria de la Fundación Guggenheim, del Center for Scholars and Writers de la New York Public Library y profesora en diversas universidades estadounidenses, forma parte del Sistema Nacional de Creadores de México. Su obra ha sido merecedora de múltiples galardones, como el Premio Xavier Villaurrutia, el LiBeraturpreis de la Ciudad de Frankfurt, el Anna Seghers de la Academia de las Artes de Berlín y el Premio de Novela Café Gijón.
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La salvaja - Carmen Boullosa
BOULLOSA
LA MEMORIA VACÍA
I. PRESENTACIÓN
TRATO de oscurecer con mi sombra la tierra del exilio, mi tierra, ocultarme a la memoria vacía.
No tengo origen.
Formo con mis hermanas un muro inabordable.
Nos cegamos a la tierra que alarga el día de luminoso júbilo, a sus ojos brillantes donde brotan las ciruelas jugosas y dulces, los animales cálidos y huidizos;
al día de paredes traslúcidas, de corrales abiertos y campos poseídos por el secreto que han murmurado las semillas al abrirse.
He llegado al término de mi sombra: el día tiene abiertos los muslos y se entrega al gozo insaciable de los hombres.
EN MEDIO de este estruendo,
del golpeteo de las alas locas del viento sobre el llano,
del silbido deslumbrante con el que el río corteja a las
plácidas nubes,
los hombres recuestan su cuerpo amoroso sobre el torso del día,
hacen de la mañana el ritmo de su cuerpo.
Y nosotras,
hechas de un material que se resiste al cortejo del tiempo,
templadas en el silencio firme,
tratamos de permanecer
aunque no tenemos casa,
aunque estamos desprovistas frente al cauce ajeno.
Nos trenzamos entre nosotras los labios con los labios:
ésta es la palabra de las tres: nuestra palabra.
(Oigo un crepitar en el fuego: los pechos de las mujeres se desprenden del deseo como frutos maduros. Los pechos de las mujeres: panes recién cocidos.)
SIN ORIGEN
y sin presente:
todos mis actos caen en el pozo sin fondo de mi pasado.
EL CRISTAL silencioso
como el más abrupto ruido
me aísla.
COMO un relámpago lo haría
me detengo a oírme:
silencio
II. SURGE UN DESEO
…ENCONTRAR el sexo de hombre capaz de asir,
como un brazo vigoroso,
la belleza feroz de nuestro sexo recóndito:
los cuerpos de otras mujeres escapan de su ropa para
deslizarse palpitantes en la tierra viva:
apresan así en su piel las estaciones,
y su sexo se nutre en la humedad del musgo,
respira el aire dócil que bordea los manantiales,
intercambia su olor con el de las olas suaves de las bahías.
No:
nuestra virginidad es el único regocijo,
la sola materia que se sostiene ante el movimiento.
Los hombres cambian con su virilidad el rostro antes sencillo de las tardes de marzo.
Los fértiles e impasibles montes se recubren de días y mañanas y tardes, se adhieren al
lomo del tiempo con el vientre herido para siempre.
—Nosotras no.
El día de ayer queda suspendido en nuestros pechos firmes, bebiendo la eternidad de lo que no transcurre.
NOSOTRAS tres
no somos sino yo.
Busqué otro pronombre para poder enfrentarme.
Torre de marfil
nuestros tres nombres,
mi cueva, mi refugio
(no basta ser virgen
para permanecer uniforme
en el movimiento).
Y EL VERBO nunca se hizo carne porque no lo es aquello que se hace presencia, sino lo que se entrega a otra carne.
Yo traté de hacerme carne en el verbo.
Únicamente
multipliqué
por siempre
mi ausencia de origen.
A PUNTO de disolverme
y sin poder reconocerme en mi