Alguien que te quiera con todas tus heridas
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Con la misma ternura rota y el toque de melancólico cinismo de la ya icónica serie animada BoJack Horseman, Alguien que te quiera con todas tus heridas es un recorrido por todo tipo de lugares imaginarios que el escritor une bajo la misma idea: "Busco en el dolor algo más profundo que la belleza". Cada una de las dieciocho historias de este libro recoge la inteligente mirada de Bob-Waksberg, alternando el humor con las heridas de la modernidad. Un tránsito brillante entre la juventud y la madurez, en una época obsesionada por la visibilidad y la diferencia que, paradójicamente, nos hacen más iguales que nunca.
A través de sus personajes rotos, el autor se ríe de lo que se asume como el triunfo, de la vanidad, del esfuerzo inútil de ser reconocido por los otros. Pero también indaga en la necesidad de brindar sentido al amor, la pena y el perdón. En medio de situaciones extravagantes, Bob-Waksberg trata de encontrar un equilibrio entre todas sus pequeñas grietas y dolores invisibles, con tanta frescura como rebeldía. Los seres destartalados, solitarios, heridos, incompletos, encuentran en estas páginas un vínculo de emoción que los salva y los hace reconocibles por cualquier lector de este siglo XXI tan impredecible.
Alguien que te quiera con todas tus heridastransforma el sufrimiento invisible de nuestro tiempo en algo más humano. Un improbable equilibrio que Bob-Waksberg logra con una misteriosa sensibilidad.
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Alguien que te quiera con todas tus heridas - Raphael Bob-Waksberg
© Círculo de Tiza
© Raphael Bob-Waksberg, 2021
© De la fotografía: Julie Lake
© Ilustradora: Coco Dávez
Primera edición: abril 2021
Diseño de cubierta: Miguel Sánchez Lindo
Maquetación: María Torre Sarmiento
Traducción: María Campos Galindo
Impreso en España por Imprenta Kadmos
ISBN: 978-84-122267-5-1
E-ISBN: 978-84-122267-8-2
Depósito legal: M-8747-2021
Reservados todos los derechos. No está permitida la reproducción total ni parcial de esta obra ni su almacenamiento, tratamiento o transmisión de ninguna manera ni por ningún modo, ya sea electrónico, óptico, de grabación o fotocopia sin autorización previa por escrito de la sociedad.
Para Dahvi,
la casa en la que habita mi corazón
Prólogo
Hay una tendencia hacia un tipo de refinado pesimismo que abarca buena parte del ánimo colectivo. O eso parece sugerir la proliferación de libros, series y películas que analizan los dilemas existenciales desde la melancolía dolorosa. Por supuesto, no es un tema reciente ni mucho menos novedoso: ya Gustave Flaubert comentaba en 1851 que «la tristeza es mejor compañera que la alegría forzada». Pero en la actualidad, esa notoria reflexión sobre el sufrimiento privado alcanza una nueva dimensión y quizás un lustre artístico desconocido. La tristeza se celebra, no se esconde. Y eso tiene sus implicaciones.
Algo semejante debió pensar el escritor y showrunner Raphael Bob-Waksberg (creador del ya icónico BoJack Horseman) cuando comenzó a recopilar los relatos de su libro Alguien que te quiera con todas tus heridas. Cada una de las historias es un recorrido por el dolor emocional moderno, que además Bob-Waksberg mezcla con una dosis de humor sardónico. El resultado es una compilación rica y variada de cuentos que abarcan lo que es, sin duda, un tránsito entre la juventud y la adultez, las grietas de la sensibilidad artística y, también, el agobio de la individualidad contemporánea. Todo bajo la notoria concepción del bien y el mal como hechos volubles de la naturaleza humana.
Bob-Waksberg no es filósofo ni pretende serlo. De hecho, Alguien que te quiera con todas tus heridas tiene todo el ritmo singular de un experimento narrativo que en ocasiones tiene puntos más bajos y otros de extraordinaria belleza. Entre ambas cosas, esta mezcla de poemas, cuentos y fragmentos de ensayos que el escritor recopiló durante años —y que una década atrás casi fueron el imprevisible obsequio a una mujer— es algo más que una mirada al mundo intelectual de un hombre con cientos de referencias distintas. Es un desgarrador diálogo interno, pero también una gran reflexión burlona sobre una época obsesionada con la visibilidad que a la vez intenta evitar mirar su propio sufrimiento demasiado de cerca. Con la misma ternura rota y afligida de la maravillosa serie animada de Netflix, Alguien que te quiera con todas tus heridas es un recorrido por todo tipo de lugares imaginarios que el escritor une bajo un único cariz: «Busco en el dolor algo más profundo que la belleza. También el dolor tiene sus matices de pura rebeldía» escribe, y es esa línea la que traza una hoja de ruta a través de todos los escenarios que Bob-Waksberg imagina para elaborar una percepción profunda sobre la vida, el futuro y su propia mente caótica.
En el libro hay mucho humor, algo que se agradece en mitad de los largos monólogos existencialistas de los personajes, que meditan sobre sus desgracias, esperanzas y terrores desde una mezcla afortunada entre la ciencia ficción y la realidad descarnada. Para Bob-Waksberg es de enorme importancia que el paisaje surrealista de su imaginación se entrelace con una percepción extravagante de la realidad. Hay algo conmovedor en la forma en que el escritor dota de sensibilidad a discusiones sobre el espacio profundo, primeras citas curiosas y postales atemporales, un recurso que Bob-Waksberg, veterano en la reflexión sobre el existencialismo silencioso, utiliza para brindar tridimensionalidad a su grupo de afligidos personajes. Una y otra vez, el escritor describe situaciones en apariencia cotidianas, entremezcladas con lo absurdo o lo directamente caótico. Al final, cada cuento tiene una conclusión de puro asombro o una deliciosa búsqueda de un sentido alternativo al obvio.
Como libro debut, Alguien que te quiera con todas tus heridas tiene el gozoso sentido de la experimentación de un texto que nació sin otro objetivo que armar un mapa de piezas sueltas que reflejen su trayecto intelectual. En cada relato hay pistas sutiles sobre la forma que en Bob-Waksberg analiza el dolor, el miedo y el sufrimiento. Hay muy poca vanidad en este recorrido a veces accidentado por escenas reales y dimensiones destartaladas, unidas ambas por un vínculo de pura sensibilidad. Desde descripciones detalladas de citas con todo el aire de una imagen televisiva estática hasta las narraciones formidables de latas que contienen una interminable colección de serpientes, el libro se sostiene sobre la imposibilidad. Lo hace, además, con una elegancia que el escritor utiliza para elaborar quizás varios de los nudos más desconcertantes de su historia.
Pero, por supuesto, el cínico y pesimista creador de uno de los personajes emblemáticos de la nueva corriente del existencialismo televisivo tiene mucho más que mostrar como narrador que sorprendentes arcos narrativos. El libro tiene la singular capacidad de subvertir la tensión interna de cada relato y lo hace por la insistencia de Bob-Waksberg de encontrar significado en cierto aire onírico. «Es guapo, encantador y todo lo que decía ser en la web» comienza el libro. Se trata del monólogo interno de una mujer que acude a una cita a ciegas, luego de varias experiencias desagradables. Sentada a la mesa, la mujer sonríe y trata de no recordar todas las anteriores ocasiones en que alguien le obsequió una lata que, al abrirla, hizo saltar por los aires una serpiente con resorte. Espera, ¿qué? se pregunta el narrador, y de pronto todo el argumento se entrecruza con una misteriosa combinación de esa imagen instantánea —todas las veces en que soportó el sobresalto amargo de una lata con una desagradable sorpresa en su interior— y el más mundano asunto de no permitirse otra relación fallida. Para Bob-Waksberg contar una historia no es un hilo único de hechos: es también la fantástica capacidad del relato para ir y venir a través de las expectativas, los lugares oscuros y más brillantes de lo que desea contar. Y en Alguien que te quiera con todas tus heridas hay mucho de esa búsqueda pertinaz del significado oculto. Vulnerables, frágiles, feos y casi siempre desagradables, los personajes del escritor toman el rostro de la cotidianidad con una profundidad casi dolorosa.
El autor despliega una razonada percepción sobre lo moderno y también su inutilidad. No en vano, buena parte de los personajes pasan mucho tiempo en un análisis irónico de su vida, en mitad de angustias e inseguridades entre la autoconciencia y la indulgencia. Se burlan de sí mismos, se asombran por el tiempo que transcurre a su alrededor como un largo ciclo interminable. Pero también hay una agónica necesidad de brindar sentido al amor, la pena y la tragedia mínima. Entre tantas cosas, Bob-Waksberg trata de encontrar un equilibrio entre todas sus pequeñas grietas y dolores invisibles.
Lo mejor de este libro es su frescura y rebeldía: su autor no busca congraciarse con nadie y a lo largo de dieciocho historias deja bastante claro que tiene la confianza suficiente en su tono y manera de narrar como para tomar verdaderos riesgos narrativos. Hay monólogos intensos seguidos de cuentos muy cortos que luego se unen entre sí para elaborar una imagen engañosa sobre lo que somos, pero, sobre todo, la forma en que nuestra sociedad consumista y obsesionada con su arrogante petulancia se mira como objeto del deseo.
Claro está, Bob-Waksberg es un gran cínico y no deja de recordarlo. En «historias cortas» enumera todos los clichés y trampas de las relaciones actuales en cortísimos aforismos dignos de Twitter. Después, el escritor dedica tiempo y buen pulso a narrar «rituales matrimoniales». Hay perros parlanchines, repugnantes descripciones y miradas cuidadosas a comportamientos amatorios en universos alternativos. Pero, al final, este libro es un gran recorrido por la sensibilidad contemporánea, enlazada con los temas favoritos de Bob-Waksberg y también con la ternura de su empatía emocional. Porque este autor que disfruta de los juegos de palabras escatológicos o que se burla de la fealdad de personajes es también un gran romántico. Entre el interés emocional y un humor retorcido, Alguien que te quiera con todas tus heridas se obsesiona por lo marginal, lo desagradable y lo grotesco, pero también lo que habita en la esperanza luminosa de lo simple. La combinación hace de este libro inclasificable un recorrido intelectual entre el sufrimiento invisible y algo más humano. Un improbable equilibrio que Bob-Waksberg logra con una misteriosa sensibilidad.
Aglaia Berlutti
Crónicas de la lectora devota
Bogotá, julio de 2019
La cita está yendo bien.
Es guapo, encantador
y todo lo que decía ser en la web.
Concluye que le gusta. Es la clase de tío que podrías presentar a tus amigos, se dice.
Al acabar la cena, él le sugiere que vayan a su casa. Abre una botella de vino y le sirve una copa. Le ofrece también una lata estrecha y alargada que tiene la tapa de goma: «¿Un anacardo circense salado?».
«¿Qué es un anacardo circense salado?», pregunta ella.
«Ábrelo», dice él. «Compruébalo tú misma».
Dirige la mirada a la lata. En la etiqueta se lee: La Compañía de Anacardos presenta —y en letras grandes y vistosas— LOS ANACARDOS CIRCENSES SALADOS; y luego, en letras más pequeñas, ¡DELICIOSOS! ¡SALADOS!, y luego, en letras aún más pequeñas: INGREDIENTES: ANACARDOS, SAL, y por el otro lado hay un dibujo de un hombre con un látigo —un domador—; todo el diseño de la lata tiene temática circense, y al domador le sale un bocadillo de la boca y dentro del bocadillo pone: ¡HOLA, AMIGOS! Disfrutad de estos anacardos circenses recién salados, cortesía de la Compañía de Anacardos. Han sido fabricados con los mejores ingredientes, combinados a la perfección, así que esta lata contiene exclusivamente los mejores anacardos circenses salados; te aseguro que no hay ninguna serpiente de mentira enroscada en un muelle que vaya a saltar y a asustarte cuando abras la tapa, si es eso lo que estás pensando. No, no; desecha ese pensamiento: aquí solo hay anacardos, te lo juro por Dios. Estoy siendo totalmente sincero. ¿Para qué iba a haber una serpiente aquí dentro? Menuda tontería. Mira: si abres esta lata y te salta a la cara una serpiente de broma, entonces te doy permiso para que no vuelvas a confiar en mí nunca más; pero ¿por qué ibas a dejar pasar la ocasión de comerte estos deliciosos anacardos salados solo porque hay una pequeñísima posibilidad de que todo esto sea una intrincada trampa para hacerte quedar como una idiota? Vale, veo que sigues sin abrir la lata. Y lo entiendo. Quizás lleves razón al ser cauta. Al fin y al cabo, ya te han engañado en el pasado. Tu corazón está agotado y repleto de cicatrices; lo han tratado muy mal y se ha ido desgastando con el tiempo. No eres ninguna tonta, y aun así sigues tropezándote una y otra vez con los trozos de tu maltrecho corazón; dejas que tus absurdas esperanzas vacías se lleven lo mejor de ti. Quizás todas las latas de anacardos escondan una serpiente de mentira, pero tú, ingenuamente, no dejas de abrirlas, porque en tu fuero interno sigues creyendo en los anacardos. Y cada vez que descubres la cruel mentira que se escondía en la lata de anacardos, te prometes que la próxima vez te vas a fiar un poquito menos, que te vas a abrir un poquito menos, que vas a ser un poco más dura. No merece la pena, te dices. Es que no la merece. Tú eres más lista que todo eso. De ahora en adelante, vas a ser más lista. Pues bien, estoy aquí yo para decirte que esta vez va a ser diferente, a pesar de que no tengo ni una sola prueba que pueda avalar esta afirmación. Tú abre la lata y todo saldrá bien. Los anacardos circenses salados te están esperando. Tienen muchísimo sabor, están deliciosos. Te vas a alegrar de haberte fiado de mí. Esta vez es diferente, te prometo que lo es. ¿Por qué iba yo a mentirte? ¿Por qué querría hacerte daño? Esta vez no hay ninguna serpiente acechando. Esta vez todo irá de maravilla.
historias cortas
Existen dos tipos de personas, pensó: las personas a las que no quieres tocar por miedo a romperlas y las personas a las que no quieres tocar por miedo a que ellas te rompan a ti.
Lo que a ella le pasaba era que le entusiasmaba la idea de tener una relación más de lo que le había entusiasmado cualquier persona con la que de hecho hubiese tenido una relación.
«No eres como las demás», les decía a todas.
Le dijo que lo quería y que le importaba mucho, y él estaba tan loco por ella que ni se dio cuenta de que lo estaba dejando.
No se fiaba de ninguna mujer que saliese mejor en sus fotos que en la vida real. Estaba desarrollando un mecanismo para que llegase un punto en el que no tuviera que volver a fiarse de nadie.
«Nunca pensé que pudiera ser tan feliz», se imaginó diciéndole un día a alguien.
«Es que ni pienso en ti», se apresuró a decirle tan pronto como ella le devolvió la llamada.
Sabía hacer un truco de magia increíble gracias al que podía pasarse una hora entera sin que le recordaran ni una sola vez el hecho devastador de que su vida era finita e irrepetible.
Lo que a ella le pasaba era que le entusiasmaba la idea de tener su marido y sus hijos y sus amigos y su trabajo y su vida. Le entusiasmaba la idea del todo.
Existen dos tipos de personas, pensó: las personas a las que no quieres tocar por miedo a romperlas y las personas a las que quieres romper.
Una OCASIÓN más que PROPICIA y DICHOSA
Así que si quieres conocer la opinión de un montón de personas sobre la forma correcta en la que se ha de celebrar una boda, la mejor manera es decirle a la gente que te vas a casar; entonces te garantizo que te vas a hinchar a escuchar la opinión de los demás. Personalmente, la parte de escuchar la opinión de todo el mundo no fue el motivo número uno por el que le pedí a Dorothy que se casara conmigo. Se lo pedí porque la quiero. Pero es decírselo a la gente y todo el mundo se lo toma como una invitación personal para decirnos exactamente qué deberíamos hacer.
«Tenéis que iluminar el altar con velas», dice Nikki, la mejor amiga de Dorothy, nada más se lo comunicamos, antes incluso de darnos la enhorabuena. «Y las velas deberían ir aumentando de altura hasta llegar al nivel del altar, como símbolo de que vuestro amor y compromiso se fortalece y brilla con más luz cada día».
«Nos gustaría tener una boda íntima y sencilla», digo. «No queremos que nuestra boda se convierta en un evento grande e historiado».
«Pero Peter, tiene que haber velas», dice Nikki. «Si no, ¿cómo va a hacer el demonio del amor medio ciego para escribir vuestros nombres en el Libro de la Devoción Eterna?».
«Ohh», dice Dorothy avergonzada. «Se me había olvidado que el demonio del amor medio ciego tenía que escribir nuestros nombres en el Libro de la Devoción Eterna».
Salgo por la tangente: «¿No crees que eso está un poco pasado de moda? Quiero decir, mi primo Jeremy no tuvo velas en su boda y su matrimonio va bien, incluso sin que el demonio del amor escribiera sus nombres».
Dorothy me clava los ojos y sé lo que está pensando. ¿No era mi primo Jeremy el que la semana pasada se estaba quejando de las alfombras nuevas que su mujer había comprado para el segundo Santuario de la Agitación que habían instalado encima de su Choza de Oración? Quizás tendrían una comunicación más eficiente si hubiesen puesto velas en su boda para que así el demonio del amor medio ciego pudiera escribir sus nombres correctamente en su libro. Sé que estoy librando una batalla perdida, pero vuelvo a recalcar: «Está claro que no podemos hacerlo todo. Queríamos algo sencillo».
A Nikki no le afecta este razonamiento. «Vale, pero ¿qué os cuesta poner velas? No os digo que alquiléis un dirigible o algo así. Son velas. Podéis conseguirlas literalmente en la farmacia».
Dorothy me mira con sus grandes ojos color avellana y entonces sé que esto es algo que quiere de verdad (a pesar de que fue ella la primera que dijo que debíamos hacer algo sencillo).
«Bueno, veamos qué tienen en la farmacia», sugiero.
A Dorothy se le ilumina la cara como si fuera una Pira Hibernal y me resigno a pensar que definitivamente va a haber velas de altura creciente iluminando el altar en nuestra boda.
Pero la principal cuestión sobre la que todo el mundo tiene que ofrecer su punto de vista es en qué momento llevar a cabo el sacrificio caprino para el Dios de Piedra.
«Convendría hacerlo al empezar», dice mi madre. «Así os lo quitáis de en medio y todo el mundo sabrá que habéis apaciguado al Dios de Piedra, y que vuestro matrimonio ya es legal y tiene su bendición».
«¿Lo dices en serio?», dice mi hermano pequeño. Está estudiando en la universidad para ser sacrificador de cabras, por lo que obviamente sabe mucho del tema. «¿Sabes de cuánta sangre estamos hablando? Tienes que hacer el sacrificio al final, si no, podrías resbalarte con las tripas de cabra al hacer la Danza del Duendecillo Cornudo del Bosque, y la sangre pondría perdida tu túnica nupcial y el vídeo acabaría en uno de esos blogs de bodas que salen mal».
En ese momento, no reúno la valentía suficiente para decirle que no tenemos pensado hacer la Danza del Duendecillo Cornudo del Bosque, y que probablemente no llevaremos las tradicionales túnicas nupciales, y que bajo ningún concepto vamos a contratar a un cámara.
Mi madre niega con la cabeza. «En realidad no es tanta sangre —dice mirando directamente hacia mi hermano—, si se llama a un buen sacrificador».
La cara se le pone colorada, como le pasa siempre que siente que nadie le está tomando en serio. «Ni aunque llamasen al mejor sacrificador de la ciudad —dice—, ni consiguiendo que venga Joseph el Siempre Santificado…».
«Por favor», se burla mi madre. «No podrían conseguir a Joseph el Siempre Santificado con tan poca antelación».
«Incluso si se pudiera —dice mi hermano—, te digo que habría muchísima sangre».
Dorothy deja la servilleta sobre su plato de pasta con salsa marinera. «He terminado».
«Lo siento», le digo de camino a casa, volviendo del Olive Garden. «Sé que mi familia es algo exagerada».
«Me encanta tu familia», dice Dorothy. «Solo intentan ayudarnos».
«Tendríamos que habernos fugado», le digo. «Podríamos haber evitado todo este estrés y habernos gastado el dinero en la luna de miel». Conforme lo digo sé que aquello es una tontería, porque a) ¿qué dinero? El único motivo por el que podemos permitirnos celebrar la boda es porque el padre de Dorothy es un pez gordo de la Compañía De Runas Divinatorias y consiguió que su filial nos la patrocinara. Al principio yo tenía algunas dudas sobre celebrar una boda patrocinada por una empresa, pero, al fin y al cabo, es el padre de Dorothy —no es que estemos tratando de embaucar a los de LensCrafters o algo así—, y si eso se traduce en poder celebrar nuestra boda en la Iglesia Buena, la que tiene vidrieras y asientos cómodos, en lugar de en la sala polivalente del centro deportivo, en la que, no importa cuántas velas enciendas, siempre huele un poco a desinfectante y a requesón (como si alguien hubiera usado desinfectante para tratar de quitar el olor a requesón, pero entonces se hubiese olido demasiado a desinfectante, por lo que pusieron más requesón, y todavía a fecha de hoy están haciendo esfuerzos para conseguir la ratio perfecta desinfectante-requesón). Bueno, si podemos evitarnos todo ese jaleo, entonces quizás merezca la pena poner unos pocos carteles de la Compañía de Runas Divinatorias y hacer una breve mención en nuestros votos a los múltiples beneficios y utilidades de las asequibles runas divinatorias doblemente santificadas. Pero, además, b) incluso si pudiéramos permitirnos viajar a