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Las convicciones
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Libro electrónico167 páginas2 horas

Las convicciones

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Como pocos autores argentinos, Juan Sapia se zambulle en el gran mercado psicosexual de los cuerpos que es nuestro presente, en los flujos de narrativas que nos invaden, en un mundo donde las categorías temporales y espaciales comienzan a perder sentido y se desvanecen entre la punta de nuestros dedos. Los personajes que pueblan Las convicciones, primer libro de cuentos de Juan Sapia, se sitúan en las fisuras del tejido social: hombres y mujeres obesos que viven encerrados en sus casas y se someten a fármacos novedosos para bajar de peso, científicos perseguidos que crean drogas de diseño comunistas, empresarios new age de dudosa respetabilidad, hombres tímidos que optan por cambiar de cuerpo.
Cada una de las 10 historias que componen Las convicciones avanza dentro de su propia lógica narrativa a través de una estructura rizomática que se expande y se alimenta de entradas de Wikipedia, raccondos de un futuro posible, piezas de marketing y reseñas musicales.
Si en la narrativa clásica el camino del héroe llevaba a la sabiduría, la venganza o la redención, en tiempos del capitalismo tardío lo que abunda, entre promesas de éxito fácil, nuevas experiencias vitales, y links hiperbólicos hacia la estabilidad económica, es el absurdo, la desazón y la risa descontrolada.
IdiomaEspañol
EditorialNeural
Fecha de lanzamiento6 jun 2019
ISBN9789878607450
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    Las convicciones - Juan Ignacio Sapia

    LAS CONVICCIONES

    Juan Ignacio Sapia

    Neural

    Juan Ignacio, Sapia

    Las convicciones/ Juan Ignacio Sapia. - 1a ed .

    Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Neural, 2019.

    Libro digital, EPUB - (Narrativa)

    Archivo Digital: descarga

    ISBN 978-987-86-0745-0

    1. Narrativa Argentina. I. Título.

    CDD A863

    Neural

    Editores: Martín Jali, Matías Buonfrate

    Diseño de portada: Sergio Calvo

    1° edición en Argentina: octubre de 2019

    www.literaturaneural.com

    Como pocos autores argentinos, Juan Sapia se zambulle en el gran mercado psicosexual de los cuerpos que es nuestro presente, en los flujos de narrativas que nos invaden, en un mundo donde las categorías temporales y espaciales comienzan a perder sentido y se desvanecen entre la punta de nuestros dedos.

    Los personajes que pueblan Las convicciones, primer libro de cuentos de Juan Sapia, se sitúan en las fisuras del tejido social: hombres y mujeres obesos que viven encerrados en sus casas y se someten a fármacos novedosos para bajar de peso, científicos perseguidos que crean drogas de diseño comunistas, empresarios new age de dudosa respetabilidad, hombres tímidos que optan por cambiar de cuerpo. Cada una de las 10 historias que componen Las convicciones avanzan dentro de su propia lógica narrativa a través de una estructura rizomática que se expande y se alimenta de entradas de Wikipedia, raccondos de un futuro posible, piezas de marketing y reseñas musicales.

    Si en la narrativa clásica el camino del héroe llevaba a la sabiduría, la venganza o la redención, en tiempos del capitalismo tardío lo que abunda, entre promesas de éxito fácil, nuevas experiencias vitales, y links hiperbólicos hacia la estabilidad económica, es el absurdo, la desazón y la risa descontrolada.

    ►◄

    Juan Ignacio Sapia nació en Lomas de Zamora, en 1991. Es periodista y licenciado en Comunicación Audiovisual. Colaboró en distintas revistas culturales, entre ellas Nan y Suplemento de Libros, de México. Participó de las antologías del Premio Municipal de Literatura Manuel Mujica Láinez (Notanpuan, 2019), Raros peinados nuevos, de la Bienal de Arte Joven (Eterna Cadencia, 2017) y All inclusive, relatos de amor y desamor (Textos Intrusos, 2017)

    Las oportunidades

    ►◄

    1

    En tres semanas y dos días perdí mi trabajo, corté una relación de seis años con mi novia y me peleé más o menos definitivamente con mi papá, así que me tuve que ir de mi casa. Agarré lo poco que había podido ahorrar y me mudé a lo de un amigo que vivía bastante apretado con su novia en un ph que era unos metros más chico que un monoambiente. Los primeros días me recibieron contentos, pero de a poco la cordialidad empezó a desaparecer. A medida que el tiempo pasaba empecé a sentirme como esos prisioneros de guerra a los que se los tatúa, pero en vez del número de prisionero, yo me imaginaba que a mí me escribían la palabra lumpen en la frente. Con una tinta espesa y fosforescente.

    2

    Sin embargo, me aferraba a la idea de un trabajo redentor. Tuve una entrevista en un local de comida por peso atendido por coreanos. Era un lugar sucio y con un olor muy fuerte a carne cruda. Uno de ellos me recibió y me hizo pasar. Faltaba poco para el mediodía y había mucho trabajo, y el coreano me pidió que me quedase junto a la caja, como un cliente más que esperaba un pedido. Cuarenta minutos después, en un castellano básico, carente de artículos y de adjetivos, me preguntó cuántos años tenía y dónde vivía. Le respondí y me explicó que no sabían hablar muy bien el idioma y que necesitaban a alguien que atendiera los pedidos. Me dijo que la idea era pagarme con comida. Lo pensé un poco y sentí como el olor a carne cruda invadía mis fosas nasales y acepté. Nos dimos las manos y quedó en llamarme.

    Nunca lo hizo.

    3

    Tenía algunos consuelos, cosas que me recordaban que no estaba tan al margen de la sociedad como imaginaba. Hombres que acuchillaban a su familia, banqueros y políticos corruptos, pibes que hacían malabares en los semáforos: todos ellos me acercaban al núcleo cálido de las instituciones sociales y me convertían en un ciudadano modelo, en sintonía con las obligaciones y derechos cívicos. Pero seguía sin trabajo, viviendo con otras dos personas en un lugar donde se suponía que podía vivir solo una, y con un estándar higiénico que una persona normal habría calificado de dudoso.

    4

    Recordaba a Gonzalo Marías por un viejo mito escolar que decía que había llevado a una chica a ver Monsters Inc. al cine y le había colado los dedos durante la hora y media que duraba la película. Todo lo referido a Gonzalo era así: desafiante, desmesurado, heroico. En una escuela pública del conurbano bonaerense este tipo de personajes generalmente termina en la cárcel o con dos hijos antes de los dieciocho años. En el peor de los casos, las dos cosas juntas. Por eso me sorprendió tanto verlo bien vestido, con un reloj gigante y anteojos. Yo estaba en una de mis recorridas diarias, dejando currículums en locales de venta al público.

    Aunque todavía no había dado resultado, mi sistema estaba muy aceitado: dejaba la hojita en algunos locales, esperaba dos o tres días y volvía a dejar. A veces pensaba a mi currículum como uno de esos papelitos pegados en los caños de luz   de la calle que ofrecen los servicios de prostitutas. Gonzalo estaba en uno de los locales comprándose ropa. Me reconoció, hablamos un poco y desde adentro del probador, su voz repitió varias veces dos conceptos alrededor de los cuales iba a girar mi vida a corto y a mediano plazo: suplemento dietario y autonomía económica.

    5

    Suplemento dietario: en una época de sedentarismo y alimentos bajos en nutrientes, la dieta diaria se convierte en un campo de batalla. La mayoría de las veces nuestro cuerpo no recibe los nutrientes básicos que se corresponden con el gasto diario de energía. Si esto se sostiene en el tiempo, produce daños que pueden llegar a ser irreversibles. Es necesario entonces complementar la dieta con vitaminas y minerales, preferentemente en forma de batidos o de pastillas, para acelerar el metabolismo y acelerar los resultados.

    Autonomía económica: en tiempos de capitalismo salvaje, las relaciones laborales se tornan cada vez más verticalistas. El trabajador ocupa una inmensa cantidad de su tiempo en sostener un proyecto alienante, que le resulta ajeno en el mejor de los casos, violento la mayoría de las veces. Es necesario entonces buscar una alternativa económica, que resulte redituable y a la vez complete la necesidad espiritual de desarrollar un proyecto propio, en el que el trabajador consiga autonomía, alimentado por su vocación, su talento.

    6

    Mi primera reunión HierbActivePower fue un evento caótico, donde las sensaciones se encadenaban sin que tuviera tiempo para procesarlas: de la desolación por mi sombrío panorama profesional pasé a la curiosidad por este sistema donde cada uno era su propio jefe, a la admiración por las personas que habían triunfado, y a la esperanza de que esta fuera, por fin, la posibilidad de superar la vida que estaba teniendo. Mientras un pelado contaba su vida de millonario construida exclusivamente a través de la venta de suplementos dietarios basados en el aloe vera, tuve ganas de ir a cada uno de los negocios donde había dejado mi currículum, pero en lugar de dejar la hojita que delataba mi prácticamente nula vida profesional, la prendería fuego mientras les gritaba a los empleados que mi tiempo era demasiado precioso para malgastarlo en un local de mierda del conurbano.

    Cuando todo terminó, abracé a Gonzalo y le agradecí por la oportunidad.

    7

    Vivo en un país que, por ese entonces, gracias a la sustitución de importaciones y a los créditos blandos para empresas, había alcanzado una relativa estabilidad económica. Después de varios años de convivir con el ajuste, la gente quería salir a comprar cualquier cosa que le pusieran adelante. Además de eso, los suplementos dietarios eran una franquicia novedosa, una solución futurista y milagrosa para adelgazar y vivir mejor. El primer mes vendí cuarenta y siete packs HierbActivePower, que incluían pastillas, polvo proteínico, y licuados de aloe vera. Como dijo Gonzalo Marías mientras brindábamos con licuados proteicos, una verdadera bestialidad.

    8

    HierbActivePower fue fundada en 1990 por Chang Williams, un asiático de Michigan que inventó la idea de suplemento dietario natural, éxito rotundo en plena época de New Age y de terapias y dietas alternativas. Seis años después, la compañía era una de las diez empresas más lucrativas de los Estados Unidos. La empresa tardó bastante en desembarcar en la Argentina, lo hizo recién en 2005, pero cuando llegó prácticamente creó el segmento de nutrición suplementaria y multinivel, con un sistema de comercialización en el que cada vendedor actúa por su cuenta. Gonzalo Marías había armado un grupo de venta muy bueno, muy motivado. No tengo manera de demostrarlo ahora, pero es muy probable que durante el segundo semestre de 2006 la zona sur del conurbano bonaerense haya sido la zona con el nivel más alto de consumo de productos HierbActivePower en todo el mundo, por encima incluso de Portugal y Hungría. Dos meses después de empezar a trabajar, pude mudarme a un departamento en el centro de Banfield.

    9

    El núcleo de la imagen corporativa de HierbActivePower era la actitud positiva. Gonzalo Marías nos insistía mucho a todos para que sostuviéramos esa actitud, que se manifestaba en detalles físicos como mantener la columna vertebral lo más recta posible, apretar fuerte la mano del cliente potencial, mostrar los dientes al sonreír o usar un reloj más o menos grande, preferentemente deportivo. Yo cumplía con todo lo que me decía Gonzalo Marías, y lo admiraba: de ser un repetidor de una escuela pública del conurbano había pasado a coordinar un grupo de ventas muy exitoso. Soñaba con tener, algún día, mi propio grupo de juniors y enseñarles, con la paciencia y la sabiduría del buen maestro, los secretos de la venta de productos HierbActivePower

    10

    El grupo de venta de Gonzalo Marías estaba integrado por siete personas. Yo los dividía en dos grupos. El primer grupo estaba conformado por Miriam, Silvio y Manuel, tres jubilados que se repartían el mercado geriátrico de HierbActivePower de Zona Sur. Los tres eran viejos, sanos y vitales, como si hubiesen salido de una publicidad de pañales para adultos. HierbActivePower tenía una línea de productos especialmente dirigida a la tercera edad. Manuel y Silvio habían estado vinculados con la ejecución de los fondos de la obra social del municipio de La Matanza y, según me fui enterando de a poco, los habían echado por manejos turbios y sobresueldos. Creo que entendían su trabajo en HierbActivePower como una forma de expiación por su pasado de corrupción en el sector público. El segundo grupo lo conformábamos los desesperados.

    La primera era Laura Derno, una chica de Dock Sud que mantenía tres o cuatro hijos y que, aunque estaba embarazada la mayor parte del tiempo, era una buena vendedora. Después estaba Marcos Sánchez, un pibe que apenas había superado la pubertad, hiperquinético y bizco. Marcos era, después de mí, el mejor vendedor del equipo. Era atento pero insistente con los clientes, y representaba muy bien los valores que queríamos difundir desde HierbActivePower. Finalmente estaba Romina Scaglia, que creo que era una ex novia de Gonzalo a la que no le iba muy bien hasta que se sumó al equipo. Salvo por eso, no sabíamos nada más de ella. Su relación con el grupo era nula: muy pocas veces hablaba con nosotros, y nunca asistió a ninguno de los eventos de la empresa. Creo que seguía ahí porque Gonzalo le tenía algún afecto; vendía más bien poco o directamente nada. Cuando tenga mi propio equipo de venta, pensaba, no voy a aceptar a nadie por lástima. Cada uno de los integrantes va a ganarse su lugar en base al esfuerzo y la autosuperación.

    11

    Un miércoles terminé temprano el recorrido por la casa de los clientes, y fui caminando hasta el ph de mi amigo. Los encontré, tanto a él como a su novia como a la casa, más sucios de lo que recordaba. Les empecé a contar de HierbActivePower, de qué manera me había ayudado no sólo monetariamente, sino en todas las dimensiones de mi vida. Les conté

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