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La gran ola
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Libro electrónico272 páginas5 horas

La gran ola

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Hay días en los que la vida es bella, bellísima; hay otros, en cambio, en los que parece un verdadero infierno. Es lo que están a punto de descubrir tres primos, hijos de los tres hermanos fundadores de un grupo turístico con hoteles por todo el mundo. A los dieciocho años, disfrutan como nunca y como nadie de la inauguración de un nuevo hotel en Sri Lanka: fiestas, alcohol, submarinismo, paisajes exóticos, lujo asiático… Embriagados por la inconsciencia de la juventud y por las facilidades económicas a su alcance, muestran la actitud de quienes se saben los futuros dueños del cotarro.

Pero las cosas cambian drásticamente cuando una alerta de tsunami se difunde por todos los rincones del océano Índico. En cuestión de minutos, deberán dejar atrás la isla y todas las barbaridades que han cometido. Es el año 2004 y aprenderán que todos los actos, para bien y para mal, tienen consecuencias, y que muy probablemente esta no será la última gran ola que arrase con todo en sus vidas.

Ganadora del Premio Nacional de la Crítica de narrativa en catalán, La gran ola es una novela adictiva que se mueve entre lo apocalíptico y lo carnavalesco, y que revela a Albert Pijuan como un autor de enorme inteligencia narrativa y virtuosismo estilístico. Pijuan nos brinda una obra frenética y delirante que no deja títere con cabeza, y que esconde, tras su humor incisivo e irreverente, una crítica implacable a una élite indolente y voraz, y a la visión del mundo como resort.
IdiomaEspañol
EditorialSexto Piso
Fecha de lanzamiento21 oct 2021
ISBN9788418342677
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    La gran ola - Albert Pijuan

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    La gran ola

    ALBERT PIJUAN

    TRADUCCIÓN DE RUBÉN MARTÍN GIRÁLDEZ

    logo_sexto_piso

    Todos los derechos reservados.

    Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida,

    transmitida o almacenada de manera alguna sin el permiso previo del editor.

    Título original

    Tsunami

    Copyright © LLIBRES DEL 9 ANGLE SL & ALBERT PIJUAN, 2020

    Esta edición c/o SALMAIALIT, AGENCIA LITERARIA

    Primera edición: 2021

    Traducción

    © RUBÉN MARTÍN GIRÁLDEZ

    Imagen de portada

    © CATHERINE LEDNER

    Copyright © EDITORIAL SEXTO PISO, S.A. DE C.V., 2021

    América, 109,

    Parque San Andrés, Coyoacán

    04040, Ciudad de México

    SEXTO PISO ESPAÑA, S. L.

    c/ Los Madrazo, 24, semisótano izquierdo

    28014, Madrid, España

    www.sextopiso.com

    Diseño

    ESTUDIO JOAQUÍN GALLEGO

    Formación

    GRAFIME

    ISBN: 978-84-18342-67-7

    Institut_llull_Marca_Black_H

    La traducción de esta obra ha dispuesto de una ayuda del Institut Ramon Llull

    The song that I sing is part of an echo.

    ASSATA SHAKUR

    2004

    La ola. La ola, la ola.

    Eran jóvenes y lo tenían todo, eran jóvenes y no creían en nada porque lo eran todo y no tenían nada, eran jóvenes y eran tres, y los tres compartían linaje, sangre, destino y molde, eran huérfanos y eran reyes, y esta mañana de Navidad, antes de repantingarse en la terraza, sus padres les han hecho ir con el estómago vacío y los ojos legañosos al despacho principal del hotel, y en el centro del despacho, recién desempaquetada, los dos mozos morenos todavía rompen maderas y hacen bolas con el papel de embalar, ven una estatua, y los tres padres les dicen a los tres herederos, Ya ha llegado, y tres por un lado y tres por el otro rodean al elefante de marfil, de metro veinte de altura más medio metro de trompa erecta, Los ojos son de zafiro azul, apunta uno de los padres, y una tela de oro adornada con gemas verdes y rojas le cubre el lomo, Rubíes y esmeraldas, concreta otro padre, las pezuñas también son piedras preciosas y la cola, caída, acaba en una piedra translúcida que, según desde dónde se mire, cambia de color, y el padre que falta por hablar pregunta, ¿Qué os parece?, y los tres chicos que lo tienen todo pero no creen en nada dudan de la respuesta, porque, en este momento, no saben qué se espera de ellos, se encuentran en una situación que los descoloca, en general, vayan adonde vayan, hagan lo que hagan, saben cómo tienen que comportarse, qué tienen que decir, qué tienen que hacer, viven con un círculo alrededor y todo lo que queda dentro lo pueden dominar, pero ahora se acaban de despertar después de otra noche de fiesta y no ven más que un cacho de piedra, bueno, de marfil, según les han dicho, y ven joyas y un elefante petrificado en un gesto de elefante cualquiera, y lo que pasa es que el elefante se encuentra fuera del círculo, fuera de lo que tendrían que controlar, ¿qué les parece qué?, ¿la posición de la estatua en la sala?, ¿la altura?, ¿los colores?, ¿qué les parece como decoración?, ¿qué les parece como regalo de bienvenida a esta tierra por parte de algún político o empresario?, los tres jóvenes tienen dieciocho años, los tres nacidos el mismo mes, en la misma semana, casi el mismo día, y los tres de vacaciones, en un estado que oscila entre la exaltación y el aturdimiento, pero uno de los tres tiene que responder primero al qué os parece, y el que toma la iniciativa se limita a comentar, Está bien, y los padres, que son hermanos, se dan por satisfechos con la respuesta, y el padre del que ha hablado quiere hacer una aclaración antes de despachar a los niños, Nos dijeron que no se podía comprar, pero aquí lo tenéis, Si alguien dice que algo no está bien es porque no se lo puede permitir, y otro de los hombres, tirando de filosofía de dominical, Porque es esclavo de sus condiciones materiales, y el tercer padre les informa de que se trata de un elefante único, La tradición local le atribuye ciertas propiedades, servirá para proteger el hotel, o algo así, y esta era la píldora de sabiduría de la jornada, y después los padres han seguido hablando de leyendas y de espíritus con actitud regia pero los chicos no les han hecho demasiado caso porque han descubierto que si tocan o hacen ademán de tocar el elefante de marfil los dos mozos sufren, hacen el gesto de tocarlo y los músculos de la cara de los dos negros se tensan como el culo de un estreñido, y piensan que si lo repiten bastantes veces conseguirán matarlos de un ataque al corazón, pero sus padres frustran el proyecto de homicidio y los despachan, Ya habéis oído lo que os hemos dicho, ¿no?, Este elefante es, y los chicos dicen que sí, que lo han entendido todo, Pues hala, id con viento fresco, pero aquí lo que cuesta medir es el impacto de unas palabras determinadas, sobre todo cuando el efecto se produce en diferido, del mismo modo que, desde la costa, no se puede saber que ha habido un terremoto bajo la corteza marina hasta que el oleaje no se agiganta y ya es demasiado tarde para huir de la ola, a nadie le apetece ponerse a responder interrogantes a los que, después de horas de sudor y cavilaciones, no se puede decir con certeza, Has dado en el clavo o Eso no tiene sentido, los tres chicos, sin embargo, tienen a sus padres y ellos sí pueden otorgar valor de victoria o fracaso a lo que sea que digan los chicos, y los padres no les revuelven el pelo en señal de aprobación, afecto y bendición, porque hace mucho que evitan tocarse, no obstante, ese meneo de cabeza al despedirse, esa ondulación de papada la tienen que entender como un revolverles el pelo en señal de aprobación, y ahora ya tienen permiso para irse a desayunar, practicar el desmayo en la terraza y empinar el codo bajo el sol, los mozos se llevan la porquería generada por el desempaquetado con una inclinación de cabeza prosternativa dirigida al elefante de marfil, y los tres primos hermanos bajan las escaleras y toman posición en las sillas reclinables de la terraza del hotel, es la hora más agradable del día, antes de la calima del mediodía pero después de que la mañana haya dejado de diseminar su gélido aliento de muerte por la isla, los tres son primogénitos de los tres fundadores, hermanos, de una cadena de hoteles que podría ser Barceló pero que no lo es, podría ser Riu pero tampoco, los fundadores, a veces, se lamentan del pecado original que los ha privado de una posición de liderazgo entre los grupos hoteleros europeos, porque podrían haber sido uno de estos grupos si hubiesen comenzado con la misma ventaja, si hubiesen nacido en las Baleares, y saben que, en años venideros, si no juegan bien sus cartas, acabarán siendo absorbidos como un aperitivo por uno de estos gigantes, y la apertura de ese hotel en Sri Lanka forma parte de lo que creen que es jugar bien sus cartas, es un movimiento que, dentro del sector, se ha juzgado agresivo, en alguna conversación informal incluso se ha utilizado la palabra desesperación para definir su estrategia, pero en cierto modo los tres hermanos y su junta lo ven como el equivalente al movimiento de Sol Melià en Bali en los ochenta, que por entonces se había visto como una operación suicida y solo hay que mirar sus balances, ahora, y esta percepción que el resto del sector tiene ahora mismo de ellos complace a los tres fundadores, porque los tres saben que sin una bold strategy, como les habían dicho sus asesores financieros, la lógica oligopólica del mercado los condenaba a la desaparición, bueno, a la absorción, a la integración, sea como sea implicaría la desaparición de su linaje, Serrahima, de los carteles de sus hoteles, o, Dios no lo quiera, el nombre Serrahima podría acabar degradado en el lugar del apellido de una esposa cualquiera, Hoteles Barceló-Serrahima u Hoteles Riu-Serrahima, el recordatorio más cruel de la derrota, ahora bien, este tipo de tribulaciones no aparecen en las conversaciones diarias de los tres herederos, los tres primogénitos, porque ellos solo tienen que preocuparse, en este momento, de cómo empezar el día, si con cafés, cerveza o cóctel, los tres chicos, atléticos, los tres chicos, con un bronceado natural en pleno diciembre, dotados de una mata de pelo castaño oscuro casi betún recortado y decantado por las manos del mismo peluquero hacia el mismo lado, los tres clavaditos, aunque no se podría decir quién imita a quién, y pedirles a ellos la opinión no serviría de nada, todos habrían dicho que a mí, me imitan a mí, en una mezcla de solipsismo y dependencia del de al lado difícil de asimilar. Lo que hacía aquel elefante en el despacho no lo tenían claro, lo que sí tenían claro es que eran tres, eran jóvenes y todo era suyo.

    Beben piña colada y dicen que este paraíso un día será suyo, podrían haberlo dicho como si quisieran aplacar la incertidumbre, como un augurio o como una promesa, pero lo manifiestan como una observación insustancial, nadie se cuestiona que el sol salga cada día, Este paraíso será nuestro, dicen, aunque ya se comportan como si fuese suyo, y motivos nos les faltan, las únicas personas, los únicos hombres que podrían desmentirlo, los mismos que lo podrían impedir, se encuentran reunidos en el despacho que se ve detrás del balcón principal y estos tres hombres son los primeros interesados en que los tres chicos se tomen este hecho como natural, tanto como lo es andar sobre dos piernas, los chicos dicen que será suyo pero hacen como si ya lo fuese, o eso es lo que se desprende de sus instrucciones, requerimientos, órdenes y suposiciones, todo esto será nuestro es una afirmación que no es necesario formular en voz alta porque emana de cada uno de sus gestos, son las diez de la mañana y se beben una piña colada en la terraza que se extiende desde la piscina, que tiene forma de bocadillo de cómic, hasta la playa, minada de tumbonas y parasoles individuales de hojas de palmera, un trazo verde, un trazo dorado y luego el mar, discuten los objetivos del día como quien planifica una batalla, es el día de Navidad, la comida, infranqueable, les obliga a embutir las incursiones en dos franjas, por la mañana tienen programado ir a hacer submarinismo pero igual es mejor seguir emborrachándose y llegar con el puntillo a la hora de comer y, luego, la segunda franja, eso sí que lo tienen claro, emborracharse como Dios manda, con violencia nihilista, así que, pensándolo mejor, más vale moverse un rato durante la mañana y meterse mar adentro a ver qué. El saludo de las tres madres desde el balcón negro del edificio blanco, en la segunda planta, los interrumpe, ellas menean un brazo en el aire, bon diaaaa, y ellos les devuelven el saludo con el gesto discreto de levantar una copa, las madres saludan con una mano en el aire porque con la otra tienen cogido a un niño de la mano o a un bebé en brazos, hay una, solo, que saluda a su único hijo con las dos manos, agitan los brazos mientras sus maridos, en el despacho del piso superior, estrechan manos a embajadores, delegados económicos, políticos locales, proveedores, empresarios del ramo de la construcción, inversores y banqueros y militares cingaleses que han querido asistir, este día de Navidad, a la inauguración del hotel, tres hombres de negocios, tres padres, tres hermanos, ponen el acento en la muestra de confianza en el porvenir del país que significa esa inversión, la apertura de ese hotel, situado en el sur de la isla en una mansión colonial portuguesa del siglo XVI de la que han conservado la estructura y la fachada, Porque si hay algo que nos importa más que los negocios es contribuir a la memoria de cada país donde trabajamos, esta es la conversación que sale a la superficie mientras todos los invitados, uno por uno, después del apretón de manos y de encender los puros, admiran el elefante de marfil con gemas por ojos alrededor del cual, o eso parece, se ha construido el despacho, en la conversación informal también se alude a la confianza en la pacificación de la isla en un futuro muy cercano y destacan que su apuesta por que el conflicto armado acabe cuanto antes es, ni más ni menos, que la apertura del hotel de doscientas plazas, que se dice pronto, Si hay un antídoto para un país gangrenado por la guerra es el turismo, y este antídoto solo tiene dos componentes activos, persistencia e inversión, cuando el mundo descubra la Perla de Oriente se necesitará tanta mano de obra en el sector hotelero que todos los milicianos tendrán que abandonar las metralletas para aprender a cargar una buena piña colada, y el comentario cosecha las carcajadas de todos los invitados, y los representantes de la administración local ponen en valor el valor visionario de los empresarios y alguien interrumpe el panegírico para clamar un, Catalonia-Catalonia, Barça-Barça con la boca pastosa que los tres socios ignoran, y se prosigue subrayando que la forma de hacer perder el miedo al inversor es con iniciativas audaces como esta, y los tres socios pegan una larga calada al puro y apuntan que ellos no tienen ninguna sensación de riesgo, que solo se han anticipado a un hecho incontestable, solo es cuestión de tiempo que la isla explote, turísticamente hablando, matizan, y ellos quieren ir por delante del resto para ser los primeros en recibir la tajada de beneficios, y lo dicen omitiendo las facilidades del Gobierno cingalés que han contribuido a minimizar la sensación de riesgo y sin las cuales, probablemente, su intrepidez entrepreneur habría sido más modesta, pero no hace falta perder el tiempo con hipótesis, Me da más miedo sacar a pasear el perro en mi barrio del viejo continente que dormir aquí con las ventanas abiertas, afirman los socios, y no lo dicen como un recurso retórico más, no es ninguna hipérbole constatar que, para un intruso con aspiraciones suicidas, sería más fácil acceder al Ministerio del Interior de la capital que a la recepción de su hotel, y no es solo por la guardia propia, o por el perímetro de seguridad con agentes armados que circunvalan los terrenos del hotel, sino que hay una sola carretera para llegar allí a través de la selva con guardas apostados y, en caso de que todo saliese mal, el helicóptero que hay en el jardín norte del hotel podría llevarlos al aeropuerto de Colombo en menos de una hora y, mientras tanto, un poco más allá de los apretones de manos fraternales, no muy lejos de los saludos maternos desde el balcón, los tres chicos se burlan de los guardas que vigilan desde el porche de madera del hotel, se supone que son guardas adultos, pero miden lo mismo que un niño de once años, Si pasase algo tendríamos que protegerlos nosotros a ellos, y, un día, el primero o el segundo en la isla, uno de los tres primos, al pasar por al lado de uno de los guardas, había apoyado el codo sobre la cabeza de un guarda como si filosofase en la barra de un bar con un cliente invisible, De una bofetada tumbarías a cinco de golpe, se reían, y otro día, el segundo o el tercero, probaron a poner seis guardas en formación de tres detrás, dos en medio y uno delante, y querían que un séptimo se calzase unos patines para usarlo de bola y jugar a bolos humanos, y lo habrían hecho si unas órdenes por los walkies, muy oportunas, no hubiesen hecho entrar a los guardas en el hotel. Los chicos paran al camarero más joven cuando lo ven llevando dos copas a la otra punta de la piscina, es el camarero que les pasa la maría, el 22 al mediodía las tres familias habían ido en helicóptero a ver piedras, patrimonio, escombros, lo que sea, los chicos tuvieron que pasar por el aro, pero en la segunda salida familiar ya conocieron al camarero de la maría y todo era generar excusas para no salir del hotel o, mejor, para quedarse sin supervisión paterna, justo era el quinto año que celebraban la Navidad en ambientes tropicales, pero el primero en que podían beber sin que sus padres les pusieran trabas, podían estar bebiendo piña colada a las diez de la mañana y la familia podía saludarlos desde el balcón y aquello era la postal navideña esperada, dieciocho años, la maría, sin embargo, sí que se la tenían que jincar a escondidas, ¡dieciocho años!, y la bronca que les cayó cuando montaron la Gran Farra en el hotel de Túnez por su cumpleaños, ¿y qué esperaban?, ¿que se pasaran la noche con juegos de mesa?, por suerte no les hicieron pagar todos los desperfectos, ahora pasan el rato rememorando la fiesta de los dieciocho, dentro de media hora tienen que ir al muelle para la excursión marítima y cuando empiezan a sentir que la pereza los invade ven a dos chicas morenas a quienes el camarero de la maría les lleva cócteles, dos morenas repantingadas en las tumbonas de la piscina con gafas de sol y actitud indiferente, apática, una actitud que ellos identifican como una señal de disponibilidad vaginal, no saben cuándo han llegado, no las han visto salir del hotel y cuando ellos se han apoltronado en las tumbonas no estaban, pero eso es lo de menos, se acercan a las dos morenas para hablar con ellas, el palique inicial, como siempre, no tiene más propósito que mantener el palique en marcha, tienen que mostrarse más interesantes que el silencio, ellas tienen veinticuatro años, y ellos dicen que qué casualidad, que también ellos tienen veinticuatro, y la conversación avanza hasta que se ven obligados a aclarar a las chicas que No, no twins, cousins, y eso, por lo que sea, las hace reír, a ellas, y no acaban de entender qué les hace tanta gracia, pero aun así las invitan a sumarse a la excursión submarina, es verdad que si se lo hubiesen preguntado hace unos segundos habrían contestado que quizá mañana, pero es más que evidente que tienen que ir mar adentro porque ahora tienen un objetivo claro, llevarse consigo a las chicas, ¿Habéis visto las profundidades del Índico?, so beautiful, like your eyes, y ellas insisten en saber si son mellizos trigéminos de verdad, y uno de los tres chicos tiene que subir a la habitación a buscar los pasaportes porque las chicas no se creen que sean primos, y el que trae los pasaportes les enseña que los apellidos maternos no coinciden, See?, pero las chicas se ríen aún más al ver las fechas de nacimiento, porque ven que han querido engañarlas con la edad pero sobre todo porque a dos los parieron el mismo día y al tercero, dos días más tarde, So cute, ríen entre ellas, lo que les explican es que el azar tuvo poco que ver en la concentración natalicia, todo formaba parte del plan de los tres padres, los tres socios hoteleros, y a uno no le salió como había planificado por culpa de su mujer, que quiso seguir no se sabe qué premisas de los partos naturales y lo tuvo dos días después que las esposas de sus hermanos, y eso debió de ser la gota que colmó el vaso porque la que saludaba desde el balcón con el niño cogido de la mano era la segunda mujer del padre, la madrastra del chico, ¿Y a la misma hora?, preguntan ellas a los dos que sí que son del mismo día, y uno de los dos se adelanta y dice que él nació cincuenta y tres minutos antes, o que el otro nació cincuenta y tres minutos más tarde, lo que cuenta es que él es el mayor, vaya, So cute, se ríen, y luego los chicos quieren jugar a adivinar el nombre de las chicas, y el juego se presenta complicado porque no saben ni de qué país son, así que después de unos cuantos nombres dichos al tuntún, retroceden una casilla y se ponen a adivinar nacionalidades, Italian?, German?, French?, con el acento de las chicas no tienen ni para empezar, ven que hablan bien inglés y podrían aceptarlo como nativo, así que British?, American?, Australian?, y ellas, Cold, cold, y ellos se ríen a cada intento como para dar a entender que ese era de broma y que el de verdad será el siguiente, Japanese?, Frío, frío, y mientras tanto un camarero del hotel, engominado, viene a decirles que el coche los espera ya para llevárselos al muelle, con coche se refiere al buggy, esa especie de cacharro de los golfistas que aquí sirve para hacer los traslados de un espacio a otro, de la piscina al muelle, de la zona de spa a la terraza principal, del hall al campo de golf o a la pista de tenis, y ellas se ríen, y ellos le dicen al de los recados que espere que ahora van, ¡Rusia!, y uno de los tres herederos le dice al camarero que al final serán cinco para la excursión y que les lleven una caja de botellas de cava, el más caro que tengan, y que esté muy frío, Cava, what’s that?, se interesan las chicas, y ellos, Like a champagne, very expensive, very tasty, lots of bubbles, very cold, y las chicas dicen que si va a haber de ese cava expensive, tasty, cold y tan cargado de bubbles que se apuntan, With champagne, we’re in, y al medio minuto de haber puesto al día al camarero de los cambios en la excursión, otro buggy aparca al lado del buggy que espera en la alfombra de césped que separa la piscina de la playa, con una sensibilidad geométrica, como en la exposición de una feria de buggies, y las chicas dicen que comienza por I, su país, y es el pistoletazo de salida para que arranque la carrera entre los chicos, Islandia Irlanda India Indonesia Irán Islandia Irak, ¿Irak ya lo has dicho?, pero las chicas han dejado de hacerles caso porque tienen la mirada clavada en el fondo del paisaje, los chicos se giran y ven el nacimiento de una columna de humo negro detrás de la montaña que aísla las tierras del hotel del poblado más cercano, ¡Israel!, grita uno de los chicos después del breve momento de silencio, y las chicas estallan de alegría, ¡Bingo!, y los desafían a adivinar sus nombres, Challenge!, los chicos se miran de reojo y dicen en catalán, Qui collons sap noms d’Israel?, Esos son judíos o algo, ¿no?, empiezan a de­senterrar clases de religión, y tienen la santa potra de que el camarero de antes los interrumpa, ahora, no obstante, acompañado de un hombre con americana y corbata azules, el gerente cingalés del hotel, el empleado local con el cargo más elevado, que se encarga de los asuntos del día a día, de la parte más desangelada de la gestión del negocio, de las necesidades humanas primarias, el dormir, el comer, el estar limpio, el estar enfermo y también de las deposiciones en todas sus formas y texturas, por encima de él solo tiene al gerente valenciano, a Checho, importado directamente desde Benidorm, donde ha dejado a su familia, a la que visita cada mes y medio, y el encargado de la corbata y la americana azul marino les transmite, con gravedad, que no queda cava, y en ese momento le suena el teléfono, lo descuelga, un teléfono del tamaño de una suela del cuarenta y siete, y hace esperar al interlocutor porque la atención hacia los tres chicos es prioritaria, y les dice que no queda cava pero que les puede ofrecer un vino, reserva de no sé cuántos, y uno de los chicos, el que es cincuenta y tres minutos mayor, le corta, No hemos pedido vino, hemos pedido cava, y, a todo esto, ¿cómo puede ser que un hotel como este se haya quedado sin cava?, y el cingalés endomingado, con el bigote húmedo de sudor, se corrige, dice que no es que se haya acabado, sino que todo el cava está reservado para la comida de Navidad, que hay cerca

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