La bella Aurora (Anotado)
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La bella Aurora (Anotado) - Félix Lope de Vega
La bella Aurora
Lope de Vega
PERSONAJES
- CÉFALO.
- FLORIS.
- FABIO.
- ELISA.
- EL PRÍNCIPE DORISTEO.
- PERSEO.
- AURORA.
- BELISA.
- DIANA.
- UN GIGANTE.
- FELICIO.
- FINEO.
Acto I
Salen CÉFALO, de camino, y FLORIS.
CÉFALO
Señora, fálteme Dios
si hallo cosa en esta ausencia
que pueda hacer resistencia
al mal de faltarme vos.
Y es para el alma tan fuerte,
que su consideración
no tiene comparación
con el rigor de la muerte.
Crece la tristeza mía
con tanta violencia, amor,
que en el temor y el dolor
mil veces muero en un día.
Yo llevo, en fin, de los dos
mayor soledad agora,
que no estáis sola, señora,
acompañada de vos;
que para comparación
de que en dolor me igualáis,
pues que vos con vos estáis,
mayores mis males son.
Dad ventaja a mi memoria
de las penas que sentís,
porque donde vos vivís,
¿qué puede haber sino, gloria?
Cesar la eterna armonía
de las esferas del cielo,
alma del sol, que en el suelo
cuanto vive engendra y cría:
Hacer eterna amistad
los elementos, parece
decir que haceros merece
mi presencia soledad.
No lo creáis, pensamiento;
máteme cuerdo el pesar,
y no sin seso el pensar
tan altos merecimientos.
FLORIS
Si es cumplir la obligación
que a los discretos les dan
el ser marido y galán,
Céfalo, en esta ocasión,
como ya propia mujer,
viéndoos burlar y partir,
pondré el cuidado, en sentir,
no le pondré en responder:
y no diré el sentimiento,
si no es que celos me den
para responder también
vuestro mismo entendimiento.
Que dicen que suelen ser,
con la fuerza del sentir,
tan discretos en decir
como necios en hacer.
Sé que os vais, y que no es justo
que me obligue lo que os culpa,
porque no tiene disculpa
quien se parte por su gusto.
Y así, no quiero admitir
lo que vos me podéis dar;
que quien lo pudo excusar,
¿cómo lo puede sentir?
Y aunque galán presumáis
quererme satisfacer,
basta ser propia mujer
para que no lo sintáis.
CÉFALO
Vos habéis, mi bien, caído
en yerro en que muchas dan,
que no puede amar galán
el que posee marido;
porque la seguridad
no quita fuerza al amor,
que antes, en todo rigor,
aumenta la voluntad;
ni sé qué pueda tener
de discreto ni de grave
el marido que no sabe
ser galán de su mujer.
Que adonde hay entendimiento
y discurso de razón,
una justa posesión
no quita el merecimiento.
Que me parto por mi gusto
niego, pues voy tan forzado
cuanto sé que causa he dado,
mi bien, a vuestro disgusto.
No presumáis tan cruel
que mi amor en celos anda,
pues el Príncipe me manda
ir a esta caza con él.
¿Qué excusa pudiera dar
que me pudiera valer?
Que de la propia mujer
nunca se admite el pesar.
Porque, fuera de perdelle,
quedáramos mal los dos
si dijera que por vos
dejaba de obedecelle.
FLORIS
La disculpa no os faltara
si el gusto y la novedad
para dejar la ciudad,
a mis brazos no os forzara:
mas no quiero daros pena,
que me voy pasando a dama,
cosa que la buena fama
en mujer propia condena.
Y aunque al honor fuera impropia,
¡ay Dios, quién supiera hacer
que se pudiera perder
esto de ser mujer propia!
CÉFALO
¡Oh, qué donaire tan grande!
¡Oh, qué imposible tan nuevo!
(Salen FABIO y ELISA, criados.)
FABIO
Yo cumplo con lo que debo,
si no es que quedar me mande.
ELISA
Bien te supieras quedar
si me tuvieras amor.
FABIO
No hay amor donde hay señor,
ni quedar donde hay mandar.
ELISA
¿Otros criados no había?
FABIO
No seas, Elisa, loca;
que hay criados de la boca,
que la sirven todo el día,
que en dando todo señor
en llamar siempre un criado,
aquél es de su cuidado
inmortal ejecutor.
CÉFALO
¿Es Fabio?
FABIO
¿Qué es lo que quieres?
CÉFALO
¿Qué hay de partida?
FABIO
Que ya
todo apercibido está.
FLORIS
Fabio, cuidadoso eres.
FABIO
Lo primero los rocines,
aunque boca abajo están,
relinchos por gracias dan
que al campo los encamines;
el tuyo el bocado muerde
bañando el oro en espuma,
ya papagayo sin pluma
todo vestido de verde;
porque sin las guarniciones,
verdes por partes distintas,
en crin y cola, mil cintas
sirven de plumas y alones;
yo llevo aquel bayo a quien
cubre el enmaderamiento,
un pellejo macilento
por quien las tripas se ven.
Si ves el rocín, señor,
pensarás que han puesto allí
un viejo guadamací
a un banco de un herrador.
¡Por Dios, que pienso que voy
sobre la envidia a esta caza!
CÉFALO
¿No vas con gusto?
FABIO
Mi plaza
a quien la quisiere doy.
CÉFALO
El correrá.
FABIO
Poco o nada;
presto tus ojos lo vean,
sino es que los ciervos sean
hechos de paja y cebada.
De perros nos va mejor,
galgos, sabuesos y bracos,
grandes, chicos, gordos, flacos,
que atados forman, señor,
una capilla perruna
en esa puerta, que es cosa
insufrible.
CÉFALO
Dulce esposa,
yo voy corriendo fortuna
en el mar de vuestros ojos;
no me aneguéis de esa suerte,
ni el sol que de ellos se vierte
eclipse nubes de enojos.
Venid a verme partir
pues tan presto he de volver.
FLORIS
Temo que os he de perder,
porque me suele decir
el alma muchas verdades.
CÉFALO
¿Perder por ir a cazar
a un monte? ¡Qué incierto mar
para apartar voluntades!
Venid, que el Príncipe espera.
FLORIS
No me puedo consolar.
FABIO
Y ella no puede llorar.
ELISA
Llorar ¡oh Fabio! quisiera;
pero tengo el corazón
encontrado con los ojos.
FABIO
Pues pescados sin remojos
secos, incomibles son;
no llores si hay fe tan poca;
que llorar y no sentir,
es por