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¡A vivir en otra dimensión!
¡A vivir en otra dimensión!
¡A vivir en otra dimensión!
Libro electrónico167 páginas10 horas

¡A vivir en otra dimensión!

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¡A vivir en otra dimensión! es una propuesta interesante, una obra a medio camino entre el relato de fantasía, de corte juvenil, y las historias de autoayuda y superación. Escrita con un estilo sencillo y directo que facilita que los lectores se sumerjan en el texto. El objetivo de este libro es ayudar a las personas que, por diversos motivos, lo están pasando mal, necesitando un pequeño empuje para enfrentarse a un futuro incierto. Así, sin miedos y llenos de esperanza, se mentalicen, «puesto que van a vivir en otra dimensión». Para que, con esa esperanza, incluso con ilusión, afronten lo desconocido y el nuevo reto que los aguarda. Este libro será de ayuda para pequeños y mayores, pues, más pronto o más tarde, todos nos vamos a encontrar ante una situación similar.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 oct 2022
ISBN9788419390677
¡A vivir en otra dimensión!
Autor

María Ángeles Díaz Sánchez

María Ángeles Díaz Sánchez. Nacida y criada en Navaconcejo, Valle del Jerte (Cáceres). Realizó sus estudios en el internado de las H. Josefinas de la Santísima Trinidad. Posteriormente, estudió Enfermería en Madrid (DUE). Estuvo varios años como reservista voluntaria en las Fuerzas Armadas. Agradecimientos. ¡Va por mis hijos, familiares y amigos! Especialmente, por Arturo Collado Fuente, motor de arranque del libro. ¡Por mi preciso Valle del Jerte! El cual, con sus diversas tonalidades cromáticas, frondosidad y tanta belleza, dejaron plasmado en mí un espíritu romántico y evocador.

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    ¡A vivir en otra dimensión! - María Ángeles Díaz Sánchez

    ¡A vivir en otra dimensión!

    María Ángeles Díaz Sánchez

    ¡A vivir en otra dimensión!

    María Ángeles Díaz Sánchez

    Esta obra ha sido publicada por su autor a través del servicio de autopublicación de EDITORIAL PLANETA, S.A.U. para su distribución y puesta a disposición del público bajo la marca editorial Universo de Letras por lo que el autor asume toda la responsabilidad por los contenidos incluidos en la misma.

    No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

    © María Ángeles Díaz Sánchez, 2022

    Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras

    Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com

    www.universodeletras.com

    Primera edición: 2022

    ISBN: 9788419389947

    ISBN eBook: 9788419390677

    ¡Va por mis hijos, familiares y amigos! Especialmente por Arturo Collado Fuente, motor de arranque de este libro.

    ¡Va por mi precioso Valle del Jerte! El cual con sus diversas tonalidades cromáticas, frondosidad y tanta belleza, dejó plasmado en mí, un espíritu romántico y evocador.

    Prólogo

    Enmarcado en hechos reales y mitológicos.

    Trata de mostrar a todos, especialmente a los jóvenes, que el mundo está lleno de diversas y maravillosas materias con las que poder conectar.

    Lo importante que es mantener un espíritu libre, limpio, sosegado, siempre adecuado, preparado para ser utilizado de refugio interior, en los casos que la adversidad nos sorprenda. Allí, en la profundidad de nuestro espíritu podremos encontrar y extraer todo lo necesario que nos permita llevar una vida consciente y plena. Capaces de buscar en todo momento la excelencia, a pesar que nuestras vidas cotidianas se desarrollen dentro de un marco de escasez, pobreza y penuria, ya sea física o moral. Utilizando, en esos momentos, nuestros resortes internos, para poder alejarnos de toda vulgaridad, escoria y basura de esta decadente sociedad, que hoy está condicionando a la humanidad. Aferrándonos, tan sólo, a lo más bello y hermoso que nos ofrece la vida en sí. Solamente de esta forma, podremos sobrevivir al caos.

    Lo probable es posible

    En un tiempo muy remoto cuyas fechas y hechos no constan en ningún lugar, pues nadie osó escribirlos por miedo a lo que les pudiera pasar. Este fue el único motivo de no dejarlos registrados, perpetuándolos en el tiempo, pasándolos a los anales de la historia, para ser recordados en la posteridad. De todos aquellos extraños acontecimientos sucedidos en este mismo lugar, solo se recuerdan tan luctuosos hechos gracias a la tradición oral, quedando fijados para siempre en la memoria de todos aquellos que escuchaban su contar. No obstante, con el paso de los siglos, tras muchos y diversos avatares, fueron cayendo en un olvido casi total, ya que los habitantes del entorno circundante de aquella extensa región y los escasos moradores de aquel pequeño asentamiento lo dejaron de narrar.

    Para evitar el total extravío de aquella singular historia sobre sucesos tan graves, ocurridos en estas tierras mágicas y extrañas, ahora tal como acontecieron os los voy a relatar.

    Aquel día había amanecido oscuro, brumoso, daba la impresión de que la noche se negaba a ceder su paso al alba. La intensa niebla parecía colgar del cielo a modo de pantalla gigante de un intenso gris, casi negro, cubriéndolo todo, dando al ambiente un aspecto fantasmal e inquietante haciendo imposible vislumbrar la gran planicie de la meseta castellana, en la cual nos encontrábamos inmersos.

    En una jornada de visibilidad normal, sin esfuerzo alguno, hubiéramos podido observar toda la extensa y llana superficie que en lontananza se divisaba, en un punto inexistente en la lejanía la tierra parecía fundirse con el cielo, mas en este caso las delimitaciones de uno y otro contorno eran bien diferenciadas, claramente perceptible, por la desigualdad del matiz de sus colores, el ocre para la tierra y el azul del cielo.

    A pesar de la distancia existente se podía llegar a divisar pequeños montículos diseminados formados por algunos grupos de pedruscos acumulados a través del tiempo, al igual que veríamos el verdear de minúsculos grupos de pinos dando a lo lejos la apariencia de formar motas negruzcas resaltado sobre la gran mancha de tierra rojiza, rompiendo así la monotonía predominante en aquel singular lugar, hasta entonces, de escasos pastos y abundante en tierra baldía. Estos parajes mucho más tarde pasaron a conocerse en todo el mundo mundial con el nombre de Castilla-La Mancha.

    En los últimos días del otoño, en los cuales nos encontrábamos, el cierzo era ya tan frío que penetraba por todos los poros del cuerpo, llegando a calar hasta la misma medula encerrada en lo más profundo del hueso. Todo hacía presagiar que en cualquier momento comenzaría a caer la primera nevada, adelantándose unos días la tan temida estación invernal.

    Era siempre en la hora bruja especial del amanecer cuando, al contemplar el cielo en un día claro, no sabríamos a ciencia cierta si iba a dar comienzo el alba o el crepúsculo que hiciera retornar la noche. Muy temprano, sí, siempre era muy temprano cuando acostumbraba a salir con su rebaño, compuesto por veintitrés ovejas y cinco cabras; Teo o el pastor, así, indistintamente era conocido por todos en la pequeña aldea de la que formaba parte.

    Aquel asentamiento o pueblecito estaba formado por míseras cabañas, donde trascurría su monótona y hasta entonces apacible vida junto al reducido grupo de vecinos que la habitaban.

    Teo, al salir de su choza, se frotó vigorosamente las manos con el fin de transmitir a su cuerpo un poco de calor. Antes de comenzar su jornada laborar le gustaba otear el horizonte tratando de adivinar el tiempo que gozarían tanto él al igual que su rebaño o tendrían que soportar; mas al mirar al cielo tratando de predecir si el temporal se estaba acercando o alejando, le fue del todo imposible poderlo determinar, pues la niebla era tan densa que le impidió tener una visión real del tiempo que ese día se iba a presentar.

    Al lado del pastor se encontraba su inseparable amigo, el fiel perro Coco dispuesto, como siempre, a acompañar al amo para conducir al pequeño rebaño hacia los pastos insuficientes, pues en esos momentos ya habían comenzado a escasear.

    El pastor se dijo a sí mismo: «Bueno, a medida que vaya entrando la mañana, la niebla, como siempre, comenzará a levantar». Dando de inmediato por zanjado ese tema, para volcarse en aquello que constituía «el problema principal» el más acuciante, el primordial —la escasez de alimento que iba quedando para el ganado, junto con las pocas perspectivas de encontrar otros lugares con algo de hierba donde llevar a pastar al rebaño durante el gélido invierno que estaba próximo a comenzar—, tener comida para su ganado había constituido hasta ahora su más importante fuente de inquietud.

    Fue ese el momento en el que sintió que un escalofrío recorría su espalda, produciéndole una sacudida a modo de latigazo, tal vez fuera un triste presagio de lo que estaba por llegar, aquello cambiaría su vida junto a la de aquel tranquilo y apacible lugar.

    Recordó cómo todos los años al finalizar la estación otoñal su alma se llenaba de una profunda y triste melancolía, haciéndole suspirar, ya sabía por la experiencia de otros otoños pasados cuánto le costaba esa especie de depresión remontar.

    «Quizás —pensó—, ese es el motivo de la aparición del raro escalofrío que me ha hecho temblar. Tranquilo —se dijo así mismo—, no debo caer en el abatimiento, no debo claudicar, no puedo rendirme; como siempre, tengo que luchar y, cuanto antes, este pesimismo que siento debo desterrarlo».

    A pesar de sus buenos propósitos, en esos momentos, tuvo que recurrir para animarse a un gran esfuerzo de superación, tratando de borrar de su mente todos sus temores. «¡Ánimo! ¡Adelante!», se dijo. Su querido rebaño con él al frente redoblaría sus esfuerzos de búsqueda para encontrar hasta la última brizna de hierba que pudieran llevar a la boca sus animales; en todo momento recordaría a su mujer, su hijita y a sus queridos animales como un punto de inflexión, de no volver atrás, él, desde ahora y para siempre, trataría de ver todas las cosas que le ocurrieran, por muy negativas que fueren de la manera más positiva posible. «Pasara lo que tuviere que pasar».

    Con esos buenos deseos de no rendirse jamás ante la adversidad, se puso en marcha con su querido rebaño, dirigiéndose hacia un lugar donde tal vez algunos restos de hierba pudieran aún quedar.

    Mientras caminaba, observaba cómo la niebla levantaba. En un momento determinado pudo discernir en la lejanía frente a él un conjunto de rocas que parecían presentar una extrañas coloración, una rara tonalidad; Teo, de cuando en cuando, las miraba sin pretenderlo parecían como si tuvieran vida propia y él fuera atraído por ellas igual que por un imán, pareciéndole ver que el color, cada vez que miraba, se incrementaba.

    Pasado un tiempo, hizo un alto en el camino pensando: «Vaya, ahora sí que puedo decir con toda certeza que esas piedras han ido adquiriendo poco a poco cierta tonalidad de color rojo anaranjado». Teo estaba como hipnotizado por los colores que salían de entre aquellos peñascos, hacía algunas reflexiones sobre aquel extraño suceso, que nunca hasta ahora había visto. «Algo insólito pasa, fuego desde luego no es, puesto que no sale nada de humo, hace muy pocos días que he estado allí con el ganado pastando, no quedando una sola brizna de hierba ni un simple palo, nada, nada había que pudiera arder».

    Su curiosidad iba creciendo por minutos. «Tal vez —pensó—, esta sería una buena forma, surgida por azar, la cual podría utilizar para evadirme del pésimo estado de ánimo que sufro». Tanto con ello se obsesionó que, llegado un momento, creyó no poder aguantar más tiempo su curiosidad, llamó a Coco su perro.

    Teo pasaba los días sin ver a un ser humano con el que poder hablar, hacerle preguntas, darle respuestas, en una palabra: conversar. Al principio, recuerda que le resultó duro, después se fue acostumbrando; esta necesidad de comunicación común a todos los seres humanos en él había ido derivado de un monólogo, a lo que él consideraba un diálogo con sus animales, entablando con ellos pequeños coloquios, en realidad, nunca habían dejado de ser monólogos en los que todos ellos al final parecían entenderse sin ningún tipo de problema.

    Nada raro pareció cuando llamó a su perro dándole la siguiente instrucción:

    —Oye, Coco, acude a ver qué ocurre tras aquellas rocas que están desprendiendo esos colores rojizos, anaranjados, observa lo que está pasando tras ellas, después regresa aquí con nosotros y nos contarás.

    Coco, siempre obediente, salió corriendo hacia donde su amo le indicaba. El perro corría sin parar, mas daba la impresión de que la carrera nunca iba a terminar de lo mucho que tardaba en llegar. Aquellas rocas parecían estar más lejos de lo que cabía esperar, Teo veía la silueta de Coco empequeñeciendo en la lejanía hasta convertirse en un pequeño punto apenas visible en el horizonte. En un momento dado, el perro acabó por desaparecer.

    Transcurrido un periodo de tiempo que el pastor consideró prudencial, comenzó a inquietarse cuando comprobó que el tiempo pasaba, más el pequeño punto que Coco había proyectado en la distancia no reaparecía.

    Teo pensó: «¡Caramba!, en estos momentos, lo que más deseo en el mundo es ver reaparecer un punto que, poco a poco, comience a moverse y vaya tomando vida hasta transformarse en la silueta de mi querido can», ahora sus ojos escrutadores de nada parecían servirle, pues por mucho que miraban, no podían ver no podían captar la reaparición de aquel amado, deseado y añorado punto en movimiento que esperaba se transformara en su fiel y leal perro.

    Buscando a Coco

    Teo se sentía culpable e impotente por no poder solucionar el

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