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1984
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Libro electrónico431 páginas10 horas

1984

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1984 se desarrolla en Londres: su protagonista, Winston Smith, decide rebelarse ante un gobierno totalitario que controla cada uno de los movimientos de sus ciudadanos y castiga incluso a aquellos que delinquen con el pensamiento. Consciente de las terribles consecuencias que puede acarrear la disidencia, Winston se une a la ambigua Hermandad por mediación del líder O'Brien. Sin embargo, nuestro protagonista va comprendiendo que ni la Hermandad ni O'Brien son lo que aparentan, y que la rebelión quizá sea un objetivo inalcanzable.

Orwell adelantó en esta novela de ficción distópica de 1949 muchos elementos de la sociedad actual: la dependencia tecnológica, la desinformación y manipulación de los hechos, el control de nuestros datos y de nuestra vida de un Estado vigilante, cámaras por todas partes, las redes sociales y el fomento del odio... todo esto está escrito en esta novela. Por su magnífico análisis del poder y de las relaciones y dependencias que crea en los individuos, 1984 es una de las novelas más inquietantes y atractivas del siglo XX.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 nov 2022
ISBN9788446052661
Autor

George Orwell

George Orwell (1903–1950), the pen name of Eric Arthur Blair, was an English novelist, essayist, and critic. He was born in India and educated at Eton. After service with the Indian Imperial Police in Burma, he returned to Europe to earn his living by writing. An author and journalist, Orwell was one of the most prominent and influential figures in twentieth-century literature. His unique political allegory Animal Farm was published in 1945, and it was this novel, together with the dystopia of 1984 (1949), which brought him worldwide fame. 

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    1984 - George Orwell

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    Akal / Clásicos de la Literatura / 36

    George Orwell

    1984

    Traducción y notas: María José Martín Pinto

    Introducción: Lola Artacho Martín

    1984, se desarrolla en Londres: su protagonista, Winston Smith, decide rebelarse ante un gobierno totalitario que controla cada uno de los movimientos de sus ciudadanos y castiga incluso a aquellos que delinquen con el pensamiento. Consciente de las terribles consecuencias que puede acarrear la disidencia, Winston se une a una ambigua Hermandad por mediación de su líder, O’Brien. Sin embargo, nuestro protagonista va comprendiendo que ni la Hermandad ni O’Brien son lo que aparentan, y que la rebelión quizá sea un objetivo inalcanzable.

    Orwell adelantó en esta novela de ficción distópica de 1949 muchos elementos de la sociedad actual: la dependencia tecnológica, la desinformación y manipulación de los hechos, el control de nuestros datos y de nuestra vida por parte de un Estado vigilante, cámaras por todas partes, las redes sociales y el fomento del odio... todo esto ya aparece escrito en esta novela. Por su magnífico análisis del poder y de las relaciones y dependencias que crea en los individuos, 1984 es una de las novelas más inquietantes y atractivas del siglo XX.

    George Orwell (Motihari, India, 1903-Londres, 1950), cuyo verdadero nombre es Eric Arthur Blair, además de cronista y corresponsal de guerra, crítico de literatura y novelista, es uno de los ensayistas en lengua inglesa más destacados de los años treinta y cuarenta del siglo XX. Estudió en el Colegio Eton y luego formó parte de la Policía Imperial Inglesa en Asia, experiencia que lo llevó a escribir Días en Birmania (1934). Vivió varios años en París y en Londres, donde conoció la pobreza; de este difícil periodo de su vida nació su novela Sin blanca en París y en Londres (1933).

    Sus experiencias como colaborador de los republicanos en la Guerra Civil Española las recogió en su interesante libro Homenaje a Cataluña (1938). Durante la Segunda Guerra Mundial formó parte de la Home Guard y actuó en la radio inglesa. En 1943 entró en la redacción del diario Tribune, y después colaboró de un modo regular en el Observer. En este periodo escribió muchos de sus ensayos, publicados póstumamente en 1968, sobre problemas de política social que poseen una franqueza y clarividencia sin precedentes en la literatura inglesa.

    En general, toda su obra, incluida su primera etapa y las posteriores sátiras distópicas, reflejaron sus posiciones políticas y morales, pues subrayaron la lucha del hombre contra las reglas sociales establecidas por el poder político. Sus títulos más conocidos son Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949), ficciones en las cuales describió un nuevo tipo de sociedad controlada totalitariamente por métodos burocráticos y políticos.

    Diseño de portada

    RAG

    Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

    Nota editorial:

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    Nota a la edición digital:

    Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

    Motivo de cubierta: adaptada del cartel de la obra teatral 1984

    diseñado por Courtney Autumn Martin

    Título original

    Nineteen Eighty-Four

    © Ediciones Akal, S. A., 2022

    Sector Foresta, 1

    28760 Tres Cantos

    Madrid - España

    Tel.: 918 061 996

    Fax: 918 044 028

    www.akal.com

    ISBN: 978-84-460-5266-1

    George Orwell hacia 1940.

    INTRODUCCIÓN

    «La libertad es la libertad de decir que dos y dos son cuatro.» Cuán irrelevante parece ser el contenido de esta cita. De acuerdo con todo lo que sabemos hasta ahora, dos y dos suman cuatro. ¿Qué y/o quién podría permitir la negación de lo evidente, de lo innegable? George Orwell se atrevió a cuestionar los tejemanejes de un mundo sumido en el totalitarismo, en la política del miedo y la manipulación. 1984 Nineteen Eighty-Four en su versión original– es uno de sus legados más potentes y esclarecedores sobre la visión del autor británico en cuanto al nivel al que podrían llegar los regímenes totalitarios llevados al extremo en un futuro no demasiado lejano.

    Para entender el ferviente rechazo que Orwell sentía por el devenir de la política del siglo XX, es necesario conocer su biografía. Aunque se le conoce mundialmente como George Or­well, su nombre original era Eric Arthur Blair. Fue con la publicación de Sin blanca en París y en Londres, en 1933, cuando decidió adoptar su pseudónimo, ya que no quería que su familia de clase media-alta se pudiera sentir avergonzada de las adversidades que había tenido que pasar a causa de la pobreza. Entre los pseudónimos que Blair le dio a elegir a su editor se encontraba «George Orwell», que combinaba el nombre del patrón de Inglaterra –san Jorge– y el del río Orwell, que pasa por el condado de Suffolk.

    Orwell nació en 1903 en Bengala, una región de lo que era entonces parte de la India británica, ya que su padre trabajaba como miembro de la administración pública del Imperio británico. Siendo aún un niño, sus padres decidieron volver a su Inglaterra natal, donde se formó y tuvo la oportunidad de asistir a prestigiosos centros como Eton debido a su destacado nivel de aprendizaje. No consintió recibir una educación universitaria, por lo que volvió a las regiones del este del Imperio, como había sido la tradición familiar. Fue en Birmania donde se asentó y llegó a ocupar un alto cargo de la Policía Imperial india.

    Fruto de esta experiencia creó años después su obra Los días de Birmania (1934), en la que se empieza a vislumbrar su incipiente inclinación política. Fue consciente de las injusticias del Gobierno imperial sobre una población que, a costa de pertenecer al Imperio más vasto que pudiera haber existido en toda la historia, vivía una terrible situación de opresión y explotación. Y, lo que es más grave, se dio cuenta de que todo ello había ocurrido en contra de la voluntad de la población oriental. Aquí se empieza a fraguar la faceta más crítica de Orwell frente a la desmesurada ambición de poder en detrimento de los más débiles e indefensos.

    Además, Los días de Birmania sirve de precedente para 1984 en algunos sentidos. Aquí presenta Orwell a un sujeto, provisto de gran sensibilidad y conciencia social, que muestra abiertamente su desacuerdo con el régimen establecido. Es en esta situación personal en la que se encuentra Winston Smith, el protagonista de 1984.

    Dentro de esta colección, Orwell incluyó uno de sus más célebres ensayos, titulado Matar a un elefante. En este, se puede apreciar el germen de conceptos como la deliberada homogeneización de las masas por parte de una estructura superior y la consiguiente pérdida de libertad individual.

    Finalmente, Orwell decide volver a Gran Bretaña y despojarse de todo su pasado y su vínculo con la dirigencia imperial. Es por ello por lo que se estableció en la zona oriental de Londres –conocida como el East End of London–, mayoritariamente ocupada por miembros de la clase obrera que sufrían las consecuencias de la superpoblación, de insalubridad y de la pobreza intrínseca a sus profesiones. Orwell también pasó un tiempo en París, fruto de lo cual surgió su obra Sin blanca en París y en Londres (1933). Su principal objetivo radicaba en la mera exposición de los altos índices de pobreza que sacudían a dos de las más vitoreadas ciudades a lo largo de la historia y, en concreto, en la primera mitad del siglo XX. Aquí expone Orwell su decepción y desilusión con el mundo; o, más propiamente, con los poderosos que aclamaban la grandeza de un país como el suyo, que dominaba y había dominado una amplísima extensión de todo el planeta y, aun así, permitía que sus ciudadanos de pleno derecho tuvieran que vivir bajo semejantes condiciones de vida.

    Ya que Orwell solía frecuentar la parte sur de Reino Unido, en 1937 decidió emprender un viaje al norte de Inglaterra; concretamente a la región de Gran Mánchester. Esta decisión surgió como resultado de una tendencia que se había popularizado entre los literatos del momento, como Aldous Huxley, que se encontraba personalmente en el condado de Nottinghamshire como parte de una investigación personal motivada por los mismos intereses de George Orwell.

    En este viaje, el autor conoció las ciudades de Wigan, Shef­field y Liverpool. Sus apreciaciones quedaron recogidas en su título El camino a Wigan Pier, donde relata las historias de la clase obrera de la zona. Es notable destacar que, en esta obra, Orwell se acerca al mundo minero y las represalias de la depresión de los años treinta. Si sus consecuencias ya se podían notar en el sur y en ciudades con mejores perspectivas como Londres, la situación del norte sacudió la sensibilidad del autor.

    Algunos de los temas más recurrentes que se pueden encontrar en esta obra tienen relación con la situación de un país resquebrajado. Principalmente, Orwell prestó especial atención a la estructuración de las clases sociales británicas y a la estricta división entre norte y sur, tanto en términos económicos como en términos socioculturales. La creciente pobreza norteña supuso un acentuamiento del sentimiento de rechazo por parte de las zonas del sur. A su vez, los norteños empezaron a crear una identidad propia que claramente los diferenciara de sus vecinos.

    Como solución a la desalentadora situación vivida por los habitantes de estas ciudades mineras y obreras, Orwell propone una vía de escape socialista. Sin embargo, ya en esta misma obra empieza a criticar el mal hacer de algunos líderes y movimientos socialistas del momento.

    La relación del autor con su orientación política condicionará el contenido de 1984. Él siempre reconoció su tendencia izquierdista ligada al movimiento socialista. No obstante, su pensamiento cambió y evolucionó a lo largo de su vida. El primer punto de inflexión tanto en su vida personal como en su carrera profesional fue su estancia en Birmania, que lo posicionó como un detractor del imperialismo.

    No obstante, otras formas de opresión irían surgiendo a lo largo de la primera mitad del siglo XX en la política europea. De ese modo, Orwell no solo hablaría públicamente de su oposición al imperialismo, sino a cualquier tipo de régimen que consintiera la anulación de los ciudadanos como individuos libres. Es por ello por lo que encontraría gran desaliento alrededor de los años treinta con el surgimiento de los fascismos europeos.

    En 1937, tras el estallido de la Guerra Civil Española, Orwell decidió viajar a España como miembro de las Brigadas Internacionales; movido por unos ideales socialistas y democráticos que entonces escaseaban en el rumbo al que se dirigía la política europea. Esta experiencia inevitablemente lo marcó, pero acabó antes de lo que él mismo hubiese podido imaginar, ya que una bala le alcanzó el cuello y estuvo al borde de la muerte.

    De acuerdo con las palabras escritas por el propio autor años más tarde, como asegura uno de los biógrafos que ha indagado en la historia personal y literaria de Orwell –Bernard Crick–, la experiencia en España fue otro punto de inflexión en su vida. «Desde entonces supe dónde me encontraba. Cada línea en serio que he escrito desde 1936 ha sido escrita, directa o indirectamente, contra el totalitarismo y a favor del socialismo democrático como yo lo entiendo». Es importante entender que ese concepto de socialismo lo alejaba desde el primer momento de una vertiente marxista. De hecho, poco antes de ir a España, el autor se había enrolado en el Partido Laborista Independiente (ILP), al que definió como «un grupo izquierdista, igualitario y una extraña mezcla inglesa de evangelismo secularizado y comunismo no marxista».

    Es durante estos meses cuando Orwell es consciente de la manipulación de la historia, como observa Bernard Crick. Aquí encuentra ya un motivo de inspiración para su gran novela de ficción. No obstante, también publicaría una memoria de sus experiencias en España conocida como Homenaje a Cataluña (1938).

    La intervención de Alemania e Italia en el conflicto español ya presagiaba el inicio de uno mucho mayor. El estallido de la Segunda Guerra Mundial no le pilló por sorpresa. Es en este entonces cuando podemos destacar el papel de Orwell en la historia del periodismo británico. En 1940 empieza su asociación con la revista socialista conocida como La Tribuna Tribune en inglés–, pero no fue hasta 1941 cuando finalmente pudo ocupar un puesto relacionado con asuntos de la guerra como miembro del equipo de la BBC. La razón que lo mantuvo apartado de la participación activa y militar en el conflicto se debió a su delicado estado de salud a causa de una tuberculosis recientemente diagnosticada que eventualmente causaría su muerte en 1950.

    Alrededor de 1943 empezó a escribir la novela que lo llevaría a la fama: Rebelión en la granja. Ni siquiera Victor Gollancz, que había editado todas las obras de Orwell hasta el momento, consintió publicarla, ya que era un claro ataque al régimen soviético en un momento en el que la URSS era un aliado clave en la guerra. Este veredicto lo recibió de la mano de otros editores hasta que fue finalmente aceptado por Jonathan Cape. Aparentemente, algunos de estos editores primero consultaron la posibilidad de publicar un libro de estas características con el Ministerio de Información inglés, cuya respuesta fue muy contundente con respecto a no intervenir u opinar sobre la política rusa en un momento tan crítico de la historia. De esta forma, podemos deducir que la censura periodística y literaria a la que se vio sometido Orwell supondría otro varapalo para sus ideales.

    Para Orwell no había mayor libertad que la de poder decir aquello que no se quería escuchar. Esa era su verdadera lucha: la libertad frente al fascismo imperante de la época. Esta fue la tesis principal que el autor defendió en la introducción inédita hasta 1972 de su novela Rebelión en la granja. Sentía que la gente de a pie aún seguía sometiéndose a la doctrina ortodoxa establecida y que esto era indicativo de que predominaba una tremenda injusticia.

    Como él mismo aclaró en su ensayo ¿Por qué escribo?, Orwell incluía la política –«en su sentido más amplio»– entre sus principales motivaciones literarias. Por ello, si consideraba que había alguna mentira que debía ser destapada, lo hacía a través de sus obras. Su principal preocupación radicaba en el hecho de poder ser escuchado y haber podido expresar su inconformismo. Sin embargo, para él todo este proceso era también una experiencia estética. Aunque el mismo Orwell sabía que la época en la que le había tocado vivir no había sido precisamente fácil, trataba de dejar que la belleza permeara su lenguaje y su literatura a través de la combinación de sonidos y de grupos de palabras que le daban sentido artístico a la labor literaria.

    Rebelión en la granja es una de sus obras más ingeniosas, en la que disfraza al régimen soviético bajo la apariencia de animales. Con ello quiso representar la traición de Iósif Stalin al socialismo marxista. La farsa de uno de los Estados más atroces de la Europa del siglo XX se puede resumir en la siguiente cita de esta célebre novela: «Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros».

    La desilusión provocada por la gran acogida y persistencia del nazismo y del estalinismo, principalmente, consiguió dar a Orwell el impulso final para escribir su última novela en 1948: 1984. Esta se sitúa en un futuro imaginario y distópico en el que trata de exponer lo que él pensaba que podían ser las terribles consecuencias de su presente.

    El género de la distopía fue de gran influencia para Orwell y para la creación de esta obra maestra. La relación existente entre 1984 y la obra de Aldous Huxley titulada Un mundo feliz (1932) ha sido muy explorada por la crítica literaria moderna. No obstante, la obra canónica que marcó tanto a Orwell como a Huxley y que se convirtió en uno de los mayores precedentes de la novela distópica fue la novela conocida en español como Nosotros, de Yevgueni Zamiatin. Esta fue publicada en inglés en el año 1924, pero el texto original ruso no vio la luz hasta 1952 debido al alto nivel de censura presente en la política soviética. Zamiatin expresa en esta novela su crítica contra el régimen comunista implantado en la URSS después de la Revolución rusa de 1917. Tal y como Orwell imitará en 1984, Nosotros se desarrolla en una sociedad futura en la que la libertad individual se concibe como una de las mayores fuerzas corruptoras de la naturaleza humana. La deshumanización se palpa desde el principio de esta novela, pues todos sus personajes han sido desprovistos de sus nombres y se los conoce por un número. Además, la vigilancia constante, la rigidez de las normas y la manipulación dominan este Estado totalitario al que Zamiatin llama el «Estado Único», y a su población. Sin duda alguna, Orwell encontró gran inspiración en la obra de Zamiatin para la ambientación distópica de su novela 1984.

    Cronológicamente, 1984 fue publicada tan solo pocos años después de que se pusiera fin a la Segunda Guerra Mundial. No obstante, el ambiente recreado en este libro se corresponde con lo vivido durante esos años previos y posteriores al conflicto bélico. Uno de los temas principales sobre los que Orwell impone su mayor crítica es el de la manipulación. Tanto el propio autor como Winston Smith en la novela viven en un mundo construido a base de mentiras.

    Un hecho histórico que marcó a Orwell fue la firma del pacto Ribbentrop-Mólotov en 1939 entre Joachim von Ribbentrop, el ministro de Exteriores de Hitler, y uno de los hombres de confianza de Stalin, Viacheslav Mólotov. Este pacto también se conoce como el pacto de no-agresión, aunque la invasión alemana de la URSS lo violaría tan solo dos años después. Públicamente, esto se promocionó como un tratado que fomentaría el diálogo y la ayuda mutua entre la Alemania nazi y la Unión Soviética. No obstante, lo que Europa no sabía entonces era que esa sería otra de las muchas estratagemas de los dos países para repartirse gran parte de Europa Oriental. Todo empezó con el ataque alemán a Polonia por la frontera occidental de este país, a lo que se sumó el ejército soviético unas semanas después por la frontera este. Bajo las condiciones de este pacto, Estonia, Letonia, parte de Lituania, Finlandia, casi la mitad de Polonia y la región de Besarabia, que incluía Moldavia y parte de Ucrania, quedarían bajo la «esfera de influencia» soviética.

    La verdad sobre este tratado estuvo oculta durante décadas. La Unión Soviética negó la existencia de estos papeles y alegó que habían sido falsificados por las tropas aliadas para, así, desprestigiar el papel de la URSS en la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, Gorbachov desclasificó los originales en 1989 y este episodio quedó como una mancha en la historia rusa, hasta que Vladímir Putin llegó al poder en 1999. Desde entonces, ha querido defender las acciones de Stalin diciendo que todo ello se hizo con tal de proteger a Rusia.

    Como viene ocurriendo desde entonces y bien pudo observar Orwell, gran parte del mundo, a pesar de su vasta extensión, estaba en manos de unos cuantos. Es de esta noción de donde el autor desarrolló el concepto de los tres super-Estados que se presentan en 1984. Este hecho simbolizaría, como ya se ha comentado, la desigualdad entre el ciudadano medio y la elite dirigente, que siempre ha gozado de poder político y económico a costa de otros, ya sea bajo el título de imperialismo o totalitarismo fascista o comunista.

    Winston vive en Oceanía, uno de los tres super-Estados junto con Eurasia y Asia Oriental. Para este dato, Orwell se inspiró en la Conferencia de Teherán de 1943, en la que Stalin, el primer ministro británico, Winston Churchill, y el presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt, debatieron cómo podían llegar a ejercer su influencia sobre el resto del mundo. Esta reunión entre los «tres grandes» se dio a conocer como el preludio de la operación Overlord, que pondría fin al conflicto mundial.

    El super-Estado de Oceanía en esta novela representaría la desilusión de Orwell con respecto a su concepto de socialismo. Vislumbrando el posible devenir del mayor exponente del comunismo en aquel entonces, Orwell recreó la política de terror vivida por la población rusa bajo la figura del Partido. Aunque pueda parecer una sociedad en la que reinan la paz, la igualdad y la comodidad, esto no es más que otro hecho indicativo del nivel de opresión imperante. Debido al alto nivel de vigilancia –representado por la Policía del Pensamiento–, los personajes del libro y los habitantes de Oceanía son presos del miedo, que los anula como humanos y los convierte en seres mecanizados que solo son capaces de responder a las órdenes de la ortodoxia establecida. Este fenómeno se designa en la novela como «Eliminación del Yo», lo que cabe relacionar con el hecho de que muchos de los personajes a los que Winston observa ni siquiera aparecen con un nombre propio; en cambio, él los describe con fórmulas como «la mujer pequeña de pelo castaño». El nivel de deshumanización llega a tal extremo que a los habitantes de Oceanía les está terminantemente prohibido establecer relaciones amorosas –y, mucho menos, sexuales–. Como el propio Winston nos aclara en sus pensamientos: «Hoy en día no se podía sentir un amor puro ni simple lujuria. Ninguna emoción era pura porque todo estaba mezclado con el miedo y con el odio».

    Todo suele resultar más fácil de sobrellevar cuando existe alguien a quien echarle la culpa. Este es, por tanto, uno de los mecanismos que el Partido utiliza –al igual que se ha usado a lo largo de la historia y se sigue haciendo en la actualidad– para desviar la atención de otros asuntos como la administración y el funcionamiento interno del sistema, para así evitar que los ciudadanos tengan la oportunidad de cuestionarlo. Es mucho más sencillo encontrar una cabeza de turco sobre la que focalizar los sentimientos y pensamientos negativos. Este fue el caso de la comunidad judía en la Alemania nazi, o de los traidores a la causa comunista en el régimen estalinista. De hecho, la figura de Goldstein –sobre la que se vierten los «Dos Minutos de Odio»– representa a León Trotski –cuyo nombre original era Lev Bronstein–, el líder a quien Stalin condenó como traidor al régimen. ¿A qué contribuye esto si no es a la técnica del sometimiento, mediante la cual no se para de martillear a la población con lo que no deben hacer? En caso de no seguir la política del sistema, muchas son las consecuencias a las que habría que atenerse.

    El tratamiento a los traidores en 1984 se asemeja a las grandes purgas llevadas a cabo por la inteligencia soviética en los años treinta. Estos traidores desaparecían por completo y dos eran sus posibles paraderos: la muerte directa o campos de trabajos forzados o gulags. En la novela existe la amenaza de la denuncia o de la volatilización, pero en ningún momento se sabe a ciencia cierta la atrocidad de lo que viene a continuación.

    Sin embargo, mientras hay quienes se adaptan a las normas, bien como simpatizantes o como conformistas, siempre hay rebeldes dispuestos a luchar por la justicia, por la libertad y por los valores democráticos. Winston, al igual que Orwell hizo a lo largo de su vida, tratará de defender sus ideales y desafiar al Partido y la filosofía que existe detrás de este, el «Ingsoc». A través de una terminología totalmente genuina, Orwell describirá una situación que nos recuerda a la Unión Soviética del siglo XX en todas sus dimensiones, incluyendo movimientos clandestinos representados por el ente de la «Hermandad». Casi imperceptible, pero está ahí; así podríamos describir las acciones llevadas a cabo por la «disidencia leal» en paralelo al Gobierno soviético a través de medios no violentos. No obstante, siempre se ha de tener en cuenta que, lamentablemente, el fruto de estos movimientos disidentes no suele ser visto por todos aquellos que los promueven. Eventualmente, «el Gran Hermano es infalible y todopoderoso».

    El panóptico: «El Gran Hermano te vigila»

    El Gran Hermano es un concepto que hoy día abunda en los programas de telerrealidad, aquellos en los que un individuo o un grupo de ellos están siendo vigilados constantemente por un ente al que ellos no ven. Para el desarrollo de esta idea, Orwell se inspiró en esos líderes totalitarios que basaban su política en la propagación del miedo. No obstante, hemos de decir que esta es una entidad que ha aparecido en otras obras literarias como El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald, en la forma de Dr. Eckleburg.

    Aunque ninguno de los ciudadanos de Oceanía sabe qué aspecto tiene el Gran Hermano, todos saben a ciencia cierta que este existe y los vigila; o, al menos, eso es lo que les hacen pensar. Esto es un hecho que nos lleva al siglo XIX, al diseño arquitectónico que el filósofo Jeremy Bentham denominó como panóptico. En líneas generales, podemos describir este diseño como orientado a la vigilancia y supervisión exhaustiva de presos, reclusos, pacientes o alumnos en prisiones, hospitales o colegios, mediante una torre central situada en un círculo de celdas, habitaciones o aulas. El guardia encargado de la supervisión tendrá, de esta forma, acceso a cualquier ángulo del edificio, mientras que los que son vigilados nunca podrán saber en qué momento exacto están siendo observados. Bentham argumentó que este sería el modelo perfecto a implantar en cualquier cárcel, de forma que se pudiera asegurar un buen comportamiento entre los presos que, además, tendrían prohibida la interacción entre sí.

    Este modelo sirve al filósofo Michel Foucault como representativo para describir el funcionamiento de la sociedad democrática capitalista, tal y como describe en su obra Vigilar y castigar (1975). El concepto de panóptico que aparece en 1984 no es más que el de una sociedad puramente carcelaria, en la que el orden se garantiza a través de la internalización de las normas y la impartición de disciplina mediante la manipulación de la información.

    Para Foucault, el Gran Hermano podría ser la personificación de las tecnologías de control masivo a las que la sociedad de nuestros días está sometida. Con los avances tecnológicos, la exposición de los usuarios a un público y a un mundo virtuales es inevitable. En 1984, todos esos datos eran recogidos a través de las telepantallas. Sin embargo, nuestra sociedad ahora vive condicionada por los dispositivos que tenemos al alcance de un clic. A pesar de todas las ventajas que nos pueden proporcionar, pueden llegar a convertirse en un mal mayor si analizamos el poder de difusión que nuestros datos tienen para muchas multinacionales e industrias. De alguna forma, es una nueva forma de espionaje.

    La manipulación: «Negación de la realidad»

    Como ya sabemos, el Ingsoc no puede funcionar si no se encuentra fundamentado en los pilares del miedo, el odio, la eliminación del individuo, el colectivismo y la manipulación de la información.

    A través de los ojos de Winston Smith, los lectores somos testigos de la estrategia de alterar los datos del pasado para así moldear el presente y las conciencias humanas al antojo del Partido. De este modo, no solo controlan el presente, sino también el pasado para poder tomar las riendas del futuro con total seguridad. En palabras de Winston: «El pasado se borraba, el borrón se olvidaba, la mentira se convertía en verdad». Esto nos lleva a cuestionarnos que la historia que conocemos hasta ahora es aquella que ha sobrevivido de acuerdo a los estándares de los vencedores y, en general, del hombre blanco, heterosexual y perteneciente a la clase media-alta. Es tan restringida la perspectiva que se recoge en los anales de la historia que, quizá, exista otra, y hasta múltiples historias que pudieran cambiar nuestra visión sobre el presente.

    En relación con la idea de manipulación, Orwell también usa una expresión que se ha convertido en uno de los motivos más famosos de esta novela: «DOS Y DOS SON CINCO». El origen de tal fórmula se encuentra en una serie de carteles publicitarios que el periodista y corresponsal estadounidense en Moscú, Eugene Lyons, sacó a la luz en su libro Asignación en la utopía (1937). «2 + 2 = 5» era un eslogan numérico diseñado bajo el régimen estalinista para inspirar a los trabajadores a completar el Plan Quinquenal –que consistía en una serie de objetivos económicos destinados a reactivar la economía soviética y a promover su industrialización– en tan solo cuatro años. La idea era que, sumando el entusiasmo de los trabajadores, esos objetivos podían cumplirse en tan solo cuatro años. [Véase cartel en p. 26.]

    En la novela, Winston es incapaz de entender cómo algo tan evidente puede ser negado. Es aquí cuando introduce el concepto de «doblepensar». Este se «ubica en el propio corazón del Ingsoc, puesto que el acto esencial del Partido es el de utilizar el engaño consciente al tiempo que conserva la firmeza de propósito que acompaña a la honestidad total». En otras palabras, consiste en presentar una mentira deliberada como verdad. ¿Con qué fin? Con el de moldear las conciencias. Con el de lavar cerebros.

    Orwell no únicamente se centra en la alteración del pasado y la internalización de premisas como la «dos y dos son cinco», sino que también elabora todo un tratado lingüístico según el cual, cuanto más reducida sea la capacidad creativa del lenguaje, más reducido será el nivel de pensamiento y reflexión, lo que subraya las teorías relacionadas con la relatividad lingüística o la hipótesis de Sapir-Whorf. De acuerdo con ello, la lengua determina nuestra capacidad de pensamiento, nuestro juicio y percepción. Por consecuencia, cada lengua estaría asociada a una estructura mental concreta que determinaría nuestra forma de ver el mundo. Si los dirigentes del Partido conseguían ir reduciendo la riqueza de la «neohabla» progresivamente, más se iría estrechando el raciocinio de sus súbditos, lo que supondría una reducción dramática de futuros posibles disidentes. De nuevo reiteramos la idea de la anulación del individuo y de su juicio crítico. Ya que estos valores se imparten en esta sociedad desde lo más bajo del sistema, empezando con la educación de los niños, hasta estos mismos se convierten en las armas más peligrosas contra la libertad.

    La censura de 1984 en España[1]

    1984 fue publicado por primera vez en 1949. Debido al contenido explícitamente político de la novela de Orwell, es natural que, durante la dictadura franquista, 1984 fuese objeto de censura. No obstante, no solo fue eliminado el conte­nido político de la obra, sino también otros pasajes relacionados con la religión y la moral sexual. En este sistema, participaban tanto los censores como los propios traductores encargados de la obra en cuestión, y la principal función de dicho polisistema era la de ejercer una fuerte represión ideológica.

    Cabe destacar que, en el primer intento de publicar la obra orwelliana en 1950, esta fue desautorizada por motivos de moral y, sobre todo, por el contenido sexual que hacía referencia a las relaciones clandestinas entre Winston y Julia a lo largo de la obra. Ya que estos pasajes condicionaban la comprensión general del argumento de la novela, la edición y traducción de 1984 fueron rechazadas en primera instancia.

    Sin embargo, la editorial Destino volvería a intentar dar salida a la novela. Esta vez sería en 1951 y mediante un informe llevado a cabo por el traductor Manuel Tamayo Benito. En su opinión, recomendaba la traducción al español de esta novela desde una fuente alemana que, aseguraba, era una publicación más matizada que el original en inglés y que, además, esos pasajes censurados por contenido sexual eran de carácter totalmente secundario.

    En esa resolución del 25 de junio de 1951 se autoriza la publicación de 1984 con la condición de que los párrafos señalados por motivos que atentaban a la moral del régimen franquista fuesen «matizados», no necesariamente eliminados. Es curioso que en este segundo informe también se incluyen pasajes censurables por referencias políticas, como es el caso de un comentario hecho por O’Brien en la tercera parte del libro sobre la Inquisición. Finalmente, la obra fue publicada en 1952 tras haber suavizado referencias de índole política y sexual. La primera traducción fue la de Rafael Vázquez Zamora en la editorial Destino.

    No cabe la menor duda de que lo más castigado por la censura franquista fueron el apéndice en el que Orwell especificaba características relacionadas con los principios de la «neohabla» y también el objetivo último de la obra, esto es, llevar a cabo una crítica contra todo tipo de totalitarismo. Esto parece ser bastante contradictorio, ya que el franquismo, per se, era un régimen fascista al igual que lo habían sido el alemán y el italiano. Sin embargo, los censores de la dictadura solo centraron su atención en que Orwell había llevado a cabo un «tratado anticomunista», lo cual podía ser fácilmente asociado con los ideales franquistas. Podemos concluir que, sin este apéndice, el mensaje de Orwell se ve totalmente alterado.

    Acciones como las que se han detallado anteriormente demuestran que los censores franquistas realizaron una lectura parcial de 1984, ya que no calificaron como perjudiciales insinuaciones de Orwell que también se aplicaban al régimen dictatorial español del pasado siglo XX.

    A través de un estudio del profesor de la Universidad de Alcalá, Alberto Lázaro, se puede acceder a una tabla en la que se resume lo escrito por Orwell y lo publicado por el Gobierno franquista. Esta concluye que la obra del autor británico habría de esperar hasta 2003 para ser publicada tal y como fue escrita. Todavía con la llegada de la transición democrática no se podía hablar de «fascistas» ni hacer alusión a la crítica que Orwell realizó contra Franco como otro de los dictadores totalitarios europeos.

    Conclusiones

    La obra de Orwell –altamente influenciada por coetáneos como Aldous Huxley y su libro Un mundo feliz, y por la obra Nosotros de Yevgueni Zamiatin– ha sido generalmente

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