Excesos y Perdición: Gran Buenos Aires Blues
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Gran Buenos Aires Blues Vol. 2: La sombra de la Muerte continúa tras mis pasos e intuyendo tal cosa voy a ver al Brujo Ebrio y éste, después de darme unos consejos absurdos, se espanta porque sabe que "Algo que no es de este mundo me sigue". Le robo una botella al Brujo, me la tomo y doy un paseo por el otro lado; soy abandonado por mi cuero y hago de plomo para la banda de unos amigos del rock suburbano entre otras cuestiones sin mucho sentido pero luego de componer una pieza para las tablas y de hundirme en las visiones difusas de estos tiempos mediocres, me vengo de aquellos que me rompieron la cabeza en el anterior Libro de ficción Diabólica, hasta que al final, sabiendo que el mundo tal como va es una caca, soy yo quien decide buscar a la Muerte...
El Diablo de los Bajos Fondos
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Excesos y Perdición - El Diablo de los Bajos Fondos
Excesos y Perdición
El Diablo de los Bajos Fondos
Contenido
Página del título
Derechos de autor
Capítulo 1
Escena I
Escena II
Escena III
Escena IV
Escena V
Escena VI
Escena VII
Escena VIII
Escena IX
Capítulo 2
Escena I
Escena II
Escena III
Los ojos verdes
Prólogo
I
II
Epílogo
Capítulo 3
Escena I
Escena II
Escena III
Escena IV
Manuscrito del Chorisauna
I
II
III
Derechos de autor © 2022 El Diablo de los Bajos Fondos
Todos los derechos reservados
Los personajes y eventos que se presentan en este libro son ficticios. Cualquier similitud con personas reales, vivas o muertas, es una coincidencia y no algo intencionado por parte del autor.
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida ni almacenada en un sistema de recuperación, ni transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico, o de fotocopia, grabación o de cualquier otro modo, sin el permiso expreso del editor.
ISBN-13: 9798625539197
ISBN-10:
Diseño de la portada de: El Diablo de los Bajos Fondos
Número de control de la Biblioteca del Congreso: 2018675309
Impreso en los Estados Unidos de América
Capítulo 1
Ahora me veo en el viejo cementerio y mientras contemplo mi entorno el Perro Negro se me acerca y dice: La Muerte quiere llevarte
.
Abro los ojos.
Oigo unos golpes en la puerta.
Suponiendo que es el fin de mi historia, me levanto y voy hacia ella y la abro pero afuera hay solo oscuridad. Miro el reloj y son las tres de la madrugada.
Ya no voy a poder dormir y debo partir al trabajo unas tres horas más tarde así es que me preparo unos mates y pienso qué hacer.
Enciendo un cigarro y desayuno observando el fondo negro de mi patio.
Luego de un rato busco entre los papeles y elijo algunas canciones.
Tomo mi grabadora, un cassette, mi guitarra y me encierro en el baño a grabar las maquetas de algunos blues.
Después me baño con agua fría mientras escucho la radio y luego salgo a cumplir mi función de esclavo una vez más y no perderemos el tiempo, lector, describiendo mi improductiva jornada de operario en una tripería al oeste de la ciudad en donde clasifico tripones para la exportación.
Al fin salgo de mi empleo y voy a tomar algunas cervezas al Rancho Bulls
que es mi lugar predilecto para matar la sed antes de emprender el retorno a los bajos fondos.
Bebo tres cervezas y me marcho.
Abordo el colectivo en algún punto antes de la avenida más larga de la Ciudad que es la que divide a bárbaros de gorilas.
Después de un tiempo viajando, el conductor, que venía siendo distraído por una mujer que le daba conversación, supongo que con algún interés material, choca a otro colectivo que había frenado bruscamente delante suyo y una anciana que estaba sentada delante mío se rompe la dentadura contra el asiento.
Colaboro con la señora en juntar los pedazos de su comedor y la ayudo a bajar.
Cuando los pasajeros van a quejarse al chofer ven que el del colectivo de adelante le está dando una soberana paliza y eso aplaca su indignación.
Luego espero que venga otro transporte de la misma línea para no tener que pagar nuevamente el boleto.
Tiempo después llego a mi rancho, dejo mi bolso de trabajo y me proveo de una botella de fernet y dos paquetes de cigarrillos. Mezclo la bebida, me dirijo a mi equipo de música y pongo un disco de Skip James.
Me acomodo en la mesa a medio quemar, enciendo el tabaco y pienso, mientras voy escuchando lo que había compuesto aquel hombre a quien inmortalizaron en dos sesiones que grabó con una guitarra prestada y acompañándose de un piano también.
Pienso en cómo, luego de eso, aquel hombre volvió a su pueblo para desvanecerse en la niebla de la historia.
Renegó de la música profana y se refugió en la iglesia. Era muy escuchado en la primera mitad del siglo y ya había alcanzado prestigio y fama pero no supo de lo que sus canciones habían provocado hasta que en los sesenta se enteraron de que él estaba vivo y convaleciente en un hospital, lo fueron a buscar y lo sentaron en el escenario de un festival ante miles de personas que lo escucharon con devoción.
Era como la imagen de un hombre que aparecía treinta años después de su muerte para rebelarse contra la ausencia y decir su verdad.
Luego de pensar en estas cosas y siempre escapando al modelo manso de hombre normal, en un delirio de entusiasmo me digo:
¡No estaría mal grabar mis blues, vagabundear durante unos veinte años y luego volver para ver qué pasó con mis canciones echadas al mundo!
.
Pero vuelvo, como siempre, a las contemplaciones melancólicas... y así permanezco un buen rato hasta que salgo de mi rancho determinado a pedir argumentos a aquel viejo místico y borracho al que llamaba El Brujo Ebrio
quien en otras ocasiones me había aconsejado sensatamente a pesar de que era aún más extravagante en su forma de interpretar el mundo que yo mismo.
Por el camino veo a un muchacho muy delgado que