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Cómo cambiamos (y diez razones por las que no lo hacemos)
Cómo cambiamos (y diez razones por las que no lo hacemos)
Cómo cambiamos (y diez razones por las que no lo hacemos)
Libro electrónico434 páginas15 horas

Cómo cambiamos (y diez razones por las que no lo hacemos)

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Un nuevo enfoque sobre el cambio y nuestra resistencia a él.
Todos queremos cambiar algo en nuestras vidas: dejar de fumar, perder peso, romper con nuestras relaciones tóxicas. Sin embargo, nuestra decepción cuando no lo logramos es tan grande, que a menudo preferimos no intentarlo. ¿Por qué es tan fácil darnos por vencidos?
En Cómo cambiamos, el psicoterapeuta y sociólogo Ross Ellenhorn aprovecha su experiencia en el tratamiento de adicciones para examinar qué nos orilla a evitar la decepción y evadir la responsabilidad, los riesgos del futuro y los cambios en nuestras relaciones. Aquí aprenderás cómo estás programado evolutivamente para protegerte de la desilusión ante el fracaso, y cómo ser consciente de las diez razones que utilizas para no cambiar.
Ellenhorn mira nuestras inseguridades y miedos con humor y compasión, y convierte los juicios severos en preguntas curiosas sobre el comportamiento. Cómo cambiamos alterará para siempre tu perspectiva sobre la vida y sus retos, y te ayudará a alcanzar el cambio verdadero que buscas.
Un libro escrito con amable sabiduría, salpicado de ingenio e iluminado por historias de caso hábilmente trazadas. Ross Ellenhorn abre un camino único para la transformación personal, retándonos a olvidar lo que llama "el atractivo oculto y la sensatez de permanecer igual". GABOR MATÉ, autor de Cuando el cuerpo dice no y El precio del estrés.
Un enfoque elegante, convincente y profundamente humanista para entender nuestra resistencia al cambio y sobreponernos a ella, escrito con pasión y rigor científico. DAVID A. KESSLER, autor de The End of Overeating.
IdiomaEspañol
EditorialOcéano
Fecha de lanzamiento16 feb 2022
ISBN9786075574424
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    Cómo cambiamos (y diez razones por las que no lo hacemos) - Ross Ellenthorn

    title

    A Max y Rebecca

    Supongamos, por ejemplo, que estoy escalando los Alpes y he tenido la mala suerte de estar en una posición de la cual sólo puedo escapar por medio de un salto terrible. Como no he experimentado algo similar, no tengo evidencia de mi capacidad de lograrlo con éxito; pero gracias a la esperanza y la confianza en mí mismo estoy seguro de que no fallaré y le doy a mis pies las agallas de ejecutarlo, lo cual sería imposible sin esas emociones subjetivas. Pero supongamos que, por el contrario, las emociones de temor y desconfianza preponderan; o supongamos que... Siento que sería inmoral actuar bajo un supuesto no comprobado por la experiencia (y luego titubeo por tanto tiempo que al fin, exhausto y tembloroso, me lanzo a un momento de desesperación, pierdo el punto de apoyo y caigo al abismo)… Así pues existen casos en que la fe fabrica su propia comprobación. Cree y acertarás, ya que te salvarás a ti mismo; duda, y también acertarás, ya que perecerás.

    William James

    No hay esperanza sin temor, ni temor sin esperanza.

    Baruch Spinoza

    Introducción

    El poder infinito de la invariabilidad

    Entré a una librería y le pregunté a la encargada: ¿Dónde está la sección de autoayuda? Ella respondió que, si me lo decía, perdería su propósito.

    —George Carlin

    Estás ansioso por cambiar. Sabes que de muchas maneras eso te beneficiará. Tu vida será más fácil, más feliz, más exitosa; al final, alcanzarás la pose perfecta, perderás la barriga cervecera, organizarás mejor tu tiempo, saldrás de casa y conocerás a la pareja perfecta, darás ese paso tan esperado hacia una nueva carrera. El cambio te hará sentir orgulloso, elevará tu autoestima, alineará tu vida con tus valores, traerá plenitud y un espíritu de logro. Eso planeas. Estableces un horario diario, empleas la ayuda de un aliado de confianza, fijas recordatorios en tu teléfono, te compras un diario para registrar tus logros. Esta vez lo conseguirás.

    Y entonces… nada. No concluyes, no avanzas. Por mucho que desees cambiar, simplemente no lo haces.

    Si esto te resulta familiar, entonces quizá conoces el sentimiento que surge cuando un amigo o pariente bienintencionado sugiere unas cuantas cosas fáciles para lograr ese cambio: ¿Por qué no sólo bebes menos, comes menos, haces más ejercicio, entras a Tinder?. Lo cual siempre suena sospechosamente parecido a "¿Cuál es tu problema? ¿Por qué no puedes?".

    Cuando alguien sugiere que el cambio personal es fácil y que sólo requiere un poco de conocimiento o habilidad, por lo regular tiene buenas intenciones. Pero también está omitiendo un punto muy importante. Por desgracia, muchos expertos también lo olvidan.

    Suelen presentarnos programas de autoayuda bienintencionados, como si varias tácticas prescritas funcionaran para todos. Sin embargo, para la mayoría de la gente el cambio no es un asunto de seguir instrucciones. Estrictamente no hay respuestas simples para una transformación personal. Como hemos aprendido durante más de un siglo de pensamiento psicoterapéutico, el cambio no es tan superficial como hacer lo que un experto dice o aprender nuevas habilidades.

    La verdadera autoayuda es sólo eso: ayudarte a ti mismo. Es un acto de liderazgo y dirección personal. Ciertamente precisa de considerar el consejo y las ideas de otras personas. Pero dejarte llevar por la corriente (seguir el consejo más novedoso, como si fuera a incentivar mágicamente que cambies) no es comprometerte con la autoayuda. No obstante, ayudarte a ti mismo requiere que de verdad asumas con valentía el timón de tu propio camino. De hecho, de todos los comportamientos que adoptas en la vida, el cambio es el que más te enfrenta cara a cara con la responsabilidad de lograr que tu vida funcione.

    Por eso el cambio no es fácil ni simple. Conforme forjas tu propio camino, transformarte suele ser arduo y puede dejarte vulnerable: el simple acto de intentarlo te vuelve repetida e incómodamente consciente de que el éxito y el fracaso de tus acciones sólo te pertenecen a ti mismo.

    Este viejo chiste entraña mucha sabiduría: ¿Cuántos terapeutas se necesitan para cambiar un foco? Uno, pero el foco tiene que querer cambiar. Sin importar a cuántos expertos sigas, a cuántos terapeutas o consejeros veas, ni cuántos amigos y familiares te apoyen, sólo tú eres responsable del cambio.

    Soledad y responsabilidad… ambas son palabras que no necesariamente acogemos con entusiasmo, y rara vez están presentes en los libros y programas de televisión que garantizan que el éxito es cuestión de seguir pasos hacia un yo más delgado, más dichoso, más poderoso (aunque en el fondo sepamos que son promesas vacías). No obstante, nuestra responsabilidad con nosotros mismos radica en el núcleo de cualquier transformación personal. Por eso, el cambio es difícil; nunca fácil. Conforme te acercas a él, también te aproximas a sentimientos y experiencias que comúnmente tratamos de evitar (como la ansiedad de ser artífice de tu propio destino) y te alejas de sentimientos y experiencias que por lo regular parecen atractivas, como el confort, la sensación de certidumbre, evadir las responsabilidades, culpar a otros y llevar una rutina indolora que te adormezca.

    Las amables pero mal informadas sugerencias de tus amigos y familiares, así como las instrucciones de los expertos fáciles de seguir, paso a paso, ignoran la existencia de fuerzas muy reales y poderosas que evitan que cambies. Éstas no representan debilidad o pereza, sino que son dificultades con las cuales todos lidiamos constantemente.

    Y éste es el factor decisivo: la fuerza en nuestro interior que está feliz de mantener el statu quo gana la batalla con más frecuencia que cualquier transformación. Por eso no cambiamos, a pesar de nuestros anhelos y de toda la evidencia que indica que deberíamos hacerlo.

    Considera el uso de drogas y alcohol. Hoy en día, el tratamiento para las adicciones en Estados Unidos es una industria de 35,000 millones de dólares,¹ con más de un millón de miembros activos de Alcohólicos Anónimos.² Sin embargo, sólo treinta por ciento de las personas con un hábito adictivo lo supera con éxito.³

    Analicemos otro ejemplo: gastamos más de 30,000 millones de dólares al año matándonos para estar en forma,⁴ pero setenta y tres por ciento no alcanza sus metas de aptitud física.⁵ La industria de la pérdida de peso amasa 66,000 millones de dólares al año,⁶ pero sesenta y nueve por ciento abandona la dieta.⁷ ¿Y qué pasa con esas almas valerosas que logran ser fieles a la col rizada y a la quinoa? Ochenta por ciento vuelve a subir el peso que perdió.⁸

    ¿Qué ocurre con los propósitos de año nuevo? Noventa y tres por ciento de las personas que los formula, los rompe.

    La fuerza que nos impulsa a seguir igual no sólo evita que alcancemos esas grandes metas de bienestar y hábitos (como hacer más ejercicio, llevar una dieta o dejar un vicio peligroso) o propósitos personales más profundos que implican un crecimiento como ser humano (como una mayor satisfacción en tu trabajo y tu vida amorosa, o incluso perseguir un propósito mayor). Esa fuerza también está presente en pequeños detalles de la vida. ¿Cuántas veces te has dicho que necesitas apagar el televisor y leer más, poner más atención a tus hijos, ordenar menos comida a domicilio o poner los platos en el lavavajillas y no en el fregadero?, ¿y cuántas veces has realizado estos pequeños cambios durante una o dos semanas, sólo para volver al punto donde empezaste? Te apuesto que ocurre así la mayoría de las veces. Permanecer igual es la norma, no la excepción; sin importar el tamaño o la seriedad de la meta.

    Ahora considera esto: aunque la invariabilidad es la ganadora en la mayoría de tus batallas, las consecuencias son típicamente más riesgosas que los resultados que surgen del cambio. La gente se muere de infartos por todo tipo de razones, pero nadie ha colapsado por dejar de comer pan.

    Los resultados negativos de la invariabilidad no sólo son personales, son globales; se ven más claramente en cada centímetro del aumento del nivel del mar. Hemos recibido el diagnóstico definitivo con respecto al cambio climático, y los expertos ofrecen estrategias realistas para mitigarlo,¹⁰ y aun así seguimos enganchados a hábitos viejos y destructivos de forma colectiva.

    A pesar de todos los riesgos potenciales de permanecer igual, y sin importar las innumerables recompensas que podemos obtener al cambiar, por lo regular no transformamos nuestros comportamientos. Y Dios sabe que lo intentamos. De hecho, intentarlo o sentirnos culpables cuando no avanzamos lo suficiente, o planear con frenesí la siguiente estrategia, con frecuencia nos consume. ¿Entonces por qué nuestro esfuerzo termina en más fracaso que éxito?

    La respuesta es que la invariabilidad tiene su propia lógica. Aunque comúnmente hay buenas razones para cambiar, con frecuencia hay otras más atractivas, e incluso sensatas, para permanecer igual: sentirnos seguros y estables en los viejos y predecibles patrones, evitar verte fracasar o decepcionar a tus amigos y familiares si no cambias. También existen otras razones todavía más poderosas para permanecer igual (más profundas que yacen debajo del umbral de tu conciencia).

    De hecho, cuando sigues un consejo sin considerar de forma cabal e imparcial si realmente quieres cambiar, ves la transformación como la única opción que es razonable elegir, y consideras la invariabilidad como una opción no razonable.

    Esa visión del cambio como una conclusión inevitable (como la única definición del éxito) por lo regular no funciona.

    Las investigaciones nos muestran que un cambio profundo y duradero es el resultado de la contemplación,¹¹, ¹², ¹³ de sopesar con imparcialidad los pros y los contras de la situación. Eso no quiere decir que seguir el consejo sea del todo inútil. Es sólo que no vas a tomarlo y usarlo de una forma que en efecto te ayude, hasta que hayas contemplado los dos lados de la moneda, en la cual la invariabilidad lleva la ventaja hasta ahora.

    Escoge una dieta, cualquiera; síguela y perderás peso. Elige una rutina de ejercicio, estarás más en forma si la realizas. Sigue consejos para dejar un hábito y verás cómo desaparece. Las instrucciones para hacer algo son tan fáciles como decir uno, dos, tres. Pero seguirlas no lo es. Esto es porque el cambio personal sólo sucede desde dentro. Hacer una transformación personal es tomar una decisión y comprometerte con ella. La única forma de tomar una determinación comprometida que puede llevarte a cambiar es realizar el trabajo duro y muy humano de observar las ventajas y desventajas de tu situación antes de actuar. No existe el acertijo del huevo o la gallina entre la observación y el consejo. La observación siempre viene primero cuando decides el cambio que deseas.

    LAS FORTALEZAS DE LA OBSERVACIÓN,

    LA DEBILIDAD DEL CONSEJO

    Hay una estadística que quizá te sorprenda.¹⁴ Se trata del comportamiento que comúnmente consideramos el más difícil de cambiar: la adicción. Resulta que muchas personas en Estados Unidos que dejan de beber de forma habitual, lo hacen sin tratamiento alguno. Así es: la mayoría de la gente deja por sí misma este hábito tan adictivo. Además, permanece sobria más tiempo que quien lo hizo bajo tratamiento. Se miran a sí mismos de forma seria y dura y deciden que dejar beber es mejor para ellos. Es probable que su sobriedad dure más que la de quienes la alcanzan bajo tratamiento porque la persona sobria que se impulsó a sí misma se aferra con firmeza a su propia brújula interna durante su recuperación, en vez de seguir el consejo de alguien más. En otras palabras, es un trabajo interno.

    Eres ese foco en el consultorio del terapeuta: para cambiar debes querer cambiar, y sólo puedes quererlo al considerar las razones por las cuales te resistes a hacerlo.

    Este libro justamente te ayuda a eso.

    Te ofrezco diez razones para no cambiar que te ayudarán a observar tu situación, sin importar la transformación que desees realizar. Al analizar y especificar los motivos por los cuales nos resistimos al cambio, estas razones te muestran por qué has elegido quedarte en una situación particular. Tu resistencia al cambio ya no se sentirá como una fuerza gigante y misteriosa que no puedes controlar, sino que podrás verla en una galería para revisar qué retrato corresponde a tu experiencia. Si puedes equiparar el retrato con la razón (o las razones) para no cambiar con las que estás luchado, tu camino hacia el cambio será mucho más efectivo.

    Cómo te ayudan las diez razones para no cambiar

    Si te conoces a ti mismo, pero no conoces al enemigo, por cada victoria ganada también sufrirás una derrota, escribió Sun Tzu en El arte de la guerra.¹⁵ El adagio de Sun Tzu se aplica a la lucha por cambiar. Saber lo que quieres (un estilo de vida más saludable, relaciones más felices, trabajo más interesante) es sólo la mitad de la batalla. El complemento crucial es conocer las barreras que eriges (el enemigo), las cuales boicotean estos cambios y te mantienen estancado. Nos oponemos a la invariabilidad (al mismo estilo de vida sedentario, las relaciones sociales insatisfactorias o el mismo trabajo que no nos llena), pero en realidad hay algunas razones no tan obvias para nuestro estancamiento. Si quieres cambiar, es sumamente útil explorar estas razones e identificarte, comprender e incluso aceptar las seducciones de la invariabilidad.

    A continuación presento cuatro formas en que esta exploración de las complejidades de la invariabilidad te acercará al cambio que deseas:

    1. Sacar a la luz la vergüenza. Cuando uno o más de los diez retratos se equipare con tu experiencia, significa que hay, por lo menos, dos personas que coincidimos en esto. Eso puede ayudarte a sentirte menos avergonzado por fracasar en cambiar.

    A diferencia de la culpa (un mal sentimiento que tienes cuando haces algo malo o inmoral), la vergüenza es el sentimiento de que hay algo fallido o dañado en ti como persona. Es importante que te liberes de la vergüenza sobre las cosas que deseas cambiar, ya que es un sentimiento taimado y peligroso; es un lobo disfrazado de otro lobo, que frecuentemente se considera un obstáculo temible (una especie de amenaza psíquica que te impide moverte y que en realidad inhibe la motivación). Eres imperfecto, te dice, así que date por vencido.

    Al ser un secreto que uno guarda, la vergüenza se alberga y se cultiva en aislamiento. En la oscuridad, inalterada por la realidad y la soledad, la vergüenza crece más. Por lo tanto, cuanto más veas comportamientos que tú consideras vergonzosos en los demás, menos poder tendrá la vergüenza sobre tu vida.

    Imagina que estás en un grupo de apoyo para personas que quieren dejar de fumar. El terapeuta les pide a todos los participantes que comiencen un proceso de visualización guiada. Con los ojos cerrados, visualizas el éxito de dejar de fumar y cómo te sentirías, tanto psicológica como físicamente, ese día. Abres los ojos, miras a tus compañeros del grupo de apoyo. ¿Ahora te sientes más cerca de ellos?, ¿percibes que están en un camino similar?, ¿durante este ejercicio obtienes motivación para dejar de fumar? Tal vez un poco. Pero ¿qué pasa si el terapeuta pide a los miembros del grupo que enumeren las razones por las cuales no dejan de fumar, y las escribe en el pizarrón para encontrar las similitudes? Alguien dice que es por la deliciosa primera bocanada, alguien más habla de que fumar lo calma, otro narra el ritual de sacar el cigarro de la cajetilla y encenderlo. Tú mencionas que te ayuda a concentrarte mientras trabajas. La gente asiente en reconocimiento; algunas sonrisas muestran estar de acuerdo, ¿cómo te sentirías entonces? Quizá conectado y, como resultado, menos avergonzado. En otras palabras, tu acto vergonzoso sale a la luz y se comparte, y eso disminuye la vergüenza. Aunque hables sobre algo que consideras parte de tu mala conducta, tal vez tu moral se levante conforme la carga de la vergüenza se disipe.

    Al disminuir la vergüenza, los sentimientos compartidos se vuelven alimento de la motivación (puedo lograrlo), y se avivan cuando asumimos que los problemas personales son cosas que también otros experimentan. Hay un motivo por el cual las personas que asisten a Alcohólicos Anónimos se presentan como Soy alcohólico. Admitir algo que les provoca vergüenza ante un grupo de personas con el mismo problema los une en una hermandad de apoyo mutuo para el cambio.

    Al mostrarte diez formas en las que los demás luchan contra la invariabilidad, te ofrezco formas de encontrar motivación quitando los efectos asfixiantes de la vergüenza, con el reconocimiento de que no estás solo.

    2. Tomar una posición integral hacia el cambio. Cuando intentas transformar tu comportamiento, la resistencia al cambio se hace sentir, siempre. No puedes escapar de ella. Esto conduce a una revelación importante: si el cambio inevitablemente implica resistencia, podemos ver nuestra inclinación a la invariabilidad como parte del cambio. Por lo tanto, transformación e invariabilidad no se oponen, sino que coexisten, son partes de un todo.

    En el mundo moderno occidental nos resulta difícil comprender que dos fuerzas opuestas sean segmentos de una cosa. Tendemos a pensar en dicotomías: limpio-sucio, éxito-fracaso, hermoso-feo. Esta tendencia se agudiza en la publicidad, mucha de la cual proyecta una realidad ficticia de gente inequívocamente limpia, saludable y exitosa para vender productos (con mucha autoayuda que se ajusta a ese molde de forma sospechosa). Aunque no quiero abordar detenidamente la dicotomía entre el pensamiento occidental y oriental, vale la pena considerar que la filosofía china se opone al pensamiento maniqueo y ofrece una visión muy diferente del cambio. El símbolo del yin y el yang es la encarnación más famosa de este enfoque.

    En el yin-yang, la oscuridad se encuentra en la luz, y la luz se encuentra en la oscuridad, y juntos forman un todo. Dos cosas al parecer opuestas están en diálogo permanente y es imposible comprenderlas a profundidad sin ver que están conectadas.

    Piensa en un artista. Él no puede expresar la luz sin pintar la sombra; y no puede retratar la sombra sin capturar la luz. En italiano se llama chiaroscuro, y el significado literal de la palabra encarna esta dualidad: claro-oscuro. El arte siempre es un proceso integral.

    El arte de la transformación no es distinto. No puedes comprender el cambio sin la invariabilidad; no puedes entender lo que significa quedarse igual sin conocer el cambio; y no puedes comprender a profundidad ninguno de estos conceptos sin verlos como parte de un todo.

    La transformación se dará más fácil y se volverá más sostenible si trabajas duro para comprender el matrimonio entre cambiar y permanecer igual. En los siguientes capítulos verás cómo reconocer esta dualidad te ayudará a avanzar en tu vida.

    3. Ver lo universal en lo personal. Existe un mensaje importante sobre nuestra humanidad en la invariabilidad. Al comprender el mensaje del yin-yang te ayudará a lidiar con los comportamientos más insignificantes que desees cambiar.

    Cuanto más específico seas, más universal serás, afirma la novelista Nancy Hale.¹⁶ Esa idea es una verdad para el arte. Pero también para las profesiones terapéuticas (Lo que es más personal es lo más universal, escribe el gran psicólogo humanista Carl Rogers).¹⁷ Conforme este libro te guíe para ser extremadamente específico sobre por qué te resistes al cambio, descubrirás las razones universales para la invariabilidad.

    Cada una de las diez razones que se exploran en los siguientes capítulos se origina en la misma base filosófica. Cada una habla de algo de lo que significa ser humano. Al ser tomadas como un todo, hacen honor a eso con lo que todos luchamos como humanos conscientes: la responsabilidad por nuestras vidas, el dolor de nuestra soledad, nuestra tendencia a sentir vergüenza, el llamado a ser valientes ante la vulnerabilidad y nuestra lucha por la esperanza y la fe. Comprender las diez razones como un todo te abre la puerta hacia estos asuntos profundamente existenciales y cómo se desarrollan en tu vida. Espero que al comprender estos problemas obtengas claridad sobre por qué te opones a las corrientes del cambio: ya sean tus intentos fallidos de organizar tu clóset o tu promesa no cumplida de ser voluntario en una campaña política que ayude a transformar el mundo en un lugar mejor.

    Me gusta pensar en las diez razones para no cambiar como algo similar a esas pinturas realizadas por el artista Chuck Close. Sus más recientes retratos están compuestos de obras de arte más pequeñas. Cuando ves de cerca las pinturas de Close (sí, en inglés parece chiste), estas obras más pequeñas pueden ser apreciadas de forma individual. Si te alejas un poco y observas las pequeñas piezas colocadas una junto a otra, cada una cobra más sentido y obtiene más valor (como tesoros de un bazar, una abundancia de cosas pequeñas para compararlas y contrastarlas). Entonces, cuando te alejas todavía más, se vuelven parte de un retrato adorable, y un poco abstracto, pero también insólito por su precisión. Si te alejas aún más y observas la obra en la pared del museo, verás que es difícil distinguirla de una foto. El cambio es así. Es un asunto serio, porque incluso el intento más pequeño de transformar un comportamiento está conectado de forma íntima con asuntos más importantes y profundos.

    Este concepto de piezas más pequeñas que contribuyen a un todo abarcador me recuerda algo que señaló el rabino del siglo xvi Simcha Bunim Bonhart.¹⁸ Escribió que la gente debería llevar en cada uno de sus bolsillos una tira de papel. En una deberían escribir: Sólo soy polvo y cenizas. Y en la otra: El mundo fue creado para mí. El secreto de la vida es comprender que las dos son verdaderas, sólo cuando se llevan al mismo tiempo (una en cada bolsillo), y saber cuándo leer cada una.

    Estamos hechos de polvo de estrellas. Cada uno de nosotros contiene el universo, y también somos polvo. Nuestras circunstancias especiales son un yin-yang de los problemas cósmicos. Con respecto al cambio personal, a veces está bien observar sólo el polvo del comportamiento aislado, pero en ocasiones es mejor ver tu comportamiento como algo conectado que responde a un mundo creado para ti.

    Asociar la adicción al teléfono inteligente, a organizarse bien o a perder peso con los problemas más profundos de nuestra humanidad puede parecer un serio desafío para el cambio. Pero la vida es seria, y el hecho es que todos enfrentamos con bastante severidad problemas sobre el cambio que en apariencia son pequeños: están en el fondo y al frente de nuestras mentes todo el tiempo. Honremos las pequeñeces como una forma de mejorar, en vez de reducir el mundo hermosamente complejo al que llamamos experiencia humana.

    Quizá sientas que te pido que te alejes de la meta cuando te sugiero que coloques aquello que quieres cambiar dentro del mundo de las preocupaciones universales. Sé que parece algo extraño. Lo sé porque lo veo en mí todo el tiempo. En el instante que quiero cambiar algo es como si jugara a los dardos: suelo mirar de reojo mi perspectiva, me concentro en la meta y elimino cualquier distracción posible mientras apunto al blanco. ¿Y sabes qué? Ese enfoque funciona muy bien un viernes por la noche en un bar irlandés. Nunca funciona con el cambio personal.

    Permíteme darte una garantía: te prometo que no te vas a volver más gordo, feo, solo o menos pleno si consideras los problemas universales mientras intentas llevar a cabo el cambio personal. De hecho, te prometo que comprender un poco de lo que significa ser humano y conectar tu humanidad con los motivos por los cuales te resistes al cambio, te ayudará a avanzar. Quién sabe, quizás incluso te ayude a modificar algunas ideas sobre lo que necesitas cambiar. Una vez que tengas una imagen más completa de las preocupaciones humanas más grandes y cómo éstas se conectan con tu propia capacidad de cambiar, quizá descubras que el problema no es tu peso, sino si puedes encontrar mejores formas de amar tu cuerpo: no es tu aspecto, sino preocuparte menos por tu imagen; no es la soledad, sino tu incapacidad de estar solo; no es un sentimiento de insatisfacción, sino la necesidad de amar y aceptar la invariabilidad. Por otro lado, quizá quieras perder unos cuantos kilos. De todas formas, eres más libre de avanzar hacia el cambio que deseas cuando lo ves como parte de asuntos más grandes.

    Había una personalidad famosa de la televisión y gurú de autoayuda que claramente se había hecho un trabajito hacía poco (una especie de cirugía plástica para recuperar su juventud). Sí se ve un poco más joven, pero su rostro ahora luce casi inhumano (una máscara permanente y distorsionada, una versión caricaturesca de su ser anterior). Para mí, es la imagen del cambio sin profundidad: una alteración torcida, desconectada de los problemas más grandes de su humanidad, una mutilación. El resultado de eliminar la edad con un bisturí es una advertencia sobre las balas de plata y los remedios mágicos. En este libro no ofrezco ninguna de esas dos cosas. Sin embargo, busco ayudarte a lograr una transformación distinta, más suave, más cuidadosa, menos violenta o contundente, pero probablemente más profunda y satisfactoria. Ese tipo de cambio sucede en el contexto de otras experiencias humanas, incluyendo la de permanecer igual, aunque cada hueso de tu cuerpo anhele cambiar.

    4. Desatar el nudo de la invariabilidad. Cuando aceptas que la invariabilidad es algo humano, también aceptas algo más: no ves tu resistencia al cambio como una anomalía. Si quieres contemplar la transformación, tienes que soltar la creencia refleja de que el cambio tiene y debe suceder ahora. Es importante que te deshagas de la idea de que algo está mal contigo si no cambias. Contemplar el cambio significa observar todas las opciones, incluso la invariabilidad.

    No vas a realizar el importante trabajo de contemplar la transformación si inclinas la balanza hacia el cambio, viéndolo como la única conclusión correcta, y la invariabilidad como un callejón sin salida. Debes darle a la invariabilidad el peso y la seriedad que merece. No hay nada que contemplar si no lo haces.

    Eso significa que la invariabilidad (la fuerza que de manera frustrante detiene ese cambio aparentemente positivo que quieres lograr) no es un enemigo en realidad. Conocerte de verdad a ti mismo significa percibir esa parte tuya que siempre encontrará razones para permanecer igual. Cuanto más conozcas esa parte, menos probable será que sufras la derrota, parafraseando a Sun Tzu.¹⁹

    De todas las formas en que las diez razones para no cambiar pueden ayudarte, ésta es la más importante: la invariabilidad se considera como algo razonable, y al juzgarla así tienes una mejor probabilidad de cambiar.

    Comprender las razones para permanecer igual te amarra al cambio como la única opción legítima. La invariabilidad está en tu vida para siempre, y por buenas razones. Como leerás, proviene del amor a ti mismo y, desde ahí, de tu deseo de protegerte de algunos sentimientos horribles.

    Al ser una expresión de tu amor propio, con frecuencia la invariabilidad parece demostrar lo contrario (detener cambios importantes, interponerse en tu derecho inalienable de crecer). Sin embargo, la invariabilidad no está separada de ti. Y en definitiva no busca lastimarte, aunque es posible que en efecto te hiera de formas serias. Pero no coloques la invariabilidad en la misma caja que los defectos. Ése es un lugar incorrecto para ella. La invariabilidad merece tu afecto, ya que proviene de una parte cariñosa de ti. Si la rechazas y la exilias de tu conciencia, no serás capaz de contemplar la transformación.

    Lo cual, como mencioné anteriormente, significa que no podrás cambiar.

    Noticia de última hora: los humanos no somos máquinas (¡por lo menos hasta ahora!). Si somos tratados como máquinas, todos de la misma forma y con tanta simpleza que un manual de instrucciones sirva para cualquier falla, no sólo actúas de forma inhumana con respecto a tus necesidades, sino que las intervenciones que usas no funcionarán.

    No servirán porque la fuente del cambio reside en la parte humana de ser tú (justo en cómo experimentas e interpretas el mundo), no en la mecánica de la acción inconsciente y robótica.

    Transformarte requiere que lleves a cabo el trabajo completo y con frecuencia doloroso de hacer cambios en un ser humano real, pensante, sintiente y autónomo. Eso no es fácil, ni por asomo. Y se ha vuelto más difícil en un mundo en el que cada vez más se trata a la gente como objetos.

    DE LAS PERSONAS A LA MÁQUINA:

    LA PÉRDIDA DE LA CONTEMPLACIÓN

    Hace más de cuarenta años, el gran psicoanalista y crítico social Erich Fromm escribió acerca de la amenaza creciente de una sociedad que prefiere tener a ser.²⁰ En el mundo de tener, no sólo estás orientado a obtener más cosas, sino que tu hacer (cómo te comportas, miras, razonas) es un signo de tu utilidad como cosa, como un dispositivo por medio del cual tú y otros pueden alcanzar metas. De hecho, a Fromm y a otros pensadores de las décadas de 1950, 1960 y 1970 les preocupaba algo que hoy en día parecería pintoresco: el conformismo. Estos pensadores temían un mundo futuro en el que todos intentarían actuar y verse como los demás. También les preocupaban muchas otras cosas que veían surgir en el siglo xx: una amplia tendencia a encajar en la sociedad o en un ideal provocaban que la gente descuidara su propia y única humanidad, y la volvía cada vez más ciega o desdeñosa de la humanidad única de cada individuo. El término para dicho fenómeno, cuando la gente se desconecta de sí misma y de los demás, es alienación, que Fromm definió como un modo de experiencia en el que la persona se experimenta a sí misma como un extraño.²¹

    Las preocupaciones acerca del conformismo y la alienación formaron parte de un periodo de treinta años como parte del Zeitgeist, que se decodificó en la generación beat, el movimiento feminista, los movimientos antibélicos y de derechos civiles, e incluso en la serie de televisión El vecindario de Mr. Rogers y la base filosófica central de Martin Luther King. Se expresó en películas sobre solitarios y rebeldes, desde Doce hombres en pugna y El graduado, hasta Atrapado sin salida.

    Pero los tiempos están cambiando. Un Banana Republic en cada esquina, las Kardashian en todas las pantallas, la serie Vestido de novia, liposucción, criolipólisis, bótox (todo esto ahora tan accesible como el champú); la presión para etiquetarte a ti mismo como si fueras un producto no sólo aceptado, sino celebrado; todos los libros, videos y canales de YouTube que dan instrucciones sobre cómo moldearte a ti mismo bajo cierto ideal; y, lo más evidente, una campaña presidencial triunfante, basada en gran medida en deshumanizar descaradamente a otras personas. ¿Estás de acuerdo conmigo en que eran acertadas las advertencias de los pasados humanistas sobre que la gente se cosifica?

    El mundo del tener parece haberle ganado la batalla cultural al mundo del ser, tanto que ahora vivimos en una especie de amnesia colectiva, en la que ya no reconocemos que hay una opción más humana, más conectada que comprar y vender cosas (o comprarnos y vendernos a nosotros mismos como cosas). En este clima, nos obsesionamos con nuestro empaque o apariencia y descuidamos los contenidos de nuestro ser.

    ¿Y esto qué tiene que ver con el cambio personal? En el mundo del tener tendemos a abordar el cambio personal como si fuera un artículo en un estante de Home Depot, y nos juzgamos por nuestra uniformidad y utilidad. ¿Eres una podadora de pasto hermosa y bien aceitada?, ¿o estás oxidado y corroído por dentro y fuera? En este mundo consumista, el cambio personal significa que arreglas aquello que posees e intercambias: ¡un cuerpo nuevo!, ¡una nueva habilidad!, ¡una nueva actitud!, ¡un nuevo tú!

    Cómo cambiamos recuerda un momento en el cual una audiencia muy amplia y general leía libros como el de Fromm. Era una época en la que pensadores profundos como Rollo May,²² Martin Buber,²³ Paul Tillich²⁴ e Ivan Illich²⁵ se unieron a Fromm para escribir libros para el público acerca de alcanzar su potencial por medio de actos de valor, no siguiendo instrucciones paso a paso. Era un tiempo en el que se leía en todo el mundo el libro El significado de la ansiedad de May,²⁶ que describía la ansiedad como una parte importante de la experiencia humana (y no como lo hacemos hoy en día: como una enfermedad que se pueda curar con el poder de una píldora).

    Estos autores celebraban lo que significa ser humano. Resistían los enfoques que veían a los humanos meramente como cosas que debían ser reparadas. Al dirigirse a sus lectores, su meta era ayudar a la humanidad a contemplar su situación, con la esperanza de que tomara decisiones que le brindaran más profundidad y significado. Eso está muy lejos que decir qué pasos seguir para funcionar mejor y encajar.

    Ahora voy a plantear una suposición con fundamento: probablemente estás leyendo este libro porque quieres algún cambio en tu vida, que puede ser de hábitos (como comer más saludable o practicar meditación). Puede ser para mejorar alguna habilidad o aprender algo nuevo (como mejorar o aprender un oficio). Podría ser para alcanzar metas que tienen que ver con el crecimiento (como encontrar una pareja o darle un giro a tu carrera profesional). O quizás el cambio que buscas puede ser sobre cosas más profundas (como construir una vida significativa y con propósito).

    En cualquiera de estos casos, quizá no estás interesado en las filosofías de los intelectuales de la posguerra. Eso está muy bien. Te prometo que estás en el lugar correcto: escribí este libro para ayudarte a llevar a cabo dichos cambios. Pero el hecho sigue siendo que una transformación no sucede si tratas lo

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