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La Media Habitación
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Libro electrónico147 páginas5 horas

La Media Habitación

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ADVERTENCIA AL LECTOR RACIONAL
Este libro es absolutamente irracional y paródico. En la tapa debería indicar: "No soy una novela normal".


La Media Habitación
Después de años de ser el conejillo de indias de una misteriosa compañía farmacéutica, Wilson Brown despierta con tres pechos de mujer en su cuerpo.

En la búsqueda de una cura, viajará hasta una ciudad perdida en medio del desierto.

Allí se encontrará con aviones que se desplazan solo por tierra, un cargamento ilegal de pelotas de baseball, la nueva mafia rusa, un libro descomunal con mensajes crípticos, un violinista convertido en profeta radiofónico, escopetas en miniatura y una joven criminal que viaja en un Mustang a 900 kilómetros por hora.

Una novela divertida, disparatada, vertiginosa e irreal. Un viaje lleno de personajes excéntricos y puertas que se abren al absurdo y al sinsentido.

Si eres fan de Carlton Mellick III, Carlos V y Camilo VI, este libro te encantará.

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"Una historia rara, llena de paréntesis, bifurcaciones y saltos al vacío" Cajo Leg. ★★★★★

"Baltazar Boeuf te pone una pistola en la boca, luego se va, y no regresa". R. Indie. ★★★★

"La Media Habitación es el reverso del mundo visto con el lente lúcido con que se admiran las pesadillas. Perturbadora, ecléctica, arrítmica. (…) Entre la epifanía y la alucinación, La Habitación es un viaje a la deriva, un naufragio". Lextralia. ★★★★★

"Distopía post-apocalíptica o utopía pre-apocalíptica, esta es una de las novelas más incomprensible de todos los tiempos". PostData ★★

"Conviene leer La Media Habitación como capítulos independientes, sueltos, perdidos, aunque lo mejor es no leerla en absoluto". El librero de la esquina. ★★★

"Boeuf es lo que es. No se le puede pedir más, ni tampoco menos". Daniel de La Torre B ★★★

"El rizoma, la risotada, el risort, el risoto en su expresión más pura". Da Ponte ★★★★★

"Como otros libros de Boeuf, La media habitación es un disparate, un pulp fiction bizarro, psicodélico, estilo cine clase B". Refacciones Pereira ★★★★

IdiomaEspañol
EditorialBabel Project
Fecha de lanzamiento29 abr 2023
ISBN9798223065470
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    La Media Habitación - Baltazar Boeuf

    Baltazar Boeuf

    La media habitación

    Proyecto Babel. Libro 1

    © Baltazar Boeuf

    Todos los derechos reservados. © 2021

    Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización del autor, de la editorial o de alguno de los personajes retratados en el libro. No obstante, se permite fotocopiar para fines académicos, policiales y de exploración espacial.

    ––––––––

    LA MEDIA HABITACIÓN

    ¿Cuántos dedos tiene la mano que escribe los sueños?

    Jane M. Thompson

    β

    Cinco minutos antes de que sonara su reloj despertador, Wilson Brown abrió los ojos. Siempre se adelantaba por unos pocos minutos al pitido de la alarma, parecía intuirla, presentir su inminencia, como si él fuera en realidad la alarma de la alarma. Él despertaba para que ella se espabilara y cantara su eléctrica melodía. Sin la alarma activada, Wilson no se despertaba y seguía de largo, envuelto en capas de sábanas y sueños extravagantes, dormía hasta el mediodía y más allá, a veces hasta el día siguiente.

    Había activado la alarma la noche anterior; se despertó a las 6:40 de la mañana. Cinco minutos después sonó la alarma, puntual. Como siempre, Wilson no se levantó de inmediato, se quedó un buen rato acostado, mirando las irregularidades del techo. Tardaría un par de horas en percatarse de que durante la noche le habían crecido tres pechos de mujer, voluptuosos, turgentes, inesperados.

    β

    Denis señaló con el bastón un volumen en lo alto del estante. El bastón no era de él, sino del dueño de la librería, pero Denis siempre había pensado que el palo de madera tenía como fin señalar los libros más distantes. Al librero le faltaba tacto para corregir a Denis cada vez que este le arrancaba el bastón de la mano. El libro señalado era un mamotreto empastado con cuero marrón. A Denis le había llamado la atención no solo el grosor del libro sino el título que se desplegaba con amplitud en el vasto lomo: Entrenamiento de alazanes en el Alto Grande. Volumen I. Una novela de suspenso metodista e intriga tecnocrática. La autora era Jane M. Thompson, y curiosamente el libro estaba dedicado a una Jane M. Thompson que parecía no ser la misma autora, al menos que Jane M. Thompson sintiera, como nos suele ocurrir muchas veces, que uno no es uno mismo, o que dejaremos de ser quienes somos en el futuro aunque sigamos teniendo el mismo nombre. Denis puso a un lado del mesón el resto de los libros que había seleccionado previamente y se quedó solo con este. Pesaba, tenía más de nueve mil páginas en letra apretada, pero su costura era de tan buena factura que el libro podía abrirse por la mitad sin riesgo de que se desprendieran sus hojas. El librero examinó el volumen para darle un precio. Pero el libro no tenía editorial, ni fecha de publicación, y a pesar de su buena memoria de librero, este no recordaba cómo o cuándo había llegado a su librería. Mejor así, dijo Denis. Ninguno de los dos entendió el sentido de esta frase.

    β

    En la nevera de Wilson nunca faltaban los lujos. Estaban expresados al mínimo, tanto como se lo permitían sus posibilidades. Una lonja fina de carne Kobe, 6 gramos de queso de alce, una hoja de jamón ibérico de bellota, una uña de trufa, un micromol de caviar Almas, dos mililitros de Domaine de La Romanée-Conti. Todo este lujo ocupaba una muy reducida área de la parte superior de su refrigerador. En los compartimentos inferiores tenía alimentos que se podían adquirir en cualquier supermercado y que constituían la base diaria de su dieta. Los espacios de la puerta estaban ocupados por frasquitos de sus muestras de orina, ordenados por fecha y también, involuntariamente, ordenados por colores. Los más antiguos, de comienzos de mes, eran transparentes con tonos amarillos. El color y el espesor se acentuaban con cada frasco de más reciente data; el de anoche era de color azul intenso, eléctrico.

    Las muestras de orina eran un requisito de la compañía farmacéutica. Cada vez que le enviaban un nuevo producto, Wilson debía rellenar las muestras durante el tiempo de uso del producto, generalmente entre uno y tres meses. Después lo visitaba un mensajero para llevarse las muestras de orina (a veces Wilson las debía complementar con pruebas psicométricas), y para dejarle un nuevo producto, sin mayor explicación. Las cajas siempre eran iguales, sin importar el tamaño del producto; largas, de color marrón claro, rotuladas con una idéntica serie de números, un montón de ideogramas orientales incomprensibles y dos palabras en español: Ciudad Laredo, posible lugar de procedencia de la mercancía. A Wilson nunca le compartían los resultados de sus pruebas fisiológicas o psicométricas. Pero los productos y los cheques continuaban llegando, así que pensaba que todo estaba bien, y que todo seguiría estando bien durante mucho tiempo.

    β

    Nunca dio entrevistas ni participó en actos circenses similares. Nadie la conocía. O al menos nadie conocía a quienes sí la conocían. Guardaban el secreto de su identidad como parte de una cofradía secreta. Jane M. Thompson y sus reducidos seguidores existían en otro plano de la realidad, más vasto y menos efímero que el plano de la burbuja mediática. Ella no se sentía del todo contenta con Entrenamiento de alazanes en el Alto Grande. Volumen I. Una novela de suspenso metodista e intriga tecnocrática. Decía que a ese libro le faltaba profundidad y desarrollo. En cambio con Entrenamiento de alazanes en el Alto Grande. Volumen III. Una novela de suspenso metodista e intriga tecnocrática consideraba que había llegado a la cúspide. La cúspide no es otra cosa que un buen lugar para saltar, dijo alguna vez en una pollería mientras tomaba un café con sus seguidores. El volumen III, con apenas setenta páginas -en letra bastante grande- repetía los mismos temas que el volumen I solo que muy depurados, tanto así que resultaban demasiado crípticos. Del volumen II no se tiene noticia, parece que nunca lo escribió pues abominaba los números pares.

    β

    Los descubrió mientras desayunaba un platón de cereal, con una mano comía y con la otra se pellizcaba los pezones inéditos. No sabía que los tenía, su mano estuvo largo rato allí dándole vueltas al asunto. El placer, extremo y antes desconocido sobrepasaba la curiosidad de mirar. Pero duró poco. Luego miró. Después el horror. Luego el desasosiego. Luego de nuevo el placer. Wilson corrió al espejo del baño. Se arrancó la camisa del piyama. Los contó, los manoseó, los pellizcó, eran reales y muy sensitivos.

    Sonó su puerta. Se puso otra camisa de otro piyama para cubrirse. Ese pudor también era inédito. Esta vez el mensajero no traía ninguna caja procedente de Ciudad Laredo, ni de ningún otro lugar. Aunque sí traía el cheque. Una suma mucho menor que otras veces. Sin decir una palabra, como siempre, el mensajero entregó el cheque y se llevó los frascos de orina. Wilson se abrió el camisón y le increpó desesperado:

    —¿Qué voy a hacer con esto?

    Sus tres pechos se balanceaban con gracia, con una coquetería que no podía controlar y que contradecía lo trágico de su situación. La mirada del mensajero estaba posada en el exacto límite de la perplejidad y la lascivia. El rostro desesperado de Wilson parecía una queja, pero su porte parecía una invitación. Cuando Wilson palpó dos de sus senos y le reclamó al mensajero de la compañía que qué hacía con ellos, la confusión de este aumentó a grado superlativo. No dijo una palabra y se fue al trote; dudoso de si acaba de presenciar una monstruosidad o un bello espectáculo.

    Mientras miraba el reducido cheque, tan pequeño que le cabía en la palma de la mano, Wilson se preocupó más por la ausencia de futuras cajas que por su nuevo aspecto físico y por la coloración azul de su orina.

    β

    Cada año, no menos de diez mil camiones cargados con novecientas toneladas de alitas de pollo salen de Ciudad Laredo con destino a la Costa Este y el centro del país. Todo esto no estaría mal si se supiera el destino del resto del pollo, o el origen de esas alitas sin cuerpo. Ciudad Laredo, cuna de la industria farmacéutica, tiene mucho que explicar, dijo un congresista dos minutos antes de ser baleado en la cara frente a un público impasible que creyó que era un espectáculo más de la política mediática de esos días. El mes anterior dos congresistas habían fingido ser baleados frente a las cámaras en intentos vanos por aumentar la popularidad de sus partidos. Ambas puestas en escena eran tan torpes, tan clase b, que no convencieron a nadie; eso sí: eran bastante entretenidas y tuvieron millones de reproducciones y comentarios.

    β

    Componer es poner en orden, arreglar lo desordenado. Trazar el camino del caos, pero sin imponerle una ruta. Eso es componer. La música consiste en entender la armonía del universo mediante la reorganización del ruido. Esas eran las ideas que últimamente obsesionaban a Jimmy Tovar, oriundo de algún país de América del Sur y primer violinista del Conservatorio de Massachusetts.

    En la audición para ser aceptado en el conservatorio los directivos se impresionaron de que hubiese violines y violinistas en esa región del continente, donde según el conocimiento que tenían de esa zona del planeta todo

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