Teléfono rojo a la Tierra
()
Información de este libro electrónico
Esta historia va de alienígenas… pero no hay ningún alienígena, solo la insensatez en su más puro significado.
En pleno auge de la guerra fría, una señal procedente del espacio detona las alertas en la Tierra, creando un pandemonio y un frenesí de locura y delirio en las mentes de los altos funcionarios del ejército y el gobierno americano, llevándolos a tomar medidas que acabarían siendo peores que la amenaza.
Teléfono rojo a la Tierra es un relato corto de humor absurdo, ciencia ficción, drama y un desenlace que acabará desviando los eventos de la historia hacia otra parte.
Lee más de Esteban Figuerola
El hotel de las plagas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas desventuras de dos amigos en Alaska Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn solo alimento Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEstado difuso Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Relacionado con Teléfono rojo a la Tierra
Libros electrónicos relacionados
Quinta esencia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVoces humanas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVuelo hacia el amanecer: El vuelo de Orestes Lorenzo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Combate Argentum: "Hoy, el tercer mundo, mañana... EL MUNDO!" Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones¡Bang, Bang, estás muerto II!: Las mejores historias del género policiaco popular Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLuces en la Noche: Ostinato, #1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl inocente Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Novela natural Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCastigados en el paraíso Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOpposition (Saga LUX 5) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El misterio del cuarto amarillo (traducido) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesObra maestra Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Consumidos Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Las Aventuras Espaciales de William Perez William Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDestinados a la oscuridad: Origen Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl cazador de mariposas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHijos del Tremor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa vida, el universo y todo lo demás Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Ummo: Historia de una obsesión Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl regreso de Fu-Manchú Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHelado de Yeti Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTrepadores Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Quinto mundo: Una novela corta digital Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La sonrisa del gato Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Memoria herida Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCazador de narcos II: Operación Tormenta en el Infierno Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn Giro En El Tiempo: Novela En Dos Partes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesBajo soles alienígenas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Singulares Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Bardo Rebelde Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Humor negro para usted
Ese imbécil no soy yo Calificación: 5 de 5 estrellas5/550 Chistes que te dejarán indiferente Calificación: 2 de 5 estrellas2/5Profesores, tiranos y otros pinches chamacos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Media Habitación Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones25 noches de insomnio: Historias que te quitarán el sueño Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Anxious People \ Gente ansiosa (Spanish edition) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Comiendo Techo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDon Nieve Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCómo matar hombres y salir airosa. Un thriller psicológico deliciosamente oscuro y divertidamente retorcido, sobre la amistad y el amor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSólo se muere una vez Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuando todo esto acabe Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesJudas y otros ensayos sobre lo divino y lo humano: Los ensayos más negros y lúcidos del primero de los escritores malditos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Arte de distinguir a los cursis Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa lágrima del Buda Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHistorias crueles. Cuentos de Perrault sin censura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Confidencias de un apestado Calificación: 2 de 5 estrellas2/5Ciudad y otros relatos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAlacranes en su tinta Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Teatro Contemporaneo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos mejores cuentos de Rudyard Kipling: Selección de cuentos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesA mí no me callan: Monólogos, compromiso y vida terrenal Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPerelmanía: Los mejores relatos de humor de S. J. Perelman Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMi tienda de perros: y otras historias humorísticas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHistorias curiosas de un mundo en cortocircuito Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMeteoro y el señor Conejo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones¿Para esto murió un árbol? Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUnicornio Violento Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Cuento de hadas en Nueva York Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEmma Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa librería quemada Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Categorías relacionadas
Comentarios para Teléfono rojo a la Tierra
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Teléfono rojo a la Tierra - Esteban Figuerola
Ocasionalmente pienso en lo rápido que nuestras diferencias en todo el mundo se desvanecerían si nos enfrentáramos a una amenaza... fuera de este mundo...
O quizás...
Cada pequeño y ligero salto sobre la superficie lunar venía acompañado de los acordes imaginarios del Danubio Azul; pisadas danzantes que dejaban atrás las permanentes huellas del bailarín de escafandra. Había alcanzado un nuevo récord de altura que le habría deshecho los pies a cualquiera, de no ser porque su retorno al suelo era igual que el caer de una pluma. Muy cerca de su perímetro, y sin importarle aquella ridícula danza, el teniente George Miller se tendía sobre una cómoda y rosada cama de playa con su botella de birra y su reflector solar. Y aunque el visor de policarbonato impedía que los rayos broncearan su cuadrado rostro, al menos tenía una vista magnifica hacia aquel brillante y no tan distante planeta azul, cuya mitad sobresalía de la oscuridad espacial.
Todo marchaba con relativa tranquilidad en la base espacial secreta instalada en la luna. Presentaba un diseño circular hermético y muy bien camuflado para confundir a las anticuadas lentes de los satélites comunistas. Tan solo era una diminuta espinilla brotada sobre el acantilado de un joven cráter. Dentro de sus instalaciones, los paneles arrojaban datos normales y tan aburridos que servían como canción de cuna para el operador que los controlaba. Desde sus primeros días de operación, poco después de iniciada la guerra fría, la base nunca detectó ni reportó nada interesante. Supusieron que el cerebro del comunista promedio alcanzaba solo a actualizar la propaganda en lugar de su tecnología espacial, y ya no valía la pena seguir tomándose tan en serio los protocolos en la base, o al menos no los más prescindibles. El segundo oficial Henry Woods revisaba por enésima vez la misma revista Playboy mientras le daba sorbos a su vaso de sucedáneo de café; hacía más de un mes que a la máquina expendedora se le había agotado el café real, y tuvieron que conformarse con los sobres de sucedáneo que venían en el kit de comida espacial-militar.
En la segunda planta, bajo la cúpula de la base, el cabo Smithjoe se encargaba de hacer la única cosa que sus superiores rehusaban desde hace seis meses: trabajar. Tenía que monitorear las señales y los datos entregados por cada panel. Las lucecitas intermitentes y los monótonos pitidos de las ondas le habían secado los ojos y remarcado sus bolsadas ojeras. Tantos números y tantas cosas que brillaban a la par como un espectáculo que nadie estaba dispuesto a ver. Ya no recordaba cuándo fue la última vez que se levantó de la silla, o cuándo fue la vez que pudo presenciar colores vivos del otro lado de una ventanilla. Al costado a su derecha reposaba colgado el teléfono, ¿Siquiera lo habían utilizado antes?, ¿cuándo fue la vez que lo usaron para reportar una eventualidad? Se hurgó la oreja, le pasó la lengua al dedo, y continuó haciendo los mismo que había estado haciendo desde que se inauguró la base.
Enseguida, como una ligera llamada de atención que sacudió la maquinal mirada de Smithjoe, una luz comenzó a titilar muy deprisa y a emitir un pitido diferente al resto. El cabo, demorándose en reaccionar, se giró hacia el panel y comenzó a recibir, mediante una serie de botones, los datos que arrojaba la pantalla rectangular. El tablero empezó a