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La Guerra Oculta
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Libro electrónico504 páginas5 horas

La Guerra Oculta

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Información de este libro electrónico

Detrás de la primera y segunda guerra mundial, se esconde una lucha entre la luz y la oscuridad más allá de la comprensión humana, abarcando el universo y sus confines.

 

Son pocos los humanos que conocen la verdad y son aquellos que seguirán al líder de la luz, convirtiéndose así en los guerreros que lucharán hasta el fin para proteger la vida, no sólo en la Tierra sino en todo el universo.

 

Se develarán secretos de lo desconocido y del puñado de humanos capaces de ver a través del velo de la "realidad". Nos hará abrir los ojos a situaciones conocidas por todos a través de los libros de historia, pero, en definitiva, con un significado más profundo y vasto del que conocemos.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 oct 2023
ISBN9798223538899
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    Vista previa del libro

    La Guerra Oculta - Karla Priscilla Silva Ocaranza

    Contenido

    DEDICATORIA:

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Resumen

    Extracto

    La Guerra Oculta

    Karla Priscilla Silva Ocaranza

    © Karla Priscilla Silva Ocaranza

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Todos los derechos conforme a la ley.

    Primera edición: 2022

    Responsable de la edición digital:

    Appie Ebook & Ecommerce

    DEDICATORIA:

    Siempre pensé que Alicia en el país de las maravillas era MI libro, lo sentía parte de mi, pero ahora que lo medito bien quizá no es por el motivo que creo.

    Cuando lo leía y pasaba mis dedos por las páginas y mis ojos recreaban a los personajes yo me visualizaba como Alicia; yo pasando por ese mundo desconocido para mi y cada personaje aportaba algo. Movida por la curiosidad entonces seguía al conejo blanco, mi madre, como guiándome mostrándome de qué estaba hecha la vida, cuando no me comportaba correctamente era la reina de corazones buscando cortarme esa parte berrinchuda o caprichosa.

    Ahora que he crecido un poco más, tengo a una pequeñita Alicia en mi vida, me doy cuenta que tal vez me equivoqué y era ella Alicia y yo la invitaba a mi mundo propio de un niño. Si hacía berrinches era yo entonces la reina de corazones, si tenía acertijos o juegos era yo la sombrerera dispuesta a tomar el té, si de pronto se sentía perdida tratando de entenderme era el gato risón explicándole lo mejor que podía. Quizás siempre fui su conejo blanco, un conejo que para los demás era ordinario ella logró ver el chaleco y el reloj, ella vió cualidades que le parecieron únicas y se aventuró a estar a mi lado, a entrara a mi mundo, mi vida. Yo un simple conejo, ella logró ver en mi el mundo de maravillas que quizá poseo.

    Es por eso que mi madre es y siempre será mi Alicia quien estuvo dispuesta a dejarlo todo por darme la oportunidad de demostrarle quién era y de lo que era capaz. Trataré de correspondérselo y de no fallarle.

    A mi hermosa hija quien siempre dice que mis historias son lo mejor, otra Alicia pequeñita que es capaz de seguirme a mis mundos sonriendo y pensando que efectivamente son maravillosos; a la pequeña que piensa que soy la mejor mamá del mundo. Adhara gracias por creer en mi ciegamente, por sentarte a mi lado diciendo: eres la mejor escritora, tu libro será el más interesante, todos querrán leerlo.

    Gracias a mis Alicias queridas por seguirme a mi mundo de fantasías.

    Para mi mamá y mi hija, siempre mis motores.

    Capítulo 1

    Estábamos bastante alejados del grupo de producción como se hacían llamar esas personas que trabajaban tan duro y aunque a simple vista creían firmemente en su jefe, según me habían contado, solamente su hermano y su mano derecha confiaban ciegamente en él. Inhalé con los ojos cerrados dándome cuenta que era un pequeño claro con árboles enormes que nos rodeaban, el clima cálido y veraniego, el viento soplaba ligero moviendo las hojas de los árboles e incluso el pasto, de vez en cuando alguna libélula traviesa pasaba por ahí. Mi mente bullía llena de emociones que no sabía descifrar o ponerles nombre, pero el gran dolor que se congestionaba en mi pecho iba tomando forma. Trataba de relajarme y no llorar. El director me giró a verlo, sus manos sobre mis hombros buscando consolarme pero dejando cierta distancia entre nosotros. Estando así con él, comprendí que me recordaba a Jerome, ese muchacho de mi infancia que ya rara vez venía a mi mente, y que no todas las relaciones terminan en boda o con alguien enamorado. Él estaba casado con una hermosa mujer y sabía que no me buscaba ni frecuentaba de esa forma, entonces con esa afirmación en mente y sin razonarlo mucho me lancé a sus brazos para poder llorar mientras él me abrazaba.

    -Inglesa tendrás que hablarlo con él, no pueden seguir así-decía mientras me consolaba protectoramente.

    Alcé el rostro para verlo; en sus ojos había algo de cariño pero también un poco de desconcierto, para él no había razón para que su amigo y yo estuviéramos distanciados. Le sonreí y él a mí y entonces lo ví; como una sombra detrás de él en lo alto de las copas de los árboles. Instintivamente lo coloqué detrás mío; supuse que ahora debía estar más que confundido y quizá hasta le resultaba cómico, yo con mi estatura de 5.2´y él con su 5.8´ realmente dejaba bastante al descubierto y aún así buscaba resguardarlo con mi cuerpo. Mi pecho subía y bajaba con preocupación, sin embargo, mis recuerdos y magia comenzaban a brotar por mis poros.

    -No te separes director-dije mientras lo cubría tratando de agudizar mis sentidos.

    Algo estaba escondido, podía sentirlo. Incluso podía oler algo que no encajaba, algo asqueante.

    De la nada un gruñido caía sobre nosotros al tiempo que con una espada le cortaba la cabeza, aquella espada que parecía sacada de mi plexo solar o quizá de mi brazo, cómo si siempre hubiera estado ahí guardada.

    La especie de esqueleto maltrecho que parecía hecho de melaza negra gritaba chillonamente buscando el oxígeno que tal vez ya comenzaba a faltarle, se retorcía mientras que de nuevo el instinto me guiaba, como si mis recuerdos comenzaran a reinar en mi cuerpo y mente con voluntad propia. Me acerqué para, con rapidez, cortarlo en 6 pedazos más y así sumar los 7; los dos brazos, las dos piernas, a la altura del ombligo y por último la lengua que colgaba fuera de su boca, así ya no podría contar lo que había vivido. Con dos dedos saqué de su cuenca el globo ocular izquierdo mientras lo metía en la bolsa de mi suéter.

    La sombra aquella se comenzaba deshacer, como si se estuviera derritiendo mientras dejaba su marca en el pasto como si lo hubieran quemado y un olor repugnante comenzaba surgir. Mi índice, medio, pulgar y parte de la palma comenzaban a arder, a quemar al tiempo que el aire lograba lo mismo en nuestros pulmones y garganta. Pegué mi espalda al director mientras la espada desaparecía, quizá era guardada en mi interior pero era algo que por el momento no podía detenerme a escudriñar.

    -Siéntate y ayúdame a hacer lo mismo-pedí sintiendo que me ahogaba.

    Él lo hizo con el mayor cuidado posible.

    Giré el rostro y vi su preocupación escrita en cada gesto, pero sobre todo vi que era mi misión.

    -Coloca tu pañuelo sobre nariz y boca, evita inhalar el veneno-pedía, mientras la neblina comenzaba a hacerse mas densa como si estuviéramos dentro de un algodón enorme

    -Inglesa yo…-

    -¡Hazlo!-grité-Eres el elegido, debes estar a salvo-

    Sabía que él no quería simplemente dejarme a merced de aquél vapor.

    -Coloca tu pañuelo como te dije y después ayúdame a hacer lo mismo con mi mascada-pedí con dificultad.

    El aire era una tortura y mis dedos parecía que estaban directamente sobre el fuego, me sentía mareada, adormilada y en agonía.

    Cuando sentí como una mano gentilmente ponía aquél pedazo de tela sobre mi rostro, supe que aunque el director también estaba sufriendo él se encontraba relativamente mejor, quizá aquella melaza negra que estaba pegada a mis dedos y avanzando hacía mi brazo era el culpable.

    Tensaba la mandíbula aguantando la respiración lo más posible, como si el respirar normalmente aumentara el dolor. Mi mente parecía dejar de funcionar mientras pedía ayuda en silencio, esperaba que de la misma forma que mi instinto, mi magia simplemente llegaría para ayudarnos y alguien aparecería.

    Se escuchó un gruñido y sonreí porque me parecía conocido, seguido de una ráfaga de viento que nos tomó por sorpresa pues él me abrazaba con más fuerza, como si temiera que nos lanzara hasta el otro lado del mundo. Detrás de aquello estaba el sonido de algo, algo como hecho de cuero… ¿Un aleteo?

    En poco tiempo el lugar quedó limpio, el veneno denso se había esfumado y pronto podíamos ver aquél lugar mejor y como siempre; árboles que aparentemente ahora tenían menos hojas y los troncos ligeramente más obscuros, como si el otoño los hubiera alcanzado antes de tiempo y ahí comenzando a dibujarse estaba Thad.

    Tenía la mirada clavada en mí, había una mezcla de enojo y algo que no sabía descifrar. Su amigo permaneció en silencio, como si estuviera en shock. Se hincó frente a mí negando con la cabeza y chasqueando la lengua. Tomó mis dedos y los llevó a su boca, comenzó a lamerlos y aquello aunque parecía algo increíblemente cargado de erotismo en ese momento dolía, como si me estuvieran despellejando lentamente. Quería gritar pero tenía la garganta seca y ningún sonido salía de ella. Comencé a moverme pero él puso su mano sobre mi pecho para mantenerme quieta. Sus ojos nunca me dejaron, sin importarle su amigo o explicarle algo de lo que estaba sucediendo.

    Después de unos minutos sacó mis dedos de su boca y comenzó a lamer la palma de mi mano.

    Sentía que perdería el conocimiento en cualquier momento pero me aferraba a lo contrario.

    -Hey-decía Thad a su amigo-Necesito que sigas confiando en nosotros como lo has hecho- Se alejó para trazar alguna cosa en el pasto mientras susurraba algo que no llegaba a entender.

    Regresó sonriéndome y comenzando a cargarme, me aferré a su cuello con la poca energía que me quedaba, el enojo, la tristeza o el dolor que había sentido antes carecían de sentido en momentos así, simplemente confié en él y me sentí en paz, él cuidaría de mí.

    -Sígueme-ordenaba Thad al director.

    Entramos al símbolo.

    -No vayas a soltarme amigo o podrías terminar vagando por el universo-

    Entonces noté que el director tenía ambas manos sobre los hombros de él.

    Pronto apareció una puerta de madera que cruzamos hacía lo que parecía una cabaña. Mi vista comenzaba a ser borrosa. El lugar estaba hecho de madera, lleno de estantes y libreros atestados de frascos y encuadernaciones. Thad me colocó sobre algo suave, quizá una cama. -Necesito que cortes su ropa amigo, debo ver el daño y que no haya llegado al corazónordenaba Thad dándole unas tijeras y alejándose cargado de hierbas y vasos.

    El director me veía contrariado, así que apreté levemente su pierna que era lo que tenía a mi alcance mientras alzaba el rostro alargando el cuello y le sonreía asintiendo levemente.

    Él obedeció mientras sus ojos se clavaban en los míos, dándome a entender que no desviaría la mirada como el caballero que era.

    -Buen trabajo ¿Puedes ver como su piel está limpia mientras que casi llegando al hombro se ven pequeñas líneas renegridas?-

    Él asintió con el ceño fruncido.

    -Necesitamos evitar que llegue al corazón o la habremos perdido-

    Salió de mi vista mientras el director intentaba sonreírme y me tomaba la mano, me parecía sumamente extraño que me tuviera cariño genuino si prácticamente éramos apenas conocidos.

    -Cólocate detrás de ella-ordenaba con un cuenco en sus manos-Necesito que esté sentada para que pueda tomarlo-

    Sentí cómo me tomaba por debajo de la unión entre mis brazos y el tronco, comenzando a hacer lo que le pedían. Mi espalda sobre su pecho. Me giré a verlo y le sonreí.

    -Eres el elegido-susurré aunque mi intención era decirlo más fuerte- Encontré al Enöír-

    Delicadamente mi rostro fue girado para poder estar frente a Thad quién me miraba con un deje de ternura. Colocó una cuchara frente a mi boca y sorbí su contenido ligeramente amargo, aunque quizá por su consistencia levemente más pastosa no me lo daban en un vaso.

    Después de un par de cucharadas quería mover mi cara y evitar que me las dieran para poder hablar, pero era algo imposible así que con un esfuerzo sobrehumano puse mi mano sobre la mano de él para intentar detenerlo. Me miró exasperado pero detuvo la cucharada a medio camino, con el tazón debajo para evitar derramar como lo había hecho desde el inicio.

    -Es el Enöír-dije con algo más de fuerza- Lo encontré-

    -Sólo tú podrías pavonearte de algo así mientras tratamos de que no mueras-decía negando y sonriendo- Si Bry, no sólo lo encontraste sino que le salvaste la vida. Ahora termínate esto para que salvemos la tuya-

    Asentí dejando caer mi mano y cerrando los ojos pero abriendo la boca para recibir el remedio. En poco tiempo no sentí más la cuchara en mis labios para que yo abriera la boca y supuse que se había terminado aquél menjurje. Poco a poco comenzaron a volver a recostarme.

    Colocaron una sábana sobre mí y un paño húmedo en mi frente.

    -Trataremos de evitar que suba la fiebre, descansa-pedía Thad.

    En cuestión de segundos perdí la batalla y caí en la inconsciencia.

    En mi mente la imagen de un hombre bastante mayor, incluso mayor que mi tío, con un báculo y penetrantes ojos azules se estaba grabando; era como si quisiera decirme algo pero no pudiera y cuando quise preguntarle él simplemente colocó su dedo índice sobre sus labios pidiendo silencio obligándome a despertar. Era extraño, pero ese hombre me estaba empujando a abrir los ojos mientras yo me aferraba a continuar en aquél lugar que me llenaba de paz. Pronto un pulgar fue colocado en medio de mis ojos llenándome de una corriente cálida que me recorrió todo el cuerpo.

    Abrí los ojos mientras la luz me cegaba. La cabeza la sentía pesada, congestionada … como si estuviera llena de piedras. Traté de tragar saliva pero mi garganta estaba seca. Inhalé profundo antes de volver a arriesgarme y abrir los ojos. Al hacerlo lo ví a él; con el ceño fruncido, el brazo izquierdo sobre su abdomen y el derecho usándolo de apoyo mientras con su mano peinaba su bigote de forma nerviosa.

    Me incorporé despacio mirando extrañada mi vestido intacto.

    -La ilusión-decía Thad acercándose para ayudarme a ponerme de pie.

    Asentí pero rehuí un poco a su toque, aún no sabiendo que decir o qué pensar, como si la realidad de los problemas pasados volviera a hacerse presente. En lo único que mi mente estaba claro era que debía hablar con el Enöir.

    -Director-llamé un poco cohibida

    -Inglesa-decía soltando el aire que parecía haber estado reteniendo-Creí que te perdíamos-

    -Soy un hueso difícil de roer-contesté guiñándole-Supongo que tu amigo ya te dijo…-

    No supe como continuar pero al ver sus ojos cargados de preguntas, miedos y preocupaciones sabía que ya habían hablado, aunque me hubiera gustado estar en aquella plática, supuse que era mejor que alguien más versado en el tema lo hubiera hecho. Le tomé la mano y lo guié para que se sentara en la cama junto a mí.

    -Sé que estás asustado pero yo estaré aquí-dije como si de un niño pequeño se tratara pues al ver su rostro mi lado maternal afloraba

    -Tú casi mueres-dijo con enojo- ¿Y para qué? ¿Para que yo siga vivo? Casi mueres por mí ¿Quién soy yo?- preguntaba poniéndose de pie molesto y exagerando sus movimientos casi violentos

    -Eres el Enöir -contesté calmada tratando de decir las palabras correctas- Sin ti no hay vida-

    -¿Qué?-

    -Sé que piensas que no debí arriesgarme…-

    -¡Eso es condenadamente correcto! ¡No debiste hacerlo!-gritaba interrumpiéndome.

    -Pero si no lo hacía tú hubieras muerto y sin ti no hay nada-respondí poniéndome de pie subiendo el tono de voz pero sin gritar-Quiero que entiendas algo-dije seria-Si tú mueres yo moriré también y todo el maldito mundo que conoces. Siento soltarlo así pero es la verdad.-

    Él me miraba confundido, aún enojado mientras su pecho subía y bajaba rápidamente.

    -Director yo confío en que cumplirás tu papel y nos salvaras a todos, pero tú debes confiar en el mío-

    -¿Y es…?-

    -Protegerte-contesté segura sonriéndole -Cómo lo he hecho con tus antecesores-

    Asintió levemente, como si su alma comenzara a despertar y supiera de qué le estaba hablando.

    -El mundo sigue aquí, así que asumo que he hecho un buen trabajo-dije en tono juguetón.

    Él se rió tan fuerte que me contagió. Me prometí que haría todo lo posible por protegerlo, el cariño que nos habíamos tomado en poco tiempo se sentía real y demasiado fuerte, así que tenía que hacerlo.

    De pronto al meter las manos en los bolsillos de mi suéter sentí algo frío y supe que debía verlo.

    Tomé un pedazo de papel que encontré en una mesa cercana y lo usé para sacar esa especie de pasa algo grande que era el ojo de aquél ser. Lo coloqué en mi mano izquierda sabiendo que pronto comenzaría el show. Flotó delante de nosotros mientras comenzaba a proyectar muy parecido a las películas que él hacía, escenas, que imaginaba pertenecían a su dueño. Parecía ser un animal que soñó con más, la envidia lo obscureció y pronto se vió con poder suficiente para dañar a los humanos. Siempre oculto en los árboles, en bosques. De repente saltaba sobre un hombre a caballo mientras lo mordía en el cuello para matarlo, en segundos llegaron más hombres que con magia parecían haberlo acabado. Ahogué un grito cuando me reconocí, tan diferente físicamente pero era yo… De unos 14 años vestida con ropas medievales masculinas mientras el hombre que me incitaba a despertar hacía pocos momentos estaba ahí y me calmaba, no podíamos oír lo que decían y entonces lo supe era mi culpa.

    -No lo corté -dije preocupada y temerosa.

    -No primor-contestaba Thad poniendo su mano en mi hombro- Eras muy joven y estabas aprendiendo, es bueno ver que ahora ya sabes que hacer-decía guiñándome un ojo.

    -¿De qué hablan?-

    Nos giramos a verlo.

    -Esperemos a que termine para saber si fue un simple golpe de suerte o ya comienzan a buscarte amigo-

    Asentimos regresando los ojos a las imágenes.

    Efectivamente después de aquél encuentro permaneció inconsciente y fue arrastrado por el mar que lo llevó hasta esa región, atacando animales pequeños para sobrevivir pero sin regresar por completo hasta que nos olió, el sonido de olfateos llenó la cabaña. Se acercó trepando los árboles pensando que tenía una oportunidad lanzándose contra nosotros. Verme a mí misma sacando la espada y cortándole la cabeza me llenó de orgullo, me sentí poderosa. Después todo se volvió negro haciendo que el ojo cayera al piso comenzando a encogerse y encogerse hasta que desapareció.

    -Cuando matas a cualquier ser obscuro debes cortarlo en 7 y después quitarle el ojo izquierdo-dije algo nerviosa

    -¿Por qué?-preguntó el Enöir

    -Así no se regenerará y podrás ver lo que ha visto y vivido-comenzó a explicar Thad- En este caso tenía razón, aún no te buscan-

    -Creo que me gustaría regresar-dijo en voz baja-Quizá mi esposa está preocupada-

    -Claro-dijo Thad sonriéndole-Iremos justo al momento dónde nos fuimos, así que no te preocupes nadie ha notado tu ausencia-

    -Más que tú-contestó él mirándolo a los ojos- Por eso nos ayudaste-

    Me giré a verlo mordiéndome el labio, temiendo que esos temas salieran a la luz haciéndolos más tangibles

    -Debo ser honesto- respondió pasando la mano por su cabello-Noté que ella se alejaba del grupo y tú la seguiste casi enseguida, pero no por eso fui en su ayuda-

    Él lo miraba a él y luego a mí como buscando una mayor explicación.

    -Fui porque ella me llamó-

    -¿Cómo?-preguntaba confundido- Ella apenas podía respirar muchísimo menos hablar-

    -Nos une algo más fuerte que el sonido-respondió nervioso y mirando al piso.

    Al oírlo decirlo apreté los párpados, sintiendo de nuevo aquél torbellino no sólo en mi mente si no en mi espíritu.

    El pobre hombre sólo atinó a asentir y comenzar a caminar hacia la puerta.

    -Espera-dijo Thad -Debemos hacerlo todos juntos-

    Asintió mientras nos esperaba.

    Nos colocamos detrás de él, su amigo poniendo una mano sobre su hombro y con la otra tomando la mía mientras desviaba la mirada y tomaba la mano del director.

    Avanzamos en silencio. Al abrirse la puerta pudimos ver aquél paraje dónde había ocurrido el ataque y en segundos estábamos de vuelta.

    -Necesito tiempo-pidió el director comenzando a alejarse a grandes zancadas.

    Suspiré pensando que la guerra se acercaba y no sabía si estábamos preparados.

    -Si él encuentra a su dragón podrá conservar sus recuerdos y quizá no tenga que entrenar desde cero-dije tratando de evitar que el llanto me ganara.

    -Primor…-

    -No me llames así-

    -Quise estar aquí antes que tomaras la poción-

    Ahogué una risita lastimera

    -Quizá fue tu venganza, por ….- ¿Cómo continuar? Sabía que lo que diría sería cruel y quizá buscaba lastimarlo.

    -Mírame-gritó tomándome por los hombros y girándome a verlo de forma brusca-Al tomar esa poción rompiste con esa posibilidad de que yo pudiera devolverte tus recuerdos y yo no estaba ni siquiera en este plano ¿Lo entiendes?- preguntaba retóricamente mientras me sacudía de nuevo con fuerza

    Lo miré a los ojos mientras pesadas lágrimas caían involuntariamente.

    -Te amo-

    -Te odio-dije como respuesta

    -Bien-contestó-Porque yo también siento odio en este momento-

    Aunque oírlo decirlo me tomó por sorpresa e incluso podría decir que me dolía, sentí alivio.

    Quizá si ambos nos odiábamos podría olvidar todo lo demás, y dentro de lo que cabía mi vida sería más fácil.

    -Bien-dije mirándolo a los ojos tensando la mandíbula mientras tomaba sus manos y las quitaba de mi persona- Odiame entonces y olvídate de mí-

    -¡Demonios Bry!-gritaba mientras le daba la espalda y comenzaba a alejarme.

    -¿Te resulta abominable la idea de olvidar?-pregunté con sarcasmo caminando lejos de él.

    Con cada paso que daba mi enojo no disminuía, ni el dolor de saber que pude haber conservado mis vivencias, sobre todo aquellas que involucraban a Patrick. El sólo pensar su nombre hacía que las lágrimas cayeran por mi rostro, mi dulce y amoroso Patrick.

    Comencé a escuchar voces y supe que me acercaba a lo que normalmente llamaban campamento, no era un campamento como tal, nadie dormía en el bosque ni nada por el estilo y nunca me había atrevido a preguntar el porqué de su nombre.

    Algunos me saludaban con la cabeza, otros con la mano y yo sólo podía responderles de la misma forma. Pensé que si me sentaba en la camioneta en cuanto hubiera un conductor simplemente podría aprovechar el primer viaje a la ciudad y alejarme de ahí sin hablar con nadie. Sonreí al ver al director recargado en el vehículo.

    -Supuse que necesitarías quien te lleve- dijo abriéndome la puerta y ayudándome a subir

    -Gracias-dije antes que cerrara la puerta.

    En cuestión de segundos ya íbamos de regreso.

    Conforme avanzábamos razoné mejor sus palabras ¿Acaso él sabía que Thaddeus y yo seguiríamos alejados?

    -¿Cómo sabías que necesitaría…?-

    -¿Chófer?-

    Reí negando

    -Ayuda para llegar a la cafetería-confirmé

    -Porque a pesar de prácticamente haber sido salvada por mi amigo no parecías muy agradecida-

    Aquello hizo que bajara la mirada avergonzada, era simplemente la verdad. Thad me había salvado la vida, en el momento que lo vi supe que estaríamos a salvo, supe que él se encargaría de mis heridas y no me dejaría morir. Suspiré pensando que siempre terminaba rota entre ese sentimiento y el que no podía perdonarlo, sentía que me había robado mi vida y de ahí provenía el odio, o al menos eso me decía a mí misma porque en realidad no sabía.

    -No me malentiendas inglesa, no quiero inmiscuirme dónde no me llaman pero…-dijo mojándose los labios como si estuviera buscando palabras que no me ofendieran- Siento sincero y profundo agradecimiento por salvarme la vida, aunque aún no me explico del todo porqué lo harías aún después de escuchar sus razones, siento que aquello me ha acercado a ti de forma inexplicable, sé que es algo que no podré compartir con mis amigos, mi padre o mi esposa tal vez… nunca-se giró a verme y le sonreí sintiéndome honrada de aquellas palabras- Sin embargo…-continuó volviendo su mirada al camino-Hoy vi a una mujer que con la guardia baja es si no cariñosa, al menos cálida con Thad pero que en cuanto está lo suficientemente consciente parece que lo odias… ¡No! Odio es una palabra muy fuerte… pero me entiendes, verdad?-

    Asentí con un deje de amargura, justo pensaba que el odio era un sentimiento demasiado negro y fuerte que quizá no le correspondía por completo a su amigo.

    -Te salvó la vida inglesa y lo último que diré es que lo vi realmente preocupado mientras te veía inconsciente buscando que la fiebre te dejara-dijo deteniendo el auto frente a mi destino y girándose a verme-Quizá un día te confiese lo que te dijo para que regresaras a él sana y salva-

    -Gracias Director-contesté tomando su mano y dándole un ligero apretón- ¿O debería decir Enöír?-Él rió de forma sincera-Tu esposa es una mujer muy afortunada-

    Bajé de ahí no queriendo esperar su respuesta o comentario, lo vi alejarse mientras yo caminaba hasta la cafetería a esperar a que dieran las 7 y el chófer pasara por mi. Me tomé mi tiempo, deteniéndome en cada vitrina para saborear cada detalle. Era el perfecto clima para caminar sin preocuparse por nada.

    Capítulo 2

    En poco tiempo estaba frente al lugar, caminé mecánicamente hasta la misma mesa. Suspirando miré a la silla de enfrente ahora vacía sintiendo un desazón, algo agridulce por quien antes ocupaba ese mueble y ahora no lo hacía más.

    -Su orden de siempre-dijo aquella muchacha castaña con sonrisa contagiosa colocando una taza y una dona frente a mí.

    -Muchas gracias-contesté

    Tomé la taza e inhalé el dulce aroma de la bebida, con el primer trago, venía a mi mente aquél primer encuentro con Thaddeus.

    Recordaba ese día a la perfección. Aún agonizaba en esa especie de lugar obscuro, con el corazón roto por tantas razones que era imposible elegir una. Estaba en cama viendo al vacío sin poder recordar cuándo había sido la última vez que había tomado un baño o había comido algo más que medio mordisquear algo.

    -¿Así es cómo honras a los que ya no están?-gritaba Patrick al pie de mi cama-¡Lévantate y vive! La vida es muy corta-

    Cuando me incorporé para verlo mejor se había ido, mi pecho subía y bajaba pues aquello realmente había sido una sacudida monumental. Sonreí tratando de evitar que las lágrimas cayeran. Patrick, mi Patrick había venido exclusivamente a empujarme como sólo él lo sabía hacer.

    Decidí hacerle caso. Con determinación tomé un delicioso baño, me arreglé como hacía semanas que no lo hacía y pedí que me llevaran al centro para poder caminar como solíamos hacer él y yo.

    Caminaba intentando pensar en tomar mi vida en mis manos, no dejarme amargar y marchitar. De pronto, miré un escaparate justo cuando una mujer embarazada pasaba detrás de mí y su reflejo me atravesó como aguja el corazón. Comparé mi reflejo, ahora sin esa redondez llena de vida y me caí, era como si atravesara un tornado hacia la obscuridad, una ráfaga de viento me hizo girarme y ahí en una esquina sentado jugando con un ratón estaba un hombre que por su aspecto había tenido mejores momentos. Nuestros ojos se cruzaron y sentí una corriente eléctrica por todo mi cuerpo haciendo que no le perdiera detalle. Él me sonrió mientras movía al ratón de un lado a otro y comenzaba a fingir con voz chillona que aquél animalillo le contestaba.

    Lancé la carcajada sintiéndome más ligera, como si al reír así sin tapujos mis cargas salieran poco a poco de mi alma ,suspirando mientras seguía ahí viendo a aquél artista ambulante.

    -¿La está molestando señorita?-

    Me giré sobresaltada y confundida, hace años que nadie me llamaba señorita.

    -¡Eh tú granuja!-dijo el policía con tono severo-Está prohibido pedir limosna e importunar a la dama-

    Aquello rompió con la atmósfera que hace poco reinaba, su mirada cambió por completo. Parpadeaba varias veces y bajaba la vista visiblemente avergonzado y nervioso. Lo estudié por primera vez, parecía tener la edad de Patrick, era delgado, tez clara, el cabello algo largo caía en su rostro anguloso que era adornado por un bigote corto y a mi parecer poco favorecedor. Tenía unos ojos profundos del color del acero con toques de azul que brillaban como motitas al sol, había algo en ellos que me parecía familiar.

    -Vamos largo de aquí-ordenaba el policía poniendo la mano sobre su macana aquello me asustó así que decidí interferir

    -No será necesario oficial, verá mi amigo y yo hace años que nos perdimos la pista y justo hoy nos reencontramos- mentía mirando al oficial y luego girándome al artista- ¿No es así?-

    -Claro-contestaba nervioso- La vida nos trató un poco diferente-decía riéndose

    -Nada que una buena taza de café no cure-invité-Vamos- decía alargando la mano mirándolo a los ojos con un deje de súplica.

    Él tomó mi mano y la colocó en su brazo como todo un caballero.

    -Gracias oficial, fue muy amable y agradezco que haya venido a mi auxilio aunque no fuera necesario-agradecí sonriendo exageradamente.

    -Un placer madame- decía mientras se quitaba el sombrero y volvía a ponérselo educadamente.

    Caminamos despacio mientras yo aún sentía la mirada del policía taladrándome así que decidí seguir la mentira.

    -¿Hace cuánto que estás en California?-

    -Hace relativamente poco-

    -¿En serio? Deberías haber llamado en cuanto llegaste, a Charles le hubiera gustado mucho verte-

    -¿Salió?-preguntaba comenzando a oírse más seguro y siguiéndome el juego.

    -A Chicago-

    -¿Tardará en llegar?-

    -Un par de días-

    Estábamos dando la vuelta en la esquina cuando ambos soltamos el aire y dejamos de estar rígidos, como si por esos escasos metros fuéramos soldados de plomo y ahora pudiéramos ser nosotros de nuevo.

    -Gracias-dijo con un tono de voz que hasta el momento no le conocía, ya sonaba menos fingido.

    -No hay de qué-contestaba sonriéndole-No iba a dejar que quien me ha hecho reír por primera vez en semanas, quizá meses, se metiera en problemas-

    Me miró a los ojos y me sentí enganchada, seguía tomada de su brazo mientras nos veíamos como si realmente tuviéramos años de conocernos. Mi corazón palpitaba ligeramente más rápido de lo normal mientras mi mente se decía que era imposible que sintiera que era un amigo entrañable, pero si en ese momento me hubieran preguntado si lo conocía de toda la vida mi respuesta hubiera sido si y mil veces si, cosa que me parecía irreal.

    -Te invitaría un café pero…-

    -Dije que yo lo haría-interrumpí comenzando a caminar llevándolo conmigo dejando esos pensamientos guardados y decidiéndome a brindarle un poco de comfort.

    Al principio no se movió haciendo que me girara a verlo y así clavando mis ojos en los suyos comencé a hacer algo de mímica fingiendo que intentaba mover una piedra enorme. Ahogó una risa y asintió, caminó poniendo aún algo de resistencia la cual quitó cuando se percató que yo no pensaba soltarlo, ni cambiar los planes.

    Llegamos a una cafetería y nos sentamos frente a frente.

    La camarera enseguida colocó las tazas mientras iba y venía antes de servirnos el preciado líquido. Él estaba con la mirada baja, las manos sobre su regazo y claramente algo incómodo.

    Cuando la mesera se alejó dándonos un momento para elegir algo mas, él se relajó.

    -¿Cuál es tu nombre?-pregunté con curiosidad genuina

    -Thaddeus-contestó aclarándose la garganta-Thaddeus Meyer-

    -Lindo nombre-dije sonriendo- Bryonny Collingwood-

    -Tu acento…-

    -Inglaterra-interrumpí sintiéndome por primera vez algo cohibida

    -¿Algo más?-preguntaba acercándose la mesera con amabilidad

    -Quizá unas donas-agregué alegre

    Él volvió a cambiar, era como si no se sintiera cómodo con las personas y aquello me llamó demasiado la atención pues hasta hace algunos minutos él estaba ejecutando un pequeño espectáculo.

    Los dulces no tardaron en llegar y el silencio reinó de nuevo.

    -Pensé que tu amigo tendría un poco de hambre-

    Él lanzó una carcajada y pude ver la magia de aquello, me sentí identificada. Se le veía más ligero, en calma y como si quitara el polvo de lo cotidiano.

    -Si invito a nuestro amiguito a la mesa es probable que nos corran a punta de escobazos- decía entre risas

    Reí con él. Era como si ambos supiéramos que necesitábamos reír para liberarnos, para llenarnos de energía y poder seguir. Reír parecía magia con él, siempre había sido así y probablemente siempre lo sería. Sabía que estaba pasando por un mal momento, su ropa arrugada pero algo limpia, su cabello desarreglado al igual que su bigote y aunque no olía mal, tardé en distinguir el olor del jabón que ponían en los almacenes en los baños públicos o se vendía a granel.

    -Háblame de ti-pidió con la cabeza ligeramente inclinada pero sus ojos clavados en los míos.

    -No hay mucho de que hablar- contesté algo nerviosa y no pudiendo sostenerle la mirada, esos ojos parecían ver mi alma, mi espíritu y me dejaba desnuda.

    -Me parece algo difícil de creer-decía sin dejar de mirarme-Por ejemplo ¿Hace cuánto que vives en California?-

    -Poco más de dos años, casi tres años-corregí perdiéndome un poco en esos pensamientos y esos momentos perdidos, que me arrebataron… que me arrebaté por una decisión precipitada y que ahora sabía que él, Thaddeus Meyer, podría haber evitado con sólo estar presente y eso era lo que no podía perdonarle.

    -¡Vaya debes haber sido una niña cuando llegaste!-

    Negué riéndome.

    Era extraño, pero en ese instante me costaba decirle que era viuda, pero me volví a casar y aquello me desconcertaba; nunca antes había tenido problemas en hablar de Patrick. ¿Qué pasaba conmigo? Charles no es Patrick, me contesté mentalmente y aquello fue un descubrimiento aterrador

    -No has tocado tu café-decía él mientras daba un sorbo a su taza, notando la tensión y cambiando el tema

    -La verdad…-dije comenzando a reírme de nuevo-No me gusta el café-

    Volvimos a reír, esta vez hasta que lágrimas brotaron de nuestros ojos, hasta que el estomago nos dolió recordándome que no todo el dolor es malo, no todo el dolor te congela o te hunde, hay dolores que te hacen más ligera y eso era lo que siempre me regalaba Thad.

    Él levantó la mano para atraer la atención de nuestra mesera.

    -Un té de manzanilla con leche para la señorita-pedía sonriéndome

    -En seguida-

    -Gracias- contesté sonriendo a medias, confundida del cómo sabía que era lo que tomaba normalmente

    Me mordí el labio evitando preguntar lo que me carcomía, porque aunada a esa pregunta entrarían un mar de ellas y la más importante: ¿Por qué siento que te conozco de siempre? Y aunque ahora podría contestar todas y cada una de ellas sin problemas, en ese instante era algo que desconocía y me asustaba.

    -Puedes preguntarme lo que sea-decía cantando como si fuera yo una niña-Prometo contestar con la verdad-

    -¿Hay alguien especial en tu vida esperándote para cenar?-pregunté sorprendiéndome a mí misma.

    -No-contestó serio-¿Y a ti?-

    -Tampoco-dije con honestidad, Patrick había sido muy especial e importante en mi vida, pero Charles…Suspiré sabiendo que era otro error que me perseguiría hasta el final de mis días, debía admitirme que no lo amaba de la forma que él pensaba y que tristemente se había dado cuenta y por eso viajaba, poniendo millas entre nosotros.

    Oírme dar esa respuesta me había golpeado cómo si me hubieran sacado el aire. Ninguna mujer respetable negaría estar casada y eso me asustó más que Valkania o cualquier otra pesadilla, incluso más que haber perdido mis recuerdos.

    De pronto me sentí incómoda, nerviosa y sólo quería salir de ahí. Estaba descubriendo cosas de mí misma que no me gustaban y que prefería enterrar aunque supiera que eso no era sano. Comencé a buscar en mi bolsa dinero, después solté varios billetes sin fijarme en la cantidad y me puse de pie sin poder mirarlo.

    -Lo lamento, debo irme- dije prácticamente en la puerta del café.

    -¡Espera!- decía mientras yo ya estaba en la calle y su voz se perdía en el barullo de la ciudad.

    Caminé respirando profundo, apretando la mandíbula y los párpados. ¿Qué pasaba conmigo? Recargué mi espalda en una pared.

    -Te pido disculpas-decía una voz ronca a mi lado haciendo que pegara un brinquito y abriera los ojos de golpe

    Él me tomó por el brazo mientras yo me mordía el labio y buscaba mi voz que parecía haberme abandonado.

    -Lamento si algo de lo que dije te molestó- decía en tono cálido, había verdadera ternura en su voz y aquello me tomó por sorpresa-No quise que pasara, al contrario quería agradecerte por…-

    -Es sólo un café-interrumpí negando con voz algo bajita queriendo restarle importancia -Para ti-dijo serio tomando mi mano haciéndome mirarlo de forma detenida-Para ti es un café de unos centavos, para mi es mi dignidad-

    Él seguía jugando con mis dedos entre los suyos, su mirada estaba clavada en el piso mientras movía los pies nervioso. Aquella revelación me tomó por sorpresa estrujándome el corazón.

    -¿Sabes lo que es que alguien te mire? No con lástima, ni en la periferia fingiendo no verte, hablo de mirarte como ser humano-

    Negué en silencio

    -Tú me viste, sin miedo o asco, me viste como a un igual-decía

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