El Coleccionista
Por Oky Arguello
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El Coleccionista
Aventuras que Definen la Vida
¿Qué chispa enciende la pasión de un hombre por la aventura?
¿En qué parte de su ser anida ese deseo por la emoción?
La historia de Aldo Gini es una colección de experiencias emocionantes, humanas, reflexivas y llenas de giros inesperados que pondrán tu corazón al borde del abismo.
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El Coleccionista - Oky Arguello
Oky Arguello
Disclaimer: Todos los personajes y situaciones son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
© Copyright Oky Arguello
Todos los Derechos Reservados
ISBN: Smashwords
Agradecimientos:
National Geographic
El Arte del Rastreo, Louis Liebenberg
France 24, Reporteros
Africaye.org
Fotografia portada: Magda Ehlers
Música: Fibonacci Proporción AureaMoro Chao y Rebeda Edith)
Wikipedia & Carlessuria
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Portadilla
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El Coleccionista
es su primera obra en el género de Relatos. Anteriormente ha publicado en las categorías de Cuento y Poesía.
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A mis hijos Paul Michael, Christian y Diego. A mis nietos: Lilah, Aadhya, Adonai y Nevaeh. Son mi significado, maestros de la ternura y del amor incondicional.
A mis padres, María Figuls Quirós y Rosendo Arguello Ramírez, mi eterno agradecimiento por tanto y ¡tanto! También a mis queridos hermanos Carlos y Omar, compañeros de aventuras, dolores y alegrías durante esa niñez-destino.
A mi sobrina Caline y su familia, mi cuñada Lilly y mi nuera Kim. A todos mis primos y primas. A Ernesto. A los hombres que he amado. A mis amigas y amigos, especialmente a Carmen Elisa, Bárbara, Michelle, Lyzette (QDEP), María Yolanda, Melvin, Guillermo, Vicente, Ángel, Alberto y tantos otros que me enseñaron que el cariño y la solidaridad tienen muchísimas caras.
Pero sobre todo a Ud. querido lector, por atreverse a esta aventura de sentir, de leer El Coleccionista y, como él, ¡atreverse a vivir!
Índice Temático
Una Niñez de Tacos
El Médico y su Amor sin Fronteras
El Piloto
El Nido de Avispas
El Cazador de Hombres
El regreso a casa
Carmen
Una niñez de tacos
Algunas historias son como el Caracol de Pitágoras. Una forma que se repite en la naturaleza, en el cosmos y en la historia de los hombres...
Tratando de entenderme a mí mismo empezaré por reconocer que mi genética es un espagueti ya que soy, por el lado paterno, nieto de italianos (Gini) y galeses (Wallace) y, por el lado materno, nieto de franceses (Dupont) y latinos (Hernández). Esta mezcolanza de ancestros tuvo como feliz resultado que aprendiera de niño varios idiomas pues, por mis abuelos, mis padres se empeñaron en enseñarme sus lenguas y culturas nativas, pero también, que yo no me sintiera ni de aquí, ni de allá. Aunque me adapté relativamente a todos lados, no tuve un sentimiento de arraigo hacia ningún sitio en particular, sin imaginar –ni remotamente- lo que el misterioso destino me depararía.
Mi padre se empeñó en que me llamara como su abuelo paterno de Italia, a quien recordaba con orgullo y cariño y, bueno, Aldo se llamaba el señor y Aldo bautizaron a este ciudadano estadounidense -y del mundo- que resulto ser yo.
La voz de trueno de mi padre, sus intensos ojos azules, sus modales refinados pero autoritarios fueron una constante en mi casa en donde sus órdenes simplemente no se discutían. No se movía la hoja de un árbol sin la voluntad de mi padre en la mansión Gini. Crecer a su sombra era solo parcialmente amortiguado por la dulzura de mi madre, quién siempre intervenía a nuestro favor. Mi hermano mayor, Maurice, tenía constantes altercados con papá. Estoy seguro que se debía a que eran igualitos ¡en todo!
Mamá era una mujer que, bajo su suavidad y aparente sumisión, guardaba una voluntad férrea que contrastaba con su enorme sensibilidad y humanidad. Sin duda, había sido una hermosa mujer en su juventud, con cabellos castaños y ojos verdes, mediana estatura y una piel blanca que se bronceaba con facilidad tomando un hermoso color dorado. Decía ella que eso era gracias a la mezcla de sangre francesa con el tono cobre de sus ancestros maternos procedentes del norte de México.
La más pequeña, mi hermana Paris, había venido a este mundo como la última esperanza de mamá de poner otro toque femenino en el hogar. Decía que había demasiada testosterona en esa familia y que esa bebé
era su ancla para no perder la cordura entre tanto macho. Y, Paris, se desempeñó como una profecía que se cumple: Era alta, delgada, blanca nieve, de ojos verdes y hermosos cabellos rubios que caían en rulos sobre su espalda. Su personalidad calcaba el destino que mi madre había soñado para ella. Tocaba el piano, iba a fiestas de sociedad, se gastaba todo el dinero del mundo en ropa de pasarelas y sabía cuándo callar y cuando hablar, apenas lo necesario para caer bien. ¡Estaba diseñada a la medida de los Gini!
Mi hermano Maurice, como dije, había heredado por completo todo el físico y el carácter de mi padre. Con él, yo pensaba que mi pobre madre había sido una simple incubadora de la copia de mi padre. Y cuando dos toros se encuentran pues... ¡Ya sabemos el resultado! Los choques eran continuos e incrementalmente violentos.
Nunca olvidaré cuando, siendo yo apenas un crío de seis o siete años, mi hermano Maurice, con probablemente catorce, enfrentó las órdenes de papá. No recuerdo ni siquiera qué es lo que teníamos que hacer o dejar de hacer. Así de aterrorizado estaba yo. Tenía la mente en blanco. Sentí que aquello iba a terminar a golpes, yo simplemente estaba en estado de pavor.