La Mujer que Entendió
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Título: La Mujer que Entendió
Autor: Andrés Barreda Noriega
Sinopsis: En "La Mujer que Entendió", Andrés Barreda Noriega te invita a un viaje a través de los intrincados laberintos de la sociedad y del alma humana. Esta cautivadora novela es mucho más que una historia; es un llamado a la reflexión, una exploración profunda de los dilemas sociales y personales que enfrentamos cada día.
Sumérgete en la vida de una mujer cuya valentía desafía los límites de lo establecido. Enfrentando los puntos más críticos de la sociedad, su viaje te llevará a explorar la complejidad de la existencia misma. A través de tragedias y triunfos, descubrirás que incluso en la oscuridad más profunda, hay una luz de esperanza que nunca se extingue para aquellos que se aferran a su fe en sí mismos.
Con una prosa magistral, Barreda Noriega te llevará a través de giros inesperados y emociones intensas, tejerá una narrativa que te atrapará desde la primera página hasta el último suspiro. "La Mujer que Entendió" no solo es una obra literaria, sino un espejo en el que podrás contemplar tu propia humanidad y encontrar inspiración para abrazar tus propias luchas con coraje y determinación.
Prepárate para embarcarte en un viaje inolvidable, donde el drama se entrelaza con la esperanza, y la tragedia se transforma en redención. ¿Estás listo para descubrir el poder de una mujer que entendió?
Andrés Barreda Noriega
Biografía del Autor: Andrés Barreda Noriega, nacido en Lima, Perú, en 1983, emerge como un destacado poeta cuya pluma trasciende las fronteras de lo convencional. Desde temprana edad, Barreda mostró una afinidad innata por la exploración de la palabra escrita, manifestando un interés apasionado por la poesía como medio para desentrañar los misterios de la existencia. Su trayectoria poética refleja la fusión de experiencias, inquietudes y observaciones de la vida cotidiana. Con una voz única, Barreda aborda temas universales con una perspicacia penetrante, llevando a los lectores a un viaje introspectivo que desafía las nociones convencionales y revela las complejidades de la condición humana. A lo largo de los años, Andrés Barreda ha forjado un estilo distintivo que combina la sensibilidad lírica con una aguda conciencia social. Su obra, marcada por la exploración poética de temas como el miedo, el amor y la búsqueda de respuestas, ha resonado profundamente en audiencias diversas, consolidando su lugar como un exponente destacado de la literatura contemporánea. "La Solución de la Totalidad" representa la culminación de su labor poética, fusionando tres destacados poemarios, "Miedo No Eres Amor", "Una Ilusión Llamada Realidad" y "Quisiera Saber...", en una obra maestra que invita a la reflexión y desafía las percepciones convencionales. A través de su escritura magistral, Andrés Barreda invita a los lectores a explorar la profundidad de la existencia y a descubrir la poesía como un puente hacia la comprensión más profunda del mundo que nos rodea.
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La Mujer que Entendió - Andrés Barreda Noriega
Andrés Barreda Noriega
Perú
Naplo
verano del 2023 y verano del 2024
La mujer que entendió
I
El horizonte aún vacío
Tuve miedo sabes, la miré de reojo... estaba tintada entre rojo y marrón. Era inocente aún, la vagina sangraba sin dolor, pero con ganas de arrojar todo por la ventana, miraba el mar... el horizonte parecía no tener respuestas, era niña, adolescente y con los más grandes enigmas por resolver. Lo recuerdo, mi primera menstruación, mi madre a mi lado orgullosa, mi padre furioso, como si su pequeño ángel se fuera de casa ya. Pero al poco, un dolor insoportablemente nuevo , cólicos menstruales, difíciles de esconder, me dió pánico, pero me sentí por fin, mujer.
Tenía 13 años, estaba sola, salía del colegio un martes por la tarde, me detuve en la esquina a esperar el bus, que tardaba, demoraba más de lo normal, saqué de mi bolsa un caramelo, y entendí que no era algo natural, entendí, por primera vez, que tenía que analizar las cosas antes de hacerlas, mucho antes de probarlas, y al ver al suelo, no solo vi la envoltura de plástico de mi pequeño caramelo de supuesta fresa, pero tan rojo, sinó que pude observar que había toda clase de basura, rondaban botellas viejas, supe que estaba mal, pero aunque quise hacer algo, no sabía bien si reciclar o recoger las asquerosas piezas de plastico y botellas ya usadas y hongueadas, llegó el omnibus y me tuve que ir, con la cara triste por la ventana, como queriendo escapar de este pequeño lío que hoy tenía en la consciencia, el terror al abismo, el miedo a no ser como los demás, o peor aun, a ser como todas las demás, igualitas y del mismo bloque, puede que una arquitecta con los mismos gustos o una artista de crayolas, que se gana la vida solo haciendo el amor con los chicos bien conectados del medio, o peor... una actriz, no... yo no... no quería ser así, no quería seguir siendo de esas que botan la basura a la calle y luego van a su casa a ver la television, o se compran todo el celular solo para ver un poco de redes sociales, y no tienen la sabiduría de investigar, de leer un poco, de hablar cuando era necesario y correr, si... saber correr, saber tener miedo, saber también sonreir, brillar de alegría ante un juego, crecer no solo en tamaño sino en sentimientos, valorar a mi madre que es la persona que más quiero, ¿dónde estás papá? ¿porqué te fuiste? pensé para mis adentros... como si yo misma hubiese podido encontrar una respuesta.
Y el bus siguió avanzando por una trocha perdida entre los cerros, los alpes se veían negros este invierno, no con su nieve tan cara y fotografiada y estas lagunas suizas, no, yo solo veía negro esto, porque tenía miedo.
Era una adolescente nada más, hija tercera de tres hermanos, uno, el mayor, ya muerto, mi madre ausentemente trabajadora, y mi padre, prófugo y sin sentimientos. Pero heme aquí, María, una chiquilla con ganas de vivir, esa era yo, pero cautelosa, tal vez demasiado, como si yo misma estuviera encerrada en un armario oscuro contra una esquina, tratando de evitar el terror, pero sin entender que los monstruos los lleva una dentro, y sin entender tampoco, que hoy al menos, no me va a pasar nada, que tarde o temprano será un día nuevo, puede que lluvioso, e incluso puede que caiga acá un terrible aguacero, y en la tarde un día soleado lleno de arcoíris por todo mi pequeño pueblo, como si pudiera ser feliz o si existiera la lejana oportunidad de serlo, y al parecer, tenía que probarlo, el miedo a la libertad era pues en este momento, lo que más me preocupaba, el miedo a no ser feliz, el miedo terrible de la soledad y de esos amores que no te llevan a nada, de vulgaridades en los bares donde a veces me voy a trabajar, miedo a ser gorda, y por ende, miedo a comer demás.
II
El vacío
Tenía miedo a seguir caminando por la vida, era irreverente, mi adolescencia me había llevado exactamente por donde mis padres me habían enseñado a no andar, pero con calma, encendía mis cigarros y bebía cervezas que aunque hubiese querido, no estaban tan heladas, pero tenía miedo a seguir creciendo, enfrentarme a esta sociedad tan ajena, tan viva y luchadora yo, seguí este extraño mundo, con ganas de no cumplir mis deseos, con ganas de dejar de luchar y rendirme a la marihuana que había culminado con mi mente de niña, con esa fiera de juegos de imaginación, la sustancia se había hecho dueña de mis valores, me había cancelado la voluntad, me estaba castigando, pero dormida... era feliz, dormida de valores y de ética, dormida entre los primeros brazos que encontré y que me tocaron el busto, y aproveché para intentar ser feliz, y en el rezago de la vida, seguí creciendo a una juventud de fiestas, perdida, no sabía exactamente que hacer, pero lo único que sabía y tenía claro, es que estaba viva, pero no era feliz, y estaba harta de ello, solo podía volver a nacer, en mis sueños, pero no en la realidad, y esto pues, me daba pena, me cancelaba, pero aún era joven, y podía ver a mis amigas crecer en tamaño y en buen gusto. Pasamos de comer comida para pequeñas, a ricas ensaladas, cuidándonos la línea, creyendo vagamente que la felicidad venía de la vanidad, que los hombres nos iban a engreir a mas flacas estuviéramos y nuestras tristes piernas delgadas empezaron a asistir a nuestras primeras fiestas inocentes, yo ya... drogada.
Pero pronto, murió mamá, y el vacío fue horrible, no había dejado mucho, una casa que había que mantener, un perro que no paraba de comer, y a un montón de amigas que me veían con pena, yo eso no lo toleraba, y viajé, simplemente dejé todo atrás y me fui a confundirme más, a encontrar ese vacío en mi dulce adolescencia, triste... eternamente triste, no podía ver la vida de una mejor manera que en la oscuridad de la noche, y andaba pensando en el dinero, que me faltaba tanto, pero le rogaba a un Dios latente por el almuerzo de cada día, que casi siempre llegaba, aunque a veces tarde.
Una mañana, abrí un poco los ojos, tuve una pequeña oportunidad, y vi a este señor, ya anciano, alimentando a su perro en la calle, no sabía si el animal era de su propiedad, pero me quedé mirándolo, ahí, en una banca en el parque, el parecía no tener mucho, era un caballero ya de edad, y el perro, se veía enfermo. Pero igual, estaban los dos, tranquilos, y esa tranquilidad me contagió, y me di cuenta que estaba ahí la clave, a corto plazo, si un hombre podía alcanzar la calma pues yo también podría, entonces empece a luchar en esa dirección, pero parecía que a más lo intentara, peor era. Y ya no me daba solo ansiedad la tristeza sino que también la busca por la calma, y fue peor, ahora no solo estaba sola perdida entre unas callezuelas lejos de casa, sin mamá ni papá, sin amigos, sin celular y sin dinero, sino que a parte de esto, estaba cansada de no ser feliz, y la verdad, me miraba para adentro, y me daba pena ser yo misma.
Pero seguí en mi ruta por la vida, a mis 16 años, no alcanzaba perder el miedo, la nieve me encontraba en los peores lugares, la lluvia, y demás desgracias de la vida, pero no pude seguir con esto, tenía que levantarme, mirar hacia alfrente, tener cuidado, amarme, pero no alcanzaba nada de las que por dentro tenía como teorías, vivía un sueño, pero no en la realidad, tenía lo que no tenía, pensaba lo que no podía hacer.
Pero en general, no era feliz, y eso, me tenía cansada, y peor que esto, solitaria. Y lo peor, mucho más grave que mi presente, era la idealización que tuve en ese momento de mi futuro. Veía a las prostitutas viviendo una vida cómoda, parecía una vida fácil, que te podía brindar dinero