Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

En el frente: Gerda Grepp y la guerra civil
En el frente: Gerda Grepp y la guerra civil
En el frente: Gerda Grepp y la guerra civil
Libro electrónico292 páginas4 horas

En el frente: Gerda Grepp y la guerra civil

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

En 1937, la reportera noruega Gerda Grepp llega a Málaga acompañada del célebre escritor Arthur Koestler, en realidad, un espía al servicio de los sóviets. Encuentran una ciudad abandonada, donde el hambre se sacia con caracoles y naranjas. Tras una peligrosa incursión a Marbella en la que Koestler desaparece, Gerda vuelve a pie a Málaga, desde donde escribe sus crónicas de guerra antes de ser la última corresponsal en dejar la ciudad, ya a manos del Frente Nacional. Tras escapar y cubrir el frente norte, muy enferma de tuberculosis, vuelve a su país, donde muere. Tenía 33 años.
Gerda Grepp creció en Oslo y trabajó como periodista política. Se involucró con el socialismo y la revolución hasta el punto de que, en 1936, dejó a sus hijos en Noruega y viajó a Barcelona para, inmediatamente después, cubrir el frente madrileño. Muy amiga de Aleksandra Kolontái, Otto Katz y Hans Kahle, fue amante de Louis Fischer. Esta es la vida de una mujer olvidada, cuya repercusión en la historia de España era hasta ahora desconocida.

«Si gana el fascismo, vendrá una época infinitamente más oscura y larga».
Gerda Grepp
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 mar 2024
ISBN9788419362230
En el frente: Gerda Grepp y la guerra civil

Relacionado con En el frente

Libros electrónicos relacionados

Biografías históricas para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para En el frente

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    En el frente - Elisabeth Vislie

    Portada

    TÍTULO ORIGINAL

    Ved fronten. Gerda Grepp og den spanske borgerkrigen

    © 2018, Elisabeth Vislie

    en acuerdo con O!Books Literary Agency

    PAX FORLAG A/S, OSLO 2016

    © PAX FORLAG 2016

    Libro editado con el apoyo de la fundación Fritt Ord

    La escritora recibió financiación de la fundación Fritt Ord

    Publicado por

    Plankton Press S.L.

    C/ Hernán Cortés 3

    29679 Benahavis (Málaga)

    [email protected]

    www.plankton.press

    Primera edición en Plankton Press: marzo 2024

    © de esta edición, 2024, Plankton Press S. L.

    © de la traducción, 2024, Sergio Daroca

    ISBN digital: 978-84-19362-23-0

    Fotografía de cubierta: del periódico Arbeider-Avisen, 1937

    Diseño de cubierta: Ana Cordero Lanzac

    Maquetación: Álvaro López

    Tipografía: Sabon

    Reservados todos los derechos. No está permitida la reproducción total ni

    parcial de esta obra ni su almacenamiento, tratamiento o transmisión de

    ninguna manera ni por ningún modo sin autorización previa por escrito

    del titular de los derechos, salvo para uso personal y no comercial.

    ELISABETH VISLIE

    EN EL FRENTE

    Gerda Grepp y la guerra civil española

    Traducción de Sergio Daroca

    Plankton Press

    2024

    Índice

    Prefacio por Enrique Benítez Palma

    Gerda Grepp forma parte de la Historia de España

    El origen: A Train to Spain

    (Casi) un Goya para Gerda Grepp

    Prólogo

    El bien contra el mal

    La República española

    Más cerca del frente

    La pequeña camarada

    Kyrre y Rachel

    Kristiania y Fjøsanger

    La voz de la Revolución

    Sobre las huellas de sus padres

    Rachel Grepp y los derechos de las mujeres

    El vals vienés del amor

    Mario

    Una profesión propia

    Punto de inflexión

    Viaje a Madrid

    Periodista y activista

    Bombas sobre Madrid

    Los caminos insondables del amor

    La guerra de Gerda

    La Desbandá en Málaga

    En busca de Arthur Koestler

    Londres

    A las órdenes de Stalin

    Bombas sobre Bilbao

    Hasta la vista

    ¡España para el pueblo!

    Una maleta llena de sueños

    Junto al mar

    Querido Louis

    La hora del destino

    No tengo tiempo para morir

    ¿Qué fue de ellos?

    Agradecimientos

    Bibliografía

    Prefacio

    por Enrique Benítez Palma

    Gerda Grepp forma parte de la Historia de España

    Una joven, menuda y entusiasta periodista noruega, Gerda Grepp (1907-1940), es la protagonista de dos hechos significativos de la guerra civil española: fue la última periodista que abandonó Málaga y Bilbao, horas antes de la toma de ambas ciudades por las tropas franquistas en 1937.

    La figura de Grepp era por completo desconocida hasta que Elisabeth Vislie la rescató en 2016. Quizá en su país natal su nombre tuviera cierta repercusión, o transcendencia, pero en España nada se sabía de ella, pese a las menciones de Arthur Koestler, tan vinculado a nuestra guerra, en sus memorias y en otros libros.

    Una serie de felices coincidencias permitieron descubrir la publicación noruega del libro de Vislie y rescatar la historia de Gerda Grepp. La edición en castellano de este libro, oportuno y necesario, es la última etapa de un proceso que comenzó en 2016 y que ha tenido diversos hitos relevantes, que incluyen dos producciones audiovisuales finalistas de los Premios Goya del cine español.

    El origen: A Train to Spain

    En el otoño de 2016, una exposición titulada «Un tren hacia España» recorre nuestro país. Comienza en Málaga, en el campus universitario de El Ejido, y continua en Alcoi, Alicante, donde se volcó la ayuda escandinava a la España republicana, en el hospital sueco-noruego. Un breve, triste y terrible documental forma parte de la exposición: El voluntario, que narra la desgraciada historia del joven noruego Martin Schei, muerto en España en 1937, pocas semanas después de su llegada para combatir con la República, a la prometedora edad de diecinueve años.

    Es difícil narrar la tristeza infinita que provoca este brevísimo documental, de apenas siete minutos de duración. Todo está ahí: los ideales de una generación perdida que acudió a España a defender las libertades y los derechos en los que creían. Miles de jóvenes de todo el mundo sintieron la llamada del deber y pusieron su vida en juego en un momento crítico de amenaza para la democracia. Un puñado de ellos llegó a España desde Noruega, donde una tradición sólida de valores progresistas y democráticos había favorecido el idealismo y la generosidad de sus elementos más valiosos.

    Tirando del hilo de Martin Schei y de otros voluntarios noruegos, la magia de internet puso en mi mapa a Gerda Grepp. Cuando el libro de Elisabeth Vislie se publicó en Noruega, la promoción incluyó algunas fotos de la periodista en el frente de Málaga. Grepp había llegado a España trabajando para uno de los principales periódicos noruegos, pero también era fotógrafa (como Gerda Taro, mucho más conocida, o como Tina Modotti, que intervino en la Desbandá). Las desconocidas e inéditas fotos de Grepp en Alfarnate o en las calles de Málaga provocaron la compra inmediata del libro original y la traducción al castellano del capítulo dedicado a sus días en Málaga, de la mano de Belén Becerra, guía turística que hizo un trabajo formidable.

    De repente, en 2017, las piezas encajaron. Gerda Grepp es la GG de la que habla Arthur Koestler en sus Memorias y en uno de sus libros más conocidos y emocionantes, Diálogo con la muerte. Un testamento español. Koestler, perro viejo, no da nombres para evitar identificar a sus compañeros de viaje y luchas clandestinas. No en vano, escribirá en estos libros que, al final de la Segunda Guerra Mundial, más de la mitad de la gente que ha conocido en su vida ha muerto, en el campo de batalla, bombardeada, fusilada o de otras muchas maneras crueles y terribles. Gerda es una de esas personas, fallecida en agosto de 1940, víctima de la debilidad producida por una tuberculosis que arrastraba desde pequeña. Apenas tenía 33 años cuando murió.

    La presencia de Gerda Grepp en Málaga, recogida en diversas publicaciones de la prensa local, llamó la atención de un productor y director de cine malagueño, José Antonio Hergueta, que vio en esta historia de los últimos días de la Málaga republicana el contrapunto a los testimonios de los primeros días de la guerra civil en la ciudad. Si Gamel Woolsey, que residía con Gerald Brenan en una bonita finca en Churriana, cerca de la capital, retrató esos primeros días en su libro Málaga en llamas, Grepp y Koestler fueron quienes vivieron los días finales en primera persona, los momentos de la Desbandá provocada por las feroces arengas del general Queipo de Llano. Koestler decidió quedarse en la ciudad —tras ayudar a poner a salvo a su compañera, rumbo a Almería—, en la residencia del británico sir Peter Chalmers Mitchell, para probar al mundo la participación activa de las tropas italianas enviadas por Mussolini en apoyo del golpe de Estado.

    (Casi) un Goya para Gerda Grepp

    Este contrapunto permitió la producción del cortometraje documental Paraíso en llamas, finalista de los Premios Goya en su categoría en 2021, y del largometraje documental Caleta Palace, finalista en la edición de 2024. Hergueta, en una entrevista, manifestó que lo que más le había gustado de Gerda Grepp era su «mirada limpia» sobre la guerra civil española, una mirada llena de idealismo, juventud y deseos de justicia.

    La publicación en España de este libro aporta un nuevo e importante testimonio a los ya conocidos y celebrados, además de resolver una pequeña injusticia. Otro libro noruego, Verano español, de Nordahl Grieg, se editó en 2017 gracias a una campaña de microdonaciones y, a pesar de las conocidas fotos en Madrid que retratan a unos Nordahl y Gerda jóvenes y radiantes en los últimos meses de 1936, no hay la más mínima mención a Grepp en estas memorias. Grieg falleció en diciembre de 1943, a bordo de un avión británico en misión de guerra. Es una verdadera incógnita este olvido del escritor y héroe noruego.

    Gerda Grepp no fue la única periodista noruega en la guerra civil española, como veremos al leer este libro: Lisa Lindbaek estuvo incrustada, como se dice ahora, en el Batallón Thaelman, para escribir su historia. Otro libro importante que permanece inédito en castellano. Ojalá que el paso adelante que supone la publicación de En el frente ponga en el mapa y facilite la traducción y publicación en España de esos testimonios olvidados que ayudarían a conocer mejor episodios tan interesantes como los que protagonizó Gerda Grepp en España. Hoy, la deuda que seguimos teniendo con quienes vinieron a jugarse la vida por nuestra libertad es un poco menor gracias a Elisabeth Vislie y a su editorial española.

    Prólogo

    Gerda Grepp fue la primera mujer noruega corresponsal de guerra, pero no llegó a dejar una huella profunda en la sociedad de su país. Tras encontrarse en el centro del ambiente legendario de escritores, periodistas y artistas que transmitían el sufrimiento de la guerra civil española al resto del mundo, desapareció de la vida pública y de los libros de historia. Su vida acabó demasiado pronto. Murió a los treinta y tres años de edad, en 1940, cuando aún tenía mucho que ofrecer. Su historia merece ser recordada como ejemplo de un tiempo en el que los periodistas iban a la guerra como actores ideológicos, a luchar contra una nueva guerra mundial que, en cualquier caso, no consiguieron impedir.

    Gerda Grepp fue la primera periodista escandinava que viajó como corresponsal a la Guerra Civil en 1936, y se jugó la vida muchas veces para contar las atrocidades que sucedían. En su trabajo como corresponsal para el Arbeiderbladet y otros periódicos escandinavos, y luego para una agencia de noticias internacional, la suya fue una voz clara en las columnas, también políticamente. Estaba entre los que temían al fascismo y los que desde el principio vieron el peligro del crecimiento del nazismo. Tenía también, viniendo de una familia que destacaba en el movimiento obrero noruego, la confianza de la época en el comunismo. Fue amiga y colega de la conocida reportera Lise Lindbæk, que también estuvo en la Guerra Civil. Ambas fueron periodistas audaces que abrieron camino.

    La vida de Gerda Grepp estuvo siempre, desde su nacimiento y de uno u otro modo, en el centro de los acontecimientos. Como hija de dos conocidos líderes revolucionarios, Kyrre y Rachel Grepp, creció en un entorno intelectual en el mismo centro del movimiento obrero de Oslo. Desde la cuna, formó parte de una comunidad que extendió un horizonte de grandeza sobre su vida, una creencia inquebrantable en que el socialismo puede mejorar la vida en la Tierra. Esta fe vertebró la vida de Gerda Grepp y la de los que confiaron en ella. La escritora y activista feminista, embajadora rusa y revolucionaria Aleksandra Kolontái fue una de las primeras en ver en ella una urgencia viajera y un sentido de la justicia inexorables, y contribuyó a la idea que persiguió a Gerda toda la vida: la creencia de haber recibido lo que llamaba un peculiar vuggegave, o regalo de cuna, algo por lo que luchar.

    Gerda Grepp ha sido olvidada hoy, pero fue mencionada en varios libros, tanto en el periodo de entreguerras como más tarde. En estos libros se la elogia por su audacia, pero nunca hubo mayor interés por explorar o describir su valentía en una época tan importante para la historia de Noruega y el resto de Europa. Todos creen que la osadía de Gerda como reportera de guerra se debe a que sabía que pronto moriría de tuberculosis. ¿Fue así? ¿No es la etiqueta de condenada a muerte, para una mujer tan valiente y comprometida como ella, una simple e injusta forma de verla? Yo personalmente no tengo ninguna duda alguna al respecto.

    Descubrí seriamente a Gerda Grepp al leer Tusen Dager, de Jo Stein Moen y Rolf Sæther, un relato profundo y esclarecedor sobre Noruega, la guerra civil española y los jóvenes noruegos que sirvieron en las Brigadas Internacionales para luchar contra lo que consideraban el mismo mal: el fascismo. Anteriormente, había leído sobre ella en el importante libro Kvinner i norsk presse gjennom 150 år, de la periodista del Aftenposten, Reidun Kvaale, en el que se habla de Gerda Grepp, su madre Rachel y Lise Lindbæk.

    Gracias a su hija Sasha, he conocido de forma íntima a Gerda Grepp a través de una interesantísima colección de cartas.

    Adentrarme en su mundo me hizo descubrir otros muchos mundos. Gerda recibió y escribió muchas cartas a lo largo de su vida, y guardó copias de estas últimas. La mayor parte de la colección es correspondencia entre ella y su madre, Rachel. Se escribían a menudo cartas que revelan una relación muy cercana entre madre e hija. Rachel nunca le falló a Gerda, la siguió y la apoyó a lo largo de su corta y aventurera vida, y estuvo a su lado en sus últimos días.

    Siempre me ha interesado España y conozco el país desde hace muchos años. Viví allí unos años desde finales de 1960 y vi el sufrimiento que el dictador Franco había infligido a sus compatriotas, a los que se habían aliado con la República, a los que habían perdido la guerra. La sangrienta contienda de la que informaron Gerda Grepp y Lise Lindbæk terminó en 1939 con la victoria del brutal régimen del general Franco. Los perdedores tuvieron que vivir treinta y seis años de traumas como ciudadanos de segunda, muchos en una intrincada red de dificultades y obstáculos, como sucede en cualquier Estado en el que la gente no es libre. Lo que vi en España despertó en mí un fuerte interés por la Guerra Civil, pero también por las causas subyacentes y lo que ocurrió en aquellos años dramáticos y dolorosos. Como periodista y con el español en mi currículo, escribir la historia de nuestra primera corresponsal de guerra en España fue una tarea a la que simplemente no pude resistirme.

    La historia de Gerda Grepp es historia de la prensa, es historia de España y es historia de las mujeres. Es el relato de una joven periodista, madre de dos hijos, que con todo su bagaje ideológico eligió adentrarse en una guerra cruda y violenta, porque —como tantos otros en aquel momento— creyó con todas sus fuerzas que la marcha del fascismo en Europa podía detenerse antes de que este extendiera aún más la guerra.

    Gerda Grepp no aceptaba soluciones a medias y era impaciente. Profesaba plenamente su fe en el socialismo en un tiempo en que la polarizada Europa estaba al borde de una nueva catástrofe. Su fuerza motriz debe entenderse en el contexto de las contradicciones ideológicas de la época. Viajó allí donde los frentes se endurecían, a las trincheras de la guerra española. Iba a informar, costara lo que costase. Aunque tenía tuberculosis y solo un pulmón, aunque dejó a dos pequeños en casa, en Noruega, no se dejó amedrentar. Estaba enferma en un tiempo en el que no había medicinas, pero la tuberculosis tampoco era una condena unívoca a una muerte rápida, ni siquiera entonces. Muchos podían tener una vida larga y, a veces, incluso una completamente normal. Gerda Grepp creía en la vida.

    Imagen

    «¡Una mujer con pantalones largos! Algo tan extraño que ni la milicia de las montañas de Málaga lo había visto nunca», escribió Gerda Grepp en febrero de 1937. [Desconocido/Arbark].

    El bien contra el mal

    Gerda Grepp estaba de pie junto a un muro de piedras rugosas, observando la tierra cubierta con la sangre de trece hombres, trece enemigos del pueblo. Hombres a los que acababan de alinear contra ese muro. Era un muro de ejecución en masa de una especie de piedra rojiza. Quizá dejó correr sus dedos sobre la superficie áspera, tocando los agujeros. Había muchos. Miró a su alrededor, a la fortaleza que la rodeaba. Era ahí donde se fusilaba a los traidores de la República cada mañana a las cinco. Un letrero perforado por las balas rezaba el mensaje silencioso de que se hacía justicia.[1] Por primera vez vio con sus propios ojos lo que la guerra y la revolución implican. Estaba en shock, no solo por los muertos, sino también por los vivos: «Vi los calabozos, madre. Profundos bajo tierra y completamente oscuros. Los prisioneros estaban encerrados en agujeros donde no podían tumbarse y el agua les llegaba por la cintura. Vale la pena resaltar que esto no es la Edad Media, ¡sino el mismo 19 de julio de este año! Ese día encontraron a cuatro hombres, todavía vivos, sepultados ahí dentro, porque la idea era que pasaran ahí el resto de sus vidas. Los cuatro eran anarquistas, ahora están luchando en el frente».[2]

    La antigua fortaleza de Montjuïc se elevaba inaccesible sobre la «montaña judía» que domina la ciudad mediterránea de Barcelona. Era una colina verde y exuberante con esbeltos cipreses, árboles con flores lilas y amarillas y pinos verde oscuro retrepados en la ladera. Al norte, poderosas montañas grisáceas y azuladas a lo lejos. Abajo, el Mediterráneo turquesa brillando al sol y el puerto en el que la gran estatua de Cristóbal Colón capturaba las miradas.

    Era el 11 de octubre de 1936. En su primer encargo como corresponsal de guerra, invitaron a Gerda a visitar la fortaleza. Fue la primera periodista escandinava en pisar España tras el alzamiento del 17 de julio, planeado como un golpe de Estado que rápidamente escaló en una guerra civil ante la resistencia del Gobierno republicano elegido en las urnas, apoyado entre otros por voluntarios de toda Europa y partes del mundo occidental. Iba a cubrir el conflicto para el Ar­beiderbladet y para las ediciones sueca y danesa del Social-Demokraten.

    Barcelona era una de las ciudades que habían resistido cuando los generales derechistas se alzaron contra el Gobierno legítimo de la liberal República de España. La fortaleza había sido escenario de torturas, ejecuciones y asesinatos en sucesivos regímenes, y ahora estaba en manos de la alianza de izquierdas, que gobernaba la ciudad desde que se sofocó el alzamiento. Sintió náuseas por lo que vio, el muro de las ejecuciones, la sangre, los agujeros de bala y los prisioneros, pero no tenía más remedio que continuar la visita con sus escoltas. De la fortaleza la llevaron al tribunal revolucionario, abajo, junto al puerto. Las nuevas autoridades de la ciudad habían formado un tribunal popular en un barco. Eran sobre todo anarquistas, pero también socialistas y comunistas que dirigían la ciudad junto a las poderosas organizaciones de la CNT, el sindicato anarquista y la UGT, que formaba parte del movimiento socialista. Gerda presenció el juicio de tres jóvenes oficiales que habían disparado sobre las masas de trabajadores durante el levantamiento militar de julio y habían sido condenados a muerte por ello. Les ejecutarían a las cinco de la mañana del día siguiente en el muro que había visitado poco antes. Vio el pánico y la duda en sus ojos y, de nuevo, le sacudió la náusea.[3] De madrugada en Montjuïc, tres jóvenes con toda la vida por delante tenían una cita con las balas.

    Pero ¿sentía lástima? No, Gerda Grepp no sentía lástima. Ese castigo espantoso no sacudía sus principios. Debía hacerse justicia. Los jóvenes oficiales eran cómplices de los golpistas. Eran enemigos del pueblo, enemigos de la clase trabajadora y debían morir: «Si yo tuviera el poder, procuraría una solución parecida», le escribió en una carta a su madre. «En tiempo de revolución hay que neutralizar a esta calaña».[4]

    Así pensaba Gerda en una Europa de fuertes contradicciones. La Primera Guerra Mundial había formado y arrastrado a los jóvenes de toda una generación y había terminado en una solución de paz que embruteció y agudizó las condiciones sociales y las contradicciones ideológicas, que se convirtieron en el preludio de una nueva guerra. La guerra civil española fue como una chispa que podía encender la gran hoguera de Europa. Había brasas candentes por todas partes. En Alemania, Hitler había tomado el poder en 1933 y el crecimiento del nazismo había resucitado la carrera armamentística, un gobierno totalitario, el odio y la persecución de los judíos. En Italia, Mussolini había desarrollado su ideología fascista tras tomar el poder en 1925, y se preparaba para la guerra como cómplice de Hitler. El dictador italiano ya había enseñado músculo con la invasión de Etiopía en 1935. La Guerra Civil en España unió aún más a ambos déspotas, que ayudarían al ejército de Franco a luchar contra los socialistas que habían alcanzado el poder en las elecciones democráticas de febrero de 1936. En la Unión Soviética comunista, Stalin también gobernaba como un déspota en un régimen totalitario. Las tres ideologías tenían buen arraigo en la sociedad española y dividían aún más a un pueblo que ya estaba dividido, exacerbando contradicciones extremas. Por un lado, las fuerzas derechistas con nazis y fascistas como complacientes aliados. Por el otro, un gran conglomerado que acomodaba todo el espectro de las contradictorias ideologías de izquierda: socialistas, comunistas, anarquistas y trotskistas.

    La República española

    Gerda Grepp era partidaria incondicional de la República y del Frente Popular, que fue elegido democráticamente: una amplia coalición de partidos políticos que iban desde el centro liberal hasta el socialismo de la más extrema izquierda, y que obtuvo una victoria muy ajustada en las elecciones parlamentarias del 16 de febrero de ese mismo año. Pero a las elecciones en España siguieron meses políticamente inestables en los que

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1