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Ni tan paranormal: Paranormal
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Libro electrónico168 páginas2 horas

Ni tan paranormal: Paranormal

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Información de este libro electrónico

¿Qué es lo que no sabemos de Diego Jerez, también conocido como Ni Tan Zorrón, uno de los fenómenos de las redes sociales?

Sentir que te observan, puertas cerrándose, pasos por las escaleras: eso fue solo el comienzo. Diego, un curioso joven de 17 años, poco a poco sentirá cómo un espíritu intenta contactarse con él, poniendo en duda los límites de la locura.

Tras esto comienza un viaje rodeado de espíritus, meditación, auras, inmortalidad y un especial mensaje que entregar.

Contada por su protagonista, Ni Tan Paranormal es un testimonio colmado de fantasmas, temores, reflexiones y desarrollo personal, en cuyos pasajes se superan las casualidades y la lógica.

Este libro incluye códigos QR que darán al lector acceso a mucho más de lo que vemos.

Rompan el molde de lo que supuestamente es real y sean partícipes de esta historia paranormal.

Una invitación a abrir la mente y abrazar tu lado espiritual.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 sept 2023
ISBN9789564062969
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    Ni tan paranormal - Diego Jerez

    Prólogo

    Una historia paranormal… muchos la tomarán como eso, pero para mí es algo diferente. Lo que les contaré en estas páginas es una historia real que me ocurrió, y algunas de esas cosas siguen pasando. Es algo que por mucho tiempo me dio vergüenza contar, una historia difícil de creer; y si para mí, que soy el protagonista y vi todo con mis propios ojos, fue difícil de entender, procesar y aceptar, soy consciente de lo loco que puede sonar para alguien que no estuvo ahí conmigo o que nunca ha experimentado algo relacionado a lo paranormal. Debo confesar que algunos de estos hechos llevaron incluso a que cuestionara mi sanidad mental en más de alguna ocasión. Pero, convenientemente y a mi favor, en muchas de estas situaciones no estuve solo. Por ello, y si bien este libro principalmente tendrá mi punto de vista de los acontecimientos, en algunas páginas podrás encontrar códigos QR escaneables con tu celular que te llevarán a videos y testimonios de personas que estuvieron presentes en lo que les contaré. Si no te interesan te los puedes saltar, esto no afectará el relato principal, pero aconsejo verlos en el orden sugerido, pues tendrás información extra, varios puntos de vista de otras personas que participaron en estas vivencias de una u otra forma. En caso de que los códigos por alguna razón no te funcionen, en la última página, bajo los agradecimientos dejaré un link escrito que te llevará a ellos igualmente.

    La historia que se aproxima gira en torno a espíritus, fantasmas, entes, tu propia energía o aura, y otros temas que en la cultura popular estarían definidos como paranormales o esotéricos. Si bien mi idea no es contarles una historia de terror, debo admitir que sí tuve grandes espantos; creo que algunos han sido los mayores miedos que he tenido en mi vida, como aquellos en los que sientes que mil agujas frías se te clavan lentamente en la espina dorsal, inmovilizando todo tu cuerpo, dejándote casi sin aliento. Al mismo tiempo, podría clasificar muchas otras experiencias como más lindas, significativas y transformadoras. Nos adentraremos en un camino del cual obtuve valiosas enseñanzas, soy consciente de que siempre será muy distinto narrarlo a experimentarlo, pero trataré de plasmar de la mejor manera posible los acontecimientos y pasos que di, pues tengo plena confianza de que podría despertar algo maravilloso en ti, que lees esto ahora.

    De cierta forma, podríamos decir que esta historia comenzó hace trece años, pero fue solo hasta hoy que me siento capaz de hablar de los acontecimientos que estoy por contarles. Recién hoy no me importa que se burlen de mí, como hicieron algunos a los que les confié la historia en el colegio o en la universidad. Si quieren creerme, bien. Si quieren tomarlo como una ficción, está bien también. Por mi parte, solo les puedo prometer que todo lo que les contaré, por inverosímil que pueda sonar a veces, de verdad ocurrió. Mis cercanos saben que no hago promesas en vano y menos con algo que ha impactado así mi vida. Porque sí, esto afectó mi vida, a tal punto que no sería la misma sin aquellas vivencias. Por más que me haya aterrado en ocasiones, aprendí mucho de las mismas.

    Como persona ansiosa que a veces soy, olvidé presentarme. Mi nombre es Diego Jerez Herrera, y al momento de escribir esto tengo 31 años. Me considero un agradecido de la vida, pues crecí en una linda familia con un papá y mamá ejemplares; por lo mismo, ser como ellos es uno de mis objetivos en la vida. Esta historia comienza cuando tenía 17 años, en ese tiempo vivía con ambos padres, mi hermana dos años menor y un hermoso perrito cocker spaniel. Crecí en Rancagua, una ciudad pequeña que se encuentra a una hora de Santiago, la capital de Chile. Estudié Comunicación Audiovisual especializado en Cine, hoy en día trabajo también como influencer en diversas redes sociales, conocido en ellas bajo el seudónimo Ni tan Zorrón. Mi contenido en internet suele ser de comedia y se distancia bastante de lo que están por leer. Aun así, en algunas ocasiones hago transmisiones en directo a través de Instagram o Twitch, y se fue dando que empezamos a tocar algunos temas más personales; de hecho, fue mi público con quienes me sentí cobijado, ellos fueron el primer impulso de confianza para contar esta historia sin miedo ni vergüenza, dándome cuenta de que era necesario y no tenía razón alguna para sentirme discriminado. Por lo que este libro está dedicado con todo mi cariño para ustedes, zorrangers, y también para Camila, a quien conocerán en estas páginas y a quien considero como la otra protagonista de esta historia.

    Quizás en un comienzo considerarán mis pensamientos algo básicos y poco profundos, ¡pero hey!, esta historia comienza con un Diego adolescente. Bienvenidos al año 2008, un viaje en el tiempo a cuando tenía 17 años.

    Capítulo 1

    Detalles inusuales

    Hace catorce años vivía en Machalí, una comuna de Rancagua, en una casa común y corriente con dos pisos que fue construida por mis papás (no literalmente, pero participaron en el diseño de los planos). Menciono esto para que descartemos la idea de que había un cementerio indio en el lugar, o alguna tragedia épica, pues no, de hecho, antes era un campo sin nada alrededor. Asimismo, descartemos la típica historia americana en la que llegamos a una casa vieja y pasan cosas desde el primer momento que pisamos la entrada; por el contrario, vivía en un lugar tranquilo con vecinos, donde a nadie le ocurría absolutamente nada fuera de lo normal, tenía la típica vida de un escolar.

    Al comenzar cuarto medio, más o menos entre marzo y abril del año 2008, preparaba los típicos arreglos para empezar mi último año escolar. Mi rutina diaria era levantarme alrededor de las 6:15, pero siempre me atrasaba, porque soy amante de dormir por siempre. Luego de eso, me duchaba y bajaba las escaleras para encontrarme con el desayuno, que mi madre hermosamente nos tenía preparado a mi hermana y a mí. ¡Y listo! Todos al auto. Al llegar, me quedaba en el colegio desde las 8:00 a. m. hasta las 14:00 p. m. Aunque, otros días (cuando tenía clases en la tarde) volvía a las 18:00 p. m.

    Al llegar a mi casa, como un buen alumno responsable, hacía mis tareas (realmente cuando me daban ganas o tenía algún cargo de conciencia). Siendo sincero, no me importaban mucho; siempre tuve claros mis objetivos, por lo que las tareas no estaban en mi lista: desde pequeño quise estudiar cine. No me importaban las clases de matemática ni las cosas que no considerara prácticas o útiles para la vida en general, porque seamos sinceros, después de trece años aún no me sirve el cuadrado de binomio; nunca ha servido ni servirá.¹ Luego de que estudiara un rato, bajaba a tomar once o conversar un rato. Y volvía a subir a mi pieza para seguir estudiando, jugando o viendo películas, cosas muy random, en realidad.

    En esos años, mis papás tenían horarios diversos, pero usualmente no estaban en casa por la mañana. Algunos días le tocaba trabajar a uno, luego le tocaba al otro. Por un lado, mi mamá trabajaba como agente de turismo y solía ir a la oficina en la semana. Por otro lado, mi papá trabajaba como piloto de empresas privadas. El punto es que, al igual que mi hermana y yo, ellos se mantenían ocupados, nadie tenía mucho tiempo para notar algo que alterara nuestra rutina familiar.

    Un día normal, como cualquier otro, llegué a mi casa junto con toda mi familia. Al entrar a mi pieza pude notar que mi televisor estaba encendido en un canal infantil, más específicamente Nickelodeon. Esto llamó mi atención y pensé: Ya, okey. ¿Habré sido tan descuidado para dejar la tele encendida todo el día?. Porque yo no veía tele por la mañana y tampoco seguía ese canal a mi edad. Concluí que quizás mi mamá había pasado por mi pieza y la encendió de repente, pero tampoco tenía mucho sentido. ¿Quizás un corte de luz reinició algo? Igualmente, preferí preguntar:

    —¡Oigan! ¿Alguien vino a mi pieza y dejó la tele prendida?

    Nadie dio respuesta alguna, y bueno, lo dejé pasar. Ni que fuera un detalle muy importante. Si bien ese evento no despertó mayormente mi curiosidad, pasaron los días y esta situación empezó a volverse recurrente, no todos los días, pero quizás una o dos veces por semana: llegaba, subía las escaleras y la televisión estaba prendida en el mismo canal infantil.

    Empecé a poner más atención, quería descubrir la causa. Llegué a cuestionarme si era yo quien de forma distraída dejaba la tele encendida por la noche, pero no. Además, yo solía ver HBO, FOX o The Film Zone. Tanta era la extrañeza, que llegó un punto en el que le dije a mi mamá, aplicando todo mi espíritu ecológico:

    —¡Mamá! Alguien está viendo la tele sin apagarla en mi pieza. Yapo, ¡ahorremos luz!

    Insisto, odio esta palabra, pero solo buscaba la explicación más lógica ante esta interrogante. En otro momento pensé que, quizás, a una señora que ayudaba con el aseo de la casa (que iba una o dos veces a la semana) le gustaba ver Nickelodeon. También pensé que la luz se cortaba al salir y que, por alguna extraña razón, la TV se reiniciaba en ese canal por default. Esta situación se extendió por varias semanas, en las cuales mi atención iba a cualquier cosa que explicara lo que pasaba en mi pieza.

    Paralelamente, quizás por coincidencia… o quizás no, un día llegué un poco más temprano de lo normal al colegio, y en esto me encuentro con un compañero de curso al que le decíamos Pantru, pues era bastante blanco, como la pantruca; era alto, delgado, de pelo castaño claro y reservado. No sabía tanto de él a esas alturas, en ese tiempo no éramos tan cercanos (aunque en un futuro nos terminaríamos uniendo por estos mismos temas). Al acercarme, discretamente comencé a escuchar lo que hablaba con otro compañero sobre algo que nunca había escuchado en mi vida: hacía referencia a algo llamado desdoblamiento, o viaje astral. Como un joven curioso, me acerqué y le dije:

    —Oye, bro. Yo igual quiero escuchar, cuéntame.

    Él me observó medio dudoso por unos segundos, pero finalmente lo soltó y me permitió unirme a la conversación. Así fue como continuó su historia, llegando a un punto en donde contó que hacía unos días atrás, un viejo extraño, como medio brujo que era amigo de su mamá, después de hacer una limpieza de energías en su casa, le comentó sobre esta posibilidad o concepto.

    —Estuve investigando en internet —nos dijo el Pantru—. Bro, desdoblarse es básicamente hacer que tu alma salga del cuerpo y puedas caminar por el mundo físico o astral, siendo como un fantasma.

    —Ya… okey. Cuéntame más, poh. ¿Tas inventando o es en serio? Porque suena como súper fantástico.

    Ante mi respuesta, Pantru insistió en haber encontrado varias técnicas para desdoblarse online y en libros, y que, al comentarlo con otras personas, estas le respondieron que era real. De hecho, hizo hincapié en que el viejo brujo lo había visitado en sueños aquella noche.

    OK. En primera instancia, no es que le creyese todo ciegamente, pero tampoco fui ni soy de descartar las experiencias de los otros; soy bastante abierto a las posibilidades en general, así que en ese momento me mantuve interesado y quise saber más.

    —¡Buena! Suena interesante. ¿Tienes algunas de esas técnicas que me puedas pasar? —le pregunté.

    —Sí, mira, acá hay un par que me recomendaron la otra vez —respondió, mostrándome una hoja.

    Unas horas después de nuestra conversación, empecé a revisar la información que me recomendó Pantru, y sorprendentemente encontré más

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