Trotsky: El hombre en la encrucijada
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Trotsky - Flavio González Mello
Nota preliminar
La idea que originó esta obra se me ocurrió en una época en la que andaba un tanto obsesionado con las teorías de Bertolt Brecht. Imaginé utilizar los inverosímiles recursos de la ópera para representar la muerte de un revolucionario marxista como León Trotsky y conseguir un doble efecto de distanciamiento, tanto de los lugares comunes del melodrama burgués como de su apropiación por parte del teatro panfletario. Entre esa idea germinal y el texto que aquí se publica pasaron varios años, decenas de lecturas, numerosos bosquejos, borradores e intentos de comprender y retratar la maraña de hechos y personajes que confluyeron en el magnicidio del líder de la Cuarta Internacional.
Son muchas las personas con las que me siento agradecido por el apoyo que me brindaron durante el largo periodo en el que estuve imaginando y escribiendo este texto, con la permanente sensación de que nunca conseguiría terminarlo. La amable invitación de Gabriela Ortiz para que escribiera el libreto de una ópera me impulsó a aterrizar una primera escaleta sobre el asunto, cuyas dimensiones, por desgracia, rebasaban los tiempos que ella tenía para componer la música. Seguí desarrollando el proyecto por mi cuenta, ya como una obra que combinaba diálogos y canciones, a caballo entre la comedia musical y el teatro épico.
Escribí una primera versión, llamada El piolet, con el apoyo de una beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. La enorme cantidad de material surgido durante la investigación propició que el texto siguiera creciendo hasta convertirse en una obra en tres partes, casi una trilogía. Ya para entonces, El hombre en la encrucijada, el mural que Diego Rivera no pudo acabar en el Rockefeller Center y que volvió a pintar enterito en el Palacio de Bellas Artes con el título de El hombre controlador del universo, se había vuelto el centro gravitacional de la obra, otorgándole un carácter coral, multitudinario, que dificultaba encontrarle una dimensión escénicamente viable. En contraparte, fui acercando el texto al método utilizado por los cubistas, consistente en yuxtaponer distintos puntos de vista–incluso, contradictorios– sobre un mismo asunto. Habrá quien opine que los días finales de Trotsky sólo pueden ser representados con la solemnidad de una tragedia; pero no hay que olvidar que tragedia y farsa a menudo representan dos caras de una misma realidad.
En la fase final de la escritura (llevada a cabo durante el prolongado encierro provocado por la pandemia de coronavirus) gocé del raro privilegio de escuchar las sucesivas versiones del texto leídas –a través de Zoom– por el elenco de la Organización Teatral de la Universidad Veracruzana (Orteuv), algunos de cuyos integrantes, por una curiosa coincidencia, habían participado años atrás en otra versión escénica de los mismos hechos escrita por Sabina Berman. El trabajo paciente y generoso de este ensamble de actores me permitió llegar a dos diferentes versiones finales del texto: una, dividida en dos partes (o caras
, como los viejos discos de 78 rpm: la cara A, protagonizada por Trotsky, y la cara B, por Ramón Mercader) que funcionan como obras independientes y se representan en noches distintas; y la que aquí se publica, dividida en tres partes que se pueden representar juntas, elegida para ser escenificada por la Orteuv debido a necesidades de producción y a las consideraciones artísticas del director de escena, Mauricio Jiménez.
Ni el montaje ni la publicación de la obra hubieran sido posibles sin el apoyo del director de la Orteuv, Luis Mario Moncada, quien acogió con entusiasmo este proyecto, gestionó los recursos necesarios para llevarlo a cabo y me invitó a que terminara de adecuarlo en diálogo con los actores que estarían encargados de su estreno.
Tanto los puntos de vista de Luis Mario y Mauricio como los del escenógrafo Jesús Hernández resultaron muy valiosos en la parte final de la escritura. Mi hermano Renato me brindó una perspectiva crítica y rigurosa desde el punto de vista histórico, aunque –por razones escénicas– no siempre haya seguido sus sugerencias. Boris Schoemann, David Espinosa y Roberto Frías me ayudaron a traducir algunas expresiones al francés, al ruso y al catalán, respectivamente.
Me siento afortunado de haber colaborado una vez más con Leoncio Lara Bon, cuyas partituras, compuestas a partir de las letras que escribí y de los toscos bosquejos sonoros que grabé para mostrarle cómo me las imaginaba cantadas, volvieron realidad la dimensión musical que este proyecto requería y que el lector puede consultar en el vínculo: https://www.uv.mx/editorial/multimedia/trotsky-el-hombre-en-la-encrucijada/.
Aún cuando ésta es una obra documental, contiene numerosas licencias. Diego Rivera no pintó El hombre controlador del universo cuando Trotsky vivía en México, sino casi tres años antes de su llegada; su salida del Partido Comunista Mexicano ocurrió incluso antes, a finales de la década anterior. Sylvia Ageloff visitó México sólo por breves lapsos; no trabajaba de fijo como secretaria de Trotsky (ni siquiera de manera intermitente, como su hermana Ruth) sino que únicamente dialogó y colaboró de forma esporádica con él. André Breton llegó a México exactamente un mes después de que Cárdenas decretara la expropiación petrolera. Estas y otras fechas, al igual que ciertos personajes y eventos, fueron modificadas por consideraciones de orden dramático y escénico.
Finalmente, cabe señalar que diversas fuentes fueron consultadas para la escritura del texto. Las que resultaron más relevantes fueron aquellas con información de primera mano sobre los hechos y sus protagonistas, comenzando por el testimonio del jefe del Servicio Secreto de la Policía Mexicana, Leandro A. Sánchez Salazar; las actas ministeriales del proceso legal, recopiladas y analizadas por Martín Gabriel Marrón Díaz; las memorias de David Alfaro Siqueiros, y de los secretarios y guardias de Trotsky, Joseph Hansen, Charles Cornell y Jean van Heijenoort; la exhaustiva biografía del líder de la Cuarta Internacional escrita por Isaac Deutscher; las casi mil páginas del expediente del fbi sobre el magnicidio o los recuentos de Alfonso Quiroz Cuarón sobre el estudio sicológico que le practicó al asesino inmediatamente después del crimen.
De estos, y los demás libros, artículos y documentos que se enlistan al final de la obra, retomé frases de los involucrados que son dichas o cantadas, descripciones de espacios y acontecimientos, rasgos de carácter de los personajes y, en fin, un sinnúmero de detalles que contribuyeron a reconstruir y diseccionar escénicamente los eventos que condujeron al asesinato de Trotsky en su fortaleza de Coyoacán, hace más de ocho décadas.
Flavio González Mello
Abril de 2022
A Rodrigo Johnson
Personajes
Alfonso Quiroz Cuarón, criminólogo, 30 años.
Leandro Sánchez Salazar, jefe de la policía secreta de México, 49 años.
León Trotsky, revolucionario perseguido, 60 años.
Natalia Sedova, su esposa, 58 años.
Ramón Mercader, alias Jacques Mornard, alias Frank Jacson, supuesto alpinista, 27 años.
Caridad, su madre, 48 años.
Nahum Nicolaievitch Eitingon, espía soviético y padrastro de Ramón Mercader, 58 años.
Sylvia Ageloff, solterona, 31 años.
Diego Rivera, muralista, 54 años.
Las dos Fridas, gemelas, 33 años:
Carmen Rivera, pintora, usa bastón, y
Frieda Kahlo, su gemela, en silla de ruedas.
Chana, su nana.
André Breton, surrealista insomne, 44 años.
David Alfaro Siqueiros, aspirante a magnicida, 44 años.
José Clemente Orozco, muralista manco, 57 años.
Rodolfo Usigli, dramaturgo, 35 años.
Salvador Novo, poeta, 36 años.
Antonio Pujol, pintor comunista, 27 años.
Joe y
Charles, secretarios y guardaespaldas de Trotsky.
Sevilla y
Balderas, agentes de la policía secreta mexicana.
Nicolás II, espectro.
Alexei, su hijo, 13 años.
Sieva, nieto de Trotsky, 14 años.
Quiroz Adolescente, 15 años.
Espías de distintas nacionalidades, entre ellos:
Wagner, espía alemán;
Puccini, espía italiano;
Bizet, espía francés;
Purcell, espía británico;
Gershwin, espía americano;
Bell-boys;
Un cilindrero;
Un vendedor de hielo;
Hitler
Roosevelt
Churchill
Mussolini
Periodistas
Fotógrafos
Enfermeras
Enfermeros
Doctores
Un asistente de Diego Rivera.
Los bosquejos, un coro de monigotes y masas a medio pintar que se desprenden del mural El hombre controlador del universo
de Diego Rivera:
John D. Rockefeller Jr;
Nelson Rockefeller;
Stalin;
Lenin;
Darwin;
Marx;
Engels;
Obreros;
Policías uniformados;
Soldados con máscaras antigás;
Un chango;
Un loro;
Un xoloescuincle;
El hombre controlador del universo.
Espacio
Una reducción del espacio de la tragedia griega: cinco puertas en semicírculo, una de las cuales (la del centro) es doble, de hojas abatibles. Las otras son de hierro, con mirilla. Entre puerta y puerta, un par de ventanas suspendidas en el vacío. El área circundada por estos elementos funcionará, según el caso, como exterior (los patios, las calles) o interior (oficinas, quirófanos, celdas, etcétera).
A un lado hay una larga mesa cubierta de objetos, que servirá al mismo tiempo como mesa de utilería y como mesa de exhibición de evidencias; sobre ella hay discos, un dictáfono, lentes rotos, armas, un zapapico ensangrentado, ropa, fornituras militares y policiacas, libros, una máquina de escribir y un paraguas, entre otros objetos; cada uno está identificado con un número.
Atrás de las puertas hay un par de andamios y, al fondo, una enorme pared con una cuadrícula dibujada; sobre ella surgirán, en distinto grado de avance, los murales El hombre controlador del universo de Diego Rivera, Katharsis de José Clemente Orozco, La nueva democracia y Retrato de la burguesía de David Alfaro Siqueiros, de los que se desprenderán algunos personajes que dialogarán e interactuarán con los protagonistas. Sobre la pared del fondo también se proyectarán diferentes bosquejos, fotografías, planos, objetos, documentos, etc., formando un enorme collage.
I. OBJETIVO
La figuración histórica
ha de tener algo de los esbozos que, con relación a la figura elaborada, definen los trazos de otros movimientos y de otros rasgos. Imagínese un hombre que dice un discurso y al hablar cambie de opinión; o simplemente, que diga frases contradictorias, de modo que el eco, al repetir sus palabras, permita destacar ese contraste.
Bertolt Brecht, Breviario de Estética Teatral, 39
Escena 1. Obertura: Singing telegrams
Por una puerta aparece una silueta: es Quiroz Cuarón. Camina cansadamente hacia el frente y se detiene. Mira al público.
QUIROZ: ... Volver a empezar.
Obscuro. Sobre el muro del fondo va siendo impresa la tipografía de una máquina de escribir: Coyoacán, México, 20 de agosto de 1940
. La campanilla de la máquina arroja una luz vespertina sobre las puertas en semicírculo. Se escucha un grito terrible, luego un timbre de alarma, y a continuación:
JOE: (fuera de escena) Stop that man!
Una de las puertas escupe a un perplejo Mercader, con los lentes