Cautiva entre los séneca: Secuestrada a los 13 años en 1755
Por Mary Jemison
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Cautiva entre los séneca - Mary Jemison
CAPÍTULO I
Aunque es posible que haya oído hablar sobre mi ascendencia, mis recuerdos son demasiado imperfectos para permitirme rastrearla más allá de mi padre y mi madre, a quienes a menudo oí mencionar las familias de donde procedían como poseedores de riqueza y puestos respetables bajo el gobierno del país en el que residieron. Por otra parte, debido al tiempo transcurrido desde que fui separada de mis padres y amigos, no puedo afirmar con certeza cuál de los dos países, Irlanda o Escocia, fue la tierra de nacimiento y educación de mis padres. Sin embargo, tengo la impresión de que nacieron y se criaron en Irlanda.
El nombre de mi padre era Thomas Jemison y el de mi madre, antes de casarse, Jane Erwin. Su afecto era mutuo y de esa naturaleza que ayuda a mitigar los sinsabores de la vida y a aligerar las diferencias conyugales. A la vista de la educación que nos dieron a sus hijos, tengo la certeza de que aquello fue fruto de su relación matrimonial, un ejemplo de amor digno de imitar. Ambos eran estrictos observadores de los deberes religiosos y mi padre llevaba a cabo esa práctica diaria, tanto por la mañana como por la tarde.
Decididos a abandonar la tierra de su nacimiento, trasladaron su residencia a un puerto de Irlanda, donde vivieron poco tiempo antes de zarpar hacia este país, en el año 1742 o 1743, a bordo del barco William and Mary con destino a Filadelfia.
Las divisiones internas, las guerras civiles y la rigidez y dominación eclesiástica que prevalecían en aquellos días, fueron las causas de que abandonaran su patria para fundar un nuevo hogar en territorio americano bajo el gobierno de los descendientes de William Penn⁶; donde pudieran obrar y practicar su fe sin temor a ser molestados.
En Europa mis padres tuvieron dos hijos y una hija. Sus nombres eran John, Thomas y Betsey, con quienes se embarcaron, dejando un gran número de familiares y amigos en tierra. Durante el viaje nací yo.
Exceptuando mi nacimiento, a mis padres no les ocurrió nada extraordinario durante la travesía, desembarcando sanos y salvos en Filadelfia.
A mi padre le gustaba la vida rural y pronto abandonó la ciudad trasladando a su familia a una extensión de tierra situada en Marsh Creek, en el asentamiento fronterizo de Pensilvania. En ese lugar, durante siete u ocho años disfrutó de los frutos de su finca. La paz acompañó aquel periodo, no teniendo nada que nos alarmara, salvo el aullido de medianoche del lobo al acecho, o el aterrador chillido del puma cuando mi padre sacrificaba un cordero o un becerro.
Durante este tiempo mi madre tuvo dos hijos más, con una diferencia de unos tres años. El mayor se llamaba Mateo y el otro Roberto.
La salud y el vigor se reflejaba en cada miembro de la familia. Nuestra casa era un pequeño paraíso. Los días felices de mi infancia permanecerán siempre en mi memoria, a pesar de las muchas pruebas por las que tuve que pasar hasta llegar a mi situación actual.
Incluso en esta remota época, el recuerdo de mi hogar familiar, de mis padres, de mis hermanos y de la manera en que fui privada de todos ellos a la vez, me afecta tan poderosamente que siento un dolor insoportable. Sueño con frecuencia con aquellos días felices, pero quedaron atrás.
En la primavera de 1752 y durante las estaciones siguientes, las historias de las crueldades indias infringidas a los blancos provocaron en mis padres gran alarma por nuestra seguridad. Al año siguiente, se cometieron muchos asesinatos y numerosos cautivos estuvieron expuestos a hallar la muerte en su forma más espantosa, con sus cuerpos aguijoneados de astillas de pino que luego eran prendidas, mientras sus verdugos se regocijaban en su angustia y agonía.
En 1754, se formó una milicia para proteger a los colonos y hacer retroceder a los franceses y a los indios bajo el mando del coronel George Washington. En ese ejército tenía un tío, cuyo nombre era John Jemison, que murió en la batalla de Great Meadows. Su esposa había muerto tiempo atrás, dejando un niño pequeño al que mi madre cuidó hasta que la hermana de su madre se lo llevó.
Tras la rendición de Fort Necessity⁷ por el coronel Washington, los franceses y los indios se volvieron cada vez más hostiles. La muerte de los colonos y el saqueo e incendio de sus propiedades eran su único objetivo. Pero todavía no habíamos oído el grito de muerte ni visto el humo de una vivienda a manos de un indio.
* * *
El día de Año Nuevo nos halló tranquilos y, aunque sabíamos que el enemigo no estaba a gran distancia, mi padre aseguró que continuaría ocupando su tierra una temporada más, confiando en los esfuerzos del gobierno para doblegar al adversario y obligarlo a aceptar un tratado de