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Sus cuatro hermanastros
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Sus cuatro hermanastros
Libro electrónico369 páginas4 horas

Sus cuatro hermanastros

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Información de este libro electrónico

La vida de Eva había dado un giro inesperado.
Después de pasar toda su infancia con su madre, tenía que volver con su padre porque había sido admitida en una universidad en la ciudad de él. Vivir con su padre también significaba vivir con su madrastra Teresa, pero esa no era la única sorpresa que la esperaba en la nueva casa.
Los cuatro ahijados de Teresa, chicos innegablemente atractivos, también vivían allí. Eva no podía creer su suerte. Sin embargo, a medida que se asentaba en su nueva vida, empezó a darse cuenta de que aquellos hombres eran más de lo que parecían.
Mientras el enredo entre ellos se volvía más profundo, Eva se sentía inexplicablemente atraída por sus hermanastros. No sabía que su vida estaba a punto de cambiar de una forma que jamás habría imaginado...

IdiomaEspañol
EditorialPublishdrive
Fecha de lanzamiento26 jul 2023
Sus cuatro hermanastros

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    Sus cuatro hermanastros - PopNovel

    ÍNDICE

    Capítulo 1: Una nueva vida

    Capítulo 2: De camino a la nueva casa

    Capítulo 3: Bienvenida a Casa

    Capítulo 4: Una Cálida Bienvenida

    Capítulo 5: Fantasías y compras.

    Capítulo 6: ¡Gemelos!

    Capítulo 7: Orientación.

    Capítulo 8: Una fantasía cumplida

    Capítulo 9: Romper las reglas

    Capítulo 10: La noche de la fiesta

    Capítulo 11: Hora de la Fiesta

    Capítulo 12: Emparejada con Ahren

    Capítulo 13: Atrapada por los Gemelos

    Capítulo 14: Una oportunidad

    Capítulo 15: ¿Apareamiento?

    Capítulo 16: Un Tiempo con Chase

    Capítulo 17: Mensajeando en la Clase del Sr. Guillermo

    Capítulo 18: Cara a cara con Ricardo

    Capítulo 19: Emparejada con Chase

    Capítulo 20: Una promesa rota

    Capítulo 21: El Encuentro con Nick

    Capítulo 22: Edwin y Will

    Capítulo 23: Una Visita de Papá

    Capítulo 24: Presa

    Capítulo 25: Atrapado en el acto.

    Capítulo 26: Admisiones paternales

    Capítulo 27: Un café con Nick

    Capítulo 28: Aprendiendo la verdad

    Capítulo 29: ¿Es amor?

    Capítulo 30: Unas Palabras de mi Querida Mamá

    Capítulo 31: Dos Pasos Adelante, Mil Hacia Atrás

    Capítulo 32: El Desprecio de un Alfa

    Capítulo 33: Descubrir a mi amigo secreto

    Capítulo 34: Secretos de hombres

    Capítulo 35: Amistad pasada

    Capítulo 36: El villano

    Capítulo 37: Ella está desaparecida

    Capítulo 38: ¿Cómo te gusta tomar tu té?

    Capítulo 39: La Declaración de Nick

    Capítulo 40: Discusiones de Hermanos

    Capítulo 41: La Cabaña

    Capítulo 42: La Batalla por Eva

    Capítulo 43: Ricardo vs. Nick

    Capítulo 44: El vínculo se ha roto

    Capítulo 45: Una nueva oportunidad

    Capítulo 46: Algo en común

    Capítulo 47: Lidiando con Teresa

    Capítulo 48: Érase una vez en México

    Capítulo 49: Tacos y tequila

    Capítulo 50: Ahren aparece

    Capítulo 51: Lidiando con el pasado

    Capítulo 52: Aceptando el futuro

    Capítulo 53: El club de la milla de altura

    Capítulo 54: Bienvenidos a Tokio

    Capítulo 55: Alicia

    Capítulo 56: Pelea en club con una mujer loba

    Capítulo 57: Convenciendo a Chase

    Capítulo 58: Fuertes conexiones

    Capítulo 59: Visitantes no deseados

    Capítulo 60: Secreto revelado

    Capítulo 1: Una nueva vida

    Y el día llegó. Después de diez años, iba a volver a Idaho.

    Mis padres pusieron fin a su matrimonio cuando yo tenía cinco años, pero mi madre no quiso alejarme de papá, así que intentó de todas las formas posibles mantenerme cerca de él. Sin embargo, pasaron cinco años y las cosas no salieron bien, por lo que nos mudamos juntas al otro lado del país. Específicamente, a Savannah, Georgia.

    Como mamá había sido críada en el sur, en una familia de clase media alta, ella amaba la calidez de Georgia y todos sus beneficios. De hecho, mi madre no tenía pensado vivir en Idaho, sin embargo, como conoció a mi padre en la universidad y quedó embarazada antes de graduarse, tuvo que quedarse.

    Fue por eso que mi papá se casó con ella, o al menos la mantuvo a su lado.

    Eran muy pocas las veces que mamá hablaba sobre mi padre, y aunque de vez en cuando recibía un regalo de cumpleaños u obtenía un depósito bancario en mi cuenta, no sabía nada de él. Claro que al principio me dolió saber que él no quería tenerme cerca, pero, eventualmente, terminé por aceptarlo.

    Al cabo de un tiempo, después de que nos mudáramos, papá se casó con una mujer que tenía cuatro ahijados. Inesperadamente, mi padre no dudó en traer a su nueva esposa cuando vino a verme a mi graduación del instituto, la cual fue la única ocasión en la que él se dignó a visitarme. Al ver a mi madrastra, me di cuenta de que era la típica cónyuge sumisa a su esposo que fingía una sonrisa y detesta a su hijastra, porque sí, su mirada hacia mí solo desprendía odio.

    ¡Eva! ¡Si no te das prisa, perderás tu vuelo!, gritó mi madre desde el primer piso, lo que hizo que suspirara.

    Yo ya había culminado mis dos primeros años de educación superior en el instituto comunitario local, por lo que cumplía con los requisitos previos para postular a la universidad que quería. No obstante, de los cinco centros de estudios a los que envíe mi solicitud, el único que me aceptó fue el que menos me gustaba.

    Y como si las cosas no pudieran ir peor, la universidad estaba ubicada en Idaho, el lugar donde vivía mi padre.

    No tenía duda de que ir a la universidad era la mejor opción para estudiar la carrera profesional de Agronomía, pero, no quería estar cerca de papá. Una parte de mí seguía resentida porque él había elegido a mi madrastra y a sus ahijados antes que a mí.

    Se suponía que, como su hija, yo debía ser más importante que cualquiera de esas personas.

    Sin embargo, el que yo llevara su sangre no parecía ser suficiente para él.

    En ese instante, decidí dejar mis pensamientos de lado, por lo que tomé mis maletas y las llevé hacia la puerta mientras me colocaba la mochila en el hombro, observando por última vez mi habitación. Era una amarga despedida, pero si quería cumplir mis sueños, tenía que arriesgarme.

    Al bajar las escaleras, miré fijamente a mi madre, quien estaba sonriéndome junto a la puerta de la casa. Yo sabía que había muchas razones para cambiar de opinión y quedarme, no obstante, ella no me diría nada, pues creía firmemente que esto era importante para mí.

    Mamá estaba muy enferma, mas, nunca me lo confesó. Fue después de mucho husmear que descubrí que ella tenía cáncer de cuello uterino en segundo grado.

    Según lo que leí, los tratamientos comenzarían pronto. Aun así, por mucho que quería confrontarla, decirle que sabía sobre su enfermedad y que deseaba quedarme, era evidente que ella no estaría de acuerdo. Además, no quería estresarla más de lo que ya estaba.

    A fin de cuentas, todo lo que mi madre anhelaba era que yo siguiera mis sueños sin que nada ni nadie se interponga, ni siquiera ella.

    Todo va a estar bien, Eva, me dijo mamá mientras me llevaba en el auto hacia el aeropuerto. Hablé con tu padre y él te recogerá en cuanto llegues, agregó.

    Ah, bueno. Supongo que está bien, le respondí en tanto miraba por la ventana y pensaba en si en verdad quería que él estuviera allí. Aunque, para ser honesta, me sorprendería que en serio se apareciera para recogerme.

    Fueron muchas las veces que se ofreció a pagarme un vuelo para ir a visitarlo y nunca sucedió. Incluso me habló de la gran cantidad de choferes que tenía en su empresa; me dijo que ellos podían llevarme a donde yo quisiera, sin embargo, eso no era algo que lograra llamar mi atención.

    Ya verás que las cosas no saldrán tan mal como crees, hija. Siendo sincera, no entiendo por qué estás siendo tan negativa con la situación. Apenas conoces a tu padre y a su familia. Confía en mí, ¿sí? Te hará bien irte. Tras escucharla, me resultó inexplicable que mi madre se empeñara tanto en que me fuera.

    Pero, mamá, mi cumpleaños será en unos meses y no podré pasarlo contigo.

    Luego de aparcar el auto, mi madre me miró y preguntó: Ay, Eva, ¿de verdad eso es lo que más te preocupa ahora?.

    Evidentemente, lo que más me preocupaba era el hecho de que ella afrontara sola lo que estaba pasando y lo que estaba por venir en su tratamiento contra el cáncer. ¿Y si sucedía algo terrible y no estaba aquí para apoyarla? Nunca en mi vida me perdonaría perder a mi madre y no poder despedirme de ella.

    Antes de contestarle, no pude evitar suspirar. No lo sé, mamá. Tengo la sensación de que estoy tomando la decisión equivocada.

    Pues, no. Estás tomando la decisión correcta. Tienes que hacer esto, me respondió con un tono serio, lo cual me sorprendió.

    Aun así, no valía la pena discutir con ella, ya que tenía razón hasta cierto punto. Yo tenía que dejar de resistirme a la idea de ir a ver a mi padre. A fin de cuentas, pasar tiempo con él no sería malo, a menos que me diera una razón para odiarlo.

    Papá era un hombre misterioso, dado que, a pesar de venir de una familia pobre, acabó siendo una de las personas más adineradas del país. Era dueño de grandes empresas en la costa oeste de los Estados Unidos, lo cual era inexplicable para muchos.

    No obstante, aparte de ese dato, no sabía nada más sobre él.

    Cuando entré al aeropuerto con mamá, no pude evitar sentir una sensación de temor en mi pecho. Había algo en todo esto que no me agradaba, y cuanto más veía a mi madre, menos quería irme. Hasta me puse a llorar al pensar en que tenía que dejarla.

    Te voy a extrañar mucho, ¿sabes?, le dije en voz baja, lo que hizo que ella también llorara.

    Ay, mi pequeña niña, murmuró mamá a medida que me abrazaba. Yo también te voy a extrañar mucho. Pero, ¿sabes qué? Esta aventura te va a encantar. Estoy segura de eso, añadió.

    Al final, decir adiós era más triste de lo que pensaba.

    Mientras avanzaba por la plataforma y subía al avión, comencé a llorar nuevamente al sentir una sensación repentina de agobio en mi pecho. Mas, tenía que controlarme, o terminaría por salir corriendo del avión para quedarme con mi madre.

    En tanto me acomodaba en mi asiento, no pude evitar pensar en lo mucho que mi vida estaba por cambiar. De ahora en adelante, ya no tendría la seguridad del hogar de mi madre ni la del pueblo en el que había crecido. En lugar de eso, iba a estar en una casa en la que nunca fui bienvenida y en una ciudad totalmente alejada del lugar donde crecí.

    Sin mencionar que el clima cálido al que estaba acostumbrada, estaría apañado por frías brisas y nieve en mi nuevo hogar.

    Con cierta molestia en mi interior, vi de pronto a una hermosa chica rubia que se acercaba a mi sección a medida que miraba los números de los asientos. ¡Oh, este es mi lugar!, dijo entusiasmada, lo que me molestó aún más. «¡Genial! Ni siquiera puedo sentarme sola y en paz», pensé.

    Mientras ella se acomodaba, vi de reojo cómo colocaba pacientemente todos sus objetos en su pequeño espacio. La chica llevaba su cabello rubio recogido en una coleta alta y estaba muy bien maquillada, lo que hacía un gran contraste con mi cabello oscuro y mis casuales anteojos. Sin duda, esta mujer parecía una auténtica muñeca Barbie.

    ¡Hola!, me saludó con un fuerte acento sureño y con un leve brillo en sus ojos. Parece que seré tu compañera de vuelo, ja, ja. ¿A dónde te diriges?, preguntó.

    Con su mirada fija en mí, pensé en las opciones que tenía. Una, podría ser grosera e ignorarla por completo, o dos, podría conversar con ella para distraerme y pasar el rato.

    ¡Vaya par de opciones!

    Aun así, no se me hizo tan difícil elegir, así que respondí: Voy a... la universidad de Idaho.

    Al escucharme, la chica me miró asombrada. ¡Oh por Dios! ¡Yo también!, me contestó muy feliz, lo que llamó mi atención.

    Esta señorita estaba demasiado emocionada tan temprano en la mañana.

    Eso me parece genial. ¿Qué quieres estudiar?, le pregunté con curiosidad, ya que no había muchas carreras profesionales en la universidad de Idaho.

    Oh, pues pienso estudiar algo relacionado a lo agrícola. Quiero ayudar al planeta y todo eso, pero aún no me decido por un área específica, me contestó. Su respuesta me resultó interesante, puesto que me pasaba lo mismo. Yo tampoco podía decidirme por un área en específico.

    ¡Eso es genial! Estudiaré lo mismo, le dije.

    ¡Oh, vaya!, chilló. Tal vez terminemos siendo compañeras de cuarto también, agregó con un risa entre dientes. Ante esto, suspiré levemente, dado que, siendo sincera, preferiría eso a quedarme en casa de mi padre.

    Ojalá tuviéramos la oportunidad... pero me quedaré en la casa de mi papá. No tiene sentido quedarme en una habitación de estudiante cuando puedo vivir con él gratis, ya sabes.

    Ella asintió con la cabeza, sonriéndome, por lo que me sentí a gusto con su compañía. Gracias a ella, el manojo de nervios e irritación que sentía fue disminuyendo.

    Bueno, sea como sea, va a ser un año maravilloso, ¿no crees? Por cierto, me llamo Anna, se presentó a medida que extendía su mano hacia mí.

    Dudé antes de estrechar su mano, mas, pronto lo hice y respondí con una pequeña sonrisa: Soy Eva.

    Honestamente, esperaba ir a la universidad y no hacer ningún amigo, mas, incluso antes de salir de la pista de vuelo, ya tenía una amiga.

    Por supuesto, yo era más tranquila y callada, como una especie de introvertida. Sin embargo, Anna era todo lo contrario. Ella era el tipo de chica con la que habría tenido problemas en el instituto. El tipo de animadora que se preocupaba por su aspecto y el estatus social que la rodeaba.

    Aunque, en este caso, ella no resultó ser ese tipo de persona en absoluto, lo cual me agradó mucho.

    Después de una larga charla, y sin darnos cuenta de lo rápido que había pasado el tiempo, el avión finalmente aterrizó en el aeropuerto de Fountains. El lugar estaba cerca de la universidad, no obstante, tenía que viajar otros cuarenta y cinco minutos en auto hasta la casa de mi padre. Aun así, era una buena oportunidad para ponerme al tanto con él y superar todo el silencio incómodo antes de encontrarme con el resto de su desagradable familia.

    Entonces, ¿quién te recogerá?, me preguntó Anna cuando esperábamos a que llegara nuestro equipaje. En ese instante, busqué con la mirada a mi padre, pero, él no estaba por ningún lado.

    Se supone que papá vendría por mí... Quizá todavía no llega, murmuré para luego exhalar levemente.

    Dios mío..., suspiró suavemente Anna de manera inesperada. No mires ahora, pero hay dos chicos sumamente atractivos de pie a tu derecha.

    Tras oírla, observé disimuladamente en esa dirección con el ceño fruncido. Allí, estaban ambos hombres que parecían discutir entre ellos. Uno de los dos tenía un cartel con mi nombre en la mano, por lo que supe de inmediato quiénes eran.

    ¡Ay, por favor! ¡Tiene que ser una broma!, refunfuñé, lo que llamó la atención de Anna.

    ¿Qué? ¿Qué ocurre?, me preguntó.

    Esos chicos son dos de los cuatro ahijados de mi madrastra. En fin, supongo que papá no tuvo tiempo de venir a recogerme y los envió, comenté molesta.

    Capítulo 2: De camino a la nueva casa

    ¿Dónde está mi padre?, les pregunté seriamente mientras me acercaba a ambos con las maletas en mis manos. De repente, sus oscuros ojos se posaron sobre mí, por lo que no pude evitar fijarme en lo bien que lucían respecto a cómo se veían en algunas fotos antiguas que recordaba.

    Sin duda, estos chicos estuvieron ejercitando su cuerpo.

    ¿Tú eres Eva?, me interrogó el tipo más alto, quien tenía algunos tatuajes en su brazo izquierdo, lo cuales se notaban por debajo de la manga de su camisa. Además, su cabello estaba desordenado, como si acabara de salir de la ducha.

    Sí, soy yo, le contesté e intenté ponerme a un lado para quitarme su mirada de encima. ¿Dónde está mi papá?, insistí.

    El hombre hizo un gesto de molestia con los ojos, me ignoró y luego agarró mis maletas para dirigirse a la salida. Lo siento, Eva..., dijo el otro chico con una sonrisa de disculpa. A Ricardo no le gusta mucho hablar con las personas, no es nada contra ti. Por cierto, mi nombre es Ahren.

    ¡Hey! ¡Eva!, me gritó Anna mientras se acercaba a mí, lo que me tomó por sorpresa. ¡Te dije que la maleta tenía que estar en alguna parte! ¡Ya la tengo! En fin, me alegra encontrarte antes de tomar mi taxi. Solo quería darte las gracias por ser tan buena compañera de vuelo. En serio, la pasé bien, agregó ella.

    Oh, no tienes que agradecerme. Yo también la pasé muy bien. Anna era una buena chica y me trató muy bien desde que nos conocimos, por lo cual, no la dejé ir en taxi, sino que le ofrecí llevarla. Oye, ¿qué te parece si te dejamos en el campus? Podemos hacerlo, ¿verdad, Ahren?.

    La mirada que le dirigí al chico, cuando lo llamé por su nombre, lo dejó pasmado por un momento. De hecho, le tomó unos segundos comprender lo que estaba pasando. Ah, sí, claro que podemos llevarla. El campus está a diez minutos de aquí. No hay ningún problema, respondió con una sonrisa.

    ¡Owww, ¿en serio?! Está bien. Muchas gracias, querida, me dijo Anna a medida que me abrazaba, lo que hizo que me sintiera incómoda.

    La chica notó mi fastidio, así que me soltó y me miró algo confundida. No eres fan de los abrazos, ¿verdad?, me preguntó.

    Sinceramente, no me gustan mucho, le contesté con una pequeña sonrisa. Pero, no te preocupes. Todo bien, agregué. A continuación, dirigí mi mirada hacia Ahren, quien estaba sonriendo con gracia, como si mi reacción al abrazo le hubiera resultado divertida.

    El chico me miró de arriba abajo por última vez y luego le habló a Anna: Bueno, dame tus maletas. Las llevaré hasta el auto. Es hora de marcharnos.

    Cuando salimos del aeropuerto, me di cuenta de que a Ricardo le molestó tener que dejar a mi amiga en el campus. Sin embargo, me puse firme en mi petición, a lo que él apretó los diente y accedió de mala gana: De acuerdo. Entren al p*to coche de una vez.

    Su forma de hablarnos me enfureció, mas, preferí subir de inmediato al auto, junto con mi amiga, en vez de discutir. Pronto, el coche comenzó su camino hacia el campus, el lugar donde tomaría clases durante los próximos cuatro años.

    Los árboles y la maleza a los lados de la carretera eran increíblemente abundantes. A decir verdad, algo que me entusiasmaba de venir a Idaho era toda la naturaleza del lugar. Entre tantas plantas, sentía muchas ganas de ir a explorar el lugar, algo que a los demás no les llamaba la atención.

    Cuando era niña, mamá y yo fuimos consideradas espíritus libres, pues seguíamos nuestro propio ritmo. Por eso, aunque ella no estaba conmigo aquí, yo no dejaría mis costumbres. Incluso mis antepasados se sentirían muy tristes si dejaba de hacer lo que hacía solo porque me mudé al otro lado del país.

    Luego de unos minutos, el auto se desvió de la carretera principal y se dirigió hacia una calle más simétrica, la cual contaba con mucha vegetación y edificios históricos.

    Esto es increíble, susurró Anna cuando miró por la ventana.

    Bienvenidos a la Universidad de Idaho, comentó Ahren, riendo entre dientes, por lo que Ricardo se molestó aún más.

    Tan pronto como llegamos a la zona aparentemente residencial, Ricardo frenó bruscamente para detener el coche, lo que hizo que me sacudiera con fuerza hacia adelante. ¡Ay, ten cuidado!, le reclamé irritada a medida que él se giraba para mirarme.

    Pues, presta atención la próxima vez, ¿quieres?, espetó Ricardo. Acto seguido, se bajó del vehículo y caminó hasta la parte trasera, donde Ahren estaba ayudando a Anna con su equipaje. Enfadada, me salí del automóvil para hablar con mi amiga. ¿Puedes ir sola desde aquí?, le pregunté.

    Oh, claro que sí. Muchas gracias por traerme, me contestó a medida que estrechaba mi mano. Nos vemos el lunes, añadió.

    Sí, te veré en la sesión de inducción, le contesté en voz alta antes de que Ricardo le gritara a su hermano para que se diera prisa y subiera al m*ldito coche.

    Fue increíble lo rápido que Ricardo demostró ser el mayor imb*cil que había conocido, y eso que yo apenas había llegado a la ciudad. No obstante, no me sorprendió. Después de todo, esta era mi suerte.

    Ricardo, ¿en serio tienes que ser tan grosero?, le pregunté mientras salíamos a la autopista en dirección a la casa de mi papá. La actitud que demostró anteriormente fue totalmente innecesaria, así que, tenía que dejarle claro que yo no permitiría que se comportara así conmigo o con mis conocidos y amigos.

    En seguida, noté que Ricardo me miró con furia por el espejo retrovisor. Probablemente, él creyó que apartaría mi mirada, como lo haría cualquier otra chica, pero yo no le tenía miedo, así que mantuve mi vista fija.

    Acto seguido, enarqué una ceja, levanté una mano y le hice un gesto grosero con el dedo medio. Ante esto, él me dijo: Creo que has olvidado que estás en una nueva ciudad, Eva. Me sorprende que te sientas tan segura de ti misma en un lugar que no conoces.

    Al oírlo, sonreí con burla e hice un gesto de desagrado con mis ojos. Que me digas eso es tan patético. Solo es un simple cambio de hogar, como cualquier otro. Al final, son todos iguales.

    Inesperadamente, Ahren se rio en tanto sacudía la cabeza. Me gusta la actitud de esta chica, comentó.

    Nadie te ha preguntado, mald*ta sea, gruñó Ricardo con enfado, lo que me sorprendió. Luego, sus ojos volvieron a posarse en mí y dijo: ¿Te doy un consejo? No te sientas cómoda aquí. Puede que no sea como esperabas.

    Ja, ja, ¿sentirme cómoda? Tranquilo, quedarme no está en mis planes. Yo simplemente estoy de paso, le contesté con disgusto. En ese momento, hice un contraste entre Ahren y Ricardo. El primero, parecía agradable y amable, sin embargo, el otro era todo lo contrario. Por consiguiente, sentí curiosidad por saber cómo eran los otros dos hermanos.

    ¿Serían tan cordiales y atentos como Ahren o unos groseros como Ricardo?

    Con mucha tensión en el ambiente, y en un silencio incómodo, el auto se detuvo frente a dos grandes puertas de hierro negro, las cuales eran custodiadas por guardias de seguridad. A partir de allí, el camino se adentró entre kilómetros y kilómetros de árboles que finalmente dieron lugar a la enorme propiedad. Sin duda, todo fue más impresionante de lo que esperaba.

    Pude ver numerosas casas dispersas a lo largo del enorme paisaje. No obstante, la vivienda a la que se dirigió Ricardo era alta, elegante, y resaltaba contra el brillante cielo azul. ¿Esta es la casa?, pregunté.

    Ahren se giró, me miró con una sonrisa y dijo: Sí, ¿no la habías visto antes?.

    Pues, no, suspiré. A decir verdad, papá nunca fue cercano conmigo ni se preocupó por mí.

    Ante mi respuesta, Ahren frunció el ceño con confusión. ¿En serio?, comentó.

    Cuando Ricardo estacionó el auto, se bajó de él, cerró la puerta de golpe y entró de inmediato a la vivienda para alejarse de mí. Por otro lado, Ahren se quedó conmigo para ayudarme. A fin de cuentas, parecía que a él sí le agradaba estar conmigo.

    Por mi parte, abrí lentamente la puerta del auto, me bajé, la cerré y me dirigí hacia la parte de atrás, donde Ahren estaba bajando mi equipaje. Muchas gracias, le dije.

    ¿Por qué me agradeces?, cuestionó él, confundido. Acto seguido, cerró la puerta de la maletera y se marchó.

    Cuando vi que Ahren se alejaba del auto, le grité: ¡Oye, espera! ¿No vas a ayudarme?.

    Con una sonrisa, el chico regresó hacia donde yo estaba y respondió: Escucha, tu papá me dijo que te trajera a casa sana y salva. Además de esa orden, no me dio ninguna otra. Bueno, ya estás aquí, así que no tengo que seguir ayudándote. Estoy seguro de que puedes sola.

    Al final, su gran amabilidad no fue más que un simple engaño. Ahren resultó ser tan est*pido como su hermano.

    Con mucho esfuerzo, tiré de las asas de mis dos maletas grandes y me puse la mochila en la espalda. No fue fácil entrar a la vivienda con tanto peso, mas, de algún modo, encontré la manera de hacerlo.

    Cuando crucé la puerta principal, me encontré frente a frente con mi madrastra. Ella entrecerró sus ojos marrones al verme, y no tardó en mostrar una sonrisa falsa. Hola, Eva. Me preguntaba por qué tardabas tanto. No sé si sepas, pero en esta casa no perdemos el tiempo. Ya que todos somos adultos, debemos tener en cuenta que la puntualidad es importante.

    Está bien, Tatiana, le respondí tajantemente. Asimismo, noté de pronto cómo el odio se manifestaba a grandes rasgos en la mirada de mi madrastra.

    Mi nombre es Teresa, no Tatiana, refutó con cierto enfado, dejando de lado su falso tono de voz agradable.

    Ah, bueno. ¿Dónde está mi habitación?, le pregunté. La casa era enorme y tenía dos pisos, por lo que debía pensar en cómo subiría mis maletas.

    Oh, no te quedarás en la casa principal, Eva. Nosotros supusimos que te gustaría tener tu propio espacio, por lo que preparamos la cabaña de atrás para ti. Teresa lucía más que complacida con la idea de mantenerme lo más lejos de ella y mi padre, mas, eso no fue algo que a mí me molestara.

    Me parece perfecto... ¿me indicas por dónde debo ir?. Como no me enojó la idea de no quedarme en su vivienda, mi madrastra se mostró algo insatisfecha. Aun así, se dio la vuelta y me mostró el camino. Yo la seguí hasta la puerta trasera, donde me señaló una pequeña casita marrón y blanca en el extremo opuesto de la enorme propiedad.

    La cabaña se encontraba ubicada junto al bosque, y algo en ella parecía mágico. En ese instante, ignoré a Teresa y comencé a caminar completamente cautivada hacia mi nueva vivienda. Fue como si mis maletas ya no pesaran y como si todo mi enfado a causa de los idi*tas de Ricardo y Ahren hubiera desaparecido de la nada.

    Había algo en este lugar que me recordaba a mi hogar, no estaba segura de qué era, pero me alegraba saber que empezaría una nueva vida allí.

    Todo lo que quería era estar cerca de la naturaleza y alejarme de cualquier problema; o eso esperaba.

    Capítulo 3: Bienvenida a Casa

    Luego de llevar mi maleta hasta la cabaña, examiné el lugar que mi madrastra me había preparado. A decir verdad, no se veía tan mal como esperaba. De hecho, aquel aspecto rústico y acogedor me hacía sentir como si estuviera dentro de un cuento de hadas.

    Había pequeñas luces y vegetación decorando las paredes, acentuando las cortinas blancas que cubrían las ventanas y, las cuales, llegaban

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