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El lobo roto
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Libro electrónico194 páginas2 horas

El lobo roto

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La experiencia amorosa de Elise ha sido fugaz a lo largo de su existencia. La pérdida de su madre a manos de unos granujas se convirtió en un punto de inflexión, que llevó a su padre y a su hermano a responsabilizarla injustamente, a pesar de que entonces sólo tenía cinco años. Comenzó así un ciclo de maltrato y acoso. Cuando el primer encuentro con su futura pareja se saldó con un rechazo, ella no se resistía, acostumbrada a las decepciones de la vida.
Aunque el intento de su pareja de romper el vínculo no tuvo éxito, un incidente traumático dejó a Elise sin voz y desconfiada, cerrándose a todo. En busca de refugio, encontró a un compañero de segunda oportunidad cuya verdadera naturaleza desafía sus expectativas.
¿Podrá él desmantelar los muros emocionales que ella ha construido e ilustrarle la esencia del amor? Al final, Elise se ve obligada a comprender que confiar en los que la rodean y en sí misma es a veces imprescindible.

IdiomaEspañol
EditorialPublishdrive
Fecha de lanzamiento21 nov 2023
El lobo roto

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    El lobo roto - PopNovel

    Chapter 1

    Elise

    —Eres una desvergonzada, buena para nada, ni siquiera sé por qué me molesto en mantenerte con vida —dijo mi padre, no era la primera vez que me las decía, así que ni me defendí porque sabía que era un esfuerzo inútil. Me agarró tan fuerte que me cortó la respiración, pero no me quejé, solo me quedé mirándolo fijamente a los ojos tratando de esconder el dolor. Se había vuelto un monstruo.

    Finalmente me soltó y me desplomé al suelo como una marioneta rota. Recién en ese momento, me permití derramar unas cuantas lágrimas aunque sabía que esto no me ganaría ni una pizca de piedad de su parte, lo más probable era que se enojara peor al verme. Traté de darme la vuelta con la garganta todavía doliéndome cuando sentí una patada en la espalda. Me congelé en el lugar del dolor y escuché el piso de madera crujir bajo sus zapatos. Me examiné como pude y temí que me hubiera roto una costilla. No sería la primera vez que lo hiciera y lastimosamente tampoco sería la última. Me levanté a duras penas con las piernas temblando.

    —Te traeré algo para tomar —le dije tratando de no tartamudear, pero no sirvió de nada porque lo siguiente que registré fue una bofetada que me torció la cabeza. La mejilla me escoció y probé el sabor metálico de la sangre. Me había roto el labio.

    —¡Apúrate! —me escupió antes de sentarse en el sofá viejo de la sala y prender la televisión. La mesita frente a él estaba llena de botellas de cerveza, cajas vacías de comida rápida y envoltorios. Me fui a la cocina cojeando para agarrarle una cerveza y volví con las mismas. Se la entregué con la cabeza gacha porque sabía que cualquier comentario me ganaría más golpes. Él la abrió, tomó un sorbo y me miró con asco.

    —Escúchame, niñata, si no veo una cerveza esperándome lista para la cena, ya verás la golpiza que te daré —me advirtió, terminando la botella que tenía y lanzándola en mi dirección. Di un paso al costado para que no me golpeara y esta se rompió contra la pared. Esta era la situación que vivía todos los días, tenía un hermano pero también hacía lo mismo, no era más que una sirvienta para ellos.

    Nuestra familia no siempre había sido así, antes habíamos sido felices cuando mi mamá todavía vivía. Sin embargo, una vez fuimos atacados por lobos sin manada y mi mamá había muerto protegiéndome. Mi papá no había podido superarlo y había descargar todo su dolor culpándome. Mi hermano luego también se le había unido y aunque había tratado de razonar con ellos, solo empeoraba las cosas, así que había desistido y aceptado mi destino. A veces me preguntaba si realmente había sido mi culpa y si no hubiera sido mejor que yo fuera la que hubiera muerto en ese momento.

    Afortunadamente, tenías lo suficiente para hacer un poco de pasta. Nunca teníamos mucho porque la mayoría del dinero era gastado en el vicio de mi padre, pero nos alcanzaba para sobrevivir. Cociné la pasta, le eché un poco de salsa que todavía sobraba y lo último del queso que había comprado la semana pasada. Dividí la comida en dos platos pero me aseguré de servirme poco porque si me servía de más mi padre era capaz de tirarlo. Me decía que estaba muy gorda y no merecía comer.

    Le entregué el plato con la pasta y comenzó a comerla sin decirme nada. Me agaché para comenzar a limpiar el vidrio y me corté mientras lo hacía. Mi hermano, Austin, todavía no había llegado, pero lo prefería de esa manera. Mi padre se encargaba de golpearme en casa y mi hermano me hacía la vida horrible en la escuela. A veces sentía que le gustaba aterrorizarme más que lastimarme como si fuera un juego.

    A mi padre no le importaba cómo me trataba Austin, me odiaba después de todo. Mis ojos se llenaron de lágrimas al pensar en esto. Mi vida no tenía sentido, la única esperanza que tenía era estudiar bien para escapar de este lugar. Si no me iba, me quedaría perdiendo mi vida aquí.

    El Alfa de la manada no intervenía en asuntos familiares, además nuestra casa estaba ubicada en las afueras de la comunidad, estábamos aislados de los demás, así que nadie podría haber escuchado mis gritos. Aparte, nunca me habían llevado al hospital, así que no había registro del abuso.

    Quería escapar, pero no tenía ningún lugar al que ir. No conocía a nadie más que a los que me maltrataban. Me daba pena porque mi hermano solía adorarme antes, no sabía en qué momento me había comenzado a odiar tanto. Sus amigos le ayudaban a atormentarme. Mi vida era una pesadilla.

    Esta era la miserable historia de una joven de diecisiete años llamada Elise. Mi familia era mi mayor tormento a tal punto que deseaba que estuvieran muertos. Tenía tanto odio acumulado en mi interior que no podía tener piedad de ellos. Lo único que podía hacer era esconderme y esperar hasta que tuviera la oportunidad de escapar. Esperaba sobrevivir para ver ese día.

    Chapter 2

    Austin

    Estábamos en medio del bosque, sin preocuparnos por ser encontrados, entre amigos, tomando, riéndonos y fumando mota. Estos momentos solía denominarlos cómo las noches entre hermanos en donde disfrutábamos libremente sin importarnos nada. Después de todo, aún si los patrulleros nos encontraban, sabía que a mi padre no le importaría.

    —La próxima vez trae a tu hermana —dijo Daniel mientras me tiraba otra cerveza—, no la he visto en días.

    —Ella no es mi hermana —refunfuñé por lo bajo, no me importaba que le gustara o no, ellos sabían que nadie se le acercaba—, ya lo sabes, ella es la razón por la que mi mamá está muerta. No la soporto.

    —Vamos, pero debes admitir que tu hermana está bien bonita —comentó Bennet entre risas mientras hacía un gesto grosero con la mano.

    —¿Qué estás tratando de decir? —le pregunté con tono amenazante haciendo que los demás se callaran de golpe. No me importaba lo que le pasara a Elisa, pero eso no significaba que dejaría que hicieran esos comentarios de ella—. No se le acerquen, ya saben que solamente trae problemas. Déjenla en la cocina que es donde pertenece.

    Después de este momento incómodo, la conversación se resumió y continuamos tomando. Era más importante para nosotros divertirnos que irnos a casa.

    —Será mejor que regrese antes de que mi mamá comience a buscarme —dijo Bennett mirando la hora en su teléfono con fastidio—, desde que nos suspendieron a todos, no ha dejado de molestar, no quiero que vea lo que hacemos.

    —Vete, no te preocupes —le dije mientras lo veía irse tambaleándose con un poco de envidia. No tenía una madre que me regañara y mi padre no servía para nada. Nunca se había preocupado por mí, lo único que hacía era beber y gritarle a Elise. Me volteé hacia Daniel con una ceja enarcada—. Tú te quedas, ¿no?

    —No, mis padres también están enojados y mi papá me dijo que me echaría, pero sé que es mentira, simplemente lo dijo para asustarme —respondió Daniel dejando escapar un suspiro.

    Sabía que los padres de mi amigo eran pesados, así que no lo envidiaba.

    —¿Entonces qué vas a hacer? —me preguntó Daniel, pero simplemente abrí otra lata de cerveza, la vacié y se la tiré sin miramientos. Este la esquivó negando con la cabeza y maldiciendo por lo bajo.

    Mañana me tocaba regresar a la escuela y me preguntaba que había estado haciendo mi hermana. Seguramente otras personas la habían estado molestando en mi ausencia. Me preguntaba si ya se había dormido y si mi papá estaba borracho como siempre.

    —Si se van, supongo que también deberé hacerlo yo —dije mientras dejaba caer la botella al piso—, quizás me entretenga molestando a mi hermana en casa.

    —Pásala bien —se burló Daniel antes de darme despedirse con una palmada en la espalda. Nos separamos en direcciones opuestas y puse las manos en mis bolsillos mientras sentía el frío de la noche. Ya sabía lo que me esperaba al llegar a la casa. Mi papá borracho, gritándole y pegándole a Elise, y por eso pasaba tan poco tiempo en la casa porque sabía que si hubiera estado ahí podría haber sido su siguiente víctima. Sabía que no era justo culpar a una niña de cinco años, pero tenía que admitir que el odio había crecido en mí como hierba mala.

    Caminé lo más lento que podía porque no quería llegar a la casa. Seguramente tendría que llevar a papá a su cuarto y no quería hacerlo. Siempre olía feo y era muy pesado. Había empeorado mucho este año y sabía que dentro de poco perdería su trabajo si seguía así. Si eso pasaba, sabía que todo empeoraría, pero realmente no quería pensar en eso. Si tenía suerte, esta noche había logrado llegar a su cuarto antes de dormirse y no tendría que tocarlo.

    La suerte estaba de mi lado cuando llegué porque mi hermana todavía estaba despierta. Me había olvidado que tenía una tarea para mañana y ella la haría por mí. Elise siempre había sido muy inteligente y no podía negarse porque sino sabía que la molestaría peor. Le tiré mi mochila ni bien la vi y le ordené que hiciera mi tarea sin siquiera mirarla. Escuché cómo cerraba la puerta detrás de mí y creí reconocer un sollozo, pero no me importó.

    Chapter 3

    Elise

    Me quedé mirando mi reflejo en el espejo. Después de haberme amanecido por la tarea de Austin, tenía ojeras como un panda. No había podido negarme porque de lo contrario enfrentaría su ira. Me la había pasado muy mal haciendo su tarea y la mía también. Me toqué el rostro odiando lo pálida que estaba.

    Nunca me había gustado mi apariencia, estaba demasiado delgada, mis ojos sobresalían y mi cabello caía en caireles entreverados. Si tuviera una mejor alimentación y no viviera el infierno a la que era subyugada podría haberse dicho que parecía una muñeca con ojos azules, cabello rubio y piel blanca, sin embargo, la realidad era que estaba tan descuidada que parecía muerta en vida.

    La ropa que usaba siempre era de segunda mano. El jean que tenía estaba tan descolorido que parecía blanco y el suéter era tan grande que me llegaba a las rodillas. Las zapatillas de tela estaban tan desgastadas que podía sentir el suelo cuando caminaba y eran una talla muy pequeña. Suponía que ya era hora de comprarme más ropa de nuevo.

    Volteé las salchichas que estaba cocinando en la cocina antes de poner los panqueques en un plato. Solo nos quedaba un pedazo de mantequilla, así que sería para mi padre. El susodicho entró a la cocina tambaleándose y exigiendo su desayuno a gritos. Honestamente, no sabía si así trataba a todos los demás en su trabajo, pero si ese era el caso, entonces pronto se quedaría sin trabajo. Austin entró después de él y se sentó mientras tocaba la mesa con sus dedos. Ambos eran perfectamente capaces de prepararse sus propios desayunos, pero lo único que hacían era holgazanear mientras esperaban que hiciera todo.

    Les dejé el plato con todo en medio de la mesa y luego me fui a sentar en mi esquina de la cocina. Solamente me había podido servir media salchicha y una tostada dura, nunca me llenaría con ello, pero tenía más miedo al regaño que me ganaría si intentaba agarrar más comida. De repente, escuché una silla moverse y unos pasos aproximarse a mi lugar. Me quedé quieta con el rostro neutral.

    —¿Qué estás haciendo? —me preguntó mi hermano, y me invadió el miedo pero traté de mantener la compostura.

    —Desayunando —respondí con voz queda pero esto fue suficiente para hacer que Austin me botara el plato al suelo.

    —No hay desayuno para ti —me soltó con sorna—, estás muy gorda, debes perder peso.

    Después de esto, volvió a su asiento y los vi comerse el desayuno con ganas. Me agaché para limpiar el desastre que había hecho mi hermano y mientras levantaba la comida me lamenté que todavía estuviera caliente. Me corté el dedo con uno de los pedazos de porcelana pero simplemente me limpié la mano contra el jean. Ya no sentía nada, otro día sin comer. Luego de que terminaron, se fueron dejándome la mesa sucia y la limpié rápidamente porque sabía que le golpearían si la dejaba así. Me fui a la escuela caminando, este era el único momento en el día en el que podía respirar con tranquilidad. Antes la escuela había sido mi refugio, pero luego mi hermano había comenzado a molestarme también ahí, así que ahora simplemente iba con el corazón pesado esperando que las cosas no empeoraran. La esperanza que había tenido de pequeña de que todo mejoraría algún día se había extinguido en su totalidad.

    Chapter 4

    Elise

    Es la hora del almuerzo y estoy sentada afuera, pero me ruge el estómago al oler el delicioso aroma de la comida. Tenía la cabeza gacha para que no me reconocieran pero sabía que era en vano. Solo esperaba que me dejaran en paz por al menos un día.

    —Hola, perdedora —me saludó con malicia una voz que reconocí al instante. Ramona, la chica más popular de la escuela. No pude evitar admirar el brillo de su cabello dorado y lo bonita que lucía en su uniforme de porrista. Mi corazón dio un vuelco del miedo, pero traté de controlarlo. Ramona amaba humillarme, yo aceptaba todo en silencio, no entendía porque la gente disfrutaba tanto molestándome. ¿Por qué me odiaban tanto? La chica derramó una lata de refresco sobre mi cabeza y me levanté de golpe soltando un grito. Tenía el cabello mojado y el líquido pegajoso descendió por mi espalda provocándome escalofríos.

    —Creo que te ves mucho mejor así, ¿no lo creen, chicas? —dijo entre risas. Las demás corearon de acuerdo sin identidad propia y Ramona se adelantó para golpearme en la mandíbula. El lugar ya lo tenía sensible por lo de ayer, así que cerré los ojos con fuerza y me mordí la lengua para no gritar.

    —Deberías morir, el mundo sería mejor sin ti —se burló Ramona, y lágrimas me brotaron de los ojos, pero no iba dejar que me vieran débil. Sabía que ella hacía esto porque le gustaba mi hermano, pero lo que ella no sabía era que mi hermano la detestaba.

    Afortunadamente, en eso sonó el timbre y me dejaron en paz para irse a sus salones. Me agarré el cabello y me estremecí al ver lo sucio que estaba. Sería una pesadilla limpiarme después, no podía hacerlo ahora porque no podía faltar a clases. Mis notas eran lo

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