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Socaire y el capitán loco
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Libro electrónico91 páginas30 minutos

Socaire y el capitán loco

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Información de este libro electrónico

Socaire es la mejor amiga de un capitán que estudia las profundidades en un buque oceanográfico. Quiere viajar con él, pero a bordo no se permiten extraños, y mucho menos niños, que lo preguntan todo y quieren tocarlo todo... Con la ayuda de su gran amiga la tortuga Tomasa, encuentra la solución para viajar con su amigo sin que nadie la vea. Una solución tan loca como el mismísimo capitán loco.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 jul 2024
ISBN9789583068942
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    Socaire y el capitán loco - Pilar Lozano Rivera

    El capitán loco

    Había una vez un capitán loco. Bastaba mirarlo para saber que era diferente a los demás que existían en el universo. Tenía los ojos tan negros y pícaros que parecían reír siempre. Los ojos nunca se ríen, pero los del capitán loco sí.

    Cada una de sus mejillas estaba atravesada por una profunda arruga. No era señal de los años, sino de los gestos que hacía. El capitán loco hablaba más con gestos que con palabras.

    Cuando quería demostrar seriedad, juntaba tanto las cejas que los ojos se hundían como si quisieran mirar para adentro.

    A los marineros les prohíben cubrir su cabeza con cabellos de más de medio centímetro de largo, pero él lucía con orgullo una larga cabellera.

    —Quiero ser el único capitán al que se le pueda tomar del pelo —decía guiñando el ojo al peluquero.

    Y el peluquero, que entendía muy bien lo que el capitán expresaba con morisquetas, se las ingeniaba para recortar menos cabello del que obligaba el reglamento.

    En las mañanas, la primera tarea que cumplía era blanquear aún más sus zapatos siempre blancos. Odiaba los uniformes sin planchar y la mugre. Esto lo hacía igual a todos los marineros.

    Dominaba las maneras de gobernar un barco, pero lo que más lo emocionaba era el momento de atracar. ¡Se requiere tanta exactitud y destreza para conducir el buque hasta el muelle!

    Por eso, a medida que daba órdenes a los marineros, parar máquinas, babor diez…, su cuerpo se iba llenando de una especial sensación.

    En el trabajo era disciplinado y estricto, pero luego dedicaba su descanso a las travesuras. Muchos afirman que lo vieron bailando y tratando de sostener un plato sobre la cabeza; lo hacía durante noches enteras y completamente solo.

    Para quienes conocían al capitán, esta facilidad para pasar de la rigidez al desorden era una señal innegable de su locura.

    Pero algo más desconcertaba a sus compañeros: no deseaba, como la mayoría de los hombres, tener un hijo varón para que creciera igual a él como si fuera una copia. Siempre soñó con arrullar a una niña.

    Tal vez esta forma distinta de pensar fue la que lo llevó a ser tan amigo de Socaire.

    Ah…, lo olvidaba. El capitán loco tenía las orejas muy grandes y era tan tierno…

    Socaire

    Socaire tenía nueve años. Se llamaba María Isabel, pero su abuelo, que le enseñó los secretos de la pesca, le decía cariñosamente mi pequeña Socaire.

    —Socaire —explicó un día el abuelo—, quiere decir al abrigo del viento.

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