Silencios ensordecedores. De Ana a Rocío

Todos los artículos de opinión que he publicado hasta el momento bailaban alrededor del sector cultural, la música y compartir todo lo que para muchos (yo incluido) es pasión, verdad y mucho sentimiento. También riqueza, negocio y un atractivo turístico como pocos en estos momentos.

Hoy no quiero escribir un solo compás de música, ni de festivales, ni de lo desamparados y solos que muchos profesionales del sector cultural se han sentido durante el 2020. El pasado martes poco antes de las 21h saltaba la noticia más (in)esperada del papel couché. Rocío Carrasco, hija de la cantante y del boxeador más importantes que ha tenido España, se ponía delante de la cámara para explicar su verdad. Una verdad dolorosa, silenciada durante más de 20 años, llena de angustia y que después de lo visto y escuchado el domingo, ha dejado a medio país en estado de shock y con una tristeza que tres días después aún duele, entrecorta la respiración y molesta. Molesta y mucho.

Más allá del negocio multimillonario que hay detrás de un formato como éste, con la fuerza mediática de una persona como la de Rocío y alejado de cualquier valoración judicial sobre la figura de su exmarido ya que esto les corresponde a los jueces y las autoridades judiciales competentes, tenemos pendiente un reto como sociedad desde hace años. Desde Ana Orantes, en diciembre de 1997, hasta Rocío Carrasco son miles y miles los casos de violencia de los hombres hacia las mujeres que cada semana son pieza de informativos. No digo nada nuevo si insisto en que hacen falta cambios en las estructuras judiciales y en la gestión de este tipo de sucesos. Estos cambios tienen que estar en la agenda de hoy, de mañana y en la de los próximos meses. Un país que presume de estar entre los mejores de Europa no puede esperar a cambiar su política más mientras el goteo de casos y violencia sigue in crescendo.

La Fábrica de la Tele -productora responsable de la serie documental- ha tenido el valor de poner en prime time un caso como el de Rocío por lo que no solo ha visibilizado una grieta en la sociedad de nuestro país si no que también tiene que servir para remover conciencias, no mirar para el otro lado y para implantar nuevos modelos educativos. Quizá es el momento de dejar de estudiar y memorizar conocimientos absurdos para dedicarnos a algo más básico y necesario como el respeto, la educación y la convivencia. Se trata también de escuchar!

Ojalá, la audiencia conseguida -más de 4 millones de personas vieron las dos primeras entregas- y fuerza pública un testimonio como el de Rocío Carrasco sirva para volver a crear un punto de inflexión y ponernos en la cabeza que esta m***rda no puede seguir así. En estos casos no gana nadie. Todos perdemos; el padre, la madre y los hijos... y nuestra sociedad más. Como hombres no tenemos ningún derecho más que las mujeres. Hablo como marido, como hombre y sobretodo, como padre.