(Matematicas) El Matematico (John Von Neumann) (MadMath)

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EL MATEMATICO

JOHN VON NEUMANN

Un an alisis sobre la naturaleza del trabajo intelectual es una tarea dif cil en cualquier campo, incluso en los que no est an tan apartados del area central de nuestro com un esfuerzo intelectual humano como lo son todav a las matem aticas. Una discusi on sobre la naturaleza de cualquier esfuerzo intelectual es dif cil per se; en todo caso, m as dif cil que el mero ejercicio de ese particular esfuerzo intelectual. Es m as dif cil comprender el mecanismo de un aeroplano y las teor as de las fuerzas que lo elevan y lo mueven, que montar en el, ser elevado y transportado por el o incluso gobernarlo. Es excepcional que uno fuera capaz de adquirir el conocimiento de un proceso sin haber adquirido anteriormente una profunda familiaridad con su funcionamiento, con su uso, sin antes haberlo asimilado de una manera instintiva y emp rica. As , cualquier an alisis sobre la naturaleza de un esfuerzo intelectual en cualquier campo es dif cil, a menos que se presuponga una f acil y rutinaria familiaridad con este campo. En las matem aticas esta limitaci on llega a ser muy grave, si el an alisis debe mantenerse en un plano no matem atico. Entonces mostrar a necesariamente algunos aspectos muy malos; se aceptar an principios que nunca podr an ser comprobados propiamente y se hace inevitable una cierta supercialidad general. Es su relaci on peculiar con las ciencias naturales, o, m as generalmente, con toda ciencia que interprete la experiencia en un nivel superior al descriptivo. S e muy bien las limitaciones con que voy a hablar y me disculpo de antemano. Asimismo, las oponiones que voy a expresar probablemente no son plenamente compartidas por muchos matem aticos ustedes adquirir an las impresiones e interpretaciones no muy bien sistematizadas de un hombre y yo puedo prestarles muy poca ayuda para decidir hasta qu e punto son acertadas. Sin embargo, a pesar de todos los inconvenientes, debo admitir que el hacer el intento y hablarles a ustedes de la naturaleza del esfuerzo intelectual en matem aticas es una tarea interesante y desaadora. Espero no hacerlo del todo mal. En mi opini on, el hecho m as esencialmente caracter stico de las matem aticas es su relaci on enteramente peculiar con las ciencias naturales, o, m as

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generalmente, con toda ciencia que interprete la experiencia en un nivel superior al puramente descriptivo. La mayor a de la gente, matem aticos o no, convendr an en que las matem aticas no son una ciencia emp rica, o al menos en que se practican de una manera que diere en varios aspectos decisivos de las t ecnicas de las ciencias emp ricas. Y, a un as , su desarrollo est a estrechamente ligado al de las ciencias naturales. Una de sus ramas principales, la geometr a, empez o de hecho como ciencia natural y emp rica. Algunas de las mejores inspiraciones de las matem aticas modernas (yo creo que las mejores) provienen claramente de las ciencias naturales. Los m etodos matem aticos invaden y dominan las secciones te oricas de las ciencias naturales. En las modernas ciencias emp ricas se han convertido en un criterio principal de exito el que hayan llegado a ser accesibles al m etodo matem atico o a m etodos f sicos casi matem aticos. Ciertamente, a trav es de todas las ciencias naturales se ha hecho cada vez m as evidente una ininterrumpida cadena de sucesivos seudomorsmos, todos ellos tendiendo hacia las matem aticas, y casi identicados con la idea de progreso cient co. La biolog a ha sido invadida gradualmente por la qu mica y la f sica, la qu mica por la f sica experimental y te orica, y la f sica por formas muy matem aticas de f sica te orica. Existe una duplicidad completamente peculiar en la naturaleza de las matem aticas. Uno tiene que darse cuenta de esta duplicidad, aceptarla y asimilarla en sus conceptos del asunto. Este doble aspecto es el de las matem aticas y no creo que sea posible otra visi on simplicada y unitaria de ellas sin sacricar su esencia. Por lo tanto, no intentar e ofrecerles una versi on unitaria. Intentar e describir, lo mejor que pueda, el fen omeno m ultiple que constituye las matem aticas. Es innegable que algunas de las mejores inspiraciones de las matem aticas de parte de ellas, que son matem aticas tan puras como pueda imaginarse proceden de las ciencias naturales. Mencionar e los dos hechos m as sobresalientes. El primer ejemplo es, como ten a que ser, geom etrico. La geometr a era la parte principal de las matem aticas antiguas. Todav a es, con alguna de sus ramicaciones, una de las secciones principales de las matem aticas modernas. No puede haber duda de que su origen en la antig uedad fue emp rico y que empez o de manera semejante a la f sica te orica de hoy. Aparte todas las dem as evidencias, el mismo nombre geometr a lo indica. El tratamiento

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con postulados de Euclides representa un gran paso fuera del empirismo, pero no es del todo simple el defender la postura de que este fue el paso decisivo y nal para producir una separaci on absoluta. El hecho de que la axiomatizaci on de Euclides no cumpla en algunos puntos menores, las exigencias modernas de absoluto rigor axiom atico es de menor importancia en este aspecto. Lo m as esencial es esto: otras disciplinas, que son indudablemente emp ricas, como la mec anica y la termodin amica, se presentan generalmente con un tratamiento m as o menos postulativo, que en la presentaci on de algunos autores se distingue dif cilmente del procedimiento de Euclides. El cl asico de la f sica te orica de nuestro tiempo, los Principia de Newton, era, en la forma literaria as como en la esencia de algunas de sus partes m as cr ticas, un libro muy parecido a los de Euclides. Naturalmente, en todos estos ejemplos hay detr as de la presentaci on en forma de postulados la perspicacia f sica que apoya los postulados y la comprobaci on experimental que sostiene los teoremas. Pero bien puede argumentarse que es posible una interpretaci on similar de Euclides, especialmente desde el punto de vista de la antig uedad, antes de que la geometr a hubiera adquirido su actual estabilidad y autoridad bimilenaria, de la que est a claramente falto el moderno edicio de la f sica te orica. Adem as, aun cuando la desempirizaci on de la geometr a ha progresado gradualmente desde Euclides, nunca ha llegado a ser completa, ni siquiera en los tiempos modernos. La discusi on de la geometr a no eucl dea constituye un buen ejemplo de esto. Y tambi en de la ambivalencia del pensamiento matem atico. Ya que la mayor parte de la discusi on transcurre en un plano muy abstracto, trata el problema puramente l ogico de si el quinto postulado de Euclides era o no una consecuencia de los otros, y el conicto formal fue acabado por el ejemplo, puramente matem atico de F. Klein, que hizo ver c omo un trozo de plano eucl deo pod a hacerse no eucl deo deniendo otra vez formalmente ciertos conceptos b asicos. Y el est mulo emp rico a un estaba aqu desde el comienzo hasta el n. La primera raz on de por qu e, de entre todos los postulados de Euclides, se discut a el quinto era claramente el car acter no emp rico del concepto de todo el plano innito que interviene all y s olo all . La idea de que, por lo menos en un importante sentido y a pesar de todos los an alisis logicomatem aticos, la decisi on en pro o en contra de Euclides puede tener que ser emp rica, pas o ciertamente por la mente del m as eximio de los matem aticos, Gauss. Y despu es Bolyai, Lobatchevsky, Riemann y Klein han obtenido more abstracto lo que hoy en d a consideramos como soluci on formal de la controversia primitiva; sin embargo, el empirismo o mejor la f sica tuvo la u ltima palabra. El

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descubrimiento de la relatividad general impuso una revisi on de nuestras perspectivas sobre la relaci on geom etrica de una manera enteramente nueva y con una distribuci on completamente nueva del puro enfasis matem atico. Finalmente, un toque m as para completar la imagen de contraste. Este u ltimo desarrollo se produjo en la misma generaci on que vio la completa desempirizaci on y abstracci on del m etodo axiom atico de Euclides en manos de los modernos matem aticos de l ogica axiom atica. Y estas dos actitudes aparentemente contradictorias son compatibles en una mente matem atica; as , Hilbert hizo importantes aportaciones a la geometr a axiom atica y a la relatividad general. El segundo ejemplo es de c alculo, o mejor de an alisis, que proviene de el. El c alculo fue la primera obra de las matem aticas modernas y es dif cil sobreestimar su importancia. Creo que dene mejor que cualquier otra cosa el comienzo de las matem aticas modernas, y el sistema de an alisis matem atico, que es su desarrollo l ogico, constituye todav a el mayor avance t ecnico del pensamiento exacto. Los or genes del c alculo son claramente emp ricos. Los primeros intentos de integraci on de Kepler fueron formulados como dolicometr a medida de cu nas esto es, volumetr a para cuerpos con supercies curvas. Es decir, geometr a, pero posteucl dea y, en la epoca en cuesti on, geometr a no axiom atica, emp rica. Esto Kepler lo sab a de sobra. El principal esfuerzo y los mayores descubrimientos, los de Newton y Leibniz, eran de origen expl citamente f sico. Newton invent o el c alculo de uxiones con prop ositos esencialmente mec anicos de hecho, desarrollaba m as o menos juntas las dos disciplinas, c alculo y mec anica. Las primeras formulaciones de c alculo no eran ni siquiera rigurosamente matem aticas. Una formulaci on inexacta, semif sica, fue la u nica disponible durante m as de ciento cincuenta a nos despu es de Newton! Y, sin embargo, durante este per odo se produjeron algunos de los m as importantes avances de an alisis a pesar de estas bases inexactas y matem aticamente inadecuadas! Algunas de las principales mentes matem aticas del per odo no eran nada rigurosas, como Euler; pero otras, las principales, lo eran, como Gauss o Jacobi. El desarrollo era muy confuso y ambiguo y su relaci on con el empirismo no estaba ciertamente de acuerdo con nuestras ideas actuales (o euclideas) de abstracci on y rigor. Con todo, ning un matem atico desear a excluirlo del conjunto este per odo produjo matem aticos tan eminentes como cualquier otro! E incluso despu es de que el predominio del rigor fue esencialmente restablecido con Cauchy, se produjo con Riemann una reca da muy peculiar en los m etodos semiemp ricos. La personalidad cient ca de Riemann es uno de los ejemplos m as ilustrativos

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de la doble naturaleza de las matem aticas, as como la controversia de Riemann y Weierstrass, pero me introducir a demasiado en materias t ecnicas si entrara en detalles espec cos. Desde Weierstrass, el an alisis parece haber llegado a ser completamente abstracto, riguroso y no emp rico. Pero esto no es absolutamente cierto. La controversia acerca de los fundamentos de las matem aticas y de la l ogica, que se produjo durante las dos u ltimas generaciones, disip o muchas ilusiones sobre el asunto. Esto me conduce al tercer ejemplo, que es fundamental para el diagn ostico. Sin embargo, este ejemplo trata de la relaci on de las matem aticas con la losof a o epistemolog a m as que con las ciencias naturales. Ilustra de una manera muy llamativa que el mismo concepto de rigor matem atico absoluto no es inmutable. La variabilidad del concepto de rigor muestra que, aparte de la abstracci on matem atica, debe existir alguna otra cosa en el modo de ser de las matem aticas. Al analizar la controversia acerca de los fundamentos, no he sido capaz de convencerme a m mismo de que el veredicto deba ser en favor de la naturaleza emp rica de esta componente adicional. El proceso en favor de tal interpretaci on es bastante fuerte, al menos en algunas fases del estudio. Pero no lo considero del todo convincente. Sin embargo, dos cosas son claras. Primero, que entra de manera esencial algo no matem atico, relacionado de alguna manera con las ciencias emp ricas o con la losof a o con ambas a la vez; y su car acter no emp rico s olo podr a armarse si se supone que la losof a (o m as espec camente la epistemolog a), pueden existir en independencia de la experiencia. (Y est a suposici on es s olo necesaria, pero no suciente.) Segundo, que el origen emp rico de las matem aticas est a fuertemente sostenido por casos como nuestros dos primeros ejemplos (geometr a y c alculo), aparte de la mejor interpretaci on de la controversia acerca de los fundamentos. Al analizar la variabilidad del concepto de rigor matem atico, deseo dar una importancia principal a la controversia de los fundamentos antes mencionada. Sin embargo, me gustar a considerar en primer lugar de manera breve un aspecto secundario de la cuesti on. Este aspecto tambi en conrma mi argumento, pero lo considero secundario, porque probablemente es menos conclusivo que el an alisis de la controversia de los fundamentos. Me reero a los cambios de estilo matem atico. Es bien sabido que el estilo con que se escriben las demostraciones matem aticas ha experimentado considerables uctuaciones. Es mejor hablar de uctuaciones que de tendencias, porque en ciertos aspectos la diferencia entre lo actual y ciertos autores de los siglos xviii o xix es mayor que entre lo actual y Euclides. Por otra parte, en otros

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aspectos ha habido una notable constancia. En los campos en que hay diferencias, estas son principalmente de presentaci on, que pueden eliminarse sin introducir nuevas ideas. Sin embargo, en muchos casos las diferencias son tan amplias que uno empieza a dudar si los autores que presentan sus casos de formas tan divergentes pueden estar separados solamente por diferencias de estilo, gusto o educaci on; de si realmente pueden haber tenido las mismas ideas acerca de lo que constituye el rigor matem atico. Finalmente, en los casos extremos (por ejemplo, en muchos de los trabajos de an alisis de nales del siglo xviii, antes citados), las diferencias son tan fundamentales que s olo pueden corregirse, si es posible, con la ayuda de nuevas y profundas teor as, que tardaron cien a nos en desarrollarse. Algunos de los matem aticos que trabajaron con tales procedimientos, para nosotros no rigurosos (o algunos de sus contempor aneos que los criticaron), conoc an bien su falta de rigor. O para ser m as objetivos: sus propias aspiraciones de lo que deb a ser un proceso matem atico estaban m as de acuerdo que sus acciones con nuestros actuales conceptos. Pero otros como Euler, el mayor virtuoso del per odo parecen haber actuado con perfecta buena fe y haber quedado completamente satisfechos de sus obras. Sin embargo, no deseo insistir m as sobre este asunto. En cambio, me dedicar e a un suceso perfectamente denido, la controversia acerca de los fundamentos de las matem aticas. A nales del siglo xix y a principios del xx una nueva rama de matem aticas abstractas, la teor a de conjuntos de G. Cantor, provoc o nuevas dicultades. Esto es, ciertos razonamientos conduc an a contradicciones y, aun cuando estos razonamientos no estaban en la parte central y util de la teor a de conjuntos y siempre pod an ser criticados f acilmente con ciertos criterios formales, no obstante no quedaba claro por qu e deb an considerarse te oricamente menos que las partes afortunadas de la teor a. Aparte de la perspicacia ex post de que conduc an realmente al desastre, no quedaba claro qu e motivo a priori, qu e losof a consistente de la situaci on, permit a segregarlos de estas partes de la teor a de conjuntos que se deseaba salvar. Un estudio m as atento de los merita del caso, emprendido principalmente por Russell y Weyl y concluido por Brouwer, mostr o que la manera en que no s olo la teor a de conjuntos sino tambi en la mayor a de las matem aticas modernas utilizaban los conceptos de validez general y de existencia era recusable los ocamente. Un sistema matem atico que estaba libre de estos rasgos indeseables, el intuicionismo, fue desarrollado por Brouwer. En este sistema no se presentaban las dicultades y contradicciones de la teor a de conjuntos. Sin embargo, un buen cincuenta por ciento de las matem aticas modernas, en sus partes m as vitales

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y hasta entonces indiscutibles, especialmente el an alisis, eran tambi en afectadas por esta purga; o se volv an no v alidas o ten an que ser justicadas por consideraciones secundarias muy complicadas. Y en es u ltimo proceso, a menudo se perd a apreciablemente en cuanto a validez general y elegancia en la deducci on. No obstante, Brouwer y Weyl consideraron necesario que se revisara el concepto de rigor matem atico de acuerdo con estas ideas. Es dif cil sobrestimar la signicaci on de estos sucesos. En la tercera d ecada del siglo xx, dos matem aticos los dos de primera magnitud y tan plenamente conscientes de lo que son las matem aticas, o de cu al es su objeto, o de lo que tratan, como el que m as propusieron de hecho que el concepto de rigor matem atico, de lo que constituye una demostraci on exacta, deb a cambiarse! Los desarrollos que siguieron son igualmente dignos de notarse. 1.- S olo muy pocos matem aticos quisieron aceptar los nuevos y exigentes modelos para uso diario. Sin embargo, muchos admitieron que Weyl y Brouwer estaban prima facie en lo cierto, pero continuaron transgrediendo estos modelos, esto es, haciendo sus matem aticas en la vieja y f acil manera probablemente con la esperanza de que alguien encontrara, en otro tiempo, la respuesta a la cr tica intuicionista y que, por lo tanto, les justicase a posteriori. 2.- Hilbert sali o al paso con una ingeniosa idea para justicar las matem aticas cl asicas (es decir, preintuicionistas): Incluso en el sistema intuicionista es posible dar una explicaci on rigurosa de c omo operan las matem aticas cl asicas, esto es, puede describirse c omo trabaja el sistema cl asico, aunque no pueden justicarse sus procedimientos. Por lo tanto, cab a demostrar de manera intuionista que los procedimientos cl asicos no pod an conducir nunca a contradicciones, a conictos entre s . Estaba claro que tal demostraci on ser a muy dif cil, pero hab a ciertas indicaciones de c omo pod a intentarse. Si este proyecto hubiera dado resultado habr a suministrado una justicaci on notable de las matem aticas cl asicas a partir del sistema intuicionista opuesto! Al menos, esta interpretaci on se habr a legitimado en un sistema de losof a matem atica que la mayor a de matem aticos quer an aceptar. 3.- Despu es de casi una d ecada de intentos para realizar este programa, G odel suministr o un resultado m as notable. Este resultado no puede enunciarse con absoluta precisi on sin ciertas cl ausulas e hip otesis que son demasiado t ecnicas para formularlas aqu . Sin embargo, su signicado esencial era este: Si un sistema matem atico no conduce a contradicci on, entonces este hecho no puede demostrarse con procedimientos

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de ese sistema. La demostraci on de G odel satiszo el criterio de rigor matem atico m as estricto, el intuicionista. Su inuencia en el programa de Hilbert es algo controvertible, por razones que de nuevo son demasiado t ecnicas para esta ocasi on. Mi opini on personal, que es compartida por muchos otros, es que G odel demostr o que el programa de Hilbert es esencialmente sin esperanza. 4.- Una vez desaparecida la principal esperanza de justicaci on de las matem aticas cl asicas en el sentido de Hilbert o de Brouwer y Weyl muchos matem aticos decidieron usar ese sistema sea lo que fuere. Despu es de todo, las matem aticas cl asicas daban resultados que eran elegantes y u tiles y, aunque nunca se podr a estar de nuevo absolutamente seguro de su precisi on, al menos ten an un fundamento tan s olido como, por ejemplo, la existencia del electr on. He aqu que si uno quer a aceptar las ciencias, pod a asimismo aceptar el sistema de matem aticas cl asicas. Tales opiniones llegaron a ser aceptables incluso para algunos de los primitivos defensores del sistema intuicionista. Actualmente la controversia acerca de los fundamentos no est a acabada, pero parece improbable que nadie, excepto una peque na minor a, abandone el sistema cl asico.

He narrado tan detalladamente la historia de esta controversia, porque pienso que constituye la mejor advertencia contra el dar demasiado por supuesto el inmutable rigor de las matem aticas. Esto sucedi o en el transcurso de mi propia vida y yo s e con cu an humillante facilidad mi concepto sobre la verdad absoluta matem atica ha cambiado durante estos episodios y c omo ha cambiado sucesivamente tres veces! Espero que los tres ejemplos anteriores ilustren bien una mitad de mi tesis que muchas de las mejores inspiraciones matem aticas proceden de la experiencia y que dif cilmente es posible creer en la existencia de un concepto de rigor matem atico absoluto, inmutable y disociado de toda experiencia humana. Estoy intentando tomar una actitud poco culta en este asunto. Cualesquiera que sean las preferencias los ocas o epistemol ogicas que puedan tenerse respecto a esto, las actuales experiencias de las asociaciones matem aticas con su sujeto dan muy poca base para suponer de la existencia de un concepto a priori de rigor matem atico. Sin embargo, mi tesis tambi en tiene una segunda mitad y ahora voy a volverme hacia esta parte. Es muy dif cil para un matem atico el creer que las matem aticas son una ciencia puramente emp rica o que todas las ideas matem aticas proceden de materias emp ricas. Perm tanme considerar primero la segunda parte de la

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armaci on. Existen varias partes importantes de las matem aticas modernas en que no puede se nalarse el origen emp rico, o, si puede se nalarse, es tan remoto que queda claro que el sujeto ha sufrido una completa metamorfosis desde que fue separado de sus ra ces emp ricas. El simbolismo del algebra fue inventado para uso exclusivamente matem atico, pero puede armarse razonablemente que tuvo fuertes v nculos emp ricos. Sin embargo, el algebra moderna, abstracta, se ha desarrollado m as y m as en direcciones que tienen a un menos conexiones emp ricas. Lo mismo puede decirse de la topolog a. Y en todos estos campos el criterio subjetivo de exito del matem atico, de valoraci on de su esfuerzo, es muy reservado, est etico y libre (o casi libre) de conexiones emp ricas. (Sobre esto insistir e m as adelante.) En teor a de conjuntos esto es todav a m as claro. La potencia y la ordenaci on de un conjunto innito pueden ser la generalizaci on de conceptos num ericos nitos, pero su forma innita (especialmente la potencia) dif cilmente tienen ninguna relaci on con este mundo. Si no deseara evitar los tecnicismos, podr a documentar esto con numerosos ejemplos de teor a de conjuntos el problema del axioma de elecci on, la comparatividad de potencias innitas, el problema del continuo, etc etera. Las mismas observaciones se aplican asimismo a la teor a de funciones reales y a la teor a de conjuntos de puntos reales. La geometr a diferencial y la teor a de grupos dan dos sorprendentes ejemplos: fueron ciertamente concebidas como disciplinas abstractas, no aplicadas, y casi siempre cultivadas con ese esp ritu. Despu es de una d ecada en un caso y de un siglo en el otro, resultaron muy u tiles para la f sica. Y todav a se contin uan principalmente con el citado esp ritu abstracto, de no aplicaci on. Podr an multiplicarse los ejemplos de estas condiciones y de sus diversas combinaciones, pero en lugar de esto preero volver al primer punto, que he indicado antes: Las matem aticas son una ciencia emp rica? O, con mayor precisi on: Las matem aticas se desarrollan actualmente de la misma manera que se desarrollan las ciencias emp ricas? O, con mayor generalidad: Cu al es la relaci on normal del matem atico a su objeto? Cu ales son sus criterios de exito, de elecci on? Qu e inuencias, qu e consideraciones controlan y dirigen su esfuerzo? Veamos, entonces, en qu e aspectos la manera en que el matem atico trabaja normalmente diere del modo de trabajo de las ciencias naturales. La diferencia entre estas, por una parte, y las matem aticas, por otra, va creciendo claramente, a medida que se pasa de las disciplinas te oricas a las experimentales, y de las experimentales a las descriptivas. Comparemos, por lo tanto, las matem aticas con la categor a que est a m as pr oxima a ellas: las disciplinas

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te oricas. Y escojamos la que est a m as pr oxima a las matem aticas. Espero que no me juzgar an con mucho rigor si no consigo controlar la hybris matem atica y a nado que es la que ha alcanzado un desarrollo m as alto entre todas las ciencias te oricas es decir, la f sica te orica. Las matem aticas y la f sica te orica tienen, de hecho, buena parte en com un. Como antes he indicado, el sistema geom etrico de Euclides fue el prototipo de presentaci on axiom atica de la mec anica cl asica, y tratamientos similares dominan la termodin amica fenomenol ogica, as como ciertos aspectos del sistema electrodin amico de Maxwell, y tambi en de la relatividad especial. Adem as, la postura de que la f sica te orica no explica los fen omenos, sino que s olo los clasica y correlaciona, es hoy en d a adoptada por muchos f sicos. Esto signica que el criterio de exito para tal teor a es simplemente el de poder, mediante un esquema de clasicaci on y de correlaci on sencillo y elegante, abarcar muchos fen omenos, que sin este esquema parecer an complicados y heterog eneos, y el de si este esquema abarca fen omenos que no se consideraron, o incluso que no se conoc an en el tiempo que este esquema fue desarrollado. (Estas dos u ltimas armaciones expresan, naturalmente, el poder de unicaci on y de predicci on de la teor a.) Ahora bien, este criterio, tal como aqu se expresa, es, en gran parte, de naturaleza est etica. Por esta raz on, es muy parecido a los criterios de exito matem atico, que, como ver an, son casi completamente est eticos. De este modo, estamos ahora comparando las matem aticas con la ciencia emp rica que est a m as unida a ellas, y con la que tienen, como espero haber demostrado, mucho en com un con la f sica te orica. Las diferencias en el actual modus procedendi son, no obstante, grandes y b asicas. Los objetivos de la f sica te orica son, en su mayor parte, dados desde fuera, en muchos casos por las necesidades de la f sica experimental. Casi siempre proceden de la necesidad de resolver una dicultad. Los exitos de predicci on y unicaci on vienen, generalmente, despu es. Si se nos permite un s mil, los progresos (predicciones y unicaciones) se producen durante la investigaci on, que va precedida necesarianente de una lucha contra alguna dicultad preexistente (generalmente una contradicci on aparente dentro del sistema que ya existe). Parte del trabajo del f sico te orico es la investigaci on de las obstrucciones que prometen una posibilidad de abrirse camino. Como he dicho, estas dicultades se producen generalmente en la experimentaci on, pero algunas veces son contradicciones entre diferentes partes del cuerpo de doctrina aceptado. Los ejemplos son, desde luego, numerosos. El experimento de Michelson, que condujo a la relatividad especial, y las dicultades de ciertos potenciales de ionizaci on y de ciertas estructuras espectrosc opicas, que condujeron a la mec anica cu antica, son ejemplos

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del primer caso; el conicto entre la relatividad especial y la teor a de la gravitaci on de Newton, que condujo a la relatividad general, es un ejemplo del segundo caso, m as raro. En cualquiera de ellos, los problemas de f sica te orica est an dados objetivamente y, mientras que los criterios que rigen la explotaci on de un exito son, como he indicado antes, principalmente est eticos, aun as la parte del problema y lo que he llamado antes el primitivo abrirse camino, son hechos rmes y objetivos. Por lo tanto, el objeto de la f sica te orica fue, casi siempre, enormemente concentrado; en casi todos los tiempos, la mayor parte del esfuerzo de los f sicos te oricos estaba concentrado s olo en uno o dos campos muy limitados ejemplos de ello son la teor a cu antica en la segunda d ecada de este siglo y principios de la tercera, y las part culas elementales y la estructura del n ucleo, a partir de la tercera. La situaci on en las matem aticas es enteramente diferente. Las matem aticas est an sujetas a gran n umero de subdivisiones, que dieren bastante unas de otras en car acter, estilo, objetivos e inuencia. Presentan lo m as opuesto a la extrema concentraci on de la f sica te orica. Un buen f sico te orico, hoy d a, todav a puede tener un conocimiento viable de la mitad de su materia. Dudo que cualquier matem atico actual tenga, a lo sumo, relaci on con m as de un cuarto. Problemas dados objetivamente e importantes, pueden presentarse despu es de que se haya llegado relativamente lejos en una subdivisi on de las matem aticas y si se ha retrocedido seriamente ante una dicultad. Pero, incluso entonces, el matem atico es esencialmente libre de tomarlo o dejarlo y dedicarse a otra cosa, mientras que un problema importante de f sica te orica es, por lo general, un conicto, una contradicci on que debe resolverse. El matem atico tiene gran variedad de campos a que dedicarse, y disfruta de una libertad muy considerable en lo que hace con ellos. Llegamos al punto decisivo: creo que es correcto decir que sus criterios de selecci on, y tambi en los de exito, son, principalmente, est eticos. Comprendo que esta armaci on es pol emica, y que es imposible demostrarla o justicarla hasta el u ltimo extremo sin analizar numerosas pruebas espec cas y t ecnicas. Esto requrir a de nuevo un tipo de discusi on sumamente t ecnico; no es la ocasi on propicia. Baste decir que el car acter est etico es incluso m as relevante que en el ejemplo que antes he mencionado en el caso de la f sica te orica. Uno espera que un teorema matem atico o una teor a matem atica, no s olo describa y aclare de manera sencilla y elegante numerosos casos particulares, a priori dispares. Tambi en espera elegancia en su aspecto arquitect onico y estructural. Facilidad al establecer el problema, gran dicultad en captarlo y en todos los intentos de aproximarse a el, entonces otra vez alg un giro muy sorprendente por el cual la aproximaci on, o alguna parte de la

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aproximaci on, llegue a ser f acil, etc. Tambi en, si las deducciones son indebidamente largas o complicadas, debe estar implicado alg un principio general sencillo, que explique las complicaciones y rodeos, reduzca la aparente arbitrariedad a unas pocas motivaciones simples, que sirvan de gu a. Estos criterios son claramente los de todo arte creativo, y la existencia de alg un estrato emp rico, motivo profano en el origen a menudo en un origen muy remoto desarrollado por progresos est eticos y continuado en una multitud de variantes laber nticas; todo esto est a mucho m as emparentado con la atm osfera de arte puro y simple que con la de las ciencias emp ricas. Notar an que no he mencionado siquiera una comparaci on de las matem aticas con las ciencias experimentales o con las descriptivas. Aqu las diferencias de m etodo y de atm osfera general son demasiado obvias. Creo que es una aproximaci on relativamente buena a la verdad, la cual es lo bastante complicada como para permitir solamente aproximaciones, que la ideas matem aticas se originan en lo emp rico, aunque la genealog a sea, a veces larga y oscura. Pero, una vez concebidas as , el asunto empieza a vivir una vida peculiar propia, y es mejor compararla a lo creativo, gobernado por motivos casi enteramente est eticos, que a cualquier otra cosa y, en particular, a una ciencia emp rica. Sin embargo, hay otro punto que creo necesario subrayar. Cuando una disciplina matem atica se aparta mucho de su fuente emp rica, o, a un m as, si est a durante una segunda y una tercera generaci on inspirada s olo indirectamente por las ideas que proceden de la realidad, est a amenazada de peligros muy graves. Se vuelve m as y m as en esteticismo puro, m as y m as en lart pour lart. Esto no es necesariamente malo, si el campo est a rodeado de materias correlacionadas, las cuales todav a tienen conexiones emp ricas m as pr oximas, o si la disciplina est a bajo la inuencia de hombres con un criterio extraordinariamente bien desarrollado. Pero existe un grave peligro de que la materia sea desarrollada a lo largo de la l nea de m nima resistencia, que la corriente, tan alejada de su origen, quede separada en multitud de ramas insignicantes, y que la disciplina se convierta en una masa desorganizada de detalles y complejidades. En otras palabras, a gran distancia de su origen emp rico, o despu es de muchas reproducciones abstractas, un tema matem atico est a en peligro de degeneraci on. Al principio, el estilo es generalmente cl asico; cuando presenta signos de transformarse en barroco, aparece la se nal de peligro. Ser a f acil dar ejemplos, trazar evoluciones espec cas del barroco y del barroco exagerado; pero esto, de nuevo, ser a demasiado t ecnico.

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En cualquier caso, siempre que se alcance este punto, me parece que el u nico remedio es el retorno rejuvenecedor a la fuente: la reinyecci on de ideas m as o menos directamente emp ricas. Estoy convencido de que esta es una condici on necesaria para conservar el frescor y la vitalidad de la materia, y que esto seguir a siendo igualmente cierto en el futuro.

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