Primeras Paginas Los Que Llegamos Mas Lejos
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LEOPOLDO BRIZUELA
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A Willie,
a Guillermo Saavedra,
y a la memoria de Sara Gallardo
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Patagonia!
EMILY DICKINSON
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NDICE
La historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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El placer de la cautiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Revelacin
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223
Luna roja
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245
Cuaderno de bitcora
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301
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LUSTRACIONES
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LA HISTORIA
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Cuando en 1902 se anunci que el famoso asesino Ranquilef, indio pupilo de la Misin Salesiana del Neuqun, sera trasladado al asilo Don Bosco de Tierra del
Fuego, los ancianos all alojados se amotinaron contra
su director, el padre Don Bartolomeo Anchietta.
Un recio decoro de pioneros acostumbrados, en
sus tiempos, a diezmar tribus enteras impeda a los viejos demostrar cualquier tipo de temor; pero convocados
una noche a la rectora, denostaron largamente las costumbres de las tribus nmades, que aborrecen celdas y
jardines y que no slo descuidan a sus viejos sino que,
cuando stos ya no pueden acompaarlos en sus largas
migraciones, los estrangulan. El reverendo padre Anchietta, con su poltica sonrisa, replic que el traslado
de Ranquilef era una decisin tomada: la congregacin salesiana no poda permitirse que uno de sus tutelados inaugurara el flamante penal de Ushuaia ni, mucho menos, que la mujer y los dos pequeos hijos del
asesino quedaran solos en el mundo. Alelados, los viejos
amenazaron entonces con abandonar el asilo, y al padre
Anchietta le bast con volver a sonrer: aunque los hijos,
nietos y bisnietos de los viejos pagaran puntualmente
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las cuotas del establecimiento, stas eran menos el testimonio de un recuerdo personal que un tributo a la historia, y no haba lugar para los fundadores en la prspera ciudad de Ushuaia.
Entre los internos ms notables se hallaba Miss
Emily Fairchild, aquella clebre naturalista que, de nia, haba revelado a Charles Darwin los senderos ms
secretos de la isla, y hasta lo haba librado de una de esas
trampas que los indios onas tendan bajo la nieve. Segn cuentan las crnicas, fue ella quien ahora ide un
plan de resistencia civil, que aunque adecuado a las limitaciones fsicas de los sublevados habra resultado
muy efectivo, porque prescriba que cada anciano se encerrara en su celda, dispuesto a rechazar comida y atencin mdica, desde la llegada del indio y hasta que el
padre Anchietta decidiera su expulsin. Pero sucedi
que tan pronto se vio en la celda Ranquilef enloqueci,
rompi una botella de jarabe y empuando un pequeo
vidrio roto conmin al padre celador a dejarlos escapar;
el cura estaba armado pero pudo ms la fama del asesino y los cuatro indios saltaron por la ventana y se perdieron en los bosques en el preciso instante en que el
barco del Presidente de la Nacin, de paso para la inauguracin del penal de Ushuaia, entraba majestuosamente en la Baha.
Se dice que el general Roca era de naturaleza afable,
y que la edad lo haba vuelto benevolente con aquellas
veleidades humanistas de los curas a las que haba debido
las peores lceras de su juventud; pero que tan pronto supo de la reincidencia del criminal nmade fingi perder
la paciencia, y a pesar de lo innecesario de toda represin
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Y sin embargo, no todas las palabras de esta historia haban sido articuladas, porque tan pronto se retir
el ltimo de los visitantes y el silencio ese silencio sobrehumano que precede a las nevadas volvi a reinar
sobre la isla, un berrido dbil y lejano empez a taladrar
la paz del bosque, y fue obligando a los ancianos a salir
uno a uno de sus celdas y a internarse entre los rboles,
tan seguros de su rumbo y tan ignorantes de su destino
como las ltimas bandadas que cruzaban el cielo hacia
el Norte. Con una obstinacin de sabuesos, los viejos
pasaron largo rato siguiendo las huellas de los indios en
el piso del bosque, y dos horas despus, mientras la propia Miss Emily recoga una vinchita ensangrentada que
flotaba en un charco, un llanto debilsimo la hizo volver
la vista hacia la rama ms alta de una araucaria de donde, colgada de una pierna, pendulaba la pequea Likn,
la hija menor del asesino.
El reverendo padre Anchietta, corrodo por la culpa, orden descolgar a la nia moribunda con la uncin
con que, el Viernes Santo, las mujeres de Jerusaln
arriaron el cuerpo de Jess, y aunque dud en ponerla
en brazos de los viejos, fueron stos quienes le rogaron
que la entregara, y la llevaron cuidadosamente a la enfermera. Mirndolos volver en fila, oscuros y contritos
bajo los primeros copos del invierno, el padre agradeci
a Dios que al fin la caridad hubiera reemplazado al odio
en aquellos corazones curtidos. Pero en el fondo lo dudaba: segn la antigua costumbre protestante de leer en
cada vericueto del destino una palabra del oculto lenguaje de Dios, los viejos no crean que fuera una trampa
ona la que haba salvado a Likn del exterminio. Para
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ellos, Likn era un mensaje, ese mensaje por el que tanto haban rogado para entender el sinsentido de su propia historia.
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En realidad, escribe el padre Anchietta en sus memorias, a nosotros que no ramos, confesmoslo, ni indios
ni pioneros ni ancianos, nos costar siempre entender la
razn ltima por la que ese atisbo de humanidad llamado Likn concentr tan exclusivamente la atencin de
los viejos, y los congreg en torno de su camilla de enferma como una hoguera en lo peor del invierno. Sin
haberlo planeado siquiera, los viejos ya no volvieron a
parapetarse horas y horas en el embarcadero, ni a deambular largamente bordeando la alambrada, ni a proclamar antiguos mritos que ya nadie quera reconocerles,
ni a hostigar a los enfermeros con exigencias absurdas,
como si quisieran vengar en ellos el olvido en que el
mundo los tena. Durante horas y horas, los viejos clavaban los ojos en ese magro cuerpo desnudo como se
mira al ro o al fuego, sin esperanza alguna pero sin
mengua de inters, con la secreta confianza en que la
duracin revelar por s sola el misterio de la vida. Y
fue as que los curas comenzamos a fomentar esa vigilia
llevndoles sillas y mantas y comida, porque a la vez
que suprima la agresividad del motn mantena intacta su mancomunin; y porque, en verdad, a fuerza de
mirar y remirar a la nia, los viejos aprendan y cambiaban.
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