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Quevedo Poemas
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Poemas
Francisco de Quevedo Villegas
(1580-1645)
Francisco Gmez de
A CELESTINA
Yace en esta tierra fra,
Digna de toda crianza,
La vieja cuya alabanza
Tantas plumas mereca.
Quevedo Villegas y
Santibez Cevallos,
conocido como Francisco
de Quevedo (Madrid, 14
de septiembre de 1580
Villanueva de los
Infantes, 8 de
Poemas
SEPULCRO DE JASON, EL
ARGONAUTA. HABLA EN EL UN
PEDAZO DE LA ENTENA DE SU
NAVE, EN CUYA FIGURA SE SUPONE
ESTA PROSOPOPEYA
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SALMO I (a)
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SALMO VI (a)
Que llegue a tanto ya la maldad ma!
Aun T te espantars, que tanto sabes,
eterno Autor del da,
en cuya voluntad estn las llaves
del cielo y de la tierra.
Como que, porque s por experiencia
de la mucha clemencia
que en tu pecho se encierra,
que ayudas a cualquier necesitado,
tan ciego estoy a mi mortal enredo,
que no te oso llamar, Seor, de miedo
de que querrs sacarme de pecado.
Oh baja servidumbre:
que quiero que me queme y no me alumbre
la Luz que la da a todos!
Gran cautiverio es ste en que me veo!
Peligrosa batalla
mi voluntad me ofrece de mil modos!
No espero libertad, ni la deseo,
de miedo de alcanzalla.
Cul infierno, Seor, mi Alma espera
mayor que aquesta sujecin tan fiera?
SALMO VI (b)
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SALMO IX (a)
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SALMO IX (b)
Cuando me vuelvo atrs a ver los aos
que han nevado la edad florida ma;
cuando miro las redes, los engaos
donde me vi algn da,
ms me alegro de verme fuera dellos
que un tiempo me pes de padecellos.
Pasa Veloz del mundo la figura,
y la muerte los pasos apresura;
la vida nunca para
ni el Tiempo vuelve atrs la anciana cara.
Nace el hombre sujeto a la Fortuna,
y en naciendo comienza la jornada
desde la tierna cuna
a la tumba enlutada;
y las ms veces suele un breve paso
distar aqueste oriente de su ocaso.
Slo el necio mancebo,
que corona de flores la cabeza,
es el que solo empieza
siempre a vivir de nuevo.
Pues si la vida es tal, si es de esta suerte,
llamarla vida, agravio es de la muerte.
SALMO X (a)
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SALMO X (b)
Trabajos dulces, dulces penas mas,
pasadas alegras
que atormentis ahora mi memoria,
dulce en un tiempo, s, mas breve gloria,
que llevaron tras s mis breves das
mal derramados llantos,
si sois castigo de los cielos santos,
con vosotros me alegro y me enriquezco
porque s de m mismo que os merezco,
y me consuelo ms que me lastimo;
mas si regalos sois, ms os estimo,
mirando que en el suelo
sin merecerlo me regala el cielo.
Perd mi libertad, mi bien con ella:
no dej en todo el cielo alguna Estrella
que no solicitase,
entre llantos, la voz de mi querella,
tanto sent el mirar que me dejase!
Mas ya me he consolado
de ver mi bien, oh gran Seor!, perdido,
y en parte, de perderle me he holgado,
por inters de haberle conocido.
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SALMO XIV
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SALMO XVII
Mir los muros de la Patria ma,
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