Paradigmas Teóricos y Lenguajes Estéticos en América Latina
Paradigmas Teóricos y Lenguajes Estéticos en América Latina
Iracema Ediciones
Servicios a terceros
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Editado en Argentina
ISBN 978-987-29136-0-1
IRACEMA EDICIONES
Comit Editorial
Renata Bacalini
Gabriela Grapatti
Roco Hernndez
Ivana Incorvaia
Adriana Pifferetti
Julia Sabena
Julieta Viu Adagio
~
Comit Honorfico
Dr. Guillermo Fantoni (UNR)
Dr. Gustavo Guevara (UNR-UBA)
Dr. Roberto Retamoso (UNR)
Dr. David Solodkow (U. de los Andes, Colombia)
Mg. Tadeo Stein (UNAM, Mxico)
NDICE
PREFACIO .......................................................................................................................................8
EXPRESIONES DEL CRIOLLISMO: FIGURACIONES DEL GAUCHO EN LA CULTURA
ARGENTINA
Repeticiones, versiones y perversiones de Juan Moreira:
Leonardo Favio y Alberto Olmedo
POR VANESA MAGGIONI Y GISELA MATTIONI.................................................................................12
...................................................................................................257
............................................................................................................398
PREFACIO
Un estudio de las obras plsticas, los diseos y las biografas de artistas argentinos
de comienzos y mediados del siglo nos permiti comprender un panorama enriquecedor y
lcido de las tradiciones, rupturas e innovaciones del arte argentino. El anlisis de las
canciones y de la labor cultural de Vctor Jara antes de la dictadura de Pinochet, la
continuidad de las voces de grupos de msicos chilenos durante el exilio y la indagacin de
la novela de Daniel Moyano fueron exponentes claves de un pensamiento crtico y creador
que supo transformar en belleza la represin militar durante los aos de plomo de
Argentina y Chile. Tambin fueron examinados los momentos fuertes de la historia
literaria iberoamericana en trabajos acerca del modernismo, el barroco y neobarroco,
perodos en los que se produjo un profundo trabajo de experimentacin de procedimientos
literarios y de renovacin de la lengua espaola. Por cierto fueron relevantes el estudio de
la obra de Francisco de Castro en Mxico, autor del poema sobre la aparicin de la Virgen
de Guadalupe en el cerro de Tepeyac, la poco estudiada formacin de una lite peruana en
el siglo XVII, las tesis del ensayo El barroco y lo real maravilloso, as como la
investigacin en torno al concepto de negritud formulado por Ren Depestre y el anlisis
del prlogo a la novela El reino de este mundo de Carpentier. Por otra parte la
comparacin de la crnica brasilea contempornea con la crnica modernista, la
indagacin del concepto de modernidad y el procedimiento de encabalgamiento en
poemas de Jos Mart, y el anlisis de Primero Sueo de Sor Juana Ins de la Cruz
confrontados con algunos pasajes de la obra martiana permitieron comprender parte de los
controvertidos procesos de asimilacin, transculturacin e invencin de nuevos lenguajes
literarios enmarcados en procesos que si bien incorporaban influencias europeas
establecan paulatinamente procesos de autonomizacin continental con respecto al
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Sonia Contardi
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En la bsqueda de lo popular
Alicia Aisenberg plantea que la triloga flmica inaugurada en los setenta con Juan
Moreira marca en la obra de Leonardo Favio un viraje hacia una bsqueda del favor
popular. Sus anteriores films (Crnica de un nio solo, El romance del Aniceto y la
Francisca y El dependiente) fueron realizados siguiendo las premisas del cine de autor
propugnado por los tericos y cineastas pertenecientes a la nouvelle vague francesa. Esto
les asegur a los mencionados films de Favio un cierto reconocimiento esttico pero no una
gran afluencia de pblico.
En la triloga filmada entre 1973 y 1976 y conformada por Juan Moreira, Nazareno
Cruz y el lobo y Soar, soar, adems de la influencia francesa, Favio retoma y revaloriza
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Resulta importante sealar que finalmente Favio logra un mayor acercamiento a las
clases populares con esta pelcula, dado que la misma alcanza una cifra rcord de
espectadores y se convierte en una de las ms vistas del cine argentino (Laera, 2004: 9).
Segn lo destaca la ficha tcnica de la pelcula en versin DVD, se trata de una de las diez
pelculas ms vistas del cine nacional, pues logr la cifra de 2.500.000 espectadores.
Podemos afirmar que, a partir de ese momento, la msica de Agustn Pocho Leyes y Luis
Mara Serra perdurar en la memoria de los espectadores y remitir inmediatamente a este
film en las futuras versiones y perversiones. Entre ellas la que analizaremos ms adelante:
el sketch cmico protagonizado por Alberto Olmedo.
La figura de Moreira
Si en las versiones anteriores de esta historia el folletn de Gutirrez, el drama
criollo y el film de Queirolo- la falta de registro escrito que documente la deuda contrada
por el inmigrante deja a la justicia de su lado y castiga a Moreira, en el film de Favio, es un
recibo escrito, con la firma apcrifa del hroe (quien se presenta a s mismo como un
analfabeto incapaz de firmar) lo que provoca el mismo resultado.
Luego de este incidente, Moreira decide vengarse de Sardetti, a quien asesina sin
darle la oportunidad de defenderse luchando en duelo. Esta es una diferencia clave con
respecto al Moreira de la novela-folletn, que nunca mata a menos que sea en un duelo o en
un enfrentamiento con la partida. Incluso, en el episodio de la muerte de Sardetti que tiene
lugar en el relato de Gutirrez, Moreira insiste en que el cobarde pulpero tome el pual que
se le arroja y luche, para que se produzca el enfrentamiento y el triunfador pueda afirmar
que venci en buena ley.
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La figura de Moreira
La figura de Moreira, previamente a su aparicin en escena, ya es definida por el
discurso de los otros personajes, configurando una descripcin inusual y pardica de la
clsica imagen de Moreira. El pulpero Sardetti, quien en todas las versiones ocasiona la
cada en desgracia de Moreira por no devolverle el dinero adeudado, se transforma en el
acreedor de un Moreira que bebe al fiado y nunca paga la cuenta. Aqu, el hroe es un
personaje camorrero que busca pelea injustificadamente.
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no se presenta a Moreira como un valiente dispuesto a lo que sea con tal de conservar su
honor y su nombre, sino que se trata de un personaje cobarde y astuto, que lograr vencer a
Chirino no gracias a su insuperable destreza en el combate, sino mediante una treta
tpicamente asociable al humor de Olmedo: el hroe logra que Chirino se suba al muro fatal
por convencerlo de que podr observar del otro lado a una bella mujer bandose.
En cuanto al rol femenino en esta versin de la historia de Moreira, podemos
comprobar que, coherentemente con una bsqueda de efecto cmico, se halla
absolutamente ausente la figura de Vicenta, asociada a las penurias del personaje y, de
hecho, Moreira es abordado en la pulpera por ciertas mujeres que, fascinadas por la fama
del gaucho, estn decididas a ofrecerle sus favores. Cabe aclarar que en esto s se respeta la
representacin de Moreira que nos mostraron las otras versiones como un hroe atrayente
para el sexo opuesto.
Referencias Bibliogrficas
Aisenberg, Alicia. (2010). Cine popular y compromiso poltico: Leonardo Favio en los
aos 70. En A.A.V.V. Cuadernos AsAECA, Nmero I. Buenos Aires: Editorial Teseo.
Brooks, Peter. (1995). La esttica del asombro y El tpico de la mudez. En La
imaginacin melodramtica. Londres: Yale University Press (trad. interna de la ctedra
Anlisis y Crtica II.UNR).
Colombres, Adolfo. (1987). Cultura de masas y democratizacin de la cultura. En Sobre
la cultura y el arte popular. Buenos Aires: Ediciones del Sol.
Gutirrez, Eduardo. (2001). Juan Moreira. Barcelona: Editorial Sol 90.
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Laera, Alejandra. (2004). El tiempo vaco de la ficcin. Buenos Aires: Fondo de Cultura
Econmica.
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Ariel Mamani
UNRUADER
Introduccin
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Parra aparecieron en una lista difundida en los medios de comunicacin, donde se los
conminaba a presentarse ante las autoridades.
Isabel Parra deba cantar en el mismo acto que Vctor Jara, pero no logr llegar a la
UTE. La familia oblig a Isabel a esconderse varios das en casa de una amiga hasta que se
la convenci de la necesidad de pedir asilo en alguna embajada. En ese momento
decidimos recuerda Tita Parra que mi madre tena que solicitar asilo en una embajada
para salvar su vida (Parra, 2003: 23). As, lo hizo das ms tarde en la representacin
diplomtica de Venezuela.
ngel Parra no acept ocultarse y fue detenido. Pas por varios centros de
prisioneros, entre ellos el Estadio Nacional y el centro de detencin de Chacabuco, donde
logr desarrollar una tarea artstica junto con otros prisioneros hasta que en febrero de 1974
fue liberado. Una vez libre, manifest a las autoridades militares su deseo de permanecer en
Chile para continuar con su carrera musical pero la respuesta fue [] que mi voz, mi
estilo y mi cara recordaban a la Unidad Popular. Y que eso era algo que en el pas se
encontraba prohibido (Garca, 2006). ngel Parra realiz varios trabajos, no relacionados
con la msica para poder subsistir, como por ejemplo conduciendo un camin repartidor.
Finalmente, fue expulsado en noviembre de 1974 y en un principio se traslad a
Mxico, para luego establecerse definitivamente en Francia. Isabel, luego de dos meses en
la embajada de Venezuela logr un salvoconducto que la llev a Cuba y posteriormente, en
1975 se traslad a Europa, donde pudo reencontrarse con su hermano.
Tanto Quilapayn como Inti Illimani, ambos grupos musicales manifiestamente
partidarios del gobierno del Dr. Allende, se hallaban fortuitamente fuera de Chile al
momento del golpe de estado. Quilapayn se haba formado en el mbito universitario de
las peas y desde el comienzo su compromiso poltico fue ostensible. El 11 de septiembre
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Lo que nos sac sostiene Eduardo Carrasco, del Quilapayn- de la desesperacin, fue
nuestra primera decisin de continuar nuestro trabajo, cumpliendo hasta el final la tarea
encomendada por el gobierno popular. En esas circunstancias, cualquier inmovilismo
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Esta labor no slo fue llevada adelante por los msicos sino que fue realizada por
las diferentes manifestaciones artsticas, sobresaliendo entre ellas, adems de la msica, el
cine y la literatura. El escritor Ariel Dorfman sintetizara esta apuesta al decir que el acto
de escribir, entonces, es la continuacin del acto de resistir y de sobrevivir (), es la
misma resistencia, ahora en palabras (1986: 196).
Es por eso que se fueron sucediendo infinidad de manifestaciones, actos, recitales
solidarios, encuentros de intelectuales, homenajes a los cados, festivales, muestras
artsticas y proyecciones a lo largo y a lo ancho de Europa, aunque en cada uno de los
casos, dependa de las caractersticas imperantes en cada pas.
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Jams perdimos de vista el hecho de que un concierto nuestro poda ser un factor de
agitacin de la solidaridad con Chile. Tenamos que ser testimonio del drama de
nuestro pueblo, pero, al mismo tiempo, mensajeros de su voluntad democrtica.
Habitaba en nosotros esa contradictoria sntesis de amargura y de voluntad de seguir
adelante, sentimiento presente en casi todas nuestras canciones de esa poca (Carrasco,
2003: 242).
Por lo tanto, esta febril actividad, produjo una significativa difusin internacional del caso
chileno.
En 1974 hicimos ms de 200 conciertos en distintas partes del mundo recuerda Max
Berr de Inti Illimani-. Todos tenamos compaeras, varios tenamos hijos y este
trabajo nos mantena alejados de nuestros hogares por diez meses cada ao (Cifuentes,
2000: s/p).
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Incluso aquellos que podan verse beneficiados por una buena remuneracin no
vivan esta situacin como un avance, aquejados por la desazn de la derrota y el destierro.
Es el caso de Isabel Parra, quien en su paso por Alemania recibe un departamento muy
confortable con todos los elementos necesarios para el confort del hogar que nunca
usamos. Por cantar me pagan mucho dinero que voy guardando en un cajn.. Sin embrago,
recuerda, Quiero organizar mi vida de otra manera pero no s cmo (2003: 34-35).
Para algunos signific una tarea poltica adems de un trabajo con el cual subsistir.
Este pareciera ser el caso de dos grupos nacidos durante el exilio y cuya tarea, al mismo
tiempo de artstica, estaba claro que era principalmente militante: Taller Recabarren y
Karax. El primero de ellos, fue una agrupacin fundada en Francia por Sergio Ortega,
compositor vinculado a la NCCh y convencido militante comunista. La produccin de
Taller Recabarren fue escasa pero su anlisis no deja lugar a dudas. Canciones como Nada
para Pinochet, Chile Resistencia y Hay sangre en las calles, son muestras elocuentes de la
funcin que buscaban cumplir estas composiciones. De hecho los objetivos del grupo se
sealan explcitamente en la contratapa de Venceremos (1978), su primer LP. El Taller
Recabarren nace de la necesidad de apoyar la lucha del pueblo chileno contra la dictadura.
Sus canciones llegan mediante onda corta en diversas radios chilenas y extranjeras ().1
Tal vez, Nada para Pinochet sea el ejemplo ms elocuente de dicho objetivo. La cancin es
casi una arenga, cantada en diversos idiomas (ingls, francs, alemn y castellano)
llamando a los diferentes pases a boicotear al gobierno golpista. Hay en estos casos una
nocin bien clara desde el primer momento de la funcin que deber cumplir la obra
artstica, amn de que se vinculan las diferentes formas de circulacin.
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De manera muy similar se form Karax, que reuna a msicos chilenos y franceses.
El grupo se conform bajo la gua de escritor y cantautor Patricio Manns, acaso una de las
figuras ms trascendentales de la NCCh.
Se me pidi desde Chile que organizara un grupo cuya funcin principal sera la
recaudacin de dinero para la resistencia y la Vicara de la Solidaridad. Despus opt
por continuar con mi carrera de solista y el grupo sigui sin m por largo tiempo. De
todos modos cumplimos con creces nuestro objetivo (Patricio Manns. Comunicacin
personal. Junio 2012).
Conclusin
Referencias Bibliogrficas
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Dorfman, Ariel. (1986). Cdigo poltico y cdigo literario: el gnero testimonio en Chile
hoy. En: Jara, Ren y Vidal, Hernn (comps.) Testimonio y literatura, Minessota: Institute
for the studies of ideologies and literatura.
Errzuriz, Luis Hernn. (2009). Dictadura militar en Chile. Antecedentes del golpe
esttico-cultural. En: Latin American Research Review, Vol. 44, No. 2, pp.136-157.
Garca, Marisol, Canto General (I). La msica chilena bajo Pinochet, La Nacin digital,
26/XII/2006, http://www.lanacion.cl/canto-general/noticias/2006-12-16/171802.html, fecha
de consulta: 2/III/2011.
Jara, Joan. (2007). Vctor. Un canto inconcluso. Santiago: Lom.
Moulin, Toms. (1997). Chile actual. Anatoma de un mito, Santiago: Lom.
Parra, Isabel. (2003). Ni toda la tierra entera. Santiago: Chabe Producciones.
Pinto Vallejos, Julio (coord.). (2005). Cuando hicimos la historia. La experiencia de la
Unidad Popular. Santiago: Lom.
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Mariela Herrero
UNR
2 Entendiendo por cultura aquello que Blanchot en El dilogo inconcluso, describe como: la que exige obras
cerradas, terminadas, perfectas, que pueden contemplarse en su inmovilidad de cosas externas (ya sea en
museos, academias, etc.) y agrega: la idea de la cultura es que el hombre se reconozca en sus obras y que
nunca est separado de s mismo (1996: 477).
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Sin embargo, la dictadura que toma el poder en 1964, implica una puesta en marcha
de otro tipo de modernizacin, que va a ser entendida como modernizacin autoritaria. Es
durante estos aos que el pas va a sufrir un crecimiento econmico muy fuerte que, aunque
aument dramticamente la desigualdad social, se evidenci en un alto crecimiento del PBI,
conocido como el milagro brasilero, y que el rgimen esgrimi como una de sus armas
ms eficaces en su estrategia de autopropaganda. Esa agresiva poltica de industrializacin,
crecimiento y urbanizacin, sumada a la poltica econmica inflacionaria resultaron en el
aumento de la deuda externa, en la desigualdad social y, adems, en el colapso de la
participacin ciudadana.
Asimismo, en el plano especfico de la poltica cultural, la dictadura aplic tres
estrategias de control que trajeron aparejadas cambios muy significativos. Estas estrategias
incluyeron: el desarrollo de una esttica del espectculo; una maniobra represiva
flanqueada por la determinacin de una poltica nacional de cultura y, por ltimo, un hbil
juego de incentivos y cooptaciones. En relacin a estas operaciones, me interesa
particularmente la primera de ellas, puesto que fue a travs de este desarrollo de los medios
masivos de comunicacin, sobre todo de la televisin, mediante el cual se intent aislar al
pueblo. Esto es, a partir del expansionismo nacional de las redes de televisin, concedidas a
las masas de manos del Estado, ste se aseguraba la certeza de un control social efectivo en
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cada casa que poseyera un aparato transmisor. Se trat, por lo tanto, de romper los lazos
que comunicaban a las masas populares con los sectores intelectuales mediante la
distraccin y el entretenimiento. De esta forma, el campo de accin de los artistas se vio
restringido y limitado, desde el momento en que las masas encontraron en la televisin y el
cine otro interlocutor.3
En consecuencia, comenz a crecer sobre todo en los grupos de artistas e
intelectuales una sensacin de desencanto, una desilusin y una desconfianza, frente a, por
un lado ese proyecto modernizador que se alejaba cada vez ms de las premisas liberadoras
que haba prometido, pero tambin frente a la sospecha segura de que se estaba
produciendo un agotamiento en la relacin arte-cultura-poltica; lo que acab originando
una escisin entre la vanguardia esttica y la vanguardia poltica. Esto es, la creencia
esparcida entre la izquierda brasilera de los aos 60, de que el pas viva un perodo prerevolucionario, gener un intenso proceso de politizacin de la produccin artstica,
entendida como un elemento fundamental dentro de la estrategia revolucionaria.
El criterio bsico de la visin de izquierda en cuanto al arte fue el de arte
comprometido; es decir, la obra deba tener como referente a la realidad brasilera, ser el
reflejo de la situacin que viva el pueblo. De lo contrario, si se tratara de la expresin del
artista, sera interpretada como una obra alienada, que desviaba al pueblo de la toma de
conciencia de sus intereses, dificultando su participacin en la revolucin. Con esto, se
comprende que el vnculo entre cultura y poltica en los 60, fue pensado por este sector
bajo la ptica de instrumentalizacin poltica de la produccin cultural. Tal como lo explica
Heloisa Buarque de Hollanda en Absurdo Brasil, se trat de una concepcin de arte como
3 Para un detalle ms exhaustivo de las estrategias y maniobras de tipo cultural que el gobierno de facto puso
en marcha durante los aos de dictadura Ver: Sssekind, Flora. Vidrieras astilladas. Buenos Aires. Ed.
Corregidor; 2009.
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instrumento para la toma del poder, en donde no exista lugar para los artistas de las
minoras o para ninguna produccin que no propusiera una opcin de pblico en trminos
de pueblo. La dimensin colectiva fue un imperativo y la propia tematizacin de la
problemtica individual fue sistemticamente rechazada como polticamente inconsecuente
si no se llegaba a ella por el problema social (Buarque De Hollanda; 2000).
Efectivamente, el descontento que comenz a percibirse entre los grupos de artistas
durante estos aos, fue producto de una situacin sociopoltica que culmin en el
estancamiento del sistema cultural brasilero. El vnculo que haban mantenido la
vanguardia poltica y la vanguardia esttica comenz a dar seales de un agotamiento y,
consecuentemente asom entre los artistas la idea de que esa misma cultura -ahora al
servicio de un poder represivo- haba devenido en una zona a la que el pueblo tena vedado
el acceso.
Lo que me interesa destacar en este trabajo es la posicin radical por la que opta
Clarice Lispector durante estos aos, los que -por otra parte- coinciden con el ltimo tramo
de su vida y su produccin literaria. Si bien, la suya es una postura que da cuenta de una
fuerte y constante resistencia a cualquier tipo de encasillamiento, la literatura de esta autora
se escribe en permanente dilogo con las tendencias de la poca; no obstante, la naturaleza
evidentemente experimental de sus obras le imprime a la estructura de sus textos, un
carcter errtico y fragmentario, resultado adems del empleo de materiales heterogneos
con los que los construye.
La cultura de masas, lo kitsch, la cita, la parodia, la intertextualidad estn utilizados
en sus relatos de manera irnica, en contraposicin a las narrativas de base documental,
realistas. Pero adems, a travs de una retrica que insiste y experimenta recurriendo a la
mixtura y a la impureza, hace ingresar a la literatura -su literatura- toda una serie de
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personajes con los que se atomiza no slo la nocin de identidad cultural nica, sino
tambin la de un sujeto particular, continuo y definido en su plenitud. Lo que aparece en
sus textos es, en cambio, el inters, la curiosidad por sujetos que han perdido la capacidad
de transmitir sus vivencias o pensamientos, o que, al menos les resulta muy dificultoso
reconstruir esa experiencia y comunicarla en trminos precisos, coherentes y razonables. Se
trata de sujetos disgregados, incompletos, sujetos que improvisan lenguajes, formas de
vida, incluso narraciones; pero que en cualquiera de estos casos no consiguen retener ni un
atisbo de esa experiencia efmera e inapresable.
En ese sentido, la escritura de estos relatos no intenta poner en evidencia un rescate
o recuperacin del vnculo entre arte y experiencia en tanto redencin ante la banalidad o el
horror del mundo, sino que en todo caso, lo que proponen estos textos, que oscilan entre el
testimonio y el artificio, es exponer a la literatura como el espacio en que esas banalidades
y horrores ocurren y se repiten, alejndose de la tradicional idea modernista del arte como
sublimacin.
La experiencia empobrecida o en estado terminal de la que hablaba Benjamin haba
dado paso al fin del arte de narrar, dado que el aspecto pico de la verdad, es decir de la
sabidura, se habra extinguido. En consecuencia, la relacin arte-experiencia apareca as
como sumida en una relacin de compensacin entre una sociedad en crisis y un arte que la
negaba, pero que al mismo tiempo intentaba compensar lo que a sta le faltaba a travs de
su carcter redentor y compensatorio. Sin embargo, la produccin literaria de Lispector, si
bien se ubica en esta lnea, postula una propuesta artstica alternativa. Efectivamente su
escritura se enfrenta al mundo a travs de una vuelta al sujeto y a la nocin de experiencia,
slo que esta ltima ha pasado a convertirse en trauma y el sujeto de la experiencia ya no
coincide con el del conocimiento. Es la misma modernidad de la que hablaba Benjamin,
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salvo que ahora la literatura se acerca a esa modernidad sin tratar de darle un sentido
cerrado y absoluto.
Es la incapacidad del lenguaje para traducir esa experiencia, que en muchos casos se
presenta como inefable, lo que la vuelve insoportable, segn Agamben. De esta manera,
lo inexperimentable, la imposibilidad de comunicacin, de contacto, deriva en el problema
de la relacin entre lo ntimo y lo externo. Esto es, por un lado la experiencia se presenta
como algo personal, ntimo, pero por otro, como algo que necesariamente se produce en un
encuentro; que surge o que resulta de un contacto o relacin con algo que afecta o modifica,
desde el exterior, a quien la vive. As como afirma Martin Jay en Cantos de experiencia, el
sujeto de la experiencia, antes que un ego soberano, narcisista, depende siempre en un
grado significativo del otro -tanto humano como natural- situado ms all de su
interioridad. (Jay; 2009)
El texto de Lispector, Agua viva (1973), creo que es significativo para analizar esta
problemtica, principalmente porque se presenta como el registro de una experiencia
colectiva, antiindividualista, que borra la intencin de mostrar a un sujeto autor, nico e
identificable: Y si digo 'yo' es porque no oso decir 't', o 'nosotros', o 'una persona'. Estoy
obligada a la humildad de personalizarme apequendome, pero soy el 'eres-t' (2010: 23).
La narracin que transcurre en primera persona, se estructura a partir del recuento de
eventos que ese yo -una pintora annima- ha vivido en carne en propia, o bien de historias
ocurridas a otros 'personajes' -un l o ella (tal como se los nombra en el texto evitando todo
tipo de caracterizacin). De cualquier manera, la narracin avanza hacia un despojamiento
de todo rasgo personal, evitando la individuacin. En este relato, en el que la subjetividad
de la narradora se ha disuelto, dejando en su primer plano su anonimato, Lispector pone en
jaque a este ego, quitndole sus 'superpoderes', su autocentramiento, su certeza y su
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autoridad. De ah que este yo que ha sido privado de todos sus atributos se nos aparezca
como 'ensayndose a s mismo'.
Es la escritura a modo de postal la que mejor se adecua a las caractersticas de este
texto. Y Lispector la incorpora como estructura de la narracin, como la forma -la nica
forma, quizs- en la que ese yo puede narrar y narrarse: Quiero escribirte como quien
aprende. Fotografo cada instante (2010: 25); ah, ese flash de instantes nunca termina
(2010: 120).
A travs de una estructura que emula la nota o el comentario e insiste en remarcar su
carcter de instantnea y efmera, el yo que registra los hechos, juega con las formas de una
escritura de la 'intimidad' -y que podra interpretarse como vinculada a ciertos recursos
propios del diario ntimo4; pero que adems puede leerse como simulando un dilogo entre
la narradora misma y un t que nunca ingresa a la conversacin. De esta forma, estaramos
frente a la paradoja que implica entonces, una narracin que trabaja con las formas de una
escritura ntima pero que, al mismo tiempo, socava no slo la referencialidad, sino tambin
lo veraz y la posibilidad de un sujeto nico, particular:
Soy todava la cruel reina de los medas y de los persas, y soy tambin una lenta
evolucin que se lanza como puente levadizo a un futuro cuyas nieblas lechosas ya
respiro. Mi aura es de misterio de vida. Me ultrapaso abdicando de mi nombre, y
entonces soy el mundo (Lispector; 2010: 65).
4 Blanchot considera que el diario ntimo se caracteriza sobre todo por la libertad, por lo desprendido de su
forma, en la que caben tanto comentarios de s mismo, acontecimientos importantes, insignificantes, etc
(1969: 207)
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5Tomo este trmino de Florencia Garramuo quien lo emplea en La experiencia opaca para referirse a la
exterioridad en el seno mismo de la intimidad, particularmente en la poesa de Ana Cristina Cesar. Este
concepto, sin embargo, ya haba sido acuado por el psicoanalista Jaques Lacan en La tica del psicoanlisis
en 1958, y alude a aquello que siendo muy ntimo y familiar se convierte a la vez en algo radicalmente
extrao.
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objetivismo del proyecto constructivo modernista- dieron cuenta del rechazo a un concepto
de sujeto tradicional pleno, dueo de la razn y centro del universo.
Por otro lado, esta eleccin de Lispector, de recurrir a la transmisin de estados y
sensaciones, responde a una actitud de resistencia frente a una cultura del espectculo"
que estaba siendo promovida desde el Estado opresor a travs de los medios masivos de
comunicacin. Es decir, el reemplazo del antiguo relato por la informacin y de sta por la
sensacin a la que se refera Benjamin- no refleja, en el caso de esta escritora, la atrofia de
la experiencia; sino que en todo caso, la vuelta al sujeto y a la experiencia de una intimidad,
que en apariencia nada tiene de relevante, pretende no slo recuperar el vnculo y la
comunicacin con un lector-espectador que participa activamente del proceso de
construccin de la obra, sino que al mismo tiempo procura contrastar con la artificialidad
del discurso meditico.
Totalidades temporarias, sujetos ambivalentes, conscientes de poseer cada uno, un
saber incompleto e inadecuado sobre s mismo y sobre el mundo, y que slo consiguen
esbozar la apariencia de una, podramos decir, esencia o naturaleza que se configura a partir
de la exposicin ante un pblico. En tal sentido, la obra se presenta como un work in
progress en el que se despliega la potencia de una narracin proliferante, inacabada,
incluso, quizs insuficiente. Sin embargo, este mostrar a la obra en su hacerse muestra el
proceso a travs del cual es construida y de esa forma se desmonta la idea del arte como
valor y se disipa su idealidad (Laddaga; 2010: 8) Siguiendo a Laddaga, creo que es posible
sostener que fragmentos como estos renen y articulan una prctica de escritura con una
prctica de s mismo orientada a generar las condiciones bajo las cuales es posible alcanzar
una forma satisfactoria de existencia (2010: 73) Yo me constituyo al exhibirme, parecen
decir los narradores de La hora de la estrella y Agua viva; sin embargo la operacin de
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mostrar los hilos del artificio no pretende ser liberadora sino que muy por el contrario, la
intencin es dar cuenta de cierta tensin que habita en estas existencias desfiguradas, en
estas subjetividades daadas que, al tiempo que se muestran conscientes de su
insuficiencia e ignorancia son incapaces de exponer una experiencia completa que lo
percibe todo, lo conoce todo y lo puede todo.
La transgresin de Lispector consiste en deponer la lgica de lo codificado a partir
de, por un lado, las constantes intromisiones de Rodrigo SM, narrador de La hora de la
estrella, que deshacen la ilusin del arte. Es en este sentido en que la obra aparece abierta y
permeada por un exterior que ingresa a ella y, por lo tanto, la escritura se presenta como
devenir en el que un sujeto se muestra atravesado por vectores que desindividualizan y
multiplican sus discursos y narraciones.
La experiencia y la subjetividad intentan en estos relatos ser reconstruidas a travs
del contacto con un otro, que la mayora de las veces se encuentra ocupando espacios
marginales, fronterizos, no-lugares. En esas zonas se hallan, dispersas, aquellas
experiencias radicales de las que hablaba Blanchot; experiencias lmites, asociadas a la
locura, la sexualidad, la religin, el libertinaje, que han sido separadas por la cultura y
excluidas, encerradas en un afuera, silenciadas y recluidas. Sin embargo, en ese encierro
espera la desmesura, seala Foucault; en el aislamiento y en la soledad an es posible
esperar un nuevo lenguaje, un habla de confn, una libertad que slo es posible porque
aquellos sujetos que ocupan el desarraigo han abandonado su condicin de hombres, de
sujetos soberanos de su Yo (Foucault; 1989).
La propuesta de Lispector es y ser, entonces, la de escribir renunciando al ideal de
obra bella, a la riqueza de la cultura transmitida y a la validez del saber cierto de lo
verdadero. De esta forma, se impugna la categora de obra como constructo autnomo e
43
Referencias bibliogrficas:
Agamben, Giorgio. (2011). Infancia e historia. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora.
Benjamin, Walter. (1989). Experiencia y pobreza en Discursos interrumpidos. Buenos
Aires: Ed. Taurus.
Blanchot, Maurice. (1989). El diario ntimo y le relato en El libro que vendr. Caracas:
Monte vila.
---. (1996). El dilogo inconcluso. Caracas: Monte vila.
Buarque de Hollanda, Helosa. (2000). La participacin comprometida en el furor de los
aos 60 en Absurdo Brasil. A. Amante y F. Garramuo (comps.). Buenos Aires: Ed.
Biblos.
Foucault, Michel. (1989). El pensamiento del afuera. Valencia: Pre-textos.
Garramuo, Florencia. (2009). La experiencia opaca. Buenos Aires: Fondo de Cultura
Econmica.
Jay, Martin. (2009). Cantos de experiencia. Buenos Aires: Paids.
Lispector, Clarice. (2010). Agua viva. Buenos Aires: Ed. El cuenco de plata.
Sssekind, Flora. (2009). Literatura y vida literaria. Polmicas, diarios y relatos en
Vidrieras astilladas. Buenos Aires: Ed. Corregidor.
44
Tiberi, Olga
CIUNR
Por este cuento, El halcn verde y la flauta maravillosa, D. Moyano recibe en 1985 el Premio Juan Rulfo.
45
Imaginacin
D. Moyano escribe este cuento en los aos 80, e instala al narrador en ese pasado
desconcertante, donde late an la presencia de lo incomprensible. Sin embargo, los horrores
de ese pasado ya han sido conminados por las fulguraciones de una imaginacin que, de
continuo en la literatura de D. Moyano, inventa atajos que permiten que el dolor franquee el
umbral de lo indecible bajo la ptina del humor y la irona7. Precisamente, la imaginacin
recorta un espacio exiguo,- un apartamento en el barrio del Once, apenas ventilado por un
tragaluz. (Moyano, 1989:155) en la inhspita Buenos Aires de los aos 70 y all el
pensamiento se hace posible slo a travs de la imposibilidad de pensar (Agamben,
2010:50); una imposibilidad que convoca las imgenes de la memoria no slo para
modificar la historia vivida, sino, sobre todo, para poder contar esa historia y de este modo,
tal vez, conjurar los fantasmas de un presente exiliar. En ese marco el protagonista recuerda
aquella bandita que mientras sus msicos tocaban, los efectos del Estado de Sitio
desaparecan y la gente reunida a su alrededor poda opinar, informarse y comprar globos a
los chicos como si se tratara de un da de fiesta en un pas libre (1989: 156).
La imaginacin, lugar de fractura y de recomposicin entre lo individual y lo
impersonal, lo mltiple y lo nico, lo sensible y lo inteligible, hace posible la historia
resistiendo la voracidad de un presente que irrumpe en la historia del pas y
paradjicamente, da lugar a un tiempo de aoranzas. stas constituyen el verdadero milagro
puesto que ese pasado sobreviene intacto para mitigar los rigores impuestos por la dictadura
militar: El verdadero milagro, a esas alturas, era la bandita de mi puebloBandita de
7
Mediante estos procedimientos, la actividad creativa de D. Moyano, evita que las imgenes, -hechas de
tiempo y memoria-, se vuelvan espectrales; por el contrario, la literatura de este escritor constituye un
continuo acto de restitucin de vida al caudal de una imaginera que la escritura custodia y conserva.
46
Tiempo
Al respecto, G. Agamben, afirma: contemporneo es aquel que percibe la oscuridad de su tiempo como
algo que le incumbe y no cesa de interpelarlo, algo que, ms que cualquier luz, se dirige directa y
singularmente a l. Contemporneo es aquel que recibe en pleno rostro el haz de tiniebla que proviene de su
tiempo, Agamben, G., Qu es lo contemporneo. En Agamben, G, 2011, Desnudez, Bs.As., Adriana
Hidalgo editora, pg. 22.
47
48
Mi jardincito estaba en florCada da tocaba para esas flores la nica leccin que
saba bien, la ms fcil del Mtodo por supuesto Y siempre a la misma hora, para que
aprendiera a esperar el sonido. En los miedos nocturnos ellas estaban presentes, me
aterraba lo que pudiera pasarles en caso de derribo de puertas con irrupcin nocturna y
rotura de muebles e instrumentos (1989:164).
se acerc y me coloc los dedos en la posicin necesaria para tocar un re. Ahora
sople y toque siempre este re hasta que esto se acabe, dijo muy agitado. Mi re limpio y
cristalino, concordaba maravillosamente con las notas que tocaban los dems
instrumentosMientras soplaba mi nota solitaria intu que sin la presencia del Falcon
difcilmente me hubieran admitido en la bandita (1989:175).
Esta expresin corresponde a J. L. Nancy quien en Conloquium detalla una descripcin etimolgica del
trmino cum para sealar que su uso lingstico no remite a una situacin de pura concomitancia; por el
49
por eso inconfesable (Blanchot, 1992: 72)10 que significa la prdida de la libertad y, en
consecuencia, el arrojo y la tenacidad imprescindibles para salvar la vida:
Memoria
50
entre la simple vida natural, confinada al recinto del okos, y la vida polticamente
cualificada, correspondiente al mbito de la ciudad; el yo narrativo ya ni siquiera intenta
aferrarse a una identidad, sino simplemente a su propia potencialidad, a la posibilidad de
cada rastro musical abandonado en la intemperie del espacio.
En este sentido, la huella del sonido, inapresable, se retrasa en la escritura y hace de
la literatura de D. Moyano la exposicin paradigmtica de una vida inseparable de su
propia forma que cifra y descubre, padece y resiste, en s misma, los ardides de la historia.
Esta relacin entre sonido y escritura y el yo narrativo con su otro, se profundiza en
Tiermusik;11 en ese relato la figura de un animal:
pequeo reptil que no se parece a ninguno de los conocidos,es como si oyeran con la
piel, no puede vivir sin libertad, de naturaleza provisional, que andaban
transitoriamente por el mundo y acabaran algn da convertidos en puro sonido. Ni
siquiera se los puede nombrar dignamente (1989:192-3).
Este animal, sin nombre o con nombres intraducibles que no ha sido normativizado
por la convencin de la palabra pasa a formar parte de la vida personal del msico, sin que
ello fuera extrao porque, otra vez, lo verdaderamente inslito era entonces la realidad
cotidiana (1989:192).
El yo-narrativo se convierte en la realidad de su husped:
cada vez que me he preguntado por qu acept tan fcilmente la insercin de ese
animal en mi vida particular, las respuestas posibles decan por una parte que el
11
Tiermusik. En Moyano, D., El trino del diablo y otras modulaciones, op.cit., pg. 189-200.
51
animalito pas por gravitacin natural y sin ninguna clase de violencia a formar parte
de mi vida personal, a integrar ese conjunto de cosas casi no sentidas, por estar
demasiado prximas, que constituyen esa especie de refugio del mundo externo que es
cada uno; por la otra, que el bicho significaba una nueva violencia, un sometimiento
ms, otro paso hacia la prdida de una libertad cada vez ms difcil de mantener
(1989:193).
Si me siento obligado a decir algo, a sustituir con palabras intiles este silencio que es
mi sobrevivencia, digo cosas que parecen incomprensibles y en general no s nada de
nadapero yo slo s expresarme con sonidoses como si todo estuviese acabando,
sin esperanza de nada. Pese a todo, yo mantengo unala de salir. Si pudiera, saldra de
este pueblo, huira hacia mi tierra natalPero hay una dificultad insuperable: sta es
mi tierra natal (1989: 198-200).
metafsico12; por otro lado, no solo deconstruye la supremaca de lo humano por sobre lo
animal y de la razn por sobre la fantasa: ms an, el carcter indiscernible del animal,
quiz producto del microclima de esta regin aislada en un pas inabarcable (1989: 192),
impugna la capacidad ontolgica del ser y releva, en el relato, lo otro, lo monstruoso e
imposible de denominar con la palabra. Pero, solo aquello que est fuera de toda norma,
tiene como Tiermusik posibilidades de saltar sobre sus propios sentidos, que es la
condicin indispensable para poder cambiar el sentido del mundo. Nosotros no podemos
hacerlo por una razn muy simple: estamos al final de la aventura (1989:199).
Sin embargo, a veces, el narrador consigue ser enteramente un Tiermusik y
entones, consigue divisar a lo lejos el contorno milagroso, de esa nueva tierra natal, un
lugar entramado con los sonidos de la msica que, a manera de incesante ritornello anuncia
el regreso a casa de Daniel Moyano.
Conclusiones
12
Este desencuadre de la visin del mundo, -contaminacin incesante entre el adentro y afuera, revela el
espesor de una trampa metafsica: no hay un lugar desde donde se pueda salir; excepto en el desvanecimiento
mismo del sonido. El mundo, tal como afirma S. Agacinski, no es una caverna porque carece de afuera
Agacinski, S., 2009, El pasaje: tiempo, modernidad y nostalgia, Bs. As., la marca editora, pg.151. Por el
contrario, el mundo es un inmenso espacio abierto, donde an vibra, inscribindose, la msica de D. Moyano.
53
lo que queda y excede, fuera de todo clculo, incontrolable y siempre inapropiable ante los
agrimensores del poder y del olvido.
La escritura de D. Moyano, inscribe en cada letra su propia otredad: el sonido
obliterado por el grama, el silencio mismo desde donde brota la palabra y con ella, una y
otra vez, los fragmentos de una realidad impronunciable.
Referencias bibliogrficas
AAVV. (2005). Daniel Moyano. El musiquero del diablo. Dossier Revista Oliverio, Ao
2, N 9, Abril /Mayo. Bs. As., pgs.21-28.
Agacinski, S. (2009). El pasaje: tiempo, modernidad y nostalgia. Bs. As., la marca editora;
Agamben, Giorgio. (2010). Ninfas, Valencia. Editorial Pre-Textos.
---. (2011). Qu es lo contemporneo. En Desnudez. Bs. As., Adriana Hidalgo editora.
Blanchot, Maurice. (1992). La comunidad inconfesable, Mxico, Editorial Vuelta.
Esposito, Roberto. (2003). Communitas, Bs. As., Amorrortu/editores.
Moyano, Daniel. (1989). El halcn verde y la flauta maravillosa / Tiermusik. En
Moyano, Daniel. (El trino del diablo y otras modulaciones, 2da. edicin, con prlogo de
Augusto Roa Bastos, Argentina, Ediciones B.
54
huy sin darme tiempo a que copiara sus rasgos, expres Jos Mart en el
prlogo a Versos libres. Enunciado paradigmticamente moderno, que delata un momento
de crisis coyuntural, donde el poeta se constituye como testigo de su poca. Vivi una etapa
de consolidacin de una nueva cosmovisin a partir de la hegemona de la razn sobre la
verdad revelada por Dios. El mundo deviene inmensamente grande y ya no hay totalidad
posible. En el horizonte interpretativo de Mart, la tierra tiene prisa y los hechos se suceden
55
vertiginosamente. Otra expresin potica de este escritor que condensa el perodo es Dios
anda confuso (2005: 70).
El ttulo de este trabajo plantea una lnea de lectura que surge de la confrontacin
entre Pollice verso (memoria de un presidio) y Mis versos. Podemos pensar el prlogo
primer lector y crtico de la obra como el espacio donde el autor realiza el pacto con el
lector estableciendo un horizonte comn de significaciones.
El trabajo de lectura realizado se fundamenta en el concepto de tica de la poesa
que sostiene el escritor cubano Emilio de Armas, quien argumenta que la principal
bsqueda de Mart fue integrar la forma al pensamiento. Aqu, nuestro punto de partida:
observar la importancia que el poeta le otorga al tratamiento formal debido a que el tiempo
moderno repercute no slo en el campo semntico sino tambin, y con mayor intensidad, en
el sintctico.
La modernidad, en palabras de Marshall Berma, es entendida como una forma
de experiencia vital la experiencia del tiempo y el espacio de uno mismo y de los dems,
de las posibilidades y de los peligros de la vida- que comparten hoy hombres y mujeres
(1988: 1). Jos Mart madur esa experiencia a partir de dos adjetivos: vertiginoso y
fragmentario. As vemos como, en el Prlogo al Poema del Nigara, la ruptura de la
concepcin del mundo se refleja con intensidad. La nueva cosmovisin se reconfigura
cuando los valores tradicionales entran en un clima de incertidumbre y de inestabilidad. Los
antiguos modelos ya no representan porque se pierden las dimensiones picas y colectivas
de la literatura. Es en esta coyuntura histrica que emerge el modernismo. Al referir a ste,
el crtico ngel Rama afirma que se trata de un conjunto de formas literarias que
56
13 Concepto desarrollado por Emilio de Armas en el artculo titulado: Jos Mart, poeta de la emigracin.
57
desde el primer verso se encuentra paralizado e imposibilitado para huir por las brbaras
imgenes que sobreviven en su retina.
La vida en la metrpolis, que experimenta Mart durante su exilio en Nueva York, le
permite percibir una nueva temporalidad. Esa vida urbana le provoca fascinacin y espanto
a la vez. En la crnica titulada El puente de Brooklyn, se observa ms bien una fascinacin
ante semejante construccin de hierro que cuelga frente a sus ojos. En cambio, en Pollice
verso, predomina un sentimiento de horror al ver una sociedad de esclavos. Como afirma
Emilio de Armas, el yo potico asume el rol de gua o conductor de las masas. Esto se
ejemplifica con los siguientes versos: Alza, oh pueblo, el escudo porque es grave / cosa
esta vida (1983: 46). Dicho rol se observa tambin en el poema A Leonor Garca Vlez,
donde aparece claramente reflejada la responsabilidad que Mart senta con respecto a sus
conciudadanos. Ese dolor sublime / de llevar sobre el hombro a un pueblo esclavo (1983:
243). La figura del cubano evoca tanto al poeta como al revolucionario.
Retomando el anlisis formal del poema, llama la atencin que seguidamente al
sentimiento de espanto suele aparecer el llanto. En el poema seleccionado, ante la
monstruosa imagen de sierpes que se arrastran simbolizando la sociedad alienada surgen las
lgrimas. Interesa analizar el dolor en relacin con el tiempo a partir de una impresin
personal. Ante una primera lectura de Versos libres, resalta un gesto: un hombre que se
oprime la frente con las manos y que de sus ojos brotaba un raudal de lgrimas. Si bien esta
imagen slo aparece en el poema Hierro, da la sensacin de permanecer a lo largo del
poemario. La relectura del mismo, permite observar que el llanto aparece siempre ligado a
imgenes de un mundo fetichista, superfluo, alienado. La figura de ese hombre est
asociada a una ruptura temporal: ante el contexto de urgencia y fluctuacin, caracterizado
58
59
mismo para otorgar el sentido de espectador pasivo. Esto puede verse en una serie de
versos: Pero miran! Y a aquel que en la contienda / baj el escudo, o lo dej de lado, / o
suplic cobarde, o abri el pecho / laxo y servil a la enconosa daga / del enemigo, las
vestales rudas / desde el sitial de la implacable piedra / donde condenan a morir (1983:
47). Se trasluce la idea de que o se pelea por la libertad o se muere.
Puede rastrearse una correlacin a nivel retrico de la experiencia de la
temporalidad en dos figuras: el encabalgamiento y el hiprbaton. Sal Yurkievich sostiene
que El lenguaje lineal y temporal del hombre resulta incompatible con la simultaneidad
tempoespacial del universo (1976: 18). Por esta razn, Mart apela a ambos recursos para
poder describir la realidad reflejando la tensin del mundo en el verso.
El encabalgamiento es entendido como aquella unidad de sentido que no cabe
dentro de un verso y se desborda en el verso siguiente (Marchese y Forradellas, 2007:
119). Se caracteriza por un aumento de la intensidad emotiva donde predomina el ritmo del
verso sobre el de la sintaxis. Podemos pensar entonces que esta figura retrica revela la
urgencia de la modernidad debido a que impone un ritmo precipitado. Un claro ejemplo de
esta figura retrica son los siguientes versos: Veis los esclavos? Como cuerpos muertos /
atados en racimos, a vuestras espaldas / irn vida tras vida, y con las fuentes / plidas y
angustiosas, la sombra / carga en vano halareis (1983: 46). Esta sucesin de
encabalgamientos permite percibir una sensacin de desborde, de celeridad que atropella y
nos impulsa hacia adelante (la misma que Mart siente al relacionarse con el mundo). Esa
forma impone el tiempo de la inmediatez.
61
62
Referencias bibliografas
Estudios
63
Yurkievich, Saul. (1976). Para dar vida al orbe entero en Celebracin del modernismo.
Barcelona: Tusquets editor.
64
El presente trabajo tiene por objeto hacer una lectura crtica de la crnica actual con
relacin a ciertos momentos capitales en que la crnica marc un momento y cristaliz en
un modelo: la crnica modernista.
Para ello proponemos realizar un estudio comparativo que ponga en dilogo dos
crnicas: La primera, perteneciente a Rubn Daro, recopilada en los Escritos Inditos cuyo
ttulo es: La Victoria de Samotracia; la segunda pertenece al escritor brasileo Caio
Fernando Abreu, y se titula: Frida Kahlo. El martirio de la belleza.
Estas dos crnicas sern analizadas a partir de los siguientes ejes de trabajo: 1) La
situacin de las crnicas actuales en el marco de las tradiciones latinoamericanas; 2) Las
representaciones de la urbe; 3) La exploracin del espacio subjetivo, y 4) La crnica como
cruce de autoridades provenientes del campo del periodismo y de la literatura.
65
con la esttica del lujo), ya sea recorriendo las calles y trazados de las urbes en crecimiento
al calor de los procesos de modernizacin que dejaban atrs los diseos de las aldeas, o
descubriendo las orillas y suburbios en donde se agolpaban los sectores marginales a estos
procesos de modernizacin; la crnicas de Abreu, en cambio, presenta una ciudad
caracterstica del capitalismo tardo, de la sociedad posindustrial, arrasada por las polticas
neoliberales de los noventa. La dialctica de la modernidad cedi su lugar a una ciudad
descrita desde el modelo que supo imponer Blade Runner, es decir una ciudad cubierta
por los deshechos, bajo una lluvia cida, en la cual el futuro ya no ofrece un paisaje
convocante.
La crnica fue, sin duda, el gnero moderno que incubaron los modernistas y que
supo mostrar desde su retrica del paseo los avances y retrocesos de la modernidad, sus
puntos luminosos y los oscuros, es decir la dialctica de la modernidad tal como asegura
ngel Rama.
Al analizar la crnica de Rubn Daro, vemos claramente un flneur que desde su
retrica del paseo nos muestra la ciudad anhelada: la esplendida Pars, y esto lo hace para
hablarnos de Arte: La Victoria de Samotracia. No tiene cabeza; pero quin no siente un
influjo inmenso y ardoroso de sus ojos invisibles (1938:44).
Al hacer un anlisis comparativo de las crnicas propuestas, podemos observar
claramente los recorridos dispares que realizan, Rubn Daro a finales del siglo XIX y Caio
Fernando Abreu en las postrimeras del XX.
En el caso de Rubn Daro, para introducirse en la descripcin de la Victoria de
Samotracia, realiza un gran circunloquio bipartito que nos permite viajar por la urbe griega
en primera instancia, y luego nos invita a recorrer la urbe parisina de finales de siglo, es
decir, el cronista, nos propone un paseo por Atenas en tiempos de Cimn durante el regreso
68
de los vencedores que han levantado la gloria del nombre ateniense; nos muestra las
alabanzas realizadas en nombre de la gran Palas, los cnticos que recorren la ciudad, el
gora, el templo, el santuario de mrmol, el Parthenn, la Acrpolis. Por otro lado, Pars, y
un paseo por el museo Louvre, donde puede observarse la majestuosa Nik que le permite
comprender el arte Helnico. Daro es un flneur que exhibe los valores de las metrpolis y
critica sin tapujos el mal gusto con el que se dispone a la obra de arte: A pesar del mal
gusto con que se le ha decorado el recinto donde se halla, se muestra en todo su esplendor
(1938: 44).
Por otro lado, en la crnica de Abreu, si bien nos encontramos con la figura de un
cronista que recorre la urbe el cine de Sao Paulo, las libreras de Saint- Germain des Prs,
de Amsterdam, Miln y Oslo-; Sin embargo, su recorrido culmina en las ensoaciones de
un escritor intimista resguardado en el espacio privado.
Paso noches largas, difciles, el sueo escaso, entre fragmentos febriles de sudores y
pesadillas, asombrado por Frida Kahlo. Lloro mucho. No consigo terminar el libro, no
consigo parar, no consigo seguir adelante (1996:189).
En Pars, hace tres aos, caminando por una muestra de arte mejicano, de repente tuve
una especia de vrtigo. Qu extrao, no vena de adentro de m, sino que emanaba de
un punto en la pared. Mir: era una explosin de colores primarios, brillantes,
exagerados. Era una de las decenas de autorretratos de Frida Kahlo. Amarillo, rojo,
verde, lila. Tuve fiebre, despus (1996:188).
70
observada en algunas crnicas de Rubn Daro, se extrema en las crnicas de Abreu. As, si
por un lado encontramos la figura de un cronista que recorre las calles de Sao Paulo; por el
otro podemos leer claramente las ensoaciones de un escritor intimista que se resguarda en
el espacio privado; entre los recorridos por las calles urbanas:
71
72
Conclusiones:
Este breve trabajo comparativo nos ha permitido echar luz sobre algunos de los
mecanismos que operan en la crnica actual y marcan una notable diferencia con respecto
al momento constitutivo del gnero: la crnica modernista.
Como pudimos observar la crnica actual posee rasgos particulares, que marcan una
gran distancia de la crnica modernista. En aquella, ya no encontramos ureos
ornamentos, sino con la oscuridad, los restos y deshechos resultantes de las polticas
neoliberales de los `90. Es decir, ya no se muestran, cual exposicin de escaparate, los
lujos de la ciudad, sino que se ponen de manifiesto los residuos txicos de la era global: la
soledad y la enfermedad.
Del mismo modo se puede apreciar la tensin producida en la crnica
contempornea, entre los recorridos urbanos caracterstica primordial del paseante
modernista- y una autobiografa ntima que pone de manifiesto un mundo no explorado por
la crnica decimonnica. En otras palabras, podemos decir, que el cronista actual es un
paseante que no slo recorre la urbe, sino que tambin se introduce, sin reparos, en su ms
profunda intimidad.
Para concluir, vale aclarar, que los ejes que planteamos en este anlisis no son
exhaustivos ni mucho menos concluyentes, sino que tienen como propsito ser el inicio de
un estudio mayor.
73
Referencias Bibliogrficas
74
ROSA
Cuando escribe yo haba visto tender nos remonta a la idea de un viaje al pasado un
retorno a la imaginacin y conciencia de uno de sus personajes Miguel Vera que l utiliza
como medio de expresin en su proceso de enunciacin. Esta idea de vuelta a partir de un
77
viaje Guimares lo representa con una mirada a travs de la hija de soroco en uno de sus
cuentos de la siguiente manera: La joven, entonces, torno a cantar, vuelta hacia la gente, al
aire, su cara era un reposo estancado, no quera darse en espectculo, ms representaba
grandezas de otros tiempos, imposibles (Guimares, 2001:357). "la grandeza de otros
tiempos", y "la vuelta hacia la gente" nos remonta en una vuelta al pasado a partir de una
juventud presente que hace que observemos una mirada viajera que se proyecta tanto en
guaranes (paraguayos) como antropfagos (brasileos).
Dentro de una concepcin de tiempo-espacio podemos abordar el viaje en la obra de
Roa Bastos y Guimares, como un observador que est all presente, y que no pasa
desapercibido, puesto que a travs de su retina, e imaginacin plasma el tiempo, y el
espacio, como fuentes de ingenio en sus narraciones El tren se detuvo. Se repiti lo de
itap. Los pasajeros suban y bajaban alborotando el pasillo (Roa Bastos, 1969:56). La
parada del tren nos enfoca en un proceso de observacin puesto que el escritor plasma el
tren se detuvo para esclarecer sus ideas sobre lo que va a acontecer en el transcurso del
viaje, ya en Guimares la parada del carro es el principio de cmo abordar el viaje, ese
viaje con grandes ideas que l utiliza como parte de sus cuentos: Aquel carro se haba
detenido desde la vspera en los rieles suplementarios, haba llegado con el expreso de ro y
all estaba en el desvo, el de adentro de la explanada de la estacin (Guimares Rosa,
2001: 355). He aqu cmo tambin se manifiesta la parada dentro del viaje, que es
importante para abordar una visin de creador, en este caso por parte de Guimares, pues
no hay que olvidar que entre las caractersticas del viaje tenemos las siguientes: parada,
partida, y llegada, ests tres caractersticas se amalgaman y nos dan una nocin de viaje.
78
De acuerdo a la concepcin del viaje como forma de vida, el regreso es una constante
en la narrativa de los literatos citados. De acuerdo a la proposicin podemos hacer la
siguiente comparacin en cuanto al regreso.
ademanes, una necesidad humana, como dejar a un lado esa imagen de un ademn
amalgamado a una palabra, como el adis que se ve reflejado en el vaivn de nuestras
vidas, y que la literatura hace transmitir por medio de ideas, y acontecimientos, y que sirve
para comparar, y demostrar, como lo plantea cada literato: "Sin alegra nuestro padre se
cal el sombrero y decidi un adis" ( Guimares Rosa, 2001: 360). Ese adis narrado por
Guimares Rosa nos demuestra la bsqueda de escape a situaciones incompresibles o
demasiado humanas para ser entendidas. Mientras tanto el adis lo plasma Roa Bastos de la
siguiente manera: "Adis, Edelmira, Coca! Grite a mis hermanas, para que se me
desinflara el pecho, pero mirando en realidad hacia donde estaban Lagrima y Esperancita
(Roa Bastos: 1969:53). Esta idea del adis es una realidad tambin del exilio, y la dureza
de las pocas en proceso de cambios en Suramrica, de estos momentos de transformacin,
problemas de exilio, y destierro que le toco vivir a Augusto Roa Bastos lo plasma de la
siguiente manera, y ustedes, De dnde vienen?- pregunt del destierro (Roa Bastos,
1969: 54). El destierro no solo influye en su obra sino que est en su piel, puesto que no
hay que olvidar que por cuestionamientos polticos tuvo que abandonar su pas pues poco
despus de su regreso de gran Bretaa por fuerza de la revolucin de 1947 tuvo que
abandonar su pas poco despus de regresar al pas, fue forzado al exilio tras la Revolucin
de 1947, cuando se orden su arresto, hecho que lo obligara a vivir en el exterior por ms
de cuarenta aos, de los cuales los primeros treinta transcurrieron en Buenos Aires (2004:
12).
En una cercana ms particular observamos la concepcin del ro por parte de Roa
Bastos, y Guimares Rosa. Ellos con su visin de mundo ven al ro como un gran smbolo
en la vida humana, es decir, el ro se manifiesta a partir de las narraciones anteriormente
mencionadas El ro por ah se extenda grande, hondo, callado siempre. Ancho de no
80
poderse ver la otra orilla (Guimares Rosa, 2001: 360). El mismo Guimares Rosa toma el
ro como smbolo de viaje en la vida, y asocia o compara al ro
Rosaesa visin por parte de los espectadores del viaje del viaje es vista de la siguiente
manera alguien dio el aviso:- Ah vienen! Apuntaban de la calle abajo donde viva
Soroco (Guimares Rosa, 1969: 365).
El viaje como forma de vida, explica muchas condiciones del ser, puesto que la
vida es un viaje, y algunos hacen de este viaje por la tierra algo especial, como el recolectar
las ideas de las culturas populares, las vivencias del proletariado, y a partir de este
recolectar luego hacer un proceso de seleccin y plasmar las ideas para rescatar la voz
desplazada de las culturas tanto Guaran como tambin el tup-Guaran a travs de un viaje
que ellos hicieron en su proceso de transformacin en la vida.
El viaje como forma de vida nos mantiene en una constante explicacin de lo
mundano basta con explicar que la asociacin entre viaje y familia, es decir, padre-madre,
he hijo estos se ven involucrados en un viaje por la vida que nos remonta a lugares,
personajes, que nos ofrecen un fuerte acercamiento por el mundo literario:
Slo se poda explicar que el hombre, la mujer y el nio al regreso del yerbal, al cabo
de su inconcebible huida por pramos de suplicio y muerte, hubieran logrado
refugiarse primero en el vagn, convertido, en su morada, en su hogar, y luego
empujarlo lentamente por el campo sin que nadie lo advirtela (Roa Bastos, 1969:100).
y el viaje: Nuestra madre pens, que iba a gritar pero persisti alba de tan plida mordi el
labio y bram- Te vas, puedes quedarte, no regresas nunca ms! Nuestro padre contuvo la
respuesta (Guimares Rosa, 1969: 360). Padre, madre, he hijo en el complejo viaje de la
vida, que es recurrente en la literatura es una clara visin de los pensadores que enfocan el
viaje y la familia para dar continuidad a sus relatos. Cuando enfatizbamos en el exilio, y la
guerra, y muchas otras cosas no podemos olvidar como los autores a partir de su
planteamiento literario nos dan un bosquejo de las relaciones humanas, y que aparece
caracterizado por esa extraa realidad que es la crcel. Ellos lo hacen notar de una forma
particular es decir, mezclndola con los vagones del tren para darnos una imagen con
seguridad del mundo del Serton que era mayormente gente muy pobre que terminaba en la
crcel, y que el autor rescata a partir de sus relatos cuando leemos la siguiente cita que
tomamos de su cuento Soroco, su madre, y su hija. As, repartido en dos, en uno de los
compartimientos las ventanas de rejas como en la crcel, para los presos (Guimares Rosa,
2001: 355). Comparamos este enfoque de Guimares Rosa con Augusto Roa Bastos; pues
ste ltimo nos deja un testimonio que recoge en su proceso de viaje como forma de vida
que es un gran legado para la literatura Paraguaya y en mayor apreciacin para la literatura
universal a travs de su obra Hijo de hombre nos deja un testimonio de ese viaje en el que
se cuestiona tantas cosas pero especialmente el rgimen poltico autoritario de su nacin y
lo refleja tambin como Guimares Rosa con la crcel: El teniente Jimnez es una vctima
del rgimen penal en nuestro pas! Y si as se muere en un penal militar, saque la cuenta de
cmo sern las crceles civiles, seor fiscal (Roa Bastos, 1969: 141). De acuerdo a la
comparacin se observa que los autores en su proceso de creacin se cuestionaban la
formacin poltica, social, y cultural de sus respectivos pases, que mejor ejemplo que
83
enfoquen en su viaje real, e imaginario las condiciones de un grupo de personas como las
del Serton, y Asuncin (Paraguay).
Tanto en Joo Guimares Rosa como en Augusto Roa Bastos, existe una gran
bsqueda de lo humano a partir del viaje como forma de vida, es un cuestionamiento de la
existencia que intentan abordar desde una perspectiva ideolgica para formular
una
apreciacin diferente del mundo. Es una constante transmutacin de signos de la vida de los
cuales se valen para buscar una salida a los grandes problemas humanos de la poca en que
les toc vivir su viaje y que Roa Bastos lo rescata al final de Hijo de hombre se manifiesta
esa gran bsqueda:
Alguna salida debe haber en este monstruoso contrasentido del hombre crucificado por
el hombre. Porque de lo contrario sera el caso de pensar que la raza humana est
maldita para siempre, que esto es el infierno y que no podemos esperar salvacin.
Debe haber una salida, porque de lo contrario (Roa Bastos, 1969: 220).
Ese viaje por la vida y lo mundano hace que la presencia y la bsqueda sean de la
Tierra sin mal. En Guimares Rosa, la bsqueda y el cuestionamiento de la vida a travs
del viaje se ve al final de su cuento La tercera orilla del ro cuando el personaje se
pregunta si es un hombre y busca una salida a su cuestionamiento de la vida de la siguiente
manera nos da esa imagen Guimares Rosa que lo comparamos con esa bsqueda de lo
humano lo cual lo encontramos en el final de su cuento La tercera orilla del ro:
Soy hombre, despus de este perjurio? Soy el que no fue, el que va a callar. S que
ahora es tarde, y temo concluir mi vida en la mezquindad del mundo. Pero entonces, al
84
He aqu como esa bsqueda es de gran comparacin para entender el viaje como forma de
vida pues, hay una constante pregunta en el trayecto de la vida.
Pginas de una reflexin extraordinarias son las que nos dejan un legado, no slo de
visin literaria sino tambin de reflexin humana. Puesto que no hay que olvidar que
escribir es un arte que todos no logran. La escritura es el arte que va ms all de nuestra
razn. Las pginas han servido como representacin fundamental de un viaje como forma
de vida a travs de la literatura.
Referencias Bibliogrficas
Diccionario Enciclopdico de las letras de Amrica Latina. (Delal). Tomo III: Letras O-Z,
Pginas: 3433-LVIII + 518.
Guimraes Rosa, Joo. (2001). Campo General y Otros Relatos. Mxico: Fondo de Cultura
Econmica. Seleccin y prlogo Valquiria Wey.
Homero. (1927). Odisea. Barcelona: Ediciones Montaner y Simn.
Roa Bastos, Augusto. (1969). Hijo de hombre. Madrid: Ediciones de la Revista de Occidente.
85
El ltimo poeta del perodo barroco fue una monja mexicana: Sor Juana Ins de la Cruz. Dos
siglos ms tarde, en esas mismas tierras americanas, aparecieron los primeros brotes de la
tendencia que devolvera al idioma su vitalidad.
Octavio Paz, El caracol y la Sirena (Rubn Daro)
Debido a que, como seala Jos Mart, hablar de (el poema) es hablar de la
poca que representa (2005: 73), en primer lugar, me gustara sealar que el significado
privativo de liberacin que se desprende de las obras de estos dos escritores est en estrecha
vinculacin con las coordenadas histricas particulares que atraviesan sus escrituras; puesto
que, si bien ambos se ubican dentro de la modernidad, a cada uno le corresponde momentos
precisos y particulares dentro ella.15 Separados entre s casi doscientos aos, Sor Juana,
monja mexicana, vive en el momento de transicin de la Edad Media a la Edad Moderna, lo
cual conlleva un cambio de cosmovisin (de la concepcin geocntrica a la heliocntrica) y
un desmembramiento de todos los principios seguros dentro de los cuales se resguardaba el
15
Tal como lo indica Marshall Berman, en el curso de cinco siglos [la modernidad] ha desarrollado una
historia rica y una multitud de tradiciones propias () que ha[n] sido alimentada[s] por muchas fuentes: los
grandes descubrimientos en las ciencia fsicas, que han cambiado nuestras imgenes del universo y nuestro
lugar en l; la industrializacin de la produccin, que transforma el conocimiento cientfico en tecnologa,
crea nuevos entornos humanos y destruye los antiguos, acelera el ritmo general de la vida (1988: 1-2).
86
Octavio Paz, en las Trampas de la Fe repara en que Sor Juana dice Alto Ser y no Dios. Esto equivale a
un desmo racionalista. No hay ni una sola alusin a Cristo. Dice Primera Causa o Autor del Mundo.
Tampoco dice que el alma ha sido creada por Dios, sino que es una centella, chispa del fuego divino. La
expresin no es cristiana, seala Paz, y tiene resonancias hermticas.
17
El sueo se aventura en una peregrinacin solitaria que busca quitarle las mscaras a las supuestas
revelaciones del ms all. (Contardi, 2007: 7).
87
En Primero Sueo se registra la Harmona quebrada del Universo, en el cual las habituales nominaciones
celestes quedan truncas. Por otra parte, Mart tambin da cuenta de la fragmentacin y convulsin que se
produce en la poca de modernizacin.
19
y juzgndose casi dividida [el alma]/ de aquella que impedida/ siempre la tiene, corporal cadena,/ que
grosera embaraza y torpe impide/ el vuelo intelectual con ya mide/ la cuantidad inmensa de la esfera, ya el
curso considera/ regular, con que giran desiguales/ los cuerpos celestiales (De la Cruz, 2007: 37-38).
20
El sueo es tambin copia de la copia, y Primero Sueo, el lugar de las reduplicaciones: as, por ejemplo, el
mar copia la luna, producindose una inversin del arriba y el abajo (Xirau, 1970).
88
llama ciencias profanas.21 En este sentido, resulta interesante reparar en que Primero
Sueo sea la primera poesa pura, es decir, no escrita por encargo. Por otro lado, podemos
pensar que, en el poema, este hecho es reforzado si recordamos la imagen de Nictimene
queriendo apagar las luces del convento. Pareciera instaurarse una especie de
desacralizacin que induce a que el Sueo se desarrolle a espaldas de lo habilitado por la
Iglesia, o bien, de la Teologa conocimiento supremo por esa poca-. Como indica Susana
Zanetti, El poema dice casi obsesivamente () [la] soledad sin el resguardo () que
puede dar la religin (1994: 156). La oscuridad de la noche se encuentra potenciada. De
hecho, el poema comienza con la presentacin de una sombra piramidal, funesta que
corresponde al mundo sublunar, donde hay corrupcin, pecado, y conceptos que comienzan
a quedar caducos, puesto que no consiguen dar respuesta a la osada de este alma que desea
ir ms lejos, superar la pirmide de sombra, y descubrir algo nuevo: un cosmos confuso,
con distancias inmensas y lmites difusos, que no se parece del todo al cosmos ptolomeico,
ordenado y finito. As, la sombra nacida de la tierra, que pretende escalar las estrellas, no es
capaz si quiera de llegar a la Luna: al superior convexo an no llegaba/ del orbe de la
diosa, (De la Cruz, 2007: 29), y queda suspendida, oscureciendo ms an el mundo
sublunar con el aliento denso que exhalaba.
A su vez, la penumbra de este espacio lbrego es incrementada cuando se evocan
ciertas figuras mitolgicas que fueron convertidas en otra cosa. La presencia de estas y
algunas otras transformaciones,22 conducen a que Ramn Xirau, en Genio y figura de Sor
21
En la Respuesta a Sor Filotea, a causa de tener que valerse slo de los libros para poder estudiar, sin tutores,
dice: Todo este trabajo sufra yo por amor a las letras Oh, si hubiese sido por amor de Dios, que era lo
acertado, cunto hubiera merecido! (De la Cruz, 1691).
22
Esas otras transformaciones se dan en funcin a la significacin de las pirmides (primero es pirmide de
sombra; luego aparece para dar cuenta del ascenso intuitivo del alma y, como contrapartida, de la vanidad de
ese ascenso; y en tercer lugar, est en consonancia con la torre de Babel, dando cuenta del fracaso del alma
intuitiva: blasfema, altiva torre); a la mutabilidad del conocimiento (que va de la visin intuitiva y total a la
89
Juana Ins de la Cruz, advierta que Primero Sueo,23 En varias ocasiones, y en especial
cuando sor Juana quiere describir el paso de la vigilia al sueo, la imagen es la de una
metamorfosis (1970: 79). En este escenario, aparecen los mitos de cambio: nos
encontramos en primer lugar con Nictimene -doncella de Lesbos que es convertida en
lechuza por enamorarse de su padre- que interviene anulando todas las fuentes de luz:
razn metdica y parcial); a la confusin del alma entre la eleccin de una y otra cosa (la duda); y tambin, al
paso de la noche al da, de la oscuridad a la luz (Xirau, 1970).
23
Ramn XIRAU dice de l: Poema-tiempo, Poema-mutabilidad (1970: 90).
90
estas
criaturas
que
fueron
perseguidas,
castigadas,
por
eso,
24
En uno de sus Romances, Expresa los efectos del amor divino, Sor Juana escribe: Mientras la Gracia me
excita/ Por elevarme a la Esfera,/ Ms me abate a lo profundo/ El peso de mis miserias./ La virtud y la
91
costumbre/ En el corazn pelean,/ Y el corazn agoniza/ En tanto que lidian ellas./ Y aunque es la virtud tan
fuerte,/ Temo que tal vez la venzan,/ Que es muy grande la costumbre/ Y est la virtud muy tierna./
Obscurcese el discurso/ Entre confusas tinieblas,/ Pues quin podr darme luz/ Si est la razn a ciegas?
().
92
93
Esto se destaca tambin en el siguiente fragmento del poema A Mara Luisa Ponce de Len (fuera de la
obra): Casto y profundo cual la noche, el verso/ Prefiere descoger las alas bellas/ Cuando la vida es paz, y las
estrellas/Alumbran el amor del Universo.
94
La noche en tanto lugar que resume la tensin entre Ciudad y Naturaleza, asume las
mismas caractersticas de la poesa, ya que El verso, dulce consuelo/ Nace alado del dolor
(Mart, 2004: 215) y Mientras ms honda la herida,/ Es mi canto ms hermoso (Mart,
2004: 215). Teniendo en cuenta esto, la noche es un excelente lugar para crear: las
vilezas/ Nos causan ms dolor, vistas a solas (Mart, 2011: 5); y permite el consuelo del
poeta, que es en la poesa donde mayor alivio encuentra.
A su vez, el poeta liga la liberacin a la sinceridad: la libertad, para ser viable
tiene que ser sincera y plena (Mart, 2003: 122) seala en Nuestra Amrica. Y es en el
espacio de la noche cuando el hombre tiene la posibilidad de ser ms sincero consigo
mismo, ms libre espiritualmente hablando, donde tiene la posibilidad de reconquistarse trmino empleado en prlogo al Poema del Nigara-. Por ejemplo, si reparamos en el
poema Yo sacar lo que en el pecho tengo, de Versos Libres, notaremos que frente al
resto, y en el da, el poeta soporta sus dolores, sufre por tener que contenerlos en su pecho
hasta el punto de teir su rostro con sangre propia para no dar miedo a los dems;27 en
cambio, interiormente
sufrimientos: es en la noche cuando el poeta puede liberar el llanto provocado por los
pesares del da, de ser realmente como se es: Duele mucho en la tierra un alma buena!/ De
da, luce brava: por la noche/ Se echa a llorar sobre sus propios brazos (Mart, 2004:
163).
Pero del alivio de la noche se regresa, luego, al dolor que ocasiona la ciudad:
Luego que ve en el aire de la aurora/ Su horrenda lividez, por no dar miedo/ A la gente,
27
Para Mart, el poeta debe ahorrarles dolores al hombre. Por eso, remarcando afinidad y empata con Walt
Whitman, dice: Pero cuando en la clara media noche, libre el alma de ocupaciones y de libros, emerge
entera, silenciosa y contemplativa del da noblemente empleado, medita en los temas que ms le complacen:
en la noche, el sueo y la muerte; en el canto de lo universal, para beneficio del hombre comn (2010:
280-281).
95
con sangre de sus mismas/ Heridas, tie el miserable rostro,/ Y emprende a andar, como
una calavera/ Cubierta, por piedad, de hojas de rosas! (Mart, 2004: 163).
Este trnsito por los opuestos, por el da y la noche, la ciudad y la naturaleza, la
muerte y la vida son necesarios para poder contemplar lo Uno, el Todo, es decir, para poder
vislumbrar las leyes constantes del Universo. Por eso Mart insiste: El hombre debe abrir
los brazos, y apretarlo todo contra su corazn, la virtud lo mismo que el delito, la suciedad
lo mismo que la limpieza, la ignorancia lo mismo que la sabidura, debe fundirlo en un
corazn como en un horno (2010: 278).
La noche, siendo momento de creacin ms grato, es tambin el espacio-tiempo en
el cual se lucha contra el academicismo; puesto que all est el poeta cumpliendo con el
propsito que le concierne a cada hombre: Cada hombre trae en s el deber de aadir, de
domar, de revelar. (Mart, 2010:300). El hombre, tiene el deber de abolir lo estatuido y de
acabar con las repeticiones. Por eso en Acadmica de Versos Libres el yo lrico exclama:
Ven, mi caballo, con tu casco limpio/ A yerba nueva y flor de llano oliente (Mart, 2004:
95). La poesa debe responder o seguir el curso y la potencia de la Naturaleza Como
penacho de fontana pura/ Que el blando manto de la tierra rompe (Mart, 2004: 95).
Consecuentemente, la Ley Natural exige del poeta libertad espiritual; lo cual tiene, a su vez,
una contrapartida formal: la necesaria liberacin del verso: pues, el verso debe poder
adaptarse a cada estado de alma. Existe una ntima filiacin entre el alma del poeta y la
poesa: Arpa soy, salterio soy/ Donde vibra el Universo: Vengo del sol, y al sol voy:/ Soy
el amor: soy el verso! (Mart, 204: 203). Se evidencia aqu la unidad entre el hombre, la
96
Referencias Bibliogrficas
28
Esta Unidad que el hombre logra en la noche, integrndose a la Naturaleza y al Universo mediante su
poesa, es opuesta a la fragmentacin del sujeto que supone la ciudad, la vida moderna, y tambin, el da: De
tierra, a cada sol mis restos propios/ Recojo, presto los apilo, a rastras,/ A la implacable luz ya los voraces/
Hombres, cual si vivieran los paseo: () (Mart, 2004:162).
97
(2011).
Flores
del
destierro,
Librodot.
Disponible
en
internet:
http://es.scri8bd.com/doc/56408182/Flores-del-destierro-jose-marti.
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Econnimca.
Xirau, Ramn. (1970). Genio y figura de Sor Juana Ins de la Cruz. Buenos Aires:
Editorial Universitaria de Buenos Aires.
98
99
29
Nos referimos a su obra Tientos y diferencias, editado por Calicanto en Buenos Aires y a un conjunto de
conferencias dictadas en el Ateneo de Caracas, discursos pronunciados en La Habana, artculos escritos en
100
una belleza insurrecta e insumisa a los dictados de las modas y del poder de las tradiciones
europeas integrando una reflexin acerca del valor de las tradiciones orales, del folklore y
la msica popular. Esta visin no impide, sin embargo, que logre con maestra comprender
y unir su anlisis de lo propio al estudio de las obras de la literatura y las artes europeas en
una brillante especulacin terica sobre las formas literarias. Sus lecturas de Wherter, Max
Broch, Huysmann, su profundo conocimiento sobre obras musicales como las de
Stravinsky y la erudicin que demuestra en pintura y en arquitectura ante obras de Gustave
Moreau, o en su reconocimiento de las fantsticas curvas y colores de la Capilla Sixtina
confluyen en un proceso de transculturacin muy compleja con el arpa venezolana, la
santera de Cuba, los cantos de los igos de Cuba, el Popol Vuh y los lienzos de Wilfredo
Lam. Esta conjuncin entre el saber de un letrado cosmopolita y la de un agudo observador
de las races de Latinoamrica componen un sistema de percepcin de la creacin cultural
que reconoce lo bello, lo nuevo, la tradicin y la renovacin de la narrativa con singular
audacia y talento.30 Comprende el mestizaje, la asimilacin recproca de culturas sin dejar
de pronunciarse por la diferencia de nuestro continente con respecto a Europa al afirmar
que, desde el Popol Vuh, toda la creacin artstica fue barroca. Esta tajante aseveracin
otorga consistencia a una cultura que produce sus propias denominaciones a lo innombrado,
a lo que no se ha dicho pero tambin a lo que ha sido instituido como barroco histrico por
diversas Revistas de Amrica Latina, prlogos a ediciones de textos y ensayos crticos publicados en libros
tales como Amrica Latina en su msica, editado por Siglo XXI, entre otros escritos.
30
Consideramos el trmino transculturacin tal como fue definido por Fernando Ortiz en su obra
Contrapunteo cubano del tabaco y el azcar diferente al de aculturacin al que este autor le otorga la
significacin de trnsito de una cultura a la otra. La transculturacin es observada por Ortiz como una
intrincada transmutacin de culturas y tambin como un proceso dinmico que comienza con la desaparicin
de las comunidades originarias de la isla de Cuba en el perodo de la conquista. La caracterizacin de culturas
desgarradas, el empleo del concepto de sincretismo al referirse a los africanos arrancados de sus lugares
originarios y a las continuas migraciones de desarraigados de diversas naciones produce lo que Ortiz
denomina sntesis de transculturacin p. 86,87. Retomado luego por ngel Rama en su texto
Transculturacin narrativa en Amrica latina este trmino permite comprender el mestizaje de formas
culturales en sociedades que modifican sus ritmos vitales a travs de historia y analizar en estos contextos las
respuestas de los escritores y sus obras en una dinmica de cambio constante.
101
los europeos para situar el barroquismo del continente como una creacin original con
jerarqua superior a la europea y que junto a la frondosa naturaleza americana, su ceiba y
sus abigarradas floraciones logra obtener su propio estatuto en la cultura universal. Si bien
el concepto del realismo mgico fue acuado en 1925 por el crtico de arte Franz Roh al
referirse al post expresionismo alemn en el que observaba el milagro de la existencia en su
imperturbable duracin no puede objetarse la creatividad y originalidad de Carpentier al
referirse a lo maravilloso como inherente a Amrica Latina, en este sentido tomamos
distancia del modo en que Emir Rodrguez Monegal caracteriza el trmino como un error
de Carpentier al afirmar que este autor no repara en la procedencia europea del trmino.31
La virtud de Carpentier reside en, precisamente, la inversin de la mirada europea ante la
naturaleza y la cultura de Amrica Latina ya que es precisamente el regreso del americano a
su propia tierra lo que le hace percibir y entender su cultura. Es la confrontacin con
paisajes lejanos, China, Irn, Europa la que motiva al creador latinoamericano a valorar y a
tomar conciencia de sus propias cosmogonas cuando afirma en De lo real maravilloso
americano: Vuelve el americano a lo suyo, se deslumbra, se maravilla y empieza a
entender muchas cosas. Ante Bernal Daz del Castillo descubre que su crnica supera al
Amads de Gaula al descubrir un mundo de frutos, vegetales y aves jams conocidas por el
hombre europeo. El americano lleva sobre sus espaldas una historia de treinta siglos pero
su estilo se va afirmando a travs de la historia, aunque a veces ese estilo puede engendrar
varios monstruos (Carpentier 1976:92). Se maravilla el viajero ante el hecho de que en un
vasto y despoblado territorio pleno de analfabetos surjan figuras como las de Jos Mart y
Rubn Daro capaces de transformar la lengua espaola y de ser reconocidos por otros
escritores americanos como poetas solares, capaces de transmutar los estilos de la potica y
31
Cf. el prlogo de Emir Rodrguez Monegal a El realismo maravilloso de Irlemar Chiampi, p.11.
102
32
Cf. el ya citado texto de Irlemar Chiampi El realismo maravilloso cuando se refiere al modelo
envejecido, al agotamiento y a la mecanizacin de los procedimientos del realismo latinoamericano con sus
descripciones telricas, autctonas y a veces panfletarias del hombre, sus conflictos con la sociedad y la
naturaleza y a la modalidad elemental y maniquesta del tratamiento de los contextos regionales
latinoamericanos.
104
Con el epgrafe Acabamos de llegar y no sabemos cmo fue. No nos preguntis de dnde venimos: bsteos
saber que aqu estamos del segundo captulo de Fausto Carpentier analiza el proceso de elaboracin de una
novelstica para que un pas pueda hacer gala de tener una novela. Demuestra en este ensayo Problemtica de
la actual novela latinoamericana p.p. 7. 39 un slido conocimiento de la novelstica europea y expone
tambin con rigurosidad las reiteraciones en la forma y en los temas de la novela regionalista y realista
latinoamericana sometindola a un severo juicio por su estancamiento en sus procedimientos y tcnicas
imitadas de las novelas del naturalismo francs y del realismo europeo y exige con rigurosidad en su anlisis
por esa razn una renovacin de las texturas narrativas y argumentales de las mismas.
105
disposicin de elementos que valorice las culturas originarias de Amrica Latina borrando
la centralidad europea. Para esto es menester considerar los contextos raciales, econmicos,
ctnicos, todas las mezclas de indios, negros y blancos con sus supervivencias de antiguas
creencias y religiones remotas. Ese sincretismo que tan brillantemente Carpentier observ
en ese ngel tocando las maracas, tallado en un portal de una iglesia de Misiones funda una
ontologa de la realidad al hacer posible de ser ficcionalizado el ser americano, o ms
precisamente darle la posibilidad de existencia a Amrica Latina interpretada, simbolizada
en su novela. Es comprendiendo el real alcance de las tesis de Carpentier cuando Irlemar
Chiampi pone de relieve entre otras cuestiones relativas al discurso crtico en torno al
realismo mgico defendindolas de la comprensin inadecuada que sufrieran las
mismas.34 La autora se dedica en el segundo captulo de El realismo maravilloso a analizar
la llegada de Ti Noel a una tierra en la que los negros son esclavos de negros y en la que la
imagen negra de la Inmaculada Concepcin convive junto a los loas africanos considerando
que este episodio que transcurre en una escena de labernticas formas en las que se
entrecruzan la moda versallesca, imgenes de tritones junto a los negros practicantes del
vud constituye un ejemplo de lo real maravilloso americano: la unin de elementos
dispares y procedentes de culturas heterogneas (Chiampi 1983: 35). Sobre todo esta
notable crtica se detiene a observar una escena en la que se subvierte la racionalidad
occidental y las convenciones de los cnones literarios europeos. La novela El reino de este
mundo, surgida de una novelstica, tal como lo reclamara el mismo autor, es de ese modo
un programa crtico que expone el modo en que Carpentier visualiza la expresin
americana y su propia razn de ser, contraria a toda explicacin eurocntrica. Ms
precisamente es una crtica que se sustenta en otra racionalidad en la que impera el
34
107
Nos referimos al notable y ya clsico texto de Magnus Mrner Le mtissage dans lhistoire de l` Amrique
Latine en el que Henri Favre observa en su prefacio que nuestro continente constituye un campo privilegiado
de estudios de las relaciones raciales. Ocupado en primer lugar por los amerindios venidos de Asia ()
conquistada en el siglo XV por los ibricos seguidos de stos vinieron los negros trados de frica como
esclavos, despus a partir del siglo XIX, otros europeos como chinos, japoneses, hombres de Indonesia () y
tambin hindus (). Si bien el texto se ocupa del estudio de todos los tipos de cruzamientos posibles de
esas tres grandes razas entre las cuales se reparte tradicionalmente la especie humana y no se detiene en las
obras artsticas ni en hechos culturales, deja por sentado que Amrica Latina es sin lugar a dudas un
continente mestizo desde el aspecto racial, hecho que produce sin lugar a dudas a nuestro parecer un mestizaje
cultural de singular riqueza. (La traduccin es ma).
109
cuestionada por los criollos, los mestizos y resistida por numerosos levantamientos
indgenas en el siglo XVIII. Las novelas de Carpentier ya citadas y El siglo de las luces o
El recurso del mtodo nos hablan de esta historia compleja pero con un estilo que impone
su propio pensamiento terico en el que estn presente la insurreccin de las formas y una
serie de entrecruzamientos verbales que se asemejan a las reverberancias y a los silencios
de cascadas y desiertos, de oscuros y tambin difanos parajes de nuestra geografa. Palabra
y naturaleza se enhebran de este modo para pronunciar un mundo desde las entraas del
mismo con una prosa erudita, barroca que no deja de unir una vasta cultura literaria
universal con los sonidos de las habaneras y las volutas de las catedrales de retablos
tallados por manos indgenas. En esa textura narrativa se encuentra, pues, la realidad y la
historia narradas en el plano de lo maravilloso.
110
del chang y de la religin cristiana otorgan a nuestro continente una visin de mundo de la
que carece Europa. El mestizaje es la fragua de esa belleza incesante, en continua
conmocin que debe enriquecer la novela latinoamericana. El impacto de Carpentier sobre
autores tan diversos como Carlos Fuentes, Gabriel Garca Mrquez, Severo Sarduy,
Reinaldo Arenas, para citar solamente algunos nombres se hace evidente en la stira, la
irona, la alegora, la parodia, las alucinaciones y la historia en una prosa encrespada y
mgica que revelan las reverberancias del maestro cubano.37 Gonzlez Echevarra inscribe
a Carpentier entre los llamados novelistas histricos desde la publicacin de su primer
novela cue-Yamba-e-! y en El reino de este mundo, El Acoso, El Siglo de las luces y
relatos que integran La guerra del tiempo como Semejante a la noche y el Camino de
Santiago. No duda en llamarlo historigrafo documentado y slido intelectual que
configura en sus ficciones una historia de las mentalidades y esto hace que para leer a
Carpentier sea necesario nutrirse de un saber tan amplio que abarque al mismo tiempo la
Ilada de Homero como el sonido que provoca el retumbar de los tambores afrocaribeos.
Implica una lectura que ahonde en las propias races y que al mismo tiempo pueda echar
mano de las obras de Flaubert o de Proust. Dotada de una imaginacin alegrica, los
segundos sentidos se entrecruzan en una flora extraa y fantasmtica y es por cierto la
alegora una de las figuras ms recurrentes de su propuesta narrativa que segn consta en el
diccionario de la lexicgrafa Mara Moliner puede ser smbolo y es definida como la
representacin de una cosa o de una idea abstracta por medio de un objeto que tiene con
ella cierta relacin real, convencional o creada por la imaginacin del artista. Heinrich
37
111
Launsberg en sus Elementos de retrica literaria nos habla de la alegora como metfora
continuada que consiste en la sustitucin del pensamiento indicado por otro que est en una
relacin de semejanza con aqul. Y luego nos habla de un cambio en la tradicin, cambios
de los campos de imagen que define como fenmeno de la historia y del espritu y de
alegoras cerradas, difciles de reconocer que solamente pueden ser percibidas con un
conocimiento detallado de la situacin social del hablante.38 Gonzlez Echevarra en el ya
citado artculo acude a un artculo publicado por Carpentier en El Nacional el 1 de mayo
de 1955 y en el que ste comprende la novela como smbolo o alegora refirindose a los
personajes de Faulkner o de Don Segundo Sombra de Giraldes y a las ms grandes
novelas de la humanidad como la Odisea o el Quijote, pues ellas son ante todo visiones
alegricas del mundo. En su teorizacin las mismas pueden ser oscuras, cambiantes segn
la tradicin y el constante proceso de cambio del saber de los pueblos y difcil de ser
interpretada si no se tiene un saber determinado. Pero ese saber es para Carpentier folklore,
es decir saber del pueblo y a la vez conocimiento de la cultura letrada que se archiva como
smbolo en la memoria de la cultura universal, en la historia del pensamiento que recrea y
ficcionaliza acontecimientos, conflictos, revoluciones y guerras, las novelas son, pues,
evocaciones cruentas, atentas y universales de la humanidad en su devenir.
En Papel social del novelista (Carpentier, 1976:111) nos habla del novelista frente
a un mundo complejo y en el que debe encontrar una causa de reflexin, una fuente de
38
Heinrich Lausberg tambin coincide en reconocer la alegora como smbolo () cuando entre el objeto
indicado y la alegora se supone una participacin real alumbrada por la alegora (), reconoce, por otra
parte, que una variante de la alegora es la personificacin que consiste en introducir cosas concretas, como un
ro o conceptos abstractos como la patria, p.p.211.213. Segn la RAE la alegora es en retrica una figura que
consiste en hacer patentes en el discurso, por medio de varias metforas consecutivas, un sentido recto y otro
figurado, ambos completos, a fin de entender una cosa expresando otra diferente.
112
accin, de lo que yo llamara accin escrita. Se trata entonces de una opcin epistmica y
de una actividad descolonizadora que interviene con una escritura que asume un
compromiso frente al universo que se presenta ante los ojos del escritor. Con esta actividad
el novelista le otorga una identidad al mundo que narra con una retrica y una lgica
innovadora una geografa con una racionalidad surgida del pensamiento latinoamericano,
gestado como arma de conocimiento contrapuesta a la matriz conceptual colonial. El
compromiso de los escritores se hace presente para Carpentier en europeos como
Montaigne quien se sita a favor de nuestro continente frente a Europa y su conquista, en
Bernal Daz del Castillo, creador de la primera novela de caballera en Amrica Latina, con
su Verdadera Historia de la Conquista en Nueva Espaa y en Garcilaso de la Vega cuyos
Comentarios Reales cumplen una funcin social frente al mundo quichua y su pasado
inmediato o remoto que narra desde una posicin de sujeto, parte activa de esa historia. Se
trata entonces de realizar una labor de escritura arraigada en una pasin, como la que tuvo
Jos Mart en toda su obra cuyo lenguaje fue germen de un nuevo pensamiento poltico y
esttico que con lucidez pudo escribir las visiones de su momento histrico. Para Carpentier
la obra de un escritor debe ser una praxis con un elemento pico; en sntesis, ser una
suerte de visin de mundo y una mirada frtil ante las revoluciones y conflictos sociales.
lugar la novela es alegora, smbolo de una revolucin que, para tomar las palabras de
Carlos Fuentes en su prlogo a la misma es a la vez gnesis y apocalipsis(Carpentier,
1986: 14). Por cierto, la revolucin francesa que derrib una monarqua e instaur una
repblica con trabajadores libres, anunciada por filsofos tales como Voltaire, Diderot,
DAlembert y Rousseau revela su doble filo. Plena de contradicciones, hechos sangrientos
y nuevas imposiciones de desigualdades sociales el iluminismo no ha sabido cumplir con
sus promesas de igualdad, libertad y fraternidad sino que ha continuado con la esclavitud en
las colonias francesas de Amrica. La narracin de Carpentier construye sabiamente
personajes smbolos del intrincado mundo de la ilustracin y de sus no deseadas
consecuencias en nuestro continente: Sofa representa la sabidura y por ende el afn por
sangrientas luchas de poder, el conocimiento del siglo XVIII atravesado por el imperio de
la razn, una razn traicionada por el restablecimiento del segundo imperio y la desptica
figura de Napolen y la continuidad de la esclavitud expresada en la venta de esclavos en
puertos holandeses. Esteban es el que logra ver crticamente las ms flagrantes atrocidades
de la revolucin y Vctor Hughes simboliza el pragmatismo, el hombre a quien no le
interesan las persecuciones a las cimarronadas de los esclavos que intentan escapar al
sometimiento que se les inflige. Las palabras son derrotadas por los hechos, Vctor Hughes
es el agente jacobino nombrado por Bonaparte para imponer su ley en las colonias
ultramarinas francesas a quienes no se les ha otorgado la independencia y Sofa, su amante,
es la conciencia de una intelectualidad que intenta alumbrar el terror entre las sombras. A
pesar de las controversias y de la tragedia de nuevas opresiones del hombre por el hombre
la unin entre Vctor Hughes y Sofa es metfora de las ideas que llegaron al continente
para iniciar los movimientos revolucionarios en llanos y montaas. En un estilo pleno de
apariciones fantsticas, como en esa visin de un hombre rbol al que le retoaban los
114
Con respecto a la admiracin juvenil de Carpentier de Diego Rivera y el muralismo vase Morena Lanieri,
115
polticas del iluminismo y con una nueva sensibilidad plasma los valores culturales de una
tierra otorgndole una nueva significacin en una sinfona de colores y de voces que crean
un organismo nico, una fiesta barroca en la que danzan en original sincretismo las
palabras y las cosas ajenas y propias. La novela es, por otra parte, un juicio a la modernidad
europea, a la idea de progreso y la elaboracin de una nueva filosofa que se va cimentando
en una vieja casa colonial en la que tres jvenes asumen diferentes actitudes entre las luces,
las sombras y los fuegos de las rebeliones de los esclavos.40
Las llamas de fuego en Port au Prince de los esclavos que han producido una
revuelta son luces de una inteligencia y de una racionalidad contrapuesta a la europea y que
surge de la naturaleza del propio suelo. Los sometidos se han rebelado contra el
etnocentrismo europeo esgrimiendo su acervo de creencias y rituales entre velas encendidas
y representados por Og, el mdico que habla del hombre de mi color y que discute
sabiamente con Vctor Hughes acerca de despertar las fuerzas dormidas en los esclavos que
carecen del ocio necesario para pensar en romper sus cadenas. Sus palabras suenan como
profecas que conmueven a Sofa. Vctor Hughes y Esteban que al escapar a Francia
descubren en ese pas el gran terror. A su regreso a Cuba Esteban contempla el esplendor
de un cielo estrellado, diferentes constelaciones y al mismo tiempo comprende que la
civilizacin francesa es la barbarie plagada de crmenes, disputas por el poder y
persecuciones a los disidentes. En el nuevo mundo con su laberinto de frutales en cuyas
ramas se posan palomas torcaces se encuentra una luz cenital, promesa de nuevas
redenciones sociales que frente al derrumbe de los ideales de la revolucin francesa
configuran una nueva fuerza, augurio de una naturaleza en la que brota otra razn, la del
Carla La vuelta a lo americano post-vanguardista en Diego Rivera y Alejo Carpentier.
40
El tema de una nueva filosofa de la historia en El siglo de las luces puede leerse en San Jos Eduardo
Alejo Carpentier: las luces del siglo.
116
Caribe francs que demuele con sus propias palabras urdidas en los ingenios de azcar y en
los trabajos de molienda, en los muelles de maderas rotas en los que magros pescadores
buscan cangrejos y peces para su sustento diario las conspiraciones de los mercaderes. En
ese paisaje en el que impera la miseria contrasta el azul de las olas y la mirada de Sofa ante
la espuma, los cristales de diferentes colores y las criaturas del mar, entre las que reinan las
medusas. La anttesis se impone como figura mayor de este pasaje en el que el nico
personaje femenino de la novela Sofa, con las mejillas ardientes, el pelo suelto en la brisa,
se gozaba de un contento fsico jams conocido antes (Carpentier 1976: 55). Frutas, ostras
y manjares se contraponen a la despojada y humilde vida de los esclavos entre podridos
maderos para quienes el mar no ofreca suntuosidad alguna, ni fosforescencias viajeras
como las que observa Sofa. Lo feo y lo bello se enlazan en la narracin para indicar que
hay dos mundos que se espejan en el agua, el de los marineros que deben correr en la
cubierta del barco para matar peligrosos tiburones, el de Sofa que interrumpiendo su calma
ante el tumulto ve manchada su blusa por un aceite, entre gritos y blasfemias que provienen
de quienes armados con estacas y sierras proseguan su lucha contra los amenazadores
peces. Alexis Mrquez Rodrguez ha estudiado los personajes femeninos en Carpentier y en
esta escena la ensoacin de Sofa frente a la belleza del mar se puede ver cmo se deshace
la apacible escena cuando una turba de oprimidos ebrios de sangre comienzan despus
del 14 de julio a provocar muertes entre los blancos. Otro pasaje encarna la vulnerabilidad
femenina ante las palabras crueles de su amante porque su vestido se ha cubierto de lodo.
La ensoacin romntica de Sofa previa al encuentro con Vctor se desdibuja en ese
mismo instante, pero la figura de ste se ir degradando gradualmente mientras Sofa
alcanzar poco a poco una estatura moral y respetable.
41
41
Cfr. Mrquez Rodrguez, Alexis en su artculo Los personajes femeninos en las novelas de Alejo
117
fauces del golfo de la Gonave () haba cascadas cuyas aguas tenan el poder de sumir a
las mujeres en un estado de videncia rfica y algunas podan dar vaticinios y profecas que
podan cumplirse. Este momento de la narracin otorga a la mujer, desde la mirada del
mdico mulato Og, un poder de percepcin y visin que trasciende la estrecha comarca de
la razn ya que en el Caribe francs, desde la posicin de un mulato se encuentra la fuerza
atvica de lo femenino y en Francia el simulacro de la libertad conseguida con lo ms brutal
de la fuerza de los hombres. Por cierto, en Francia Esteban cree encontrarse en una suerte
de feria, siente que las calles de Pars en las que transitan ciudadanos con la palabra libertad
bordada en hilo rojo son una evidencia de una revolucin malograda por los jacobinos.
Reconoce que, desde el incendio de Port au Prince existe una ciudad futura, no en Amrica,
como la que idearon Toms Moro o Campanella, sino en la propia cuna de la filosofa.
Vctor estaba con los jacobinos, desempeando la funcin de acusador pblico, diligente
colaborador para enviar a los conspiradores a la guillotina. A su regreso a la Guadalupe una
multitud recibe con algaraba a los recin llegados, pero la poblacin se llena de terror bajo
las balas que atraviesan los techos multicolores de las casas. Los ingleses disputaban el
territorio a los republicanos con su artillera en una tierra que por vez primera haba visto
desembarcar la guillotina en la proa de un barco pero con la victoria de los franceses en una
mitad del pas Vctor Hughes qued finalmente como amo de la Guadalupe. Los breves
epgrafes de Goya que preludian algunas partes de sus captulos connotan la genialidad del
nico vindicador que en sus pinturas supo dibujar y conjurar sus fantasmas y monstruos
para juzgar una Espaa sumida en la supersticin, en la supremaca de la iglesia y su Santa
Inquisicin y en la que la ilustracin no tuvo demasiados exponentes.
Carpentier.
118
A pesar de las cruentas batallas por la posesin de Hait que se subleva contra los
espaoles y de Guadalupe que se enfrenta a los ingleses, ms all de la guillotina que hace
rodar la cabeza de dos sacerdotes y de la fundacin de logias masnicas en las que participa
Esteban no han podido extinguirse, junto a los vendedores de exvotos los objetos de
brujera y cada iglesia cristiana tena una cimarrona consagrada a Yemay o a otros dioses
africanos. El sincretismo triunfaba con sus dos voces al unsono como parte de un
formidable coro por sobre todo el reguero de sangre que corra por las calles de las ciudades
pero este milagro no opacaba los afanes de Toussaint Louverture, buscando establecer
relaciones comerciales con los Estados Unidos que desconfiaban del respaldo econmico
que pudiese tener el caudillo negro. Los personajes histricos, as como la mencin de
textos de Radcliffe o el Emilio de Rousseau, entre otros, responde al deseo de Carpentier de
inscribir lo real a su narrativa para dotarlo de un clima en el que imperan afeites y
perfumes, atuendos de hombres y mujeres de texturas raras con los olores de un continente
en el que desbordan cocoteros y rezos a los dioses africanos que despiertan cada amanecer
en el horizonte. Un imaginario barroco que logra arraigarse a la historia por medio de un
slido estudio de los acontecimientos histricos transformados por su magnfica alquimia
tal es su propuesta de lo que entiende debe ser una novela.
Referencias bibliogrficas
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alegora
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la
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San Jos, Eduardo. (2007). Alejo Carpentier: las luces del siglo. Anales de lit.
Hispanoamericana 36: 237-253.
120
Hacia 1680, sor Juana Ins de la Cruz dedic un soneto a Francisco de Castro,
olvidado autor de un no menos olvidado poema sobre las apariciones de la Virgen de
Guadalupe de Mxico en el cerro del Tepeyac, intitulado La octava maravilla y sin segundo
milagro, publicado de forma pstuma en 1729.42 El soneto en cuestin viene precedido por
el siguiente epgrafe: Alaba el numen potico del padre Francisco de Castro, de la
Compaa de Jess, en un poema heroico en que describe la aparicin milagrosa de Nuestra
Seora de Guadalupe de Mxico, que pide la luz pblica (cursivas mas). Tal filiacin
genrica ser refrendada una vez impreso el poema, cuya portada indica que est escrito
heroicamente en octavas, es decir, en la estructura mtrica ms maleable para escribir
hechos de armas y cosas heroicas y para tomar subjeto vario y largo como una historia, al
decir de Salazar en la Suma del arte de poesa (2010: 187). Muchos aos despus Alfonso
42
Francisco de Castro, La octava maravilla y sin segundo milagro de Mxico, perpetuado en las rosas de
Guadalupe y escrito heroicamente en octavas. Mxico, Herederos de la viuda de Miguel de Rivera Caldern,
1729. Citar siempre por esta edicin, modernizando puntuacin y ortografa e indicando el nmero de canto
con nmero romano y el de octava con arbigo.
121
Reyes dir que La octava maravilla y sin segundo milagro es una de las tres epopeyas
novohispanas del siglo XVII, al lado del Mercurio de Arias de Villalobos y el annimo
Poema de la Pasin (1948: 104-5). Ahora bien y la pregunta no es en absoluto ociosa:
en qu medida La octava maravilla y sin segundo milagro puede ser considerada un
poema pico? Si se piensa en las obras ms representativas y cannicas del gnero, el
poema est muy lejos de ser una verdadera epopeya. Dicho directamente, no puede
equipararse ni temtica, ni estructuralmente a La araucana de Alonso de Ercilla o a La
cristiada de fray Diego de Hojeda. Mucho menos a El Bernardo de Bernardo de Balbuena.
De un lado, para acercarse a la dimensin pica de la obra de Castro, conviene
recordar el matiz que introdujo Beristin: no un poema pico cabal, sino un poema con
todos los primores de la epopeya (1883: 183). Del otro, la pica culta renacentista, surgida
en la corte de Ferrara al finalizar el siglo XV y asimilada en Espaa hacia mediados del
XVI, signific un gran problema para los preceptistas, quienes impregnados de la potica
clasicista no estaban unnimemente dispuestos a aceptar, por ejemplo, que el Orlando
furioso de Ludovico Ariosto (1516), puntapi inicial del nuevo gnero, era un equivalente
moderno de la Eneida virgiliana. Al decir de Antonio Prieto, la pica culta renacentista
ostenta desde sus inicios una caracterstica singular: su permeabilidad o contaminacin, y
su movimiento descanonizador (1980: 119). En el caso concreto de la pica hispana, esto
implic una diversidad de poemas imposibles de reducir a reglas especficas, pese a los
esfuerzos de los preceptistas y de los propios poetas, quienes intentaron adecuarlos a las
viejas normas aristotlicas o a las ms modernas esbozadas por Torquato Tasso. Entre tanta
disparidad, Frank Pierce encuentra en el empleo de la octava un punto de anclaje para
acercarse a un gnero tan embarazoso de clasificar:
122
La nueva pica (que era bastante difcil de definir en otros aspectos) conserv casi
siempre su uniformidad en el aspecto formal esta estrofa nos sirve de terminus a quo
para el estudio del gnero, y de rasero para medir las cualidades picas de gran parte de
la poesa estudiada en este libro (1968: 222).
Pero adems de la octava, la nueva poesa pudo identificarse como una prolongacin
de la pica clsica porque recuper toda una serie de motivos y procedimientos que
hallaban sus races en los modelos latinos por excelencia: la Eneida de Virgilio, La
Farsalia de Lucano y, muy relegada, La Tebaida de Estacio. Es precisamente este
movimiento caracterstico del arte renacentista el que favoreci una identidad genrica. De
acuerdo con A. Prieto, para acercarse a la pica culta escrita en lengua vulgar es
indispensable tener presente dos verbos de activa prctica renacentista: formare y
nobilitare. Mientras el primero conjuga los distintos elementos legados por la tradicin en
una especie de imitacin eclctica, el segundo ennoblece una materia de raigambre popular
a travs de una lengua potica culta que echa mano del aparato erudito, sea ste un modelo
determinado o una poliantea. Y aade el mismo autor:
De esta manera, vale conjeturar que la primera liga entre La octava maravilla y sin
segundo milagro y la pica se encuentra en el asunto mismo del poema, el cual se reduce a
123
una historia annima conservada durante ms de 130 aos gracias a la trasmisin oral (al
menos as la haba presentado Snchez).43 Asimismo, esa historia, que a fin de cuentas
repite los esquemas tradicionales de cualquier mariofana y por ello es sumamente sencilla,
ser objeto de una elaboracin potica sin precedentes por parte de un autor que vive
durante los aos de formacin del pensamiento guadalupano. Formare y nobilitare porque
las apariciones sern enmarcadas dentro de un plan narrativo que reproduce condensados
los esquemas de la epopeya. Segundo, porque para dimensionar picamente las mariofanas
Castro tuvo en mente, con bastante probabilidad, la Tebaida de Estacio. Tercero, porque el
poema est plagado de alusiones histricas y eruditas que provienen de distintas fuentes,
punto sealado en la aprobacin de La octava maravilla y segundo milagro rubricada por
Pedro de Echavarri:
en las [octavas] de nuestra mexicana Virgen de Guadalupe, miro copia de flores, sin
que falten sus espinas: tales son los sentidos arcanos de muchas octavas, con alusin a
los antiqusimos y menos sabidos ritos de los mexicanos en sus sacrificios, al origen de
su imperio no menos escondido que del Nilo, a las fieras, rudas costumbres de su
barbaridad y a otras muchas historias (s/f).
Asimismo, habra que proponer otro aspecto para medir la efectiva pervivencia de la
pica en la configuracin del poema, concretamente la dimensin histrica y nacionalista
de la pica hispana, vigente desde sus inicios y signo diferencial respecto de su par italiana.
Nuevamente entra en juego el asunto del poema: para Castro y sus contertulios, las
mariofanas son un hecho histrico legtimo. Dicho de otra manera, al igual que La
43
La legendaria discusin sobre la autora del Nican mopohua no afecta el hilo central de mi argumentacin.
124
la pica ulterior (cf. Goic, 2008). Ms tarde, Lucano introdujo una variante polmica al
sustituir la invocacin de las musas por una dedicatoria al Csar (Nern), cuya dignidad
bastaba para dar cauce a la Farsalia. Con estos antecedentes, los poemas picos del
Renacimiento elaboraron un ritual introductorio que, salvo excepciones, acept el modelo
propuesto por Ariosto en el Orlando furioso, a saber: proposicin, invocacin, dedicatoria
(cf. Prieto, 1975: 16).
El Pinciano recomendaba que la proposicin fuera breve y clara en cuanto sea
posible y que no haya circuncisin ni rodeo alguno, sino que el poeta en brevsimas
razones diga lo que pretende cantar, captando la atencin con prometedoras cosas dignas de
ser escuchadas (Pinciano, 1596: 475). En este orden, propone la estrofa inaugural de La
octava maravilla y sin segundo milagro:
126
44
Vanse, entre otros ejemplos, la Eneida (y fue el primero que arrib en Italia/ y tom tierra en la lavinia
costa), La Araucana (la cerviz de Arauco no domada), la Jerusaln conquistada de Lope (venci en
los campos de Beln divino), la Argentina de Barco Centenera (por descubrir el ser tan olvidado/ del
argentino reino, etc.
128
La octava maravilla) sino a todas las del orbe. Para confirmar semejante
sobrepujamiento, el poema desarrolla la estrofa inicial:
Luego de dos octavas que han bordeado el retrato-milagro refiriendo sus cualidades
excepcionales, reunidas en torno al trmino maravilla, y luego de situar esa maravilla en
Nueva Espaa, la propositio explicita finalmente la figura all representada o, mejor, la
nclita hroe de este poema: la Virgen Mara (la fnix nazarena, el mariano pas). A la
contraccin que supone la octava precedente sobreviene ahora una expansin que retoma la
129
131
humana. Cuando sta pierde la gracia divina a causa de la serpiente, Orfeo-Cristo desciende
al infierno y la redime al son del harpa construida con la madera de la cruz:
Asimismo, Orfeo es hijo de Calope, correlato por extensin de la Virgen Mara (vv.
376-388). Al decir de Curtius, gracias a la solucin cristiana al problema de las Musas,
aprendido en Caldern, el padre Castro pudo invocar a la musa de la poesa pica y de la
historia en tanto representacin soberana de la Madre de Dios:
Oh t, Caliope, oh t no ms fecunda
intacta engendratriz del sacro Orfeo,
132
A diferencia de la poeta Safo y al igual que ella, Mara es un ser humano que ha
engrosado no el coro de las diosas paganas sino el de los ngeles, cuyas nueve rdenes
hallan su correlato en las nueve musas. Por lo menos desde la Edad Media sola aceptarse
que la Virgen estaba por encima de y dominaba sobre los nueve coros anglicos, as en la
oracin Salve Mater Salvatoris de Adam de San Vctor: Oh Mara, estrella de la mar, en
vuestra dignidad suprema dominis sobre todos los rdenes de la jerarqua celestial (O
133
Maria, stella maris/ dignitatis singularis,/ super omnes ordinaris/ ordines coelestium. Cito
la traduccin que viene en Augusto Nicols, La Virgen Mara viviendo en la Iglesia,
traduccin al castellano de D. Jos Vicente y Caravantes. Madrid, M. Minuesa, 1861, p.
261). La misma idea puede encontrarse en La cristiada (Oh Musa de los nueve respetada/
coros de inteligencia amorosa, VI, 1) y en gran parte de la doctrina mariana de la asuncin
a los cielos. Empero, si la Virgen constitua por s misma una jerarqua dentro del orden
celeste no estaba del todo resuelto. Para Castro es evidente que s: ella es la cuarta jerarqua
que se ubica por encima de las tres anglicas y, en tanto Regina angelorum (letana
lauretana), infunde el aliento a los querubes para que entonen sus cnticos divinos. La
eleccin de Castro no carece de sentido estructural: esta misma msica celeste conducir a
Juan Diego hacia la Virgen en la primera aparicin del Tepeyac.
En cuanto a la dedicatoria que generalmente formaba parte del ritual introductorio,
conviene recordar que preceptistas como el Pinciano la aceptaban con reparos; para l, al
poeta que ha de contar o cantar lo que quiere, debrale bastar el socorro divino (que esto
significa la invocacin a la musa), sin pedir despus el humano (Pinciano, 1596: 473). Tal
observacin acaso explique la tendencia a suprimir la dedicatoria en los poemas heroicos
sobre la Virgen Mara, particularidad que se verifica en El parto de la Virgen de Sanazaro,
en la Vita di Santa Caterina vergine e martire (1592) de Marco Filippi o en la Historia de
la Virgen Mara (1648) de Antonio de Escobar y Mendoza (carece incluso de invocacin).
Del mismo modo, La octava maravilla y sin segundo milagro reduce el exordio a la
propositio e invocatio, donde, como se ha examinado, se despliega el argumento del poema
y se introducen ciertos elementos que apuntalarn su desarrollo.
134
Referencias bibliogrficas
135
Julia Sabena
UNR-CONICET
tnicas, sociales, econmicas. Sin embargo, aparecen aunados bajo una misma funcin social. Para una mayor y mejor
informacin al respecto, cf . Mazzotti La heterogeneidad cultural peruana y la construccin del discurso criollo en el siglo XVII. Para una conceptualizacin histrica
del trmino, hay mucha bibliografa. Remitimos a Juan Jos Arrom, Criollo: definicin y matices de un concepto v
136
id bibliografa.
Esa estructura presenta los estamentos bien separados, aunque con obvias
relaciones: en medio de grandes masas analfabetas o iletradas y contrastando abismalmente
con ellas, aparece asentado el anillo en el que caben unos pocos pero altamente letrados, en
el centro de la ciudad y en coincidencia con los rganos de poder. La existencia o primaca
de estamentos privilegiados no significa que sus miembros conformen un todo unitario y
armonioso, sino que con frecuencia en ese fondo mencionado ms arriba las disputas se
daban entre ellos mismos: aspirantes a un mismo cargo, integrantes de rdenes religiosas
diferentes, autoridades y subalternos, herederos de viejas luchas entre provincias espaolas,
etc.
Una amarga sensacin de desplazamiento, dice Brading, les produca a los
descendientes de conquistadores ver nuevas oleadas de colonos llegar y darse aires y
reclamar preferencias por ser espaoles; una sensacin de desproteccin, caer en la cuenta
de que sus padres no haban sido capaces de obtener de la Corona el gobierno prctico de
los pases por los que haban luchado para poseer. Dira el cronista peruano Antonio de la
138
Calancha: los nacidos en ella [Per] son peregrinos en su patria; los advenedizos son los
herederos de sus honras (Brading, 1998: 164). El propsito era servir a la Corona
ejerciendo la administracin poltica y eclesistica del reino de las Indias, pero ese
beneficio les era negado, junto con el de la perpetuidad de las encomiendas y el derecho de
prelacin (Lavall, 2002: 2). Los criollos eran sospechados de deslealtad a la Corona por
sus lazos ms desajustados y por la sensacin de desposedos. Las teoras fsicas y
climticas que en el Renacimiento justificaron la superioridad del europeo por sobre el
indio sirvieron ms adelante para acusar al mestizo y al criollo de las mismas faltas,
dadas por las condiciones de la vida en Amrica o incluso por lactar de nodrizas nativas
(Lavall, 2002: 3). Como explica el historiador francs Bernard Lavall:
Varios sern los puntos en los que debern mostrar sus aptitudes: los rasgos
hispnicos (fsicos, morales, intelectuales, religiosos) no slo estarn presentes en su
139
totalidad en los criollos, sino que adems aparecen mejorados. Por otro lado, algo que los
peninsulares no podrn tener nunca y acaba siendo imprescindible para un adecuado
manejo de los asuntos indianos es un conocimiento de primera mano de la lengua y la
cultura indgenas, lo que los converta, en su parecer, en inmejorables administradores del
virreinato.46 Es importante notar que, aun cuando se asume la idea de una totalidad
peruana en donde tambin cabe la repblica de indios, por la que el criollo velara en pos
de un bien comn (Mazzotti Indigenismos del ayer), en todos los casos marcan la
diferencia entre ambos estamentos, en una actitud de tipo paternalista.
Nuestra contextualizacin anclar, por lo tanto, en algunas expresiones culturales y
letradas de la configuracin de una subjetividad criolla o americana, diferenciada desde el
principio (desde la figura de los conquistadores) de la metropolitana. Al respecto (sobre el
siglo XVII) dice Mabel Moraa:
46
Dice Mazzotti al respecto: Muchos criollos, especialmente los del clero, alardeaban de saber en detalle
algunas de las costumbres ancestrales de los indgenas. Este argumento no es extrao, ya que aparece
constantemente en muchos reclamos presentados por autoridades eclesisticas, que esperaban colocar a sus
sacerdotes criollos en las parroquias, reemplazando a los peninsulares y recin llegados frailes de las distintas
rdenes, y haciendo ms eficaz el control sobre las prcticas idoltricas de los indgenas. Oro material, oro
espiritual 398.
140
Esta idea implica que hasta ese determinado momento las respuestas sociales no
se diferenciaran de las espaolas, con lo cual no estamos de acuerdo.47 El territorio de las
Indias formaba parte del Imperio espaol, por lo cual toda la estructura pergeada con el fin
de conservar y extender el Imperio fue trasladada al territorio americano.48 Las estructuras
intentaron fijarse de manera anloga, pero la idea de la tabula rasa era slo una ficcin, por
lo que la imagen del trasplante era imposible, principalmente en los centros urbanos
donde existan tradiciones precolombinas fuertes.49 Por otro lado, la lejana de la Corona y
la tardanza que eso generaba en sus respuestas, gener conflictos desde el comienzo (nos
referimos al resentimiento de los conquistadores y primeros pobladores americanizados
que se sentan mal recompensados por la Corona y afirmaban sus derechos en
contraposicin a los residentes de la Pennsula, quienes controlaban los mecanismos de
poder, prebendas y recompensas destinadas a los pobladores de Indias). No habra habido
nunca, segn puede vislumbrarse a lo largo de los documentos escritos y trabajos de
historiadores, una plena y satisfactoria adecuacin (poltica e identitaria) de los criollos o
indianos en el gran contexto de la monarqua hispana. Esta conciencia de diferenciacin y
bsqueda de igualdad al mismo tiempo es lo que ha sido visto como contradictorio en la
figura del letrado criollo, quien por momentos se posiciona en una defensa ferviente de la
misma institucin a la que en otros reclama agresivamente atencin, en una especie de
adaptacin retrica en que los posicionamientos permiten desplegar diferentes estrategias
discursivas segn el objetivo.
47
Cf. Lavall, Bernard: El criollismo y los pactos fundamentales..., donde el historiador afirma, para el caso
del Per, que el llamado criollismo fue ya notable desde las primeras dcadas de la presencia hispana en
Amrica. p. 38.
48
Cf. Maravall, Jos Antonio. La cultura del barroco. Anlisis de una estructura histrica.
49
Cf. Picn-Salas De la conquista a la independencia y Rama, La ciudad letrada.
141
Los reclamos y pedidos, citbamos entonces a Moraa, van tomando vigor a medida
que se van fortaleciendo como clase o como grupo diferenciado, hasta constituir formas
alternativas dentro de la totalidad social. En el perodo que nos ocupa, sin embargo, esas
respuestas no estaran tendientes a impugnar el discurso hegemnico y mucho menos los
principios de legitimacin en los que ste se apoya, como afirma Moraa, sino que todava
los esfuerzos tienden a una mejor insercin y participacin en ese mismo discurso (a esa
plena adecuacin poltica e identitaria), torciendo, s, algunas aristas en el desarrollo de
estrategias para una mejora de sus condiciones. Las reivindicaciones, como conjunto
global en el que se insertan las de los poetas y letrados en general, se orientaban a poder
ocupar las posiciones de privilegio dentro del Imperio. Es en el momento en que los
reclamos de posesiones hacen que el sector criollo entre en abierto conflicto con la
metrpoli (ya en el siglo XVIII) que los principios que legitimaban al Virreinato como
posesin ultramarina del imperio espaol van a entrar en cuestin, al menos de manera
superficial.50 Dice Humboldt: Desde la Paz de Versalles y, sobre todo, desde el ao 1789,
se oye con frecuencia decir orgullosamente: Yo no soy espaol, soy americano (Brading,
1998: 226). Concluimos esta idea con palabras de Hampe Martnez, en el siglo XVII
50
Tanto Lavall (Americanidad exaltada) como Rama (La ciudad letrada) coinciden en que el cambio
del tipo de gobierno signific mayormente el traslado de los beneficios de que gozaban los espaoles a manos
de la elite criolla, sin una transformacin estructural de los principios polticos y sociales.
142
Respuestas
51
Dice el Lunarejo en el reino peruano todo es de oro -una edad de oro, siglos de oro-, y en l se encuentran
frtiles ingenios (en Redmond, Walter: Defensores de la hispanoamrica intelectual).
144
Entendimientos exaltados
protegan, por otro lado, de la censura inquisitorial) proliferan, no slo las de la Biblia y los
Padres de la Iglesia, sino tambin de otros autores sagrados y profanos, constituyndose en
signo de erudicin. Aun cuando las letras humanas no tenan el peso axiomtico de las
divinas, eran apreciadas y muy admiradas. Si bien la preceptiva sagrada se empeaba en
conservar el lugar de humildad y perfil bajo de los predicadores, en la prctica el plpito
pasa a ser otro lugar de enunciacin apropiado para la demostracin de ingenio,
conocimientos y novedad. De manera correlativa, el pblico esperaba ese despliegue y
aunque censurado esto tambin por todos los preceptistas juzgaba y criticaba al predicador
por su sermn.
Este tipo de prctica sirve al predicador, adems, en [e]l contexto cultural en la
Colonia [que] constituye un medio difcil y agresivo (Hopkins Rodrguez, 2002: 973),
para los fines de la autolegitimacin y reconocimiento de sus pares, con quienes comparte
las desventajas de vivir alejados de Espaa, desventajas que buscan paliar justamente con la
valoracin del propio talento equiparable al peninsular. En este sentido adquiere
importancia la relevancia que se le otorga al criterio del pblico europeo, a cuyo
reconocimiento tambin aspira el letrado colonial (Hopkins Rodrguez Potica colonial
22). Ejemplo de esto aparece en la Dedicatoria de Lopez Davalos de los Sermones varios
que dixo en el Per de Hernando de Herrera a Pedro Portocarrero:
Este pues genial afecto del suelo patrio52, me ha tenido en todos tiempos tan deseoso de
ver represa[e]ntar en el teatro de Europa tan eminentes sugetos, ingenios grandes en
todas ciencias, como aquel cielo produce, quando lastimado de que en tan retirado
52
La alusin al concepto de patria para designar a Amrica como entidad diferente de Europa, y la referencia
al valor equiparable de los ingenios americanos con los del viejo mundo, constituyen un tema fundamental en
nuestra historia (Hopkins Rodrguez, Potica colonial 34).
147
Orbe representen solos, y sin testigos talentos tales, sin mas teatro, que su conciencia,
aunque sea este el mejor para el aplauso de su virtud (1675: 3).
Coligi pues posteriori (como dezis los Logicos) lindamente Gregorio (Espinosa
Medrano, 1695: 22a)
Hallo, que literalmente es esta una Antifrasis, que llaman los Retoricos, quando la cosa
significa mejor al revs, como dezis, de lo que el nombre suena. 27a
148
Con qu Cytara? Con la Eucaristica, que esso suena, y esso se deletrea: Anagramma lo
llamais all los Poetas: Eucharistia. Con los mismos caracteres dize: Cythara Iesu. 43b
Qu es esto seores? 57a
Escuchadme Theologos 60
escuchad Theologos una profundidad de el Abad Ruperto 100
no os parezca Retoricos, que esto solo es Prosopopeya; 105
por ser la vision beatifica obra ad extra, que dezis los Teologos 108b
En todos los casos citados el autor hace una exposicin de su capacidad erudita y
apela al grupo al que va dirigida esa alusin (aunque tambin la explica, para aquel receptor
que no es especialista). A diferencia de las exposiciones enciclopdicas (que tambin las
hay abundantes), stas demuestran un uso personal del entendimiento, no un catlogo de
saberes hallables en una poliantea.
El Lunarejo se esforzar para que sus piezas concionatorias sean un lujo del
espritu, que satisfagan los requisitos a los que el pblico estaba acostumbrado, dada la
vida cultural que se respiraba en el interior de la ciudad letrada y ms all tambin; que
cumplan con la tendencia barroca de asombrar e innovar. Porque, como dice Emilio
Alarcos para el caso espaol: el pblico cortesano acuda a los sermones, ms que en
busca de enseanza y adoctrinamiento moral y religioso, en demanda de deleite literario.
(173.) Los predicadores, inmersos como estaban en la corriente cultural de la poca, iban
detrs de ese objetivo literario, sin que el lucimiento de una lograda elocuencia fuera en
desmedro de la profundidad de contenidos doctrinales.
Este clima aparece ilustrado en la ancdota consignada por Agustn Corts de la
Cruz en su prlogo a La novena maravilla:
149
u otras formas de transmisin oral, sino que adems consigna muchos cultismos ms raros,
como fomes (Espinosa Medrano, 1695: 54a), voz puramente latina segn el Diccionario
de Autoridades (1730), y que es muy difcil encontrar en nuestra lengua. Terreros y Pando
lo consigna en su Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus
correspondientes de las tres lenguas (1787) como indisociable del sintagma latino fomes
peccati, que se refiere al pecado de la concuspicencia. As tambin opificio (Espinosa
Medrano, 1695: 52b), que an hoy no se encuentra en ningn diccionario. Es posible que
varios sean de su propia invencin (numerosamente, por ejemplo). A menudo usa formas
cultas en alternancia con la forma evolucionada, como mancha/macula, lluvia/pluvia,
macho/masculo, entre muchos otros pares. Otros cultismos, si no gongorinos s asociados a
esa corriente culta popularizada por el poeta cordobs, tienen tambin una marcada
presencia. Esplendor aparece con una frecuencia altsima en los sermones, y era el vocablo
ms censurado por Barahona de Soto en su soneto Contra un poeta que usaba mucho de
estas voces. El poema satrico comienza con Esplendores, luego repite otra vez
esplendores, en el sptimo verso nuevamente otra y quinientas veces esplendores, / ms
esplendores y tres versos ms abajo de esplendor otro poquito (Alonso, 1961: 88). Lo
mismo pasa con pilago, fineza, cadver, crdito, canoro, cndido, armona, fausto, funesto,
cfiro, cncavo, fatal, ilustre, para mencionar slo algunos de los cultismos censurados que
usa el Lunarejo.
De la gran abundancia de cultismos que se registran en los sermones del Lunarejo,
algunos de ellos fueron introducidos en el siglo XV, otros en el XVI y algunos son ms
recientes, segn el catlogo de cultismos de Inmaculada Delgado Cobos. Al respecto,
explica la investigadora:
151
Los trminos cultos introducidos en siglos anteriores son necesarios no slo como
reflejo de una tradicin arraigada, y cuyo conocimiento responde al gusto de los
mejores, sino en tanto cumplen el papel bsico de denominacin de conceptos que
siguen viviendo en la poca (1987: 2684).
A esto, que viene de alguna manera a confirmar nuestro planteo acerca del uso de
las posibilidades de la lengua y de la cultura para autolegitimarse como parte de los
mejores agregamos, segn venimos sosteniendo, las necesidades eufnicas y el gusto por
las sonoridades esdrjulas y latinas en general, al que responde en gran medida la eleccin
de tantos cultismos (alamo humedo de la luziente resina 4a). Por ejemplo, vimos los
eptetos superlativos, que ponderan el objeto de la atribucin en grado hiperblico y adems
son proparoxtonos. As tambin vnculo, vbora, pblicamente, lmina, nocturno, pilago,
crculos, smbolo, plida, difano, cndido, por mencionar slo algunos de los cultismos
que aparecen en la primera parte del primer sermn de La novena maravilla. La frecuencia
de latinismos es altsima, como podemos observar en dos pequeos fragmentos que
pertenecen al mismo sermn, en los que subrayamos esas voces:
152
O las perfrasis con las que invoca a las monjas del Convento de Santa Catalina:
A vosotras digo, cndido vulgo de Serafines; Luzida constelacion de purezas,
mejor porcion de los rebaos de Christo, Angeles humanos, Estrellas canoras,
que solemnizais Maria concibiendo al Verbo, Celebridad muy digna de
Virgines (48a)
Tarea ardua sera hacer un recuento de los cultismos que aparecen en el compendio
de sermones. En muchos casos el predicador repite antes o despus la idea con palabras
ms vulgares, como en
La Concepcion de Maria como fausta, como pura anuncia al Mundo los gozos, y
jubilos 52b
La de Maria es nuncio feliz de las alegrias del universo, principio alegre de la ventura
de los siglos 52b
las sombras de la embidia los avia obscurecido y, y borradoles la lumbre 238a
le son fausto anuncio, fortunado agero de las clarissimas medras 246b
Pero hay tambin un gran nmero que no es explicado ni aclarado, lo que permite
entender que el lxico culto era ampliamente utilizado y comprendido en algunos
sectores de la sociedad virreinal peruana. Esto es muy importante tambin. As como
existen letrados que buscan ser considerados a la par o mejor de sus rivales espaoles,
exista una sociedad que exaltaba tambin en s misma esos atributos, en idntico afn: de
esa manera proliferaban los santos, beatas, poetas, academias literarias, fiestas suntuosas,
certmenes, celebraciones, etc. Se trataba de una sociedad que buscaba su propia identidad
153
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156
definitiva de las Indias, tambin crey ver en las interminables disputas jurdicas y
teolgicas de la Corona espaola una racionalidad jurdica que, en cierto sentido, la
excusaba de sus violentas acciones en el Nuevo Mundo:
Es preciso sealar que dos cosas muy distintas son las buenas intenciones, el
dedicado afn voluntarista, las ideas y las leyes y, por otra parte, los hechos y sus
consecuencias histricas. Como ha sealado Silvio Zavala, si bien es cierto que podemos
probar la existencia de una evolucin legal y terica que tenda a suavizar el trato al
indgena, es muy complicado: saber hasta qu punto difirieron en la prctica las
pacificaciones del ltimo tercio del siglo XVI de las conquistas de principio de la centuria
(1988: cxxviii). Recordemos que, ms all de las interminables discusiones, libros y
debates que se produjeron en simultaneidad con la expansin colonial e imperial de Espaa,
el resultado de dicha expansin termin con la esclavitud del hombre y la mujer americanos
y finalmente, como en el caso de las islas del Caribe, con su exterminio casi total.53
De acuerdo con Carlos Juregui, tanto la justificacin del colonialismo mediante su
tutela paternalista (defensa del inocente) como la creacin de los Derechos humanos del
Otro americano, forman parte de la invencin de la Razn Imperial (2005: 121-39). Como
53
Como seala Marrero-Fente: The most important contradiction of the colonial legal system is that as
soon as more laws appear in Burgos, Valladolid, Barcelona and Madrid, more Indians are deprived of their
rights and oppressed by the encomenderos. (2010: 96)
158
muestra de esta incongruencia entre derecho (iure) y hecho (facto) baste decir que durante
la segunda mitad del siglo XVI cuando triunfan el humanismo de Las Casas y Francisco de
Vitoria, Espaa gobierna con leyes lascasianas en los papeles pero a travs de sus
conquistadores y encomenderos, en cambio, ejerce el poder real con las ideas de Juan Gins
de Seplveda quien justificaba las causas justas para hacer la guerra al indgena. Estas
discusiones y debates renacentistas pueden enmarcarse dentro de lo que Hayden White
consideraba como el retorno de lo reprimido en el discurso del colonialismo, esto es, una
culpa moral agazapada y la inconsciente formulacin de una sospecha, a saber: que bajo el
tratamiento brutal dispensado al Otro, el consumo de sus cuerpos y la supuesta inferioridad
y salvajismo que se les atribua, esos Otros tambin formaban parte de la humanidad
(188).
No obstante, el Requerimiento fue un instrumento legal de justificacin de la guerra
contra el indgena cuya implementacin es muy anterior a las discusiones salamantinas de
Francisco de Vitoria, Juan Gins de Seplveda y a los tratados de Las Casas de 1552. Si las
Ordenanzas de Burgos servan para legislar en materia de repartimiento y servicio personal
de los indgenas (esclavitud) en los territorios que ya haban sido conquistados o, para
utilizar un eufemismo, pacificados, por su parte, el Requerimiento era un instrumento
legal de guerra cuya enunciacin deba realizarse in situ, en el instante que preceda a la
invasin y ocupacin de los europeos, dado que como sealaba Seplveda: San Isidoro
asegura que es injusta toda guerra que no ha sido formalmente declarada (1997: 49). La
lectura de este documento se realizaba en una lengua que los indgenas no podan entender;
como afirmaba Las Casas: hacindolo a quien ni palabra dl entendan, ms que si fuera
en latn referido o en algaraba (1992: 31). Por orden real, un escribano deba pararse
frente a los indgenas y leerles una farragosa explicacin teolgica sobre la naturaleza y
159
origen del Dios catlico, la historia de la iglesia y sus herederos (Cristo, San Pedro, el
Papa), la concesin que el Papa en nombre Dios haca de las tierras aborgenes a los Reyes
Catlicos, y del amor, caridad y bienes que seguiran de aceptar los indgenas su conversin
al catolicismo. El dcumento que mentaba la caridad y el amor cristianos finalizaba, no
obstante, con una amenaza de guerra, eventual asesinato y/o posterior esclavitud y saqueo
de los bienes indgenas:
Seplveda en 1547, luego de la rebelin generada en Amrica por las Leyes Nuevas,
en un franco y abierto apoyo a la causa encomendera, interpretaba el Requerimiento como
el fundamento jurdico para el comienzo justificado de la guerra contra el indgena. Segn
el personaje Demcrates, un telogo y jurista ficcional creado por Seplveda en su obra
Demcrates Segundo, exista un proceso lgico de la guerra y dicho proceso tena etapas en
160
las que el Requerimiento funcionaba como el instrumento que daba inicio a las acciones
mediante la declaracin de guerra. En este sentido, lo que haca justa una guerra, entre
otras causas, segn Demcrates era:
Primeramente, que se declare; esto es, amonestar a los indios a que acepten los grandes
beneficios del vencedor y se instruyan en sus ptimas leyes y costumbres, se imbuyan
de la verdadera religin y admitan el imperio del rey de las Espaas , no sea que si
obran contrariamente y rechazan su dominio, sean maltratados hostilmente por los
espaoles que con el fin de dominarlos fueron enviados por su Rey [] Pero si, no
haciendo caso de la amonestacin y rechazando temerariamente a los embajadores,
rehsan con pertinacia tomar parte en la conferencia y se preparan para resistir, al ser
derrotados, tanto ellos como sus bienes caern en poder del prncipe vencedor para que
se pueda decidir de ellos segn su parecer, con tal que la prudencia y la razn de la paz
y del bien pblico rijan su voluntad, con una norma que ha de aplicarse siempre al
castigar al enemigo despus de la victoria (62).
161
162
continuidad entre el mundo islmico y el Requerimiento fue Bartolom de las Casas.54 Sin
embargo, Seed seala que, a pesar de los cuestionamientos lascasianos a la filiacin
islmica del Requerimiento, en dicho documento confluyen ambas tradiciones (la
occidental y la islmica) para crear un hbrido, hijo de la modernidad colonial (94).
Existe una larga lista de conquistadores que debieron, por disposicin real, hacer
uso del Requerimiento. Incluso quedaron registrados numerosos episodios de la curiosa
puesta en prctica de este instrumento de guerra. Como se dijo ms arriba, el primer
conquistador encargado de poner en funcionamiento las ideas del Requerimiento fue
Pedrarias Dvila a travs de uno de sus agentes, el famoso Gonzalo Fernndez de Oviedo y
Valds (luego enemigo acrrimo de ste ltimo y cronista oficial de Carlos V), quien
fracas en su intento de lectura a causa de la huda de los indgenas. Oviedo haba llegado a
Tierra-Firme (Santa Mara del Antigua) en la expedicin de Pedrarias con el curioso ttulo
de veedor de minas e de las fundiciones de oro (1953 III: 227). Al parecer, sus dotes de
escritor y letrado confluyeron en la decisin de Pedrarias de ponerlo al frente de la lectura
del Requerimiento. Segn nos cuenta Oviedo, el 14 de junio de 1514, al clarear el alba,
parti la expedicin de los trescientos hombres bajo una especial circunstancia: los
religiosos que deban estar presentes, segn mandaba la orden real, en la lectura del
documento se quedaron probablemente por temor en el barco: puesto que los
religiosos predicadores, que el Requerimiento dice, se quedaron en los navos hasta ver
cmo subcedan las cosas (1953 III: 229). Fue sabia la decisin de los predicadores dado
que la resistencia indgena no slo impidi la lectura del Requerimiento sino que tambin
acab con algunos hombres de la expedicin. Oviedo pone de manifiesto con un tono
54
De acuerdo con Patricia Seed: The Islamic origin of the central, unfamiliar features of the Requirement
was remarked upon by sixteenth-century Dominican friar Bartolom de Las Casas. He repeatedly insisted that
the wars of conquest fought by Spaniards in the New World were Islamic in inspiration (92).
163
irnico y hasta humorstico la ineficacia de las rdenes que reciban los Adelantados y
muestra que el sistema legal que la Corona intentaba implementar era irrisorio frente a las
circunstancia de una conquista armada y a la resistencia indgena:
Quisiera yo que aquel Requerimiento se les hiciera entender primero; pero como cosa
excusada o por dems, no se tract dello [...] se le mand [al gobernador] que lo
hciciese antes de les romper la guerra a los indios, de esa mesma manera y peor lo
hicieron despus los particulares capitanes en muchas entradas (1953 III: 230).
No obstante estos incidentes narrados por Oviedo, el primer testimonio que tenemos
de la lectura del documento lo dej asentado el bachiller Martn Fernndez de Enciso en su
Suma de Geografa (1519). El documento fue ledo por el bachiller a los indios cen en
territorios de lo que hoy constituye la actual Colombia. Indgenas a quienes el bachiller
consideraba como una gente: recia, belicosa; (que) usan arcos y flechas herboladas; andan
desnudos todos hombres y mujeres (219). Fue tan inteligente la respuesta de los indgenas,
quienes consideraron que si el Papa haba donado esas tierras debiera estar borracho
cuando lo hizo, pues daba lo que no era suyo (221), que Enciso apenas sobrevivi para dar
testimonio del acto legal en su Suma. Segn refiere Hanke, luego de la lectura del
Requerimiento los indgenas cen:
trajeron algunas cabezas de sus enemigos que estaban clavadas en unas estacas, y les
explicaron a los espaoles que ellos mismos eran seores de aquella tierra y que no
haba necesidad de otro rey [...] los caciques le prometieron poner su cabeza en una
164
estaca la primera de todas. Enciso inform de que slo haba podido escapar a fuerza
de golpes (1949b: 262).
Que no quera tributar siendo libre, ni or que hubiese otro mayor seor que l; empero,
que holgara de ser amigo del emperador y conocerle, que deba ser gran prncipe, pues
enviaba tanto ejrcitos como decan por el mundo; que no obedeca al Papa, porque
daba lo ajeno y por no dejar a quien nunca vio el reino que fue de su padre. Y en
cuanto a la religin, dijo que muy buena era la suya, y que bien se hallaba con ella, y
que no quera ni menos deba poner en disputa cosa tan antigua y aprobada; y que
Cristo muri y el Sol y la Luna nunca moran, y que cmo saba el fraile que su Dios
de los cristianos criara el mundo? (1979 I: 171)
De acuerdo con la Historia del Per (la segunda parte de los Comentarios reales)
del Inca Garcilaso de la Vega, Atahualpa al igual que los cen comprenda que la
peticin requerida era ridcula y que careca de sentido pero no ya para la lgica de su
55
Segn John Hemming: La invasin del Per fue nica en muchos sentidos. La conquista militar precedi a
la penetracin pacfica: ningn comerciante ni explorador haba visitado nunca la corte incaica, y no haba
ningn relato de viajero que describiera sus esplendores. La primera visin europea del supremo gobernante
inca coincidi con su derrocamiento. La conquista empez por el jaque mate: desde ese primer da, los
peruanos quedaron no slo divididos por la guerra civil sino adems sin jefe, y para aumentar la confusin, el
Inca cautivo segua dando rdenes como monarca absoluto (43-44).
165
propia cultura incaica sino en s misma. Recordemos que el Requerimiento ofreca toda una
cadena de causalidades teologales que iban desde Dios y Jesucristo hasta el Papa y el
Emperador. Despus de desglosar la estructura poltico-jerrquico-teolgica de los
invasores y de sealar las incongruencias que la misma contena, Atahualpa se negaba a
pagar tributo a Carlos V:
166
168
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170
Margot BIGOT
CIC CIUNR
Lengua e identidad
172
174
175
177
Conclusiones
56
Son las modalidades que asume la resistencia indgena en el mbito de las negociaciones con la sociedad
dominante, donde los indgenas, instrumentalizando la identidad indgena, recurren a la legalidad en defensa
de sus derechos (Bigot, Rodrguez y Vzquez, 1995).
178
contexto, es posible que para algunos grupos el bilingismo qom-espaol pueda devenir
constitutivo en los procesos identitarios.
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180
Renata Bacalini
UNR- CONICET
El espacio57
57
Para trabajar la cuestin del espacio en la narrativa abordaremos la propuesta de topoanlisis realizada por
Ozsis Borges Filho. Compartimos la idea del autor en relacin al concepto de espacio como categora
interdisciplinar, por lo que analizaremos las diferentes funciones del espacio que son enumeradas en el libro
Espao e literatura. Introduao topoanlise: caracterizar a los personajes, influenciar a los personajes y
sufrir sus acciones, propiciar la accin, situar a los personajes geogrficamente, representar los sentimientos
vividos por los personajes, establecer contraste con los personajes o anticipar la narrativa. Adems,
consideraremos la distincin que establece la profesora e investigadora Cndida Vilares Gancho, en su libro
Como analisar narrativas, entre espacio y ambiente: el espacio como lugar donde ocurren los hechos de una
narracin y el ambiente como trmino utilizado para designar un lugar psicolgico, social, econmico, etc.
181
Fruto inmediato del resentimiento colectivo portugus por los desdenes histricos de
Europa (sera ms exacto decir fruto de mi resentimiento personal), la novela que
entonces escrib -La balsa de piedra- separ del continente europeo a toda la Pennsula
Ibrica, transformndola en una gran isla fluctuante, movindose sin remos ni velas, ni
hlices, en direccin al Sur del mundo () camino de una utopa nueva: el encuentro
cultural de los pueblos peninsulares con los pueblos del otro lado del Atlntico
(Saramago, Discurso de aceptacin del premio Nobel).
kilmetros de Cerbre, el relato de lo que acontece en Pars cuando se enteran del hecho, lo
que sucede con Joaquim Sassa en una playa del norte de Portugal, lo que realiza Pedro Orce
en Espaa, etc. En el segundo captulo comienzan las grietas en los Pirineos, y en relacin a
este hecho se presentan los lugares comprometidos con la separacin: Cerbre, Orbaiceta,
Larrau, Collioure, etc. Consideramos que la multiplicidad de espacios es un rasgo
importante a destacar en la novela, por eso decidimos analizar la categora en relacin con
el eje de interculturalidad58.
La interculturalidad espacial
A partir de la presencia de las grietas se inician los conflictos y las relaciones entre
diferentes ciudades de Espaa, ya que las autoridades deben decidir las medidas a tomar.
Luego, las negociaciones y tensiones aumentan debido a que el problema acontece en la
frontera con Francia, lo que suscita las problemticas de en qu pas estn las grietas o cul
se quedar con el ro Irati (Saramago, 1986: 22). A partir de la separacin se inician
comunicaciones, reuniones y vinculaciones entre ciudades y pases para establecer qu
hacer frente al conflicto. Las primeras relaciones interculturales de la novela surgen entre
los pases limtrofes de Espaa, Francia y Portugal, espacios afectados en un primer
momento por las grietas y luego por la separacin.
58
183
Jos Anaio professor dos primeiros anos, e com isto se disse tudo, sem falar que est
em terra doutra geografia e doutra histria, como iria ele explicar aos meninos
espanhis que Aljubarrota foi uma vitria quando esto habituados a esquecer que foi
uma derrota (243).
desafiando as, a tanto se atrevi mi estrategia, el dominio sofocante que los Estados
Unidos de la Amrica del Norte vienen ejerciendo en aquellos parajes. Una visin dos
veces utpica entendera esta ficcin poltica como una metfora mucho ms generosa
y humana: que Europa, toda ella, deber trasladarse hacia el Sur a fin de, en descuento
de sus abusos coloniales antiguos y modernos, ayudar a equilibrar el mundo. Es decir
185
Europa finalmente como tica. Los personajes de La balsa de piedra -dos mujeres, tres
hombres y un perro- viajan incansablemente a travs de la Pennsula mientras ella va
surcando el ocano. El mundo est cambiando y ellos saben que deben buscar en s
mismos las personas nuevas en que se convertirn (sin olvidar al perro que no es un
perro como los otros). Eso les basta (Saramago, Discurso de aceptacin del premio
Nobel).
El tema del espacio se analiza desde otros pases, el mundo interviene para pensar
cmo resolver el viaje de la pennsula; gobernantes, periodistas, especialistas de diferentes
regiones planifican, opinan, expresan ideas sobre lo que hay que hacer ante la problemtica.
A partir del anlisis de las relaciones de interculturalidad, podemos establecer que la
separacin se relaciona con las vinculaciones entre los macroespacios 59 presentados en el
libro: la pennsula y el resto del mundo.
Lo simblico
Ms all de la nocin de interculturalidad, y vinculada con ella, el narrador trabaja
la cuestin del espacio como algo simblico, ya que presenta una crtica muy fuerte sobre la
relacin de la pennsula con el resto del mundo y manifiesta una percepcin acerca de que
en la pennsula se vive una realidad diferente a la europea. Tambin queremos mencionar el
tratamiento potico del espacio que se presenta en el libro, debido a que la pennsula se
muestra a partir del uso de recursos poticos como la personificacin Se a pennsula
Ibrica quer ir embora... (Saramago, 1986: 42) y la metfora: A final como se agora
viajssemos num imenso barco (132).
59
Trmino trabajado como espacios mayores y polarizados a partir de la propuesta de Ozsis Borges Filho.
186
Jos Saramago presenta una historia alternativa en la que muestra lo que percibe
sobre la realidad de su pas. Espaa y Portugal no comparten la manera de ver el mundo de
los europeos, ni los rasgos que los caracterizan; por eso, la pennsula termina su viaje sola
en el medio del ocano, con conflictos con el continente que ya abandon y, a su vez,
separada de los dos continentes en los que colonializ pases (relacionada con ellos, pero
distanciada por este motivo). Este punto final de la novela es tambin smbolo de un
comienzo, una nueva historia para la pennsula que se representa como un nuevo espacio y,
ya que todas las mujeres quedaron embarazadas, ser una nueva generacin la que reescriba
esta historia. Podemos relacionar este punto con el inters del autor de la obra y su
intencin de presentar una reinterpretacin de la historia y su pas y a su vez de mostrar una
propuesta diferente que es posible alentar en el presente. En el viaje simblico se manifiesta
tambin el proceso de aprendizaje que se presentan en cada recorrido, ya que siempre est
presente la indagacin de la identidad (tanto de lo pases como de los personajes); en esto
se manifiesta la propuesta, escrita como novela, de Jos Saramago.
Los viajes
Otro punto a destacar en relacin con la categora de espacio son los viajes que se
desarrollan en la novela y que, a su vez, son centrales para el argumento. Tenemos el viaje
de los personajes principales del texto entre Espaa y Portugal. Estos personajes viajan
constantemente entre estos dos pases, recorriendo diferentes pueblos y ciudades; siempre
sus itinerarios estn en relacin con los movimientos de la pennsula que determinan todo el
accionar de los protagonistas, los cuales se mantienen en continuo movimiento: primero
viajan para encontrarse, despus todos juntos continan el viaje para encontrar su lugar en
el mundo, siguen viajando para hallar un motivo sobre qu hacer con sus vidas luego de la
187
tiempo va a seguir este periplo y esto tiene como consecuencia lgica una mudanza en el
accionar de los personajes.
2.
Las personas que viajan para ver pasar Gibraltar. En este viaje nos
el archipilago de las Azores. Este episodio es uno de los ms tensos de la novela, ya que
nos enfrentamos a una catstrofe, si bien con posterioridad la pennsula esquiva al
archipilago, antes de que suceda, tanto los portugueses del continente, como los de las
islas deben ser evacuados o auto evacuarse para salvar sus vidas.
Observamos fehacientemente que el viaje de la pennsula en busca de una nueva
representacin conlleva necesariamente a otros viajes, el principal relatado en el texto es el
de Joana Carda, Joaquim Sassa, Pedro Orce, Jos Anaio, Maria Guavaira y el perro Ardent
dentro de la pennsula. Todo se inicia porque el argumento narrativo est organizado a
partir de diferentes situaciones inslitas en las que se ven absorbidos estos seis personajes a
consecuencia de la separacin de la Pennsula Ibrica del resto de Europa y su viaje por el
ocano, tal como lo expresa Ronaldo Ventura Souza:
189
60
Para analizar la categora de tiempo consideraremos la propuesta del manual de literatura Teoria da
literatura del autor brasilero Vtor Manuel de Aguiar e Silva.
61
Partimos de la diferencia planteada por Vtor Manuel de Aguiar e Silva entre discurso narrativo y digesis.
El primero hace referencia al modo en el cual el narrador cuenta la historia y el segundo a la secuencia de
acciones.
62
Diferencias de duracin entre el tiempo diegtico y el tiempo narrativo, pueden ser establecidas por
resmenes, elipsis, digresiones, descripciones, anlisis de un hecho o accin, presencia de una narrativa
intercalada (Aguiar e Silva).
190
Anacronas
Como mencionamos al inicio de este apartado, el narrador introduce en la historia
una multiplicidad de recursos para alterar el tiempo de la historia. Esto se ve ejemplificado
63
Segn Aguiar e Silva, el tiempo de la instancia narrativa corresponde al tiempo en el que se sita y se
procesa la propia escritura de la novela (750).
191
por los flashbacks, que surgen para presentar las historias del pasado. Los podemos
encontrar, usados en forma recurrente, en dos situaciones puntuales. Por un lado, cada vez
que se encuentran nuevos personajes se utilizan los flashbacks para relatar sus historias con
el fin de presentarlos, tanto al lector como a los otros personajes del libro. Por otro lado,
identificamos este tipo de anacrona cada vez que se rememoran hechos histricos
vinculados con el relato principal.
Los flashforwards constituyen un recurso utilizado con frecuencia en la novela,
principalmente para mantener la intriga en la narrativa, ya que las anticipaciones intentan
conseguir que el lector contine interesado en el relato. Un ejemplo claro de este recurso
puede observarse en la estructura del captulo cuatro del libro, que comienza con los tres
personajes principales reunidos debajo de un olivo escuchando noticias de la radio; luego el
narrador vuelve temporalmente y explica cmo se dio el encuentro de estos tres hombres.
Para hacerlo, retoma el tema por medio de un resumen:
Sabemos h trs minutos que Pedro Orce vive na aldeia que esta escondida por trs destes
acidentes, sabamos desde o princpio que Joaquim Sassa veio duma paria do norte De
Portugal, e Jos Anaio, agora o ficamos a saber de cincia certa... (Saramago, 1986: 46).
No es la nica vez que el resumen aparece en el libro, puesto que muchas veces es
utilizado para retomar el tema debido a la pluralidad de digresiones presentes en la forma
de relatar los hechos: J falamos da vara do destino, j provamos que uma pedra, ainda
que esteja afastada da linha de mar mais alta, pode vir a cair no mar ou regressar dele...
(18).
En relacin a la vinculacin entre pasado, presente y futuro que se observa en el
libro, adems de los flashbacks y los flashforwards encontramos varios episodios de
simultaneidad temporal relatados, por supuesto, uno a continuacin del otro: Enquanto na
192
sala de estar do hotel se discutiam estas graves questes, o gerente, em gabinete retirado
recebia uma delegao de proprietrios... (108).
Otro recurso central utilizado para romper la relacin de duracin entre el tiempo
diegtico y el tiempo narrativo es la presencia del tiempo psicolgico, el tiempo vivencial
de los personajes que recorre toda la novela. La linealidad cronolgica se interrumpe
constantemente por los pensamientos, no slo de los personajes, sino tambin del propio
narrador.
A su vez, se presentan otros recursos para interrumpir la secuencia de acciones, tales
como los dilogos, las explicaciones, las descripciones. Estos tres recursos sirven para
vincular el relato del libro con la lectura del mismo, ya que se utiliza el tiempo presente,
por lo que se produce un efecto de simultaneidad, como si cada hecho sucediera en el
preciso momento en que es ledo. La organizacin del relato en relacin a los hechos
concretos en los que participan los seis personajes centrales est fundado principalmente en
el dilogo, el cual es interrumpido por el fluir de la conciencia de los personajes o por la
intervencin del narrador.
El ltimo punto que queremos destacar es la presencia de historias intercaladas, ya
que tanto el narrador como los personajes relatan, en ciertos momentos de la novela,
diversas historias que no tienen una vinculacin aparente con los hechos centrales: Um dia
que j l vai, D. Joo o segundo, nosso rei, perfeito de cognome e a meu ver humorista, deu
a certo fidalgo uma ilha imaginria... (Saramago, 1986: 61). La propia estructura de la
novela propicia este fenmeno, ya que si bien se centra en seis personajes particulares,
tambin presenta una multiplicidad de hechos vinculados con el viaje de la pennsula.
193
El tiempo de la separacin
El ltimo punto interesante a destacar en relacin con la categora de tiempo es el de
la separacin: todo comienza de una forma sumamente lenta, el narrador es muy detallista,
comenta lo que sucede en diferentes lugares, da a da, problema a problema; presenta
captulo a captulo el tiempo y la distancia de la dislocacin De acordo com as ltimas
medies, a velocidade de deslocao da pennsula estabilizou-se roda dos setecentos e
cinquenta metros por hora, mais ou menos dezoito quilmetros por dia (45). Luego, sin
una razn aparente, observamos una variacin temporal:
Espacio y tiempo
Conclusin
inducen que el tiempo de la historia sea menor al tiempo del discurso, ya que a una
temporalidad diegtica corta le corresponde una temporalidad narrativa larga.
En relacin a la cuestin del espacio observamos la multiplicidad de lugares,
ciudades, pueblos, pases, pero lo central es la vinculacin de la Pennsula Ibrica con
Europa. El eje del libro es el dislocamiento, por lo que consideramos que la pennsula es un
macroespacio y el resto del mundo otro, y en ambos encontramos diferentes microespacios
que recorren los personajes.
Ambas categoras -espacio y tiempo- son abordadas en el libro de forma simblica,
ya que la separacin de la pennsula funciona como metfora de la divisin y diferencia real
que existe en Europa. De ah que en el final del libro Espaa y Portugal finalicen su
recorrido en una posicin geogrfica intermedia respecto a frica y Amrica.
Referencias Bibliogrficas
---.
Discurso
de
aceptacin
del
premio
Nobel
en
http://saramago.blogspot.com.ar/2004/10/discurso-de-aceptacin-del-premio-nobel.html
(1998). Web. 12/06/12.
Vilares Gancho, Candida. (2007). Como analizar narrativas. Sao Paulo: tica.
Ventura Souza, Ronaldo: A viagem pela barca de pedra en
http://www.fflch.usp.br/dlcv/revistas/desassossego/conteudo/01/Ronaldo%20Ventura%20S
ouza.pdf. Universidad de So Paulo. Web. 07/06/12.
197
Adriana Pifferetti
UNR
198
199
Pero durante el largo perodo colonial, el pueblo nativo asimil una ingente cantidad de
elementos de la cultura hispnica, aparte de los que las autoridades les impusieron.
Ocurri lo que suele suceder cuando un pueblo de cultura de alto nivel es dominado
por otra: tiene la flexibilidad y poder suficiente como para defender su integridad y aun
desarrollarla, mediante la toma de elementos libremente elegidos o impuestos. A todos
los transforma (Arguedas, 1975: 193).
201
El mestizo en la sociedad
203
Por su parte, los indios se adaptaron mejor a la sociedad de los blancos, quienes los
emplearon para trabajos pesados.
Por ltimo, los esclavos fueron utilizados para el servicio tanto en la ciudad como
en el campo.
El mestizo en la actualidad
El mestizo en la literatura
Son muchas las manifestaciones de este particular personaje que se han plasmado en
la literatura. Arguedas es uno de los escritores en cuya escritura el mestizo ha aparecido
representado en su funcin social e histrica.
En este sentido, Rama analizar la forma en que los mestizos aparecen en los
cuentos de Arguedas, siempre en ese lugar intersticial que ocuparon en las sociedades
latinoamericanas. Dir que aparecen en su literatura al servicio de los seores y como
figuras esquemticas, meramente ancilares del poder. Adems, conllevan una zigzagueante
gesta histrica y en constante reelaboracin de las tradiciones artsticas.
Arguedas, explica el investigador Rama, no deja de atender a la ambigedad que
presenta esta figura social, a la velocidad con la que poda trasladarse del lado de los
205
seores terratenientes al de los indios y a cierta falta de moral. Pero comprendi mejor que
nadie su realidad social, su vivir en una tierra de todos los dems pero no suya, lo que le
obligaba a desarrollar condiciones adaptables a ambientes hostiles (Rama, 1894: 209-210).
Por ltimo, Rama destaca que Arguedas entendi que dada la destreza y capacidad
de adaptacin del mestizo, este ser aparece como el nico capaz de salvar algo de la
herencia india en los difciles trances de la aculturacin. De ah la importancia que tiene
para la sociedad latinoamericana.
Conclusin
Para concluir, cabe decir que la preocupacin que desde comienzos del siglo XX se
ha tenido por la figura del mestizo est basada en la fuerte actitud que ste tuvo en la
sociedad a lo largo de la historia. Ha sido una figura marginada, surgida en el centro de dos
o ms culturas, sin pertenecer completamente a ninguna. No obstante, lejos de tener una
postura pasiva y dejarse subyugar por el poder de la cultura dominante, tuvo un accionar
plenamente activo y supo darse un lugar en la sociedad, con una actitud transgresora, que
en ms de una ocasin ha molestado a la cultura hegemnica. Por ello tantos investigadores
se han ocupado de su estudio. Los autores que hemos mencionado aqu son un ejemplo.
206
Referencias bibliogrficas
207
Carlos Solero
Facultad de Ciencia Poltica y RRII. UNR
Hctor lvarez Murena naci en Buenos Aires en 1923, en el seno de una modesta
familia que no estaba demasiado preocupada por las cuestiones del mundo intelectual. En
ese momento gobernaba la Argentina Marcelo T de Alvear, sucesor de Hiplito Yrigoyen.
Murena realiz estudios de ingeniera en la Universidad Nacional de La Plata y de Filosofa
en la Universidad Nacional de Buenos Aires, en ambos casos no los complet pero se
transform en un voraz lector y comenz a escribir en su temprana juventud. En el ao
1946 da a conocer su libro de cuentos Primer testamento, desde entonces, sus energas se
orientan a la literatura y al ensayo de interpretacin.
Segn Christian Ferrer (2002), el ciclo de Murena comenz con una primera etapa
de visibilidad pblica en la Revista Sur, disfrutando de una buena dosis de escucha entre
gente de su generacin, y dur hasta los primeros aos de la dcada del 60. Durante el resto
208
de su vida, su ciclo autoral fue secreto: se haba vuelto ilegible. No es cierto que se
suicidara, como afirma la edicin italiana de una de sus obras. Pero en sus ltimos aos
variadas tribulaciones lo impulsaron a resguardarse en su departamento de la calle San Jos,
esquina Estados Unidos interseccin de apstol e imperio, donde una placa recuerda
hoy que all vivi y escribi un ensayista argentino.
De todos modos, para entonces l slo estaba concernido por el absoluto y
sobreviviendo de un cargo de representante de la editorial venezolana Monte Avila. Slo el
diario La Nacin lo tena en cuenta y la juventud moderna o revolucionaria no lea el medio
de "los Mitre".
Mucho antes, haba deambulado junto a tantos otros por las aulas de Filosofa y
Letras, y ms aun por las calles y bares de la proximidad. Una deriva generacional tpica,
como atpico fue su camino posterior, bifurcado de la ruta que seguiran muchos de sus
compaeros. Haba publicado en la revista del centro de estudiantes e intentado una
aventura editorial efmera, la revista Ciento y Una. Lentamente, tradujo para la editorial Sur
Dialctica del iluminismo, de Adorno y Horkheimer, y los Ensayos escogidos, de Walter
Benjamn, que tantos leeran demasiado tiempo despus, y que luego seran traducidos
nuevamente en Espaa, donde ltimamente parecieran creer que han publicado por primera
vez lo que en Latinoamrica ya se lea en tiempos del Generalsimo.
La Argentina era un pandemnium de violencia social y poltica bajo el gobierno de
Mara Estela Martnez de Pern, con listas negras de intelectuales, msicos y artistas. Los
militares y las corporaciones empresarias acechaban el deteriorado proceso poltico iniciado
en mayo de 1973. Hctor lvarez Murena muri en Buenos Aires en este contexto histrico
el 5 de mayo de 1975.
209
recoleccin, con lo cual las cifras son amoldadas a la hiptesis, para constituir el todo
una mera conjetura vergonzante (1965: 17).
212
el sometimiento continuado de los pueblos del continente mediante tratados como el TIAR
y organismos como la OEA.
El pecado est compuesto por los siguientes apartados: Los parricidas: Edgar
Allan Poe; El sacrificio del intelecto: 1-Horacio Quiroga, 2-Roberto Arlt; La leccin de los
desposedos: Martnez Estrada; La pugna contra el silencio: Florencio Snchez y El pecado
original de Amrica: I.Mundo, II.Psiquis, III. Potencialidades. Todos los tpicos son
abordados, con espritu crtico y rigor, de modo lcido procurando establecer por esta va
las claves del desencuentro americano con Europa y las marcas de la conquista y la
colonizacin. Murena busca captar las razones de la particularidad latinoamericana y la
impostergable tarea de autorreflexin, pero autnoma de los cnones de conquistadores y
colonizadores.
213
el que motiva el
comienzo de su irnica reflexin con un captulo al que denomina El perro que nos
observ. Afirma all:
Hacia 1957, se haba anunciado que el hombre iniciaba la conquista de los espacios
planetarios. Sonaban las trompetas que celebraban los prodigios de la tcnica y el
intelecto humanos. Haba vuelto a exponerse el cada de vez menos inverosimil
proyecto de dominio del cosmos por el hombre. Perfecto, me deca yo. Pero y el
perro? El hombre por cierto construy el cohete, el hombre lo lanz y nadie dudaba
que el hombre lo utilizara. Sin embargo yo prefera pensar en el perro Porque la
construccin y el lanzamiento constituan pasos previos al hecho; la utilizacin una
hiptesis. Se trataba toda aquella msica glorificadora- de preludios al hecho y de
interpretaciones del hecho. El hecho desnudo era hasta aquel momento que un perro
haba estado observndonos desde la vastedad sideral. No obstante, se adoptaba
respecto al perro un tono conmiserativo: era la vctima. Mientras que el hombre se ha
transformado rpidamente en superhombre. Cmo calificar este punto de vista
henchido de sentimentalismo? Vanitas. Pues a la sazn -detalle interesante- el hombre
no haba salido de la tierra (1961: 15 y 16).
Y, sobre esta cuestin, agrega el autor con sarcasmo: Significaba que para poder
iniciar la aventura sobrehumana de salir fuera de la tierra el hombre haba necesitado apelar
a lo subhumano. Lo subhumano ha sido el instrumento capital en esta empresa (1961: 15 y
16). Es decir, la proeza del Suptnik dej en evidencia que la humanidad se haba mirado a
s misma a travs de los ojos de un perro. Ms an:
214
Para Murena, entonces, entregarse de manera total, slo al presente, sera una
entrega parcial, inmediata, una forma de atemporalidad. l piensa que slo se vive con
plenitud en el presente cuando se lo percibe en su totalidad desde la perspectiva del pasado.
Slo se es con profundidad contemporneo al sumergirse en la contemporaneidad con la
distancia del anacronismo (1973:13). En estos enunciados tambin es evidente la marca
benjaminiana. Ya el autor de Las tesis sobre la filosofa de la historia (Walter Benjamin),
afirmaba que a la historia haba que indagarla a contrapelo, para captar la persistencia de las
luchas del pasado en el presente. Consideremos que es dable observar en los trabajos de
este autor elementos que abrevan en la tradicin socialista libertaria y el mesianismo
judaico. Adems, Benjamin sealaba que la historia era discontinua, que la nica
continuidad era la de los opresores. En Murena es perceptible que el pensamiento filosfico
debe complementarse con otros saberes que den cuenta tambin de otras dimensiones de la
existencia humana. Por esta razn afirma que:
Es decir, romper con la alienacin que provocan las sociedades contemporneas con
su carga de burocratizacin y deshumanizacin.
216
217
Referencias bibliogrficas
Fuentes:
lvarez Murena, Hctor. (1961). Homo Atomicus. Buenos Aires: Ed. Sur.
---. (1965). El pecado original de Amrica. Buenos Aires: Ed. Sudamericana.
---. (2002). Visiones de Babel. Mxico: Fondo de Cultura Econmica.
---. (2012). La metfora y lo sagrado. Buenos Aires: El cuenco de plata.
Bibliografa citada:
Ferrer,
Christian.
(2002)
La
matriz
218
de
lo
sagrado.
En:
Revista
65
Ivana Incorvaia
UNR-CONICET
Luego de haberse consagrado como escritor entre los crculos literarios porteos,
Scalabrini Ortiz incursion casi con exclusividad en la produccin de ensayos polticos y
econmicos, en los cuales defini, de modo ms categrico, su postura nacionalista
democrtica y popular66, que confluye a mediados de los aos 30 con una de las vertientes
del radicalismo. Es sabido que, a pesar de no haberse afiliado nunca a la Unin Cvica
Radical, particip del alzamiento del coronel Bosch en 1933 y al regreso de su exilio,
forzado por este hecho, intervino activamente en el espacio que las bases yrigoyenistas
conformaron en discordancia con la conduccin alvearista: la Fuerza de Orientacin
Radical de la Joven Argentina (F.O.R.J.A.).
En algunas de las intervenciones realizadas a partir de estos aos, se percibe un
aspecto singular de su discursividad, cierta dimensin americana que postula aquello que
podra sintetizarse como el problema de la balcanizacin del continente, posicionamiento
activado en lo fundamental por las discusiones respecto de los conflictos blicos
internacionales. Ya en su participacin en F.O.R.J.A. pueden encontrarse apreciaciones
sobre la identidad americana, ciertas reflexiones histricas de conjunto y tambin algunas
65
219
consideraciones sobre el modo de pensar el orden internacional, dado el marco de una serie
de procesos ms amplios vinculados con la dialctica imperialismo / antiimperialismo en
Amrica Latina67.
Fundada en 1935 por Arturo Jauretche, Homero Manzi, Gabriel del Mazo, Luis
Dellepiane, entre otros, F.O.R.J.A., si bien retom concepciones de la doctrina nacionalista,
autoproclamndose como una corriente autnticamente argentina, tambin recibi
influencias de Manuel Ugarte, Ral Haya de la Torre y el aprismo 68, combinando, tanto en
sus ideas como en sus enunciados, una perspectiva nacionalista, americana y
antiimperialista.
67
Oscar Tern (1986) sostiene que entre la guerra hispano-cubana-norteamericana y el estallido de la Primera
Guerra Mundial, comienzan a circular en la esfera poltica y cultural latinoamericana una serie de discursos
antiimperialistas. Este fenmeno, lejos de agotarse, se profundiza luego de la llamada Gran Guerra y la
Revolucin de Octubre. Un intelectual como Scalabrini Ortiz, junto con el espacio poltico con el que
interactuaba en los treinta, sin duda expresa una de las vertientes antiimperialistas situada en esta coyuntura.
68
Pueden establecerse ciertas conexiones entre F.O.R.J.A. y A.P.R.A. (Alianza Popular Revolucionaria
Americana). El espacio fundado hacia 1924 en Per por Ral Haya de la Torre, propone, a grandes rasgos, la
conformacin de un frente nico de trabajadores manuales e intelectuales, el enfrentamiento al imperialismo y
la unidad poltica de Amrica Latina. Al respecto, seala Halperin Donghi que F.O.R.J.A. encontr su
inspiracin en el A.P.R.A., puesto que tambin proclamaba una firme reivindicacin del papel directivo de
las clases medias en el movimiento antioligrquico y antiimperialista en que aspiraba a trasformar al
radicalismo (2003: 139). Adems de esta caracterstica en comn en cuanto a la direccin del frente poltico,
ambos espacios coincidieron en otros aspectos: entendieron la unidad americana como contracara del
imperialismo colocando la opresin imperialista por encima de la opresin de clase, impulsaron el
enfrentamiento a los sectores locales oligrquicos y terratenientes, denunciaron sus planes y los del
imperialismo en la divisin de los pases de Amrica y promulgaron una postura neutralista respecto de los
conflictos extranjeros. En FORJA y la dcada infame de 1964, Jauretche (1984), en uno de los apartados de
este balance del movimiento y partiendo del anlisis que Hernndez Arregui realiz sobre F.O.R.J.A. en La
formacin de la conciencia nacional, advierte que el movimiento yrigoyenista retom en su contenido
postulados de la Reforma Universitaria, principalmente su posicin originaria de darle a la Universidad el
contenido nacional y en consecuencia americano, aunque para Jauretche la Reforma luego cay en manos de
dirigentes del ala izquierda del pensamiento forneo. Aqu tambin advierte, que A.P.R.A. estuvo
influenciado por la proyeccin americana que tuvo la Reforma, pero que el partido peruano tom real
contacto con el pueblo de su pas y fue adecundose a la realidad local [] precisamente porque trat de crear
y no de imitar, satisfaciendo reclamaciones populares y no vanidades intelectuales (77). Concluye afirmando
que la influencia de A.P.R.A. en F.O.R.J.A. fue, en lo fundamental, el anlisis general sobre el fenmeno
imperialista. Ms all de esta cuestin que implicara un anlisis especfico en s mismo, importa destacar
aqu la explicitacin de cierta conexin, lo cual no slo indica algunas coincidencias ideolgicas particulares
sino tambin el clima de ideas que recorra Amrica Latina que habilitaba una discursividad americanista y
antiimperialista.
220
69
En 1940 aparece la primera edicin de Historia de los Ferrocarriles argentinos con el mismo texto, a modo
de prlogo, que el utilizado en este trabajo de Cuadernos, slo que intitulado Ubicacin inicial. A
221
Mostrar cmo esa exterminacin fue posible y cmo se realizan todos los das del
presente es objeto primo de la descripcin aqu acometida. No es ella tarea distrada.
La urdimbre financiera y econmica del encadenamiento son hilos finsimos de
diferencia de ste, hacia el final agrega un prrafo en el que aclara y recorta los alcances de la palabra
Amrica: Es preciso decir que la palabra Amrica se emplea con un sentido restrictivo y en la imaginacin
del autor slo representa esa fraccin del continente que tiene una unidad de idiomas, de razas fundadoras, de
religiones, de costumbres y que geogrficamente llega hasta el lmite de Mjico (2006: 17). En igual sentido,
Luis Dellepiane, en la conferencia dada en F.O.R.J.A. el 4 de mayo de 1939, seala: Creo necesario insistir
en que, para nosotros, Amrica comienza en la frontera norte de Mxico. Denunciamos la designacin
intencionada de Amrica, comprendiendo slo a los Estados Unidos de Norteamrica, como una tctica del
imperialismo frente a la conducta de nuestra Amrica. Nuestra Amrica! Infinita perspectiva de acasos,
fecundada con la sangre autctona de generaciones abolidas, madre expectante y anhelosa de hijos que
arraiguen en la comprensin de su inmortal destino! (2012: 354).
222
224
70
Indica Dellepiane: Los pueblos americanos saben bien que el aspecto cruel de la conquista no fue del
pueblo espaol, sino de sus monarcas extranjeros y de su Iglesia implacable. Por eso, vivieron el drama del
pueblo espaol como si fuera el propio, e intuyeron que su lucha, por emanciparse de la intromisin de
Europa, es el anticipo de nuestra lucha, Pueblo espaol, vanguardia americana en Europa! Una debilidad
humillante, fraguada en una persistente y letal traicin de usurpadores, hizo que no pudiramos darte una
mano en el mortal conflicto! (2012: 359). Galasso (2008: 226) describe las diferencias que tenan sobre este
asunto Scalabrini Ortiz y Dellepiane. Cuenta a modo de ancdota una conversacin entre ellos en la que
Dellepiane quera tomar postura apoyando la Repblica y Scalabrini Ortiz se niega pertinazmente a definirse
en el conflicto, considerando que a Dellepiane lo empuja su no superada postura aliadfila y el respeto a la
cultura europea. Casi tres dcadas despus, en su libro publicado en 1962, Jauretche (1984) sigue defendiendo
la posicin neutral ante la guerra como sostenimiento acorde con una postura nacional. Al contrario,
quienes se subordinaban a lo externo, privilegiaban la postura belicista que consista en dividir el
pensamiento argentino en funcin de problemas extraos o no inmediatos, de ideologa o de dogmas, para
hurtar al pueblo el conocimiento de la realidad y sus soluciones. As la guerra de Espaa, la invasin de China
por los japoneses, y la guerra europea, eran transferidas, al escenario nacional con el objeto de dividirlo en
funcin de aquellas, para que acturamos como la prolongacin de los bandos combatientes (32).
225
Se quiere mezclarnos en la contienda, fue una de las frases categricas del volante
con el que se anunci la conferencia de Luis Dellepiane, cuya intervencin se incorpora
luego como texto en la edicin del nmero 9 de Cuadernos de F.O.R.J.A., octubre de 1939,
bajo el ttulo Conducta argentina ante la crisis de Europa. All concluye:
La crisis del mundo, en su mxima incidencia europea, nos plantea a los argentinos y
americanos un dilema de hierro: o Amrica se considera colonia de Europa y procede
como tal, siguiendo las alternativas de sus distintas parcialidades, o se dispone, como
entidad original, a luchar por una cultura y una justicia caracterstica (2012: 354).
lo hace advirtiendo que EEUU estara presionando para intervenir en la guerra de Corea, y
es en tal sentido que retoma los postulados de neutralidad desarrollados en F.O.R.J.A.
Galasso (2008) seala que esta conferencia result condicionada por el contexto
poco afortunado que el ensayista atravesaba en el perodo peronista. Durante estos aos, sin
dejar de admitir sus diferencias, Scalabrini Ortiz apoy el proceso iniciado en el 45, aunque
se mantuvo al margen de la participacin orgnica admitiendo haber sido apartado y
silenciado en algunas ocasiones; de hecho esta intervencin en 1950 fue su ltimo acto
pblico hasta 1955. El bigrafo indica que el condicionamiento puede detectarse en el
despliegue de argumentos poco polticos para pensar la guerra, pues sta llega a explicarse,
lejos de las reflexiones econmicas usuales, por motivos raciales. Afirma Galasso (2008:
390-391) que estas ideas no son retomadas en el fututo, hecho que para el historiador dara
la pauta de la coyuntura poco ventajosa con la que contaba Scalabrini Ortiz en 1950 para
pensar con precisin el contexto, pero tambin de que estas nociones no caracterizaran su
pensamiento.
Sin embargo, en abril de 1958, en el nmero 175 de la revista Qu sucedi en 7
das, Scalabrini Ortiz transcribe lo fundamental de esta conferencia, ratificando all,
explcitamente, la actualidad de aquellas ideas. Importa subrayar esta cuestin porque, si
bien puede resultar acertada la observacin de Galasso respecto de los argumentos raciales
y poco polticos que Scalabrini Ortiz plasma en esta intervencin, no es menos cierto que
lejos de no recuperar estas nociones, las reproduce literalmente, casi una dcada despus. l
mismo las considera actuales, dado que explicita la necesidad de volver a plantear en esos
mismos trminos el dilema de la participacin o la neutralidad en los entredichos
mundiales. Adems, estos planteos no podran interpretarse como excepcionales, pues a lo
228
229
La Repblica Argentina, junto con la parte de Amrica situada al Sur del Ecuador,
junto con Australia que est en nuestras antpodas y tiene otros problemas, es la
primera experiencia de reproduccin acometida por la raza blanca en el hemisferio
austral. Estamos tan lejos de nuestros progenitores como si hubisemos sido
depositados en otro planeta. La inmensa distancia que nos separa de nuestros orgenes,
nos acerca en espritu a las civilizaciones autctonas que existieron aqu y que fueron
aniquiladas por el hombre blanco, porque el tiempo es equivalente a la distancia en
accin y la distancia no es nada ms que el tiempo que est acostado. As lo que existi
en esta parte del planeta y lo que fuimos en nuestros ascendientes, confraternizan en
nosotros en una alianza de extraas perspectivas. Algo de nuestra naturaleza nos
inclina a ser espectadores, no actores, del inmenso drama que se prepara en aquellas
lejanas zonas del planeta que se extienden al Norte de la lnea ecuatorial (2007: 227).
Al igual que en 1936, habra una Amrica (ahora situada al sur de Ecuador), cuyo
denominador comn, en toda su extensin, es el aniquilamiento por parte de Europa o la
expoliacin de las civilizaciones autctonas acometida por el hombre blanco. No obstante,
mientras en los aos treinta la neutralidad era proclamada como contracara de un
enfrentamiento mundial que expresaba una pugna de parcialidades sin ningn beneficio
para los americanos, ahora la abstencin se explica por la distancia geogrfica y espiritual
en la que se ubica Amrica respecto de Europa; una suerte de esencialismo, anclado en la
zona austral del mundo, que por su propia naturaleza empuja a los americanos a ser
espectadores y no partcipes de estos entretelones.
Desde esta perspectiva, aquellos europeos progenitores de los americanos se
encontraran demasiado lejos para una identificacin esencial (cuando en los aos treinta se
admita no poder negar la ligazn material inevitable con lo europeo), distancia que
230
Estos ltimos planteos, amn de que en algunos textos pareciera eximirse de estas
nociones, recuperan cierta concepcin metafsica, fundamentalmente en cuanto al
planteamiento sobre el tiempo y el vnculo con la naturaleza, tanto para la configuracin de
una identidad como para la definicin de una postura poltica. De todos modos, importa
aqu destacar que desde estas bases reflexivas el nacionalismo de Scalabrini Ortiz convivi
por momentos con cierta dimensin americana que le permiti arribar respuestas
identitarias de conjunto, fundamentalmente en contextos blicos. Su perspectiva
americanista al respecto, quizs ms declamatoria que programtica, se centr en la
reflexin acerca del problema de la fragmentacin del continente, los rasgos identitarios
definidos por la historia (o en algunos casos por la naturaleza y la geografa) y la
neutralidad americana frente a los conflictos europeos como su consecuencia esencialista
inexorable.
El mismo fraccionamiento que Amrica vivenci durante el exterminio de la
conquista primero y por la expoliacin econmica despus, Europa lo buscara reforzar
mediante la guerra, involucrando a los americanos en parcialidades forneas que
profundizaran su segmentacin. Scalabrini Ortiz, en la reafirmacin de su discurso
antiimperialista, entiende el continente americano signado por problemticas similares,
aunque slo la cuestin nacional, argentina, se haya constituido en su objeto privilegiado.
No obstante, como advirtiera l mismo en 1936 al publicar sus primeras investigaciones
histricas econmicas en Cuadernos de F.O.R.J.A., aunque se dedicara al estudio de
Argentina, Amrica entera lata en cada uno de sus estudios y denuncias emprendidas,
232
Referencias bibliogrficas:
233
Santiago Venturini
FHUC
Enciclopedia
71
El primer manifiesto del Futurismo, publicado en 1909, fue traducido por Rubn Daro en las pginas La
Nacin pocas semanas despus de su aparicin.
72
Entre ellas Trilce, de Csar Vallejo (1922); Veinte poemas para ser ledos en un tranva, de Oliverio
Girondo (1922); Pau Brasil de Oswald de Andrade (1925); Residencia en la Tierra, de Pablo Neruda (19251931), Altazor, de Vicente Huidobro (1931), libro, este ltimo, del cual se publicaron varios anticipos ya
desde mediados de la dcada del veinte (Schopf, 2003: 1493).
73
Como los sucesivos manifiestos del Creacionismo chileno (Huidobro publica una serie de manifiestos
desde 1920 hasta 1935, aunque el inaugural, el Non Serviam, fue ledo por el poeta ya en 1916), del
Ultrasmo argentino, del Modernismo brasileo, del Estridentismo mexicano, del Diepalismo, Euforismo,
Nosmo y Atalayismo puertorriqueos, etctera (ver Schwartz, 1992: 95-244).
235
Ttulos de un corpus enorme, pueden citarse a publicaciones muy diferentes como las revistas argentinas
Prisma (la revista mural que cont con dos nmeros entre 1921 y 1922), Proa (1 poca: 1922-1923; 2
poca: 1924-1926), Inicial (1923-1926), La Campana de Palo (1925-1927), y la que es objeto de este trabajo,
Martn Fierro (1924-1927); la peruana Amauta (1926-1930), la uruguaya La Pluma (1927-1931); las
brasileas Klaxon (1922-1923) y Revista do Antropofagia (dos perodos:1928-1929; 1929); la mexicana
Contemporneos (1928-1931), etctera.
236
75
La vuelta de Martn Fierro, columna firmada por La Direccin, aparece en la portada del nmero
inaugural y define a la nueva publicacin como la sucesora del programa innovador que haba llevado a cabo
la revista homnima aparecida en 1919. Aunque la eleccin de ese ttulo La vuelta de Martn Fierro, trae
a escena la segunda parte del libro de Jos Hernndez (1879) y da cuenta de la impronta que tuvo el
criollismo en la elaboracin de la vanguardia martinfierrista.
76
Hay muchas afirmaciones explcitas de esta identidad a lo largo de las entregas, como la que aparece en el
N 8-9: MARTIN FIERRO es el reflejo de las nuevas aspiraciones, de los nuevos ideales, de la nueva
sensibilidad argentina, de la juventud. Juventud que avasalla y rompe con las viejas ideas cristalizadas desde
nuestros orgenes hasta la fecha (Martn Fierro, 1995: 68). La revista de Evar Mndez tiene, adems, la
necesidad constante de reivindicarse y reafirmarse, como toda revista beligerante de vanguardia.
237
La traduccin, el comentario
renovacin potica actual (N 38, febrero de 1927), Evar Mndez declara que su revista
aparece casi exclusivamente como un peridico de poetas interesado por los nombres de
la nueva poesa (MF, 1995: 304). En esa misma nota, Mendez destaca uno de los puntos
fuertes en el programa de Martn Fierro, la traduccin, cumplida a travs de
No estn all los textos de las vanguardias europeas y tampoco los de las
latinoamericanas. En forma aislada aparecer Zona de Apollinaire, algn poema de
Alfred Jarry, Jules Supervielle o St. John Perse. S estar presente Valry Larbaud,
habr poesa espaola nueva y ultrasta, claro, y alguna seleccin de poesa mexicana
240
77
Esta recurrencia seala, adems, el peso que en el perodo contina arrastrando el francs como lengua y
cultura relevo (Willson 2006, 669).
241
78
El tono es por completo apologtico: Guillaume Apollinaire ha sido uno de los escritores de mayor
influencia en la poesa contempornea. De su obra y de su propaganda futurista derivan todas las nuevas
tendencias, que han dado poetas tan interesantes como Max Jacob, Reverdy, Cendrars y Cocteau (MF, 1995:
6).
79
Un amigo de Martn Fierro: se le dedica un artculo en el mismo nmero por su labor de ceramista. Galtier
publicar, adems, poemas escritos en francs en nmeros posteriores (nmeros 36 y 40),
242
acabar excedindola sin remedio no se acata uno de los aspectos programticos del poema
de Apollinaire: la ausencia de puntuacin, que tiene una trascendencia clave en el
mecanismo de superposicin que configura al texto y en el efecto vertiginoso de lectura que
prioriza; en la traduccin de Galtier, las comas y los puntos son signos que normativizan y
ordenan el flujo textual.
Ambos casos dan cuenta, aunque de modo tangencial, de la colocacin particular
que tuvo la traduccin en las pginas de la revista. Una cuestin no menor, que contribuye a
definir esa colocacin, es la mencin, no sistemtica y no en un lugar fijo, del nombre del
traductor. En Martn Fierro esta inclusin es altamente irregular: a veces se consignan slo
unas iniciales,80 a veces el nombre completo,81 a veces nada.82 El formato fijo y la
regularidad de esta mencin jugarn un rol determinante en el proceso de la
profesionalizacin del traductor, el cual se cumplir tiempo despus, en parte a travs del
hbito, importado, por la revista Sur (Willson 2004: 123-124).
Pero para dar cuenta del rol de la traduccin en el rgano martinfierrista, es preciso
entrar en la segunda acotacin que planteamos ms arriba, una acotacin relacionada con el
modo en que Martn Fierro oper la entrada de lo extranjero en sus pginas. Si es cierto
que la revista hizo de la traduccin una prctica casi regular, tambin es innegable que le
dio tanta o ms trascendencia a la difusin de nombres extranjeros a travs de otras formas
80
Como la mencin Trad. de H. C. que aparece al final de la Oda a Marcel Proust de Paul Morand,
publicada en el N 4 la cual desentona con las versiones que aparecen, en el mismo nmero, bajo el ttulo
De Luis L. Franco. Traducciones, que destaca la figura del traductor; o las iniciales B.M., en tipografa
ms reducida, que se consignan como responsables de la traduccin del Saludo a Buenos Aires de Rudyard
Kipling, publicado en el N 39.
81
Como en las versiones que aparecen bajo el ttulo Cuatro aspectos de la poesa moderna (N 14-15), en
las que los traductores son identificados por su nombre completo, o en la traduccin del poema Tierra de
Jules Supervielle firmada por Antonio Vallejo el apellido aparece en maysculas, incluida en el N 29-30.
82
Como en los poemas de Valry Larbaud que aparecen en la portada del N16, a pesar de que el lector pueda
inferir que el responsable de la traduccin es Francisco Luis Bernrdez. Lo mismo, aunque en este caso la
adjudicacin es ms evidente porque hay una nota debajo de las versiones, sucede con los poemas de Paul
luard incluidos en el N 43.
243
de refraccin (Lefevere, 1982), como la crtica,83 aun cuando estas formas no haya tenido
como fin apuntalar una traduccin, sino implantar un nuevos nombres extranjeros,
favorecer su circulacin, para asegurar as el cumplimiento de una tarea netamente
modernizadora. No es casual que en la cita reproducida antes, al recuperar el rol de Martn
Fierro en la poesa, Evar Mndez coloque al mismo nivel de la traduccin, los
comentarios a escritores de primera fila en la literatura mundial del da (MF, 1995: 304).
Esta cuestin se advierte de manera ostensible con Valry Larbaud, uno de los nombres
recurrentes en la revista. Larbaud, ese poeta relativamente desconocido y marginalizado,
que busca fuera de Francia, en la mana deambulatoria como en la lengua, el sentimiento
de lo nuevo (Maulpoix, 2006: 291-292) aparece con dos poemas de su Poesa de A. O.
Barnabooth en la portada del N 16, sin ningn tipo de comentario. La inclusin resulta
mnima si se la compara con el extenso ensayo del chileno Francisco Contreras, Valry
Larbaud y su obra, que se publica a lo largo de siete nmeros (del N 32 al 38). El ensayo
fraccionado instala a Larbaud, por la recurrencia crtica, como un referente ineludible del
martinfierrismo, en parte, como se lo afirma en la nota que introduce el texto, porque
Larbaud es un decidido partidario de una vinculacin cada vez ms estrecha entre los
pases de origen latino de Europa y Amrica (MF, 1995: 234). Puede pensarse que frente a
83
Andr Lefevere propone el trmino refraccin (refraction) para dar cuenta de la adaptacin de una obra
literaria a un pblico diferente, con la intencin de influir en la manera en que ese publico leer la obra
(Lefevere, 1982: 234-235). La nocin, que destaca la dimensin ideolgica que implica toda apropiacin, es
sospechosa por su labilidad y su amplitud: se dispersa en un conjunto de prcticas discursivas diferenciadas
que configuran el proceso de importacin de una obra extranjera. Si bien la traduccin aparece como una de
los procedimientos cannicos de esta adaptacin, la refraccin excede el marco particular de esta prctica.
Dice Lefevere: Es a travs de refracciones crticas que un texto se instaura dentro de un sistema dado (desde
el artculo de revistas eruditas hasta esa forma de crtica ms declaradamente comercial, el resumen o nota de
contraportada [blurb], que es con frecuencia mucho ms efectiva para vender el libro que la primera). Es a
travs de traducciones, combinadas con refracciones crticas (introducciones, notas, comentarios que
acompaan a la traduccin, artculos sobre la misma) que una obra literaria producida fuera de un
determinado sistema, toma su lugar en este nuevo sistema (Lefevere, 1982: 246, la traduccin es nuestra).
244
84
De hecho, su primera intervencin, una pgina despus de su presentacin oficial, se titula El movimiento
literario en Francia (MF, 1995: 197)
245
Referencias bibliogrficas
Fuente
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Horacio Salas. Buenos Aires: Fondo Nacional de las Artes.
Revista Proa. N 1. Buenos Aires, agosto de 1924.
85
A travs de una afirmacin como la siguiente, adems, Aguilar complementa el planteo de Antelo al que
antes hicimos referencia: El movimiento dislocatorio, entonces, es el momento cosmopolita y metropolitano
de las vanguardias argentinas a partir del cual los integrantes piensan su recolocacin, en definitiva, su acento
nacional o criollo: nuevos mapeamientos y nuevas posiciones (2009: 174).
246
Terica y crtica
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Visin.
247
248
Roberto Retamoso
UNR
veces situados en la lejana del pasado (tal como acontece en la tragedia y en la epopeya), la
mmesis novelstica actualiza esos hechos -los torna presentes-, revelando en ese
desplazamiento temporal los lazos genealgicos que la vinculan antes que con los gneros
altos, con aquellos gneros que Aristteles concibi como bajos: la stira y la comedia.
As, quizs podra sostenerse que la novela no es ms que un producto bastardo de
la mmesis clsica, por lo menos en el sentido del desplazamiento de los objetos y los
lenguajes elevados que la tradicin potica haba establecido a partir de Aristteles.
Desplazamiento que en la crtica especializada encontrara distintas interpretaciones o
hiptesis explicativas, como las formuladas por Georg Lukacs y Erich Auerbach. Para
Lukacs, es sabido, la novela es una suerte de continuidad moderna del gnero pico, que se
diferencia de ste por la falta de armona entre el hroe y el mundo, dado que la novela trata
de hroes problemticos en un mundo degradado (Lukacs, 1985). Para Auerbach, por su
parte, la novela consiste en una transgresin de la teora aristotlica de los niveles
estilsticos de representacin, al tratar de manera trgica personajes y situaciones de
naturaleza inferior (Auerbach, 1993).
De manera que ambas interpretaciones coinciden en sealar ese desplazamiento del
objeto de la mmesis clsica que opera la novela, al constituir un nuevo objeto narrativo,
cercano en el tiempo y el espacio, despojado de todos los atributos propios de los hroes
tradicionales, investido de atributos inditos en la construccin discursiva de los hroes
modernos, y narrado con un lenguaje prosaico tanto en el sentido literal como figurado del
trmino.
Esa mutacin de las formas clsicas de la narracin se corresponde, en
consecuencia, con la mutacin del mundo por representar. Porque la novela moderna, es
sabido, ya no trata de personajes nobles o divinos mediante una fbula de races mticas,
250
sino que trata de personajes actuales que protagonizan historias no necesariamente picas o
trgicas, por lo menos en el sentido clsico de esos trminos. Por el contrario, las historias
que protagonizan los hroes novelescos estn mucho ms ligadas a la experiencia del
hombre burgus moderno, y a las cuestiones fundamentales que modelan y dan sentido a su
vida: el dinero, el matrimonio (entendido como una institucin donde el inters predomina
sobre el amor), o el ascenso y la legitimacin social a travs de posiciones que disputan el
poder ejercido hasta entonces por las clases nobles.
Pero si en tal sentido la novela supone una ruptura respecto de los modos y las
formas de la narracin clsica, por otra parte supone una continuidad en cuanto a la manera
de concebir las relaciones existentes entre relato y realidad. La novela moderna, desde este
punto de vista, consiste, antes que en un quiebre, en un mantener la episteme donde
histricamente se funda el realismo literario.
Ello permite sostener que el realismo de la novela moderna se corresponde con una
filosofa (una gnoseologa) de tipo empirista. Para esa filosofa lo real es aquello
empricamente existente, y en tal sentido no pueden desconocerse las correspondencias que
esta clase de concepciones guardan respecto de la ciencia y la epistemologa de la
modernidad europea.
As, una misma concepcin del mundo se proyecta en rdenes discursivos diversos.
Y aunque la ciencia moderna se vuelva cada vez ms formal y cuantificadora, mientras que
la novela se expresa por medio de los signos naturales del lenguaje humano, una suerte de
actitud comn comprende la tarea del cientfico y del novelista en los albores de la
modernidad: la tarea de ambos opera sobre una misma fuente, la empiria de lo real (o la
realidad emprica), a la que ambos investigan para extraer de ella los datos que informan
251
252
El realismo de Arlt pude leerse como una hiprbole de la potica realista. Esto
querra decir que la escritura de Los Siete Locos/Los Lanzallamas consiste en una torsin
intensa, y si se nos permite el trmino, brutal, de las formas que prescribe el canon de la
novela realista. Porque Arlt trabaja desde el interior del gnero, pero tensando sus formas
de tal modo que los modelos cannicos se vean desbordados, excedidos, por la fuerza de
una escritura que los potencia hasta el punto en que la representacin realista deviene en
otra cosa. Esa otra cosa por momentos es una representacin grotesca de personajes y
situaciones, que evoca ciertos modos y lenguajes propios de una literatura expresionista.
Pero adems, el realismo de Arlt est plagado de momentos onricos y
fantasmticos. Su escritura, en principio, aspira a representar el orden de lo real: sus
personajes, su mundo, el territorio urbano por donde transitan, aparecen claramente datados
y fechados en la Buenos Aires de fines de los aos veinte y comienzos de los treinta.
Aunque la visin de sus criaturas no es meramente exterior y por lo mismo objetiva; por el
contrario, se trata de una visin desde dentro, subjetiva, que muestra no slo los cuerpos
y los actos de los personajes sino tambin sus pensamientos, sus fantasas, sus
alucinaciones y sueos.
Y esa visin, que no se detiene en los lugares de una tpica narrativa convencional exterior/ interior, objetividad/subjetividad, superficie/profundidad- se va desplazando por
los distintos polos de esas oposiciones para trazar una representacin potente de su materia
narrativa, que no es ms que una deformacin intensiva de la potica realista y sus
procedimientos.
253
As, en las novelas de Arlt el realismo se lee como las formas de una desmesura.
Porque es desmesurado el mundo interior de su personaje axial, Erdosain, como lo son
las bsquedas, los deseos y las utopas de quienes los rodean y, a su modo, lo acompaan:
El Astrlogo, Ergueta, Barsut, La Coja. La desmesura, es sabido, puede ser una marca
melodramtica, y esa marca sin duda est presente en una escritura que busca, antes que
conmover, impactar al lector, con la fuerza de un cross a la mandbula.
Pero Los Siete Locos/Los Lanzallamas es algo ms que un melodrama, aunque apele
de manera intensa y desbordante al pathos del lector. Del mismo modo que es algo ms que
un folletn, aunque su escritura se valga de las formas y estructuras propias de los relatos
folletinescos. En tal sentido, dirase que la escritura arltiana se apropia de esos gneros
populares para consumar una estrategia que persigue, ms que comunicar, sacudir a quien
la lee. As, la narrativa de Arlt resultara consecuente respecto de las prescripciones
histricas del realismo, que desde Aristteles ha sancionado que la fbula narrada, o
representada, debe conmover el alma del espectador provocando la catarsis de sus
emociones, pasiones y sentimientos. En Arlt, esas prescripciones son ejecutadas en el nivel
mayor de sus posibilidades, o en otros trminos, como una inflexin mxima en el nivel de
los modos y procedimientos de contar la fbula.
Semejante fuerza, tamaa potencia narrativa, no pueden menos que suscitar la
pregunta acerca del por qu y el para qu de su ocurrencia. Pregunta seguramente ingenua
en el plano de los sentidos dxicos acerca de la literatura, pero que se vuelve pertinente
cuando se intenta proponer alguna clase de hiptesis interpretativa respecto de lo que se
est leyendo. Por qu tanta intensidad, nos preguntamos al leer las fbulas arltianas, o
tambin con qu fin -si es que la literatura persigue alguno- se la desata. Y la respuesta que
produce la lectura -provisoria, conjetural, relativa- consiste en vincular esa fuerza
254
hiperblica con la voluntad de inscribir algo que est ms all del campo cannico de la
novela realista.
Ese algo sera aquello que pertenece a un orden que excede la contingencia de lo
meramente fctico y emprico. En las novelas de Arlt recibe denominaciones de carcter
mstico y religioso: Dios, Alma, Belleza, Bondad. Pero ese misticismo y esa religiosidad no
pueden ocupar el espacio total de las novelas, puesto que en tal caso no estaramos
hablando de realismo. Son, por as decirlo, una especie de reverso del signo realista; la cara
velada de su ser concreto. Sin embargo, en el devenir de la letra de Arlt, en el despliegue
sinuoso de su fuerza escrituraria, ese reverso del signo no deja de irrumpir: por ello, la
escritura de Arlt se revela como una escritura quebrada y fragmentaria, que en la sustancia
realista de sus enunciados expone, segn ritmos variables, ese otro lado (y ese otro mundo)
que cerca las fronteras del gnero.
Desde ese punto de vista, Erdosain no es ms que un sujeto desgarrado. Desgarrado
entre sus pulsiones carnales, el goce perverso de su poder (real o aparente) sobre los otros,
y sus ansias de una trascendencia que le permitiera desasirse de su cuerpo y de la
materialidad del mundo. Pero esa imagen puede ser una impostura, tal como lo seala el
Comentador.
86
ms como cierta. Hay un relativismo notorio en las perspectivas con que se representan las
cosas -lo que saben o cuentan los personajes desmiente lo que otros personajes dicen o
saben, y lo que cuenta el Comentador (no slo el Narrador sino en definitiva el Gran
86
En el episodio Arriba el rbol, ltimo del Captulo Primero de Los Siete Locos, el Comentador dice:
Mira en redor casi extraado de encontrarse en semejante posicin, de pronto el semblante de la remota
criatura estalla en l como una flor, e inmensamente avergonzado de la comedia que representa, baja de la
planta. Est vencido. Es un desgraciado. El prrafo contiene una Nota del Comentador a pie de pgina que a
su vez refiere Dos explicaciones me dio Erdosain respecto de esta comedia. La primera es que senta un
placer interno en simular un estado de locura, placer que comparaba al del hombre que habiendo bebido un
vaso de vino finge que est borracho ante sus amigos, para inquietarlos. Cfr.: Arlt, Roberto, Los Siete
Locos/Los Lanzallamas. Buenos Aires, Biblioteca Ayacucho - Hyspamrica, 1986, pg. 67.
255
Intrprete de los hechos novelados) muchas veces refuta lo que los personajes dijeron- que
determina la inestabilidad y lo mutante de la verdad del relato.
As, la ficcin arltiana termina mostrndose como un enorme simulacro. Todo lo
que las novelas cuentan termina volvindose sospechoso, excepto en la instancia donde la
palabra es asumida por el Comentador. El Astrlogo en un gran embaucador, El Mayor un
farsante, Barsut un simulador o Erdosain un impostor. Sin embargo, una verdad ltima
irrumpe sobre el fin del relato: la verdad trgica. Desmontados todos los artilugios que
sostenan la trama, agotados todos los intentos de Erdosain por conquistar el mundo
material, la nica va que siempre atisb en el horizonte de su propia existencia se impone
como la salida necesaria. Esa va es la que gobierna la pulsin de muerte -mxima
realizacin del Mal y por ello el camino elegido para acceder a una trascendencia divina-,
que Erdosain finalmente proyecta sobre el otro (La Bizca), pero tambin sobre s mismo.
Referencias bibliogrficas
Arlt, Roberto. (1986). Los siete locos/Los lanzallamas. Buenos Aires: Biblioteca Ayacucho.
Auerbach, Erich. (1993). Mmesis. Madrid: FCE.
Lukacs, Georg. (1985). Teora de la Novela. Madrid: Grijalbo.
256
A mediados del siglo XIX, la hegemona del discurso positivista dot de una
increble fuerza seductora a la palabra ciencia. Discursividades heterodoxas, de voluntad
disidente y desestabilizadora, sin embargo, no negaron ni intentaron despojarla de tal
seduccin probablemente tambin fascinadas ante su belleza sino que convirtieron a la
ciencia positiva en una suerte de femme fatale, invirtiendo as el ideal del progreso al que
el positivismo se haba aliado. Los avances del conocimiento, de la ciencia y de la tcnica
eran proyectados, desde esta ltima perspectiva, negativamente, despojados de todo
optimismo. No result extrao entonces que las representaciones literarias, nutridas de esta
superposicin de discursos, prestaran su atencin a lo que los fantasmas de Fausto y
Frankenstein tenan para decirles. Y no solamente a ellos, ya que reciclaron, reimplantaron
y reinterpretaron viejos mitos y obsesiones que por breve tiempo parecieron ser acallados
por la ideologa del progreso.
A partir de la hegemona de la episteme positivista como organizador de la
racionalidad e imaginarios de la sociedad de fines del siglo XIX, ensayaremos en primer
257
lugar una lectura del cuento Un fenmeno inexplicable87 de Leopoldo Lugones, teniendo
en cuenta el horizonte de ideas y discursos coyunturales en los que este texto se inscribe
(positivismo, evolucionismo, modernismo).
Unos 35 aos despus y ubicado en un contexto muy diferente (con un positivismo
e ideal del progreso que han perdido buena parte de su vigor y un horizonte literario cuyo
rgimen, podra decirse, es el de la narrativa realista y cosmopolita), Roberto Arlt compone
su cuento Los hombres fieras88, al cual nos aventuraremos a calificar como una suerte de
variacin del relato de Lugones, dado que son mltiples los puntos de contacto entre ambos
relatos. Arlt conoca y aprobaba el relato de Lugones, an cuando no aprobara a su persona.
En su escrito juvenil Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires89 suerte de
ensayo en el que denuncia la farsa de la Sociedad Teosfica rescata, sin embargo, el libro
entero de Las fuerzas extraas y, particularmente (aunque sin nombrarlo), el cuento Un
fenmeno inexplicable:
87
La edicin utilizada para el anlisis se encuentra detallada en las referencias bibliogrficas y pertenece a
Lugones (2009: 41-49).
88
La edicin utilizada para el anlisis se encuentra detallada en las referencias bibliogrficas y pertenece a
Arlt (2008: 229-235).
89
Publicado el 28 de enero de 1920, en el N 63 de Tribuna Libre. La edicin digital utilizada en este trabajo
fue extrada de la pgina web www.elalpeh.com el da 1 de mayo de 2012.
258
259
90
De ahora en ms FI. Las citas de este cuento son tomadas de Lugones (2009: 41-49).
La revista Philadelphia era una revista mensual que llevaba el subttulo rgano de la rama argentina
Luz de la Sociedad Teosfica. Buenos Aires. Leopoldo Lugones fue secretario general de esta Sociedad.
(Castro, 2003: 195). Lo mismo indica Ricardo Piglia cuando dice que hacia 1900 Lugones era secretario
general de la Rama Luz de la sociedad teosfica argentina, filial de la secta cientfica fundada por la vidente
Helena Petrovna Blavatsky, y hasta su muerte fue un iniciado en el saber maldito. (Piglia, 1993: 52).
92
Sobre el trmino licntropo nos remitimos a lo que expone Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de
smbolos: Segn la leyenda, hombre al cual el diablo cubre con piel de lobo y obliga a ir errante por los
campos dando aullidos. Simboliza la irracionalidad latente en la parte inferior del hombre, la posibilidad de su
despertar. Por ello, sentido similar al de todos los monstruos y seres fabulosos malignos (1969: 289). Aunque
la definicin de licantropa se refiera principalmente a la metamorfosis del hombre en lobo (del griego lkos
lobo, nthrpos hombre), el trmino a menudo es usado para referirse a la transformacin en cualquier
otro animal. La eleccin de este animal suele variar segn el folclore de cada cultura. As, por ejemplo y
para ir adelantando algunas cuestiones que conciernen al relato Los hombres fierasde Arlt en varias
culturas del frica es comn or hablar de los hombres-hiena u hombres-leopardo que rondan por la selva
durante la noche.
91
260
que separa las provincias de Crdoba y Santa Fe, el narrador se dirige por recomendacin
de un juez de paz a la residencia del mencionado extranjero, quien terminar hospedndolo.
El personaje del ingls es presentado como un ser tan respetable y corts como solitario y
reservado. Esta reserva ya es anunciada por el juez de paz al advertir al narrador que
[n]adie ha podido penetrar en su casa ms all del dormitorio donde se instala a sus
huspedes, muy escasos por otra parte (FI, 41), lo que es otro modo de decir que nadie
alcanz a internarse en la intimidad del ingls.
La misma descripcin de la desolada casa es un reflejo de la personalidad del
anfitrin: Entre las plantas que casi poda tocar con la mano, creca libremente la hierba;
todo pareca deshabitado (FI, 42). Esta descripcin se complementa con el anlisis de
raigambre lombrosiana que hace el narrador de su anfitrin a partir de la observacin de sus
rasgos faciales. stos le permiten concluir que quien se encontraba frente a l posea un
equilibrio entre tendencias impulsivas y un desdn imperioso, que deba ser un tanto
mstico y que poda ser lo mismo un militar que un misionero, agregando por ltimo que
hubiera deseado mirar sus manos para completar mi impresin (FI, 43).
Durante la cena, la perfecta cortesa del ingls es acompaada por manifestaciones
de inquietud y preocupacin visibles en cada instancia en que este personaje observa el
rincn de la habitacin donde se encuentra su sombra. An as, la charla se anima cuando
ambos personajes descubren la pasin compartida por la ciencia. Este vnculo y saber
comn hace que el ingls encuentre por primera vez un confidente de su secreto en su
interlocutor.
Aqu comienza entonces el relato del ingls acerca de cmo durante su estada en la
India como subteniente del ejrcito de su pas vio operar a los yoghis. Su curiosidad y
audacia lo llevan a querer desarrollar idnticos poderes: En poco tiempo llegu a dormir.
261
Al cabo de dos aos produca la traslacin consciente. (FI, 46). A pesar de que los
resultados de su experiencia son nocivos Me senta espantosamente desamparado;
Senta mi personalidad fuera de m, mi cuerpo vena a ser algo como una afirmacin del
no yo (FI, 47), su obsesin e impulso fustico prevalecen, por lo que el ingls resuelve
ver qu era lo que sala de m, siendo yo mismo, durante el sueo exttico. (FI, 47). Y
una vez que logra su objetivo puede comprobar que esa forma era un mono, un horrible
animal que me miraba fijamente (FI, 47). Desde este momento, el ingls ya no logra
unificar la identidad entre su sombra y su persona. Al desatar fuerzas que no puede
controlar se vuelve un laboratorio vivo de sus experimentos y termina por ser perseguido
por su doble animal, desdoblamiento que lo atormenta diariamente.
De ahora en ms HF. Las citas de este cuento son tomadas de Arlt (2008: 229-235).
262
cuya fuerza mal contenida se manifiesta en el exterior con furor y sin discernimiento. Por
tanto, la animalizacin de los hombres una constante de los temas arltianos se vuelve, en
este relato, literal.
El furor y la bestialidad de los crmenes cometidos en este relato evidencian la
afinidad del mismo con el periodismo sensacionalista. Ahorcar a un nio es el tema cuya
discusin inicia el relato; a lo que enseguida se agrega que la criatura en cuestin es un
pequeo antropfago (HF, 229). La violencia, la perturbacin y el escndalo estructuran
el relato. El comienzo es un ejemplo de estos planteos ya que aborda cuestiones de alto
impacto social y afines a los intereses de la prensa amarillista: mediante la discusin acerca
del veredicto judicial de ahorcar a un nio antropfago se traen a colacin temas tales como
la pena de muerte, la penalizacin de infantes criminales y el canibalismo.
Adems de los pequeos antropfagos, las figuras centrales del relato son tres
personajes de raza negra: un sacerdote catlico negro, y dos jueces negros norteamericanos
llegados a Liberia (pas donde transcurren los hechos) para asumir un cargo judicial. El
primero de ellos, el doctor Traitering, ya ha fallecido en el presente del relato. El segundo,
el joven juez Denis, recin llegado de los Estados Unidos, tiene un encuentro con el
sacerdote para pedir su opinin sobre el caso del nio antropfago que tiene que juzgar.
Como respuesta, el sacerdote le narra la historia de la muerte del juez Traitering, quien tuvo
que enfrentarse a un caso similar.
El relato del sacerdote comienza con unas misteriosas desapariciones que tenan
lugar en la zona y que, ms tarde, se descubre que son producto de sangrientos rituales
antropofgicos llevados a cabo por un numeroso grupo de personas. Una vez descubiertos y
arrestados, quienes tomaron parte en ese banquete alegan haberse metamorfoseado en
bestias antes de ingerir vivas a sus vctimas. Los canbales, a excepcin del pequeo Gan
263
un nio de 12 aos que tambin form parte de los festines, son condenados a la horca y
colgados en la ruta que conduce a Monrovia. El juez Traitering, encargado del caso,
conserva con vida al nio. Lo hace no tanto por el piadoso consejo del sacerdote sino por la
curiosidad que le provoca el mismo. El pequeo canbal deviene entonces objeto de estudio
del juez, quien est escribiendo un libro sobre las costumbres de nuestros negros (HF,
231). Pero el contacto con el infante contagia y corrompe al juez despertando su deseo de
animalizarse, de como l mismo plantea degradar mi dignidad humana (HF, 233) y
convertirme en una bestia (HF, 234). El juez, que comienza imitando al nio-bestia,
termina yendo junto a l a la selva y, metamorfosendose en tigre, ambos atacan y
devoran al primer transente que encuentran. A pesar del humano remordimiento diurno,
los asesinatos y festines nocturnos del juez se repiten por la noche. Desesperado decide, en
un intervalo de lucidez (HF, 235), matar al pequeo Gan y, tras su confesin ante el
sacerdote, quitarse la vida.
La narracin del infortunio de Traitering llega al lector y al juez Denis a travs del
relato del sacerdote, estableciendo as una instancia de mediacin: el sacerdote cuenta lo
que oy de parte del fallecido juez. Asimismo podemos observar cmo el texto establece un
paralelismo entre los dos jueces, quienes se enfrentan a una situacin similar. Hay una
identificacin entre Traitering y Denis. Ambos tienen que condenar a un nio antropfago,
el juez Denis al nio Tul y el juez Traitering al nio Gan; ambos se enfrentan a los consejos
del sacerdote; estos consejos se dan en la misma ubicacin espacial (ambos jueces se
sientan en la misma silla, en el mismo bungalow y, mientras unos nios juegan alrededor
del elefante de mister Marshall, escuchan al sacerdote bebiendo el aguardiente que ste les
sirve). Hay una identificacin entre Traitering y Denis que contribuye al influjo turbador
que tiene la historia del sacerdote sobre el joven juez y, por tanto, favorece cierto tinte
264
aleccionador del relato. El sacerdote intenta, entonces, que este relato aleccionador que le
refiere le sirva al joven e inexperto juez para ponerse en guardia (HF, 235) ante el
engranaje del misterio bestial que en todos nosotros ha puesto el demonio, siempre en
acecho del alma animal de estos pobrecitos salvajes, engranaje del que, tal como es el caso
de su interlocutor, el hombre de color extranjero se ha visto desvinculado al haber
abandonado sus antepasados el clima de la selva y de la tierra (HF, 230).
en
constante
actualizacin.
Define
al
hombre
como
un
cuerpo
En la lectura de Hegel que hace Kojve, el hombre no es, en efecto una especie
biolgicamente definida ni una sustancia dada de una vez y para siempre; es, ms bien,
un campo de tensiones dialcticas ya cortado por cesuras que separan siempre en l al
menos virtualmente la animalidad antropfora y la humanidad que se encarna en
ella. El hombre existe histricamente tan slo en esta tensin; puede ser humano slo
en la medida en que trascienda y transforme el animal antropforo que lo sostiene; slo
porque, a travs de la accin negadora, es capaz de dominar y, eventualmente, destruir
su misma animalidad (es en este sentido que Kojve puede escribir que el hombre es
una enfermedad mortal del animal, 554) (2006: 28).
266
267
270
puesto el demonio, siempre en acecho del alma animal de estos pobrecitos salvajes
(HF, 230).
impaciencia del juez alude a esa fuerza despierta que desborda. Algo en el interior se ha
quebrado, pues ya no puede ser contenida.
Pero centrmonos por un momento en la frase en aquel momento experiment un
placer vertiginoso en degradar mi dignidad humana (HF, 233). Cmo no ver y sentir en
esta frase el ms profundo gesto liberador? Seguramente la liberacin ms radical
concebible para el ser humano. Quizs esta simple, frvola y poco sutil frase que asocia el
vrtigo y el placer con el romper las cadenas que nos atan a lo humano y a la cultura
sea el punto neurlgico del relato. No slo como sealamos anteriormente se ha quebrado
algo, sino que algo se ha distendido. Hay una suerte de alivio corporal y mental, de
relajacin, en esa frase. Lo que se relaja es ese campo de tensiones que define al hombre.
La cacofnica, retrica y afectada voz humana que haba invadido al hombre y tomado el
poder de forma totalitaria comienza a ser derrocada. La voz invasora que controlaba y
dominaba al hombre es reemplazada por la sencilla, franca y espontnea voz de la
naturaleza.
Uno de los ltimos pasajes de Dialctica de la Ilustracin (publicada originalmente
en 1947) de Theodor Adorno y Max Horkheimer ilustra ejemplarmente lo que intentamos
decir. El fragmento se titula Le prix du progrs y pertenece a la seccin de Apuntes y
esbozos del libro. All se cita extensamente la argumentacin que el fisilogo Pierre
Flourens da para su oposicin al uso del cloroformo en las intervenciones quirrgicas:
la operacin con cloroformo, como probablemente tambin las otras formas conocidas
de narcosis, constituyen slo una ilusin. Tales medios obran slo sobre ciertos centros
motores y coordinadores, as como sobre la facultad residual de la sustancia nerviosa.
Bajo la accin del cloroformo, sta pierde una parte notable de su capacidad de acoger
272
Adorno y Horkheimer ven en esta cita de Flourens una metfora de la relacin entre
la Razn y la Naturaleza. La vida no sera un sueo, sino una narcosis (1997: 275) y en
ella la Razn cumplira su papel de narctico que nos mantiene ciegos frente al dolor
interno. [E]l dominio permanente sobre la naturaleza [] recibe su fuerza de esta ceguera;
ms an, ella se ha hecho posible slo merced al olvido. Prdida del recuerdo como
condicin trascendental de la ciencia. (1997: 275).
94
De ahora en ms Y. Las citas de este cuento son tomadas de Lugones (2009: 113-123).
273
El relato inicia con el postulado ficcional de que los monos son hombres primitivos
degradados. Este postulado antropolgico del narrador, que cumplir las funciones de
cientfico-intelectual-pedagogo en este relato, es una inversin de la hiptesis fundamental
del evolucionismo: Los monos fueron hombres que por una u otra razn dejaron de hablar.
[] y el humano primitivo descendi a ser animal (Y, 115). Nos enfrentamos as con el
reverso de los cuentos anteriores. Lo que se encuentra dormido u oculto pero en potencia en
Yzur es la humanidad del animal. La capacidad del lenguaje no hay ninguna razn
cientfica para que el mono no hable (Y, 116) es reprimida y/o anulada por una misteriosa
eleccin o abstencin por parte del mono. Segn el narrador, los antiguos hombres de la
selva optaron o las circunstancias los forzaron a optar por el mutismo, es decir, por el
suicidio intelectual.
El narrador resuelve demostrar su postulado devolviendo al mono al lenguaje. Y la
eleccin por Yzur como sujeto pedaggico no es inocente. Es un mono joven, con
educacin de circo y muy capaz; pero, por sobre todas las cosas, es un chimpanc, y
sbese que el chimpanc (Yzur lo era) es entre los monos el mejor provisto de cerebro y
uno de los ms dciles, lo cual aumentaba mis probabilidades. (Y, 116). Tanto las
caractersticas fsico-biolgicas los labios mviles, la laringe y el cerebro del chimpanc
como su comportamiento y capacidades intelectuales su tendencia imitativa, su memoria,
su capacidad de atencin y reflexin justifican la eleccin del cientfico narrador de esta
historia, instalando al chimpanc como la criatura ms cercana al hombre
274
Felizmente los monos tienen, entre sus muchas malas condiciones, el gusto por
aprender, como lo demuestra su tendencia imitativa; la memoria feliz, la reflexin que
llega hasta una profunda facultad de disimulo, y la atencin comparativamente ms
desarrollada que en el nio. Es, pues, un sujeto pedaggico de los ms favorables (Y,
116-117).
Yzur se encontraba, respecto al lenguaje, en la misma situacin del nio que antes de
hablar entiende ya muchas palabras; pero era mucho ms apto para asociar los juicios
que deba poseer sobre las cosas, por su mayor experiencia de la vida (Y, 118).
275
actualizacin de esta mquina y de las relaciones animal/humano. Pero esto tambin lleva a
preguntarnos cul es el rango que otorga el narrador y Lugones a los idiotas,
sordomudos, negros, nios y marineros borrachos antes mencionados dentro de la
mquina antropolgica?
Los aos pasan y el mono no llega a pronunciar palabra alguna. An as los cambios
en el carcter de Yzur son notables y su humanizacin avanza:
La hybris del narrador, el demonio del anlisis y su excesiva curiosidad, junto con
la sospecha de que Yzur no habla porque no quiere, lo llevan maltratar y azotar a mono,
que termina por caer mortalmente enfermo. La proximidad de la muerte habalo
ennoblecido y humanizado. (Y, 121).
276
causa de su humanizacin? Nos concedemos abrir un breve parntesis para recordar que
pocos aos ms tarde, el Unamuno de Del sentimiento trgico de la vida (publicado
originalmente en 1913) mudara la definicin del hombre como animal racional, por la de
un animal esencial y sustancialmente enfermo (1983: 64). Segn el filsofo espaol, el
hombre, por ser hombre, por tener conciencia, es ya, respecto al burro o al cangrejo, un
animal enfermo. La conciencia es una enfermedad (1983: 40). Quizs la nostalgia y los
consuelos de la animalidad eran demasiado fuertes y entraables en Yzur como para
animarse a cruzar resuelta y solitariamente un umbral que necesita de millones de aos de
titubeos.
El aprendiz de brujo
Como sealamos anteriormente, los relatos aqu analizados se nutren como todo
relato de discursos heterogneos a los cuales transforman, desarrollan, varan y responden.
Como en la forma musical tema y variaciones, el tema es sometido a distintos tipo de
elaboraciones y desarrollos, se lo invierte, se pone a prueba su flexibilidad o elasticidad,
etc. De este modo, encontramos en los relatos de Lugones y Arlt el desarrollo de mltiples
temas o discursos. As como en el apartado anterior abordamos la tensin entre humanidad
y animalidad presente en los cuentos, en este apartado intentaremos desarrollar el drama
del conocimiento (Piglia, 1993: 53) que lleva al estudioso a la desgracia.
La obsesin, la audacia y excesiva curiosidad, los estudios, las observaciones y el
demonio del anlisis, la pedantera, la sabidura materialista y la angustiosa lucidez son
tpicos que comparten ambos cuentos. Por encima de ellos sobrevuela el mito de Fausto. Es
277
por dems de claro que, en el caso del relato de Lugones, estamos indiscutiblemente frente
a una tragedia de reminiscencias fusticas. El cientfico como hroe audaz con ansias de
aventurarse en mundos desconocidos para conquistarlos es el tema de muchos de los
cuentos de Las fuerzas extraas. Todos ellos La fuerza Omega, Un fenmeno
inexplicable, La metamsica, El psychn y, de un modo diferente, Yzur conducen
a un final trgico. Y, probablemente no tan claro como en Un fenmeno inexplicable,
sino mostrndose con mayor timidez, podemos encontrar que en Los hombres fieras
tambin la curiosidad y el estudio son uno de los motivos que llevan a la perdicin. En
ambos cuentos, los personajes despiertan fuerzas extraas que, como el aprendiz de brujo
de Goethe, no pueden ya controlar. Un modo de introducirnos en este drama del
conocimiento es explorando un poco la formacin de la idea de progreso,
particularmente en lo que respecta a la Era Moderna.
El ideal del progreso, paradigma que entra en crisis a partir del siglo XX, es
herencia segn el historiador francs Jacques Le Goff del Siglo de las Luces y la
Revolucin Francesa. Segn este autor, con el Iluminismo se afianz una visin optimista
de la historia a partir de la idea de progreso (Le Goff, 1998: 9).
278
Pero los problemas surgen cuando se intenta dar contenido a esta nocin de
progreso. Qu se entiende por progreso? O, para decirlo con palabras de Le Goff, En
qu criterios, en qu valores se funda la idea de progreso? (1998: 196). A partir de esta
cuestin, cuya respuesta vara a lo largo de los siglos, surge la distincin entre el progreso
tcnico-cientfico el perfeccionamiento de los diversos conocimientos tcnicos, artsticos
y cientficos, de las mltiples armas con que el hombre se enfrenta a los problemas que
plantea la naturaleza o el esfuerzo humano por vivir en sociedad (Nisbet, 1996: 20) y el
progreso moral el desarrollo de las virtudes morales o espirituales del hombre en la tierra,
el perfeccionamiento de su naturaleza humana. Segn Le Goff, a partir del siglo XVIII
conocimiento ya que el ansia de saber es duramente castigada por la divinidad. Adn y Eva
son expulsados del Jardn del Edn por culpa tanto de su curiosidad como de su insaciable
deseo de conocimiento (no hay que olvidar que el fruto prohibido pertenece del rbol del
discernimiento; esa transgresin les otorga el juicio). En el mito griego de la caja de
Pandora todos los males del mundo son liberados por el irreprimible deseo de saber (de
conocer el contenido prohibido de la caja). Tampoco hay que olvidar que Pandora es el
regalo que los dioses han otorgado a los hombres; es la venganza de Zeus para castigo de la
raza humana debido a las astucias de Prometeo, el bienhechor de la humanidad.
Los que acompaan esta concepcin generalmente subrayan la imprudencia del
accionar de Eva y Pandora, imprudencia movida por la mera curiosidad y el orgullo. De
todos modos, sea tildada de mera curiosidad, ansias de saber, ambicin, obsesin,
compulsin o exceso, esta aventura del conocimiento tiende a adoptar la forma de tragedia
La tempestad de Shakespeare es una formidable y soberbia excepcin.
La Edad Moderna tiene su propio mito que, probablemente, sea el que mejor
encarna para nosotros este drama del conocimiento. Fausto, personaje medieval cuyo
verdadero nombre fue Georg Zabel (1480-1540 aprox.), renace y se fortalece a partir del
Renacimiento. Tras el mago y timador de comprobada existencia en la Edad Media al que
se lo sospechaba servidor del diablo se esconde el moderno intelectual y hombre de
ciencias. Fausto, gran estudioso y lector, erudito profesor ms poderoso que la ciencia de su
tiempo, devora y asimila todo lo que sta le puede ofrecer sin quedar satisfecho.
Desilusionado pacta con el diablo con el deseo de descifrar y penetrar en los secretos
abismales de la naturaleza. Vende su alma a cambio de conocimiento: Seores, yo les
vend el alma [a Lucifer y Mefistfeles] a cambio de mi sabidura (Marlowe, 1982: 214).
La tragedia de Fausto es literalmente una des-gracia, es decir, la prdida del don que Dios
280
le otorg, por la cual deja de ser agradable a sus ojos95. En el coro que abre La trgica
historia del doctor Fausto (escrita en 1588 aprox.) de Christopher Marlowe, podemos leer
los excesos (la hybris) del sabio maldito y encontrar la imagen que compara la Razn al
vuelo de caro:
95
La Gran Enciclopedia Universal (Espasa-Calpe, 2005: 5523) define gracia de la siguiente manera: En la
religin catlica, don de Dios por el que los hombres se convierten en hijos suyos , que se adquiere con el
bautismo y se pierde por el pecado
281
282
No es sta acaso la misma voz de Fausto hablando por medio del ingls? Luego,
tras las consecuencias de su audacia, la analoga puede extenderse tambin a personajes
como Jekyll-Hyde o el aprendiz de brujo de Goethe:
284
respuesta nos la proporciona la exclamacin del propio ingls: Es tan hermosa la ciencia,
la ciencia libre, sin capilla y sin academia! (FI, 46). Lejos de horrorizarse, lejos de
maldecir el da en el que se intern en esos saberes, el extranjero mantiene presente el
poder de fascinacin de la ciencia. sta no deja de seducir al ingls an despus de haber
sido la causa de su desgracia. El ingls es una suerte de conquistador conquistado. Su
desgracia es ambigua: se trata simultneamente de un xito y un fracaso. En la narracin de
su cada el ingls se conmueve y excita, no puede controlar del todo su lenguaje
Mezclaba frases inglesas a su castellano un tanto gramatical. Los incisos adquiran una
tendencia imperiosa, una plenitud rtmica extraa en aquel acento extranjero (FI, 46)
pero nunca se horroriza. Desde su ptica, la ciencia no ha perdido su dulzura. As,
nuevamente el hechizo de la ciencia se nos presenta cual los besos de la Helena de
Marlowe. Su poder de seduccin, sus cantos de sirena, son ms fuertes an que la desgracia
misma. Ms an, en la narracin de su infortunio no omos ninguna intencin aleccionadora
ni advertencia hacia su interlocutor. Se trata de algo que el ingls ha aceptado totalmente,
como si no hubiese podido ser de otro modo.
En el caso de Los hombres fieras, nos limitaremos a escuchar ciertos ecos
fusticos. Ante todo sealemos que el nio Gan no es salvado de la horca por la compasin
del juez Traitering sino por su curiosidad. Es cierto que el juez Traitering no est cerca de
ser una figura fustica, pero comparte con esta figura un rasgo que es esencial para la trama
del relato: es su deseo de conocer el proceso por el cual el pequeo canbal declaraba sentir
que se metamorfoseaba en hiena el que lo lleva a la desgracia. Traitering, adems de juez,
es escritor y dedica sus ratos libres a estudiar las costumbres y comportamientos de los
negros nativos de la zona. Este hombre recto [] [que] trat de eliminar muchas de las
bestiales costumbres de nuestros hermanos inferiores (HF, 229) estaba personalmente
286
interesado en el caso del pequeo Gan porque pensaba escribir un libro sobre las
costumbres de nuestros negros (HF, 231). De este modo, Traitering salva a Gan de la
horca para condenarlo a prisin perpetua.
No est de ms destacar que la transformacin del juez se lleva a cabo cuando se
dispone a estudiar al muchacho: record que en la crcel permaneca encerrado el nio
Gan y, como dispona de tiempo, resolv tomar apuntes respecto al proceso en que el nio
declaraba sentir que se metamorfoseaba en hiena (HF, 232). El contacto con el pequeo
canbal, la simpata que suscita en l y el vnculo que se establece un lazo de amistad
secreta entre nosotros (HF, 233) son los que despiertan la animalidad de Traitering, como
respuesta al llamado de lo salvaje.
En el comienzo del relato el sacerdote advirti:
Si prestamos odos a la hiptesis del sacerdote concluimos que Traitering jug con
fuego, despertando, como el aprendiz de brujo, fuerzas (internas) que no pueden ser
controladas.
287
Ya hemos planteado que en los relatos aqu analizados de Lugones y Arlt los
protagonistas se enfrentan con su yo no-humano. Abordaremos en este apartado el recurso
literario utilizado para representar tal enfrentamiento, es decir, nos centraremos en el
recurso del doble o doppelgnger. Este recurso literario, tal como lo deja planteado el
psicoanalista austriaco Otto Rank en su clsico estudio El doble (publicado originalmente
en 1914; revisado y ampliado en 1925), confiere imaginera a un problema profundamente
humano: el de la relacin del hombre consigo mismo, la relacin del yo con el yo (1982:
35).
Si bien, desde un punto de vista histrico, uno de los primeros usos literarios de esta
figura lo encontramos en el doble fsico de las comedias de identidades equivocadas
(como figura real de similitud externa poco comn), es a partir del Romanticismo y a lo
largo del siglo XIX que su uso comienza a vincularse al misterio y al gnero fantstico,
adoptando este recurso del doble una grave introspeccin y, ocasionalmente, tintes trgicos.
Considerado a partir de entonces como emanacin o proyeccin del yo, su representacin
literaria consiste en la divisin y duplicacin de la propia persona, desprendindose as otro
yo independiente y visible. Una parte se ha separado del individuo y se ha convertido en
una entidad independiente. De este modo, el alma, la conciencia, los deseos o pesadillas del
hombre son proyectados al mundo exterior ya sea en forma de alter ego, reflejo, sombra o
fantasma. Harry Tucker, en su Introduccin al estudio de Rank, seala la relacin que
existe entre el nacimiento y desarrollo de la psicologa y el del doble literario:
288
La psicologa, como la conocemos hoy, tuvo su comienzo a finales del siglo XVIII y
en el XIX. La investigacin de la mente es al mismo tiempo el estudio de la
individualidad e integridad del yo, que puede exhibir desconcertantes contradicciones e
impulsos entendidos en forma oscura. No resulta sorprendente, entonces, que el tema
del doble apareciese de manera destacada cuando naca el introspectivo romanticismo
alemn, y que siguiese apareciendo junto con el desarrollo de la psicologa, hasta
convertirse en una disciplina independiente (1982: 24).
Ahora bien, siguiendo a Rank, el doble suele trabajar en pugna con su prototipo
(1982: 67). El doble, quien se ha convertido en una entidad diferenciada, se yergue como
obstculo contra el yo (1982: 40). Es este doble amenazador el que encontramos en Un
fenmeno inexplicable y Los hombres fieras, adoptando el drama del yo con su doble
la forma del acoso o persecucin en el primer relato y la disputa por el dominio en el
segundo.
Sin embargo, lo primero que hay que tener en cuenta sobre esta proyeccin del yo
en estos dos relatos es su torsin darwinista: lo otro que emana de los protagonistas es su
componente animal.
En el relato de Lugones podemos ser testigos de la gnesis del doble a travs del
relato del ingls. Presenciamos el proceso por el cual esta fuerza latente se va despertando y
distinguiendo gradualmente hasta llegar a ser una entidad diferenciada:
En poco tiempo llegu a dormir. Al cabo de dos aos produca la traslacin consciente.
Pero aquellas prcticas me haban llevado al colmo de la inquietud. Me senta
espantosamente desamparado, y con la seguridad de una cosa adversa mezclada a mi
289
mundo de los sueos, no slo despierta sino que logra escapar de esa reclusin
desdoblndose del ingls cuando ste interviene fustica e imprudentemente sobre su sueo
intentando dominarlo.
Por su lado, el tpico de la sombra, uno de los emblemas culturales de la dualidad,
suele ser smbolo del alma (recordemos el Peter Schlemihl de von Chamisso) e, incluso, del
inconsciente humano (Carl Jung). Desearamos en este punto traer a colacin la imagen de
enfermo que el ingls tiene de s mismo. No slo la sensacin de angustia y
desesperanza, sino propiamente de enfermo:
la presencia del alma, as la quietud del sueo o de la muerte se explican por su ausencia,
temporal en el sueo o trance y permanente en la muerte (1980: 218). Se supone
entonces que el alma de quien duerme se aparta de su cuerpo y viaja errante, por lo que,
segn Frazer, es regla general entre los primitivos no despertar bruscamente al durmiente
por temor de que el alma ausente no llegue a incorporarse a tiempo a su cuerpo. Pues si el
hombre despertara sin alma, caera enfermo. La enfermedad, la locura o la muerte son las
consecuencias del cuerpo desprovisto de alma (1980: 223). Tambin es frecuente, seala
Frazer, que la sombra en el suelo o el reflejo en el agua o en un espejo sean considerados el
alma de la persona o, si no el alma, por lo menos una parte viva del hombre. Por lo que los
peligros que acosan y los recaudos tomados se extienden tambin hacia estas proyecciones.
No hay nada en el relato de Lugones que nos indique necesariamente que la sombra
simiesca del ingls pueda llegar a ser un equivalente de su alma. Pero la asociacin de su
enfermedad con la prdida sufrida a causa de su desdoblamiento trae a nuestros odos
nuevos ecos fusticos.
Pero volvamos nuevamente a la gnesis del doble. Tras producirse la escisin, una
vez ya conquistada su entidad propia, el doble acecha y acosa al ingls.
Y esa forma era un mono, un horrible animal que me miraba fijamente. Desde entonces
no se aparta de m. Lo veo constantemente. Soy su presa. A donde quiera l va, voy
conmigo, con l. Est siempre ah. Me mira constantemente, pero no se le acerca
jams, no se mueve jams, no me muevo jams (FI, 47).
292
Yo estaba horrorizado de la experiencia, crea que sera la ltima; pero pocos das
despus la tentacin se present tan enorme y dominante, que hice traer a Gan de la
crcel, aguard a la noche, y en su compaa nuevamente volv al bosque (HF, 234).
La ferocidad del juez Traitering se vuelve tangible, real, poderosa. Una parte que no
puede asumir, de la que no puede hacerse cargo. Pero, sin embargo, en el fondo del abismo
se reconoce. El horror de ver que l tambin es eso. Para parafrasear a Bajtn, mirando al
294
A modo de cierre
Referencias bibliogrficas
295
Arlt, Roberto. (s.f.). Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires. En: Crnicas
periodsticas de Roberto Arlt. Edicin digital extrada el 1 de mayo de 2012 desde
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1914; ampliado y publicado como libro en 1925].
296
297
96
298
Algunos estudios (Daid Graddol en la revista Science) sugieren que, para mediados de
este siglo, nuestro idioma ser hablado por el 6 por ciento de la poblacin mundial,
superando as al ingls, que caer del 9 por ciento actual a un 5 por ciento. Adems, el
espaol es ya el segundo idioma de comunicacin en el mundo (Diario El Da, 2004).
Pero esta ponencia no alcanz para insuflar los pechos de un auditorio ajeno a su
lucha de pica caballeresca por el podio idiomtico, lucha no menos extravagante que las
batallas del Quijote, cuya estatua adornaba la puerta del teatro.
299
La risa, sin embargo, sera el motivo por el que dicho panel sera el ms recordado
del congreso, en el marco de un carnaval, a la manera que lo defini Mijail Bajtn (Bajtn,
2003), que all instalara un atorrante rosarino, para nada cannico, al menos en lo que a la
Real Academia se refiere.
La sucesin de chistes y gags del Elogio de las Malas Palabras que realiz Roberto
Fontanarrosa, que hizo de esta ponencia la ms comentada, la ms visitada en internet y que
lo llev a ser invitado en la mesa del cierre; posiblemente, y en su justa dimensin, no ha
sido valorizada ni siquiera por el mismo historietista, cuentista y novelista, devenido
adems, en ese Congreso, en personaje histrinico y terico.
Hay gente que me habla de lo que dije en el congreso como si hubiese dicho
Anoche tuve un sueo, dira ms tarde Fontanarrosa con la humildad que lo caracteriz
y sin ningn tipo de falsa modestia. Y en un aspecto tuvo razn, no puede pensarse que
dicha exposicin fuera el pilar discursivo de la reivindicacin que plante Martin Luther
King, pero tampoco fue un simple recreo de distensin y risas en medio de un congreso
serio (menos en una jornada que, de seria, no traa mucho para mostrar).
Roberto Fontanarrosa fue invitado posiblemente, como, y segn l mismo prefiri
siempre definirse: Alguien que te puede hacer cagar de risa. Y sabedor de que en dicha
condicin asisti al congreso y, con esa mochila-compromiso, urdi un discurso sobre algo
que le vena llamando la atencin y que en otras conferencias ya haba esbozado.
300
Caf El Crculo
A la derecha de los seis trajes con sus respectivas corbatas del moderador y los
disertantes, vestidos de manera acorde a la moda que se impuso en el escenario a lo largo
del Congreso; quienes asistieron a las plateas de El Crculo notaron claramente la discordia
que estableca una camisa dos botones desabrochada y arremangada, ms a tono con el mes
de noviembre en el Hemisferio Sur.
Sin embargo, el mismo Fontanarrosa se encargara, una y otra vez durante los 15
minutos de su discurso, de resaltar su extranjera con respecto al mbito acadmico al cual
lo haban convocado a hablar. Sus primeros 3 enunciados fueron contundentes: primero,
mirando a su derecha donde se ubicaba el resto del panel sentenci: Me doy cuenta de que
lo que voy a hablar no tiene nada que ver con los postulados (Fontanarrosa, 2004). Luego
respondi a la inquietud del anterior ponente, Federico Reyes-Heroles, quien haba roto el
hielo de su discurso hablando de las bellas mujeres all presentes: Esta ciudad tiene bellas
mujeres y buen ftbol, qu ms puede ambicionar un intelectual (Fontanarrosa, 2004),
denotando con su afirmacin, en claro tono popular, su no pertenencia a ese campo y
minimizando a la vez la importancia de los intelectuales en las cosas que realmente
importan, como ser el ftbol y las bellas mujeres.
Mucho ms audaz fue su tercer enunciado, cuando retom irnicamente el ttulo de
la mesa, al cual cada ponente que le precedi se haba ceido en su exposicin, para
97
Martn Fierro, el personaje de Jos Hernndez, ya en el verso nmero 49, especifica su carcter de cantor
popular, lejano a cualquier tipo de academia o educacin formal (Hernndez 2000:14).
301
indicar: Ese ttulo lo habrn puesto para decir que una persona que logra decir
correctamente in-ter-na-cio-na-li-za-cin es capaz de ponerse en un escenario y hablar algo
porque es como un test que han hecho (Fontanarrosa, 2004). La lenta pronunciacin de
la palabra in-ter-na-cio-na-li-za-cin, llegando al silabeo, fue el ardid intensificador para
mostrar su no pertenencia a un mbito acadmico (y a la vez excluyente). Pero marcar la
futilidad del hablar difcil as como la construccin de elites excluyentes a partir de la
terminologa compleja se convirti en una introduccin apropiada y, aunque posiblemente
no planeada, del mismo tono crtico, irnico y humorstico que tendra el elogio de las
malas palabras.
Ms adelante reincidira con: Yo soy fundamentalmente dibujante, con lo cual se
preguntarn: Qu hace este muchacho ac arriba del escenario?, o con el irnico: ()
este aporte medular que he hecho al lenguaje y al congreso (Fontanarrosa, 2004). Su
autoexclusin puede pensarse como un camino de humildad o de evitar riesgos frente a
crticos literarios. O pensarse como una continuacin del camino que lo llev a la literatura:
la postulacin de una voz narradora que habla desde la visin popular. Esa voz que no
dudaba en calificar al Viejo Castilla (Fontanarrosa, 2000) como un pelotudo o concluir,
cual tercera persona omnisciente, pero omnisciente hasta en la reflexin filosfica: Qu
mejor muerte que esa (Fontanarrosa, 2012a), por la de un futbolista autor del gol del
campeonato que fallece inmediatamente despus de cerciorarse que la pelota ingres en el
arco.
Esa voz que se presenta como sabihonda y, por lo tanto, puede hablar de cualquier
cosa desde la mesa de un caf es la voz que representa a un hablante que estaba fuera del
Congreso y que pocos en la literatura modularon tan bien como el autor de Los trenes
matan a los autos. Voz narradora de la mayora de los cuentos de Fontanarrosa que se
302
apoder del ponente Roberto Fontanarrosa para expresarse a travs de ese disertante al que
previamente, para ponerlo a tono, le arremang la camisa.
Aunque alguna vez se haya defendido la posibilidad de que los relatos se cuenten a
s mismos, como destacan Cabo y do Cebreiro Rbade, esto se plantea en la mayora de los
casos por una preferencia, esttica e ideolgica, () caracterizada por la exclusin
cuidadosa de la trazas del acto narrativo (Cabo y do Cebreiro Rbade, 2006: 197). Pero
esos autores concluyen que todo queda en una pretensin, por la imposibilidad de
prescindir de la voz narradora. La voz narradora es inescindible de un relato.
En ese marco, tal vez, para hablar de internacionalizacin (de corrido, todo junto),
una voz narradora precise saco y corbata y un texto escrito. Para hablar de palabrotas, un
tema menor, marginal, popular o todos los eufemismos y sinnimos peyorativos del
concepto que el padre de Inodoro Pereyra parece aceptar desde sus primeros tres
postulados, las mangas de camisa estn, literalmente, a tono. A tono tambin estar el
anoten las docentes / maestras, anlogo al anot/tate esto del bar de la esquina, o al
ttulo de su libro, proveniente del mismo bar, No s si he sido claro . As como Garca
Mrquez en el episodio de su ta con el supuesto basilisco o en la forma de contar de su
abuela con cara de palo encuentra su tono narrativo, segn el mismo colombiano
reconoce (Ulchur Collazos, 2012), el tono del rosarino est marcado por el habla de los
bares.
En esa lgica, el viejo dilema de la crtica literaria sobre si la voz narradora
constituye un personaje o no o si, al menos, puede alcanzar o no tal estatuto es resuelto por
Fontanarrosa encarnndola en el disertante del costado derecho del escenario de El Crculo.
Ese de camisa desabrochada - acorde al tiempo y al espacio reales que hay afuera del teatro:
Rosario, mes de Noviembre - y que vira levemente hacia la izquierda para hablar, tal como
303
el parroquiano del bar lo hace para poder relojear qu pasa en la calle, mientras sostiene lo
que dice con movimientos casi circulares de la mano cuyo codo se apoya sobre la mesa del
bar (o de El Crculo).
Es un doble movimiento, mostrar por propia impugnacin la no pertenencia al lugar
y la transformacin del lugar en un mbito en el cual puede moverse con mayor
comodidad: El bar.
Hablando de algunos de sus cuentos, Fontanarrosa le confes a Guillermo
Saccomanno:
Suprimiendo jerarquas
98
En Esttica de la creacin verbal, el crtico ruso profundiza lo que postulara cuando analiz la obra de
Rabelais (Bajtn, 2011: 353).
305
2004), aclar Fontanarrosa por qu no slo no iba a leer nada sino, ni siquiera, seguir
organizadamente su ayuda-memoria. A las situaciones de extranjera en el escenario,
agregaba la falta de una ponencia atenta a la organizacin del congreso. Los textos
cuidadosamente corregidos de quienes lo precedieron en el uso de la palabra,
meticulosamente preparados para ser expuestos ante la mirada de los mximos guardianes
de la lengua, se contraponan no solo con la improvisacin de un papelito ayudamemoria, sino contra un autntico improvisado que ni siquiera trajo sus gafas para seguirlo
sin un gran esfuerzo.
Esa falta de cuidado coincida con una imagen de Fontanarrosa que denot su editor
Daniel Divinsky al diario La Capital de Rosario: l tena ideas geniales, dilogos
maravillosos, pero un descuido pattico para redactar: tanto en lo ortogrfico como en la
sintaxis, o en la construccin. Entonces me los dejaba y nunca quiso ver lo que correga. No
s si por confianza o por fiaca (La Capital, 2012). Ese, con la caracterstica de la fiaca, era
el Fontanarrosa que subi al escenario sin texto, el que por lgica debera ubicarse por
debajo de un escenario preparado para un Congreso de la Lengua, sino, directamente, fuera
del teatro. Pero esa profanacin del escenario, puede entenderse a partir de que:
306
de las palabras que no son vulgares un carcter tcnico o especial. Sobre todo cuando a
zonzo le falta esa letra T que le da un carcter muy especial a pelotudo.
Tal vez, sin haber consultado el padre de todos los diccionarios, en su misma
ponencia Fontanarrosa asest una respuesta a cualquiera de esas tres acepciones que otorga
ese sagrado cdice a la palabra que precede la definicin de vocablos como pelotudo:
Dicen que vienen del idioma vulgar, no s, pero lo digo no a nivel de desafo, no s quin
define qu es vulgar y qu no (Fontanarrosa, 2004).
Los diarios tampoco escaparon a la crtica por el ocultamiento de las, a esa altura,
mal llamadas malas palabras:
A veces hay peridicos que ponen: El senador fulano de tal envi a la eme a su par,
y ponen puntos suspensivos. La triste funcin de esos puntos suspensivos El papel
absurdo que estn haciendo merecera otra discusin ac en el Congreso de la Lengua
(Fontanarrosa, 2004).
Miguel le gan, casi, por veinte centmetros. S, seores, advierto ciertas miradas
suspicaces entre los honorables presentes, pero puedo jurarles por lo que ms quiero,
por el cario de mi madre, que no les miento. Es que lo de Miguelito era pavoroso. Y
308
estoy hablando del aparato cmo podra explicarlo?... del aparato en posicin de
descanso. No les hablo, no quiero contarles lo que era eso, cuando entraba en
actividad, porque en esos Bien. Perdn Seor Juez (Fontanarrosa, 2012b: 227 y
228).
Manejo muy mal el color, por ejemplo, pero a travs de eso s que cuanto ms matices
tenga uno, ms puede defenderse, para expresarse, para transmitir, para graficar
algo; entonces: hay palabras, palabras de las denominadas malas palabras que son
irremplazables () (Fontanarrosa, 2004).
Este elogio, que cerr con el pedido de un indulto para las llamadas malas palabras
a las autoridades del Congreso de la Lengua, aunque autoridad fuese un lugar borrado
durante los quince minutos que dur su exposicin y los 50 segundos que duraron los
aplausos que interrumpi el moderador (con esa interrupcin de Jos Claudio tal vez volvi
la autoridad), haba ya dejado en claro cul es el poder normativo de los guardianes de la
lengua:
Ellos (por los jvenes) tienen integrada toda esta familia marginal, un tanto
despreciada, que son las malas palabras y yo creo que en definitiva le sirven mucho
para expresarse. Le vamos a marginar o le vamos a cortar esa posibilidad?
309
Afortunadamente, como ha sucedido a travs de los tiempos, ellos no nos dan bola
y hablan como les parece y van enriqueciendo su vocabulario (Fontanarrosa, 2004).
Con estas palabras, dicho personaje justifica una serie de crmenes, por l realizado, para evitar la difusin
de un supuesto ejemplar del libro que Aristteles, supuestamente, dedic a la comedia. (E co, 1993: 451)
310
rompi
todos
los
cdigos,
lacapital.com
(18/10/2011),
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312
Gabriela S. Grapatti
UNR
El modelo del realismo de los aos veinte y treinta, reconocible en novelas clsicas
regionalistas como La vorgine (1924) de Jos Eustaquio Rivera o Doa Brbara (1929)
de Rmulo Gallegos, o en las de corte indigenista como Raza de bronce (1919) de Alcides
Arguedas, o Huasipungo (1935) del ecuatoriano Jorge Icaza Coronel, haban agotado los
procedimientos narrativos alcanzando un grado de mecanizacin tal que haca de dichos
relatos un montono folklorismo pintoresco sobre el llano, la pampa, la selva; etc., los
conflictos del hombre en su lucha contra la naturaleza o las fuerzas de la opresin
social(Chiampi, 1983: 21-22)
Es importante destacar que Alejo Carpentier rescata, dentro de las llamadas novelas
de la tierra o nativistas, la obra del cubano Cirilo Villaverde, Cecilia Valds (Carpentier,
1984: 9), como punto de partida hacia la nueva novela. Debemos ubicarnos en el marco de
una literatura que empezaba a forjar su propio destino desembarazndose de la literatura
espaola:
313
En Amrica latina, el entusiasmo por las cosas de Europa ha dado origen a cierto
espritu de imitacin, que ha tenido la deplorable consecuencia de retrasar en muchos
lustros nuestras expresiones vernculas (hace tiempo ya que Unamuno sealaba este
mal). Durante el siglo XIX, hemos pasado, con quince o veinte aos de atraso, por
todas las fiebres nacidas en el viejo continente: romanticismo, parnasianismo,
simbolismo Rubn Daro comenz por ser hijo espiritual de Verlaine, como Herrera
y Reissig lo fue de Thodore de Banville Hemos soado con Versalles y el Triann,
con marquesas y abates, mientras los indios contaban sus maravillosas leyendas en
paisajes nuestros, que no queramos ver100
Carpentier, A.: Amrica ante la joven literatura europea, ensayo publicado inicialmente en Carteles, La
Habana, 28 de junio de 1931.
314
Creo que ciertas realidades americanas, por no haber sido explotadas literariamente,
por no haber sido nombradas, exigen un largo, vasto, paciente, proceso de observacin.
[] la gran tarea del novelista americano de hoy est en inscribir la fisonoma de las
101
Carpentier consideraba que la llamada novela de la tierra o novela regional, proveniente del criollismo (que
a su vez estaba conectado genticamente con el Modernismo), era el primer estadio de madurez alcanzado en
la novela hispanoamericana. Los temas eran propios de la realidad americana, y estaban en consonancia con
las tcnicas narrativas de la esttica literaria. Es decir, se evidenciaba una toma de distancia con respecto a la
novela europea, mayormente de la espaola, y un tono que comenzaba a marcar un sino propio. Era un buen
comienzo, no un camino definitivo. Estas cuestiones son abordadas en un artculo escrito por Carpentier en
francs, cuyo ttulo era Los puntos cardinales de la novela en Amrica Latina, publicado en la revista Le
Cahier, en Pars, febrero de 1933.
315
Advierte entonces, siguiendo la teora de los contextos de Jean Paul Sartre, que
deben definirse dichos contextos netamente americanos tan dismiles en extensin, en
ideologa, en historia, cultura e idiosincrasia a los europeos ; contextualizacin que
Habr de definirnos al hombre americano, en sus ciudades donde hay que verlo ahora
y verlo ahora en sus ciudades es realizar una labor de definicin, de ubicacin, que es
la de Adn nombrando las cosas(Carpentier, 1984: 16).
De todo ello se desprende que para la dcada del 40, era inminente un cambio
radical en cuanto a los recursos narrativos que pudiera gestar la nueva novela.
Las soluciones compositivas en la narrativa, giraron en torno a la complejizacin,
no slo del marco narrativo, sino tambin de la voz (o voces) del narrador. Entre las
tcnicas ms frecuentes es posible observar la descomposicin de la lgica lineal del relato
dado a partir de cortes en la cronologa de la accin y de la multiplicacin y simultaneidad
de los espacios de la misma. En cuanto a los personajes, se atena la presencia del hroe y
se los caracteriza en forma polismica. Estos y otros factores favorecieron a un mayor
dinamismo en la relacin narrador-lector, a partir de la diversidad de focalizaciones, de la
autorreferencialidad y al constante cuestionamiento de la instancia productora de la ficcin
(Chiampi, 1983: 23).
En este marco referencial surgir el planteo de lo real maravilloso, teorizado en el
prlogo a El reino de este mundo, verdadero Manifiesto y uno de los puntos nodales de la
316
De la negritud
102
El trmino ngritude (concepto terico, poltico, potico y cultural) fue la bandera del peridico Letudant
noir (El estudiante negro) que haba sido fundado por Aim Csaire, Len Gontran Damas, Guy Tirolien,
Leopold Sdar Senghor y Birago Diop (estudiantes antillanos, guayanos y africanos en Pars); su objetivo
principal era reivindicar la cultura africana, desprestigiada por el racismo del rgimen colonial francs, y
rechazar la asimilacin cultural del sistema opresor. La negritud constituy una corriente literaria que
agrupaba a escritores afroamericanos francfonos que se contraponan a la opresin cultural del sistema
colonial francs. Dicho trmino identifica a un movimiento que conlleva una visin idlica de los valores
africanos que cimentar a posteriori las bases ideolgicas del movimiento independentista africano.
103
Esta frase encabeza el artculo 14 de la Constitucin haitiana escrita segn los borradores de Toussaint
Louverture en 1805. Su tono totalizante se contrapone a la extensa descripcin que el rgimen colonial
estableca para los esclavos, segn su grado de mestizaje.
317
A fin de demostrar que, durante su vida, ha sido, tanto en literatura como en arte, el
moderno equivalente del cimarronaje cultural que opusieron las masas de esclavos y
sus descendientes a la empresa de deculturacin y asimilacin del Occidente colonial
(Depestre, 1996: 337).
Si bien el trmino fue acuado en el siglo XX, es interesante observar que sus
antecedentes histricos hallan sus races en latinoamrica.
En su ensayo La cultura de los pueblos que habitan en las tierras del mar Caribe,
Alejo Carpentier da una idea de dichas influencias:
318
319
vud los esclavos juraron proclamar la independencia de Hait, realizacin que llev al
xito Boukman y luego el caudillo Toussaint Louverture.104
En 1791, Toissant Breda, bajo el nombre Toussaint Louverture (LOuverture, el
iniciador) asumi el liderazgo de medio milln de esclavos que se rebelaron motivados por
el coletazo de la Revolucin Francesa, e impulsados por las ideas de fraternit, libert et
igualit.
Las tensiones que desembocaron en este levantamiento son variadas y componen un
universo complejo, puesto que los antagonismos y contradicciones eran de carcter social,
racial, cultural, y econmico y estaba representada por los conflictos de intereses entre
amos y esclavos por un lado; pero tambin dentro del grupo de los blancos haba
diferencias irreconciliables. Este grupo dividido entre los denominados petits blancs105 y
los grand blancs, se caracterizaba por sus desavenencias polticas. Su posicionamiento
ideolgico se dirima entre monrquicos, republicanos, jacobinos y autonomistas.
Eduardo Grner sostiene que las tensiones se exacerbaron despus de 1789,
cuando los mulatos comenzaron a enviar delegaciones a Pars para demandar igualdad
poltica y derecho al voto (Grner, 2010: 296). No obstante, y pese a generar simpatas
entre los jacobinos ms radicalizados y grupos de abolicionistas; los Derechos Universales
del hombre deban ser aplicados slo a los blancos.
Este autor afirma que la Revolucin Haitiana fue la ms compleja de todos los
tiempos. En su gestacin se conjugaron un conflicto social entre blancos y mulatos de nivel
104
Boukman se declara lder mximo de la revolucin y siete meses despus es ajusticiado. Lo secunda
Louverture, que retomar el poder negro entonces.
105
Los petits blancs no tenan fortuna pero gozaban de los beneficios y detentaban los prejuicios propios de su
raza. Mientras que los grand blancs eran los blancos ricos.
320
econmico similar pero con diferente estatus poltico social106; una tensa relacin entre
amos y esclavos con su componente racial; un enfrentamiento blico internacional contra
las intervenciones espaola e inglesa que por el lapso de varios aos ocuparon algunos
puntos del pas; y, por ltimo, una lucha de independencia entre la colonia y la metrpoli
que era exacerbada por las mismas diferencias sociales y de raza.107 En este contexto surge
el nombre de Toussaint Louverture, nombre que habra de traducir al terreno de la Historia,
la esencia de este complejo y atormentado universo insular, en la bsqueda de la afirmacin
nacional.
En el ensayo citado anteriormente acerca de las revoluciones en Amrica Latina,
Carpentier plantea que con el Juramento de Bois Caiman nace el verdadero concepto de
independencia. No en el sentido en que fue concebido o postulado desde la Enciclopedia
redactada por Rousseau, Diderot, y DAlembert a mediados del siglo XVIII en Francia, con
un sentido meramente filosfico independencia del hombre respecto de Dios, frente al
concepto de monarqua, el libre albedro, en tanto libertad individual sino en el sentido de
independencia poltica, en tanto emancipacin total.
En Amrica Latina se van a suceder guerras de independencia que tienen origen en
la primera revuelta en Hait, lugar en que se cuestiona por primera vez el concepto de
colonizacin:
Es decir que al mismo concepto de colonizacin que haban trado los espaoles a
Santo Domingo, en la misma tierra se une el concepto de descolonizacin o sea el
106
Los petits blancs, en su mayora comerciantes, empleados o artesanos, tenan plenos derechos, por ser
blancos. Por el contrario, los mulatos subordinados a todos los que fueran de raza blanca tenan dinero,
pero carecan de derechos civiles. Entre ambos estamentos los enfrentamientos eran comunes. Adems de
disputarse los mismos empleos, las masacres espontneas de mulatos eran llevadas a cabo con los pretextos
ms insignificantes.
107
Cabra agregar diferencias existentes entre los mismos lderes revolucionarios.
321
322
Toussaint, el ebanista, haba tallado unos reyes magos, en madera, demasiado grandes
para el conjunto, que nunca acababan de colocarse, sobre todo a causa de las terribles
crneas blancas de Baltasar particularmente realzado a pincel, que parecan emerger
de la noche del bano con tremebundas acusaciones de ahogado (Carpentier, 2004: 3839).
Este pasaje alegrico nos reenva la historia real de un modo crtico, los ojos del
rey-mago negro son demasiado grandes y terriblemente blancos. Toussaint fue el tallador
de las nuevas monarquas que se estableceran en Hait.
Por otro lado, en tanto arquetipo, el monarca deviene un personaje alegrico: Henri
Christophe alude a Louverture, que a su vez alude a Boukman, y este, a Mackandal.
En cuanto a la narracin de la novela, ser un narrador equisciente en tercera
persona quien reconstruya la historia; pero en la voz de un personaje muy secundario en
cuanto a la Historia: Ti Noel, personaje-clave una de las rupturas con la novela
decimonnica, cuyo narrador es siempre un narrador autorial u omnisciente funcionar
como un verdadero tster a travs del cual dilucidar no slo el sistema de valores de la
novela, sino tambin la visin particular de Carpentier acerca del mundo americano.
Es a travs del personaje-clave que se rechaza una realidad (novelesca) para
postular una diferente. Ambas realidades, la rechazada y la postulada, se dan en forma
yuxtapuesta en la novela, puesto que le opone a la primera una realidad valorada
positivamente, reflexionando o actuando sobre la misma. La trama novelesca plantea tres
323
ciclos que sern padecidos consecutivamente por Ti: el de los colonos franceses, el de la
monarqua de Henri Christophe, y el de los mulatos republicanos (Subercaseaux et al,
1977). En el primer ciclo, durante la colonia, Ti Noel rechazar la existencia de Lenormand
de Mezy su amo francs en tanto representante de un orden que intenta imponerse, no
slo desde un rgimen de poder y de un sistema religioso, sino desde las costumbres ms
cotidianas. De la misma manera, instruido por Mackandal108, Ti Noel aborrecer el orden
colonial impuesto, por ser un orden europeizante, extrao a la idiosincrasia antillana. Es
decir, el orden colonial constituye un carcter enajenante de ndole moral y religiosa.
Frente al dominio del colono francs en el Aqu y Ahora degradados y degradantes,
Ti Noel siente la presencia de los reyes africanos, de los dioses del Gran all, que laten en
las montaas de Hait. Sin embargo, los dioses del Gran All no pertenecen a un pasado
rememorado nostlgicamente sino que se vivencia como fuerzas ocultas capaces de
movilizarse activamente transformando el presente. El Gran All es el mito recurrente en el
relato de la novela. Los reyes africanos se oponen a los reyes occidentales, percibidos como
incompetentes y sin fuerza aglutinante:
Franois Mackandal era un houngan (trmino crole que designa al chamn que oficia en los rituales del
vud haitiano), que provena del frica aunque no es posible encontrar una fecha exacta de nacimiento (se
especula que habra nacido hacia 1704), ni su procedencia, la cual podra ser Senegal, Mali o Guinea. A este
sacerdote vud se le atribuye una de las primeras rebeliones de esclavos y luego se le atribuye haber alentado
a los esclavos en posteriores insurrecciones. Muri condenado a la hoguera, en la plaza pblica de Cap-Franais.
hacia 1758.
324
venado sin ayuda de sus monteros, al que designaban, con inconsciente irona, por el
nombre de un pez tan inofensivo y frvolo como era el delfn. All, en cambio en
Gran All, haba prncipes duros como el yunque, y prncipes que eran el leopardo, y
prncipes que conocan el lenguaje de los rboles, y prncipes que mandaban sobre los
cuatro puntos cardinales, dueos de la nube, de la semilla, del bronce y del fuego
(Carpentier, 2004: 24).
La mitologa del vud, en El reino de este mundo, aparece como parte integrante de lo
real maravilloso americano tal como lo entendi y lo practic Alejo Carpentier. Los
mitos del Gran All, o del Paraso perdido, se realizan mediante la mitificacin de
los personajes histricos como Mackandal y Boukman, para los cuales el vud
constituye la base ideolgica de la lucha que van a emprender por la libertad de los
esclavos y la independencia de Hait [] (Miampika, 2005: 144).
325
Mackandal es una suerte de narrador, transmisor del saber y de los valores ticos de
los antepasados, es el encargado de educar a las nuevas generaciones en la sabidura
ancestral de frica o Guinea. Los relatos del viejo esclavo reactualizan los mitos de La otra
orilla, y siembra la simiente de la insurreccin. Su autoridad, como la de todo houngan,
emana directamente de los dioses del Gran All. El servidor de loas, es el encargado de
mediar entre los dioses y los esclavos, es un elemento que cohesiona y cataliza la
conciencia de los negros esclavos para comprender sus necesidades libertarias y llevar a
cabo la lucha contra la esclavitud. (Miampika, 2005: 148).
En el personaje de Mackandal de puede observar el trnsito segn L. W.
Miampika de lo histrico real a lo mtico. Es el manco Mackandal, quien ejerciendo su
fuerza de sacerdote vud, ha recorrido los campos y ha asesinado los ganados y las
personas como el seor del Veneno. De esta suerte, los colonizadores se ven repelidos por
el dictamen de exterminio de Mackandal, contra el cual revelaran una total impotencia.
Finalmente, el sacerdote es vencido, aunque las fuerzas del vud seguirn ejerciendo su
influencia. Ser Boukman109, el jamaiquino, quien retomar las enseanzas de Mackandal e
invocar las fuerzas del vud para organizar el levantamiento de Bois Caiman. Ti Noel ha
colaborado toda vez que los esclavos se sublevan y destruyen el orden impuesto por los
colonos, obteniendo el triunfo gracias al vud que, en definitiva, es su mundo connatural,
aquello que poseen para esgrimir sus costumbres y creencias, contra un orden ajeno que les
es impuesto. Los tambores, la licantropa y las pociones que conforman una realidad
mgico-religiosa (o el componente de lo real maravilloso) proveniente de su pasado
ancestral, es concebido como desenajenante, pues conlleva una funcin liberadora:
109
Dutty Boukman, o Boukman el jamaiquino, o Zamba Boukman fue un sacerdote vud o houngan, que
ofici el ritual de Bois Caiman en las llanuras del norte de Saint Domingue (Hait) en 1791, en el que millones
de esclavos juramentaron luchar por su libertad contra los terratenientes esclavistas franceses.
326
Ahora los Grandes Loas favorecan las armas negras. Ganaban batallas quienes
tuvieran dioses guerreros que invocar. Ogn Badagr guiaba las cargas al arma blanca
contra las ltimas trincheras de la Diosa Razn.Y, como en todos los combates que
realmente merecen ser recordados porque alguien detuviera el sol o derribara murallas
con una trompeta, hubo, en aquellos das, hombres que cerraron con el pecho desnudo
las bocas de los caones enemigos y hombres que tuvieron poderes para apartar de su
cuerpo el plomo de los fusiles (Carpentier, 2004:71).
del Arca, en el que Lenormand de Mezy escucha, de boca del gobernador, una palabra en
la cual no haba reparado: el vod:
Ahora recordaba que, aos atrs, aquel rubicundo y voluptuoso abogado del Cabo que
era Moreau de Saint Mery haba recogido algunos datos sobre las prcticas salvajes de
los hechiceros de las montaas, apuntando que algunos negros eran ofidilatras.110Este
hecho, al volver a su memoria, lo llen de zozobra hacindole comprender que un
tambor poda significar, en ciertos casos, algo ms que una piel de chivo tensa sobre un
tronco ahuecado. Los esclavos tenan, pues, una religin secreta que los alentaba y
solidarizaba en sus rebeldas. A lo mejor, durante aos y aos, haban observado las
prcticas de esa religin en sus mismas narices, hablndose con los tambores de
calendas, sin que l lo sospechara. Pero acaso una persona culta poda haberse
preocupado
por
las
salvajes
creencias
de
gentes
que
adoraban
una
Ofidilatra: adorador de la serpiente/ En el vud la serpiente es la representante del gran fuego sagrado.
328
Louverture. Cuando cae el rgimen colonial, Ti Noel ve - en este disloque del imperio - la
posibilidad de volver a su tierra natal puesto que la situacin favorece la rebelin de los
esclavos. Al regresar de su exilio en Santiago de Cuba, el viejo esclavo encuentra un orden
diferente al que haba regido durante su partida de Hait. Un monarca negro, Henri
Christophe el mencionado cocinero de la Hostera La Corona -, ha instaurado un nuevo
orden, pero algo despierta la sospecha de Ti Noel que camina como un hombre libre por las
que fueran las tierras de su juventud. Acostumbrado a los uniformes coloniales espaoles,
se asombr al ver las vestimentas y el estilo napolenico en los soldados de SaintDomingue:
Se respiraba una mala atmsfera en aquel crepsculo de sombras harto impaciente por
abrazarse a las cosas. No acababa de saberse si realmente sonaban tambores en la
montaa. Pero, a veces, un ritmo cado de altas lejanas se mezclaba extraamente con
111
El trabajo forzado haba sido implementado por Toussaint Louverture para recuperar los recursos naturales
de la isla y poder restituir la grandeza del pas abrasado en las guerras por la independencia-. No obstante
haberse abolido la esclavitud, el ritmo de trabajo era prcticamente el mismo.
112
Ntese la utilizacin del recurso de la irona en este pasaje.
330
el Avemara que las mujeres rezaban en el Saln del Honor, hallando inconfesables
resonancias en ms de un pecho (Carpentier, 2004: 91).
Pero lo que haca ms feliz al anciano era la posesin de una casaca de Henri
Christophe, de seda verde, con puos de encaje salmn, que luca a todas horas,
realzando su empaque real con un sombrero de paja trenzada, aplastado y doblado a
331
modo de bicornio, al que aada una flor encarnada a guisa de escarapela [] Llevado
a un toque de tambores, Ti Noel haba cado en posesin del Rey de Angola,
pronunciando un largo discurso lleno de adivinanzas y de promesas. [] Ti Noel
dictaba rdenes al viento. Pero era un gobierno apacible, puesto que ninguna tirana de
blancos ni de negros pareca amenazar su libertad (Carpentier, 2004:112-113).
Bajo el influjo de su liderazgo, Ti Noel haca de los habitantes del lugar ministros
y generales; entregando baronas y regalando guirnaldas y flores por los servicios
prestados. Su palacio serva las veces de saln de audiencias llenndose de campesinos, y
Ti Noel, ms orondo que nunca con su casaca verde, presida la fiesta, sentado entre un
Padre de la Sabana, representante de la iglesia cimarrona, y un viejo veterano, de los que
haban batido a Rochambeau en Vertires (Carpentier, 2004: 113).113
Luego se abre otra secuencia, que no se describe como un ciclo, sino ms bien
constituye una referencia, en la trama de la novela, a los mulatos republicanos, nuevos
amos de la Llanura del norte. La nueva tirana impona un nuevo rgimen de trabajo
esclavo, desalojando a los campesinos de sus tierras e imponindoles una nueva tralla. Ti
Noel los rechazar de plano cuando escuche, en sus voces, reproducirse un lenguaje
semejante al de los colonos franceses, y en su proceder, el mismo de tantos que ya haba
padecido. Motivo por el cual el anciano decide metamorfosearse en animal, usando los
mtodos aprehendidos del manco Mackandal.
La realidad postulada por lo europeo, que detenta la civilizacin y una
racionalidad occidentalizante constituye la enajenacin del nico sustrato en el cual el
hombre del mundo colonizado no puede hallar la libertad.
113
La batalla de Vertires, es aquella en la que Jean Jacques Dessalines derrot a las tropas napolenicas de
Rochambeau, luego de la cual se proclam la Independencia de Hait, en 1804.
332
A modo de conclusin
333
Referencias bibliogrficas
335
INTRODUCCIN
Lorena Mouguelar
CONICET/CIAAL/UNR
elaboracin de nuevas preguntas frente a asuntos tratados con anterioridad. En este sentido,
lo que otorga unidad a los proyectos anclados en el CIAAL, ms all de la diversidad de
sujetos, fenmenos y arcos temporales abarcados, es un enfoque metodolgico compartido.
En todos ellos se percibe la voluntad de complejizar los desarrollos de nuestra historia,
tradicionalmente centrados en Buenos Aires, a partir del nfasis en los estudios de caso, las
actuaciones formacionales y las problemticas dominantes a nivel regional, sin
desatender sus vnculos con el arte argentino y latinoamericano. En otras palabras, los
anlisis situados en el campo artstico rosarino no aparecen replegados sobre s mismos
sino, por el contrario, vinculados en todo momento con los desarrollos producidos tanto en
otros centros del pas como en aquellas grandes ciudades del mundo que operaron como
metrpolis culturales. Se plantea as, el estudio de fenmenos culturales, agrupaciones
artsticas, figuras, obras o sectores de la produccin esttica an no abordados desde la
disciplina, en muchas ocasiones no slo por falta de una justa valoracin sino por el mismo
estado de la historiografa sobre el arte argentino. Si bien en los ltimos aos una creciente
cantidad de trabajos acadmicos se han difundido en foros dedicados a la materia, a travs
de revistas especializadas, libros y catlogos, las perspectivas centradas en el escenario
capitalino continan siendo mayoritarias. La construccin de un relato historiogrfico desde
el interior ha permitido la inclusin de asuntos y problemticas no siempre presentes en las
agendas nacionales, que en la confluencia con otros abordajes colaboran en la elaboracin
de un panorama ms comprehensivo del pasado cultural.
Luego del importante giro que afect a la historia del arte en el pas desde mediados
de los ochenta con la adopcin de herramientas provenientes de otras ramas de las ciencias
sociales como la sociologa de la cultura, la antropologa o la literatura, los miembros del
CIAAL propusieron en consonancia con las lneas de anlisis contemporneas una vuelta
337
a las imgenes en s mismas, a su especificidad como objeto de estudio y a los indicios que
de ella pueden emanar. A su vez, y en relacin con este objetivo de otorgar a la imagen una
importancia central en los trabajos, muchas investigaciones han incorporado una serie de
producciones visuales que no se ajustan a la categora cannica de las bellas artes,
realizadas sobre soportes no tradicionales y en ocasiones pensadas para circular a travs de
canales alternativos. La construccin de un corpus de fuentes ampliado, analizado a travs
de nuevas herramientas conceptuales y marcos tericos, y en relacin con el gran caudal de
estudios que en los ltimos aos han complejizado los conocimientos sobre el arte y la
cultura a nivel nacional e internacional, redund en proyectos de investigacin originales
cuyos resultados constituyen un aporte significativo dentro de la historia del arte argentino.
Con el objetivo de exponer pblicamente y discutir sectores de esta produccin
acadmica, la mesa congreg una serie de ponencias cuyos ejes se desarrollaron en tres
grandes momentos del siglo pasado. Los primeros artculos plantean un acercamiento a la
escena artstica de comienzos del siglo XX a partir de los cruces que se produjeron entre las
artes plsticas y otros sectores de la historia cultural como seran la lrica o las
colaboraciones grficas para publicaciones peridicas. El trabajo de Nicols Boni, becario
doctoral del CONICET, se titula Angiolo Tommasi, un documentalista de los mares
australes a comienzos del siglo XX y se enmarca en su proyecto de tesis orientado a
reconstruir los vnculos entre la plstica y la lrica que favorecieron ciertos protagonistas
del arte argentino entre finales del siglo XIX y principios del XX. El estudio de los
recorridos de estos artistas extranjeros que pasaron un perodo acotado o se radicaron
definitivamente en nuestro pas, y en particular en Rosario, actuando como pintores,
docentes, escengrafos y decoradores resulta fundamental para comprender el momento de
constitucin del campo artstico local. Por su parte, la ponencia Eugenio Fornells a travs
338
corpus de fuentes amplio que rena tanto su obra de caballete como las mltiples
manifestaciones que produjo en el mbito de la grfica y permita su anlisis en el marco de
nuestro alto modernismo. En este mismo sentido colaborar la tesina de licenciatura de
Finkelstein, cuyas lneas rectoras pueden leerse en su ponencia La produccin de grabados
de Rosa Aragone en la dcada del cincuenta. A partir del estudio de las xilografas
realizadas por esta discpula de Juan Grela, la autora propone un aporte al conocimiento
sobre el modernismo en la ciudad en la medida que otorga visibilidad a la presencia de una
artista mujer en un campo cultural histricamente dominado por varones.
Finalmente, un grupo de trabajos analiza a partir de diferentes recortes
problemticos la escena artstica de las ltimas dcadas del siglo XX y se proyecta hasta la
contemporaneidad. Clarisa Appendino presenta un adelanto de los asuntos que abordar
en su proyecto de tesina de licenciatura donde indagar en nuestra historia reciente,
centrndose en ciertas formaciones rosarinas que actuaron durante el primer tramo de la
dcada del noventa. Con su ponencia Emplazamiento como posicionamiento crtico se
remonta a los aos sesenta para rescatar ciertos procedimientos artsticos que si bien se
generaron por entonces, continan teniendo vigencia dcadas ms tarde, sin dejar de sealar
las diferencias inherentes a cada espacio y momento histrico. Por su parte, Jimena
Talismani tom como eje de su tesina de licenciatura, recientemente sustanciada y de la
cual deriv la ponencia Recorridos visuales y biogrficos en las obras de Carolina
Antoniadis y Thais Zumblick, la apelacin a las telas estampadas como patrn generador
de composiciones pictricas. Este recorte dado por un motivo de larga tradicin dentro del
arte moderno la condujo a un conjunto de pinturas hiperrealistas o de una figuracin plana
realizadas por dos artistas mujeres, que trabajan en nuestro pas desde las ltimas dcadas
del siglo XX y que desde distintas perspectivas aluden a sus mundos ntimos. Cerrando este
340
conjunto de ponencias, Mara Laura Carrascal presenta con Plstica y Diseo: dos casos
recientes un sector de su proyecto de tesis doctoral orientada a puntualizar los lazos que en
diversas producciones estticas se establecieron entre las artes plsticas y la moda. A tal
efecto, centr su atencin en una serie de autores argentinos que desde la dcada del sesenta
excedieron con sus propuestas las formas y los canales de circulacin tradicionalmente
asociados a las artes visuales, generando mltiples y complejos vnculos entre cultura alta y
cultura de masas. En el recorrido que plantea para desarrollar su investigacin, nuevamente
la escena rosarina ocupa un lugar central.
De esta manera, cada uno de los trabajos que se publican a continuacin resuelve de
un modo peculiar la tensin siempre productiva entre el estudio de aspectos de la cultura
local o regional, los avances en historia del arte realizados en distintos espacios del pas y
las problemticas y corrientes de anlisis vigentes a nivel internacional. Quedan a
consideracin del lector estos fragmentos de la historia del arte argentino construidos desde
Rosario.
341
Clarisa Appendino
CIAAL/UNR
Introduccin
342
conviven con protuberancias rocosas, cilindros alongados y lisos tienes su base con
peascos de materia color gris.
En ambas obras se advierte una particular analoga, al menos en un aspecto
procesual. Observaremos ahora la irrupcin de un objeto monumental dentro del espacio de
exposicin que posteriormente es destruido, ya que el desafo es pensar de qu modo son
ledos estos procesos en cada momento histrico. Ambas obras irrumpen en el espacio en
que fueron emplazadas y, al no poder trasladarlas de un lugar a otro, son destruidas. Frente
a su destruccin y ausencia de conservacin, cabe preguntarse a qu sesgos crticos
corresponde cada accin, qu est operando en cada caso.
La enunciacin de la obra siempre se inscribe dentro de un discurso mayor al de ella
misma. De este modo podemos indagar qu relaciones encontramos entre los escenarios en
los cuales se localiza, teniendo en cuenta las relaciones que se producen entre los artistas,
las instituciones y la obra como objeto en cuestin. Adrin Villar Rojas y Federico Peralta
Ramos pertenecen a contextos radicalmente diferentes donde cada uno juega o interacta
con las reglas de su propio entorno. Para intentar responder a los interrogantes
mencionados, es preciso observar primero los distintos escenarios y la relacin que se
establece con las instituciones, para, a partir de all, indagar sobre sus estrategias.
I.
343
Este proceso, que comenz en la dcada del 50, extiende la legitimacin de las
instituciones del arte y permite el surgimiento de nuevas. En esta ampliacin y
diversificacin, los museos emprenden un perfil claramente modernizador tratando de
atender a la emergencia de las producciones actuales y contemporneas. Adems, dentro de
esta expansin, aparecen nuevos lugares de exhibicin museos de arte moderno, bienales,
centros culturales e instituciones privadas dedicados a recepcionar las producciones
contemporneas. La diversidad de lugares de circulacin ampla el campo artstico y lo
hace ms heterogneo dentro de posturas conflictivas y de estrategias de legitimacin que
todos los agentes llevan a cabo para que las vanguardias de los aos 60 lleguen a un
pblico ms vasto. Ana Longoni y Mariano Mestman denominan este proceso como la
configuracin de un circuito modernizador, que, como legitimador de las nuevas
vanguardias, construye una hegemona alternativa que diferencia la nueva radicalizacin
114
Peter Brger, quien acu el trmino, denomin institucin arte a las maneras en las cuales se percibe y
define el papel del arte en la sociedad y, en segundo lugar, a los modos en que ese arte es producido,
comercializado, distribuido y consumido. En: Huyssen, Andreas. Despus de la gran divisin: modernismo,
cultura de masas y posmodernismo. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2006. p. 330.
344
El Instituto Di Tella convocaba a crticos y artista extranjeros para participar de los Premios, lo cual
presupona una relacin ms dinmica entre los diversos centros artsticos del mundo. Algunos de los crticos
llamados a participar fueron por ejemplo Giulio Argan y Alan Browness, y entre los artistas relevantes de la
poca, asistieron Richard Smith, Frank Stella, Jim Dine y Mary Bauermeister, entre otros.
116
El premio nacional Instituto Di Tella. Diario La Prensa, Buenos Aires, agosto de 1965.
345
frage del yeso. El jurado y el pblico se estremecan al presenciar ese proceso y sentir los
ruidos y la temperatura que comenz a cobrar ese objeto. Trozos de material comenzaron a
desprenderse, sin embargo Peralta Ramos permaneca all, junto a la obra, observando un
proceso que para l pareca no haber finalizado (Gainza, 2003).
Dentro de las experiencias que se produjeron por esos aos, Peralta Ramos parece
estar en dilogo con los happenings, fiestas y relaciones entre el arte y las nuevas
tecnologas y medios de comunicacin. No obstante, Nosotros afuera interacta con otros
aspectos del arte que hacen referencia al objeto artstico en particular y el lugar que ste
ocupa. Benjamin Buchloh, en su libro Formalismo e historicidad, analiza las problemticas
del arte conceptual en Europa y Estados Unidos y advierte los distintos modos en que los
artistas recepcionaron la obra de Marcel Duchamp y el ready-made. En la configuracin de
un nuevo objeto del arte, explica que el conceptualismo propona implcitamente la
sustitucin del objeto de experiencia espacial y perceptiva por una definicin lingstica (la
obra como proposicin analtica) (Buchloh, 2004: 168). Esto no significa que la obra de
Peralta Ramos se enmarque concretamente en las prcticas conceptuales, sin embargo esta
formulacin nos ayuda a pensar un posible viraje en el pensamiento que se produce hacia el
objeto presentado como obra.
El objeto artstico pierde su tradicional formato para proponer distintas dimensiones
referidas a sus aspectos visuales, () a su status mercantil o a su forma de distribucin
(Buchloh, 2004: 168). Esto significa que hay una bsqueda de un arte no retiniano, es decir,
una obra que enva la percepcin directamente al pensamiento y propone una imposibilidad
de juzgarla desde la habilidad manual del artista. Que la obra de Peralta Ramos se haya
comenzado a desarmar en medio de la exposicin como ya le haba sucedido en otras
ocasiones no sera un factor para descalificar al objeto de su proposicin artstica ya que el
346
acento est puesto en formular un nuevo acercamiento que redefine las condiciones de
recepcin. Lo que volvemos a preguntarnos es si este cambio de propuesta hacia la lectura
de la obra es lo que hace que pueda presentarse como candidata a un premio nacional en
una de las instituciones ms importantes de ese momento. Porque si la respuesta es
positiva, an falta observar qu otras estrategias se ponen en juego desde la obra para que la
irrupcin de un objeto en el espacio y su posterior destruccin desafen a la institucin.
II.
El otro artista en cuestin, Adrin Villar Rojas, desarrolla, desde los inicios de su
carrera, una obra inscripta en numerosos proyectos monumentales que comprenden grandes
emplazamientos a escala sobrehumana. Los lugares de emplazamientos, como el ya
mencionado pabelln en la 54 Bienal de Venecia, los bosques de Ushuaia en el sur
argentino, los jardines de Tuileries en Pars, las terrazas de Weinberg en Kassel, entre otros,
refieren a distintos modos de producir la obra en funcin de los lugares determinados. El
espacio oficia de boceto para pensar el discurso de las obras y su formato material. La
cualidad comn de stas es que irrumpen en un determinado lugar, perturbando, en la
mayora de los casos, la percepcin usual del entorno.
El envo nacional se titul Ahora estar con mi hijo, el asesino de tu herencia y
consta de once esculturas de arcilla de seis metros de alto aproximadamente y pesan dos
toneladas y media cada una. Estas dimensiones hablan de un proyecto monumental en el
que el espacio queda completamente modificado y su factura material aade otras
significaciones a la obra. Los materiales son totalmente rudimentarios: arcilla, madera,
347
348
III.
Aunque el texto haga mencin a una caracterizacin del arte contemporneo, el aporte terico en tanto
especificidad de la instalacin, nos sirve para abordar ambos procesos.
118
Rosalind Krauss en su conocido texto La escultura en el campo expandido, explica una serie de conceptos
que permiten ver los nuevos posicionamientos de la escultura que observ en la dcada de los 60 y 70.
Encontramos que en el momento de pensar la produccin desde lo que es paisaje y arquitectura aparece la
construccin de emplazamientos. Esa idea es conocida como los site-specific producidos en espacios abiertos
modificando el paisaje habitual de un lugar. En el caso de las obras analizadas, el site-specific determina la
construccin de la obra en un lugar previamente fijado, pero el lugar no es necesariamente un lugar en el
paisaje, sino tambin el interior de una arquitectura.
119
La instalacin es susceptible de ser reconstruida aunque en el momento de ser expuesta es nico tempoespacialmente, en cambio la especificidad que vemos en el site-specific es la imposibilidad de reconstruccin.
349
afirmar que el espacio es uno de los principales materiales en la produccin de estos artistas,
ya que disponen objetos en un determinado sitio. Esto le otorga una durabilidad determinada,
puesto que la obra es destruida, deja de existir como objeto, quedando vigente slo bajo la
forma del registro que otorga el video o la fotografa.
El momento de la destruccin no necesariamente debe pensarse como un acto
performtico en ambos casos. Por un lado, Peralta Ramos fue quien con un gran martillo
destruy a golpes el enorme objeto, momento que fue registrado fotogrficamente. En
cambio, en el caso de Villar Rojas pasa algo muy distinto que claramente est en relacin al
contexto y al modo de presentarse como artista. El artista no presencia el momento como
continuacin de la obra, sino que queda a cargo de la institucin o de una empresa
especializada en ese tipo de trabajo.120
Al profundizar las significaciones que aparecen a partir de destruir la obras, Villar
Rojas alude a un proceso de decadencia o desaparicin de la humanidad y ya no a un
proyecto utpico que an podra contener la obra de Peralta Ramos sobre todo por el
contexto en que se inscribe, es decir, en el preludio de la vanguardia radicalizada del ao
1968. En un aspecto formal de la configuracin de una incipiente representacin en el
mayor de los casos simblicos Villar Rojas deja un espacio arrasado por algo que parece
ser destructivo pero slo podemos conocer la consecuencia de ese desastre, es decir, la
disposicin de la obra. El enunciado del artista est dentro de la potica desarrollada y en el
aspecto formal de sus obras, pero tambin en la decisin de demolerla. En cambio, Peralta
Ramos irrumpe desde el objeto mismo del arte por medio de la desestabilizacin de la
estructura institucional y receptiva. La obra de Villar Rojas carga con un mayor grado de
120
350
121
Andrea Giunta rescata esta particular caracterstica de la dcada de 60 donde haba un claro afn
destructivo de la obra lo cual hace que no puedan llegar como legado material a la actualidad. Este gesto
estaba dado por un carcter desmaterializado que sign las producciones artsticas del perodo (Giunta,
2009: 92), del cual, puede advertirse, Peralta Ramos no se encuentra exento.
122
Segn Buchloh, contiene una experiencia con la obra que sugiere una retirada perceptiva: en la medida en
que la obra niega el carcter especular del objeto artstico tradicional al restarle informacin visual en lugar de
aadrsela, este acto de retirada perceptiva opera al mismo tiempo como una intervencin fsica (y simblica)
en las relaciones de propiedad y poder institucionales (). (2004: 192)
351
Lo que se intenta remarcar en ambas obras es que estn en una relacin ambigua con
el espacio de exposicin, ya que no es la obra observada desde sus lmites materiales lo que
hay que sealar, sino justamente la fluctuacin que aparece con el espacio circundante. En
el contexto de la obra Nosotros afuera, el procedimiento guarda relaciones de poder
institucional e ideolgico con el espacio que anima esa produccin de obra, ya que en
algunos momentos no todos los bordes de la obra puedan ser abordadas sujetadas
por la institucin. En Peralta Ramos la obra rebalsa el parmetro arquitectnico, mientras
que en Villar Rojas lo hace desde determinados enclaves institucionales que la
contemporaneidad otorga para la exhibicin y legitimacin.
Referencias bibliogrficas
Cuba:
lpiz
nube.
Disponible
en
Internet
en:
352
Mosquera, Gerardo. (2001). Notas sobre globalizacin, arte y diferencia cultural, pp. 3888. En: AAVV. Zonas Silenciadas. Sobre globalizacin e interaccin cultural. Editor
Rijkademie van beeldende Kunsten. Amsterdam: Rain Artist Initiatives Network.
Peralta Ramos, Federico Manuel. (2003). Retrospectiva (Catlogo de exposicin). Bueno
Aires: Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
353
Nicols Boni
CONICETCIAAL-UNR
Muchas de las biografas del clebre tenor Enrico Caruso dan cuenta de sus talentos
como caricaturista, pero recin a partir de los estudios de Horacio Sanguinetti (1979) y los
escritos posteriores de Pedro Rivero (1994) sobre las actuaciones de este cantante en
Argentina, fueron reveladas claramente sus aficiones pictricas. Ambos autores hacen
referencia a una breve nota de Caras y Caretas titulada Caruso cantante y pintor, la cual
fue ilustrada con fotografas del tenor y sus pinturas. Adems de verse dos leos, un boceto
de un retrato y una vista de Venecia, otra fotografa muestra al cantante frente a un
caballete ampliando apuntes tomados en una tarde de Palermo a orillas del lago. 123 En
esta prctica a plein-air, otra persona parece estar supervisando su trabajo, se trata del
pintor livorns Angiolo Tommasi, otro de los integrantes de la Associazione Artstica
Italiana. Segn las indagaciones de Ribero, Caruso mantuvo un estrecho contacto con estos
artistas durante sus primeras temporadas en Buenos Aires, formando parte de agradables
veladas junto a Carlos Morra, Jos Tarnasi, Delle Vedove, Fausto Coppini, Jos Arduino,
Francesco Parisi, Jos Quaranta, Carlos Barberis, el escengrafo Mateo Casella y por
123
Caruso, cantante y pintor, Caras y Caretas, Buenos Aires 17 de agosto de 1901, s/p.
354
detto Angiolino per eccellenza, livornese, pittore paesista, onesto nellarte come
nella vita, baffutto come Guglielmone, giuocatore dazzardo, dal soldino al tesoro
britnico; buono d indole, signore nel tratto126
Son deliciosas las ancdotas descritas por Pagni en su libro de memorias, muchas de
las cuales Angiolino tambin protagoniz antes de su partida hacia Buenos Aires en
1899.
El derrotero seguido por los artistas inmigrantes para hacerse un lugar en el medio
plstico porteo es detalladamente delineado por un cronista de la revista La ilustracin
124
Ribero explica que la amistad de Caruso con el cronista Vicente Di Npoli Vita le posibilit el contacto
con estos artistas, agregando que atrado por la pintura continu tomando clases con el pintor Felipe
Galante.
125
Caruso, cantante y pintor , Cit., s/p.
126
Llamado Angiolino por excelencia, livorns, pintor paisajista, honesto en el arte como en la vida,
bigotudo como Guglielmone, jugador de azar del sueldito al tesoro. britnico, bueno por naturaleza, seor
en el trato. La traduccin es nuestra.
355
Sudamericana de agosto de 1901; descripcin inscripta en una extensa nota ilustrada que
pivota sobre la figura de este pintor:
Tommasi desde los procedimientos seguidos hasta aqu por todos sus colegas
europeos: Desembarcar y trasladarse del barco al hotel, visitar las redacciones de los
grandes diarios, entregar cartas de recomendacin y presentacin a las personalidades
ms distinguidas del pas, y enseguida desenrollar los lienzos pintados en Italia, darles
el realce del lujoso marco, exponerlos en algn paraje cntrico, y esperar los
compradores, que no haban de tardar en aparecer por las artes mgicas de la atmsfera
creada de la rectavi hbilmente hecha y por el poder conocido de aquellas cartas de
recomendacin ya mencionadas que constituan la dote de protectores, eso es lo que
hacen todos, lo que han hecho hasta ahora, el camino trillado, de que difcilmente se
separan, los afamados y los que buscan fama, los grandes y los pequeos del mundo
artstico. Tras esto viene despus el estudio instalado, las obras de encargo, la moda
que ayuda a subir, y la fortuna lograda con poco esfuerzo.127
127
128
El pintor Angelo Tommasi, La Ilustracin Sudamericana, Buenos Aires, 31 de agosto de 1901, p. 244.
La exposicin Tommasi, en Caras y Caretas, Buenos Aires, 17 de agosto de 1901, s/p.
356
civilizado129 Esta excursin fue considerada un hecho de valenta por la prensa local
teniendo en cuenta el peligro que significaba emprender un viaje tan extenso a una zona
prcticamente despoblada y de fros extremos; esto sumado a la calidad de su produccin
pictrica hizo que la exposicin de sus apuntes sea muy favorablemente acogida por las
principales publicaciones porteas.
Ibdem
El pintor Angelo Tommasi, Cit., p. 244
357
compaeros de Tommasi como Pagni, Cecconi y Fanelli (Boni, 2010). Esta discusin
posteriormente se canaliz en la bsqueda de un arte nacional, de temas nacionales
donde el desarrollo del gnero paisajstico se despleg en operaciones plstico-simblicas
que daban cuenta de esta bsqueda (Wechsler, 1999: 280). As las impresiones captadas por
Tommasi de la Patagonia argentina se inscribieron en este contexto de conformacin
identitaria, lo que permite comprender adecuadamente el buen recibimiento por parte de
todos los sectores de la crtica portea.
La formacin pictrica de Tommasi, tuvo su principal anclaje en su acercamiento a
la figura de Fattori, y al grupo del los macchiaioli, mientras estudiaba en la Academia de
Bellas Artes de Florencia, pero tambin y especialmente en las lecciones que recibi de
Silvestro Lega, quien en reiteradas oportunidades se aloj por largas temporadas en la
residencia de los Tommasi de Belariva, brindando sus conocimientos de los usos
cromticos tanto a Angiolo, como a su hermano Ludovico y a su primo Adolfo; un retrato
realizado por Angiolo de Lega pintando documenta estas reiteradas clases particulares en
Florencia. Antes de partir hacia Amrica haba cosechado algunos triunfos, recibiendo
premios en exposiciones florentinas por sus obras Bendicin en la aldea y Las ltimas
paladas. De acuerdo a la nota publicada en La Ilustracin Sudamericana, por esta ltima
recibi una ctedra en la misma academia en la que haba sido discpulo, al mismo tiempo
que su obra Emigracin fue adquirida por el gobierno italiano para formar parte de la
coleccin de la Galera de Arte Moderno de Roma.131 Otros antecedentes exhibidos por
Tommasi eran una medalla en la exposicin universal de Paris en 1889 por su leo Le
bagnanti y la participacin en 1895 en la Primer Bienal de Venecia.
131
Ibdem.
358
La lista completa de expositores era la siguiente: Juan Arduino, Antonio Alice, D. Bonifanti, J. Brodsky,
carlos Barberis, Eliseo Coppini, Antonio Della Vedove, Aquiles D. Clemente, Giuseppe Forcignan, Felipe
Galante, Adelino Giorgi, Alfredo Lazzari, Santiago Lavarelli, Nazareno Orlandi, Francisco Parisi, Jos
Quaranta, B. Roig Mallol, Umberto Somadosi, Angiolo Tommasi, Ricardo Teodori, Francisco Villar y Pedro
Valle. En Asociacin Artstica Italiana, Ira exposicin, La Ilustracin Sudamericana, Buenos Aires, 30 de
septiembre de 1901, p. 282.
359
Rafael Vicente Barone, Luis Fontana, Cayetano Gratti, Nazareno Orlandi y Giussepe
Carmignani, entre otros, constituy la piedra basal que condicion la formacin de un
campo plstico local empapado de modernidad.
Referencias bibliogrficas
Boni, Nicols. (2010). Salvador Zaino, Dante Verati y Ferruccio Pagni, improntas
divisionistas hacia 1900 en Rosario, en Actas de las IX Jornadas de Estudios e
Investigaciones del instituto de Teora e Historia del Arte Julio E. Payr. Universidad de
Buenos Aires.
Malosetti Costa, Laura. (2001). Los primeros modernos, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Econmica.
Pagni, Ferruccio, Marotti, Guido. (1926). Giacomo Puccini intimo (nei ricordi di due
amici). Firenze: Vallechi Editore.
Ribero, Pedro. (1994). Caruso en la Argentina. Buenos Aires: Editorial Universitaria de
Estudios Avanzados.
Sanguinetti, Horacio. (1979). Enrico Caruso: vida y obra en Amrica. En: Ayer y hoy de
la Opera, Buenos Aires, p.5.
Wechsler, Diana. (1999). Impacto y matices de una modernidad en los mrgenes. Las
artes plsticas entre 1920 y 1945. En J. E. Buruca (Director), Nueva Historia Argentina.
Arte, Sociedad y Poltica, tomo I, Buenos Aires, Editorial Sudamericana.
360
Un mgico estilo
133
361
desde que comenzaron sus carreras los siguen y festejan sus diseos, siendo fieles a sus
productos ms all de la volatilidad propia del sector (Erner, 2005).
Lograr trascender los altibajos que afectan al mundo de la moda fue posible a partir
del temprano y amplio reconocimiento que tuvieron en la prensa especializada: revistas y
suplementos de los diarios ms importantes del pas siguieron las diferentes instancias que
transitaron, legitimando un recorrido que trascendi el mbito local y las fronteras
nacionales. Este fenmeno, vigente en la actualidad, fue el resultado de las formaciones
multidisciplinares de los arquitectos Mario Buraglio y Vctor Delgrosso y del escultor Julio
Prez Sanz: creadores abocados a la tarea de disear a partir de una visin integral de la
figura humana. Por ello han sido conscientes que, como primer espacio de habitabilidad del
hombre, el cuerpo vestido deviene en soporte de un lenguaje sumamente complejo donde
las prendas y accesorios aunque parezcan meros apndices extraos, han penetrado en el
ncleo mismo de nuestra existencia como seres humanos.136
En funcin de analizar las trayectorias de estos creadores es fundamental hacer un
sealamiento sobre la experiencia vanguardista de los aos 60 porque, en gran medida, sus
producciones provienen de ese clima de gran efervescencia. Una coyuntura en la cual los
cruces y convergencias entre la plstica, la msica, el teatro y el diseo expandieron el
campo artstico desdibujando los gneros y las disciplinas, nutrindose de otros repertorios
como la moda, la decoracin o los medios de comunicacin (Herrera, 2010).
136
Flgel, John Carl. (1964 [1930]). Psicologa del Vestido. Buenos Aires: Paids, p. 12. Un sealamiento
sobre la importancia de estos aspectos a la hora de disear se encuentra en Saltzman, Andrea. (2004). El
cuerpo diseado. Sobre la forma en el proyecto de la vestimenta. Buenos Aires: Paids.
362
La dcada de 1960 fue una poca prolfica en la que varios artistas, movilizados por
las tensiones que atravesaban el campo cultural, hicieron confluir prcticas con el fin de
derribar los lmites entre expresiones de la alta cultura y las provenientes del mbito
popular (Huyssen, 2002). Delia Cancela y Pablo Mesejen, creadores con una mirada
artstica que trabajan con la imagen y la moda137 fueron una dupla ejemplar. Precursores
en este abordaje realizaron, entre otras cosas, collages que incluan prendas del guardarropa
femenino y masculino y pinturas alusivas a figuras emblemticas del espectculo y la moda
como los cantantes Sonny & Cher o las famosas modelos Jean Shrimpton y Rita
Tushingham. En el Di Tella presentaron Ropa con riesgo, un desfile de prendas realizadas
con materiales no convencionales desfiladas por personas corrientes. Las empleadas del
Instituto se convirtieron en soporte de sus creaciones cuando las vistieron en Experiencias
Visuales 1967 y, al ao siguiente, realizaron Yiyish: una inusual revista de modas que se
vendi durante la exhibicin y de la que se destacaron sus diseos muy influidos por los
atuendos mod y psicodlicos que ganaron el mote de los Imposibles, no por su precio
sino por sus desconcertantes osadas.138
Otro caso similar por la sintona de intereses, fue protagonizado por Dalila Puzzovio
quien haba sido premiada en 1967 con una mencin especial en el Premio Internacional
Instituto Torcuato Di Tella con Dalila doble plataforma. Esta obra constaba de una serie de
veinticinco pares de sandalias iguales, de colores contrastantes, presentadas en una vitrina
137
363
139
364
142
Comenzaron siendo un grupo de compaeros que comercializaban sus diseos con el nombre Dopo. En
1983, luego de un inspirador viaje a la India, la dupla creativa Buraglio/Delgrosso fund Varanasi.
365
Aires.143 Fueron los dueos de la boutique quienes les sugirieron que comenzaran a
realizar ropa y as fue como sus diseos de prendas y accesorios llegaron a comercializarse
en La Solderie considerada una institucin en aquellos aos y en el local de Mary
Tapia en la Galera Promenade.144
Los diseos de calzados que realizaron a comienzos de los aos 70 manifestaban
las conexiones con el pop y es posible que las plataformas de Dalila Puzzovio fueran un
referente significativo porque, con su aparicin, marcaron una fecha capital en la relacin
portea arte-moda.145 Las prendas, en cambio, respondan a una mirada conscientemente
retrospectiva que se inici con el movimiento hippie y que se tradujo en la recuperacin
estilstica del Art Nouveau y el Art Dco.146 Referencias que interactuaban con la
revalorizacin de culturas no occidentales, visibles en la incorporacin de prendas y
accesorios como el caftn de la India, las blusas rumanas o el poncho sudamericano. De
hecho, Buraglio y Delgrosso recorran la ciudad y poblaciones aledaas buscando casas de
telas o merceras que vendieran materiales antiguos para trabajar en sus diseos. Ah
vienen los hippies de Rosario, decan en La Solderie las seoras de Barrio Norte,
asombradas por los creativos estampados de los diseadores que, si bien se preocupaban
143
366
por configurar una imagen alternativa a las modas dominantes, no se identificaban con ese
movimiento.147
Sorprendidos por el xito de sus creaciones, que se vendan inmediatamente,
comenzaron a trabajar ms organizadamente dentro del circuito comercial. Sin embargo, a
pesar de producir en una escala mayor para vender a boutiques de diversas localidades,
nunca abandonaron la veta creativa que los caracteriz desde sus inicios. La singularidad de
sus diseos tambin se traslad a la decoracin de su primer local, abierto en 1984, y a las
famosas vidrieras que all realizaron. En el pequeo espacio de exhibicin, junto a las
prendas, podan interactuar gigantes cepillos de dientes a lo Claes Oldenburg o jarrones
minimalistas que producan imgenes impactantes y adelantadas a su poca.148 Un artculo
de prensa recalaba en la prestigiosa zona que abarcaba la histrica calle Crdoba, con
vidrieras tan restallantes que hacen sombra a muchas de primer nivel de Buenos Aires,149
probablemente refirindose, entre otras, a las propuestas de Varanasi.
Los inicios de Julio Prez Sanz tambin pueden vincularse al agitado clima de los
aos 60. Su temprana formacin artstica fue consecuencia de la atenta mirada de sus
padres que advirtieron cmo, siendo muy pequeo, le fascinaba construir objetos con
147
Entrevista personal Mario Buraglio/Vctor Delgrosso, op. cit. Es importante sealar que la palabra hippie
se utilizaba de mltiples maneras en el mbito local. Cfr. King, John. (2007). El Di Tella y el desarrollo
cultural argentino en la dcada del sesenta. Buenos Aires: Asunto Impreso: p. 170.
148
Comunicacin personal Guillermo Fantoni, 22 de julio de 2008.
149
(1987). Calle Crdoba, desde Paraguay a Oroo. Antes y ahora. En: La Capital, 19 de diciembre, p. 9.
367
elementos del entorno. Eso hizo que en 1962, a los doce aos, ingresara a la Escuela de
Bellas Artes Manuel Belgrano que funcionaba en un precioso petit hotel rodeado de
vegetacin, con un patio desde donde se podan ver las palmeras pindo del Palacio Pereda.
Este vvido recuerdo que registra los elementos arquitectnicos y la naturaleza circundante,
se enlaza con los viajes que de pequeo emprenda con su familia para visitar a una abuela
que viva en Misiones. En esa provincia encontr un mundo exuberante de plantas
centenarias y ejercit, desde entonces, un aprecio por las flores, los animales y los insectos
que terminaron convirtindose en un nutrido reservorio de su trabajo. Este repertorio
temtico result un campo de inters a partir del amoroso sealamiento de quienes lo
rodeaban: adultos que le hacan prestar atencin sobre las singularidades cromticas
producidas por brillos, iridiscencias y texturas de ptalos, plumas, cortezas y piedras.150
Luego de completar la educacin secundaria, y en posesin de un riguroso
conocimiento adquirido de profesores de la talla de Ada Carballo, Prez Sanz curs
algunas materias en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredn. Al mismo tiempo
trabaj en Domus, conocido local de decoracin de esos aos, mientras absorba todo lo
que suceda en las convulsionadas arterias que rodeaban al Di Tella, lugar obligado porque
muchos de los profesores hablaban de l, algunos bien y otros mal. Eran grupos
encontrados porque estaban los que se horrorizaban de lo que ah pasaba y los ms
progresistas, que nos hacan delirar con las cosas que nos mostraban. Por supuesto que la
Galera del Este fue un lugar visitado por el joven estudiante en reiteradas ocasiones. El
clima festivo que all se viva propiciaba una experiencia de los sentidos: siempre haba
mucho movimiento y resultaba embriagador el aroma de la gente con los perfumes de la
poca. De esta manera, Prez Sanz invocaba el visible afn de experimentar con la imagen
150
368
151
Ibd.
Ibd. Relato que coincide con la bsqueda de materiales antiguos realizada por Buraglio/Delgrosso para sus
prendas, en sintona con las miradas hacia el pasado con el fin de inspirarse estticamente.
152
369
se convirti en testigo del discurrir de hombres y mujeres fascinados por sus joyas,
esculturas y objetos.153
Artistas y diseadores
153
En este lugar se encuentra actualmente Varanasi. Recorrer el local permite advertir el dilogo que se
instaur siempre entre ambas firmas, por ejemplo, resulta muy sugestiva la interaccin establecida entre la
taracea geomtrica de los pisos, realizada por Prez Sanz a partir de la yuxtaposicin de diferentes mrmoles,
y los planos constructivos de la molderas esbozadas por Buraglio/Delgrosso para sus prendas.
154
Michaud, Yves. (2007). El arte en estado gaseoso. Mxico: Fondo de Cultura Econmica.
370
Referencias bibliogrficas
Para comprender la moda es necesario trascender el argumento de la esttica pura, puesto que lo que se
define y reconoce como moda es el producto de una cadena de actividades, econmicas y culturales, as
como estticas. Entwistle, Joanne. (2002). El cuerpo y la moda. Barcelona: Paids: p. 265.
371
372
Esther Finkelstein
CIAAL/UNR
Introduccin
373
Rosa Aragone hizo sus primeros acercamientos al grabado durante los dos ltimos
aos de la carrera de Bellas Artes, donde aprendi algunas tcnicas como el linleo y la
cincografa con el profesor Juan Manuel Suero. Luego contino perfeccionndose con
Carlos Uriarte en la tcnica del leo y con Juan Grela en grabado en metal y madera.
En su relato Aragone describe a estos dos ltimos maestros como los dos grandes
formadores que marcaron su camino artstico. Al hablar de Juan Grela lo menciona como
un profesor estructurado, que aunque no haba realizado estudios acadmicos, como
docente era muy didctico y disciplinado; y reconoce la gran influencia que ejerci ste en
sus imgenes y en la forma de entender y abordar la produccin artstica.
En los aos que Aragone se inici como grabadora las visitas a museos fueron
esenciales para su formacin. Ella recuerda haber apreciado impresiones originales de
algunos artistas argentinos que hicieron grabados, en su mayora xilografas, como ser
Santiago Minturn Zerva, Jos Planas Casas, Vctor Rebuffo y Benito Quinquela Martn.
Adems hizo varios viajes a Europa donde pudo apreciar los ejemplares de grabados de
Rembrandt, Goya y Picasso. Tambin conoci otros lugares de Sudamrica, principalmente
Mxico, donde estaban los grabados de Guadalupe Posadas, el arte precolombino y los
grandes murales.
La produccin de estampas
fue a cuchara, nunca tuvo prensa propia, las copias hechas con prensa eran las que realiz
en el taller de Juan Grela.
La creadora cuenta que a la hora de componer una imagen su principal fuente de
inspiracin fueron los apuntes realizados por medio del dibujo. stos son registros de
observaciones o creaciones imaginadas, que confeccionaba con un trazo rpido y fluido, en
su mayora realizados con birome o marcador. Aprovechando su impulsiva actitud para
abocetar, la artista acumul una gran cantidad de apuntes que le permitieron la creacin de
muchsimas obras. Una de sus estrategias de produccin de dibujos, era sentarse frente al
televisor con el audio apagado y copiar lo que all vea, obligando a dibujar a gran
velocidad lo que le dio una gran soltura y agilidad en el trazo.
Rosa Aragone sostiene que a la hora de tomar apuntes es primordial y necesario que
se produzca el paso de la tridimensin a la bidimensin, es por esto que nunca trabaj con
fotografas o con imgenes impresas. Ella entiende que el traspaso de lo que vemos en
volumen al plano de la hoja de papel es un proceso interior y personal decisivo para la
produccin de la imagen. Ella lo describe de la siguiente manera: el paso de la
tridimensin a la bidimensin es fundamental como lo hace uno, en cambio la foto ya te lo
da resuelto. Para m ese paso es un trabajo interior muy fructfero. 156 Analizando los
apuntes que la autora realiz durante los aos que trabajo en el grabado, se puede observar
que varios de los personajes de sus estampas los construye a partir de retratos de familiares
y autorretratos.
La serie de grabados de los aos cincuenta se cre
dentro de las tareas del curso realizado con Grela,
156
375
por esto la autora los percibe como meros ejercicios. En esta serie de impresiones aparece
como motivo comn la figura humana y la naturaleza muerta; stos fueron los temas que le
permitieron experimentar y explorar las diferentes cualidades de la lnea, las variables de
texturas visuales y los contrastes de valores dentro de la compleja tcnica de la xilografa.
Se destaca dentro de este conjunto de obras el trabajo dedicado a las texturas en base a
tramas lineales, planos de adorno y decoraciones diferentes. Tambin, la existencia de
composiciones resueltas con planos en blancos y negros plenos y otras en las que la
construccin es nicamente lineal donde se enfatiza la cualidad de una lnea pura, lisa y
sola.157
La figura humana en estas imgenes aparece
solitaria ocupando gran parte del soporte y es la
protagonista en la gran mayora de los grabados. Los
personajes de estas estampas son personas que se
muestran ensimismadas, envueltas en sus propios
pensamientos, con la mirada perdida, que parecen
estar recordando o imaginando. Por sus expresiones
reflejan un sentimiento de tristeza o melancola y en
algunos casos esto se refuerza an ms en el ttulo, por ejemplo, Tristeza, Angustia, Chica
sola.
En todos estos grabados se advierte la impronta de su maestro, ya sea por los temas
como por el tratamiento formal de los mismos. Varios de sus retratos son muy prximos a
las xilografas que Grela hizo sobre los habitantes de los suburbios entre los aos cuarenta y
cincuenta. Esta marca puede leerse en el desarrollo de una forma de figuracin sinttica,
157
Ibd.
376
donde predomina el carcter planista dado por una marcada lnea de contorno y, en algunos
casos, por un trabajo de adornos y tramas lineales que realzan la bidimensionalidad.
Tambin la eleccin de los sujetos se acerca a los tipos humanos elegidos por Grela: los
ms dbiles o desposedos, personas humildes y trabajadoras, hombres y mujeres solitarios,
cuya marcada tristeza podra asociarse con un sentimiento de resignacin o de angustia por
su condicin. Las naturalezas muertas y los paisajes tampoco escapan a esta fuerte
influencia greliana. La eleccin y disposicin de los objetos tales como jarros, pavas y
botellas, para armar las composiciones que apelan a lo domstico, a los hogares humildes y
sencillos, tambin pueden relacionarse con las construcciones que Grela realizaba con estos
motivos. Aunque el paisaje en estas estampas aparece muy acotadamente, cuando la autora
lo usa como parte del esquema compositivo, evoca un espacio de llanura despojado de toda
construccin: una referencia al paisaje del litoral, detalle que tambin la acerca a su
maestro y a los pintores de la regin.
Un rasgo notorio de la obra de Rosa
Aragone es el carcter intimista que envuelve las
escenas, reflejado en la recurrencia a objetos,
personas e interiores de un mbito cotidiano y
vinculado con el universo de la mujer. La
indagacin del universo femenino se podra detectar
en sus recortes temticos, en su permanente
apelacin
al
mbito
ms
ntimo,
en
el
S/T, Xilografa, 12 x 20 cm
377
el equilibrio, el volumen, las cualidades de la lnea, las texturas y las transparencias dentro
del plano.
En un testimonio escrito, dedicado a una muestra individual de pintura que Aragone
realiz en el ao 1983 en la galera Miro Artes Plsticas, la artista deja divisar algunas de
sus concepciones a cerca del arte. Haciendo referencia al proceso de creacin de una obra,
plantea que puede darse dos momentos en los que un artista compone una imagen. Uno, en
el que la composicin surge de manera natural y espontnea en el pensamiento del creador;
otro, en la imagen nace de las propias exigencias que se van presentando en el momento de
construir plsticamente. En este escrito, tambin destaca la importancia de la presencia de
la subjetividad en el momento de crear, y hace una diferenciacin entre un ejercicio plstico
y una obra, resaltando que para que una imagen sea una obra y no un ejercicio, es
378
se
corresponde
con
un
fenmeno
internacional:
la
canonizacin
la
innovadoras que antes funcionaban por fuera de los mbitos formales del arte, durante los
aos cincuenta lograron permear la trama institucional y convertirse en parte de los museos,
de la enseanza acadmica y del mercado del arte, lo que trajo como consecuencia el
consumo de un pblico ms amplio.
Este proceso de expansin y legitimacin del modernismo en la ciudad, tambin
puede percibirse en la creacin de nuevos espacios promotores de las nuevas tendencias
estticas como fueron las galeras Pepe Rodrguez y Mi taller en la Sala O del Pasaje
Pam, a los que se sumaban a las salas existentes en la Sociedad Argentina de Artistas
Plsticos de Rosario y en Amigos del Arte. Tambin se agregaron espacios para exponer en
la Biblioteca Popular e Infantil Mitre, el Club Hebreo Argentino y el Club Municipal
(Mouguelar, 2002). Dentro de este marco es importante remarcar la actividad de difusin
cultural, destinada a ampliar la recepcin de arte moderno, que haba realizado Hilarin
Hernndez Largua desde el Museo Municipal de Bellas Artes J. B. Castagnino. Otro
hecho importante para el mbito de la plstica, es el traspaso del Profesorado de Dibujo que
funcionaba en la Escuela Normal N 2 a la Universidad Nacional del Litoral, en el
transcurso de los cuarenta y luego, en 1953, el establecimiento del Instituto de Bellas Artes
como anexo a la Facultad de Filosofa y Letras (Fantoni, 2011).
Dentro de este periodo de propagacin de lo moderno en Rosario, la disciplina de
grabado fue teniendo ms visibilidad. Y en este sentido la influencia de Grela fue
primordial. Siendo un reconocido artista y miembro del Grupo Litoral, sus exposiciones,
talleres, charlas, conferencias y cursos dedicados a la especialidad sirvieron para impulsar
el reconocimiento y la difusin de la tcnica dentro del medio. Su tarea en funcin de la
disciplina fue decisiva para que se cree en Amigos del Arte un Saln de Grabado y, como
380
383
titulada Naturaleza muerta, a eleccin de un jurado conformado por Juan Grela, Santiago
Minturn Zerva y Aldo Magnani.
En los aos que le siguieron a la dcada del cincuenta Rosa Aragone no continu
integrando la Asociacin y su dedicacin a la tcnica disminuy. De la produccin grfica
hecha en el periodo posterior a la Asociacin de Grabadores, slo hay registro de algunas
copias xilogrficas que an conservan los mismos rasgos formales de los aos cincuenta,
lo que muestra la persistencia de ciertas modalidades y lneas estticas convertidas en
verdaderas constantes. Sin embrago, lo producido en esa etapa fue de tal relevancia, que
aos despus algunos de sus grabados fueron exhibidos en exposiciones antolgicas y
reproducidos en publicaciones especializadas. As, sus obras fueron incluidas en el libro
100 aos de grfica en Rosario y su regin editado por la Universidad Nacional de Rosario
en 1994 y en la exposicin La diversidad de lo moderno realizada en Fundacin OSDE en
2011, donde un amplio conjunto de xilografas fueron seleccionadas como parte de los
exponentes ms significativos del modernismo de los aos cincuenta en Rosario.
Referencias Bibliogrficas
Aragone, Rosa. (1983). Catalogo exposicin: Rosa Aragone, Rosario: Miro artes Plsticas.
Armando, Adriana. (2010/2011). Una perspectiva sobre la participacin de mujeres
artistas en Rosario, en Avances. Revista del rea Artes, CIFF y H/UNC, N 18.
Bruniard, Mele. (1994). Agrupacin de Grabadores Rosarinos en 100 aos de grfica en
Rosario y su regin, Rosario: UNR Editora.
384
385
Lorena Mouguelar
CONICET/CIAAL/UNR
A comienzos del siglo XX, diversos centros urbanos de Argentina fueron escenario
de una vida cultural intensa, y en ese sentido, Rosario no fue una excepcin. Una serie de
indicadores de este momento de fragua dentro de su historia cultural, pensada desde una
perspectiva amplia, resultan fundamentales para comprender el rol de la publicacin
peridica que nos proponemos abordar en el presente trabajo. En pocos aos la ciudad se
haba transformado a pasos agigantados, en gran medida bajo el impacto tanto del impulso
modernizador que alter el entorno urbano como de la masa inmigratoria que convirti a
sus calles en concurridos espacios cosmopolitas (lvarez, 1968). Las propuestas para el uso
de los tiempos libres y los mbitos de sociabilidad se multiplicaron como respuesta ante las
demandas de diversos grupos que llegaron con tradiciones y costumbres muy arraigadas.
Nuevos teatros, cafs y cinematgrafos abrieron sus puertas a un pblico cada vez ms
amplio y exigente, que no siempre favoreci a estos emprendimientos comerciales con su
presencia. Frente a esta situacin, los empresarios locales debieron ensayar diversas
estrategias que les permitieran sostenerse a travs del tiempo. Muchos de estos cambios
quedaron reflejados en los diarios, peridicos y revistas que se multiplicaron en forma
exponencial a partir de las ltimas dcadas del siglo anterior.
386
Ya por esa poca, las proyecciones de vistas y las primeras pelculas mudas sobre
grandes telas plateadas haban logrado captar el inters de toda la familia. Desde diciembre
de 1898, con la inauguracin del Cinematgrafo Lumire, una serie de nuevos espacios de
exhibicin fueron apuntando a diferentes franjas etarias y sociales con xito dispar. Al aire
libre, en cafs o casas especialmente dedicadas al efecto, junto a obras de teatro, para
amenizar un trago o como atractivo en s mismas, las imgenes sobre asuntos de actualidad
y las historias dramticas o cmicas proyectadas pasaron a constituir una opcin ms para
el entretenimiento del espectador local. Segn el censo de 1910, eran quince las empresas
que simultneamente ofrecan sus programas a los rosarinos:
Como datos accesorios, e independientes de los diarios y revistas que aparecen en la
ciudad (y son motivo de una colaboracin especial a cargo del doctor Shle) puede anotarse
que funcionan en el Rosario 5 teatros y 15 salones dedicados a exhibir cintas
cinematogrficas. La estadstica correspondiente a los ltimos nueve aos, demuestra que
aumenta la aficin a los espectculos teatrales.158
158
Tercer Censo Municipal del Rosario de Santa Fe. Rosario, Talleres La Repblica, 1910. Levantado el 26IV-1910, bajo la direccin del secretario de la Intendencia, Dr. Juan lvarez.
159
Desconocemos la fecha exacta, pero en el nmero inicial del semanario rosarino Monos y Monadas del 12VI-1910, ya apareca la publicidad del Cinematgrafo Belgrano.
387
que inclua en su oferta una orquesta de seoritas, y del Caf de la Bolsa, que contaba con
cinematgrafo (Alonso y Gusp Tern, 2009). Juan Lluch continu el negocio familiar
creando una empresa con su nombre con la que se dedic a la importacin y distribucin en
el pas de pelculas europeas y norteamericanas. Para el xito de este emprendimiento
fueron fundamentales las redes con otros comerciantes del ramo espaoles y con familiares
residentes en Barcelona, como sera el caso de su hermano menor Nicols Lluch, agente de
compras exclusivo en Europa.160
160
Acompa por un tiempo a su hermano en Rosario y luego se radic definitivamente en Barcelona, donde
fij sus oficinas comerciales. Idem. Sobre el peso de las redes tnicas preexistentes en la fortuna empresarial
de los extranjeros recin llegados al pas, consultar Devoto (2003).
161
En el captulo especial de Jorge Shle, El periodismo en Rosario. 1854 1910, incluido en el Tercer
Censo Municipal del Rosario de Santa Fe antes citado, no figura ningn ttulo de peridico o semanario que
remita especficamente al arte cinematogrfico. De todos modos, reiteramos la salvedad hecha por el mismo
autor, en cuanto a la posible ausencia de ciertos ttulos en funcin de la escasez de reservorios
hemerogrficos.
388
Esta frase fue extrada de un comentario sobre los rganos cinematogrficos europeos y americanos,
publicado en un nmero extraordinario de la revista parisina Cine-Journal de G. Dureau. Cfr. Libro de oro
de la cinematografa. En Cinema, a. I, n. 7, Rosario, 1-XII-1911.
389
Las portadas
163
Corresponsal [Humberto Flix Castro]. El periodismo rosarino. En Caras y Caretas, a. XV, n. 726,
Buenos Aires, 31-VIII-1912.
390
composicin alusiva a la fecha a partir de los elementos simblicos tpicos: el beb o nio
desnudo representando al ao nuevo y el hombre mayor que emprenda la retirada, al viejo.
En estos casos, el cabezal se adapt a la propuesta
visual de la portada. El tratamiento de la tipografa
como imagen fue una de las rupturas iniciadas por el
modernismo en el diseo grfico (Steimberg y Traversa,
1997). A esto se sumaba el infaltable proyector
cinematogrfico, smbolo de los emprendimientos
comerciales de Juan Lluch que apareci junto a la nota
editorial en casi todos los nmeros. Llamativamente,
tanto en el diseo del ttulo publicado en el interior de
la revista como en la portada de fin de ao que firm H.W., la mquina era manejada por
una mujer, algo que de ninguna manera ocurra en la realidad. Tal vez remitiera a una musa
o personificacin del arte cinematogrfico, tal como existan para las ramas artsticas
tradicionales.
El resto de las portadas estuvieron ilustradas por fotografas de actrices o actores de
cine de la poca, en ocasiones iluminadas con trazos blancos que resaltaban el movimiento
del cabello. Algunas de estas fotos fueron enmarcadas por orlas decorativas conformadas
por los repertorios lineales y florales propios del Art Nouveau. En todos los casos, al pie
figuraron los datos sobre la identidad del personaje, como refuerzo a su carcter referencial.
Las mujeres se mostraban siempre en poses sugestivas para la poca: con el mentn
levantado y la cabeza suavemente inclinada, de perfil con la mirada posada en la lejana, o
sonrindole con cierta ingenuidad al espectador. Elaborados peinados, ricos vestidos y una
391
392
164
165
393
166
Se public por primera vez en el nmero 7, del 1-XII-1911 y a mediados del ao siguiente pas a ocupar
las primeras pginas. Sobre la produccin decorativa de esta casa consultar Boni, 2010.
167
Por el mundo del arte rosarino. Para Eugenio Fornells, la pintura es la muestra de cada poca de la
civilizacin. En La Capital, Rosario, 18-V-1958, segunda seccin, s/p.
394
candados no slo las mesas y sillas sino tambin los mismos clientes.168 Con la firma de
Fornells se publicaron una serie de caricaturas cmicas alusivas a los inconvenientes
provocados por la falta de electricidad durante la noche de ao nuevo.169 Sintticas y
dotadas de gran expresividad, las imgenes relataban desde el humor las peripecias sufridas
esa noche por empresarios y clientes de los cafs y cinematgrafos de la ciudad.
Finalmente, queremos sealar un tipo de caricatura que no volvimos a encontrar en
Cinema. En el interior del nmero extraordinario del primero de enero de 1912 se public a
pgina completa y con la firma de Fornells, el retrato del actor cmico francs Andr Deed,
conocido tanto en Espaa como en Argentina con el nombre
Snchez o Toribio.170 Esta gran figura macroceflica ms tarde
sera reproducida en el nmero inicial de una revista peruana
dedicada al cine. Mediante lneas moduladas y rasgos faciales
exagerados, la imagen destacaba la amplia sonrisa del exitoso
protagonista de muchas pelculas mudas. La presencia espordica del
humor grfico en el marco de esta revista de cine fue un tipo de
colaboracin que Fornells desplegara en forma profusa para otras publicaciones: desde sus
participaciones en Caras y Caretas de Buenos Aires hasta sus trabajos para diversas
revistas rosarinas tales como Gestos y Muecas, ABC, Con Permiso o Cinema Star. De esta
manera, la participacin de Eugenio Fornells en las pginas de Cinema permite vislumbrar
los primeros trabajos que este inmigrante cataln realiz desde su afincamiento definitivo
en Rosario. Vitralista, caricaturista, diseador de afiches y portadas fueron algunas de las
facetas que este dctil artista despleg en la ciudad, junto a la docencia y la creacin de una
168
Por los salones y cafs de Rosario. En Cinema, a. II, n. 18, Rosario, 1-XI-1912.
Las memorables noches de ao nuevo. En Cinema, a. II, n. 20-21, Rosario, 1-II-1913.
170
El hombre del da. En Cinema, a. I, n. 8, Rosario, 1-I-1912. Caricatura firmada E. Fornells.
169
395
obra autnoma, elaborando un gran caudal de imgenes que a travs de diversos soportes
incidieron en la cultura visual de una poca.
Referencias bibliogrficas
396
Mouguelar, Lorena. (2011). Con permiso. Humor grfico en Rosario hacia 1919. En:
Actas de las VI Jornadas Nacionales Espacio, Memoria e Identidad. Rosario: UNR,
aceptado para su publicacin.
Shle, Jorge. (1910). El periodismo en Rosario. 1854 1910. En: Tercer Censo
Municipal del Rosario de Santa Fe. Rosario: Talleres La Repblica.
Steimberg, Oscar y Traversa, Oscar. (1997). Estilo de poca y comunicacin meditica.
Buenos Aires: Atuel.
397
Silvina Rabinovich
CONICET-CIAAL-UNR
171
LVAREZ MUOZ, Joaqun: Pginas Sueltas, vol. I, Rosario, texto mecanografiado, 1936, y Pginas
Sueltas, vol. II, Rosario, texto mecanografiado, 1944.
172
Creada en 1932, Refugio fue una de las ms importantes agrupaciones rosarinas. En la primera Comisin
Directiva figuran: Joaqun lvarez Muoz como presidente, Jos Debay como vicepresidente y como vocales
Julin Nicols, Godofredo Paino, Jos Fantn, Federico Evangelista, Mario Bertolano, Andrs Calabrese, Luis
Correale, Luis Biuela Bernal, Juan Tarrs, Lenidas Gambartes, Aurora Tarabelli, Demetrio Antoniadis, Tito
Benvenuto y Rafael Ponce. Agrupacin de artistas plsticos locales, en La Capital. Rosario, set. 7 de 1932,
p. 7. El artista fue reelegido sucesivamente en la presidencia. Segn algunas fuentes, en 1951 tom el cargo
Luis Correale hasta 1959, ao de su disolucin.
398
profesional. En una suerte de prlogo, el artista revelaba el sentido que para l asuma
enlazar textos de tan diferente origen y refirindose a estas pginas, expresaba:
Sin la pretensin de escribir un libro, la forma ntima, privada que les atribuye
se aproxima al testimonio de un diario personal que, aunque no guarda el aspecto formal de
esta clase de relatos, da cuenta del pensar y el sentir de su autor en diferentes momentos,
definidos en el transcurso de algunos de mis aos. La calidez de sus palabras evoca
experiencias que fueron importantes en lo personal y en el mbito artstico y profesional.
Atesoradas como valores sentimentales y espirituales, estas pginas son literalmente
asemejadas a sus telas: a travs de ambas expresiones el artista proyecta afectos y vivencias
que dan cuenta de diferentes momentos de su vida. De estas concepciones se deduce una
definicin del arte, que aparece condensada en uno de los primeros textos del libro: El
arte, es la senda en que culmina el ms alto ideal humano. La pintura, un elemento de
interpretacin de los fenmenos de la vida y de la naturaleza. El pintor, un intrprete de su
propia vida y sentimiento (lvarez Muoz: 3).
Resulta relevante destacar en este aspecto, que aquella preciada obra pictrica a la
que el artista refera en analoga con sus escritos, por la capacidad de jalonar diferentes
399
momentos de su vida, se despleg de modo casi excluyente a travs del paisaje. Desde esta
visin, en sus obras podemos hallar ciertas marcas autobiogrficas. No slo por reflejar
lugares donde el artista vivi o visit ocasionalmente sino por otras connotaciones que
proyecta sobre las imgenes, ligadas a la afectividad, al valor sentimental que les
atribuye.
Una de las pinturas de fecha ms temprana que pudimos conocer es un paisaje de las
costas del Uruguay de reminiscencias simbolistas. La imagen describe un conjunto de
colinas que rodean un espejo de agua con tonalidades nacaradas, sobre el que se
superponen delicadamente los contornos de finsimos rboles. La intimidad del artista se ha
proyectado de un modo muy singular sobre la extraa apariencia de esa escena, desde la
materialidad misma del soporte: la tela sobre la cual fue pintado perteneci al tejido que
cubra la cuna del nio, y el pintor quiso que este dato formase parte esencial de la
apreciacin de la obra al escribir abajo, junto a su firma: De la cuna de Emir. 1924. Dedica
a Mam y Chela.173 La eleccin del motivo se fundamenta asimismo a partir de lazos de
identidad y pertenencia hacia el espacio representado. Uruguay era su segunda patria,
donde haba transcurrido su niez y juventud y all vivan su madre y hermana, a quienes
dedicaba la obra.
Tambin en 1924, hallamos su intervencin en el VIII Saln Rosario con La playa.
Monte Boroni y Puesta de sol en San Carlos Centro fueron las siguientes presentaciones en
estos certmenes rosarinos.174 Mientras que La playa sera pintado en Uruguay, los otros
fueron realizados durante su estada en San Carlos Centro, en Santa Fe. En ese lugar
173
400
plasm aquella Puesta de sol observada a travs de las calles del pueblo, la iglesia y un silo.
En Monte Boroni, una arboleda de sus alrededores.
Si colocamos esas pinturas junto a otros tantos escenarios que se describen en sus
leos y acuarelas, es posible reconocer los diferentes lugares recorridos por el artista.
Primero en aquel pas en el que resida su familia de origen y haba recibido su formacin
en el oficio, luego en San Carlos Centro donde ejerci algunos aos como odontlogo y
despus en Rosario, donde nacieron sus hijos y se estableci definitivamente. Ms adelante
se sucedieron los viajes a Crdoba, excursiones a La Rioja, Jujuy, Catamarca y Bariloche, y
tambin retornos a Uruguay. Desde las imgenes podramos delinear un periplo a travs de
la pintura y de la vida del artista.
Por razones familiares, de trabajo o simplemente por el placer de conocer distintas
geografas, el pintor tom contacto con los diferentes entornos que fue reflejando en sus
obras. La concepcin de estos paisajes manifiesta una emotividad que permanece intacta
desde las apreciaciones de sus ms allegados. Al preguntarles acerca de las obras, sus hijos
suelen comentar las circunstancias en las que fueron pintadas o a quin fueron dedicadas.
Inversamente, al consultarles sobre los lugares donde vivi su padre, la informacin es
ilustrada espontneamente con las imgenes y los recuerdos:
175
401
176
177
Ibidem.
El Jagel de la luz mala, leo s/ tela, 110 x 90 cm. Col. Emir lvarez Gardiol.
402
protagonismo argumentando las razones que guiaron su motivacin y que la pintura por s
misma resulta incapaz de sugerir: Yo, he vivido esta supersticin legendaria. Detrs de la
realidad fsica de los elementos de tcnica y de la opulenta apariencia de la Naturaleza, est
el atavismo potico de esta seduccin pavorosa que es quien ha movido esta realizacin.178
Mi casa solariega es tambin una obra que remite a memorias familiares. Se trataba
de la casa de sus bisabuelos en Uruguay, a la cual, al volver aos ms tarde, dedic una
acuarela y un poema en alusin a los tiempos vividos y la melancola que sinti ante la
vivienda deshabitada. El poema est escrito sobre el mismo papel de la acuarela y figura
tambin en la ltima pgina del segundo tomo de Pginas Sueltas (lvarez Muoz, 1943:
315). All hay una introduccin con una extensa dedicatoria a su esposa. Desde las
palabras, como a travs de la pintura, el artista propone proyectar sus sentimientos en el
receptor.179 Esta obra, por su concepcin, debi permanecer en la intimidad familiar,
destinada slo a la contemplacin de aquellos a los que estaba dirigida.
En algunas obras como las citadas, el pintor siente la necesidad de complementar la
apreciacin de la imagen con textos. En el paisaje de las costas uruguayas mencionado al
comienzo, aquel dato tan significativo para l, acerca del origen de la tela pintada, no se
podra advertir sin esa informacin que aade otras connotaciones a la obra.
178
403
Verdad y sortilegio
Otro de los escritos ms significativos del artista al que hemos podido acceder, es un
breve texto mecanografiado en un fragmento de papel, firmado con tinta y pluma. A travs
del contenido, que parece haber sido dirigido a su propio autor, expresaba la profunda
emocin que le produca la contemplacin de uno de sus paisajes del sur, Nacarada aurora,
intentando explicarse el motivo de tal intensidad en sus sentimientos. Se preguntaba hasta
qu punto esto era inducido por la belleza del lugar y su evocacin desde el recuerdo, o si
se trataba tambin de una disposicin personal, es decir, si era su sensibilidad esttica la
que lo predispona a percibirlo de ese modo. En este sentido, planteaba un problema
filosfico acerca de la belleza:
180
404
algunos de sus motivos predilectos.181 En ocasiones parta con su esposa o los hijos, que
recuerdan clidamente estas excursiones en las que llevaba las telas, su caja de pinturas y el
caballete, pintando todos los das al aire libre. Se trasladaban en mnibus atravesando
largas rutas con amplios delantales de seda cruda que protegan la ropa de la polvareda.
Muchas de las escenas eran pintadas ntegramente en el lugar y al regresar, las imgenes
formaban parte del relato: nosotros gozbamos y valorbamos sus obras que nos eran
presentadas y explicadas en familia. Cuando llegaba de esas escapadas pona las telas
contra la pared para que las pudiramos ver.182
Ms all de la llegada al destino, el trayecto en s mismo representaba una
experiencia esttica que era plasmada tanto en imgenes como en expresiones literarias. De
los textos incluidos en Pginas Sueltas consideraremos en particular tres narraciones
vinculadas con el tema del viaje. Estos relatos expresan su sentir frente a la pintura a veces
con mayor elocuencia que aquellas disertaciones en las que pronunciaba postulados
tericos.
Paisaje animado, Impresiones de viaje y Las reboticas estn basados en
excursiones que el artista realizaba a travs de las sierras. Entre sus propsitos, el viaje
contemplaba la posibilidad de ir capturando impresiones. Las palabras traducen una
misma sensibilidad pictrica frente a la contemplacin del espectculo natural. En Las
reboticas, en ese sentido expresaba: El viaje fue para mi de admiracin, de recogimiento
181
Aunque excede los alcances planteados en el recorte de este artculo, es importante sealar que en esta
ltima eleccin tambin intervienen otras motivaciones. La representacin de esas regiones se haba afianzado
como smbolo del paisaje argentino a partir de los paradigmas del nacionalismo cultural. En diferentes
declaraciones se observa la adhesin del artista a estos principios que haban cobrado una renovada vigencia
en los aos 30. Cfr. Rabinovich, Silvina. (2009). El barrio, los suburbios y el paisaje nacional, tres ncleos
temticos en la III Exposicin de Barrio de Refugio, en Libro Electrnico del IX Encuentro Arte, creacin e
identidad cultural en Amrica Latina: los procesos de emancipacin y las revoluciones, ISBN N 978-987-26252-1-4. Facultad
de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario.
182
Entrevista a Emir lvarez Gardiol, op. cit.
405
y emocin de que gozaron mis sentidos y sirvi de elevacin a mi alma (lvarez Muoz,
1936: 98). En este cuento, el autor tematiza aspectos afines con su profesin describiendo
en trminos de formas, colores y texturas los interiores de aquellas antiguas farmacias. Y
aunque en ese caso el paisaje no es el eje del relato, es tratado con igual devocin.
Al transitar estas pginas, surgen inevitablemente en la memoria todos aquellos
paisajes del artista que antes observamos, o esos mismos parajes que quizs hemos podido
recorrer. En Paisaje animado, la belleza del lugar se mezcla con un episodio de matices
romnticos. En la caracterizacin de estos mbitos se describen toda clase de sensaciones
visuales, sonoras, tctiles, expresando a la vez estados anmicos:
Llegamos al fondo de aquel paisaje sedante, sobrenatural. Era una cuenca de esos ros
de sierra, marginada por montes inmensos tocados de piedras de mil colores oxidadas,
de corriente suave pero murmuradora. Reflejaba sus aguas el cenit azul cobalto de
aquella difana tarde y en el fondo, entre los dos enormes mogotes por cuyo estrecho
pasaba, era de una oscuridad tenebrosa, pero fresca y agradable (lvarez Muoz, 1936:
95).
En el tratamiento del color, la descripcin de los matices es tan refinada que parece
evocar la construccin de la escena a travs de pinceladas. La interpretacin de los efectos
de la luz es igualmente minuciosa:
406
del mismo rosa, pero ms suave que en la tierra, ms diluido (lvarez Muoz, 1936:
96).
183
Nez Regueiro, Manuel, Exposicin lvarez Muoz. Una bella nota de ambiente artstico, en La
Capital, Rosario, jul. 7 de 1936, p. 26. En esa oportunidad se exhiban 40 obras en la galera Renom, con
auspicio de la Comisin Municipal de Bellas Artes.
407
atmosfricos. Los comentarios que observamos de otros crticos184 suelen coincidir con esta
clase de valoraciones que, al mismo tiempo, concuerdan con la mirada que el artista
proyectaba sobre su obra y que tambin descubra en otros pintores con los cuales se
identificaba. A travs de las apreciaciones formuladas sobre la obra de otros creadores, el
pintor expresaba una visin sobre su propia pintura. Las disertaciones que pronunciaba al
presentar exposiciones en Refugio, parecan ser una excusa para proclamar postulados
estticos. Precisamente, aquellas definiciones que tomamos al iniciar este artculo acerca
de la pintura como interpretacin de la vida y la naturaleza introducan la muestra que el
pintor Antonio Ballerini haba realizado en la agrupacin. En ese texto aparece con claridad
su concepcin del Impresionismo y las particularidades de su adopcin entre los pintores
argentinos, definida como la tendencia dualista de exaltar con su paleta la luz y
comunicarle su emocin. En un extenso y pormenorizado estudio, expresaba admiracin
hacia la destreza tcnica y la sensibilidad de aquel pintor para interpretar la naturaleza a
travs del color y la luz, as como su aptitud para asumir al paisaje como espectculo
intrnseco, como estado de alma.185 En el apartado titulado Su recproca intimidad con la
naturaleza, revelaba esa clase de vinculacin afectiva hacia el lugar representado:
Ballerini siente por el paisaje un comprensivo amor (lvarez Muoz, 1936: 5).
184
Alba, Maanita tibia, Momento crepuscular, rebosantes de emocin, de verdad o de luz. Este pintor
generalmente triste () tiene tambin sus das de alegra y de sol, como La Bajada Bianchi, En el bosque de
Quilmes o en distintas acuarelas en que predominan el colorido, la vida, la emocin y la luz. Lupi, Cleofe:
La exposicin del Dr. lvarez Muoz, La Capital. Rosario, jul. 16 de 1936, p. 13.
185
Qu mayor grandeza puede infundrsele al paisaje en funcin de arte que tomarlo como espectculo
intrnseco, como estado de alma, e interpretar la vegetacin frondosa, exuberante de nuestra flora indgena o
sus matorrales y yuyales precarios cuya maraa penetra con su fina retina y traduce en telas que son odas a la
luz, cantos poticos a la naturaleza. En estas percepciones es observable la conjuncin de proyecciones
espiritualistas con la valoracin del paisaje autctono, vinculada con la bsqueda del paisaje nacional. La
concepcin del paisaje como estado de alma la deba al filsofo Henri-Frderic Amiel, que era uno de sus
autores predilectos. En este sentido, encontramos sugestivas similitudes con las visiones de muchos otros
paisajistas y crticos seguidores de estas corrientes del pensamiento hacia comienzos del siglo XX. Cfr.
CHRETIEN, Brbara y ZABLOSKY, Clementina. (2010-2011). Paisaje, arte y crtica. Octavio Pinto y
Manuel Glvez. En Avances N18, rea Artes del CIFFyH de la Universidad Nacional de Crdoba, pp. 119135.
408
Paisajes en silencio
186
409
Referencias bibliogrficas
de la misma barranca donde ahora est el puente a Victoria aproximadamente. Algunos muchachotes lo
molestaban al pasar porque el paso era muy estrecho. l se mostraba indiferente. Entrevista a Emir lvarez
Gardiol, op. cit. Aunque el lugar pudiese estar eventualmente transitado, segn puede verse en la obra
terminada, el artista no incluy personajes. S/d, leo s/ madera, 30 x 40 cm., Col. part.
410
Rabinovich, Silvina. (2009). El barrio, los suburbios y el paisaje nacional, tres ncleos
temticos en la III Exposicin de Barrio de Refugio, en Libro Electrnico del IX
Encuentro Arte, creacin e identidad cultural en Amrica Latina: los procesos de
emancipacin y las revoluciones, ISBN N 978-987-26252-1-4. Facultad de Humanidades
y Artes, Universidad Nacional de Rosario.
---. (2010/2011). Tito Benvenuto y Jos Marn Torrejn: el silencio de los mrgenes, en
Studi Latinoamericani n 6. Udine, Centro Internazionale Alti Studi Latino-Americani,
Universit Degli Studi Di Udine, pp. 213-233.
411
Las telas estampadas como motivo pictrico ocupan un lugar central en la presente
indagacin. Este particular motivo, en su amplio repertorio de posibilidades, ha sido
empleado recurrentemente a lo largo de toda la historia de la pintura. Dado el atractivo
visual de los textiles y patrones decorativos, numerosos artistas los han empleado con
imperiosa prestancia dentro del inventario de sus elementos plsticos. Se podra citar a
William Morris, Gustav Klimt o Henri Matisse como los grandes exponentes de este
recurso pictrico. William Morris, el gran diseador decimonnico, fundo numerosos
talleres como el Arts & Craft Stil, creando un estilo propio que gener grandes influencias
en escuelas posteriores como la Bauhaus. La escuela de Artes y oficios glorificaba la
belleza artesanal y propona un retorno al trabajo manual oponindose a cualquier
contaminacin entre industria y naturaleza. Abarcaba un amplio espectro de artistas,
arquitectos y diseadores. Morris sostena: Incluso la cosa ms intrascendente, si est
realizada con perfeccin ayuda a aumentar la belleza de esta tierra (Fliedl, 2006:158). Sus
diseos de patrones flotaron en papeles de pared, tapizados, baldosas, muebles y objetos.
Buscando reivindicar las artes aplicadas y embellecer la vida cotidiana. Afirmaba que:
Uno debe tener como objetivo la combinacin de la solidez y la claridad de la forma en la
412
composicin, con el misterio que emana de la riqueza de detalles (Jackson, 2002:13). Los
patrones de Morris estn llenos de ritmos vigorizantes y estimulantes colores en formas
orgnicas y seductoras. Con su presencia, Gran Bretaa a fines del siglo XIX, fue testigo de
un notable florecimiento en el diseo de patrones y sus motivos florales posteriormente
fueron reinterpretados en el imaginario de nuevos estilos.
Gustav Klimt, pintor austraco, representante y miembro fundador de la Sezessin
Vienesa, es otro de los grandes referentes si de motivos decorativos se trata. Realiz lienzos
y murales en un estilo personal muy ornamentado, utilizando los smbolos antiguos como
puente metafrico para desenterrar la vida instintiva y el erotismo. El pintor dedic su
atencin al ser femenino como criatura sensual y demostr un gran inters por la
ornamentacin del cuerpo. Su tratamiento de las superficies revesta la imagen de una
cuidadosa distribucin ornamental. En su poca dorada, donde hay un uso frecuente de la
pintura de este color y del pan de oro, evoca asociaciones entre lo mgico y lo religioso,
resultando muy atractivos por el lujo de la materialidad. Klimt es el denominador comn
dentro del listado de personalidades artsticas admiradas por las protagonistas de este
trabajo.
Por otra parte, uno de los acrrimos representantes de las telas estampadas en el
medio de la pintura es, sin lugar a dudas, Henri Matisse. Exponente del arte del siglo XX,
hizo del color su inspiracin, dedicacin y trabajo. Asociado entre las vanguardias
histricas con el movimiento fauve, donde el color, uno de sus ms fuertes intereses, era el
eje del planteo. Afirmaba que el punto de partida del Fauvismo fue la audacia de
redescubrir la pureza de los medios (Matisse, 2010:141). Matisse ha contribuido, mediante
sus investigaciones, al desarrollo de medios de expresin plstica, valindose de los
413
hallazgos intuitivos de los artistas del Medioevo, los hindes y los decoradores orientales
(Matisse, 2010:47).
Estos personajes han sido objeto de estudio en numerosas oportunidades y por
diferentes autores. Su influencia lleg a todos los rincones del mundo y se prolonga hasta la
actualidad.
Ms cercano en el tiempo, en la dcada del setenta, en Estados Unidos, encontramos
un movimiento referencial de esta temtica, el Pattern Paiting, tendencia vinculada con el
feminismo, que explotaba la riqueza y diversidad de los gneros estampados en sus
trabajos, haciendo alusin a las tareas domsticas y a la vestimenta hogarea.
Si buscamos dentro de la historia plstica nacional, varios creadores han hecho uso
de este motivo en todas las pocas. Por citar slo algunos de personal preferencia, y a
sabiendas de su total disparidad, podemos nombrar a comienzos del siglo XX a Cesreo
Bernaldo de Quirs, integrante del Grupo Nexus, con sus naturalezas muertas sobre
delicados manteles de sedas floreadas. Tambin Ramn Gmez Cornet, exponente del arte
santiagueo, con sus retratos y autorretratos, donde representa variedad de papeles de pared
y telas. Arturo Ventresca, italiano radicado en Rosario e integrante del Grupo Litoral de los
aos cincuenta, con sus figuras estilizadas de inspiracin etrusca, explota una diversidad de
arabescos y composiciones geomtricas en sus planos pictricos. Y Keneth Kemble, quien
a fines de la dcada forma parte del Movimiento Informalista, buscando realizar una
pintura sin pintura y haciendo empleo de diversas materialidades. As, en un momento
llega a la incorporacin en sus trabajos de papeles de pared y telas estampadas con
diferentes diseos. Pero quizs el perodo en donde se ve con mayor frecuencia el vasto
repertorio de patrones decorativos en la Argentina son los aos noventa. Numerosas
414
instituciones protagonizan este momento, entre ellas el Centro Cultural Ricardo Rojas, que
alberga un nutrido grupo de artistas que comulgan con estos motivos.
Este escrito se propone abordar el tema a partir de las obras de dos artistas
contemporneas. Por un lado Carolina Antoniadis, nacida en Rosario en 1961, desde sus
primeras obras se observan interiores domsticos, con muros decorados con papeles de
motivos floreados y telas estampadas que cubren muebles y espacios dentro del ambiente.
En este juego de superficies, la tapicera es una de las tradiciones artesanales e industriales
ms citadas en las obras de la artista, y los gneros, texturas y prendas de todas clases
circulan generosamente por sus cuadros. Antoniadis toma las claves de una esttica
decorativa estandarizada y convencional como la del estampado textil y la trabaja a travs
de un complejo barroquismo de superficies y texturas visuales (Lebenglick, 2006: 24).
Por el otro se explora la obra de Thais Zumblick, nacida en Tubarao, pequea
ciudad al sur de Brasil. Quien arriba a Buenos Aires en 1996. Zumblick sostiene que al
llegar a la Argentina, se sinti muy influenciada por el decorativismo de los noventa, muy
presente en las exposiciones del Centro Cultural Rojas. Su obra se concentra en retratos de
personajes que componen su crculo ms cercano, con quienes comparte el mundo de las
sensibilidades artsticas. Los enmarca en escenarios de telas de diversas calidades y
mltiples estampados, que conviven en un clima de particular iluminacin. Prendas
extraas, extravagantes o de uso infrecuente, as como maquillajes, flores artificiales,
inflables y objetos de cotilln aaden datos a cada imagen, intentando mostrar un universo
de personalidades concretando sus fantasas ms absurdas.
Ambas artistas estn presentes en la escena del arte argentino de los aos noventa,
donde lo decorativo signific quizs una de las expresiones de la vuelta a un arte
espontneo e intimista, luego del imperio de la pintura neoexpresionista de los ochenta.
415
Las dos reflejan en sus obras imgenes que oscilan entre un universo ntimo y los
paisajes cotidianos. Universos y paisajes totalmente singulares en cada caso, diferenciados
a partir del propio recorrido y materializados a travs de la visin individual. Antoniadis
otorga mayor nfasis a los planos decorativos resueltos con pintura plana, donde los
personajes son incgnitos, aunque suelan reconocerse. Por tal motivo, est presente la
aspiracin al anonimato que tiende a la generalidad. Zumblick apuesta con mayor vigor a la
corporalidad, utilizando las telas estampadas para vestir los cuerpos o tapizar los escenarios
habitados por seres de miradas vacas.
La eleccin de estas artistas para el anlisis de la cuestin reside en que si bien los
resultados de sus obras y las formas de trabajo que emplean difieren, ambas utilizan las
telas estampadas como un elemento fuerte y sugerente en su labor, comparten el medio de
la pintura y pertenecen a la escena artstica contempornea argentina.
En Carolina Antoniadis, como punto de partida, se toma la obra Sangre sudor y
lagrimas, con la cual ingresa al campo del arte, en el ao 1986, a los 25 aos de edad,
obteniendo con ella el Premio Medalla de Plata en el Saln Nacional de Artes Plsticas. 187
Esta pintura presenta diferentes planos decorados y expone un amplio repertorio de motivos
y patrones repetitivos. Donde con diversos recursos presenta la heterognea materialidad de
los elementos representados: telas, retazos, mantas, tapizados, parquets, empapelados y
revestimientos de paredes. Estos elementos tan domsticos como la tela, la madera y los
hilados visten un hogar y marcan un estilo. Son elementos delatores de la personalidad de
los habitantes del ambiente. El gran interior muestra un silln en el lugar protagnico, y la
presencia humana se percibe a travs de la eleccin y disposicin desordenada de los
elementos, dando idea de que es un ambiente habitable y habitado, un ambiente con vida.
187
Ese ao el Gran Premio de Honor fue otorgado al artista plstico Rogelio Polesello.
416
Adems puede percibirse a travs del gatito que descansa sobre una alfombra, con una paz
que no puede quebrantar lo cargado del entorno.
La casa o el hogar siempre ha sido un eje conceptual importante de su obra, por eso,
aos ms tarde, cuando realiza su muestra antolgica la denomina Domus referencial188
del latn domus, domstico (Oliveras, 2006:13). Desde sus comienzos, en pinturas como
esta, los ambientes hogareos surgan como referencia primordial. Todos representan
lugares que le eran y le son familiares, y con los que le une una profunda emotividad,
lugares que constituyen el universo de sus preferencias plsticas.
Esta obra puede recordar ciertos interiores de Matisse, siendo este artista uno de sus
principales referentes de los comienzos. Cuenta la artista:
188
Domus referencial exposicin realizada en el Centro Cultural Recoleta, Junn 1930, Buenos Aires, del 25
de Abril al 21 de mayo de 2006.
417
encontraba en la facultad. Con esas referencias jugaba todo el tiempo y con las
texturas decoraba los muebles y todos los objetos que pasaran por ah.189
418
y diferenciada. Pero para una mejor comprensin se podra demarcar su trabajo en el primer
momento de los interiores que se situara en la segunda mitad de los ochenta. A estos le
siguen una serie de obras, que inicia a principios de la dcada siguiente, en las que
incorpora la serigrafa y juega con la idea de fusionar lo artesanal con lo industrial, de este
perodo se destaca la obra Problemas de gnero.
Ya en 1994 da inicio a la serie de la Ropa interior, en ella se observa un juego entre
la representacin de lo interior y lo exterior. Los vestidos ocupan el lugar central del cuadro
y muestran un diseo que refleja el interior del cuerpo humano. Los rganos van
configurando especies de estampados textiles.
Sus trabajos posteriores incorporan crculos en los que va investigando diversos
sistemas de representacin, ya a fines de los noventa. De este perodo cabe destacar la obra
Crculo simbitico. Continuando con este trabajo de los crculos realiza la pintura Ideal, en
2002, en la que trabaja con un autorretrato, por un lado se presenta como la ve la gente y
por otro como es ella en realidad. El diseo que realiza en el fondo de esta imagen la
motiva a continuar realizndolo en una serie de obras ovales, de muequitas orientales, de
las que podemos sealar a Hbrida y Ambigua, ambas de 2002.
En sus siguientes obras ya desaparecen por completo los crculos y los personajes
comienzan a fusionarse con el entorno. El entorno antes estaba separado, y lo protagnico
se encerraba dentro de los crculos. Ahora esto cambia y las personalidades que representa
comienzan a generar su propio entorno. Comienza a interesarse por el tema del aura y lo
representa con franjas que van delineando la figura alternando los colores.
Ya en 2006 incorpora en su repertorio de imgenes, fotos familiares de una caja que
le dej en herencia su madre, realizando entre otras Pretrito imperfecto. En la actualidad
trabaja la representacin de juguetes y fantasas de la infancia.
419
Thais Zumblick desde sus comienzos emple el gnero del retrato para dar forma a
su produccin. En ella se marcan series bien diferenciadas, que en general se relacionan con
momentos de su vida personal. La primera es la serie Figuras, forman parte de ella 25
retratos de mujeres, realizados entre 1999 y 2000, en los que trabaja con tcnicas mixtas,
incorporando diversos materiales sobre el soporte en el tratamiento del vestuario: telgopor,
bordados en mostacillas, rosas de plstico teidas.
Contina con este trabajo en la serie de la Reconstruccin de la ropa (2000/01)
Influenciada por el trabajo de Sophie Calle, Zumblick elabora una obra conceptual en la
que invita a posar para ella a gente que estaba interesada en conocer: crticos de arte,
artistas, coleccionistas. La propuesta era que le permitan el ingreso a sus vestuarios, ella
escoga las prendas con las que deban posar y luego tenan que asistir vestidos de esa
forma a su muestra o a algn evento pblico y conseguir la amistad de la artista. Si
cumplan estos requisitos se llevaban la obra. Fueron ocho cuadros que funcionaban como
polptico y se presentaron siempre en un espacio pintado de negro.
420
Julio, 2000, 100x70 cm., leo, esmalte y Klemm, 2000, 100x70 cm.,leo y esmalte
mezcla epoxi s/tela
sinttico s/tela
Sigui la serie 9490T (2002/03) en la que representa ocho figuras iguales envueltas
en vestidos objeto que aluden a lo fetiche y al sadomasoquismo. Cuero, cadenas, tachas y
vinilo se incorporan a la tela de un fondo violeta de pintura industrial cuyo cdigo da el
nombre a la serie.
Luego siguen las series del silln azul y la del silln rojo. A partir de ellas comienza
a dedicarse exclusivamente a la pintura sin agregar ningn otro tipo de material al soporte.
Tambin se inicia en la labor fotogrfica, realizando sus propias tomas a los modelos que
posan sentados en los sillones. Todos pertenecen a su entorno cercano y estn relacionados
de alguna manera con el universo del arte. Las miradas vacas muestran un estado entre la
belleza y la oscuridad, porque sostiene que nada es absoluto.
Una de sus obras sobresalientes es Zoe 1, con la cual obtiene una Mencin de la
Fundacin Klemm en el ao 2008. En ella se presentan los elementos que van a ser una
constante en los trabajos hasta la actualidad, estos son: las fotografas realizadas con luz
artificial, el empleo del PhotoShop y la recarga de estampas. La idea era hacer una
421
Zoe 1, por el contrario de la Danae de Klimt y las de los dems pintores que la
representaron a lo largo de la historia, se presenta vestida. Con un vestido de mangas cortas
negro en cuya falda, por sobre las rodillas, que se percibe suelta y amplia a travs de los
pliegues, se estampan flores simples y de colores planos, algunas rayadas, con hojas y
lunares que en los lmites de la prenda comienzan a confundirse con las estampas de la tela
en la que Zoe descansa. Presentando una pose ms relajada que la figura de Klimt,
compartiendo con ella quizs lo desordenado del cabello, cargado de ondas o rizos, pero
distinguindose en la mirada, ya que no duerme, presenta sus ojos bien abiertos, aunque se
encuentren vacios, como los ojos de la totalidad de los retratados por Zumblick. Zapatos de
tacn rojo y guantes de seda magenta completan el vestuario de la modelo que ocupa el
centro de la imagen. Rodeada por dos paos de telas estampadas, una con fondo rojo
salpicada con lunares de diferentes tamaos: verdes, blancos, negros, amarillos y rosas, que
es la que aparece en el ngulo inferior derecho, en un pequeo sector a la izquierda y en la
190
422
parte superior central. Sobre este, otro pao de diferente estampado recorre horizontalmente
el cuadro, cargado de pliegues y sombras, con estampas florales sueltas y ondulantes que
presentan casi la totalidad de los colores con predominio del azul, el negro y el verde. El
cuadro tiene puntos realistas y puntos muy pop, Zumblick manej una paleta de colores por
separado para abordar estos dos aspectos. La obra mide un metro por dos, presenta un alto
grado de saturacin y la armona se percibe porque cada estampado va compartiendo con
los siguientes determinados pigmentos y ciertos aspectos formales.
de su crculo ntimo, desde su hijo hasta personalidades del arte, creando sus propias
escenas de un carcter ms dramtico y con un tratamiento realista particular a partir de su
formacin autodidacta.
Mujeres que integran el panorama artstico, en el primer caso desde los ochenta y en
el otro desde la dcada siguiente, vinculando sus producciones visuales con sus recorridos
biogrficos. Dismiles en ambos casos, pero emparentados por un motivo pictrico. Motivo
que histricamente se encuentra vinculado con el universo femenino de la domesticidad y
las labores de aguja. Y aunque en ninguno de los dos casos se hace una referencia enftica a
la condicin de mujer no pueden desconocerse en sus trabajos las referencias a cuestiones
de gnero. Cuestin que forma parte de sus universos ntimos.
Referencias bibliogrficas
LA BARRANCA Y EL RO:
GRABADOS DE RICARDO WARECKI HACIA 1944
Elisabet Veliscek
CIAAL-UNR
Hacia mediados de los aos cuarenta, Ricardo Warecki y Santiago Minturn Zerva
elaboraron una serie de pequeos grabados a los fines de ilustrar el libro La barranca y el
ro, del escritor rosarino Abel Rodrguez. Perteneciente al Grupo Boedo desde sus inicios
en 1926, este autor desarroll una literatura vinculada al mundo del trabajo a partir de su
propia experiencia como obrero de la construccin191 (Uribe, 2010). El volumen de
cuentos, organizado en buena medida a travs de narraciones pesimistas sobre personajes
taciturnos imbuidos en el vaco de la soledad, fue editado en 1944 por el Crculo de Prensa
de Rosario, una institucin inaugurada a fines del siglo XIX que congregaba a periodistas
locales. Warecki, artista autodidacta y periodista de profesin, se desempe como
miembro de este organismo trabajando como corresponsal de la prensa grfica y escrita
durante varios aos.192 En este marco, su continuo quehacer periodstico operaba en
191 En una entrevista de 1976 realizada por Reynaldo Uribe, Elias Castelnuovo destacaba: Venamos de la
clase obrera y la mayora trabajaba [...]. Abel Rodrguez era albail y yo, linotipista. Trajimos un mundo
desconocido para nuestra literatura, que era el mundo del trabajo, y escrito por los mismos trabajadores.
192 Debido a su colaboracin con esta entidad fue contratado circunstancialmente por una de las mayores
redes empresariales consagradas a los medios de comunicacin como las Organizaciones Globo de Brasil, a
425
primera instancia como un sustento econmico alternativo que tambin brindaba al creador
una serie de privilegios. Tales beneficios, adquiridos en su labor cotidiana como dibujante
de planta, consistan en los vnculos establecidos con diversas personalidades de la cultura
literaria y del arte que habitualmente colaboraban en dichas publicaciones, la posibilidad de
ejercer una escritura ocasional que poda ser redentora a nivel personal y finalmente el
ejercicio en la ilustracin de cuentos, relatos y poemas divulgados asiduamente en los
suplementos dominicales.
Al advertirse que las primeras manifestaciones pblicas de Warecki estuvieron
secundadas por una abundante cantidad de imgenes impresas en los peridicos locales, su
incipiente actividad de ilustrador, pensamos, adquiere una nueva significacin y una mayor
relevancia en el contexto de su obra temprana. A partir de la difusin de estas lminas, el
creador logr una modesta visibilidad entre sus pares pintores, reintroduciendo formas de
calidad y elevando la jerarqua esttica de peridicos y revistas. Ello mediante temticas
locales moduladas segn las innovaciones del modernismo artstico e inspiradas en los
nuevos realismos vinculados a lo que en Francia se denomin retorno al orden, concepto
que reflej un deseo de serenidad y de recuperacin de las tradiciones clsicas durante la
experiencia traumtica de la Primera Guerra Mundial. Estos lenguajes figurativos fueron
reivindicados en un primer momento por la historiografa europea a fines de los aos
sesenta y estudiados posteriormente con creciente intensidad desde diversos ngulos y
latitudes193 (Clair, 1999: 11-12).
fines de trabajar como corresponsal en la prensa escrita. Comunicacin personal con Ricardo Truffer
Warecki, 8.VII.2012.
193 Segn Jean Clair, fue Emilio Bertonati quien sac a luz la otra historia de la modernidad. Diez aos
antes de la exposicin de Berln [el autor refiere a Tendenzen der Zwanziger Jahre, 1978], en 1968,
publicaba en la Galleria del Levante, en italiano y en alemn, una monografa, Aspetti della Nouv
Oggetivit. Aspekte der Neuen Sachlichkeit, importante punto de partida de dicho redescubrimiento. El
426
historiador menciona an tres exposiciones significativas que tuvieron curso a lo largo de la dcada del
setenta, las cuales fueron completadas en profundidad y extensin hacia los aos ochenta.
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obra temprana, aquella fuertemente influenciada por los realismos de entreguerras que
ahora intentamos visibilizar en el interior de su produccin.
En funcin de estos anlisis, las estampas de Warecki operan como dispositivos
visuales integrados al contenido literario, conformando narrativas mltiples donde las
ondulaciones del ro, los habitantes de la ciudad y el horizonte de las islas del Paran
organizan tanto las imgenes como las palabras. Estas ilustraciones podran enmarcarse
dentro de una concepcin tradicional, que en la modernidad fue perdiendo fuerza, acerca de
la escritura y la imagen como artefactos culturales aislados y enfrentados desde los tiempos
de la era cristiana occidental196 (Toms, 2005: 19-128). Dicha coyuntura apela, no obstante,
a una densa articulacin estudiada por la historiografa reciente entre el arte y el
conocimiento, entre la representacin esttica y la cultura del saber libresco, que Warecki
comprendi en todas sus dimensiones.197
196 Desde los tiempos cristianos se estimul la defensa de la palabra escrita como instrumento ms cercano al
espritu en oposicin a la incultura conferida a la sensorialidad.
197 Desde las ltimas dcadas se han publicado una serie de investigaciones sobre las imgenes como
elementos de gran significancia en la construccin de sentidos literarios. Entre la amplitud, mencionamos
las ltimas ediciones referidas a casos particulares: Fernndez, Sandra (2010). La revista El Crculo o el
arte de papel. Una experiencia editorial en la Argentina del Centenario. Murcia: Universidad de Murcia.;
Malosetti Costa, Laura; Gen, Marcela (comp.) (2009). Impresiones porteas: imagen y palabra en la
historia cultural de Buenos Aires. Buenos Aires: Edhasa.; Artundo, Patricia (dir.) (2008). Arte en revistas.
Publicaciones culturales en la Argentina 1900-1950. Rosario: Beatriz Viterbo Editora.
429
una serie de posibles proyecciones estticas o pedaggicas, las cuales pudieron haber
actuado como influjos innovadores durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial. En
este mbito, resultan particularmente significativas las exhibiciones de grabados nacionales
que hacia los aos cuarenta tuvieron curso en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B.
Castagnino. Entre las ms destacadas figuran la Exposicin Nacional de la Historia del
Grabado en 1941 o El grabado en la Argentina inaugurada en octubre de 1942 en el marco
del programa cultural sostenido por Hilarin Hernndez Largua, director del museo desde
1937. El ambicioso libro-catlogo que completaba la exhibicin, brindaba una abundante
cantidad de reproducciones de las obras montadas y un amplio texto introductorio de los
hermanos Alejo y Alfredo Gonzlez Garao, ambos eruditos y respetados coleccionistas.
Poco antes, en octubre de 1941, el museo fue sede de otra significativa muestra en base a la
coleccin de estampas de Federico Mler, con lminas de afamados artistas europeos como
Alberto Durero, Rembrandt, James McNeill Whistler y el sueco Anders Leonard Zorn,
patrocinada por la Direccin Municipal de Cultura, entidad que tras su creacin, paralela al
Museo Municipal en 1937, haba estimulado considerablemente
los despliegues
culturales.198
Un intento de propiciar una ampliacin de estas producciones grficas, a partir del
proyecto desarrollado por Hernndez Largua desde el museo, encontr cristalizacin en
1943 con la creacin del Saln de Grabado Rosarino. Constitua ste un espacio alternativo
a los tradicionales salones de Rosario volcados habitualmente hacia lo pictrico, tal vez por
las amplias posibilidades de obtener mayores galardones con obras de formatos menos
reducidos. Las dimensiones restringidas del grabado, disminuan adems su costo dentro
198 La Direccin Municipal de Cultura se encargaba de organizar ciclos de conferencias, charlas y muestras
plsticas, las cuales en su mayora tenan espacio en el Museo Municipal de Bellas Artes.
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204 Particularmente el autor dedica un captulo en el cual estudia cmo las aguas inmviles y profundas
pueden asociarse a las ensoaciones funestas ligadas, por un lado, a la muerte y el suicidio, o bien, a la
meditacin intelectual y la melancola.
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Las profundidades del barro negro y viscoso son mencionadas en varios prrafos
por el crtico literario como una metfora de la oscuridad interior de los personajes, cuyas
historias estn entrelazadas por la muerte, el abismo psicolgico y la extensin del ro. Un
ro que no se presenta distante y como fondo de un paisaje, sino que es activo y navegado
por pequeas embarcaciones, pero tambin es entorno visual y sirve directamente a las
necesidades nutricias de bebida y alimento. El barro grueso y pegajoso como adverta el
escritor se desprende desde la cima de la barranca depositndose en el fondo del ro,
arrastrando y abatiendo con su fuerza a las embarcaciones ancladas. Tal era la presencia
vital de este elemento natural en la confeccin de los relatos e imgenes.
En el grabado inspirado en el cuento La barca se observa el mismo predominio
del agua dulce, el horizonte isleo y el cielo nebuloso. Imagen que esconde, bajo una
aparente serenidad, una trama de sangre y pasin amorosa entre un marinero taciturno y
una dama que viva en el interior de las islas rodeada de serpientes venenosas. La estampa
recrea el momento del atardecer en el que navegante con su pipa siempre encendida regresa
435
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pesadilla, as como la vestimenta de los personajes que por su abrigo remite a las estaciones
otoales, son signos sugestivos de las formas melanclicas, fundamentalmente si
consideramos que el estado crepuscular, la noche y las estaciones fras aparecen regidas
bajo el signo de Saturno205 (Clair, Ob.cit.: 79-80).
La xilografa inspirada en Municiones a bordo si bien ha de basarse en el contexto
del paisaje ribereo, posee como sostn argumentativo la arbitrariedad del hombre y la
ambigedad de la doctrina religiosa. Hilvanadas a travs de una mordaz stira, estas
temticas presentaban seguramente por aquellos aos la incomodidad de la polmica y la
abstraccin de conceptos tales como la fe cristiana o la avaricia. Ante la dificultad de un
texto imbuido en cierta crudeza y oblicuidad, Warecki opt por representar un momento
preciso de la narracin.
Una noche de luna en que las casas blancas del pueblo parecan ms blancas y en que
se senta tambin en todas las cosas la presencia de algo distante y divino, don Jorge,
prendido del brazo del ecuatoriano, se tambaleaba por las calles desiguales. Andaba y
se detena a los pocos metros. Porfiaban los dos por contarse una historia de su lejana
juventud. (Rodrguez, 1944: 91)
Los dos amigos que haban apartado sus gustos asiduos por las bebidas alcohlicas
se encauzaban ahora a una vida de redencin espiritual, que no subsistira demasiado
tiempo. En el anochecer del barrio representado, la hilera de casas bajas y techos blancos
pintados a la cal se alinean sobre un horizonte encumbrado, truncado por un cielo nocturno
205 El anochecer, como afirma Jean Clair Es, segn la doctrina pitagrica de los cuatro temperamentos, el
periodo del da durante el que predomina en el cuerpo la circulacin de la bilis negra (). Corresponde, en
el ciclo de las estaciones con el otoo, que precede al invierno.
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textos clebres. Durante los ltimos aos de la Segunda Guerra, estos grabados inspirados
en temticas locales sobre la cotidianidad de las relaciones humanas formaron un cuerpo de
obra en y sobre la periferia. Una posicin esttica muy modesta, que Ricardo Warecki
entreteja cuidadosamente ubicndose casi en los mrgenes de las instituciones
hegemnicas.206
Referencias bibliogrficas
206 Pensamos el trmino Institucin en su efectiva autoidentificacin con las formas hegemnicas segn lo
desarrollado por Raymond Williams (2009:163).
440
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