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ENRIQUE GONZLEZ TUON

CAMAS
DESDE UN PESO
COn prlogo de Csar Tiempo
AMEGHINo
Diseo de Cubierta: SRP, Diseo & Comunicacin
Diseo de Interiores: Fabiana E. Riancho
19 Edicin: Mayo 1998
1998, Enrique Gonzlez Tun
Derechos reservados en toda edicin en castellano
ISBN: 987-9216-40-7
1998, Ameghino Editora S.A,
Crdoba 1411, Rosario - Argentina
Venezuela 1820, Buenos Aires - Argentina
Hecho el depsito que prev la Ley 11.723

Nota preliminar
EL AUTOR DE CAMAS DESDE UN PESO naci en Buenos
Aires, en el barrio del Once, en 1901. Fue un
personaje de la bohemia portea de los aos 20, al
igual que su hermano Ral. El poeta Francisco Luis
Bernrdez, uno de los directores de la revistaProo, en
la que Enrique Gonzlez Tun colabor a partir de
1924, protagonista y testigo de la generacin literaria
de los Tun, los retrat de esta manera: "Nadie
conoca como ellos la ciudad, quiz porque nadie como
ellos la quera tanto. Enrique y JRa Gonzlez Tun
le requetesaban las maas, los humores, los
tropezaderos, el enredado laberinto de sus dificultades
y accidentes, que ya en 1925 eran numerosos. Y
Buenos Aires les revelaba sus injinitos secretos. Les
permita entrar en su tumultuosa intimidad. Y saber

esquivar sus escollos, formados por los problemas


literarios que siempre pulularon por estas calles, y
hallar el camino de los puertos ciudadanos, o sea de
aquellos cafs (cuando no de aquellas mdicas lecheCamas
desde un peso
ras) donde era lindo encontrar, entre sueos ajines,
el calor y a esperanza de los mejores compaeros.
Cmo encarecer los otros aspectos que ofreca en
todo instante y coyuntura la asombrosa baquaportea
de los Tun? Cmo enumerar, sin infligiros
varias pginas de recuerdos, los incalculables recursos
de que disponan para acomodar la ciudad a sus
lcitas conveniencias, para ir y venir por ella con
rapidez que haca pensar en el don de la ubicuidad,
para conjugar y declinar su interminable gramtica de
tranvas; para estar ahora en el cuarto que ocupaba
Giraldes en el hotel Majesttc y minutos despus en mi
casa de Almagro o en alguna isla donde nuestros
simpticos rivales de Boedo incubaban sus romnticas
bombas, para proporcionar los datos sin cuyo
conocimiento ser casi imposible evitar el encontronazo
con el fastidioso, para hacer de la urbe un medio
ms compatible con las necesidades del bienaventurado
desorden juvenil? Cmo definir a sabidura
bonaerense que Enrique y Ral haban acumulado en
sus peregrinaciones a lo largo y alo ancho de la Babel
en que nacimos? Cmojy arla en unafrmula si aquel
saber era todo fluencia, si aquel conocer era no slo
experiencia sino tambin, y acaso preferentemente,
intuicin constante, cuando no pura y total adivinacin?

Tal vez pensando en la palabra milagro y quizs


aadiendo que los prodigios suelen ser menos
infrecuentes cuando el amor los ronda.
"El caso era que los Tun queran a Buenos
Aires. Y que, por quererla, haban logrado prolongarla
en esa cosa tan dbil y al mismo tiempo tan poderosa
Nota preliminar
que es la palabra. Enrique anduuo por el cuento, por
la novela, por a crnica de costumbres, y en tales
andanzas cosechfrutos que despus de tantos aos
conservan su sabor y su frescura, un sabor y una
frescura donde no falta la acidez de la vida, de una
vida vivida con intenso amor a los hombres y con
honda preocupacin por sus dolores".
Enrique Gonzlez Tun colabor con el peridico
Martn Fierro, cuyo principal animador era el poeta
y periodista Evar Mndez, en el que escriban, entre
otros, Jorge Luis Borges, Ricardo Giraldes, Leopoldo
Marechal y Oliverio Girando. La aficin de Enrique
por los tipos y costumbres de la ciudad, su erudicin
acerca del tango, su conmovida curiosidad por los
marginales, fueron virtudes muy apreciadas por
Natalio Botana, el director del diario Crtica, que lo
tuvo como a uno de sus periodistas favoritos.
En su primer libro: Tangos (1926), Enrique
Gonzlez Tun hace un ejercicio intertextual entre
la letra del tango y la narrativa, a partir de temas muy
conocidos ("Sentimiento gaucho", "Entra noms",
"Fea"), creando personajes y situaciones de ficcin
como posible gnesis de esas composiciones. El

rescate de lo episdico a travs de la escritura


(algunas de sus notas publicadas en Crcay Noticias
Grficas) dar origen a dos libros posteriores: Eoma
de las cosas inanimadas (1927) y La rueda del molino
mal pintado (1928).
En 1932 intent la stira poltica con una novela:
E tirano, en la que ridiculiza los sueos imperiales
Camas desde un peso
del protagonista, cuya imagen pardica corresponde
al general Jos Flix Uriburu, jefe del golpe de Estado
de 1930. En las antpodas de los nfasis autoritarios
del poeta Leopoldo Lugones, que haba proclamado
La Hora de a Espada, Enrique Gonzlez Tun elige
como arquetipo a Ricardo Giraldes y a su espritu
mstico, al hombre generoso que lo benefici con su
amistad y escribe entonces Apooga del hombre
santo.
En 1933 publica El cielo est lejos y en 1941 La
calle de los sueos perdidos. Se cierra as el ciclo
narrativo cuyo ms alto exponente es, a nuestro
entender, Camas desde un peso, publicado en 1932.
Acerca de este libro singular (relatos que se
integran como novela, personajes que comparten un
ambiente poco frecuentado hasta entonces por la
narrativa) el crtico Luis Emilio Soto observ que en
Camas desde un peso, Enrique Gonzlez Tun
"desciende al despeadero de los destinos fracasados,
excluidos de la vida de relacin, sin otros semejantes
que los espejos cncavos de la propia miseria".
Recuerda el crtico que el autor de Camas desde un

peso "comparti la mesa del bodegn con ex hombres,


algunos vencidos, sobrios y aun recelosos ante los
husmeadores del pasado; otros locuaces, a veces excntricos,
con propensin a cierto exhibicionismo".
Esa fue la cantera o el pretexto de donde surgieron
las figuras de Indalecio, el Rata, Pelito Verde,
Sandalio Salas y el Silencioso, personajes de un
mundo srdido, de marginales, en el que, pese a
todo, la picaresca puede ser un salvoconducto para
sobrevivir. "Muchas de esas vicisitudes de la picaresca
criolla puntualiza Luis Emilio Soto fueron
elaboradas por el vivaz ingenio del autor de Camas
desde un peso, quien frecuent ambientes donde
Roberto Arlt afianz luego el dominio de su radical
intuicin creadora".
Enrique Gonzlez Tun muri en Cosqun,
provincia de Crdoba, en 1943.
Su hermano Ral lo recordaba as en un poema:
Enrique, ahora lo oyes?Este es Ral, tu hermano,
dice la flor que crece de tus huesos transidos.
Mas no soy yo, ton. solo, somos ios dos y unidos,
ios dos te recordarnos, jugitivo y cabal.
Veis, hermanas? Elega. Pronto, tended la mesa.
No, no se ha ido, no. No es eterna la espuma?
Las gaviotas perdidas, el otoo, la bruma?
He aqu, precisamente, a Enrique que regresa.
P.O.
Cmo conoc a Enrique Gonzlez Tun

A LA VUELTA MISMA del Arsenal de Guerra, en los

nmeros 1583 al 1585 de la calle Entre Ros, atronaba


desde el ao 1910 la librera e imprenta de los
hermanos Porter. Desde esa fecha, cuando ostentaba
el pomposo ttulo de "El Invencible", con su minerva
a pedal y sus borriquetes de tipografa, hasta su poca
ms progresista de rotoplanas y linotipos, lo ms
significativo del proceso intelectual del pas, en lo que
va del siglo, pas por sus puertas. All se imprimieron
los libros fundamentales de Leopoldo Lugones, Horacio
Quiroga, Benito Lynch, Mario Bravo* Alberto
Gerchunoff, Luis Franco, Rafael Alberto Arrieta, Francisco
Lpez Merino y muchsimos otros; las colecciones
de Babel, Proa, Amigos del Libro Rtoplatense; all se
form el grupo Martn Fierro y se lanz su peridico;
all no pocos soadores entraron al ruedo para brillar
una hora y desaparecer.
Los Porter eran siete hermanos: seis hombres y
una mujer. Esta mujer es mi madre. Yo, grumete de
pantaln corto, pedaleaba por la maana en la
minerva del stano, y a la tarde suba a atender la
librera, que en sus comienzos era tambin agencia
de lotera y cigarrera. Lector encarnizado, los nombres
de los escritores representativos del momento
me eran todos familiares. Y, cuando hacan su entrada
en el local Baldomcro Sann Cano, Enrique
Gonzlez Martnez, Quiroga o Gerchunoff, indefectiblemente
acompaados por Samuel Glusberg, el
Virgilio de nuestra gehena literaria convertido
mucho ms tarde en Enrique Espinoza, el escritor y
propulsor de fecundas empresas de este y el otro lado

de la cordillera, me quedaba escuchndolos desde


el mostrador como debe de escuchar un derviche la
palabra abrasadora de un alfaqu.
Cierta tarde lleg, en cambio, un muchacho
cenceo, de incisivos ojos leales, tranquilo, dolicocfalo
y plido. Su palidez se haca ms acentuada en
la frente imperiosa. Tena, adems, las sienes ligeramente
hundidas, signo de locura segn Luis Vives,
que siempre supo lo que dijo. (No nos alarmemos:
sos fueron los rasgos distintivos de Cervantes, de
Dostoievski y de Roberto Arlt.) Toda la mscara
baada de inteligencia era digna de servir de
modelo a Modigliani, que se hubiera sentido grato a
su imponderable melancola mortal y a los problemas
de color que le exigira resolver el personaje en
cuyos rasgos se mezclaban y superponan el tracista
y el nefelibata. Ms tarde sabramos que todo protagonista
implica un antagonista. Y que el alma denuncia
en los ojos la lucha implacable entre las provincas que dividen su mundo, una de las cuales est
irremisiblemente abandonada al diablo.
El visitante, que se desplazaba como esas personas
que no quieren hacer mucho ruido en la casa
del mundo, se acerc al mostrador y pregunt quin
poda atenderlo. Vena enfundado en un gabn de
solapas de terciopelo que le llegaba a las rodillas.
Llova. En este momento Mauricio Porter se despeda
de Hctor Pedro Blomberg, que daba clases de
ingls en el piso de arriba y siempre tena pruebas
por corregir y llamados telefnicos que hacer. En

seguida se acerc a nosotros. El muchacho de la


cabeza aquilina se limit a pedir precio por una
revista que se llamara Satirikon. El hecho de que
Averchenko hubiese dirigido una publicacin de
igual ttulo en la Rusia zarista hizo que el postulante
le cayera en gracia a mi to. Se pusieron de acuerdo
sobre el tipo de papel, formato, tiraje y otros pormenores.
Una semana ms y tendra el "presupuesto".
Ya iba a despedirse cuando su mirada tropez con
la ma. Acodado al mostrador yo haba estado leyendo,
entretanto,Los hijos delgietto, de Israel Zangwill.
Se detuvo a preguntarme qu lea. Cuando se enter
que se trataba del libro del gran humorista ingls,
me hizo su elogio, y se detuvo particularmente en
uno de sus personajes, Melquisedec Pinchas, el
plcido poeta maldito, a quien encontraremos citado
ms tarde en uno de los relatos de El alma de las
cosas inanimadas. Luego pregunt por mi nombre,
me dio el suyo y se invit a tomar un caf. Entramos
y yo lo present a mi madre, que en lugar de caf nos
sirvi t con limn y unos bizcochos de confeccin
casera.
Ya entonces Enrique Gonzlez Tun que de l
se trataba tena una dicacidad armada de espolones
como las proas de los acorazados. Hablaba pestes de
todo el mundo, excepcin hecha de Ral su religin
de toda la vida y de tres o cuatro amigos que luego
lo fueron mos tambin. Saba que el oficio de ser
joven era muy poco socorrido en nuestro medio y
quera quemar etapas locamente para alcanzar en

nuestras letras el sitio que ambicionaba, persuadido


de la legitimidad de sus sueos. Estaba cuajado de
proyectos.
No s s haba ledo El nico y su propiedad, de
Max Stirner, pero reivindicaba, con dialctica explosiva,
los fueros del individuo, cuya osada curva
excluyente termin cerrndose en la plenitud irrevocable
del crculo. Enrique fue siempre un hombre de
rueda. Su anarquismo de la primera hora fue de
esencia romntica, y en l disip Enrique la ms acre
espuma de sus rebeldes hervores. No era un obrero,
no era un resentido, no era un postergado, no era un
humillado, no era un andbata. Pero as como un
valiente sabe siempre encontrar su arma, un soador
sabr encontrar siempre su destino. Y Enrique
fue hacia la bohemia dispuesto a hacer su aprendizaje
de vicisitudes para templarse en la lucha por el
nombre. Tena casa, familia, comodidades, ropa limpia,
libros de texto, la mesa puesta, un patio lleno de
cielo y lo que se dice en la jerga domstica un
brillante porvenir. Preferir rodearse de picaros y
hampones, dormir en hoteles espantosos, cuando
dispone de un peso para la cama, o en los bancos de
las plazas, cantar La Tosca en las lecheras ms
inverosmiles, visitar los cambalaches donde se trafica
ropa y cadveres y, abandonado de toda piedad,
soar desde el fondo de su zahrda, como ios eremitas
endemoniados, con la gloria hecha mujer o
viceversa. Esto es lo que deca, junto al vaso de t, en
mi habitacin de la calle Entre Ros. Nunca cre que

fuera cierto. Lo que no quera, en realidad, era


conocer la riqueza, esa Celestina implacable, beber
su vino de vida entre las zalagardas de los impotentes
y las truhaneras de los serviles. El oro es para el
advenedizo sin escrpulos. Estar pobre es tener
caliente el denuedo y el alma tensa y en sazn; ser
pobre es ser bueno. Y Enrique fue eso: un hombre
fundamentalmente bueno, que supo moverse sin
dificultades en el mbito de sus propias limitaciones,
sin mostrar nunca los estigmas de su oficio ni las
amarguras que le depar.
Si vivi la bohemia, la suya se emparenta ms con
la bohemia resignada y austera de un Chateaubriand
que con la disipada de los personajes de Mrger,
proclives a todas las claudicaciones. Pero ste es otro
paisaje, como deca Disraeli. El adolescente que entr
en la imprenta de Porter con el proyecto de una revista
que nunca lleg a publicar, todava no era Enrique
Gonzlez Tun. Aos ms tarde Natalio Botana
descubrira su veta. La entrada de Enrique en Crtica
revolucion el estilo periodstico nacional. La noticia
conquist la cuarta dimensin; el arrabal tom pose
sin del centro; la prosa municipal y espesa de los
gacetilleros se hizo luminosa y abigarrada; la metfora
tom carta de ciudadana en el mundo de la
informacin. Se empez a escribir como Enrique, a
hacer reportajes a la manera de Enrique, a jerarquizar
el tango, cuyo primer exgeta culto fue Enrique.
Inmediatamente apareci Manuel Gleizer, ubicuo y
puntual como un nuevo San Antonio de Padua, y

promovi al escritor sin libro a la notoriedad literaria.


A quien quiera penetrar en el trasmundo literario
de Enrique Gonzlez Tun, escritor que conoci
todos los secretos de la forma, le bastar con leer sus
libros; pero quien quiera conocer al combatiente de
las causas ms nobles, al demcrata fervoroso, al
animador sin dobleces, al humorista cuya gracia
participaba de la poesa, al poeta que no escribi
jams un verso, pero que vivi intensamente la
poesa de las ms limpias pasiones, deber repasar
las colecciones de Crtica, de Noticias Grficas, el
prlogo imborrable de Espaa levanta el puo, libro
de Pablo Suero, otro soador a quien hay que nombrar
con la melancola del aoristo. Y sus cartas, en las
que transparece el hombre bueno cuya bondad no le
impide sealar sin misericordia las defecciones, las
ingratitudes, las trapisondas, con ese gesto seco y
redondo del que cercena volviendo la cara para no
conmoverse. Suyos fueron tambin los epitafios ms
sangrientos que public Martn Fierro, el peridico de
Evar Mndez; suya la designacin de "escritores de
Boedo", convertida en Boedovskaia por Enrique
Mndez Calzada; suyo el mrito de haber incorporado a la Hagiografa portea a San Juan de Dios
Filiberto.
Su enfermedad lo recluy en Cosqun, adonde
fui a buscarlo ms de una vez; la ltima, en compaa
de Luis Reinaudi, nuestro hermano menor, que
tambin est muerto. Enrique se acord sbitamente
de nuestro primer encuentro, y habl de concretar

por n la publicacin de aquella revista que lo acerc


a la imprenta de la calle Entre Ros.
Tenemos que tirar Satirikon a la cara de los
filisteos que se han apoderado de la claridad de
Buenos Aires. Nos estamos poniendo solemnes. La
solemnidad terminar con el pas.
Y sonriendo con esa sonrisa tan suya, agreg:
Pronto bajar a Buenos Aires. Decle a tu
mam que vaya preparando el t y las masitas.
Tenemos que celebrar los veinticinco aos de nuestro
encuentro.
Pero no pudo ser. Si en el cielo hay un arrabal v
un caf, all debe de estar Enrique, escribiendo ,^o
historias ms hermosas del mundo.
CSAR TIEMPO

CAMAS DESDE UN PESO

A mi amigo Pedro A. Dellepiane


A mi hermano Ral

"Mi pobre corazn, que ya


conoce a los hombres." (Napolen)
"Usted ve cmo la tragedia de mi
vida ha devenido innoble. El sufrimiento
es posible, es , puede ser necesario; pero,

la pobreza, la miseria, he aqu ID terrible.


Eso ensucia el alma del hombre."
(Carta de Osear Wilde a Andr Gide)
Los cinco
ERAMOS CINCO Y NUNCA nos dijimos ms que las
buenas noches. Mi compaero de la derecha tena
una empalagosa sonrisa de maniqu. Se acercaba a
su cama en puntas de pie para no turbar nuestro
sueo y si nos sorprenda con los ojos abiertos,
saludaba con amable inclinacin de vendedor de
tienda.
El de la izquierda, de rostro barbudo y srdido,
viva en perpetua actitud de contrabando; ocultaba
su ropa debajo del colchn, temeroso del robo o
de la requisa, y se encoga como un culpable bajo
las sbanas. Al atardecer dejaba el hostal y con las
manos en los bolsillos de su sobretodo color avellana,
ubicbase en la esquina de Corrientes y Talcahuano
o en la de Victoria y Salta a la espera del
cliente que pagara a buen precio una mezcla de
cocana y bicarbonato preparado en combinacin
con la Nucha.
De los otros dos inquilinos, uno era un viejo
canario, pedigeo y llorn, que cantaba malagueas
al son de su guitarra asmtica y pasaba el
platillo de la miseria entre las mesas alcoholizadas
de los cafetines de la ribera; y el ltimo de la serie,
un ex picapleitos doctorado en trapisondas y en el
vivir de lo ajeno, ave negra en la mala, dolorido de
reuma, cuyo catarro crnico rompa en una tos

ronca el silencio del hospital del hospedaje.


Eramos cinco y cada uno de nosotros habitaba
un mundo aparte.
Eramos cinco hombres y una nica solidaridad
de hambre dentro del casern colonial venido a
parador de pobres por argucia del dueo Solano que
disimulaba con su profesin de hotelero los deterioros
infames de su frustrada honestidad.
En el frente del casern gris y ttrico, alumbraba
la luz desoladora de un cartel:
Camas desde 1 $
Con humor de todos los diablos llegu a la fonda
de picaros y vagabundos llamada del Puchero Misterioso,
por la olla a precio nfimo y la catadura de sus
parroquianos, hombres solos y en su mayora malabaristas
del hambre.
El mozo era un robusto muchachote espaol, de
rubia crin revuelta, por donde nunca pas un peine,
alimentado a puro caldo gordo, tan tacao de grasa
que no perpetraba excesos ni aun por divertimiento
y viva en absoluta abstinencia sexual por miedo a
enflaquecer y echar a la zanja su brillante porvenir de
luchador romano.
Cuidaba su bolsillo como su salud y ante la
menor amenaza de nado subasele la sangre al rostro
y embarullbansele las protestas anticipadas.
A veces el parroquiano devoraba su puchero y
beba su litro de vino y con la boca llena le deca al
mozo:
Jess, maana te pago.

El mozo cambiaba de color, elevaba al techo


cubierto de telaraas sus ojos de carnero degollado, y
clamaba:
Vlgame Dios! Aqu no gana uno para disgustos.
Siempre haba un amigo en el Puchero Misterioso
y una posibilidad de entrar en calor con un trago
de caa. Esa tarde haba decidido escapar de la furia
de la ciudad, huir a cualquier parte, lo ms lejos
posible, sin pasaporte ni boleto alguno.
Me voy a Europa haba dicho en el mismo
tono con que Svidrigaylof dijera: "Amigo mo, voy al
extranjero", antes de pegarse el balazo a tres pasos
del campanario. Y despus de fracasar en mi intento
de polizn termin por agazaparme en un vagn de
carga del ferrocarril del Sud llevando como simple
equipaje una camisa rada y limpia y un par de
medias envuelto en papel de diarios.
Llevaba una hora en el escondite y cuando,
cansado de la espera, asom la cabeza a la portezuela
del vagn, comprob que el tren lo haba olvidado en
su viaje. Dej la va muerta con el alma a la rastra y
retorn al centro de la ciudad.
Caminaba con las manos en los bolsillos del
pantaln, el saquito lustroso levantado dejando al
descubierto los remiendos del trasero, la nariz amoratada
de fro y la vista fija en el suelo con la remota
esperanza de un hallazgo y sobre todo para evitarme
la injuria muda de las gentes abrigadas y satisfechas
de vivir, reflexionando como Toby Veck en que no hay
nada que llegue con tan exacta regularidad como la

hora de comer y nada que llegue con tanta irregularidad


como la comida.
Soy un ser viviente, un msero hambriento. El
hambre es una realidad tan trgica corno la tierra.
Todos los hombres me deca deberan tener
solucionado ese desagradable negocio del almuerzo
y de la cena. Vivimos en la tierra y no en el cielo. Slo
los espritus no comen.
Sin embargo, ms me atormentaba la indumentaria
que el estmago. La miseria del plato de
sopa se oculta. La miseria de la ropa, no. Tena
unas ganas brbaras de cortar toda relacin con
mi traje y aguardaba la primera oportunidad para
abandonarlo.
En el Puchero Misterioso discurra Indalecio, y
sus palabras no encontraban eco en el nimo escpco
de los dems parroquianos.
El Ratero y Pelito Verde pagaron la vuelta de vino
tinto. Pelito Verde escupi con ruido, se desperez y
dijo:
Por qu ser que siempre a esta hora me
acuerdo de la Chilena? Ya no viene por aqu con su
perro atorrante. Pobre animal! Viva como nosotros,
a salto de mata, comiendo sin hora fija y soando
tambin como nosotros en un mundo maravilloso,
con perros atados con longaniza.
A la Chilena la conoc cuando no levantaba dos
pies del suelo coment el Ratero. La segu despus
muchacha y supe su rumbo. Qu iba a hacer!
Se entreg para pagar el alquiler. Siempre es ms

triste y honrado que entregarse por un collar de


fantasa.
El Ratero esr las piernas cuanto pudo e
Indalecio opin:
Todas son cortadas por una misma tijera.
Nunca les faltan disculpas a las perras. Todo lo que
se diga es poco. Siento que hay un vaco tremendo en
los corazones. La amistad? El amor? Macanas,
puras macanas. La mujer que encontr en mi camino
siempre me pidi plata. A quin no le ha ocurrido lo
que a m? Habla vos, Silencioso, decles a stos qu
penss de la vida.
Yo nunca encontr divertida la vida rezong
el Silencioso.
La voz de este hombre pareca salir de un stano.
El color de su piel era terroso y sus ojos opacos,
descoloridos. Una vez, refirindose a su infancia, dijo
con naturalidad:
Mi madrastra me odiaba. Durante muchos
aos sala por las noches y me dejaba encerrado en
el stano con mi padre. Seis, siete, ocho, nueve, diez,
trece. A los trece me escap para no verla ms.
Yo nunca encontr divertida la vida repiti el
Silencioso. Y agreg: Bah! Cuando uno piensa que
va a salir el sol llueve torrencialmente. Esto es vivir
al revs. A lo mejor, cuando uno se imagina que todo
marcha a pedir de boca, el mundo y la salud, resulta
que se aparece la muerte a la vuelta de una esquina
y se lo lleva a uno del cogote, as como el cazaperros
arrastra al pobre animal enlazado.

Lo que ms me molesta es la desconfianzadijo


Indalecio. La desconfianza es un vicio social arraigado
en el gnero humano. Todo el mundo desconfa,
hasta el minsculo hombre que ocupa en la tierra un
lugar inadvertido.
Vos crees en Dios, Rata? pregunt en tono
pueril Pelito Verde.
Al ratero le sorprendi la pregunta. Cavil un
instante y luego, acanallando la sonrisa, respondi:
No s si existe o no existe. Pero, creo en Dios.
Si no existe, paciencia, no habr perdido nada. Si por
casualidad existe, ir con alguna ventaja al otro
mundo.
4
Bayar, el dibujante de caf concert, y algunos
literatos annimos y demacrados reunanse en un
rincn del Puchero Misterioso.
Bayar viva miserablemente de su lpiz, que
jams tuvo un acierto. Los literatos annimos y
demacrados llevaban sendos rollos de papel debajo
del brazo y solan canjearse pesadas lecturas de
engendros que salan a la luz para sumergirse de
inmediato en la oscuridad.
El ms interesante de los contertulios era Gozalvo.
Muri en una cama del hospital Maciel, en Montevideo.
Era un hombre de exterior desaliado, de palabra
ceceada, de rostro picado de viruela y un ojo de
vidrio que disenta en color del ojo natural, porque
Gozalvo adquira su stock de ojos de vidrio en los
remates, sin otorgarle ninguna importancia al color.

As lo miraba a uno con dos miradas. La una azul,


animada, clara. La otra quieta, exttica, como un
paisaje de tarjeta postal, unas veces en tono gris,
otras verde, otras castao oscuro.
Sus amigos habanse forjado distintas opiniones
de l. Mientras unos afirmaban que llevaba en su
alma una borra espesa de amargura como la que
queda en el fondo de un vaso de vino de puro
campeche, otros lo tildaban de anarquista y los ms
de reaccionario.
Quiz todos tuvieran razn, pues Gozalvo era un
hombre contradictorio. Senta predileccin por
Silverio Lanza y esta simpata emanaba sin duda del
odio comn a la polica. Tambin se despachaban a
su gusto contra la democracia. Para definir a Gozalvo
habra que aceptar esa frase familiar que con modulacin
de perdonavidas suele aplicarse a los descarriados:
Es un buen sujeto, pero... tiene sus cosas.
Gozalvo tena sus cosas. Era un inadaptado.
Sentase incmodo en todas partes y en cualquier
clima. En la miseria del fondn, del hospedaje o de la
calle, y en la situacin pasable, ya que, probablemente,
nunca conoci el halago de la abundancia.
Quiere decir, entonces, que lo que incomodaba a
Gozalvo no era precisamente su posicin material,
sino su endiablada posicin espiritual ante el picaro
mundo.
Con estas caractersticas de fondo no es de
extraar que viviera corriendo la liebre, como se dice
del tipo que anda detrs del diario y difcil sostn; que

durmiera tarde y mal en los albergues srdidos hasta


convertirse en virtuoso de los hoteles de a peso y que,
acodado en las pringosas mesas de los cafetines y
tabernas, viera pasar la vida incolora, gris, nublada,
dejando que se infiltrara en todo su ser una gara de
infinita tristeza. Trabaj mucho en peridicos. Puede
que se interesara por lo que se ha dado en llamar
"arte nuevo", si es que haba algo que pudiera
interesar al atvico aburrimiento de este hombre
hecho al revs de todos los hombres y que por eso
marchaba a contramano.
Frecuentemente Gozalvo trasnochaba y ms frecuentemente
extraviaba su ojo de vidrio. Entonces,
sin un cobre, sola presentarse ante el director que le
exiga el artculo y deca:
Es intil. No puedo escribir una lnea. No ve
que me falta el ojo?
El ojo horadara en ese instante cualquier sucio
rincn de taberna.
As andaba por las calles este impenitente vagabundo,
saludando con su sonrisa picada de viruelas,
con su palabra ceceosa, hablando mal del mundo y de
sus habitantes y hablndose mal de s mismo en sus
tristes soledades de hombre que escribe, vaga, bebe y
duerme en la cercana de la misteriosa miseria.
Muri en Montevideo, en una cama de hospital.
La vspera tuvo una frase digna de Wilde o de Heine;
una frase de fracasado optimismo de trgico humor.
Deca a un amigo:
"Los mdicos dicen que soy un caso perdido,

pero, yo trato de infundirles esperanzas".


El sitio de Gozalvo fue ocupado por Bayar en la
mesa de los hombres terminados. Bayar, de mentalidad
inferior, pretenda ejercer con el pesimismo del
hambre, la jefatura de los artistas demacrados.
Una noche el dueo del Puchero Misterioso lo
increp:
Por qu no trabaja? Es que no hay un oficio
mejor para usted que el de hacer garabatos? Aqu se
come y se paga o no se come.
Bayar le replic:
Soy una bestia cansada. Mi cansancio es
hereditario. Descanso por todo lo que sudaron mis
infelices ascendientes.
Segua la perorata en la mesa ante el atento
silencio de los hombres terminados:
Aunque tuviera ganas de trabajar, para qu
voy a realizar mi obra? Para distraer a los burgueses?
Los artistas somos vctimas de un estado social.
Todos nosotros tenemos imaginacin; lo que nos
falta es dinero. Para qu sirve el talento si no
podemos pagar con talento un plato de sopa? Estoy
harto del Puchero Misterioso y ando con el estmago
estragado por esta comida despreciable. Y somos
inteligentes! Mi madre me vio marchar de su lado con
pena y una vecina le dijo:
Es lstima. Ese muchacho no sabe aprovechar
su inteligencia.
Tena mucha razn. Nosotros somos perros.
Nuestro ladrido es apenas el llanto del can que se ha

quedado fuera y se pega al portal. Las cosas se


arreglaran si de perros que somos nos convirtiramos
en lobos.
Difcilmente podra ganarse la vida un parsito
en la puntiaguda calva del hombre del "hall". Usaba
una cabeza cnica y lustrosa que sobresala en el
mostrador el hotel donde el truhn desempeaba
montona funcin de caja registradora de sueo y de
cansancio.
Era un sujeto avaro de palabras, inconmovible
en su puesto penumbroso, agazapado en las sombras
con olor a humedad de su rincn, desde donde
examinaba con ojo cauto de polizonte a cuanto tipo
bien o mal entrazado se adelantara por el zagun
dispuesto a pernoctar a precio mnimo bajo el techo
de alquiler de la ratonera de los desamparados.
En la noche de la desolacin el hotel era un foco
de macilenta luz. Los inquilinos, hambrones y vividores
los ms y olvidados del hogar los menos, dividanse
la pocilga con mutua desconfianza, ocultando la
ropa bajo la colchoneta y sujetando por los cordones
los zapatos maltrechos a los barrotes de hierro de la
cama.
Las piezas del fondn daban la sensacin aplastante,
anuladora, definitivamente amarga de un
hospital de desahuciados.
San Pedro en el refugio de la mala vida, el
hombre limpio de pelo cobraba derecho de sbana
percudida, tratando con clientes pelambrosos y
sucios como perros del arroyo. Su rostro no arriesgaba

ni un intersticio de bondad. Siempre con el


mismo paisaje hurao reciba al parroquiano, corto
o largo de bolsillo, no le importaba.
Se llamaba Lzaro y cuntase que haba intimado
con la muerte en sus correras de juventud por los
cementerios, adonde iba a limpiar esqueletos o a
permutar sus ropas por las de cualquier difunto, sin
temor de que la accin le remordiera el alma, pues
comprenda la falta maldita que podan hacerle a un
finado los objetos de percha.
De este turco nocturno con la muerte se contagi
la indiferencia maravillosa con que contemplaba el
mundo y sus miserias y vanidades.
El hombre pensaba lleva su destino escrito
y tiene que cumplirlo. Intil ser que nos propongamos
torcer lo que ha sido establecido de antemano.
Que grita desesperadamente un inquilino presa de
terribles dolores? Que clama auxilio rogando un
mdico o un vaso de agua? Su fin est escrito y
nosotros no debemos entrometernos en los designios
de Dios. Un vaso de agua, por otra parte, no cambiar
la ruta de su destino.
Llegado que hubo a esta conclusin, el hombre
del "hall" adopt una pose imperturbable y nunca, ni
aun cuando lo llamaran con urgencia, abandonaba
su hmedo descanso detrs del mostrador.
Slo se le conoca un amigo: un pillambre que
pasaba las semanas en ayuno forzoso y a quien la
caja registradora del hospedaje protega con nqueles
y lecho de contrabando.

Quin sabe qu raras sugestiones, qu extrao


fluido uni estrechamente estas dos existencias. Lo
cierto es que Lzaro extenda su mezquina solidaridad
a Simn, alias el Desconsolado.
Cierta noche Lzaro tuvo con su amigo una
desacostumbrada charla.
Me duele verte as, Simn le dijo. Nunca
albergan un peso tus bolsillos y tu condicin es
inferior a la del mendigo porque eres mendigo vergonzante.
Te llaman "el Desconsolado" por tu facha.
Qu haces que no le sacas provecho al fsico?
No te entiendo, Lzaro.
No me entiendes porque no te das el trabajo de
meditar. Piensa, exprmete el cerebro, observa el
mundo indiferente y despreciable que te rodea y
busca un camino. Ya que no est en tu ingenio ganar
dinero como Dios manda, procura un vivir de cualquier
manera, aun al margen del cdigo.
Qu debo hacer, Lzaro?
Eso corre por tu cuenta. Tu gura acresponada
puede rendir pinges beneficios. Tienes el tipo especial
de pariente cercano, mejor an, busquemos un
trato ms afectivo, de ntimo amigo del difunto. Lee
los peridicos. Intersate sobre todo por la seccin de
avisos fnebres. Alcanzas a valorar la representacin
sentimental de un ntimo amigo de todos los
finados? A cuntos recuerdos de cambalache te da
derecho la farsa?
Lzaro, eres un hombre excepcional y un
amigo de verdad.

Lzaro permaneci un instante silencioso, sumido


en su lgubre atmsfera.
En qu piensas, Lzaro?
En ella, Simn. He claudicado desgraciadamente.
Yo era un hombre superior al mundo porque
haba situado al mundo y sus vanidades bajo mis
pies. He abandonado esta posicin. Soy un pobre
Cristo perdido; un pobre diablo enamorado.
Me lastima que hables as. Conoces a fondo el
alma humana y podras ser un dominador si te lo
propusieras. Una mujer, vamos a ver, una infeliz
mujer de todos, va a trastornar tu existencia?
Recapacita, Lzaro.
Ella no podr querer jams a un tipo repulsivo,
Simn.
Te pierde el anlisis. Por ese camino llegars a
la conclusin de que toda la humanidad es repulsiva.
Pero hay un disfraz moral que la encubre por
momentos. En cambio yo, en todos los instantes
provoco repulsin. Si llegara a recordar mi niez, lo
cual es imposible, creo que me salvara.
Lzaro hizo una pausa. Luego, continu hablando
con ronca entonacin:
El recuerdo de mi existencia, Simn, se inicia
en la tapia de un cementerio. Me acuerdo como si
fuera hoy de la primera noche en el otro mundo.
Saltaba el paredn con la seguridad: de que nadie
chillara. Alejndome de la vivienda del sepulturero
no corra peligro. El sepulturero es un ser pueril y
alucinado en la oscuridad del camposanto y difcilmente

se arriesga a salir de la cueva en la noche.


Caminaba pegado a la pared de las bvedas, por
las callecitas estrechas de la ciudad dormida eternamente, enfocado a ratos por la luna de faz blanca
como un sudario.
Poco trabajo me cost forzar una puertecita y
menos an el cajn depositado esa misma tarde,
segn me enter por la fecha. El finado representaba
unos cincuenta aos. Tena la barba crecida, las
manos cruzadas sobre el pecho y entre ellas un
crucifijo de oro. Le quit la cruz y el anillo de
compromiso de oro labrado y gastado. Ya me dispona
a taparlo de nuevo, cuando sorprend un objeto
de plata que atrajo mi atencin. Era un reloj antiguo
que llevaba grabada esta leyenda:
"A Eulogio. Recuerdo de nuestras bodas de plata".
A decir verdad, la dedicatoria me conmovi. Pero
instantneamente pens en la inutilidad de un reloj
en ese sitio y resolv guardrmelo. Para qu necesita
saber la hora un muerto? La hora de los muertos es
una sola eternamente quieta.
Como ves, Simn, mi juventud es una aventura
macabra. Algo se me peg de eso. Hay un halo
mortuorio en mi figura que la hace repulsiva, como
te deca. Claro est que un hombre que se decide a
violar las fronteras del ms all debe tener un punto
de vista filosfico. Mi punto era ste: el mundo no
vale una colilla de mal tabaco. La humanidad es
pequea, miserable, srdida. Un semejante mo es
mi enemigo y mi estorbo. Debo continuar mi destino

salvando inconvenientes, con el alma y el corazn de


piedra. Pero, he aqu que como una gota de agua el
amor ha horadado la piedra de mi corazn. Soy un
hombre terminado. "L'uomo finito".
Tanto la quieres, Lzaro?
De ella depende mi vida. Habale de m. Presntame
bajo una faz y descbrele mis sentimientos.
Esta misma noche le hablar a la Nucha de ti.
Lzaro se hundi de nuevo en la negrura de su
nimo y Simn el Desconsolado despidise con un
ademn.
6
El hombre del rostro barbudo apodado "el Zurdo"
"por no hacer cosa a derechas" lleg rns
temprano que de costumbre y se detuvo en un pasillo
con el dueo Solano. Un grave contratiempo lo
obligaba a depositar en la confianza del patrn la
mercadera prohibida.
El Zurdo hablaba con sorda ronquera:
Si el comisario no le arregla el asunto y la
pasan a disposicin del Juez, la Nucha tendr una
buena racin de sombra.
Quin la entreg?
Para m que fue el Riojano, que siempre le
compraba al fiado. La Nucha le cort el crdito y el
Riojano le sopl el trabajo.
Sabes si consta en el sumario la probanza del
delito?
Como que le han secuestrado tres frascos de
diez y no s cuntas ampollas! Si la apuraron en el

interrogatorio habr confesado que se era su vicio,


lo cual, en parte, es verdad, porque la infeliz Nucha
se dedic a la morfina y es subdita de la jeringa. As
anda la pobre. Flaca, atontada, con un brillo extrao
que agranda sus ojos. Puede ser que si le niegan su
dosis le falle la voluntad de negar cmplices y me
venda.
Tuvo ya otros accidentes como ste?
Ni se duda. La Nucha tiene un prontuario ms
largo de leer que un noveln.
El Zurdo no menta. La Nucha era mujer de
historia y de prontuario. La arranc de su hogar un
trotamundos cuando recin se asomaba a la vida, y
fue rodando tristezas con una compaa de cmicos
lastimosos por no decir bandoleros, enredada en
amoros con un traspunte madrileo a quien de
herencia le vena el apodo del Pollo de la Cigea. El
tal Pollo muy luego abandon el arte y la abandon
a ella para graduarse de charlatn de plaza pblica.
En giras trgicas a travs de innumerables
pueblos fue cumpliendo etapas de miseria. En fracasos
sucesivos y alarmantes supo del ayuno obligatorio
y de las fugas nocturnas de los fondines
mientras el dueo anulaba la violenta hostilidad del
patrn nacida de deudas incobrables y otros escarmientos.
Era segunda tiple de la farndula hambrona
cuando la compaa se disolvi en el vaco de la carpa
de espectculos. Entonces, sin recursos y sin saber
adonde ir, la Nucha visti la sonrisa de la florista de
caf concierto.

Pequea, menuda, de mirar dulce y ternura de


reconciliacin con todos los sinsabores padecidos, la
pobre criatura intim con gente baja, con toda esa
ralea de breguistas, tahres y viciosos cuyas existencias
se animan al amparo de la noche.
El consejo daino la llev al comercio de txicos.
Ofreca con una flor lo que ella llamaba "mercadera
noble", sin mezcla de bicarbonato, a una clientela
numerosa. La primera vez que la polica cay sobre
ella, llor todas sus lgrimas de novicia. Arrodillse
ante el comisario y le rog mil veces perdn, jurndole
que no volvera a vender drogas y que no parara
hasta encontrar un empleo honesto. Pero, de nada le
vali el correctivo y reincidi en cuanto recuper la
libertad. Volvi a caer otra vez y otra y otra. Hasta que
su prontuario, como dijo El Zurdo, fue ms largo de
leer que un noveln por entregas.
Ahora estaba, para su desgracia, en el encierro,
arandose el rostro, gimiendo por culpa del vicio,
desconsolada, enloquecida, ojerosa y flaca, como si
la hubieran chupado las brujas.
Solano guard bajo llave el paquete que le diera
El Zurdo y lo despidi en la puerta del hostal.
Indalecio viva solo como un hongo. Era un
vagabundo incorregible. Conoca las andanzas bajo
las lluvias de los inviernos y su vida callejera, a lo
largo de los aos, habale convertido en un virtuoso
de los baches, en un tcnico de los charcos, porque
su ciudad era una ciudad nublosa.
Mi destino ya no guarda secretos para m sola

decirme. S que me espera el hospital, los ahogos


de la bronquitis irremediable y el crujir de las articulaciones
secas por el reuma de los fros vagabundos.
Lo nico que le pido al destino es que me deje
terminar mis das junto a una ventana, mirando
como llueve sobre la ciudad.
Viejo perro perdido, dominaba por experiencia
todas las fondas de Buenos Aires y lo mismo dorma
en cama de un peso que en banco de plaza pblica,
burlando la vigilancia de un guardin.
Un guardin de plaza pblica es un representante
de la sociedad.
Los nios juegan en la plaza y el guardin vigila
el juego de los nios.
Los hombres van a leer su diario a la plaza y el
guardin vigila la lectura de los hombres.
Los sin trabajo y sin hogar van a entrecerrar sus
ojos doloridos por el sueo y el guardin no permite
que los vagabundos duerman. Es enemigo del sueo
al aire libre, bajo el amparo gratuito de los rboles.
El guardin de plaza pblica sabe por leccin de
siglos que un hombre honesto duerme en su casa. Y
duerme de noche. La noche se ha hecho para dormir
y el sol para trabajar.
La desconfianza del guardin de plaza pblica es
la misma desconfianza de todo el mundo. Cuando un
hombre se ha sentado en un banco y lo mira y sonre
y quiere trabar conversacin, el guardin desconfa.
Siente la voluptuosidad del oficio, la inefable voluptuosidad
de sacudir violentamente al hombre dormido

y gritarle a boca de jarro:


Arriba! No se permite dormir en la plaza
pblica!
Indalecio tena dos serias enemistades en la
vida. Aborreca a los polizontes y a los guardianes de
las plazas pblicas. Cuando hablaba en el Puchero
Misterioso sola utilizar el truco del ceo hosco que
no asustaba, por cierto, a ninguno de los que le
escuchaban.
Slo sonrea a las criaturas y a veces gastaba con
ellas las monedas necesarias para pagar el pan y un
pedazo de carne.
Indalecio era un pjaro nocturno. Llambase a s
mismo enemigo del sol.
El sol deca es sonrisa y yo mueca amarga.
El sol es fiesta y yo funeral. Lo aborrezco tanto como
a la multitud feliz.
Los das soleados lo mortificaban. Era otro ser en
los de tormenta. Era un hombre de jbilo interior
deslizndose entre los hilos de la lluvia, experimentando
el placer delicioso de sentir bajo la planta del pie
esa humedad del agua que atraviesa las suelas,
gozando del mal humor de la gente tan parecido a su
viejo mal humor.
Con la claridad naciente encaminbase al hospedaje.
Unas noches camino del Dlar acompaaba
a un chocolatinero correntino, mordido por la tuberculosis,
que apenas poda sostenerse sobre sus
piernas. Otras, dirigase al Internacional de la calle
Bernardo de Irigoyen o al Las Palmas, de la calle

Victoria, donde dorma, cuando no le faltaba el peso,


don Maximiliano Muoz Monje, poeta y filsofo hambrn
llamado "el Doctor de las tres emes", y conversaba
de cosas absurdas y descabelladas con el
explorador apcrifo que posaba por engaifa fotogrfica
junto a las Pirmides o del brazo de las indias
chiriguanas tetudas y lujuriosas, o bien con el viejo
don Zacaras Ruiz de Albornoz, cajista de imprenta,
apstata y borracho consuetudinario, famoso por la
cantidad de sal con que condimentaba su sopa, a
quien Dios tenga en su santa gloria. Indalecio era un
no conformista. Viva la violenta irritacin del orden
social. Tena siempre una palabra explicativa y bondadosa
para el delincuente y un trmino cortante
para los jueces.
Cierta noche me dijo:
Ese tipo que descuartiz a la mujer es un
infeliz. Lo compadezco y explico su crimen. La mujer
lo cargaba con tremenda insistencia y la mat. La
mat casi sin quererlo, sin premeditarlo. Fue una
fatalidad y hay que aceptarla as. Cometido el hecho,
comenz a sentir miedo. Un miedo atroz, inenarrable.
Fue el miedo el que extravi su cerebro hasta
hacerle concebir el descuartizamiento. Me indigna
que todo el mundo lo condene horrorizado como si
todo el mundo fuese bueno.
Vamos por partes: yo he golpeado a ms de un
rancho para pasar la noche y me largaron los
perros. Eso es bondad? La mujer que se entrega
por amor y da un hijo es vilipendiada por todos.

Eso es bondad? Y qu me dice del juez que


interrog al criminal, lo acos con preguntas, le hizo
reconstruir el crimen con la colaboracin de una
yiranta que encarnaba el rol de la vctima, lo oblig
a reconocer los restos informes, espantosamente
putrefactos, de la mujer? El criminal se arrancaba
los cabellos, lloraba, peda a gritos que le permitieran
taparse los ojos. El juez se mantuvo en sus trece
y el desgraciado rod junto al tronco de la descuartizada.
Eso es bondad?
Me ro de la bondad del mundo y de la justicia
de los hombres. Ah tienen a la Nucha. Hace algunos
aos le permitan que vendiera drogas a todos
los viciosos de Buenos Aires. Ahora la persiguen, la
encarcelan y le niegan la dosis de morfina que
necesita para seguir muriendo lentamente. Antes
era amante del comisario, del subcomisario, del
inspector y del auxiliar. Ahora la pobre es un
desecho.
Eran las tres de la maana. La lluvia descenda
melanclicamente sobre la ciudad. Caminbamos
juntos, con las ropas mojadas, los zapatos encharcados,
la cara y las manos hmedas, cada uno con
su pensamiento abriendo a la honda pena humana
el refugio clido del alma.
Me pregunt desesperado:
Por qu habr muerto mi madre?
Record su voz en la negra soledad.
Hijo, hijo, hijo mo... Yo te proteger siempre.
Jams te faltar el calor del hogar.

El mundo es un desierto. Soy un hombrecillo


annimo, un dolor annimo en la inconmensurable
superficie de la tierra. Quisiera llamar a mi madre
para que me diera su caricia y levanto al cielo la
mirada. En cul estrella se habr asomado para
proteger mis pasos?
Indalecio me toma del brazo y me dice:
Tristeza, tristeza, tristeza, amigo mo.
8
No tengo un cobre. No tengo a quin pedir un
cobre. He agotado todos los recursos. Desde hace
ocho das me alimento con caf con leche y me voy sin
pagar de las lecheras aprovechando el menor descuido
del mozo. Tengo en la pituitaria ese olor de la
leche recalentada.
He digerido ya mi honestidad. Pienso que despus
de todo soy un hombre liberado, un hombre que
arroj por la ventanilla de su desvn de miseria del
lastre intil de la honestidad.
Al fin de cuentas, qu es un hombre honesto?
Un fabricante que explota a cientos de obreros, paga
impuestos cuando no puede eludirlos con una coima,
cumple con las reglamentaciones legales, engorda,
cohabita con libreta de registro civil, educa a sus
hijos en la misma escuela, come con voluptuosidad
animal, ocupa su butaca en el teatro, se deleita con
la msica empalagosa, eructa y se duerme pacficamente,
es un hombre honesto.
El empleado que acepta su situacin de subdito,
escala puestos, es el perfecto alcahuete del amo,

vende a sus compaeros por mucho menos de treinta


dineros, obedece al horario, goza su licencia, fabrica
hijos y se pavonea con la mujer preada, es un
hombre honesto y, adems, un hombre que mira por
su porvenir.
El funcionario que usufructa una posicin
holgada conquistada horizontalmente por su cnyuge;
el canalla poltico que alienta encomisticas
aspiraciones de inmortalidad, son seores honestos.
Estoy harto de la honestidad. Harto de las personas
honestas. Asqueado de la mediocridad con dos
patas. El abdomen burgus me produce asco. Me
indigna la injuria de esa bestia que se nutre junto a
la vidriera del restaurante abofeteando a la miseria
que pasa. La imparcialidad me revienta e igual me
acontece con la vida normal. Qu es la vida normal?
Vivir sin una aspiracin, vegetar pasivamente. No
tener jams un sueo luminoso ni alumbrar la
oscura existencia con un rayo de locura.
Para qu quiero cien aos de vida normal? La
rabia se transforma en lstima y compadezco a esas
pobres criaturas normales que quedan bien con todo
el mundo. Con la ley y con Dios. Para obtener su
asiento en el Paraso les basta con la seal de la Cruz
a la hora de dormir. Y despus de la seal de la Cruz,
bajo las abrigadas cobijas, el compadecer a los
desdichados que se mueren de fro en los umbrales
inhspitos.
No tengo un cobre. No tengo honestidad. La he
regalado al mundo. Venga en buena hora la locura,

la ardiente locura de un sueo que ser mi eternidad.


Comprendo al individuo estrafalario que vivaba
a los faroles encaramado en un poste telegrfico,
pues de cada farol un da no lejano ser necesario
colgar un canalla.
He llegado al hotel. En la puerta recrtanse las
figuras de los facinerosos. Al acercarme me observan
con minuciosidad de policas y en el instante de
transponer el umbral uno de ellos musita:
Parece un "chorro".
Voy subiendo la escalera del hotel y el edificio me
pesa sobre el alma. Por primera vez cuento los
peldaos. Son sesenta y cada uno se empina en mi
orfandad. En el "hall" descubro a un amigo de otros
tiempos y siento que me mortificara si supiera que
todas las noches duermo all, porque me humillara
con sonrer compasivo. Y en el momento en que me
dedico a explicarle que he perdido el tren un tren
cualquiera que pudiera llevarme a un hogar el
hombre del "hall" descubre mi intencin y 110 me da
tiempo a mentir. Con sorna, seguro de que est
haciendo dao, deja caer estas palabras:
Amigo, hoy no hay cama para usted. Ni de un
peso, ni de un peso cincuenta.
9
Solano llevaba un alma embadurnada de fango
que atisbaba en las cuencas de sus ojos profundas y
alevosas. Cnico y calculador, tasaba con mezquindad
de usurero las cosas ms puras y nobles de la
vida. Tuvo una infancia picara y de l puede decirse

que fue un malvado precoz.


Era un nio y engaaba con inocente sonrer sus
instintos perversos. Realizaba el mal con hipocresa
de cucarro cuando sabase libre de curiosos que
pudieran delatarlo. Astillaba los muebles, escriba
en los muros la frase grosera e hiriente contra el
vecino; escaldaba el gato de la casa y el ajeno;
enloqueca a los perros con puados de pimienta y
desnudaba de plumas a las gallinas para disfrazar
con ellas a un anglico hermanito que sollozaba en
carnes chorreando brea.
Cuando el truhn cumpli los doce aos desvalij
a su padre y huy del pueblo. Anduvo en correras
delincuentes y aprendi de memoria el Cdigo Penal
en sucesivas experiencias carcelarias.
En Madrid, despus de una visita de incgnito al
comisario general, sus compaeros de cadena le
hicieron el vaco, desconfiando de su conducta y
asegurando que se dedicaba al vil oficio de sopln.
Una rara coincidencia vena a confirmar las
dudas de sus camaradas. Solano planeaba los golpes,
reciba su parte y exhibase en lugares peligrosos,
mientras los dems ejecutores eran atrapados
inevitablemente por los polizontes. Despus de perpetrada
la audacia, slo el pillo Solano disfrutaba
libertad.
La fama de alcahuete que se ech encima lo
oblig a distanciarse de ladrones y asesinos y a poner
ms que de prisa el ocano de por medio. Al llegar al
puerto de Vigo, un malandrn del montn sald la

cuenta que tena pendiente Solano con un tremendo


tajo que iba de la oreja a la barbilla. Malparado el
sopln, apresurse a embarcar y vino a Buenos Aires
con la humillacin del barbijo, marca infamante que
nunca jams podra borrar.
En el ocio del viaje imagin la clase de comercio
que habra de disimular sus maas, y al poco tiempo
de su arribo iluminaba el frente del casern colonial
venido a parador de pobre el triste cartel que anunciaba:
Camas desde 1$.
10
El ex picapleitos, sabio en tramoyas, vivi siempre
a expensas de la viuda y del hurfano. Ave negra
y de rapia, el cazador de herencias al vuelo vesta
siempre de luto como los pobrecillos a quienes
desplumaba. Era una rata de tribunales que se
alimentaba con restos de antiguos expedientes de
sucesiones y hurgaba en el dolor apoderndose, con
cautela suma, de los bienes que los afligidos dejaban
al alcance de sus manos.
Lechuza apodo ganado por mritos propios
rodebase de fnebre atmsfera. Gastaba indumentaria
de portero de velorio, cara compungida de
deudo cercano y falso mirar de heredero que apresura
un desenlace fatal.
Era el primero siempre en dar el psame y en
pronunciar la palabra confortativa y el ltimo en
abandonar la cmara mortuoria.
En un altillo de maloliente pino meditaba su
estrategia delictuosa sin salirse de las concesiones

de la ley. As transcurra su existencia de solitario


malintencionado, entre papelera amarillenta y
pringosa, alumbrndose con un cabo de vela, hurtado
en capilla ardiente.
El dinero mal habido se le iba a Lechuza en
pequeos vicios inconfesables. Persegua mozas de
vecindad y en sus conquistas nocturnas pona a
prueba su bolsillo con mujerzuelas de barracones.
Cuando algn compaero de taberna aluda a
sus aventuras, Lechuza interrumpalo de mala manera:
Las inmoralidades no se comentan; se realizan.
Aqu mostraren pblico las partes pudendas?
Un da Lechuza se encontr en la calle sin asunto
jugoso ni perspectiva de apaarlo, pernilargo y lgubre, figura decorativa de bodegones y fondines, en
cuyas mesas diose a cerebrar proyectos y a urdir
maquinaciones en perjuicio del ingenuo prjimo.
Fue tenedor de libros en el almacn donde haba
echado races y perdi el empleo porque intent
llevar con los libros las ganancias del negocio. Entonces
rebaj sus miras y dej de soar herencias
cuantiosas para dedicarse al engao y al fraude al
por menor entre los parroquianos ebrios y los extranjeros
cuya inconciencia alcohlica velaba sus maniobras
y creaba flamante fraternidad.
De esta manera, el picapleitos, dejado de la
mano de presuntos herederos, agencibase el escaso
caudal con que pagaba derecho de cama en el
hotelucho de Solano.
11

Cuando penetr en el Puchero Misterioso el


hombre de frac, Pelito Verde solt una estrepitosa
carcajada.
El hombre de frac lo soslay, compuso sus solapas
y parsimoniosamente ocup una mesa. El mozo
robusto, sin impresionarse al parecer por la indumentaria
del parroquiano, se acerc a l sin premura.
El hombre del frac, al tiempo que repasaba el
plato con una servilleta mugrienta, pidi que le
sirviera un cocido a la madrilea.
El tacao de grasa desgaifse:
Cocido para uno! y aguantando la risa agreg:
Que sea a la madrilea!
A la madrilea! corearon los literatos demacrados.
Apoco el hombre puso enjuego sus mandbulas.
Vertiginosamente devoraba los trozos de carne y las
verduras. Bayar aproximsele con su cartapacio y el
hombre de frac sujet el plato atemorizado por la
sospecha de una tentativa de robo.
Quiere que le haga la caricatura? le dijo.
Como el hambriento no respondiera, ocupado
como estaba en defender su comida y en hacer pasar
un trozo de carnero que por poco lo ahoga, repiti:
Oiga! Por cincuenta centavos le hago una
caricatura con frac.
No, seor respondi el hombre.
Bayar sonri con significativa sonrisa. Como si le
dijera:
Te conozco, mascarita. Eres un residuo de la
sociedad. Tu frac es un smbolo envejecido y en

vsperas de pasar a la historia. Tu frac est en


bancarrota como la sociedad burguesa.
Al hombre del frac no le hizo mella en el apetito
el gesto de Bayar y prosigui su apresurado deglutir.
Bayar retorn a su rincn y all, en la amable
compaa de los intelectuales famlicos, habl en
alta voz como si deseara ser escuchado por todos los
parroquianos del Puchero.
Hay algo ms grotesco que un frac en el
Puchero Misterioso? Un frac, seores, tiene, sin
embargo, su utilidad. A punto de convertirse en
reliquia de museo, el frac todava es una prenda til
para cierta clase de gente. Con un frac y una valija
de cuero se pueden pasar ocho das en un buen
hotel. El frac inspira confianza a la burguesa.
Vamos a ver: si yo le pidiera la mano de su hija al
almacenero mayorista, me aplicara un puntapi en
el trasero. Me arrojara de su casa con cajas destempladas.
En cambio, si me presentara en frac, tendra
muchas posibilidades de llegar a ser su yerno.
Entregar a una hija a un hombre de frac es una cosa
digna, aunque a la postre el hombre del frac resulte
un perdulario sin compostura. Un frac es una
categora aun en las tristes situaciones en que su
poseedor se ve obligado a nutrirse de incgnito con
platos populares.
Quisiera tener un frac para empearlo dijo
uno de los escribas macilentos.
Yo, con un frac, hara carrera en la alta poltica
afirm otro.

La apariencia es lo primordial continu


Bayar. Cuidar la lnea, vigilar el detalle. Hay hombres
que nacieron para vivir sin trabajar y para vivir
bien, en hoteles de primera. Les falta dinero, pero les
sobra indumentaria y figura. De donde, para entregarse
al "dolce far niente" es preciso tener percha.
Estos hombres alternan con la crema social y se
transforman por arte de Frgoli en personajes cotizados
en el ambiente. Terminan casndose con la hija
de un burgus rico y dilapidando la fortuna amasada
con inescrupulosa heroicidad, que es como amasaron sus riquezas todos los
terratenientes de este pas
y de todos los pases de Amrica.
Los hijos de estos hombres de frac prorrumpi
una voz afilada tambin reciben una
herencia, pero es una herencia especfica. Ingresan
desde el nacimiento a la legin magnfica del 606 y
del 914.
Un imberbe cadavrico grit:
Viva la parlisis demcrata progresiva!
Inmediatamente tuvo un fuerte acceso de tos y
por un instante slo se escuch el golpe ronco que
pareca destrozar el pecho del jovenzuelo ictrico.
El hombre del frac rebusc unos nqueles en el
fondo de su bolsillo; pag la consumicin y se fue del
Puchero Misterioso sin dejar propina.
12
El buscavidas cen conmigo en el Puchero Misterioso.
Dos platos y una botella de vino Mendoza.
El buscavidas, soberbio ejemplar de holgazn,

naci bajo el signo del ocio como si hubiera pesado


sobre su gestacin una fatiga de siglos. Cuando lo
interrogaban respecto a su profesin, el buscavidas
responda:
Soy periodista.
A rengln seguido exhiba una serie de carnets
de peridicos de asalto y de revistas nonatas.
.. .El Solitario... El Farol Colorado... El Pica/lor...
La Voz del Pueblo...
Con este publicista de ganza sal a caminar
despus de la cena. Me invit a visitar el comit.
Tena deseos de presentarme al caudillo de la parroquia
y, aun cuando yo estaba seguro de que me
ofrecera como un nuevo elemento incondicional, no
opuse reparo en seguirle.
El caudillo viva en una casa bien puesta, a dos
pasos del comit. Nos recibi en su escritorio rodeado
de la austeridad fotogrfica con dedicatoria cordial
de las personalidades pblicas que tienen la
sartn por el mango.
Varios sujetos custodiaban la entrada. Haba
uno de cara de pez espada con su cigarrillo pegado en
el labio inferior; otro, de mandbula borbnica, que
bien podra ser, por el parecido, pretendiente al trono
de Espaa; otro, rascndose afanosamente la rabadilla
y, por fin, otro, con los zapatos deteriorados de
distancias muertas y una barba de dos das que
seguir creciendo indefinidamente si no le alcanza el
gesto de solidaridad de algn amigo o vecino propietario
de una maquinita de afeitar.

El caudillo hablaba con afectacin patritica,


dndose cariosas palmaditas en la panza adornada
con gruesa cadena dorada, del mismo espesor de
aquellas otras de hierro forjado que llevaran en las
manos y en los tobillos sus galeotes antepasados.
Me salud con efusividad y, llamando en su
auxilio a la memoria, manifest que me haba visto ya
en alguna parte y que no resultara del todo difcil que
su padre hubiera conocido al mo o en todo caso que
nuestros respectivos tos fueran amigos en alguna
poca.
Ha odo usted hablar del doctor Antnez, el
mdico? Y del doctor Salinas, el odontlogo? Me
quieren como a un hermano. Cuando usted necesite
sus servicios no tiene ms que avisarme. Lo atendern
como si fuera yo mismo.
Le agradezco la amabilidad y me explico para mis
adentros cmo una fiebre intestinal o una piorrea
pueden influir decididamente en los destinos de la
nacin.
El caudillo se dirigi enseguida al buscavidas:
Hemos resuelto el cambio de frente por conviccin
dijo. Espero que usted sabr ser consecuente
con los amigos. Este es otro sacrificio que acepto
por patriotismo. Los nombramientos prometidos antes
de la eleccin no llegaron. Vanas promesas de
polticos mentirosos! Las fuerzas vivas del comit
y seal al grupo estacionado en la puerta protestan
con toda la razn del mundo. No slo de pan
vive el hombre, amigo. Tambin necesita carne y

patatas fritas. No le parece?


Mientras salamos, el buscavidas me seal a
una unidad de fuerzas ms muertas que vivas el
facineroso de los zapatos deteriorados y en tono de
misericordia, dijo:
Este es el eterno esperanzado. Feliz de l cuyo
optimismo es infinito a pesar de que desde hace cinco
aos el nombramiento est por llegar al da siguiente!
En la calle me hizo el elogio del caudillo:
Es un gran tipo. Se le puede tocar para cualquier
gauchada. Es amigo del comisario. Un sujeto
macanudo. Todo un autodidacta. Adems, tiene una
memoria prodigiosa. No olvida nunca las efemrides
patrias ni los onomsticos de sus amigos polticos.
Cuando el propio interesado no recuerda la fecha de
su cumpleaos, recibe su tarjetita de felicitacin.
Gran tipo! Formidable tipo!
Menos mal que me separ de mi anfitrin del
Puchero Misterioso; de lo contrario hubiramos roto
toda vinculacin. Qu diablos pueden interesarme
las virtudes del caudillo y sus secuaces?
Ah, la maldita subordinacin econmica que
obliga atenciones con quien paga el plato de sopa que
exige nuestro castigado estmago!
Con quin me habr confundido el caudillo?
Habr supuesto que era yo un escritor desalquilado
que anda a la pesca de la propina burocrtica?
Hace muchos aos un jovencito mulato y chupamedias
inaugur el desvergonzado acomodo. Sudaba
tinta ante los grandes personajes y con la misma

tinta escriba sus poemas y se lustraba los zapatos de


charol. Era don Leopoldo Lugones.
Bien deca Sarmiento que el mulato es la venganza
del negro.
He llegado al hotel de Solano. Entrego al hombre
del "hall" el peso arrugado y me encamino por el
sombro corredor que da a la pieza de las cinco camas.
13
La Nucha muri en el calabozo apretando entre
sus manos la jeringuilla de morfina. Nadie supo
cmo se provey de la ampolla. Lo cierto es que
cuando el guardin abri las rejas la hall exnime
en un ngulo del encierro. Al descorrer los cerrojos la
supuso dormida y rugi:
Eh, Nucha! Eh, Nucha! Vamos, arriba!
Al ver que no le obedeca, acercse y le aplic un
puntapi.
La Nucha dorma un bello sueo de eternidad.
Despus de los trmites legales entregse el
cadver a una parienta de pega que la alojaba en su
pensin y que para evitarse la pesadilla del remordimiento
se dispuso a darle cristiana sepultura.
La velaron en una salita pequea y la luz de los
velones empalideca ms su faz de cera. Las mariposas
de noche que fueron sus amigas la cubrieron de
flores y lloraron sobre su mortaja las palabras que
resuman sus vidas amargas como el polvo de la coca.
Entretanto, Solano y el Zurdo, alojados en un
rincn de la cmara mortuoria, canjebanse frases
sordas.

Se aburri de vivir la socia dijo el Zurdo.


El otro inquiri:
T le llevaste la ampolla?
Pchs! Podran creer que lo hice para quedarme
con el negocio y la clientela; pero ella es testigo de
que no. Le llev la morfina jugndome un proceso,
porque la infeliz me toc el corazn con sus lamentos.
El caso es que heredas negocio y clientela
djole Solano.
No pens en ello cuando cumpl el favor que me
peda.
Solano lo midi con sus ojos profundos y alevosos
y contrajo el rostro en conato de mueca irnica. El
Zurdo sostuvo esa mirada que traduca una amenaza,
carraspe sin ganas y se encogi de hombros.
La clientela de la Nucha inici trato con el sucesor
en el velorio. Y no falt yiranta que perdiera el seso y
gritara volcando el polvo blanco sobre los labios
descoloridos de la Nucha:
Toma, querida! Quiero que te entierren en
tu ley!
El Zurdo y Solano salieron juntos. Sin decirse una
palabra ms, habalos unido la muerte de la Nucha.
Eran socios. Habalos juntado comercialmente aquella
mirada terrible y burlona del sopln metido a
dueo de hotel.
Simn el Desconsolado ahuec el ala detrs de
ellos sin ser visto.
14
El inquilino de la empalagosa sonrisa de maniqu

era contratista de estrellas annimas que alumbraban


dbilmente en rado cielo de teatrillo nfimo.
Intermediario de variets, surta de tonadillas
descangalladas y en desuso el tablado de los cafetines
donde la consumicin es obligatoria. Por cada contrato
perciba una insignificante suma de dinero, la
cual, estirndola, le alcanzaba para ponerse al da
con el estmago, el sueo y otras molestias.
La decadencia de la profesin lo llev al refugio de
Solano, donde dorma sin quitarse la sonrisa. Se
llamaba Sandalio Salas y desvivase por quedar bien
con todo el mundo sufriendo en su carne la indiferencia
del prjimo.
Cada vez que intentaba una conversacin con
cualquier compaero de pieza, fracasaba. Nadie le
prestaba atencin. Cuando no le cortaban la charla
con un adjetivo maloliente, le advertan:
Vea, amigo, cada uno tiene sus cosas. Djeme
dormir.
Sandalio Salas, sentado al borde de su cama, se
desvesta en silencio.
A m me molestaba la repeticin de su saludo
ceremonioso y su sonrisa. Parece el mueco del
ventrlocuo que chillaba zafaduras en el antiguo
cine de rni niez. Sin embargo, me apenan sus
palabras sin eco.
Pienso que un da se morir de consuncin y
entonces clavarn una tapa de pino sobre la sonrisa
que usa invariablemente.
15

La cama del Zurdo permaneci intacta toda la


noche. Estaba velando a la Nucha. El hombre del
"hall" apenas alz la cabeza y me cobr el importe sin
levantar la mirada. A su lado hallbase un sujeto mal
entrazado, con el sombrero en equilibrio sobre la
oreja izquierda, ocupado en espaciar con la punta del
zapato un medalln de saliva.
En la habitacin dorman pesadamente el viejo
guitarrero canario y Sandalio Salas con su rostro
beatfico. Apoco de acostarme, una figura sigilosa se
acerc a la cama del Zurdo. La reconoc. Era el tipo
que estaba en el "hall". Anduvo hurgando breves
instantes en la colchoneta y luego su sombra alejse
por el corredor.
Su presencia me trajo el recuerdo de "El Torito",
malevo de sombrero requintado, pantaln con bombilla
y faja roja, donde envainaba la daga.
El Torito hizo su fama en los alrededores del Asilo
de Hurfanos y nunca hombre alguno fue capaz de
sostener el desafo de sus ojos. Lo mataron de mala
manera. Dicen que fue un chiquiln al cual haba
injuriado de un cachetazo. El Torito cruzaba un
baldo cuando el otro le hundi en la espalda el
cuchillo hasta el mango. Tambaleante, quiso desenfundar
su revlver, pero la muerte le cort el ademn
y cay en un charco de sangre.
El Torito haba vivido siempre de sus agallas. Las
usufructuaba obligando a los malandrines que echaban
buenas a pasarle pensin. Era un George
Bancroft, pensionado de la canalla.

Deca:
De las mujeres cualquiera vive. La cuestin es
vivir de los hombres.
El hombre que conversaba en la portera me
trajo el recuerdo del Torito.
He intimado con ladrones, tahres, miserables.
He conocido sujetos despreciables y mujeres hipcritas
y putas. La vida es amarga, pesada, difcil. Ahora
se me ocurre que deb haber muerto cuando me
operaron de no s qu mal hace veintitantos aos.
Era una criatura y me hubieran llevado al cementerio
en un fnebre blanco. En lugar de arrastrarme
por el mundo, estara ms all de las nubes
en la pursima felicidad que narran los ngeles de
cielo raso.
16
Los focos esmerilaban el asfalto mojado y Simn
caminaba hacia el hotel bajo la lluvia fina de la
noche. Un automvil con la pareja de amantes enlazados,
resbalando vertiginoso por la calle, que brillaba
de agua y de luz, salpic sus ropas arrancndole
una frase puerca.
Detrs del mostrador Lzaro hallbase sumido
en el pesado silencio srdido de su existencia. Simn
el Desconsolado se aproxim a su misterioso amigo
y colocndole su mano sobre el hombro, le dijo en
tono confortativo:
Tu asunto, Lzaro, est definitivamente arreglado.
El hombre del "hall", con un esguince indescifrable,
dej escapar contra su voluntad una amenaza:

Est visto que el dao vive en m. No habr


tregua para los asesinos.
Fue el Zurdo, Lzaro. Por la miseria del negocio
la llev a la muerte. Que caiga sobre l el castigo
y agreg: Puede que el remordimiento precipite
su destino.
Siempre hablas tonteras. El destino jams se
precipita. No se han inventado hospitales de destinos
ni existe un ser que pueda desviarlos. El Zurdo
pagar porque debe pagar. Eso es cuenta ma.
Bueno, Lzaro, estoy deshecho. Tengo ms
ganas de dormir que de charlar.
Ya se dispona a retirarse el Desconsolado, cuando
Lzaro le detuvo sujetndole el brazo:
Escchame, Simn, es preciso que te advierta
que hoy es la ltima noche de hospedaje para ti. O
vienes con el peso de la cama o te vas con viento
fresco a dormir a la plaza.
Me extraa sobremanera, Lzaro. Yo he sido
siempre tu amigo.
Te digo que si no pagas, no duermes. Eso es
todo. Se acab mi compasin. No tengo por qu
compadecer a nadie ni me interesa un pito tu pensamiento.
Acaso hubo alguien que se compadeciera
de m? Hasta la muerte de la Nucha te consideraba
un nexo de unin entre el mundo y yo. Ahora que la
Nucha no existe y estoy dentro de la torpe realidad de
los hombres y las cosas, nada quiero saber contigo.
Para m tu representacin es la misma que la de
cualquier otro inquilino de esta casa.

Si te molesto arriesg Simn, me voy en


seguida.
Haz lo que te venga en ganas, Desconsolado,
pero no olvides que maana es otro da.
Simn, en actitud de disgusto, iba a dirigirse a la
puerta de calle, pero al convencerse de que Lzaro lo
dejara marchar, peg la media vuelta y se perdi en
los fondos del hotel.
17
Golpe las manos ruidosamente el oficial de
polica. Lo acompaaban dos vigilantes.
Vamos! A vestirse!
El tramoyista abri los ojos y se incorpor en el
lecho. Quiso decir algo, pero un acceso de tos martill
su pecho y congestion su rostro.
A vestirse! insisti el oficial.
Qu ocurre, seor? al fin pudo preguntar el
bebedor empedernido.
El mucamo que observaba con manifiesta alegra
el espectculo aclar:
Es la requisa... Haca tiempo que no caa...
Sandalio Salas salud a la gente de uniforme con
su inclinacin de vendedor de tienda.
No bastan estos documentos? dijo exhibiendo
un pasaporte caduco y una cdula de identidad.
No seor. Tienen que acompaarnos hasta la
comisara seccional.
Soolientos y perezosos fuimos saliendo unos
detrs de otros. Sandalio marchaba adelante junto al
oficial.

Se lo est trabajando murmur el Zurdo,


pero maldito si ese perro le llevar el apunte. A stos
hay que arreglarlos con plata. Lo dems es puro
grupo...
El Zurdo se equivocaba. Sandalio Salas, como
rogando la gracia de ser escuchado, deca:
Sabe usted, seor oficial, por qu he venido a
parar aqu?
No me interesa, che. Marche callado. Si tiene
antecedentes se pasar un mes a la sombra, y si no,
lo pondremos en libertad.
En la oficina de guardia nos inscribieron en un
libro de sumarios y luego nos condujeron a una
estrecha dependencia donde un vigilante morocho y
atravesado, de renegrida crin aceitada, cayendo en
ondas sobre su frente, nos pas un rodillo alquitranado
por las yemas de los dedos para tomarnos
impresiones digitales. Despus, sin miramiento alguno,
nos alojaron en la cuadra.
Sobre el duro y fro colchn de portland nos
acomodamos.
Eramos cinco y slo nos dijimos las buenas
noches.
18
El comisario no pareca preocuparse mayormente
por los cinco detenidos la noche anterior en la
pieza del hotel de Solano. A las veinticuatro horas
nos hizo llevar a su despacho.
Era un hombre de belfo abultado y mirada corrosiva.
Un tipo de mulato blanco apellidado Alzogaray.

Nos examin a uno por uno y sus ojos se detuvieron


en la facha del Zurdo.
Vos has estado otra vez aqu le dijo.
No, seor comisario. Usted debe estar confundido.
Yo no me confundo nunca vocifer el comisario.
Y dirigindose al sargento que nos haba
llevado a su presencia, agreg:
Pselo al calabozo.
Mi compaero de la derecha insisti:
Vea, seor comisario... Yo no trabajo, pero soy
un hombre honesto...
Camina...
El sargento, con brusquedad policial, le dio un
empelln y el Zurdo no tuvo ms remedio que marchar
al encierro.
El viejo canario pedigeo, el contratista de
estrellas de servicio domstico, el ex picapleitos y yo
permanecamos en el despacho pendientes de la
voluntad todopoderosa del mulato blanco. En ese
breve parntesis entraron dos prostitutas callejeras
y un hombrecillo raqutico, de orejas transparentes
y cabeza deforme.
Las prostitutas lo maltrataban de palabra y tuvo
que intervenir el oficial.
Vamos a ver, qu tiene que decir usted contra
estas mujeres?
Yo le he pagado veinte pesos a sta por toda la
noche y resulta que a la media hora me quiere dejar
plantado.
No qued satisfecho? le dijo con socarronera

el oficial.
No, seor inspector. Yo todos los meses me tiro
una cana al aire y no es justo que lo estafen de esta
manera.
As que no qued satisfecho? volvi a repetir,
estallando en una carcajada.
Por veinte pesos qu quiere! grit la mujer
sealada por el hombrecillo de cara de conejo.
Que haga vida marital con l? Hgame el favor!
La ve usted? La ve usted, seor inspector?
Le pido que la procese por ejercer un comercio
clandestino. La prostitucin callejera est prohibida.
Estas mujerzuelas son la perdicin de los hombres.
El oficial ri y dijo algunas frases pornogrficas
que las prostitutas celebraron con gestos picarescos.
El comisario, que se entretena golpeando el
vidrio de su escritorio con un cortaplumas de metal,
interrumpi su juego para decirnos:
Y ustedes qu hacan en el hotel?
Dormamos, seor respondi Sandalio.
No tienen casa?
No tenemos familia...
Y no saben ustedes que ese hotel es sospechoso
y que ms que casa de huspedes es guarida
de ladrones?
Nosotros, seor respondi el guitarrero,
somos gente de paz y no nos entrometemos en
manejos sucios. Pagamos un peso por la cama y la
mala reputacin del hotel no nos alcanza.
Lo mejor que podran hacer aconsej el

comisario es alquilar una pieza y dejarse de vagabundear


por sitios peligrosos. Pueden retirarse.
El auxiliar toc repetidas veces el timbre para
que nos dejaran la puerta franca y, despus de
interminables horas, salimos a la calle. El tramoyista
gesticulaba de indignacin. La noche sobre el duro
portland acentu su malestar y senta un agudo
dolor en las articulaciones.
Renegaba contra la polica, contra el orden de las
cosas y de las instituciones, y como nadie discuti
sus violencias, menoscab el honor de su propia
familia.
En la esquina nos separamos y cada uno tom
un rumbo distinto.
19
Esa noche Sandalio Salas desert de la miserable
cofrada del hospedaje.
Faltaba tambin el Zurdo, sobre quien un annimo
hizo recaer graves sospechas de ser el autor de la
muerte de la Nucha. El nmero de los inquilinos no
haba sufrido variante alguna y esas mismas camas
las ocupaban ya dos ladronzuelos veloces. El Liendre
y el Sapo que trabajaban en las aglomeraciones.
La habitacin me pareci ms desolada sin la
sonrisa de Sandalio Salas.
Sent su ausencia en el alma como un remordimiento
por no haberle ofrecido mi corazn cuando se
le caa su tragedia de los labios.
Sandalio Salas desapareci por una calle desconocida
del mundo. Pero antes de marcharse se

despidi de nuestro empecinado silencio narrndonos


su tragedia en tres palabras, que estamp con
lpiz azul en la pared del retrete.
Decan simplemente:
Sandalio Salas - Cornudo
Desgastado de insomnio me arroj de la cama y
sal del hotel. La noche me traa el eco de un viejo
tango. Entonces no me sent tan solo. Porque cuando
tenemos lgrimas rabiosas, cuando nos doblamos
bajo el peso del mundo, cuando la mujer que
quisimos supo hacernos sentir su indiferencia, cuando
comprendimos que en su voz no estaba su alma,
cuando sentimos la fra ficcin del engao manifiesto,
un tango es un gran compaero. Su desgracia
comparte la nuestra y sabemos por l que no
estamos solos.
Desoladora ausencia de amor suma mi nimo
en desconsuelo. Cabalgaba en el viento nocturno el
eco de la cancin.
Llegu a la puerta del Puchero Misterioso, junto
a cuyo mostrador de estao mojado de caa fuerte,
Indalecio y el Silencioso retomaban el eterno dilogo
intil y absurdo. En una mesa esquinada, Pelito
Verde, con su entonacin pueril inquira:
Decme, vos crees en Dios, Rata?

La miseria permanente
"Hizo Dios ios chinches?"
MlCHAEL GOLD
LA VIDA ES DEMASIADO MEZQUINA para ser tan

corta. No lo cree usted as? Le hablo con sinceridad.


Mi cansancio no es romanticismo decadente de
portalira que busca reputacin de suicida. Mi cansancio
es real. El aburrimiento hace montona rni
existencia y si no acabo conmigo es porque degusto
la voluptuosidad de transitar por el mundo.
Vamos, Bayar, ha pensado alguna vez en
serio suicidarse?
Cuando resuelva levantarme la tapa de los
sesos no le pedir permiso a nadie. Slo necesitar
un revlver. Una vez lo tuve y casi me mato.
Tuvo miedo?
Djese de embromar! No me mat por una
cosa sencilla. Haca cinco das que no me baaba.
Cinco das de mugre acumulada con intereses de
parsitos recogidos en los catres de alquiler. Me dio
vergenza, sabe? Vergenza de que me desnudaran
en la Morgue y de que algn practicante dijera:
"Qu tipo sucio! Siquiera por buena educacin debi
baarse antes de suicidarse". Y ya ve usted, no me
mat.
Pero se habr baado.
Si usted me prestara un revlver...
No se joda! Yo quiero al gnero humano pero
estimo mucho ms todo aquello que es de mi propiedad.
Si le facilitara un revlver, usted lo empeara.
Las casas de empeo estn repletas de revlveres y
cuchillos. En cada arma hay un fracaso de suicidio.
Bueno, pero, por lo menos, pagar usted la
copa.

S, Bayar, beba, si eso lo hace feliz.


Bayar pidi al mozo tacao de grasa una copa de
grapa y la bebi de un trago.
Tiene gracia lo de la casa de empeos! Yo,
desde pequeo, trab relacin con usureros y prestamistas.
Empe desde la corbata hasta mi palabra
de honor. De esto ltimo se me da una higa; vale ms
una corbata. Un hombre de vida irreprochable, aunque
sea un cornudo convicto y confeso, es un hombre
de honor.
Filosofa alcohlica, Bayar.
Volvamos entonces a la casa de empeos. Es
tal mi costumbre de pignorar, que si me eligieran
presidente de cualquier republiqueta sudamericana,
empeara la banda y el bastn. No recuerdo qu
amigo me contaba de un seor a quien obligaron a
descender de la copa de una palmera para hacerlo
presidente y que en las reuniones diplomticas se
sonaba las narices con la banda presidencial y peda
permiso para quitarse los zapatos porque "le molestaba
el lujo".
De qu republiqueta era ese seor?
De cualquiera, pero de Sud Amrica. Usted
sabe que casi todos los gobernantes sudamericanos
slo se preocupan de desprestigiar al pas que los
padece. Son gobernantes democrticos y pornogrficos.
La democracia misma es la pornografa. Francamente
es una desgracia haber nacido en Sud
Amrica. Un castigo. Si Proust hubiera nacido aqu,
sera un escritor annimo; y como Proust, Joyce y

muchos otros. Sud Amrica est formada por pases


de opereta. Kermesses. Circos improvisados. Los que
arman las carpas para desplumar incautos son
extranjeros. El oro es ingls o yanqui. Los incautos
son hijos del pas. Y hay que ver a la gente! Vive de
reflejo y con atraso. Cree poseer un sentido del
ridculo e inventa prejuicios. El argentino por ejemplo
quiere deslumhrar a Pars con su elegancia. Es
el inventor de la gomina. El uruguayo es una calamidad
en intelectual y llama a Montevideo la "Atenas de
Amrica", lo que no quita que de un incidente de football
haga cuestin internacional. En estos pueblos
pequeos, para festejar aniversarios histricos se
contratan habitantes por licitacin. Los ms baratitos
resultan casi siempre los brasileos.
Los generales son revolucionarios por vocacin
aun cuando jams hayan presenciado una batalla.
Y no me hable usted de la crema social de todos los
pases sudamericanos! El Gotha se inicia en la
galera. S, no se ra. Yo he estudiado el rbol genealgico
de familias de alta sociedad y en cada uno he
encontrado gajos extraordinarios. Forzados, trabucadores
de caminantes, aventureros, toda una temible
caterva de deportistas del robo y del crimen. La
plutocracia sudamericana tiene su punto de partida
en el inmigrante negrero o en el estafador de baratijas.
Rase usted del abolengo! La historia de las
grandes fortunas horroriza.
Usted habla como un hombre que no ha participado
del convite. Si lo nombraran cnsul o algo

por el estilo, modificara su posicin.


Si me nombraran cnsul? No juego a la
burocracia, don Alvaro. Diga ms bien si lograra ser
dictador por veinticuatro horas.
Qu cosas raras hara usted!
Les hara bailar el cancn a todos los ministros
y altos funcionarios alrededor de una galera de felpa
y ordenara el fusilamiento por la espalda de los
diputados de todas las extremas, por traidores y
canallas.
Don Alvaro era un buen seor reaccionario, ex
anarquista y actualmente defensor de la pequea
burguesa. En sus tiempos de agitador fue procesado
y torturado en la crcel. De todo ese sarampin slo
le quedaban las cicatrices del suplicio a que fuera
sometido por los esbirros, y el arrepentimiento recndito
de haber bautizado a su hijo con el nombre
rojo y negro de Miguel Bakunin.
Transcurrieron los aos; don Alvaro se cas, fue
padre tres veces y comenz a hacer vida de hogar y
a preocuparse por el techo y el pan de los suyos.
He entregado los puntos sola explicar. Y
cuando un hombre como yo entrega los puntos, es
porque considera que no hay nada que hacer.
El lugar de Bayar, que fue retirado hecho una
cuba por dos de sus amigos desnutridos, fue ocupado
por Bartolo el Pelirrojo, que sustentaba aspiraciones
del color de su pelambre.
Cmo marchan los negocios? le pregunt el
pequeo burgus.

Yo no soy hombre de negocios, don Alvaro.


Me reero a las luchas sociales.
Ese es otro cantar. Vamos bien. La esperanza
est en la Manchuria. La guerra es inevitable como
es inevitable un movimiento revolucionario en toda
Sud Amrica.
Aqu no hay nada que hacer, Bartolo.
Usted es derrotista.
No, soy un descredo por experiencia. Con
quin puede contar aqu? Con Fulano, o Mengano,
o Perengano? Los conoce usted en su vida privada?
El uno, tahr; el otro, viviendo de la caza y de la
pesca; el otro, agitador profesional.
Y eso qu tiene que ver con la lucha proletaria?
Tiene que ver, s seor, porque sta es cuestin
de hombres y los hombres no aparecen ni aun
buscndolos con linternas. Estoy de acuerdo con la
reforma del rgimen social y con lo que me cuentan
los libros y los programas. Pero con los reformadores
no. Que comiencen por reformarse ellos. Dnde
estn los hombres, Bartolo? En cada hombre veo un
corrompido. Aquel babeando por las chiquillas, y el
otro por el vino. No me haga hablar, Pelirrojo, porque
tendra muchas cosas que decirle.
Qu importa todo eso? Esta no es cuestin de
hombres sino de ideas. Usted coloca las ideas debajo
de los hombres y ah est la falla.
Hay crisis de hombres. Crisis del carcter.
Presntame un hombre capaz y de vida irreprochable,
y estar con l.

Usted cree que debemos ser necesariamente


santos? Usted supone que un marxista, por el solo
hecho de serlo, debe abominar de la buena cerveza y
de la hembra bravia? Yo no tengo pasta de stiro
arrepentido, como dijo Lenin de ese viejo hipcrita
que se llam Len Tolstoi. Al hombre hay que admitirlo
con todos sus defectos. La revolucin que esperamos
es una revolucin contra el rgimen econmico
del mundo y no contra tal o cual vicio del hombre.
Una vez conquistada la independencia econmica, el
individuo obrar de acuerdo a su naturaleza. Pretender
regular la moral ntima de cada individuo es ir
contra el psicoanlisis. Ninguna revolucin va a
tornar en un ser normal a un degenerado. Las tareas
hereditarias consecuencia, precisamente, del implacable rgimen social basado en una tremenda
injusticia no las barre la revolucin. Sin contar que
hay infinidad de pequeos resortes que mueven las
acciones de cada sujeto. De lo que se trata y a lo que
vamos es de que no haya explotadores ni explotados,
miserables que mueren de hambre y de fatiga y ricos
que revientan de indigestin.
Para cualquier movimiento faltan hombres,
Pelirrojo, y me empeo en ello. Quines son los que
van a dirigir a las masas en el momento preciso?
Porque debe haber organizadores y jefes. No es as?
Los hombres vendrn. Los mariscales de
Napolen se formaron en el campo de batalla. En el
pueblo hay hombres con verdadero espritu de sacrificio
y con capacidad para ocupar su puesto. Los

hombres vendrn en su hora. Esta hora est al


sonar. Ya nadie discute la quiebra del capitalismo. La
sociedad no resiste ms. Qu otro remedio contra el
hambre? Qu hace usted con los treinta millones de
desocupados que andan por el mundo?
La solucin est en una nueva guerra, Pelirrojo.
Hay gente que sobra en la tierra. O una epidemia
o la guerra. Esto es lo que digo yo que he entregado
los puntos y cuando un hombre como yo entrega los
puntos, es porque considera que no hay nada que
hacer.
Don Alvaro repar en m, que permaneca silencioso
escuchando el dilogo y, dndome una palmada
amistosa, me dijo:
Y usted, qu hace aqu tan callado? Lo noto
ms flaco. Usted tiene que hacer ejercicio. La gimnadesde un peso
sia es la nica verdad de la vida. Haga, como yo, una
hora de gimnasia y ver qu apetito.
Gracias, don Alvaro, pero si adems hiciera
gimnasia, el tormento sera atroz.
Bartolo el Pelirrojo, dogmtico por excelencia,
era enemigo de la caridad.
La caridad deca es ofensa. Dar una limosna
es disminuir al prjimo.
Cuando una mano limosnante se extenda hacia
l, Bartolo limitbase a ofrecerle en un folleto una
leccin de economa comunista.
Ustedes los intelectuales... comenzaba siempre
que se diriga a m.
Esa noche no estaba para soportar a nadie y le

repliqu con dureza:


Nosotros los intelectuales somos las verdaderas
vctimas de la sociedad. Los nicos que conocemos
el hambre. El obrero que trabaja y cobra su
salario duerme y come aun cuando el techo y la
comida sean precarios. Pero conforma su sueo y su
estmago de alguna manera. Nosotros no. Nosotros
sufrimos el desprecio de la clase inculta y poderosa
y el desprecio tambin de la clase inculta y miserable.
Y somos, a la postre, los que animamos el espritu del
mundo.
La miseria permanente
Supone usted que la vida del obrero es un
paraso?
No, seor, pero afirmo que la vida del intelectual
es un infierno. La revolucin vendr, no lo dudo,
pero vendr cuando el pueblo comience a tener
hambre. Un pueblo que no pruebe bocado en tres
das, es capaz de cualquier revolucin. Francia tuvo
su 14 de Julio con los hambrientos que asaltaron las
panaderas.
Habla usted como un intelectual.
Contine, Pelirrojo. Hablo como un intelectual
pobre, como un escritor surgido de la masa del
pueblo que no todos los das tiene la suerte de comer
un plato de sopa.
Dijo Bartolo el Pelirrojo:
Y el sexo? Qu me dice del sexo? Practica la
abstinencia sexual?
Indalecio, desde la otra mesa, le grit:

Pelirrojo, a vos te gusta firmar pagars en los


prostbulos y vas a tener que levantarlos algn da en
el hospital. El eplogo es siempre el mismo: sulfato de
cobre y perxido de zinc, y despus mercurio y
arsnico. Al nal, la bandera de remate en la cabeza.
El amor es un problema serio argy un
ojeroso adolescente. La sociedad lo ha convert
do en un problema serio. En realidad, el amor
debera ser simple. El amor est encadenado. Hay
que liberarlo. Esto no quiere decir dar rienda
suelta al instinto, no. Esto quiere decir ponerse al
da con los sentimientos. Quieren terminar de
una vez con el adulterio escandaloso? Con el
amor en noticias de polica? Con el amor vergonzoso
que se esconde en las alcobas y en los zaguanes?
No hay otro camino que la nueva educacin
sentimental: el amor libre.
S respondo, vendr el amor libre como
vendr la emancipacin econmica de los hombres.
La sociedad burguesa ha entristecido al amor. Lo ha
relajado. Ha llevado el amor al prostbulo. He aqu lo
que es el amor burgus; el amor con preservativo, el
amor que se lava con permanganato.
El prostbulo es el cao maestro de la sociedad
dijo sentenciosamente Bartolo, a quien gustaba
hablar en tono grave de filsofo de extremuros.
Qu hara el hombre si no existieran las mansas
prostitutas? Se pervertira, es natural. Sera un
refregador como el Ganso y no faltara ni a misa ni a
funeral ni donde tuviera oportunidad de manosear

mujeres. Yo lo confieso: me arreglo con los prostbulos.


Tengo que cumplir de alguna manera una funcin
orgnica. Claro que despus no me quita nadie
el asco de encima. Y uno vuelve. Es preferible eso a
masturbarse. El mal que aqueja a la juventud est en
la masturbacin.
Despus de la perorata, Bartolo se levant.
Vas al quilombo?
S, hoy es lunes y hubo visita mdica. Adems,
estar poco concurrido.
Haba un prostbulo a la vuelta del Puchero
Misterioso. Cuando entr Bartolo en la antesala del
queco la madama haca calceta y dos clientes de
turno fumaban en silencio consumiendo la espera
obligada en la distrada observacin de los puntos
habilidosos que enhebraba la mano flaccida de la
mujer. La madama era una enciclopedia prostibularia.
Llevaba medio siglo de acopio de mala vida. Su
memoria comenzaba en una adolescencia adiestrada
en los misterios del sexo por la madre veterana
cuyo rostro se resquebraj en la fajina de las sbanas
que se mudan semanalmente. De ella hered su
puesto junto a la cancela.
Uno de los clientes desentumeci su actitud
pasiva y se puso de pie. La madama despoj la telaraa
del sueo y le dijo:
Ahora noms termina.
Y volvi en seguida a la minuciosidad de su
labor.
El cliente respondi:

No tengo apuro; lo que temo es quedarme


dormido en la silla.
De la pieza contigua vena un ruido de lavatorio.
La madama haba calculado bien. La muchacha
abri la puerta, sonri a los hombres y mientras con
gesto mecnico arrollaba en la media los dos pesos de
la funcin, dijo al cliente cansado:
Vamos a la pieza, querido?
Descontando el asentimiento del hombre, retor
no al interior. En el espejo del tocador el cliente
satisfecho termin de abrocharse el saco. Cogi el
sombrero que alcanzaba a verse sobre un mueble y
se dispuso a marcharse; acept con desgano el beso
profesional de la muchacha y se fue dando un
buenas noches apagado.
El hombre que iba a ocupar la vacante traspuso
el dormitorio seguido de la pupila.
La puerta se cerr otra vez. La madama se levant
para acompaar hasta la cancela al cliente
satisfecho y volvi a su trabajo de punto. El cliente
olvidado permaneci sumido en la soolencia de la
espera.
Otra vez el ruido del lavatorio y la voz de la mujer
que pide un balde de agua.
Por fin le toc el turno a Bartolo. El Pelirrojo es
un refinado del prostbulo. Hizo sentar a la muchacha
sobre sus rodillas; le palp los muslos y los
senos; le hizo cosquillas en los sobacos y su mano
pornogrfica desapareci entre las piernas de la
moza. Le habl de la temperatura y se mostr interesado

en conocer el nmero de clientes que le ganaron


de mano.
Antes de ir a la pieza me dijo en secreto:
Usted no lo va a creer, pero sta goza conmigo.
Media hora despus sala malhumorado, rechazando
el beso de la ramera y murmurando con rabia:
Qu carajo! Esa cama est llena de chinches...
Prefiero una vulgar prostituta de dos pesos, a
cualquier mantenida. Prefiero una yiranta a cualquiera
de esas "rameras" literarias que se suean
mujeres complicadas porque leen a George Sand y
vampiresas porque se acuestan con jovencitos imberbes.
Prefiero a Mara la de todos con quien jams me
revolqu. Mara la de todos es una buena muchacha
que ejerce el oficio a que la oblig su destino.
Antes de que se graduara de prostituta con
libreta, trabajaba clandestinamente y viva en un
inquilinato donde yo ocupaba un altillo rodo por las
ratas. Cuando Mara se retrasaba en el sueo, el
padre, que era un perdulario, vociferaba:
Arriba, sifiltica!
Ahora la llaman Mara la de todos. Al salir
Bartolo se acerc a m sonriendo y me dijo:
Mira, querido. Ese amigo tuyo de pelo colorado
es un infeliz. Me visita todos los lunes. Quiere que le
cuente mi historia. Fijte: la encamada y la historia,
todo por dos pesos.
Mara tiene los ojos azules y las pupilas limpias
como si el alba las hubiera humedecido con agua de
cielo. Yo s que su destino es innoble y que la realidad

de su falda siempre procaz arrambla cualquier sueo.


Sin embargo, la miro como si fuera la mujer
incontaminada que habr de arrancarme de la srdida
tiniebla.
Mas l amor no llega a la alcantarilla de la
miseria donde me ha sumido la desalmada vida; a la
tristeza de esta ropa pringosa de hospedajes que
cubre mi cuerpo.
Aguardo el amor con el desesperado deseo de los
veinte aos. Si tardara en llegar, saldra a la calle a
pregonar mi infortunio para que alguna mujer me
diera su caricia en consuelo; saldra a golpear todas
las puertas hasta que al fin una mano suave y
sensitiva me llamara y una voz no escuchada, una
voz recin nacida, me dijera: ven.
El grito de todas las noches fracasa en la luz
injuriante del da.
La aventura de mi juventud sigue siendo una
escaramuza continuada y mezquina.
Hace tanto tiempo que mis bolsillos estn
deshabitados que ya olvid el color del dinero. Ando
por la calle con la inseguridad que rige mi destino.
Veo pasar a la gente y me digo:
Este hombre que pasa a mi lado posa sus pies
en slido pavimento. No teme al maana. De arriba
abajo su figura infunde respeto.
No quiero que nadie descubra mi miseria, que
nadie advierta mi hambre y me compadezca. No
quiero que mi mirada me venda diciendo al transente
feliz: "Necesito dinero. Quin me facilitar

unos pesos?"
1
Recuerdo que en la escuela la maestra nos deca:
"La funcin hace al rgano", y pienso en mis veinte
aos y en mi dentadura echada a perder.
Podra visitar a algn amigo de aos atrs. Pero
imagino que los amigos de mi infancia habrn "sentado
cabeza" como dirn sus progenitores y
sern hombres decentes, de esos que no hacen dao
a nadie.
Regularn sus diversiones con el bolsillo y el
calendario; amarn la decencia; elogiarn al vigilante
de la esquina; cuidarn de su paraguas y de sus
chanclos de goma; comprarn una casita a plazos y
leern editoriales sesudos en peridicos de inalterable
seriedad conservadora.
Vivirn en su hogar como el mejilln en su concha
y morirn de viejos, algunos malhumorados por el
reuma. Sus hijos heredarn la casita, los chanclos y
el paraguas.
No, no ir a ver a esa clase de gente que no hace
dao a nadie; esa gente honrada y pacfica cuya
solidaridad con el gnero humano se reduce al
estrecho crculo familiar.
Si tuviera sed me negaran un vaso de agua.
Quiz murmuraran:
Es un pobre Cristo. Ahora pide prestado; maana
ser un mendigo.
A ratos ideas negras ensombrecen mi cerebro y
pienso que quiz la muerte pudiera solicitarme cualquier

noche.
Me apena el presentir la muerte, el experimentar
el fro de su cercana sin haber dicho todo lo que
quisiera decir. Me apena morir atiborrado de ideas,
acongojado de bondad, ahogado en gritos que no se
dejaron or por falta de tiempo.
Usted me dijo Bayar es un hombre contradictorio.
Unas veces aborrece a la multitud. Otras,
cree en ella. Quisiera saber por qu y para qu
escribe usted, que es rabiosamente escptico.
No soy escptico desde el momento en que creo
en el amor.
Cree en el amor? Es usted, adems de contradictorio,
ingenuo.
Como usted quiera.
Y cul debe ser la finalidad del arte para
usted?
Me tiene sin cuidado, Bayar. Aquellos que se
dicen emancipados de prejuicios y avanzados de
ideas no conciben el arte sin finalidad social, esto es,
el arte til. Tan til como un par de zapatos, un
abrigo, un bife a caballo. El sastre, el carnicero, el
zapatero, son artistas en su oficio. Yo creo que la
finalidad del arte es el arte. El arte por el arte. Y por
momentos, cuando la humanidad me indigna, digo
arte por el artista. El arte para uno mismo. As se
explica la triste felicidad del escritor muerto de
hambre. No sern para l los goces materiales, la
buena mesa, el amor. Pero, en cambio, para l
exclusivamente es el arte, el placer de construir

belleza para su sola emocin.


Habla como un perfecto egosta.
No, lo que yo afirmo es humano. Muchas veces
rne he preguntado: vale la pena madurar obras,
elaborar conceptos, crear, en una palabra? Por qu
recrear al mundo indiferente a toda angustia? Sin
embargo, sigo escribiendo con verdadero fervor. Amasando
en mi arcilla el alma de los personajes que no
encuentro en la vida. Soy un hombre sociable que
busca compartir su soledad con gente cuya afinidad
espiritual madura en la novela.
Tiene usted una triste idea de la humanidad.
Para usted, que no encuentra amigos en el mundo,
la gente es perversa, baja, inmoral.
No me interesa ni lo moral ni lo inmoral.
Adems, me parece que no existe nada moral ni
inmoral sobre la tierra. Cada uno tiene su destino y
marca su paso de galoeoto del destino. En cuanto a
la maldad, es otra cosa. Yo he conocido un hombre
perverso, un hombre canalla. Este hombre era un
cocinero del fondn que se deleitaba escupiendo los
platos que serva a los parroquianos.
Bayar ha ordenado su cartapacio y recorre las
mesas de la fonda ofreciendo los desaciertos de su
lpiz. Lo observo cuando se aleja y siento que una
pena infinita se adentra en el alma.
Me apenan tambin esos hombrecillos de ojos
apagados que devoran el trozo de carne negra y el
pedazo de pan injuriado por las moscas. Quiz sea
sta una emocin de rebote. La emocin que me

produce mi propia vida martirizada.


Amo al prjimo que sufre con el egosmo perfectamente
humano de amar en l a m mismo.
8
Conoc a un escritor de extrema izquierda que
escriba aplogos y versitos malolientes. Era un
hombre entrado en los cuarenta aos, que durante
ese largo transcurso de tiempo jams haba intimado
con el trabajo.
Decase tolstoiano, vegetariano y casto y pasaba
las semanas en la azotea, panza arriba, tomando
baos de sol.
Tena discpulos inocentes que lo admiraban y
decan de l en las mesas de caf:
Es un santo. La santidad personificada.
Contaban del santo que cierta noche, al notar la
sonrisa equvoca de una mujer joven y ya tesofa, le
advirti:
No he cado jams en la tentacin de la carne.
Toda artimaa para vencerme ser intil.
Cuando el tolstoiano peroraba se haca un silencio
de iglesia.
Para los componedores del mundo deca el
alma es literatura. Sin embargo, el mundo tardar en
arreglarse tanto como tarde U hombre en poseer su
alma.
El tolstoiano y sus discpulos, amantes de la
naturaleza y el desperezo, eran bebedores de agua.
Lo que no quitaba que al desperdigarse procuraran
satisfacer de incgnito las inconfesables exigencias

del instinto.
Cuando el santo quiso hablarme de las paparruchas
del alma, le interrump:
Todo est muy bien, pero, antes de hablar del
alma hablemos del estmago. Cuando solucionemos
la urgencia diaria nos quedar tiempo para
meditar sobre el alma. Si yo tuviera las rentas que
tiene usted, me resultara fcil ser tolstoiano y tener
discpulos.
Al recogerme en el hotelucho con setenta y dos
horas de ayuno mis puos se cerraron rabiosos.
Qu sabe ese tipo de lo que se sufre cuando no se
tiene hogar? Qu sabe del hambre? Qu sabe de la
miseria permanente?
La miseria permanente: he aqu la horrible tragedia.
El aburrimiento de la miseria permanente. La
monotona del hambre. Levantarse con la seguridad
de que no ocurrir nada imprevisto.
Por qu no busca trabajo? podra preguntarme
extraado el pequeo burgus.
Si yo le respondiera:
Yo trabajo, seor. Soy escritor.
El pequeo burgus rompera a rer como un
idiota.
Escribir! Valiente tontera! Hay que ser ms
prctico, amigo. Primero Sancho, despus Sancho y,
cuando uno ya tiene su rentita, un poquito de
Quijote. Tambin yo tuve mis sueos y all en mi
juventud hice sonetos.
Me muero de consuncin. S que no podra

ocupar el puesto de un estibador o de un guarda de


tranva, ni siquiera el de ese hombre que expende
cigarrillos en el quiosco, especie de atad absurdo,
minscula bveda, y que es, por fatalidad de su
trabajo, la negacin del movimiento. Esta tragedia a
que somete la vida a los desheredados me aniquilara.
En cambio, ellos, para su felicidad, ignoran su
propio martirologio.
Hombrear bolsas es un trabajo homrico que
dilapida las energas y gasta los msculos insensiblemente,
tal como el agua que roe de verdn las
piedras muertas de los murallones.
No podra enrolarme en ese ejrcito de trabajadores
de todas las latitudes, de todos los meridianos,
aventurados por las borrascas de la adversidad en
bamboleos de desarbolados hacia los cuatro puntos
cardinales, para formar en nuestro puerto, bajo la
bandera amarilla de la extenuacin, la raza nica, la
raza del color idntico: el negro, uniformada la diversidad
de su cosmopolitismo en el obscuro pigmento
del polvo de carbn.
Soy un insurrecto en la gran batalla social de la
vida. No podra ser guarda de tren ni agonizar
durante todo el da bajo la pantalla verde de una
oficina comercial.
No podra acostumbrarme ai atad como ese
hombre del quiosco que va rindiendo diariamente un
examen previo de costumbre de morirse.
Es que un hombre que escribe no puede vivir en
el mundo? Necesariamente debe torcer su vocacin

y alquilar sus msculos?


Yo, aunque estuviera dispuesto a hacerlo, no
servira. Soy un pequeo hombrecillo, un enclenque
hombrecillo consumido por la innoble fatiga de vivir,
dolorido de sueos de a peso y manchado de figones
srdidos.
Soy un hombrecillo inadvertido en. la ciudad
ambiciosa, febril y apresurada.
9
El hambre es la cruda realidad de la tierra.
Siempre el hambre? Siempre el hambre? S, seores.
Vivimos en perpetua pelea rabiosa despedazndonos
entre hermanos por el pan de todos los
das. El pan que guarda en su miga el espritu de Dios
est manchado de lgrimas y de sangre.
Digo que todo puede estar bien: el mundo, el
alma, el misterio de la otra orilla del cielo y de la
tierra. Pero, y cuando un ser humano no tiene qu
comer?
Y cuando un pobre tipo camina horadando
vidrieras o con la vista fija en el pavimento en la
bsqueda infructuosa de alguna moneda?
Rata, vos conoces el hambre?
Pchs! Le he visto la facha y te la regalo.
Cuando uno anda en la mala y le toca ayunar se
aprieta el cinturn. As llega un da en que el cinturn
es una simple argollita, un anillo de cuero colocado
en la mitad del esqueleto.
El anillo de compromiso con la muerte.
Indalecio estir sus piernas debajo de la mesa y

Pelito Verde lo amonest:


Che, Largo, encoge las patas. Para estirarlas
tenes tiempo.
Fumaba pensando mi cigarrillo.
Vamos a ver dijo Indalecio; supongamos
que usted ha comido como un fraile. Y de ah? Eso
es todo? Usted seguir siendo un disconforme, un
eterno descontento.
Pero por lo menos, dejara solucionado un
torturante problema. El hambre es terrible porque
no deja lugar a otro sufrimiento. Yo no puedo pensar
en mi vida interior porque mi existencia no est
asegurada. La preocupacin miserable del pan despedaza
las inquietudes espirituales. Ms me aburre
a m la miseria cotidiana que al hombre satisfecho la
lectura montona de mis hambres.
Pelito Verde, en un bostezo, cerrando sus quijadas
de burro viejo, le pregunt al Rata:
Quers decirme quin fue el inventor del
hambre?
El Rata se rasc la sucia pelambrera, se acomod
la descolorida gorra y, al tiempo que probaba su
puntera sobre el aserrn de la salivera, respondi:
El inventor del hambre fue Dios.

Los amores de Indalecio


"Contigo, slo contigo, en cualquier
parte, fuera en el bosque, en la Naturaleza,
viviendo contigo quince das. Y despus,
un da, 'Adis'. Separarse, y cada

uno por su laclo sin saber adonde."


(AFtTHUR SCHWfTZLERJ
LAS MUJERES QUE HAY EN MI VIDA me confes
cierta noche Indalecio no me dejaron recuerdos
agradables. Hubo una que se crey siempre la
mujer complicada y era simplemente una puta.
Escriba versitos y carraspeaba como un estibador
resfriado. Ola mal. Tena un cro que descuidaba
por George Sand.
El cro era el nico ser complicado de la casa. La
madre lo llevaba en brazos hasta el lecho donde me
desperezaba yo era el amante, y le aseguro que
me irritaba esa ausencia de pudor, de ese resto de
pudor que obliga a las rameras a ocultar a sus hijos
sus vergenzas.
El cro me clavaba sus ojos de indiecito atravesado,
observndome con curiosidad comparativa, pues
haba pasado revista a un nmero regular de amantes.
Un da dijo melanclicamente:
Tengo ganas de matarme.
Haba tristeza precoz en sus palabras, tristeza
que asusta y adivinacin del destino. Sabe usted lo
nico que se le ocurri decir a la mujer complicada?
Pues que su cro llegara a ser un gran escritor.
El cro no habl ms. Tena una seriedad prematura
y ni aun en sueos sonrea. Ignoraba la angelical
sonrisa de los nios dormidos que sienten la
suave caricia de los labios maternales.
Esta mujer no mereca ser madre, amigo mo. La
culpa de que fuera as la tenan el sexo y George

Sand. Buscaba en las nuevas doctrinas sociales la


explicacin de su desvergenza; yo comprend que
sta era la mujer del tero comunista. Una venerable
adltera a quien la frecuentacin del hombre no le
daba tiempo para utilizar el bidet.
Durante mucho tiempo cre ingenuamente que
era el amor lo que a ella me una. Estaba equivocado.
Tarde comprend que todo eso era una porquera.
Dnde conoci ese ejemplar, Indalecio?
Cuando yo la vi por primera vez, viva en una
pensin del centro. Era la mantenida de un yanqui
adinerado, un yanqui descolorido como son todos los
yanquis. Lo juzgaba as, con ese resabio de latino
americano que hay en todos nosotros. Para m esa
gente careca de color, de personalidad. Todos eran
iguales. Este hombre tampoco tena un perfil definido.
Creo que si todos los das hubiera llegado a la
pensin un yanqui distinto, no lo habra notado.
Una noche o gritos. Gritos ahogados. Ayes de
dolor. A poco el ruido de una puerta, un golpe seco y
unos pasos que descendan la escalera. Cuando se
perdi el eco de esos pasos, golpearon mi puerta. Era
la mujer. Jams haba cambiado con ella ms que las
palabras imprescindibles del saludo. Tena los ojos
enrojecidos, las manos trmulas, los labios salpicados
de sangre. La hice sentar y le alcanc un vaso de
agua. La mujer, ocultando su rostro en el pauelo,
lloraba con llanto convulso.
Me cont su martirio. El yanqui adinerado era un
sdico. Adems la celaba. Tena celos de todos y le

amargaba la existencia. De noche la castigaba con


un ltigo.
Es un vicioso me deca; me pega cada vez
que quiere algo de m.
Le dir, amigo, que la mujer me atrajo siempre,
es natural e instintivo que as fuera, pero el hombre,
como espectculo, me interes siempre ms que la
mujer. Fue as que el yanqui cobr esa noche cierto
prestigio humano para m. Era un ser como nosotros.
Tena algo que lo diferenciaba del tipo standard que
yo me haba forjado. Tena su vicio que lo converta
en un ser humano.
La mujer permaneci callada ante m. Sus piernas
desnudas temblaban de fro. Si le hubiera dicho
que se acostara en mi cama, no habra titubeado;
pero era demasiado angustioso todo lo que haba
terminado de confesarme, y me limit a cubrirle las
rodillas con una cobija.
Bueno, y qu es lo que va a hacer ahora?
le pregunt.
No lo s. Cuando vuelva me castigar otra vez.
Pareca insinuar el deseo de quedarse. Yo he
dudado, por experiencia, de esta clase de mujeres y
no me atrev a ofrecerle un lugar en mi habitacin. Le
prepar una taza de t. Era ms de media noche y el
yanqui volvi.
El ruido de sus pasos escalofri a la mujer.
Entonces, le dije:
No tenga miedo. Qudese aqu, conmigo.
Aos despus pues esta desgracia dur algunos

aos lamentara el haber pronunciado estas


palabras.
Ahora recin comprendo que era una mujer
vulgar e insoportable.
Enamorado, profundamente enamorado, estuvo
usted alguna vez?
S. Yo no me hubiera enamorado jams. Pero,
encontr a una muchacha que me condujo en la
noche de lluvia por las calles empedradas del pueblo
en silencio hasta el parque de la ciudad. Caminamos
por los senderos resbaladizos, miramos los canteros
con sus hojas salpicadas de lluvia y no pude resistir
el influjo de la mujer que sin decirme nada cortaba
una rosa hmeda de lluvia y la colocaba en mi ojal.
Me enamor captado por la dulzura nica de la mujer
de la noche mojada del jardn.
El idilio slo vivi quince das. Cada uno se fue
por su lado sin saber adonde.

La implacable vida
"He Legada a las pginas ms
sombras de mi historia, a los das de
vergenza y de miseria que Daniel
Eyssette pas al lado de aquella mujer."
( ALFONSO DAUDET, Poquita cosa.)
HABA DEJADO, POR FIN, los hoteles de a peso.
Despus de la miseria vino la paz a mi espritu. En un
recodo de mi juventud encontr a la mujer. Saba qu
clase de mujer era y, sin embargo, me un a ella en
amor pursimo. Por qu iba a ser, como todos,

injusto, cobarde, canalla? Acaso estaba yo exento


de culpa? Jams mi mano arroj una piedra contra
un semejante. Mis ojos se llenaron de su presencia.
Mis labios slo saban pronunciar su nombre. Oh,
Dios mo! Esto era el amor. Era el descubrimiento del
amor. De qu barro de infamia estaba hecha?
Cmo pensar que a lo largo de los aos se convertira
en un doloroso recuerdo, en un recuerdo amargo,
l mismo que dejan las cosas innobles y repugnantes?
Una vez me separ de ella. Anduve por ah,
recorriendo soledades. Toda mi impaciencia se condensaba
en la espera de la carta. La carta no lleg
nunca y cuando vino no era la esperada, pues sus
palabras fracasaron en mi corazn.
El viejo cartero que me vea todas las maanas
asomado a la ventana de aquella casa del morro de
Santa Teresa me haca seas negativas con la mano.
El hubiera deseado traerme una buena noticia, pero
ningn barco navegaba el Atlntico con una carta
para m.
Cuando volv a la casa y me encontr de nuevo
junto a la mesa familiar, mis ojos no pudieron
aguantar las lgrimas. Lloraba de emocin al ver el
color del mantel, el pocilio de caf, la jarra de agua,
todas esas pequeas cosas que uno se acostumbra
a querer y que forman nuestra existencia apacible.
El amor haba muerto a disgustos. La vida ruidosa,
terrible, desorientada, haba terminado por asesinar
al amor.
Qu queda en mi corazn de aquella poca de

mi existencia?
Un pozo de amargura que jams nadie podr
borrar.
El tiempo ha caminado. Lo que ayer ha sido ha
dejado de ser. El tiempo contina caminando. Algunos
dicen que no hay que mirar hacia atrs. Yo soy
el espectador de todo ayer y ms fervoroso espectador
del ayer de infancia, que es el primero.
El tiempo infinito marca su paso y deja en los
das caducos el tendal de hombres santos y bandidos
que se creyeron quizs ejes del Universo.
La vida se repite en el tiempo. Dobla mi espritu
el peso muerto del mundo. Es bueno equivocarse de
vez en cuando. Me apena el hombre que no se
equivoca jams. Seguir equivocndome el resto de
mis das. Que no me hable nadie de experiencia.
Alguien dijo que la experiencia es una forma de la
cobarda. El nico camino no equivocado del hombre
es el camino de la belleza.
Permitidme que recuerde el nico amor de mi
vida, que ya es un lejano amor. Se llamaba Mara y
era una inocente chiquilla rubia. Est del otro lado
del cielo. Era una dulce criatura de Dios. Al trasponer
la infancia la he perdido. Oh, Mara!
Dieciocho aos se aleja mi recuerdo y retorna
contigo de la mano como un nio con un ramo de
flores cortadas al borde del sendero.
Quisiera escuchar en este cuchitril el canto del
grillo enternecedor.
El cielo de un aburrido azul; el orgulloso sol; el

cansado paisaje. A qu esperar? Lo que ha muerto


no resucitar.
El milagro es un estado de nimo. El milagro
ilumina en m sueo una olvidada senda. Por la
senda va un nio. Ese nio soy yo. A cada trecho me
detengo para escuchar el canto del grillo.
Qu misteriosa voz me dice el dulce nombre al
odo?
Mara. Oh, Mara!
La voz se torna compasiva y murmura:
Ella no puede venir. Est del otro lado del cielo.
El paisaje cambia. Es un patio amplio y luminoso
con una bandada de nios. All estamos los dos
escuchando conmovidos el canto del grillo enternecedor.
La luz del da rompe el milagro. Vuelvo a ser una
unidad sufriente. Mi corazn es el asilo de la vejez del
mundo.
La paz ha muerto en mi espritu. La noche es una
pesadilla atroz. Quin anda por la arbolada calle
mientras el viento desmadejado se estrella contra los
macizos bosques de oscuridad?
Soy yo, que sigo mi ruta con el alma a cuestas
y el paso vacilante del asesino, que atisba la
soledad cmplice para desembarazarse de su carga
fnebre.
Un crculo de silencio me rodea. En el trayecto,
las ramas cesan de estremecerse y, junto a los
troncos aosos, sofrena el viento su desbocada cabalgadura.
El pozo ciego de la noche guardadora de miedos
y sospechas brese ante m. La noche es simplemente

un tnel sombro. El cielo ha caducado. Ya no ver


jams el portentoso espectculo azul. La sombra de
un muro me dice:
Hombre que llevas tu alma a la rastra, qu
ser de ti cuando, al final de la senda, un aura suave
anuncie el sol y el sol magnfico y desbordante
precipite su torrente de luz sobre la faz de la tierra?
Suenan las palabras en mi odo como un aletazo
glacial, mis labios permanecen silenciosos. Mas all el
rbol pensativo entreabre las ramas para murmurar:
Qu ser de ti? Qu ser de ti?
Ni siquiera puedo levantar la mirada. La mirada
se rne cay una noche trgica y desde entonces sufre
la atraccin de la tierra.
. Qu esfuerzo sobrehumano se necesitara para
izar mi mirada? La mirada se sostiene en el horizonte
y todos mis horizontes fracasaron.
En un descanso del camino, fingida laguna
exttica, me detengo para aplacar mi ansiedad. Mis
ojos interrogan al ineludible destino:
Qu ser de m? Qu ser de m?
En mis ojos guardo la lgrima que no se acaba de
llorar. La lgrima perdurable a travs de todos los
llantos. La lgrima de los nios sin madre.
A travs de la inacabable lgrima clamo:
Qu ser de m? Qu ser de m?
Vienen en consuelo hadas de negro ropaje. Viene
el enloquecido viento silbante y la caricia paternal del
rbol pensativo. Viene el misterio nocturno de hinojos
mientras yo repito la cantilena montona como la

vida:
Qu ser de m? Qu ser de m?
De entre un grupo compacto de sombras parte
una voz:
Tendrs tu mortaja. Tendrs tu eternidad.
Tendrs un postumo recuerdo arrepentido.
Mis manos golpean mi pecho y un grito estalla en
mi garganta:
Soy un pecador! Soy un pecador!
La misma dulce voz responde.
Eres un hombre de barro como Dios hizo a
todos los hombres. Sufriste e hiciste sufrir. Pero la
salvacin est en ti, como Dios est en todas las
cosas. Te compadezco, msero ser castigado. Magnificaste
la realidad y la dura realidad se ha vuelto
contra ti y te lastima. Eres un hombre desgraciado
que algn da volvers a acogerte a la pura sonrisa de
tu madre.
Besars sus ojos que lloraron por ti y ella te
estrechar amorosamente. Entonces sers feliz.
En la fingida laguna dejo el fardo de mi alma y mi
mirada, por gracia de milagro, elvase al sombro
cielo de la noche. Quiero hablar: quiero agitar mis
manos, pero la dulce voz me lo impide, dicindome:
Hay una justicia extraterrena. El alma vil, el
alma acanallada, tendr su fuego eterno.
Sufriendo la pesadilla murmuro:
Qu ser de m? Qu ser de m?
El cansancio me vence y caigo con mi alma en
una alcantarilla de la noche.

4
Qu alegre es el nio colegial del delantal blanco!
Qu alegre y qu travieso! Camino de la escuela
es un gorrin que salta y que juega como si el mundo
no fuera otra cosa que un juguete. La madre aguarda
al nio en el portal y el nio llega y besa las manos
de la madre.
La mesa, cubierta por mantel aromado en humildad,
lo espera. Alrededor de la mesa, el buen padre
y los buenos hermanos.
Qu apetitoso es el plato de sopa! Pero el capricho
del nio lo rechaza y la madre, con bondadoso
ademn, le dice las palabras que recordar toda la
vida:
Come, hijo mo, y no ofendas a Dios. Come este
plato de sopa y el pan moreno y ojal nunca te falte.
El nio caprichoso llora, pero no obedece a la
madre.
En la siesta, el nio hace sus deberes; en el
atardecer, se junta con la pandilla de arrapiezos y
alborota la vecindad.
Es amigo de pequeos perdularios y, sin embargo,
algo le dice que es distinto a ellos. Porque este
nio es un minsculo brote sensitivo.
Hay noches en el calendario que no se olvidan.
Noches del Nacimiento, profundas de carios familiares,
alumbrados por la amarilla luz de la lmpara
niquelada.
Yo era ese nio y he vivido esa noche.
Mi hermano menor se burl de m y yo lo corr por

toda la casa hasta aprenderlo en un rincn de la


alcoba. Junt sus manitas en actitud de rezo, y rne
dijo:
No me pegues! No me pegues!
Yo lo castigu. Desde ese da me duele el arrepentimiento.
Ms tarde, dos hermanos marchan abrazados
por el camino de la miseria.
El ms joven, optimista y risueo; el otro, triste
de toda tristeza.
El reproche muere en el recuerdo de aquella
mala accin de la infancia.
Mi madre se ha ido. Vinieron dos hombres con
una camilla y se la llevaron. La casa qued desolada.
Hubo una Nochebuena con su ausencia y nadie os
entreabrir los labios.
Slo el buen padre dijo:
Pronto estar de vuelta. Pronto la tendremos
con nosotros.
Pero cuando volvi traa una mortaja. Sus cabellos
haban encanecido y un rictus trgico contraa
su boca descolorida.
Oculto en el desvn, yo escuchaba atento. En el
amplio patio, junto al galpn donde estudiaba hasta
el alba mi hermana mayor, los familiares hablaban
con enlutada voz:
Vio venir a la muerte que la separaba de sus
hijos y, uno por uno, los llam en agona. Suplic los
nombres de sus siete hijos y con el ltimo su corazn
ces de latir.
Volv a la escuela con un delantal negro. En la

eterna lejana de mi madre brill en sacrificio la


sonrisa de mi hermana mayor.
Infinita dulzura emocionaba su palabra:
Mam ya no retornar. Est en el cielo y desde
el cielo nos mira. Debemos portarnos bien para que
no sufra por nosotros. Ella nos proteger.
En la cabecera de la cama estaba el rosario de
cuentas rojas. La hurfana mayor lo tom entre sus
manos y las criaturas rezaron.
La noche tena un rezagado olor de flores de
camposanto.
6
Una vez dije a mi compaero de banco:
No tienes madre? Cmo puedes vivir sin
madre?
Ahora tampoco yo tena madre. En la mirada de
animalito apedreado poda leerse mi orfandad.
Y abuelita? Cada vez ms pequea. Cada vez
ms arrugadita.
Mi abuela materna era un fervor en mi vida.
Recuerdo que cuando en la adolescencia le advert
que me marchara de casa sigilosamente, la abuela
me respondi:
Si debes irte, vete, hijo mo, y que te ayude
Dios.
Mi abuelo era un hombrachn forzudo y proletario.
Tuvo el destino de los pobres y muri uncido al
yugo como el buey viejo. Amaba los pjaros y las
flores y de entre las flores los claveles rojos, que
cultivaba en tiestos y regaba y podaba con sus

propias manos callosas.


Mucho antes de que la puerta del taller se
abriera, el abuelo estaba all, sentado en el umbral de
la Antigua Casa Snockel, leyendo su diario matinal.
Era socialista, pero al acostarse haca la Seal de
la Cruz.
Cuando la muerte abati al viejo tronco, dej
sobre su cuerpo exnime un ramo de claveles rojos.
Mi abuelo qued en el corazn que no olvida.
Qued all, llevando de la mano a un nio, marchando
en una columna de pueblo que cantaba sus
himnos y agitaba sus banderas.
La abuela no habl ms de l, pero se hizo ms
pequeita, ms sufrida, ms resignada con la implacable
vida.
Los hoteles de a peso. El hambre. La miseria
permanente. Los fondillos gastados del pantaln y la
vergenza de andar con zapatos rotos. El traje de
cambalache, de bolsillos amplios, cargados de cuadernillos
ilusionados.
Mi hermano y yo, unidos en la miseria, buscamos
en el albergue nfimo un engao de hogar. El,
optimista y risueo; yo, nublado y triste.
Los amigos del caf evitaban mi mal humor. Un
da, mi hermano menor dijo:
Mi hermano es una carcajada dentro de un
atad.
"La miseria ensucia el alma del hombre", escriba
Wilde. Yo era un muchacho tmido de hambre, que
sala a la calle pobremente vestido o despertaba

avergonzado por el alba en un banco de plaza. Mis ojos


buscaban con ansiedad el amor. Senta irrefrenables
deseos de estallar en aullido de era acorralada:
No hay una mujer que me quiera? Yo necesito
que me quieran! No soy lo que parezco. Amo a los
nios, a los pjaros y a la muchedumbre doliente.
No hay una mujer en el mundo que pueda quererme?
El amor vino tarde y cre en la felicidad. A lo largo
de los aos comprend que el sptimo cielo era una
srdida cloaca. Era un sentimiento miserable e indigno.
Monologaba:
Ser un canalla, un cnico, un hipcrita?
Acusbame con crueldad. Creame el ser ms
despreciable del mundo. Estaba ciego. Cuando mi
mirada descubri la realidad qued sorprendido de
sentirme un buen muchacho.
Olvid la memoria de mi madre me dije.
Olvid los ms puros carios familiares. Vala la
pena el sacrificio por una inmundicia?
Cunto tiempo tarda en nacer una nueva esperanza?
Cuntas albas de espera para reconquistar
un horizonte?
Habame engaado a m mismo. Dentro de mi
humanidad un resorte vital se haba roto. Ni la
esperanza ni el horizonte volveran a m.
Despert en la alcantarilla todava de noche.
Cargu mi alma a cuestas y prosegu mi camino. Mis
ojos, desprendidos de la tierra, se posaban en los
bloques de sombras, en los troncos aosos, en los
misterios nocturnos y detenan al desmadejado viento

para preguntar:
Qu ser de m? Qu ser de m?

El alma arriesgada
" Colijo que van. tras de alguna
pens, tal vez tras de mi."
( BRET HARTE)
HOTELES DE A PESO, srdidos figones, parroquianos
absurdos del Puchero Misterioso: Indalecio, el
Rata, Pelito Verde, el Silencioso, qu ser de vosotros?
Y t, Sandalio Salas, cornudo, en qu hospital
miserable duermes tu tragedia sin quitarte la sonrisa
de vendedor de tienda? Y t, Bayar, y vosotros,
literatos famlicos, en cuya compaa viv tantas
noches, ya no sois ms que soadores desnutridos,
hambrones melanclicos, en un recuerdo en mi
existencia; vuestras figuras de aguafuerte animan la
triste etapa de mi vida.
Galeote del destino, estoy en el pueblo de la
ltima esperanza detrs de cuyo horizonte acecha la
muerte.
IB,
Camas desde un peso
El cielo ha descendido sobre mi rostro y est al
alcance de mi mano. Podra encender las estrellas a
mi antojo.
Mi estrella se ha quedado y ya nunca ms
alumbrar sobre la tierra.
En un tiempo el mundo fue un paisaje cambiante.
Transit caminos; anduve lunas solitarias; depart

madrugadas y el alba me cerr los ojos con arrepentimiento


de pjaro nocturno.
He llegado al final del viaje. En mi presentimiento
avanzan las sombras fingiendo cazadores de almas.
Vendrn a buscarme?
John Oakhurst: yo tambin he dado con una
vena de mala suerte. Como t, he sido el ms fuerte
y el ms dbil. Voy a entregar mis puntos.
John Oakhurst: las sombras que fingen cazadores
de almas, vendrn a buscarme?
Me gustara hablar con Dios.
He llegado al mundo exttico donde terminan la
risa y el llanto.
Detrs del teln de foro estn los hombres sin
envoltura carnal y el Jurado Eterno.
Con qu paso penetrar en el augusto recinto
de eternidad?
Seores:
Un poco ms de compostura. Aqu est prohibido fumar. Est prohibido escupir en el suelo. Cada
uno debe conservar su turno.
El ujier del cielo no admite propinas.
Los Ancianos se han reunido para juzgarme. Me
condenarn o absolvern.
La revelacin de mi destino ser el juego de cara
o cruz. El anverso es el Paraso; el reverso, las
zahrdas de Plutn.
El espritu maligno regocjase del miedo pavoroso
de las nimas y aguarda, con perversa delectacin,
a que esa deleznable cosa, que se agita sobre la

tierra, muera, para cobrarse pecados con puntas de


fuego.
Dios tiene mucho que hacer. Hasta l apenas
llega el rumor del hormiguero humano.
La corte celestial encubre a los ojos divinos el
lamentable espectculo de la tierra.
Es imposible llegar hasta Dios. Est custodiado.
Ninguna carta de recomendacin abre el reino de
Dios.
Estoy resuelto a ir con paso firme hacia el Jurado
de Ancianos. Les dir, con voz grave, como cuadra a
las circunstancias:
Aqu estoy. Juzgadme.
No me preguntarn el nombre, ni el estado, ni la
profesin. Los supremos enroladores leen en el espacio.
Son enciclopedias de almas.
No me preguntarn, pero yo les dir:
Aqu estoy. Juzgadme.
El ujier me observar con desconfianza y se
aproximar para llamarme al orden en cuanto intente
transgredir las disposiciones celestiales.
Soy una pobre alma sufrida y pecadora.
Juzgadme.
Los Ancianos se mirarn unos a otros en asombro.
Uno acariciar su barba pensativo; otro hundir
su mano en el velln de una nube.
El ujier dir:
Callad, infeliz. Ya no os pertenecis.
Ir con paso firme ante el Jurado de Ancianos.
Aqu estoy. Juzgadme. Antes de dar el veredicto

inapelable, dejadme hablar. Qu premio discerniris


a mi alma que ha sufrido tanto?
El ujier, espantado, me har seas para que me
calle. Yo continuar hablando sin hacerle caso.
La injusticia puso un moo de crespn en mi
infancia. Mi niez ha sido clausurada por la ausencia
de mi madre.
Me gustara saber qu razones poderosas tuvo el
Padre Eterno para dejarme hurfano cuando ms
necesitaba de la caricia maternal.
El ujier me tirar de la mortaja para hacerme
callar. Yo proseguir:
Falt alegra en mi adolescencia. El optimismo
fracas en el banco de la plaza pblica. La faz torva
de la vida ahuyent mis ilusiones. Fueron muchas
las noches con sueo y los das con hambre. Sin
embargo, arda el brasero en todos los hogares y
muchos rostros satisfechos tropezaban con mi consumida
cara de miserable.
Tuve una novia y la hube de dejar cuando se
rompieron los fondillos de mi pantaln. Con un traje
en la adolescencia hubiera sido, quizs, un hombre
feliz.
Quisiera saber, tambin, por qu se opuso el
Padre Eterno a que continuramos amndonos dulcemente.
Alguna vez me exced en el vino ordinario puro
campechey jur lo que no deb jurar.
La miseria me convirti en un ser tmido, triste
y experimentado.
Me gustara saber quin fue el inventor del

hambre para reprochrselo a viva voz.


Nunca ms he vuelto a ver a aquella muchacha.
Nunca ms la ver ya. El amor ha caducado en la
muerte.
Ira muy lejos con tal de saber qu fue de su vida;
si fue,feliz o desgraciada; si pens en m alguna vez,
como yo he pensado en ella muchas noches.
Oh, Mara!
Los Ancianos se miran estupefactos. El ujier,
con el temor de perder su canonja, no atina a
proceder.
Yo proseguir:
Qu aconteci luego de la adolescencia miserable?
La juventud opaca, sin rayo de sol ni canto de
alondra, deja una borra espesa de amargura en el
alma.
Para llegar a la infancia mi recuerdo debe sortear
el abismo de la adolescencia. Todo es intil. La
tormenta de los veinte aos destroz mi heredad. Ya
no podr producir ms que frutos cidos.
Seores: la tristeza ha rodo mi espritu; la rabia
mordi mis puos; el hambre ech mano a mis
ilusiones. He sido un hombre tmido. Ahora he vuelto
a recuperar mi energa. Soy un alma arriesgada. An
tengo algo ms que decir.
He credo en el hombre. He amado al prjimo,
amigo o desconocido. He sido solidario de todo dolor.
No busqu comprobaciones para mi credulidad. Me
bastaba un gesto, una palabra, una actitud.
El hombre es la pajarita de papel que entretiene

el divino ocio de Dios. Cada hombre es vctima de su


signo. Yo he nacido bajo un signo lluvioso y en mi
alma nunca se encendi el sol.
Me ro del libre albedro y de la vanidad humana.
Me gustara saber qu poderosas razones tiene
el Padre Eterno para burlarse del hombre.
Hizo al canalla y al hombre digno. A la madre por
gracia divina y a la madre que no merece serlo.
Seores: es posible que haya un nio triste en
la inmensidad de la tierra?
Un solo nio desgraciado explica suficientemente
el reproche a Dios.
Meditad sobre esto y veris que es trgico, en
grado sumo, contemplar a un indefenso ser, pequeo,
triste, desamparado en la fra indiferencia de la
noche. O bien a Jack, al pobrecito Jack la madre no
mereca serlo en el patio de un internado.
Quitadle el hijo a la madre que no sabe quererlo
y ampararlo.
Qu castigo tremendo lleva el hombre que
intimida a las criaturas?
Aqu estoy, Ancianos augustos, juzgadme.
Practiqu la bondad en la medida de mi conciencia.
Am a los nios.
Hubiera deseado escuchar el canto de la alondra,
pero no lo escuch.
Am a la tierra en la memoria de Dios. Puedo
preguntar:
Qu razones poderosas tuvo el Padre Eterno
para crear escribanos, boticarios, procuradores, aseguradores

de vida, tenedores de libros y hombres que


an andan en bicicleta?
6
El amor es una farsa, Ancianos. Vosotros vivs
en las nubes. Descended a la tierra; hurgad en las
almas y veris en qu triste estado retornis al punto
de partida.
El hombre es un animal ridculo. Este que ayer
crea padecer el peso muerto de la tierra, hoy se
asombra de lo padecido. Aquel que vea la transparencia
de su amor hoy comprueba que su amor
estaba manchado por todas las impurezas
terrenas.
Aconsejad al hombre que ama que piense en las
pequeas cosas desagradables para evitarle luego
ms de un sufrimiento.
Esta mujer huele mal. Esta mujer debera baarse
con ms frecuencia.
Esta mujer escupe como un Hrcules catarroso.
jAbajo la ficcin manifiesta! Abajo la careta!
El ujier pegar un salto y clamar:
Callad, infeliz! Queris turbar el reposo del
Padre Eterno?
Yo, entonces dir al Honorable Consejo de Ancianos:
Seores: me gustara hablar directamente con
Dios. Es a Dios a quien debo explicarle mi estado de
alma.
Los Ancianos no me permitirn hablar con Dios.
Yo proseguir:
Aqu estoy. Juzgadme.

Tendra sumo inters en hablar con Dios. Me


gustara saber por qu ignorados motivos me hizo
depositario de las mil plagas juntas.
Qu poderosas razones tuvo el Padre Eterno
para transformar mi organismo en central de bacilos
y estacin terminal de microbios?
A la infancia le falt mi madre; a la adolescencia
un traje; a la juventud el amor. En la escuela
del mundo fui el alumno antiptico del Divino
Maestro.
El Honorable Consejo dar muestras de impaciencia.
Las almas que esperan turno harn pan
francs en las nubes. El ujier me mirar, como
dicindome:
Cundo terminaris, mequetrefe?
Seores: no he terminado an. Me falta confesar
otra culpa.
He sido un animalito crdulo. He credo hasta la
vspera de mi partida de la tierra. Un amor pursimo
ha nacido en m. El amor est en m como Dios en
el Universo.
Fue el ltimo amor desesperado. El beso fue
pronunciado en la muerte.
Quisiera saber qu poderosas razones tuvo el
Padre Eterno para impedir que nos amramos dulcemente
en la tierra.
Haba recuperado la esperanza y un sueo.
Haba vuelto a creer en una ley de armona universal.
Los hombres feroces murieron sobre la superficie
de la tierra.

La montaa dicta una leccin de altura. Y el sol,


oh, cunto he amado al sol!
Y bien, Ancianos, qu ocurri? Qu razones
poderosas ignoradas sepultaron mi amor?
Aqu est el alma de la bella enamorada y mi
alma.
Ahora tenis la palabra. Juzgadme.
El ujier guardar los turnos pacificando a las
almas impacientes, mientras delibere el Honorable
Consejo de Ancianos.
Mi amor, unido estrechamente a mi nima,
tiembla como una lucecilla en la noche.
La vida se va lentamente.
John Oakhurst: respndeme. Las sombras
que fingen cazadores de almas, vendrn a buscarme?
John Oakhurst: siento que voy a entregar los
puntos. Mi espritu en rebelda se enfrentar con
Dios.
Cmo explicara la cadena de sufrimientos con
que me at a la vida?
Aguardar el veredicto con entereza. Si resolviera
enviarme de nuevo al mundo para cumplir otra
experiencia anmica, me negar obstinadamente.
Estoy resuelto a decirle:
No quiero retornar a la tierra. Es demasiado
terrible el castigo para los delitos que pude haber
cometido. Enviadme a las zahrdas de Plutn. Me
niego a volver al mundo del cual he venido con treinta
aos de existencia y mil siglos de dolor.
Dios slo hallar una respuesta:

Alabado sea el inmenso e inagotable dolor del


mundo.

ndice
Nota preliminar.
Cmo conoc a Enrique Gonzlez Tunan, por Csar Tiempo 13
Los cinco

27

La miseria permanente,
Los amores de Indalecio
La implacable vida.
El alma arriesgada

75
97
101
113

Se termin de imprimir en abril de 1998


en los Talleres Grficos EDIGRAF S.A.,
Delgado 834, Buenos Aires, Argentina

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